Domingo Cavallo: “La tendencia a la inflación en la Argentina tiene que ver con licuar deudas, no pagarlas”

Publicado el 22/1/22 en: https://www.infobae.com/economia/2022/01/22/domingo-cavallo-la-tendencia-a-la-inflacion-en-la-argentina-tiene-que-ver-con-licuar-deudas-no-pagarlas/

El ex ministro brindó una charla vía Twitter junto al economista Nicolás Cachanosky, organizada por el periodista y ensayista José Benegas

Domingo Cavallo, el ex ministro de Economía de Carlos Menem y Fernando De la Rúa, vinculó la tendencia que tiene la Argentina a registrar altos niveles de inflación durante tiempos prolongados a la intención de la clase dirigente, desde presidentes a gobernadores y ministros, “a licuar las deudas, no pagarlas”:

Así lo manifestó en un extenso diálogo que mediante Twitter convocó el periodista, ensayista y columnista José Benegas, y del que también participó el economista Nicolás Cachanosky. Durante la charla y ante un nutrido auditorio, los tres abordaron desde temáticas vinculadas a los desafíos que enfrenta la economía de Estados Unidos, el impacto de los conflictos geopolíticos -sobre todo Rusia y China-, el fenómeno de la alta inflación que se está expandiendo a los países de mayor peso relativo, y los problemas y urgencias que enfrenta la economía.

Si no se logra erradicar la inflación, predominan teorías e interpretaciones equivocadas de los problemas y de cuáles son las causas, por eso las decisiones siempre van en la dirección equivocada. Lograr la estabilidad es absolutamente prioritario”, aseguró Domingo Cavallo, al referirse al problema inflacionario argentino.

Para el ex ministro, “la tendencia a la inflación en la Argentina, tanto de gobernadores, presidentes y ministros, es porque entienden que hay que licuar las deudas públicas, no pagarlas. Pero también el propio sector privado está acostumbrado a sacarse de arriba las deudas a través de golpes inflacionarios”.

“El estatismo es fruto de grupos corporativos que tratan de que la inversión los beneficie a ellos”, consideró y puso como ejemplo los paradores de camiones que el gobierno nacional estaría dispuesto a financiar, en un negocio casi a la medida del poderoso sindicalista Hugo Moyano.

Según el economista, otro ejemplo es la interpretación y el discurso del gobierno nacional ante los cortes de electricidad que se produjeron entre la semana pasada y la actual. “Ahora se escucha de este Gobierno que la culpa es porque se privatizaron las empresas del Estado y no por las tarifas congeladas. Se arman relatos mentirosos y asignan mal la responsabilidad y explican mal las causas de los problemas”.

Para Cavallo, los 10 años sin inflación durante la Convertibilidad fue revertido por decisiones muy equivocadas de los políticos. “Ocurrió cuando se produjo el golpe institucional que se hizo para sacar a De la Rúa de la presidencia y a mí del ministerio de Economía. Esa decisión que tomó Duhalde destruyó esa regla, y ahora estamos pagando las consecuencias”.

“La barbaridad que hizo Duhalde, siguió Néstor Kirchner, Cristina Fernández y que ahora está acentuando Alberto Fernández, pero con el liderazgo efectivo de Cristina de Kirchner, es un retroceso de la economía y de la política”.

La posibilidad de reformas profundas

“En los 90 no podríamos haber hecho la privatización, la desregulación y la apertura si antes no lográbamos erradicar la inflación a través del régimen de Convertibilidad, que obligó a la política monetaria a dejar de producir inflación. Ahora, el punto de partida tiene que ser un buen programa de estabilización, basado en una reforma del régimen monetario y fiscal, las dos cosas al mismo tiempo, pero tiene que haber, primero, uno de cuajo, que es el nuevo régimen monetario”, consideró Cavallo.

Igual, aclaró que, junto a las medidas económicas, también estuvo como condición para el lanzamiento de la Convertibilidad el giro en “la política exterior”. “Eso no lo decidí yo, sino Menem, que tenía una gran intuición sobre lo que estaba pasando en el mundo. En el 89 cayó el Muro de Berlín, en el 91 se disolvió la Unión Soviética. Sin ese giro no se hubiera podido hacer”.

Un punto que también agregó Cavallo sobre la dificultad de aplicar ahora reformas integrales a la economía fue “la complicación adicional del tamaño del sector público. Hoy es mucho más grande que el de Alfonsín, que era 35% del Producto Bruto, mientras hoy es del 42 a 43 por ciento. Nosotros lo habíamos bajado al 25. Además ahora hay regulaciones absurdas, que afectan el funcionamiento de prácticamente todos los mercados”.

Para Nicolás Cachanosky, el actual momento es más complicado para aplicar un programa económico que permita resolver la inflación y recuperar el crecimiento tanto por el contexto económico adverso internacional, como porque ahora hay más pobreza e indigencia. Sin embargo, alertó sobre los costos de no afrontar una reforma de manera urgente.

“Hacer reformas tiene costos, pero no hacerlas tiene más costos. Ese mensaje no se envía de manera clara, transmitir el costo de no poner las cosas en orden”, explicó Cachanosky

La ilusión de los libertarios

Por otra parte y como mensaje optimista, Cavallo habló de manera elogiosa del sector político que se identifica con Javier Milei, quien también suele ensalzarlo y no duda en calificarlo como “el mejor ministro de Economía de la historia”. “Los libertarios son algo exagerados cuando presentan las ideas, pero estoy ilusionado con ellos. Están teniendo un impacto muy positivo en la juventud y eso lo puedo comprobar”, afirmó el ex ministro de Economía de Carlos Menem y Fernando De la Rúa.

“Creo que hay una pequeña luz de esperanza en la Argentina de que esta mala interpretación de nuestra historia, que se ha estado produciendo desde los principios de los 2000 hasta ahora, se revierta”, consignó. “Espero que en el mundo la tendencia de echar la culpa a la globalización, el libre comercio y la apertura de los países no cuaje, que no se arraigue en la educación de la juventud”.

Finalmente, Domingo Cavallo también reiteró su idea a favor de re privatizar Aerolíneas Argentinas, debido a la falta -a su juicio- de un buen servicio con tarifas competitivas. “Es una empresa que habría que re-privatizar y restablecer en el sector un clima de competencia y desregulación”, consideró como viene planteado desde hace años.

José Benegas es abogado, periodista, consultor político, obtuvo el segundo premio del Concurso Caminos de la Libertad de TV Azteca México y diversas menciones honoríficas. Autor de Seamos Libres, apuntes para volver a vivir en Libertad (Unión Editorial 2013). Conduce Esta Lengua es Mía por FM Identidad, es columnista de Infobae.com. Es graduado del programa Master en economía y ciencias políticas de ESEADE. Publica en @josebenegas

Nicolás Cachanosky es Doctor en Economía, (Suffolk University), Lic. en Economía, (UCA), Master en Economía y Ciencias Políticas, (ESEADE). Fué profesor de Finanzas Públicas en UCA y es Assistant Professor of Economics en Metropolitan State University of Denver. Es profesor de UCEMA. Publica en @n_cachanosky

Mirar con atención: ¿optimismo o pesimismo?

Por Alberto Benegas Lynch (h) Publicado el 20/11/2en: https://www.infobae.com/opinion/2021/11/20/mirar-con-atencion-optimismo-o-pesimismo/

Sólo la crítica empuja las cosas a mejorar, mientras que el aplauso a rajatabla conduce al estancamiento

Paul Johnson

Seguramente los de nuestra generación no somos originales si decimos que el mundo está complicado. Antes que nosotros hubieron otros problemas, algunos de los cuales más graves que los actuales lo cual no nos consuela pues debemos resolver lo que nos toca.

Observamos con alarma lo que viene ocurriendo en el otrora baluarte del mundo libre: Estados Unidos. De un tiempo a esta parte es grande la decadencia respecto a los valores y principios establecidos por los Padres Fundadores. En lo personal escribí un libro sobre el tema titulado Estados Unidos contra Estados Unidos donde abarcó muy diversas facetas culturales, institucionales, económicas y de relaciones exteriores que muestran un marcado declive. Es cierto que hay entidades extraordinarias que trabajan denodadamente para revertir el problema, pero por el momento no resulta suficiente. La anterior administración elevó el gasto público, el déficit y la deuda a niveles muy preocupantes pero luego objetó el recuento electoral por resultar perdidoso a pesar de que los cincuenta estados ratificaron su derrota en las urnas y también lo hicieron sesenta y un jueces federales y locales junto al propio vicepresidente de esa misma gestión. Luego asumió otro gobierno de otro partido que se ha propuesto empeorar aquellos tres indicadores clave.

Por su parte, en nuestra región el estatismo ha llegado a límites insoportables en la isla-cárcel cubana y le siguen los imitadores venezolanos, los nicaragüenses y ahora los peruanos. Los argentinos abrimos esperanzas a raíz de dos derrotas electorales consecutivas del chavismo autóctono, aunque los problemas que se avecinan no son menores. En el continente europeo y en Inglaterra resurge el nacionalismo xenófobo con algunas pocas reacciones saludables en tierras españolas. Tenemos un Papa peronista y arrebatos autoritarios aquí y allá en zonas orientales junto a un megalómano de proporciones inauditas en Corea del Norte y otros de similar características en Rusia y China.

Pero al mismo tiempo consignamos reacciones bien inspiradas debido a personas e instituciones que se preocupan y ocupan de contrarrestar los atropellos del Leviatán. Todo esto es para ser optimista, sin embargo los otros datos comentados mueven el fiel de la balanza peligrosamente hacia territorios oscuros. Debemos meditar cuidadosamente esta encrucijada, una meditación que habitualmente no cuenta con muchos adeptos puesto que como escribió Antonio Machado “de cada diez cabezas nueve embisten y una piensa.”

Frente a justificadas críticas por mucho de lo que ocurre en nuestro mundo, hay quienes reprochan a los críticos manteniendo que hay que ser optimista y ver el lado bueno de las cosas. Continúan diciendo que el color con que se mira la vida depende de cómo se percibe la realidad, lo cual ilustran con el vapuleado ejemplo del vaso con líquido hasta la mitad: unos lo verán medio vacío y otros medio lleno. Esto último dicen es lo que le da sal a la vida, lo contrario es puro derrotismo inconducente.

Ahora bien, este tema del optimismo y el pesimismo requiere análisis más cuidadoso. El apresuramiento nunca conduce a buen puerto. Partamos de la premisa que la crítica es lo que empuja las cosas a mejorar, mientras que el aplauso a rajatabla conduce al estancamiento. Como la perfección no está al alcance de los mortales, todo es susceptible de criticarse lo cual revela estados de inconformidad y pretensión de alcanzar metas más elevadas.

Un paso más en esta indagación, actividad detectivesca o arqueología interior nos muestra que quien es pesimista respecto al presente es porque piensa que se pueden lograr objetivos mejores, situación que en verdad lo convierte en un optimista respecto del futuro. En cambio, el optimista respecto al presente de hecho estima que no pueden obtenerse marcas mejores, apreciación que lo convierte en un pesimista respecto del futuro. En otros términos el conformista se oculta tras una pantalla de optimismo pero es pesimista por naturaleza, mientras que el crítico del presente tiene esperanzas en lograr un horizonte más promisorio.

Y este no es un mero juego de palabras, encierra una profunda visión filosófica de la vida. Junto con muchos otros he insistido que quien se siente completo en su vida tiene una mirada liliputense de sí mismo. La verdadera visión optimista (que comparte la raíz de óptimo) apunta más allá de lo logrado, es crítico y autocrítico. Ve la vida como una aventura y un desafío para mejorar. No se estanca y se “sienta sobre sus (supuestos) laureles”. Esto transmite entusiasmo y alegría al contrario del optimista a ultranza que en realidad tiene una visión lúgubre de la vida por más que dibuje una perpetua sonrisa en su rostro y se ría como la hiena.

El pesimista del presente pretende más de la vida, tiene expectativas más altas y por eso es un optimista del futuro. En cambio, el optimista de cuanto ocurre en el presente al renunciar al espíritu crítico está renunciando a la condición humanaSolo es posible progresar si se está disconforme con el presente. En otra oportunidad, en este contexto, lo he citado a Miguel de Unamuno quien escribe que permanentemente lo llaman “pesimista, cosa que, por otra parte, no me tiene en gran cuidado. Sé todo lo que en el mundo del espíritu se ha hecho por eso que los simples y los sencillos llaman pesimismo”.

Los que no son capaces de ver un futuro mejor y se acomodan a lo que ocurre con optimismo se quedaron sin proyectos, están anquilosados y padecen un espíritu anciano, aquél estado que André Maurois definía como “la sensación que es demasiado tarde”.

Este es el sentido por el que Octavio Paz insistía que “Si los intelectuales latinoamericanos desean realmente contribuir a la transformación política y social de nuestros pueblos, deberían ejercer la crítica”. Este es el sentido por el que los autores de todas las grandes obras imprimen un sello crítico al statu quo, es porque llevan en el alma la ambición irrefrenable del mejoramiento y con sus contribuciones corren el eje del debate hacia posiciones más elevadas, como lo destacan con especial vehemencia Longfellow, Andre Gide, Jonathan Swift, Erik von Kuehnelt-Leddihin, Albert Camus y tantos otros escritores de gran calado.

Esto ocurre en todas las manifestaciones del arte, recuerdo la formidable producción cinematográfica El niño con el traje a rayas, relato que me conmovió profundamente. Ese pequeño -hijo de uno de los criminales nazis del ejército de Hitler- ofrece un magnífico ejemplo de cordura al acercarse por el lado de afuera del alambrado a otro compinche de su edad que estaba encerrado en uno de los campos de concentración y clandestinamente al trasponer los feroces alambres para encontrarse con su amiguito con el que muere en una de las tantas cámaras de gas (resulta impresionante la toma de un primer plano de las manos entrelazadas de los dos chiquitos en camino a la muerte). En aquellos momentos trágicos para la humanidad, el revivir escenas escabrosas como las mencionadas, con todo el dolor y el espanto del caso, nos trasmiten una visión optimista en el sentido de que condenas sin reservas de esas montruosidades vividas constituyen un signo alentador y hacen que las víctimas no hayan sido exterminadas inútilmente, precisamente debido a la profunda crítica que el rodaje genera en toda mente con un mínimo de razonabilidad. Y el régimen nazi terminó merced al pesimismo que mostraron opositores respecto al horrible presente de aquellos momentos.

Es que no vamos a ninguna parte con los tilingos que todo les parece bien y son siempre optimistas de lo que ocurre, y si vamos a alguna parte es al cadalso. Son los que dicen que “no hay que juzgar” sin percibir que eso es también un juicio como lo es todo lo que hacemos o decimos cotidianamente. Los que ejercen el espíritu crítico y luchan diariamente por mayores dosis de libertad y respeto recíproco en última instancia son por naturaleza, como queda dicho, optimistas respecto a las potencialidades del hombre. En cambio, los optimistas de cuanto tiene lugar, operan con una muy escasa y estrecha expectativa de lo que puede y debe hacer el hombre, cuentan con un plafón que no supera la altura de sus cuerpos, son incapaces de mirar al cielo, deambulan por los zócalos de la vida, si fuera por ellos aún rugiríamos en las cavernas.

Nada peor que aquellos irresponsables que recostados en sus poltronas repiten que no hay que preocuparse puesto que “ya vendrá la parte buena del ciclo de la historia” sin percatarse que nunca llegará esa faz si no hacemos algo por explicar y difundir los valores del respeto recíproco. Las cosas no suceden automáticamente en las relaciones sociales, no hay tal cosa como el determinismo histórico, como bien apunta Paul Johnson: “Una de las lecciones de la historia que uno debe aprender, a pesar de que resulta desagradable, es que ninguna civilización puede darse por sentada. Su permanencia nunca puede asumirse; siempre hay una edad oscura acechando a la vuelta de cada esquina”.

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. en Ciencias de Dirección. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, fue profesor y primer rector de ESEADE durante 23 años y luego de su renuncia fue distinguido por las nuevas autoridades Profesor Emérito y Doctor Honoris Causa. Es miembro del Comité Científico de Procesos de Mercado, Revista Europea de Economía Política (Madrid). Es Presidente de la Sección Ciencias Económicas de la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires, miembro del Instituto de Metodología de las Ciencias Sociales de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas, miembro del Consejo Consultivo del Institute of Economic Affairs de Londres, Académico Asociado de Cato Institute en Washington DC, miembro del Consejo Académico del Ludwig von Mises Institute en Auburn, miembro del Comité de Honor de la Fundación Bases de Rosario. Es Profesor Honorario de la Universidad del Aconcagua en Mendoza y de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas en Lima, Presidente del Consejo Académico de la Fundación Libertad y Progreso y miembro del Consejo Asesor de la revista Advances in Austrian Economics de New York. Asimismo, es miembro de los Consejos Consultivos de la Fundación Federalismo y Libertad de Tucumán, del Club de la Libertad en Corrientes y de la Fundación Libre de Córdoba. Difunde sus ideas en Twitter: @ABENEGASLYNCH_h

El origen del impuesto a la renta en los Estados Unidos

Por Gabriel Boragina. Publicado en: http://www.accionhumana.com/2021/03/el-origen-del-impuesto-la-renta-en-los.html

Las exenciones fiscales, obviamente, crean desigualdades que se vienen a sumar a las desigualdades que todos tenemos entre nosotros, simplemente señalamos las incoherencias de los tributaristas que comienzan haciendo apología de la igualdad y -reglones más abajo- aprueban elogiosamente la discriminación. El gobierno -sea mediante el fisco o de otras maneras- no debería crear estas desigualdades que se traducen en privilegios para unos y -por contrapartida- de esas prebendas origina -a la vez- perjuicios para los demás que son los que deben costear esos privilegios. Toda exención fiscal -por muy «justificada» que pareciera a cualquiera- genera una desigualdad intolerable, que no debe sumarse a las desigualdades naturales preexistentes.

Lejos de dispensar justicia el aparato fiscal la quebranta. Tal que, en materia económica, quien refleja las desigualdades es el mercado, que se traduce en lo que la gente quiere. Si Pedro quiere donarle más a Juan que a José está en todo su derecho de hacerlo con lo suyo. Pedro está tratando de modo desigual a Juan y a José. Pero el gobierno no tiene nada que hacer en ese caso, porque el dinero es de Pedro. Cuando el gobierno expolia el dinero de Pedro y lo entrega en partes iguales a José y a Juan está creando una discriminación insufrible contra Pedro. No sólo por haberle robado su dinero sino porque los criterios de Pedro para darle más a uno que al otro no son similares a los del gobierno (pudiera ser que Pedro quisiera más a Juan, o le debiera más favores a este que a José).

«Dos palabras sobre el impuesto a la renta en los Estados Unidos de América. Rigió dicho impuesto desde los tiempos coloniales y es memoria que en Massachussets, desde el año 1646 se reglamentó la ley respectiva. Durante la guerra de la independencia, en 1815, el gobierno federal proyectó una ley sobre la renta, pero ésta no se sancionó sino en 1861, ya organizada la nación. El gobierno había propuesto un gravamen sobre la tierra, pero el sentido de la ley se modificó en el seno del Parlamento y surgió un impuesto sobre la renta, según la ley promulgada en 1862. Dicha ley fijó la cuota del 3% como impuesto general sobre las rentas. Al mismo tiempo se imponían los fondos públicos del Estado, los títulos de la deuda, etcétera, con uno y medio por ciento. El impuesto fue sancionado por tres años, pero en 1864 se modificó la cuota fijándose en 5% la de las rentas de 600 a 1.000 pesos y en 10% la de las mayores a esta suma.»[1]

Otro texto enredado. Parece que el único «estado» en que rigió fue en Massachussets y el gobierno federal recién proyectó otra ley en 1815 que recién se sancionó en 1861. Aparece en la descripción, nuevamente, el elemento de transitoriedad (3 años) y el marco -como constante- es el tema de las guerras. Se abandonó el criterio de gravar la tierra (suponemos que se quería implantar un gravamen territorial que implicaría un impuesto al capital) y el Congreso modificó el proyecto de ley del ejecutivo reformándolo en un impuesto a la renta. No se aclara sobre que rentas recaería ese 3% pero -de cualquier manera- luce una tasa baja y en apariencia era fija. El «estado» debía tributar el impuesto también («se imponían los fondos públicos del Estado») lo cual es un absurdo, dado que implica que el gobierno se grava a sí mismo, y de lo expoliado al «contribuyente» separa un 1,5% que -en suma- va a parar a las mismas arcas (del fisco, es decir, del mismo gobierno). Pero esto último quizás se hacía para simular «respetar» el principio de «igualdad» tributaria que es un fiasco de cualquier manera.

La tasa pasó del 3% general al 5% para un rango de ganancias que iban de 600 a 1000 («pesos» dice el original. No sabemos si el autor hizo la conversión de dólares a pesos, o si se trata de un error tipográfico del original). Para las rentas mayores a 1000 (¿$?) la tasa era del 10%.

En fin, a pesar de la enmarañada redacción, todo parece indicar que se trataba de un impuesto proporcional y no progresivo, y el dato interesante es la tasa fija a partir de cierta renta en más, lo que asemeja bastante esta forma de cobrar el tributo al impuesto plano del que hablaremos más adelante.

«Debe hacerse constar que la vigencia del impuesto a la renta en los Estados Unidos, no fue pacífica y a través de los tiempos disputan dos tendencias ardorosamente la utilidad y la inutilidad de este gravamen. Dictada la ley en 1862 rigió durante cinco años, pero al sexto desapareció hasta resurgir en 1893.»[2]

Si bien no se explica en el texto, parece ser que esa «desaparición» de la ley en realidad quisiera referirse a una derogación. Llama la atención que redactado por un jurista el artículo que analizamos utilice expresiones tan poco jurídicas para referirse a una abrogación legal o -en su caso- si la «desaparición» de la ley obedeció a otras razones no jurídicas haberse tomado al menos la molestia de explicarlas en el texto. Muy defectuosa por cierto la redacción del trabajo de Goldstein.

«En 1895 se aprobó por el Parlamento una ley general sobre toda clase de rentas, fijándose una cuota uniforme del dos por ciento. No debe olvidarse la serie de cuestiones judiciales planteadas en la Unión con respecto a este impuesto, sancionada que fuera la Constitución Nacional.»[3]

Era una época en donde regia el principio liberal en esa nación, de tal suerte era muy saludable que la imposición fuera cuestionada. Lamentablemente, en la época en que estamos escribiendo, ese fantástico principio liberal fue -poco a poco- abandonándose, y los impuestos en la gran nación del norte son ahora muy pesados y gravosos, alimentando un estatismo que no tuvo en mira el sueño de los magnos padres fundadores de ese país. Con todo, una alícuota del dos por ciento que tanto revuelo armó en aquellos tiempos en Estados Unidos hoy parecería, frente a las tasas altas confiscatorias que se aplican, un paraíso fiscal. El impuesto viola el derecho de propiedad y -en tal sentido- cabe recordar que dicho derecho fue casi sagrado en el país del norte.


[1] Mateo Goldstein. Voz «IMPUESTOS» en Enciclopedia Jurídica OMEBA, TOMO 15, letra I, Grupo 05.

[2] Goldstein, M. ibidem.

[3] Goldstein, M. ibidem.

Gabriel Boragina es Abogado. Master en Economía y Administración de Empresas de ESEADE. Fue miembro titular del Departamento de Política Económica de ESEADE. Ex Secretario general de la ASEDE (Asociación de Egresados ESEADE) Autor de numerosos libros y colaborador en diversos medios del país y del extranjero. Síguelo en  @GBoragina

La sustitución de importaciones llevó a más pobreza

Por Roberto Cachanosky. Publicado el 2/4/2019 en: https://www.infobae.com/opinion/2019/04/02/la-sustitucion-de-importaciones-llevo-a-mas-pobreza/?fbclid=IwAR3_8X_ietd_-3s3EtNliyPe9arc63anvOOph63Uv-LuszywVGz445vrJN4

 

El dato de la alta proporción de la población con ingresos inferiores al valor de la canasta básica total que informó el Indec, reveló el fracaso, no ya del gradualismo de este Gobierno, sino de una política económica que desde hace décadas arrastra a la Argentina a la decadencia

 

Los chicos en la pobreza pierden oportunidades que luego les resulta muy difícil obtener (Getty)

Los chicos en la pobreza pierden oportunidades que luego les resulta muy difícil obtener (Getty)

Uno de las más nefastas políticas que nos condujo a la pobreza y a la decadencia fue el habernos aislados del mundo, comprando el modelo de sustitución de importaciones y la historieta del deterioro de los términos del intercambio.

Frente a esta pobreza que ya es estructural, la mayoría de la dirigencia política habla de crecer sin bajar el gasto público, es decir el mismo argumento de Cambiemos: esperan una lluvia de inversiones solo porque cambia el gobierno.

Si bien hay múltiples factores que explican nuestra larga decadencia, es muy evidente el inicio de la misma con el cierre de la economía, con las políticas populistas que apuntaron a redistribuir y con al estatismo. Es decir, nos cerramos al mundo y eso generó desestímulos para invertir y mejorar la relación precio y calidad de los productos .

Sintonía entre la baja del PBI y de las exportaciones por habitante

¿Para qué esforzarse en invertir, innovar y mejorar la productividad si las empresas tenían y tienen un mercado cautivo al cual venderle productos de mala calidad a precios altos?

Las empresas tienen rentas extraordinarias gracias a que el Estado les elimina buena parte de la competencia externa y deja al consumidor a merced del productor local.

La relación entre la caída en el ingreso per cápita y el cierre de la economía puede verse claramente en los siguientes 2 gráficos.Cacha abril (1)El primer gráfico muestra que entre fines del siglo XIX y mediados del siglo XX Argentina tuvo un ingreso por habitante que se ubicó entre los 10 primeros países del mundo. Es decir, la Argentina se mantuvo durante décadas entre los 10 países con más alto ingreso medio de su población en el mundo. Incluso en 1895 y 1896 ocupó el primer lugar.

¿Cuándo comienza a producirse la caída? El gráfico muestra que el quiebre fue a mediados de la década del 40, justo cuando se consolida el cierre de la economía, el estatismo, las políticas populistas de redistribución del ingreso y la aparición de la nefasta inflación .Cacha abril (2)Entre 1900 y mediados del siglo XX las exportaciones argentinas representaron entre 2% y  3% del total mundial. Es a partir de mediados del siglo XX cuando se pierde rápidamente participación en el comercio mundial al punto que actualmente solo representan 0,3% del total.

Si se observa cuándo se produce la pérdida de posiciones en el PBI per cápita en el ranking mundial es casi en el mismo momento en que la Argentina pierde participación en el total de exportaciones mundiales.

El dato no es menor, porque si la Argentina hubiera mantenido la participación en el comercio mundial como es el caso, por ejemplo de Canadá o Australia, actualmente tendría que estar exportando USD 572.000 millones, es decir, USD 510.000 millones más en el último año. ¿Cuántos puestos de trabajo, riqueza y nivel de vida se perdieron por exportar USD 510.000 millones menos que el nivel actual?

Cacha abril (3)A modo de ejemplo podemos ver el caso de Australia que actualmente exporta el 1,3% de las exportaciones mundiales y en el pasado tuvo una participación entre el 1,5 y el 2 por ciento en promedio. Con Canadá ocurre algo parecido, a principios del siglo XX exportaba el 2,5% del total mundial y actualmente tiene el mismo nivel.

Quienes deliran con la idea de impulsar la actividad económica con el consumo interno no advierten que con 44 millones de habitantes, donde un tercio de la población es pobre y el resto tiene un bajo ingreso por habitante, es imposible imaginar una fuerte corriente inversora.

Las limitaciones que impone el mercado interno 

¿Quién puede imaginar grandes volúmenes de inversión para abastecer a solo 44 millones de personas, con un tercio en la pobreza? Y sin esas inversiones es impensable crear puestos de trabajo, mejorar la productividad de la economía y, en consecuencia, los salarios reales. De esto se desprende que la salida de Argentina no está en estimular el consumo interno como propone la mayoría de los políticos, sino que la salida es integrarse al mundo e incrementar las exportaciones en forma notable.

Actualmente, las exportaciones de Argentina representan el 11% de su PBI. Los países que lograron captar grandes inversiones, crear puestos de trabajo, mejorar los ingresos reales y salir de la pobreza lo hicieron integrándose al mundo.

Mientras las exportaciones Argentinas representan solo el 11% de su PBI, las exportaciones de Alemania son 47%, las de Chile 31%, Australia 29% e Irlanda el 120% de su PBI . Deliberadamente no di ejemplos del sudeste asiático para que no me vengan con que hacen dumping social o el verso del plato de arroz.

En 2017, siguiendo los datos del Banco Mundial, la Argentina exportó en bienes y servicios USD 71.000 millones, Chile USD 79.500 millones, Australia USD 315.000 millones, Canadá USD 511.000 millones e Irlanda USD 476.000 millones, por citar solo algunos casos.

El desarrollo del comercio exterior es clave para elevar el ingreso medio por habitante (Adrián Escandar)

El desarrollo del comercio exterior es clave para elevar el ingreso medio por habitante (Adrián Escandar)

Todos esos países hicieron extraordinarias reformas estructurales y se incorporaron al mundo. Vieron el mundo como una oportunidad, no como una amenaza como nuestros políticos ven al mundo.

Eso sí, buena parte de la dirigencia política quiere exportar más pero no quiere importar más, sin darse cuenta que todos esos países exportan e importan mucho más que Argentina acumulando mucho más volumen de comercio exterior.

Mientras en 2017 las importaciones de Argentina representaron el 14% del PBI, las de Chile fueron el 27%, Australia el 21%, Canadá el 33% e Irlanda el 88%. Todos exportan más e importan más. No se cierran al comercio mundial con el falso argumento que se pierden puestos de trabajo.

La Argentina, cerrada al mundo, no solo pierde puestos de trabajo, sino también aumenta la pobreza. En cambio los países que se integran al mundo exportan e importan mucho más en términos relativos, no tienen pobreza y captan grandes inversiones.

Si se acepta que la salida de Argentina es la exportación y no el estímulo artificial e insostenible del consumo interno, el proceso es muy claro. Primero tener un tipo de cambio alto en términos reales y a medida que se vayan haciendo las reformas estructurales que le den competitividad a la economía, capte inversiones, ese tipo de cambio real muy alto irá bajando a lo largo del tiempo.

En síntesis, la decadencia comienza a partir del momento que el país se cierra al mundo para sustituir importaciones; hacer populismo redistributivo y estatismo . Los gráficos previos son lo suficientemente elocuentes y muestran que justo cuando se lanza con todo el populismo y el aislamiento comercial, se perdió ingreso per cápita.

La salida es el comercio exterior basado en reformas estructurales y no en saltos cambiarios transitorios o esperando el viento de cola de los precios de las commodities.

Una de las claves para poder volver a ser un país fuertemente exportador es transformar el Mercosur en un tratado de libre comercio en lugar del proteccionismo ampliado que es el bloque comercial del sur.

En su momento se hizo, no veo razones, salvo la necedad de la dirigencia política argentina, para que no se pueda retomar la senda del progreso.

 

Roberto Cachanosky es Licenciado en Economía, (UCA) y ha sido director del Departamento de Política Económica de ESEADE y profesor de Economía Aplicada en el máster de Economía y Administración de ESEADE

Pobreza, caridad, estatismo y monopolios

Por Gabriel Boragina. Publicado en:  http://www.accionhumana.com/2018/11/pobreza-caridad-estatismo-y-monopolios.html

 

Muchas son las diferencias que encuentro en las actitudes personales hacia los pobres entre las personas que adhieren a ideas socialistas (o de izquierda como se las llama frecuentemente) y las que rechazan estas ideologías. Y, como expliqué en otra parte, las distintas maneras de entender la caridad es una de las tantas. Los liberales sostienen que la caridad es tal -si y sólo si– se hace anónimamente y de modo voluntario. De lo contrario no hay caridad posible.
En cualquier caso, esta no es la diferencia más importante, sino que lo realmente trascendente es que este último grupo de personas (por cierto muy reducido) hace sus labores de caridad y de beneficencia con recursos propios, en tanto el primer conjunto (el mayoritario) «clama a los cuatro vientos» que los «pobres» deben ser subsidiados, subvencionados, apoyados, etc. expoliando el fruto del trabajo ajeno (no el de los mismos proponentes) y que el encargado de tal despojo «por el bien de los que menos tienen» debe ser no otro que el gobierno por medio de la fuerza bruta «legal». Esta sería pues la idea dominante en nuestra sociedad actual.
Creo que un rasgo característico de una sociedad culturalmente primitiva, sea el hecho de que las personas que declaman la igualdad de rentas y de patrimonios sean más admirados y hasta más respetados que las que -sin prescribir nada de eso- tratan de mejorar la suerte de sus semejantes más desfavorecidos dándoles de su propio peculio, pero sin tanta alharaca. Por supuesto, en este tipo de sociedad (un ejemplo puede ser la argentina, donde muy a menudo se observa este síndrome) existe un altísimo grado de hipocresía por parte de esos verdaderos apologistas de la «igualdad» y de sus admiradores (los que, como sus admirados, menos aún están dispuestos a dar de lo suyo a los que menos tienen). Los medios audiovisuales, por ejemplo, nos muestran a diario a grandes personajes de la farándula, el deporte y hasta de la política que no se cansan de clamar por los pobres y carenciados pero que no se distinguen por donar parte siquiera de sus fortunas por ninguno de los que tanto se lamentan ante las cámaras y los micrófonos.
Claro que, detrás de toda esta cuestión hay -como dijimos- un componente cultural muy fuerte cuyo nombre es el de estatismo. Tal como su designación lo indica, el estatismo es un sistema totalitario en el que el estado-nación todo lo estatiza (valga la redundancia. De allí lo de estatismo). Por supuesto que, hay rincones y recovecos sociales que son difíciles de estatizar, pero lo importante del estatismo no es lo que queda sin estatizar, sino que el estatismo tiende -en última instancia- a estatizarlo todo, y puede lograr ese objetivo, aunque no sea al cien por ciento en cotas cercanas a ese porcentaje. Esta es la tendencia que se observa en algunos lugares más, en otros menos. Pero lo cierto es que es la tendencia.
Y en el fenómeno estatista, tienen que ver primordialmente las ideas que mantiene el conjunto de la sociedad donde la manifestación estatista se manifiesta. El estatismo surge como aparición a partir de la idea de que la sociedad está compuesta por monopolios. A esta idea se sigue otra, por la cual dichos «monopolios sociales» tenderían (según la creencia popular) a perjudicar a la gente, ergo (como en un tercer paso) se sugiere que el único remedio que existiría para dicha «desgraciada conclusión» sería el de otorgarle un monopolio mucho mayor (lo mayor posible) al estado-nación que le permita «neutralizar» todo otro monopolio no estatal. La «lógica» de esta forma de «razonar» se pierde cuando quienes esto sostienen no pueden explicar satisfactoriamente los siguientes interrogantes:
1.       ¿Cuál sería la prueba de que la sociedad civil sería proclive a la formación de monopolios?
2.       Y si tal prueba existiera (lo que no es el caso) ¿cuál sería la razón por la cual un monopolio estatal sería mejor que otro monopolio no estatal, o -en términos más simples- no se explica por qué los monopolios privados serian «malos» y un único monopolio estatal seria «bueno» o «más bueno» que uno o más privados.
En otras palabras, si se pudiera probar que la sociedad libre conduciría al monopolio (prueba que –reiteramos- jamás nadie ha presentado) aun así no se explica porque se cree que únicamente el gobierno tendría el monopolio de la bondad.
La tesis del «monopolio social» (si así podemos llamarla) ha sido refutada una y otra vez. Quienes la sostienen no son consecuentes o, directamente, ignoran el proceso por el cual se conforma un monopolio y -sobre todo- las condiciones necesarias para ello. Son estas condiciones las que escasamente se dan en el mundo real. De allí que, los monopolios económicos que no cuentan con protección del gobierno sean pocos, raros y -a la larga- efímeros, excepto, como dejamos dicho, que los gobiernos acudan a su rescate, o los abordan directamente dentro de la estructura gubernamental (lo que sucede –por ejemplo- cuando se nacionaliza o estatiza una empresa o actividad).
Puede quizás ser posible que muchos individuos tiendan a ser (o deseen ser) monopolistas, pero en la medida que existan otros individuos que también traten de serlo, la competencia que se desataría entre ellos impediría que cualquiera de los involucrados en la misma llegara a configurar un monopolio. Y ninguno de ellos podría -sin más- eliminar la competencia, sino por medio de la fuerza, prerrogativa que en nuestra sociedad sólo posee el estado-nación, y de la que hace uso muy a menudo. El gobierno tiene dos formas básicas de eliminar o restringir la competencia: prohibiendo «legalmente» cierta actividad a todos menos a uno o algunos, o bien buscando el mismo efecto a través de restricciones monetarias, fiscales, presupuestarias, etc. para las cuales el instrumento de fondo también es el mal uso de la ley (como decía el celebrado F. Bastiat).
Esta idea errada y absurda de que el libre mercado conduce al monopolio, es una de las que da origen al mal llamado «estado benefactor» o de «bienestar» y que llevada a su extremo justificaría cualquier dictadura como -lamentablemente- la historia da testimonio a través del curso de los siglos, hasta desembocar en el nazismo, el fascismo y el comunismo, los tres derivados del socialismo.
Gabriel Boragina es Abogado. Master en Economía y Administración de Empresas de ESEADE. Fue miembro titular del Departamento de Política Económica de ESEADE. Ex Secretario general de la ASEDE (Asociación de Egresados ESEADE) Autor de numerosos libros y colaborador en diversos medios del país y del extranjero.

Carta abierta al Presidente

Por Alberto Benegas Lynch (h). Publicado el 3/9/18 en http://www.ambito.com/932518-carta-abierta-al-presidente

 

No creo ser original al escribirle una carta abierta. Hay muchos antecedentes, incluso en mi caso con usted y otros presidentes pero lo hago ahora en vista de los problemas que son del dominio público. Está inspirada en el deseo que comparto con muchos argentinos de que tenga el mayor de los éxitos en su gestión, no solo por tratarse de usted sino por los graves riesgos que el país corre si resurgen las tendencias que han dominado durante las últimas siete décadas, muy especialmente durante la última que ha acentuado notablemente la decadencia moral y material de nuestro medio.

 

Su gobierno no ha procedido con la firmeza necesaria para rectificar el rumbo y se ha mantenido en la misma pendiente del pasado por más que sus intenciones y las de sus colaboradores hayan sido las mejores. El gasto público es sideral, las exacciones fiscales son insoportables, la deuda estatal es creciente, el volumen total del déficit fiscal resulta descomunal y las manipulaciones monetarias y cambiarias contribuyen a agravar el problema. Como usted sabe, lo relevante son los resultados y no las explicaciones.

 

Se que usted pretende reducir la pobreza pero el camino elegido no conduce a buen puerto sino más bien lo aleja de los objetivos. Todavía estamos a tiempo para adoptar medidas de fondo que eliminen de cuajo funciones incompatibles con un sistema republicano. Como he consignado antes, no se trata de hacer más eficiente el gasto puesto que cuando algo es inconveniente si se torna eficiente es mucho peor. Tampoco se trata de podar gastos puesto que como también puntualicé en su momento, igual que con la jardinería la poda hace que el desarrollo resulte más vigoroso. Por último, no se trata de pretender un crecimiento al efecto de disimular la relación gasto/producto.

 

Usted no ha comenzado bien su administración al crear nuevos ministerios cuando, como queda dicho, deben eliminarse funciones y modificar drásticamente el organigrama del Ejecutivo. Somos concientes que su coalición no cuenta con mayoría en las Cámaras del Parlamento y que la batalla cultural es difícil, pero destaco sus errores no forzados que algunos pocos hemos puntualizado reiteradamente junto a propuestas varias para lograr el cometido.

 

Algunas de las medidas sugeridas son nominales en cuanto al volumen del gasto que representan pero muy demostrativas de una firme decisión de retomar nuestra mejor tradición alberdiana que hizo de la Argentina uno de los países más prósperos del planeta.

 

A esta altura podrán adoptarse medidas coyunturales que eventualmente pueden tapar los problemas que subyacen, pero descuento que usted quiere verdaderamente hacer que nuestro país retome la senda del progreso moral y material de antes de los golpes fascistas del 30 y del 43 que nunca debió abandonarse. La función medular de los aparatos estatales de compulsión son principalmente para que haya Justicia y seguridad, los entrometimientos en las vidas y en el fruto del trabajo ajeno perjudican a todos pero muy especialmente a los más necesitados. Décadas de estatismo nos han llevado a una situación de vulnerabilidad y de pobreza alarmantes.

 

Concretamente propongo que usted declare de inmediato que se abstiene de presentarse  a la reelección y postule a una candidata o candidato de su preferencia, anuncie medidas espectaculares que se han sugerido  para revertir la situación al efecto de volver a ganar la confianza de sus compatriotas que creen en las virtudes de la sociedad abierta y oxigene su gabinete. Que resulte claro que usted no está dispuesto a consumir tiempo y energías en campañas electorales. De este modo usted será juzgado como un estadista que se preocupa y ocupa de resolver los problemas que nos aquejan  y  podrá usted  presentarse con gran éxito en una futura contienda presidencial.

 

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. en Ciencias de Dirección. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, fue profesor y primer rector de ESEADE durante 23 años y luego de su renuncia fue distinguido por las nuevas autoridades Profesor Emérito y Doctor Honoris Causa.

MIS ESPERANZAS PARA LA IGLESIA

Por Gabriel J. Zanotti. Publicado el 5/8/18 en: http://gzanotti.blogspot.com/2018/08/mis-esperanzas-para-la-iglesia.html

 

¿Tengo esperanzas para la Iglesia, a pesar de todo lo que está pasando? Sí, las tengo. Humanamente es casi imposible, pero nada es imposible para Dios….

Este es el cap. 7 de mi book «Judeo-cristianismo, Civilización Occidental y Libertad».

CAPÍTULO SIETE:

MIS ESPERANZAS

Como vimos el último intento magisterial por poner a la Iglesia a la altura de la modernidad católica quedó en el olvido. ¿Se puede recuperar?

Tal vez sí. Para ello hay que trabajar en los siguientes puntos.

  1. Las libertades individuales en el contexto actual

          Los católicos hoy padecemos de dos tipos de persecuciones. Una, la habitual, fruto del atropello directo a la libertad religiosa, donde seguimos siendo torturados, asesinados, encarcelados y perseguidos por diversos regímenes: los estados islámicos intolerantes, y los estados comunistas como China, Corea del Norte, Cuba, etc.

La segunda se da con diversos grados en Europa, América Latina y en algunos estados de los EE.UU.

Esta última persecución consiste, como sabemos, en restricciones de la libertad de contratación, de expresión, de enseñanza, etc., como producto de legislaciones que imponen obligatoriamente la bondad moral de la homosexualidad, el aborto, etc., y sancionan como delito hacer o decir lo contrario. Como ya dijimos en otra oportunidad, ello se podría sintetizar en a) “Que el sexo es una identidad que el individuo se coloca a sí mismo con total autodeterminación; b) Que el aborto y los anticonceptivos son derechos que todo individuo tiene derecho y obligación de recibir; c) Que el matrimonio homosexual (y obviamente disoluble) es otro derecho de igual naturaleza que los anteriores. d) Que ya no hay derecho a la libertad de expresión, sino derecho a la información objetiva, que el estado debe proveer, contrario a las manipulaciones comunicativas de las corporaciones privadas. e) Que los planes y programas de estudios, especialmente los primarios y secundarios, ya privados o púbicos, deben enseñar obligatoriamente a, b y c; f) Que las instituciones de salud, ya privadas o públicas, deben proveer de manera coactiva y obligatoria el punto b, g) Que todo desacuerdo con todos los puntos anteriores es un acto de discriminación que debe ser penalmente prohibida”[1].

Los católicos ya estamos sufriendo todas estas cosas, con grados diversos, en los lugares referidos. Pero todo ello tiene por parte nuestra cierta co-responsabilidad al haber alentado al estatismo que permitió institucionalmente tales atropellos.

Y ello se debe, precisamente, a no haber incorporado en serio ni la letra ni el espíritu de las libertades individuales.

En efecto, como ya hemos dicho en esa misma oportunidad, los avances del estado, en esas libertares, tuvieron dos etapas previas, que no sólo no fueron vistas sino alentadas por muchos católicos: “…Fruto del positivismo, que en lo social Hayek llama constructivismo, los estados-nación racionalistas europeos de fines del s. XIX (Francia, Italia), con copias en Latinoamérica (México, Uruguay, Argentina), avanzaron sobre temas de educación, salud pública y matrimonio, con la intención de educar y proteger al ciudadano en tales áreas mediante lo que la ciencia podía proporcionar. La educación pública obligatoria tenía por misión educar en las ciencias y letras básicas el futuro ciudadano ilustrado y secularizado; la medicina se divide en legal e ilegal, y en la primera el estado avanza en la salud pública. En materia de matrimonio y familia los estados avanzan quitando el cuasi-monopolio que las comunidades religiosas mantenían en esas áreas. Comparado con lo que vino después, fue un positivismo ingenuo y un laicismo moderado (laicismo como esencialmente diferente a la sana laicidad). Los estados educaban en cosas que hoy consideraríamos “buenas” tales como ciencia básica, lecto-escritura, matemáticas, etc., y los hospitales públicos se regían por una medicina científica relativamente des-ideologizada. Las comunidades religiosas toleraron al principio y aceptaron luego esta situación sin sospechar lo que vendría después”. (itálicas agregadas).

En efecto, al principio, guiados por ese magisterio que se oponía a las legislaciones laicistas (León XIII fue muy claro en esto, especialmente al distinguir entre el régimen y la legislación) los católicos rechazaron en general esas legislaciones monopólicas y cientificistas. Pero luego, al ir logrando que los estados reconocieran las libertades de enseñanza y de asociación para sus propias instituciones educativas y de salud, de la tolerancia se pasó a la aceptación lisa y llana de la acción de los estados en salud y educación, sobre todo porque sus contenidos eran científicos sin atentar contra nada de la moral cristiana. Totalmente comprensible esa aceptación, sólo que no se vieron los peligrosos instrumentos jurídicos que dichas acciones estatales dejaban establecidos.

Pero luego, como ya hemos visto de algún modo, muchos católicos caen en ideologías estatistas y autoritarias donde no tienen ningún problema en proclamar como cuasi-dogmas (esefue el problema) a los derechos sociales a la salud, educación e información. Esos derechos sociales tienen al estado como sujeto pasivo de obligación, y por ende el estado está obligado a tener cláusulas programáticas para su cumplimiento[2]. Por ende el estado debe intervenir en los programas de estudios para todos, ya sean estatales o privados, y lo mismo sucede con la salud y con el “derecho a la información” contra la libertad de expresión que sería en realidad la libertad de empresa de las grandes corporaciones. Todo ello implica por ende que las libertades de enseñanza, expresión y de asociación se conviertan en un casi nada una vez que los gobiernos fijan sus propias agendas. Claro, si la agenda era leer, escribir y matemáticas, nadie notaba el problema; pero si la agenda es ahora la libertad reproductiva, entonces ahora muchos católicos se acuerdantarde de las libertades individuales que nunca supieron defender. Por eso decíamos, refiriéndonos a la segunda fase de avance del estado: “… Como fruto de la crisis del 29 y la progresiva crítica y desconfianza a un liberalismo “individualista”, surge más o menos a mitad del s. XX el convencimiento generalizado de que los gobiernos centrales deben ofrecer bienes públicos en materia de salud, medicina, educación e información, respondiendo ello a lo que serían los derechos de segunda generación (a la salud, la vivienda, la educación, la seguridad social, etc.) muchos de los cuales fueron explícitamente escritos en diversas reformas constitucionales. Luego de la 2da. guerra, este avance del estado convive con formas republicanas en los EE.UU. (el New Deal) y en Europa (el Estado Providencia) o con sistemas más autoritarios, como el primer peronismo en Argentina, de orientación claramente fascista en el sentido técnico del término. Los estados, con toda lógica, proveen salud, educación, seguridad social e información, según los criterios del estado, por supuesto. Pocas voces, como Mises y Hayek, advierten los peligros para los derechos personales, pero no son escuchadas.Diversas religiones aceptan de buena gana el sistema, convencidas de la crítica al liberalismo y de la necesaria intervención del estado para proteger a los menos favorecidos por la lotería natural de recursos, como diría Rawls. Claro, esto siempre que los gobiernos no quisieran imponer coactivamente cuestiones que violaran la libertad religiosa, pero al principio, dadas las costumbres de la época, ello no parecía ser un problema. Los católicos argentinos tuvieron una primera advertencia cuando Perón se enfrentó con la Iglesia en su 2do. mandato, pero luego los militares católicos que lo derrotaron utilizaron los mismos instrumentos estatales para imponer la “sana doctrina” y lo que algunos autores llaman “el mito de la nación católica”. Mientras tanto, el PS (principio de subsidiariedad) y las libertades individuales brillaban por su ausencia, ya despreciadas estas últimas como la mera expresión ideológica de un capitalismo supuestamente incompatible con lo religioso” (itálicas agregadas ahora).

Esto es, lo que estamos diciendo es que muchos católicos, por su estatismo, alentaron la alfombra cultural y legislativa desde la cual ahora ellos mismos son perseguidos.

Decíamos, con respecto a los arriba citados puntos desde el a al g: “…su problema no radica principalmente en el contenido de lo que proponen. En una sociedad libre, con derecho a la libertad de expresión, enseñanza, asociación e intimidad, los que quieran pensar como el punto 1 y el 2 (el aborto ya es otro tema pues está en juego el derecho a la vida), etc., tienen todo el derecho legal a hacerlo: tienen derecho a la libertad de expresión y derecho a la intimidad personal. El problema radica en su imposición global a través de los instrumentos del estado, instrumentos legales que ya habían quedado perfectamente preparados en las fases a y bPero las comunidades religiosas, durante las fases a y b, no advirtieron el problema. Habiendo aceptado muchas de ellas el estado providencia y los derechos de 2da. generación, denigrando al mismo tiempo a las libertades individuales como pertenecientes a un liberalismo individualista y agnóstico, más que como emergentes necesarias del PS, quedaron indefensas ante la tercera fase .Ahora reclaman sus libertades, cuando ya es casi muy tarde. Ahora reclaman la libertad de conciencia pero no tendrían problema en volver a un estado providencia cuando este último vuelva a “portarse bien” en esas materias. Eso las desautoriza ante la opinión pública, por un lado, y las ha vuelvo con-causa de esta nueva oleada de laicismo autoritario que ahora critican con tanto vigor”.

Por lo tanto, si un gobierno impone la ideología del género en sus colegios primarios y etc., la cuestión no pasa sólo por pedir que el gobierno no lo haga, como si fuera ello lo único que se puede hacer. Pasa por reclamar la verdadera libertad de enseñanza, donde los privados no deben depender de los programas del estado. Lo mismo con los institutos de salud. Lo mismo con la libertad de expresión: esta incluye el derecho a decir lo que cada uno piense con respecto a esos temas, y por ende las denuncias legales por discriminación son en sí mismas atentatorias contra la libertad de expresión. Lo mismo por la libertad de contratación de cualquier asociación privada, que tiene derecho a no contratar a quien no quiera contratar, aunque moralmente se equivoque. Pero todo esto surge de una cabal comprensión de lo que son las libertades individuales, y es allí donde los católicos tenemos que terminar de incorporar la noción de lo que significa una sociedad libre, donde, excepto que se violen otros derechos individuales de terceros, los privados son libres de vivir y expresar sus diversas cosmovisiones del mundo.

La libertad religiosa es una clave católica y a la vez universal para el verdadero sentido de las libertades individuales. Si hay derecho a la libertad religiosa, entonces hay derecho a la libertad de expresión de la cosmovisión del mundo metafísica y filosófica que tal o cual religión tenga. Si hay derecho a la libertad religiosa, entonces hay derecho a la libertad de enseñanza de esas cosmovisiones. Si hay derecho a la libertad religiosa, que implica que los gobiernos no pueden protegernos del riesgo más terrible de nuestra vida –un error con Dios– entonces hay derecho a la libertad de conciencia en los demás riesgos de nuestra existencia mientras no violemos los derechos de terceros. Lo cual es el fundamento a su vez para que los gobiernos no deban “protegernos” por la fuerza y que el derecho a la intimidad personal (las acciones privadas de los hombres están sólo reservadas a Dios y exentas de la autoridad de los magistrados) sea la clave para la solución de muchos problemas sin atentar contra la ley natural[3].

Esa es la real laicidad y diversidad cultural con la cual se vive en un estado republicano, constitucional, si realmente se ha entendido lo que significa el derecho a la libertad religiosa. Allí los católicos tendrán la verdadera libertad para explicar su concepción del mundo, pero no por un privilegio, sino porque son ciudadanos del estado laical. Y si desde allí no logran fermentar nuevamente una cosmovisión cristiana del mundo, será su fracaso, que no será compensado porque ocupen cargos estatales autoritarios desde los cuales quieran imponer por la fuerza su visión del mundo. Porque ese ha sido su verdadero fracaso, a partir del cual nacen las reacciones autoritarias contra una fe católica que ha sido vivida como un mero grupo de presión.

  1. La recuperación del laicado

          2.1.    La des-clericalización del laicado

          Desde allí sí que será posible recuperar un laicado con conciencia de sí mismo. O sea, no un laico que pida directamente al pontífice, al obispo o al sacerdote lo que tiene que hacer y decir en materia temporal, no un laico que quiera penetrar en las estructuras de un gobierno estatista para desde allí, por la fuerza, imponer su visión del mundo, sino un laico que verdaderamente viva en el mundo de la economía, del cine, de la literatura, de la televisión, de la educación, de los hospitales, como su mundo, y no como una cosa extraña a la que hay que ir desde un mundillo clerical. En ese sentido el adjetivo de “católico” a sus propias iniciativas no es del todo conveniente: prefiero católicos que tengan colegios y no colegios católicos, decía Escrivá de Balaguer[4], y hay que ir más allá: católicos que formen asociaciones libres con no creyentes, por el bien común, sabiendo ganar en ellas su prestigio y su derecho a la libertad interna de expresión; católicos que estén y habiten con pleno derecho en las infinitas organizaciones seculares y gubernamentales no confesionalesque hubiere, ejerciendo en ellas, por supuesto, las aludidas libertades individuales. Católicos que en todos lados sean reconocidos por su excelencia profesional pero no creyentes con buena voluntad que se vean cansinamente obligados a dedicarse a algo, como un puesto militar.

          2.2.    La vida cultural en general

          Especialmente, en las circunstancias actuales los católicos están generalmente ausentes del cine, de la televisión y de la literatura. Habitualmente los católicos con formación escriben libros, hacen seminarios, pero no llegan a esos mundos. Por más libros de bioética que escribamos, somos superados infinitamente por la sola difusión mundial de una excelente serie televisiva de temas médicos. Y si vamos a esos medios, no entendemos nada, creemos que basta hacer clases filmadas, y no verdaderamente series y películas, con excelentes guiones y efectos especiales, capaces de competir como lo mejor para un Oscar.

          2.3.    La falta de formación

          Y ello sucede, a su vez, por nuestra falta de formación. Falta de formación que tiene que ver con una catequesis infantil que luego inexorablemente se pierde. Y se pierde porque:

  1. a)Independientemente de los debates teológicos del sentido del sacramento de la confirmación, no se aprovecha esta instancia como un sacramento para el adulto, que exija una verdadera formación y y verdadero compromiso de Fe.
  2. b)No se soluciona tampoco dictando teologías en medio de universidades “católicas” que han sido concebidas según la educación positivista, donde la teología no es sino una materia más que hay que memorizar, y peor que otras, porque se la ve como una imposición de la institución “católica” más allá de lo necesario para el título profesional. Y las necesarias reformas educativas no se pueden hacer porque los estados lo impiden, pero como hemos visto, son estados que han violado la libertad de enseñanza con el consentimiento de muchos católicos que consentían con ese estatismo.
  3. c)No se ha incorporado la razón dialógica a la enseñanza de la Fe. Las normas del diálogo (para las cuales autores no católicos como Habermas, Gadamer, Popper, han sido maestros) son fundamentales en toda enseñanza pero MAS en la Fe. Casi nadie está preparado para enseñar la Fe, llámese catecismo, teología, etc., dispuesto al libre debate, a las preguntas más incisivas de los que escuchan. Cada número del Catecismo debería leerse y luego decir: “¿qué desacuerdos hay?”, y escucharlos todos, y responder a todos con ciencia y caridad. ¿Que nadie está preparado para hacer eso? Bueno, ese es precisamente nuestro  Porque esa es la forma de enseñar. Que la fe no se imponga por la fuerza quiere decir que tampoco se impone por la fuerza lingüísticaNecesitamos nuevos Domingos de Guzmán, que recorran el mundo dialogando, que estén en el mundo dialogando. Y el diálogo no nace espontáneamente después del pecado original. Hay que educarlo, entrenarlo, prepararlo, no como un mero medio, sino como un requisito esencial de la propia dignidad personal y del respeto de la dignidad de cualquier persona.

2.4.    El bonum prolis

Por lo demás, el laicado católico tiene que recuperar elbonum prolis, el bien de la prole, el valor de los hijos, el bien de tener muchos hijos. No me voy a referir, desde luego, a las dificultades concretas de cada matrimonio, sino que me estoy refiriendo al imperativo cultural no cristiano que supone que es necesario “pasarla bien” hasta tener hijos, razón por la cual los hijos vienen pocos, muy tarde y en general no deseados. Una cosa es una dificultad concreta y otra es estar formado en esa mentalidad. Son dos cosas muy diferentes. Y esa mentalidad anti-natalista es la que disuelve el valor de la familia, la que invierte la pirámide poblacional y la que está eliminando gradualmente el número de católicos en el mundo más que lo que haría cualquier persecución. El ideal de vida del laico católico debería ser matrimonio, mucho sexo y muchos hijos, en ese orden. Estas cosas hay que decirlas. Yo no soy nadie, pero hay que decirlas. Ojalá se dijesen más seguido.

2.5.    La vida económica y empresarial

En un ensayo de próxima aparición, decíamos: “Se ha expandido tanto la imagen del “espíritu protestante del capitalismo”[5], y de las virtudes relacionadas con el comercio (productividad, austeridad, sacrificio, puntualidad, frugalidad, cumplimiento de los contratos) como necesariamente relacionadas con una visión calvinista de la propia salvación, que se ha olvidado que la laboriosidad, la santificación personal por y en el trabajo, es un mandato del Génesis que no tiene que ver con la división entre protestantes y católicos. Hasta se podría decir que ese laicado activo que produce el protestantismo en el s. XVI es un recordatorio al Catolicismo de su propia tradición”.

“Dios creó al ser humano a su imagen y semejanza y los puso en el paraíso “para trabajar”[6]. El cansancio y la fatiga del trabajo son una consecuencia del pecado original, no de ese mandato originario. Hay muy poco trabajado sobre en qué pudiera haber consistido ese trabajo antes del pecado[7], o qué relación tendría ello con una eventual escasez, pero ello no debe hacer olvidar que el mandato originario del Cristianismo era el trabajo.

En ese sentido, “trabajo” podría significar algo universal: el llamado del Evangelio a todo ser humano a trabajar sus talentos, a ponerlos al servicio de Dios y del prójimo…O sea, el “trabajo de ser persona”[8], la “visión y misión” de descubrir el centro del yo y desplegar sus alas.

Por supuesto, in abstracto esto incluye todas las vocaciones. Pero las circunstancias históricas posteriores a la caída del Imperio Romano de Occidente impulsaron una fuerte tendencia a que seguir los consejos evangélicos se identificaba con la vida monacal. La distinción entre trabajo manual e intelectual, en las circunstancias del medioevo, favoreció esa tendencia, y aún en el s. XX un libro de un gran pensador como Pieper, “El ocio y la vida intelectual[9]” favorece aún más la visión de que el catolicismo es afín a la contemplación, al ocio creador, favorable a la oración, al pensamiento, a la “fiesta” como celebración, mientras queda al capitalismo protestante el “neg-ocio”, la negación del ocio, y por ende el activismo, o sea Marta que se ocupa de muchas cosas mientras sólo una es la importante.

Pero la Lumen gentium, al redefinir la teología del laicado, implica una visión más positiva del laico que está en el mundo. El laicado no es más el último furgón de cola del tren del Cristianismo; no es más “el que no tiene vocación”, no es más el que se encuentra “trabajando porque no le quedó otra opción”, o porque no fue tan perfecto como para ser sacerdote o monje. El laicado es el llamado a estar en el mundo, es el llamado a santificar al mundo y santificarse en el mundo, por medio, precisamente, de la familia y el trabajo: “31. Con el nombre de laicos se designan aquí todos los fieles cristianos, a excepción de los miembros del orden sagrado y los del estado religioso aprobado por la Iglesia. Es decir, los fieles que, en cuanto incorporados a Cristo por el bautismo, integrados al Pueblo de Dios y hechos partícipes, a su modo, de la función sacerdotal, profética y real de Cristo, ejercen en la Iglesia y en el mundo la misión de todo el pueblo cristiano en la parte que a ellos corresponde. El carácter secular es propio y peculiar de los laicos. Pues los miembros del orden sagrado, aun cuando alguna vez pueden ocuparse de los asuntos seculares incluso ejerciendo una profesión secular, están destinados principal y expresamente al sagrado ministerio por razón de su particular vocación. En tanto que los religiosos, en virtud de su estado, proporcionan un preclaro e inestimable testimonio de que el mundo no puede ser transformado ni ofrecido a Dios sin el espíritu de las bienaventuranzas. A los laicos corresponde, por propia vocación, tratar de obtener el reino de Dios gestionando los asuntos temporales y ordenándolos según Dios. Viven en el siglo, es decir, en todos y cada uno de los deberes y ocupaciones del mundo, y en las condiciones ordinarias de la vida familiar y social, con las que su existencia está como entretejida. Allí están llamados por Dios, para que, desempeñando su propia profesión guiados por el espíritu evangélico, contribuyan a la santificación del mundo como desde dentro, a modo de fermento. Y así hagan manifiesto a Cristo ante los demás, primordialmente mediante el testimonio de su vida, por la irradiación de la fe, la esperanza y la caridad. Por tanto, de manera singular, a ellos corresponde iluminar y ordenar las realidades temporales a las que están estrechamente vinculados, de tal modo que sin cesar se realicen y progresen conforme a Cristo y sean para la gloria del Creador y del Redentor”[10]. El Concilio Vaticano II también debe recordar que lo natural, lo no sacro, tiene un valor en sí mismo para el Catolicismo, y no un mero esperar la vida eterna: “36. Muchos de nuestros contemporáneos parecen temer que, por una excesivamente estrecha vinculación entre la actividad humana y la religión, sufra trabas la autonomía del hombre, de la sociedad o de la ciencia. Si por autonomía de la realidad se quiere decir que las cosas creadas y la sociedad misma gozan de propias leyes y valores, que el hombre ha de descubrir, emplear y ordenar poco a poco, es absolutamente legítima esta exigencia de autonomía. No es sólo que la reclamen imperiosamente los hombres de nuestro tiempo. Es que además responde a la voluntad del Creador. Pues, por la propia naturaleza de la creación, todas las cosas están dotadas de consistencia, verdad y bondad propias y de un propio orden regulado, que el hombre debe respetar con el reconocimiento de la metodología particular de cada ciencia o arte.” [11]

El texto se refiere a la ciencia, pero se puede aplicar perfectamente a la sana autonomía de lo natural en el mundo del trabajo como santificación del mundo.

Por lo tanto, ese laicado activo, productivo, que se expande a partir de la Reforma, no es privativo de Lutero, sino que retrospectivamente se puede interpretar como un recordatorio que la Providencia quiso dar al catolicismo de sus propias características. Claro que no es verdad la doctrina calvinista de la predestinación negativa absoluta, que dio como origen la búsqueda del éxito comercial como signo de no haber caído en ella. Pero el laicado trabajando en el mundo, llevando adelante todas las actividades humanas seculares, como vocación y como llamado, es lo que debe ser propiamente en el Catolicismo. Las circunstancias históricas son un per-accidens; lo doctrina es, en cambio, esencial.

Por lo tanto, no es verdad que el “neg-ocio” tenga un carácter negativo intrínseco respecto a la vida de oración del cristiano. Entre las muchas cosas que el cristiano está llamado a santificar y a santificarse, está la actividad comercial y empresarial, que no sólo se puede, sino que se debe (en el Catolicismo) vivir santamente con las virtudes que le son propias, nombradas al principio. Que esto haya sido poco trabajado hasta el momento[12] muestra que aún el Vaticano II no ha hecho carne luego de siglos de desbalance espiritual.

A su vez, no hay contraposición entre Marta y María: porque si alguien se ocupa de lo principal, o sea de la esencia de su yo[13], y lo descubre, las alas de su propio ser se despliegan. El “hacer” es un despliegue del ser, cuando no, es un escapismo o una alienación. Hay Marta cuando hay María.

En este sentido, uno de los documentos del magisterio católico más importantes sobre esta cuestión es la Sollicitudo rei socialis de Juan Pablo II. En efecto, dice allí el Pontífice: “La historia del género humano, descrita en la Sagrada Escritura, incluso después de la caída en el pecado, es una historia de continuas realizaciones que, aunque puestas siempre en crisis y en peligro por el pecado, se repiten, enriquecen y se difunden como respuesta a la vocación divina señalada desde el principio al hombre y a la mujer (cf. Gén 1, 26-28) y grabada en la imagen recibida por ellos. Es lógico concluir, al menos para quienes creen en la Palabra de Dios, que el « desarrollo » actual debe ser considerado como un momento de la historia iniciada en la creación y constantemente puesta en peligro por la infidelidad a la voluntad del Creador, sobre todo por la tentación de la idolatría, pero que corresponde fundamentalmente a las premisas iniciales. Quien quisiera renunciar a la tarea, difícil pero exaltante, de elevar la suerte de todo el hombre y de todos los hombres bajo el pretexto del peso de la lucha y del esfuerzo incesante de superación, o incluso por la experiencia de la derrota y del retorno al punto de partida, faltaría a la voluntad de Dios Creador. Bajo este aspecto en la Encíclica Laborem exercens me he referido a la vocación del hombre al trabajo, para subrayar el concepto de que siempre es él el protagonista del desarrollo. Más aún, el mismo Señor Jesús, en la parábola de los talentos pone de relieve el trato severo reservado al que osó esconder el talento recibido: «Siervo malo y perezoso, sabías que yo cosecho donde no sembré y recojo donde no esparcí… Quitadle, por tanto, su talento y dádselo al que tiene los diez talentos» (Mt 25, 26-28). A nosotros, que recibimos los dones de Dios para hacerlos fructificar, nos toca «sembrar» y «recoger». Si no lo hacemos, se nos quitará incluso lo que tenemos. Meditar sobre estas severas palabras nos ayudará a comprometernos más resueltamente en el deber, hoy urgente para todos, de cooperar en el desarrollo pleno de los demás: «desarrollo de todo el hombre y de todos los hombres»”[14].

Estas palabras no son privativas de un protestantismo que ahora Juan Pablo II trata de alcanzar, sino de una consecuencia judeocristiana que estaba en potencia. El laicado protestante las pasa al acto y eso fue para el Catolicismo un recordatorio providencial de su propia espiritualidad.”.

  1. La recuperación de lo opinable

          Ha sido evidente que a lo largo de todo este libro hemos tratado de aclarar qué cosas son opinables en relación a la Fe y por eso, cuando algunas intervenciones especiales del Magisterio se inclinaban por un tema opinable que nos favorecía, hemos aplicado la categoría de “acompañamiento” para respetar la libertad de opinión del católico. Ya nos hemos referido a ello y en ese sentido no habría más nada que agregar.

Sin embargo, si estamos hablando de la recuperación del laicado, este es uno de los temas más graves desde fines del s. XIX hasta este mismo año (2018) y lo seguirá siendo, temo, muchos años más, y constituye uno de los problemas más graves de la Iglesia.

3.1.    El tema en sí mismo

La cuestión en sí misma no debería presentar ningún problema. Es obvio que “…Lo sobrenatural no debe ser concebido como una entidad o un espacio que comienza donde termina lo natural “, pero ello implica justamente que el ámbitode las realidades temporales debe ser fermentado directamentepor los laicos e indirectamente por la jerarquía a través del magisterio que le es propio (me refiero a obispos y al Pontífice). Es obvio también que aunque lo natural sea elevado por la Gracia, ello no borra la distinción entre lo sacro, en tanto el ámbito propio de los sacramentos, y lo no sacro, donde puede haber sacramentales pero según las disposiciones internas de los que los reciban.

En ese sentido, puede haber, a lo largo de los siglos, una enseñanza social de la Iglesia en tanto a:

  1. a)Los preceptos primarios de la ley natural que tengan que ver con temas sociales (como por ejemplo el aborto)
  2. b)Los preceptos secundarios de la ley natural en sí mismos, donde se encuentran los grades principios de ética social (dignidad humana, respeto a sus derechos, bien común, función social de la propiedad, subsidiariedad, etc.) con máxima universalidad, sin tener en cuenta las circunstancias históricas concretas.

El magisterio actual ha aclarado bastante sus propios niveles de autoridad sobre todo en laVeritatis splendor[15] y Sobre la vocación eclesial del teólogo[16].

Tanto a como b pueden ser señalados por el magisterio ya sea positivamente (afirmando esos grandes principios) o negativamente, cuando advierte o condena sistemas sociales contradictorios con ellos (como fueron las advertencias contra los estados y legislaciones laicistas del s. XIX, o las condenas contra los totalitarismos en el s. XX).

Ahora bien, hay otras cuestiones sociales que no se desprenden directamente de a y b. ESE es el ámbito “opinable en relación a la Fe”: opinable no porqueno pueda haber ciencias o filosofía social sobre ellos, sino porque esas ciencias y-o filosofías sociales corresponden a los laicos y no se desprenden directamente de las Sagradas Escrituras, la Tradición o el Magisterio de la Iglesia.

A partir de lo anterior se desprende deductivamente que esos ámbitos opinables son:

  1. a)El estado de determinadas ciencias o conocimientos sociales en una determinada etapa de la evolución histórica;
  2. b)la evaluación de una determinada circunstancia histórica a partir de a,
  3. c)la aplicación prudencial de los principios universales a una situación histórica específica, a la luz de a y b.

Ejemplo: nuestros conocimientos actuales sobre democracia constitucional (a); el diagnóstico de la falta de instituciones republicanas en América Latina (b); las propuestas de reforma institucional para América Latina (c).

Todo lo cual muestra toda la hermenéutica implícita cada vez que hablamos de estos tres niveles en los temas sociales, y por ende la ingenuidad positivista de recurrir a “facts” para estas cuestiones.

3.2.    ¿Señaló el Magisterio este ámbito de opinabilidad?

          Por un lado, si. Los textos son relativamente claros:

  1. a)León XIII, Cum multa, 1882: “… también hay que huir de la equivocada opinión de los que mezclan y como identifican la religión con un determinado partido político, hasta el punto de tener poco menos que por disidentes del catolicismo a los que pertenecen a otro partido. Porque esto equivale a introducir erróneamente las divisiones políticas en el sagrado campo de la religión, querer romper la concordia fraterna y abrir la puerta a una peligrosa multitud de inconvenientes”.
  2. b)León XIII, Immortale Dei, 1885: “Pero si se trata de cuestiones meramente políticas, del mejor régimen político, de tal o cual forma de constitución política, está permitida en estos casos una honesta diversidad de opiniones”.
  3. c)León XIII, Sapientiae christianae, 1890: “La Iglesia, defensora de sus derechos y respetuosa de los derechos ajenos, juzga que no es competencia suya la declaración de la mejor forma de gobierno ni el establecimiento de las instituciones rectoras de la vida política de los pueblos cristianos”…. “…querer complicar a la Iglesia en querellas de política partidista o pretender tenerla como auxiliar para vencer a los adversarios políticos, es una conducta que constituye un abuso muy grave de la religión”.
  4. d)León XIII, Au milieu des sollicitudes, 1891: “En este orden especulativo de ideas, los católicos, como cualquier otro ciudadano, disfrutan de plena libertad para preferir una u otra forma de gobierno, precisamente porque ninguna de ellas se opone por sí misma a las exigencias de la sana razón o a los dogmas de la doctrina católica”.
  5. e)Pío XII, Grazie, 1940: “Entre los opuestos sistemas, vinculados a los tiempos y dependientes de éstos, la Iglesia no puede ser llamada a declararse partidaria de una tendencia más que de otra. En el ámbito del valor universal de la ley divina, cuya autoridad tiene fuerza no sólo para los individuos, sino también para los pueblos, hay amplio campo y libertad de movimiento para las más variadas formas de concepción políticas; mientras que la práctica afirmación de un sistema político o de otro depende en amplia medida, y a veces decisiva, de circunstancias y de causas que, en sí mismas consideradas, son extrañas al fin y a la actividad de la Iglesia”.
  6. f)Vaticano II, Gaudium et spes, 1965: “Muchas veces sucederá que la propia concepción cristiana de la vida les inclinará en ciertos casos a elegir una determinada solución. Pero podrá suceder, como sucede frecuentemente y con todo derecho, que otros fieles, guiados por una no menor sinceridad, juzguen del mismo asunto de distinta manera. En estos casos de soluciones divergentes aun al margen de la intención de ambas partes, muchos tienen fácilmente a vincular su solución con el mensaje evangélico. Entiendan todos que en tales casos a nadie le está permitido reivindicar en exclusiva a favor de su parecer la autoridad de la Iglesia. Procuren siempre hacerse luz mutuamente con un diálogo sincero, guardando la mutua caridad y la solicitud primordial pro el bien común”.
  7. g)Juan Pablo II, Centesimus annus, 1991: “Es superfluo subrayar que la consideración atenta del curso de los acontecimientos, para discernir las nuevas exigencias de la evangelización, forma parte del deber de los pastores. Tal examen sin embargo no pretende dar juicios definitivos, ya que de por sí no atañe al ámbito específico del Magisterio”.

Podríamos citar algunos textos más, pero, como vemos, la noción en sí misma de lo opinable es clara.

          3.3.    Pero por el otro lado…

          Pero, sin embargo, habitualmente las cosas no han sido tan claras. Los textos pontificios sobre temas sociales están inexorablemente adheridos a las circunstancias históricas, a su interpretación según criterios de la época y a recomendaciones y aplicaciones en sí mismas prudenciales. Nadie pide que no sea así, el problema es que los pontífices no se han caracterizado por aclararlo bien. Y no porque “se descuenten los principios hermenéuticos de interpretación teológica”. Hemos visto que, comenzando por el tema político, Gregorio XVI y Pío IX unieron indiscerniblemente a la recta condena de los estados laicistas con el intrínsecamente contingente régimen de ciudadanía = bautismo, que tantos problemas trajo para la posterior declaración de libertad religiosa. Hemos visto cómo ello fue aprovechado por los católicos que apoyaron a Mussolini (comenzando por Pío XI) y Franco, que tuvieron el atrevimiento de presentar eso como “doctrina social de la Iglesia”. Hemos visto cómo ese error comenzó a remontarse desde Pío XII en adelante, cómo este último tuvo que “acompañar” al surgimiento de las democracias cristianas de la post-guerra europea precisamente porque desde ese error se pretendía condenar por hereje al que pensara lo contrario. Hemos visto que el mismo, clerical e integrista error siguió en Lefebvre y pasa luego, de peor modo, a la horrorosa mezcolanza que hacen los teólogos de la liberación entre el comunismo de los medios modernos de producción y el “pueblo de Dios”. Hemos visto cómo Benedicto XVI tiene que salir a aclarar qué es lo contingente y qué es lo esencial, y cómo tuvo que “acompañar” nuevamente a los elementos más contingentes de la modernidad católica, para ver si la institucionalidad republicana penetraba en la mente de los integristas católicos de derecha o izquierda, y hemos visto que casi nadie lo escuchó ni lo entendió. Y todo eso por no haber distinguido en su momento lo opinable de lo que no lo era.

En el plano económico, temas que son intrínsecamente opinables en relación a la Fe, han pasado a ser parte de una especie de pensamiento único que todo católico debería aceptar so pena de ser un mal católico entre aquellos que recitan de memoria las encíclicas. La leyenda negra de la Revolución Industrial, desde León XIII en adelante; el capitalismo liberal como el imperialismo internacional del dinero, desde Pío XI en adelante; un programa casi completo de política económica, en la última parte de la Mater et magistra de Juan XXIII; la redistribución de ingresos y la llamada justicia social, desde Pío XI en adelante; la teoría del deterioro de los términos de intercambio, desde Pablo VI en adelante, y así… hasta hoy.Para colmo gran parte de esas encíclicas son redactadas por asesores que así convierten sus personales opiniones (que deberían haber sido debatidas académicamente) en “Doctrina social de la Iglesia”. La situación no se solucionó porque San Juan Pablo II haya hablado de economía de mercado en laCentesimus annus: era obvio que fue un párrafo incrustado por un asesor desde fuera del pensamiento real de Karol Wojtyla, que, por ende, ni él se lo creyó. Y además tampoco la solución pasaba porque entonces la economía de mercado pasara a ser, sin distinciones, otro tema opinable convertido en noopinable…

El problema NO consiste en que un católico considere que todas esas cosas son verdaderas. El problema es que desde los pontífices para abajo, sin casi distinciones y aclaraciones, se consideran parte de la cosmovisión católica de la vida. O sea, el problema NO consiste en que un católico, sea el pontífice o Juan católico de los Palotes, opine así, el problema es que lo piense como cuasi-dogma social. Ese es el problema.

3.4.    ¿Por qué? Diagnóstico

¿Pero por qué ha sucedido esto? Fundamentalmente por dos razones.

Primera: en el plano político y económico, los pontíficesno han dejado de gobernar. Fueron casi 17 siglos de clericalismo. La desaparición forzada de los estados pontificios los dejó sin territorios pero sí con el arma moral de la conciencia de los católicos. Y abusando de su autoridad pontificia –un problema previsto por Lord Acton– no sólo condenaron rectamente lo que tenían que condenar, sino que además cada uno de ellos propuso su “plan de gobierno” en encíclicas que comenzaron a llamarse “Doctrina social de la Iglesia”. Cuidado, no digo que ello no haya sido históricamente comprensible o que en esos “gobiernos” no haya habido cosas buenas aunque opinables. Lo que digo es que, al excederse de los tres temas señalados como no opinables, “gobernaban” en lo contingente, según visiones también contingentes, y lo peor es que su territorio era el mundo entero.

En un mundo paralelo imaginario, los pontífices deben tener la “denuncia profética” de la injusticia a nivel social, rechazando lo que sea contradictorio con la Fe y la moral católicas, pero las cuestiones afirmativas –qué sistema social seguir, qué hacer in concreto- deben ser dejadas a los laicos, que, por ende, tendrían opiniones diferentes entre ellos, ninguna “oficialmente católica”. Pero no: los pontífices, hasta hoy, hablaron y hablan sencillamente de todo y prácticamente presentan todo ello como obligatorio para el laico. Y no como la filosofía, que habla “de todo” pero desde las causas últimas y los primeros principios. Hablan de todo en cuanto concreto: opciones concretas, interpretaciones concretas, de política y economía, desde los sistemas concretos de redistribución de ingresos, pasando por la política exterior, monetaria, fiscal, agrícola, industrial, cambio climático, medio ambiente, seguridad, etc. Hasta hoy. El famoso “Compendio de Doctrina Social de la Iglesia” (op.cit.) es un buen ejemplo: prácticamente no hay tema que no esté allí contemplado, y entregado al laico como “tome, esto es lo que tiene que pensar y decir”.

La segunda razón es el radical desconocimiento del ámbito propio de la ciencia económica, esto es, las consecuencias no intentadas de las acciones humanas. Casi todos los documentos pontificios están escritos desde el paradigma de que si hubiera gobiernos cristianos, y por ende “buenos”, ellos redistribuirían la riqueza, que se da por supuesta; ellos implantarían la justicia con diversas medidas intervencionistas cuyas consecuencias no intentadas no se advierten. El mal social proviene de personas malas, no católicas, que defienden la maldad de un sistema liberal que sólo puede ser defendido desde el horizonte de la defensa de los intereses del capital.

Con ello, ¿qué lugar queda para la economía como ciencia? Ninguna, excepto la del contador que hace las cuentas para el obispo. Como mucho, un laico sabrá de diversos “tecnicismos”, pero las grandes líneas de gobierno ya están planteadas porque, frente al paradigma anterior, no hay economía como ciencia sino más bien gobiernos buenos, que harán caso a las encíclicas, o gobiernos malos, que no. Y punto.

Pero la realidad de la escasez no es así. Como hemos visto cuando analizamos a los escolásticos, las medidas supuestamente “buenas” de los gobiernos tienen consecuenciasno intentadas por el “buen” gobernante. Los precios máximos producen escasez; los mínimos, sobrantes; los salarios mínimos producen desocupación; el control de la tasa de interés, crisis cíclica; el control de alquileres, faltante de vivienda; las tarifas arancelarias, monopolios legales e ineficiencia, la emisión de moneda, inflación, y la socialización de los medios de producción, imposibilidad de cálculo económico. Siempre es así pero siempre se vuelven a hacer las mismas cosas suponiendo que alguna vez un gobernante “más bueno”, “más lector del magisterio”, lo va a hacer “bien”. Y el que piense lo contrario desconoce o desobedece a “la doctrina social de la Iglesia”; por ende es un mal católico y un manto de silencio lo cubre en ambientes eclesiales, como un cadáver al cual se le cubre caritativamente el cuerpo.

Mientras no se tenga conciencia de esto, los pontífices seguirán hablando como si la economía dependiera de las solas y bienintencionadas órdenes de los gobernantes cristianos, escritas por ellas en sus encíclicas sociales.

3.5.    ¿Cuáles son las consecuencias de todo esto?

Son desastrosas, por supuesto. Comencemos por la primera: la des-autorización del magisterio pontificio.

De igual modo que, a mayor emisión de oferta monetaria, menor valor de la moneda, a mayor cantidad de temas tratados, menor valor. O sea, se ha producido una inflación de magisterio pontificio en temas sociales[17], en cosas totalmente contingentes, que deberían ser tratadas por los laicos. Con lo cual se ha violado el principio de subsidiariedad en la Iglesia: el pontífice no debe hacer lo que los obispos pueden hacer, y los obispos no deben hacer lo que corresponde a los laicos. La invasión directa de la autoridad del pontífice en temas laicales implica que el pontífice se introduce cada vez más en lo más concreto, donde ha más posibilidad de error[18]. De igual modo que los preceptos secundarios de la ley natural demandan una premisa adicional que no está contenida en los preceptos primarios, mucho más cuando de los primarios y secundarios se pasa a cuestiones políticas y económicas irremisiblemente históricas y prudenciales.

Ante esta inflación de magisterio pontificio, se produce un efecto boomerang. Es imposible una estadística, pero algunos –ya jerarquía o laicos– no tienen idea de lo que ocurre ni les interesa. Otros, guiados por un sano respeto al magisterio, repiten todo, desde la Inmaculada Concepción hasta la última coma de la entrevista del Papa en el avión sobre las marcas dentífricas. Eso produce un caos total, porque los laicos, inconscientemente, van adaptando una multitud cuasi-infinita de párrafos pontificios a su ideología opinable concreta, y van armando una Doctrina Social de la Iglesia a la carta que luego además se echan los unos a los otros con acusaciones mutuas de infidelidad al magisterio. Ante este caos, muchos finalmente optan por decir lo que quieren ante un magisterio que en el fondo se ha metido en lo que no le corresponde. Otros, finalmente, en silencio, obedecen al magisterio en sus ámbitos específicos y mantienen en reserva mental (y en silencio) su posición en temas opinables.

Lo que ha sucedido también es el avance de teologías de avanzada en temas sociales y dogmáticos. Esto ya fue visto por Pío XII, en su famosa Humani generis, con el intento de frenarlo[19]. Pero no pudo. Esas teologías habitualmente desobedecen al Magisterio en todo lo que sea fe y costumbres pero lo siguen cada vez que el Magisterio avanza en temas sociales más para la izquierda. Así, en los 60’ y los 70’, los teólogos de la liberación proclamaban exultantes a laPopulorum progressio mientras ocultaban y silenciaban a laHumanae vitae y al Credo del Pueblo de Dios. Y así sucesivamente. Y con ello se ha producido una especie de consenso, un casi pensamiento único en la Iglesia, ante el cual, si eres un teólogo o pensador católico “de avanzada”, dices absolutamente lo que quieres en temas de Fe y costumbres, pero en cambio sigues a pie de juntillas el plan más estatista establecido en la Populorum progressio, en las Conferencias episcopales latinoamericanas y en las primeras dos encíclicas sociales de Juan Pablo II[20]Eso sí: sobre esto, entonces, ya no hay libertad de opinión. Si no sigues al los nuevos dogmas estatistas, entonces sí que estás excomulgado. O sea, en lo opinable, pensamiento único; en Fe y costumbres, lo que quieras.

Todo esto es un caos, del cual no se ha salido en absoluto.El laicado, ante esto, ha quedado, o totalmente indiferente, con lo cual lo que digan los pontífices en temas de Fe y costumbres ya no importa, o totalmente clerical, integrista y dividido. Cada grupo se ha armado su propia versión de la Doctrina Social de la Iglesia, sin conciencia de lo opinable, cortando y pegando los párrafos que les convienen –porque la cantidad de párrafos en los asuntos contingentes es tan amplia que da para ello– y acusando al otro grupo de infidelidad a la Iglesia.

La corrección de todo esto va a tardar mucho. Pero los laicos no deberían pedir a los pontífices expedirse en temas contingentes, ni estos últimos deberían hablar sobre esos temas. La cuestión ya no pasa por interpretar lo que dijo Pablo VI sobre comercio internacional: la cuestión pasa por reconocer que sencillamente no debería haber dicho nada. La cuestión ya no pasa por interpretar los párrafos de Juan XXIII sobre industria, comercio e impuestos: la cuestión es que no debería haber dicho sencillamente de eso, igual que San Josemaría Escrivá de Balaguer, que nunca invadía los ámbitos propios de los laicos.

La solución del famoso tema de la economía de mercado no pasa, por ende, por tener un Papa que bendiga y eche agua bendita a las teorías del mercado. La cuestión pasa por callar y dejar actuar y pensar a los laicos. Establecidos principios muy generales como propiedad y subsidiariedad, hasta dónde llega la acción del estado es materia de libre discusión entre los laicos. Si un laico basado en Keynes está de acuerdo con una política monetaria activa y yo, basado en Mises, estoy de acuerdo con el Patrón Oro, la solución del problema no pasa porque venga un Papa “aurífero”. Yo no necesito que el Papa se pronuncie en ese tema. En ese tema, y en la mayor parte de los termas, que se calle y que deje actuar a los laicos. Así de simple. Y cuando los laicos opinen, que no tengan párrafos diversos del magisterio para sacralizar, clericalizar su posición y echársela por la cabeza al laico que piensa diferente.

Así, cuando Roma hable, será importante. Así, cuando Roma hable, será porque verdaderamente hay que confirmar en la Fe. Así, cuando haya un concilio ecuménico o una encíclica, será sobre temas de Fe y no sobre cuántos impuestos haya que cobrar o cuántas empresas haya que estatizar o privatizar. Pueden los pontífices “acompañar” a una cuestión temporal legítima, si –como sucedió y sucede– un pontífice anterior y/o los laicos la hubieran convertido en una herejía, para dejar lugar a la libertad de los laicos en ese tema. Exactamente como tuvo que hacer Pío XII con la democracia constitucional. Pero ese “acompañamiento” debería ser la excepción y no la regla.

Para que todo esto pase de la potencia al acto, se necesitan nuevas generaciones, formadas en todo esto, capaces de hacer y vivir estas distinciones. No sabemos cuándo y cómo puedo ello ocurrir. Los tiempos de la Iglesia son de Dios. Humanamente, un cambio así de hábitos intelectuales puede tardar cientos de años.

  1. La eliminación del Estado del Vaticano

          Finalmente, hablando de cientos de años, hablemos de algo que también puede tardar mucho tiempo.

Hemos visto cuál fue el origen del Estado del Vaticano: un acuerdo con Mussolini que le costó la vida política a Sturzo e impidió que Italia se hubiera vuelto una Italia demócrata-cristiana que NO se hubiera aliado con Hitler, con todas las implicaciones que ello hubiera tenido.

Alguien me puede decir: comprendamos y perdonemos eso. Ok. Pero la cuestión es: ¿para qué la Iglesia quiere un Estado?

¿Para tener independencia? Ya la tiene, es la Iglesia de Cristo. ¿Para tener libertad religiosa? Es un derecho de toda persona, católica o no. ¿Y si no se respeta? La gran enseñanza de la Iglesia, el martirio. La Iglesia no es el Estado de Israel (con el cual, valga aclarar, siempre hemos estado de acuerdo). No necesita una Declaración de la ONU para existir. Existe de por sí y en sí, sostenida en su Cabeza, que es Cristo, que es in-finito.

¿Para su subsistencia económica? Para eso están los laicos y su ayuda a sus iglesias, conventos y etc. ¿Y si no? Pues se vivirá de la limosna y la oración. ¿Qué temen los católicos, desaparecer? ¡Hombres de poca fe! La Iglesia es indefectible: “… yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo” (Mateo, 28, 19). La Iglesia no desaparecerá nunca. La Iglesia no es sus edificios.

¿Para qué quiere la Iglesia un banco? ¿Para tener su propio dinero? ¿Y para qué quiere la Iglesia su propio dinero? ¿Qué tiene que ver ello con su misión apostólica? “Mirad que os envío como corderos en medio de lobos. No llevéis bolsa, ni alforja, ni sandalias; y a nadie saludéis por el camino. En cualquier casa que entréis, decid primero: ‘Paz a esta casa’. Y si hay allí un hijo de paz, vuestra paz reposará sobre él; pero si no, se volverá a vosotros” (Lucas, 10, 3-6).

¿Para qué quiere un Pontífice un Estado? ¿Para tener una curia, una especie de organización humana, con organigrama, ministerios y subsecretarías? ¿Y eso de dónde salió? La misión del Pontífice es confirmar en la fe a los hermanos. Lo puede hacer desde un convento, una iglesia, el camino, una plaza. ¿Para qué tener a todos esos cardenales y monseñores en esos pocos kilómetros cuadrados? ¿Para qué se peleen como siempre en vergonzosas intrigas vaticanas? ¿Que no sucederá ello necesariamente? ¿Acaso se desconoce la naturaleza humana? Si hay intrigas en un convento de carmelitas, ¿qué esperan de un Estado del Vaticano?

¿Y para qué quiere un Pontífice ser un “jefe de Estado”? ¿Para recibir embajadores y hacer diplomacia? ¿Y de dónde hemos sacado que la diplomacia es la función de la Iglesia? ¿Dónde quedó la denuncia profética?

“Entonces dijo Natán a David: Tú eres aquel hombre. Así ha dicho Jehová, Dios de Israel: Yo te ungí por rey sobre Israel, y te libré de la mano de Saúl, y te di la casa de tu señor, y las mujeres de tu señor en tu seno; además te di la casa de Israel y de Judá; y si esto fuera poco, te habría añadido mucho más. ¿Por qué, pues, tuviste en poco la palabra de Jehová, haciendo lo malo delante de sus ojos? A Urías heteo heriste a espada, y tomaste por mujer a su mujer, y a él lo mataste con la espada de los hijos de Amón” (Samuel, II).

¿Dónde estuvo allí la diplomacia de Natán?

¡Ay de vosotros, maestros de la ley y fariseos hipócritas, que cerráis a la gente la entrada en el reino de los cielos! Ni entráis vosotros ni dejáis entrar a los que quieren entrar. ¡Ay de vosotros, maestros de la ley y fariseos hipócritas, que devoráis las haciendas de las viudas y que, para disimular, pronunciáis largas oraciones! ¡Ay de vosotros, maestros de la ley y fariseos hipócritas, que recorréis tierra y mar en busca de un prosélito y, cuando lo habéis conseguido, hacéis de él un modelo de maldad dos veces peor que vosotros mismos! ¡Ay de vosotros, guías de ciegos, que decís: “Jurar por el Templo no compromete a nada. Lo que compromete es jurar por el oro del Templo”! ¡Estúpidos y ciegos! ¿Qué es más importante, el oro o el Templo por el que el oro queda consagrado? Y decís también: “Jurar por el altar no compromete a nada. Lo que compromete es jurar por la ofrenda que está sobre el altar”. ¡Ciegos! ¿Qué es más importante, la ofrenda o el altar por el que la ofrenda queda consagrada? El que jura por el altar, jura también por todo lo que hay sobre él;el que jura por el Templo, jura también por aquel que vive dentro de él. Y el que jura por el cielo, jura también por el trono de Dios y por Dios mismo, que se sienta en ese trono. ¡Ay de vosotros, maestros de la ley y fariseos hipócritas, que ofrecéis a Dios el diezmo de la menta, del anís y del comino, pero no os preocupáis de lo más importante de la ley, que es la justicia, la misericordia y la fe! Esto último es lo que deberíais hacer, aunque sin dejar de cumplir también lo otro. ¡Guías ciegos, que coláis el mosquito y os tragáis el camello! ¡Ay de vosotros, maestros de la ley y fariseos hipócritas, que limpiáis por fuera la copa y el plato, mientras por dentro siguen sucios con el producto de vuestra rapacidad y codicia! ¡Fariseo ciego, limpia primero la copa por dentro, y así quedará limpia también por fuera! ¡Ay de vosotros, maestros de la ley y fariseos hipócritas, que sois como sepulcros blanqueados, hermosos por fuera, pero llenos por dentro de huesos de muerto y podredumbre! Así también vosotros: os hacéis pasar por justos delante de la gente, pero vuestro interior está lleno de hipocresía y maldad. ¡Ay de vosotros, maestros de la ley y fariseos hipócritas, que construís los sepulcros de los profetas y adornáis los monumentos funerarios de los justos diciendo: “Si nosotros hubiéramos vivido en los tiempos de nuestros antepasados, no nos habríamos unido a ellos para derramar la sangre de los profetas”! Pero con ello estáis demostrando, contra vosotros mismos, que sois descendientes de los que asesinaron a los profetas. ¡Rematad, pues, vosotros la obra que comenzaron vuestros antepasados!¡Serpientes! ¡Hijos de víbora! ¿Cómo podréis escapar al castigo de la gehena? Porque mirad: yo voy a enviaros mensajeros, sabios y maestros de la ley; a unos los mataréis y crucificaréis, a otros los azotaréis en vuestras sinagogas y perseguiréis de ciudad en ciudad. De ese modo os haréis culpables de toda la sangre inocente derramada en este mundo, desde la sangre del justo Abel hasta la de Zacarías, el hijo de Baraquías, a quien asesinasteis entre el santuario y el altar. ¡Os aseguro que todo esto le ocurrirá a la presente generación!” (Mateo, 23).

¿Dónde está la “diplomacia” de Cristo allí? ¡Cuántos gobernantes merecerían las mismas invectivas!

¿Qué preocupa al pontífice? ¿El no poder recibir a todos? ¡Para eso tiene el confesionario!

La Iglesia necesita un nuevo Santo Domingo. Alguien que recorra el mundo con su sola autoridad moral, dialogando con todos, denunciando a los tiranos, confesando a todos, sin casas, sin aviones, sin nada de nada, sin nada ni nadie más que la ayuda de cualquiera que quiera ayudarlo.

Esa será la autoridad moral de la Iglesia, para creyentes y no creyentes.

Mientras tanto, “Entonces intervinieron los judíos y le preguntaron: “¿Qué signos nos muestras para obrar así?” Jesús contestó: “Destruid este templo, y en tres días lo levantaré.” (Juan, 2).

Hubo que renunciar al templo. Así se hizo el Cristianismo, y así se tendrá que hacer de vuelta.




[1] Zanotti, G., y Jaraquemada, J., “El principio de subsidiariedad ante el avance de las nuevas ideologías autoritarias”, en Subsidiariedad en Chile: justicia y libertad, Arqueros, C. & Uriarte, Á. (eds.), Santiago de Chile, Fundación Jaime Guzmán, 2016.

[2] Bidart Campos, G. J., Las obligaciones en el Derecho Constitucional, Buenos Aires, Ediar, 1987.

[3] Nos hemos referido a este tema en nuestro artículo Zanotti, G. J., “Hacia un liberalismo clásico como la defensa de la intimidad personal”, en Doxa comunicación,2006, nº 4, pp. 233-253.

[4] En el libro Conversaciones con Monseñor Escrivá de Balaguer, Madrid, Rialp, 1986. Es una lástima que los aportes de San Josemaría Escrivá de Balaguer a la teología del laicado no sean más académicamente estudiados, de manera ecuánime, sin alabanzas piadosas ni diatribas apocalípticas. El ha captado precisamente la razón religiosa de la que hablaba Weber para el trabajo, pero viendo precisamente su origen católico. O sea que el origen “protestante” del capitalismo es en realidad esencialmentejudeocristiano y accidentalmente calvinista.

[5] Nos referimos a la clásica obra de Max Weber, La ética protestante y el espíritu del capitalismo, México DF, FCE, edición de 2011.

[6] Génesis, 15. Las traducciones varían: cultivar, cuidar. La vulgata dice “…ut operaretur et custodiret….

[7] Santo Tomás se ocupó del tema en Suma Teológica, I, q. 102, a. 3, pero dentro de sus circunstancias históricas.

[8] He desarrollado el tema en Existencia humana y misterio de Dios, Tucumán, UNSTA, 2009.

[9] Pieper, J., El ocio y la vida intelectual, Madrid, Rialp, 1962.

[10]http://www.vatican.va/archive/hist_councils/ii_vatican_council/documents/vat-ii_const_19641121_lumen-gentium_sp.html.

[11] Gaudium et spes: http://www.vatican.va/archive/hist_councils/ii_vatican_council/documents/vat-ii_const_19651207_gaudium-et-spes_sp.html.

[12] Las excepciones son Novak, M., El espíritu del capitalismo democrático, Buenos Aires: Ediciones Tres Tiempos, 1981; del mismo autor, Business as a calling, Free Press, 1996, y Sirico, R.: “The Entrepreneurial Vocation”, en Journal of Markets & Morality 3, nº 1, 2000, pp. 1-21.

[13] Zanotti, op. cit.

[14] http://w2.vatican.va/content/john-paul-ii/es/encyclicals/documents/hf_jp-ii_enc_30121987_sollicitudo-rei-socialis.html. Las negritas son nuestras.

[15] http://w2.vatican.va/content/john-paul-ii/es/encyclicals/documents/hf_jp-ii_enc_06081993_veritatis-splendor.html.

[16]http://www.vatican.va/roman_curia/congregations/cfaith/documents/rc_con_cfaith_doc_19900524_theologian-vocation_sp.html.

[17] Como hemos denunciado en nuestro artículo La devaluación del magisterio pontificioop. cit.

[18] Santo Tomás explica perfectamente el grado de falibilidad mayor a medida que vamos descendiendo en las circunstancias concretas de una conclusión moral-prudencial: “…Por tanto, es manifiesto que, en lo tocante a los principios comunes de la razón, tanto especulativa como práctica, la verdad o rectitud es la misma en todos, e igualmente conocida por todos. Mas si hablamos de las conclusiones particulares de la razón especulativa, la verdad es la misma para todos los hombres, pero no todos la conocen igualmente. Así, por ejemplo, que los ángulos del triángulo son iguales a dos rectos es verdadero para todos por igual; pero es una verdad que no todos conocen. Si se trata, en cambio, de las conclusiones particulares de la razón práctica, la verdad o rectitud ni es la misma en todos ni en aquellos en que es la misma es igualmente conocida. Así, todos consideran como recto y verdadero el obrar de acuerdo con la razón. Mas de este principio se sigue como conclusión particular que un depósito debe ser devuelto a su dueño. Lo cual es, ciertamente, verdadero en la mayoría de los casos; pero en alguna ocasión puede suceder que sea perjudicial y, por consiguiente, contrario a la razón devolver el depósito; por ejemplo, a quien lo reclama para atacar a la patria. Y esto ocurre tanto más fácilmente cuanto más se desciende a situaciones particulares, como cuando se establece que los depósitos han de ser devueltos con tales cauciones o siguiendo tales formalidades; pues cuantas más condiciones se añaden tanto mayor es el riesgo de que sea inconveniente o el devolver o el retener el depósito” (Suma Teológica, I-II, q. 94 a. 4 c).

[19]Véase: http://w2.vatican.va/content/pius-xii/es/encyclicals/documents/hf_p-xii_enc_12081950_humani-generis.html.

[20] Nos referimos a Laborem exercens y Sollicitudo rei sociales. Cuando salió Centesimus annus, oh casualidad, los ultra pro-Juan Pablo II callaron repentinamente…

 

 

Gabriel J. Zanotti es Profesor y Licenciado en Filosofía por la Universidad del Norte Santo Tomás de Aquino (UNSTA), Doctor en Filosofía, Universidad Católica Argentina (UCA). Es Profesor titular, de Epistemología de la Comunicación Social en la Facultad de Comunicación de la Universidad Austral. Profesor de la Escuela de Post-grado de la Facultad de Comunicación de la Universidad Austral. Profesor co-titular del seminario de epistemología en el doctorado en Administración del CEMA. Director Académico del Instituto Acton Argentina. Profesor visitante de la Universidad Francisco Marroquín de Guatemala. Fue profesor Titular de Metodología de las Ciencias Sociales en el Master en Economía y Ciencias Políticas de ESEADE, y miembro de su departamento de investigación.

LAS RESERVAS MORALES DE LA IGLESIA CATÓLICA

Por Alberto Benegas Lynch (h)

 

Con las formidables excepciones de Juan Pablo ii y Benedicto xvi, desde los papados de Juan xxiii y Pablo vi la Iglesia católica ha sufrido cambios estrepitosos principal aunque no exclusivamente en el terreno social que por embestir contra el derecho de propiedad y equivalentes afecta gravemente la moral. Así, desde Medellín en 1968 y Puebla en 1979 el rumbo fue hacia el estatismo con la idea de proteger a los más pobres pero los termina perjudicando grandemente.

 

Personalmente fui invitado para pronunciar la conferencia inaugural en el Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM) en Tegucigalpa el 30 de junio de 1998 invitado por Monseñor Cristián Pretcht Bañados a instancias del presidente de la Fundación Konrad Adenauer de Argentina, Hörst Schönbohm, entidad que principalmente contribuía a financiar el evento. Presidió la reunión el Cardenal Oscar Rodríguez Madariaga, hoy en el Vaticano. Mi discurso se tituló “El liberalismo y la pobreza” en el que comencé diciendo que para los que sostienen que la pobreza material -no la evangélica de espíritu- constituye una virtud deben condenar la caridad puesto que con ella el receptor mejora su condición material y, por otra parte, si se dice que los pobres están salvados la Iglesia debiera dedicarse solo a los ricos. Luego intenté explicar los beneficios de la tradición de pensamiento liberal a los efectos, precisamente, de combatir la pobreza y la miseria a través del respeto recíproco lo cual es el eje central de esa tradición y que los salarios e ingresos en términos reales dependen exclusivamente de las inversiones a su vez originadas en ahorros internos y externos para lo cual es menester contar con marcos institucionales respetuosos de los derechos de todos.

 

Hoy representantes de la Iglesia comenzando por el actual Papa Francisco condenan un capitalismo inexistente, la última vez que se pronunció en ese sentido fue en su visita reciente a Perú. Es inexistente debido a las regulaciones asfixiantes, a gastos públicos elefantiásicos, a impuestos insoportables y a deudas estatales galopantes. Los nacionalismos y las xenofobias vigentes se oponen abiertamente al denominado sistema capitalista que aboga por la apertura de las fronteras, en primer lugar para personas y luego para bienes y servicios, situación que es contradicha ahora en Estados Unidos y en muchos países de Europa, además de los adefesios en Latinoamérica, especialmente en Cuba, Venezuela, Nicaragua y Bolivia con situaciones delicadas en Argentina y en México.

Afortunadamente en este cuadro de situación la Comisión Teológica Internacional de la Santa Sede que consignó el 30 de junio de 1977 en su Declaración sobre la promoción humana y la salvación cristiana que “El teólogo no está habilitado para resolver con sus propias luces los debates fundamentales en materia social […] Las teorías sociológicas se reducen de hecho a simples conjeturas y no es raro que contengan elementos ideológicos, explícitos o implícitos, fundados sobre presupuestos filosóficos discutibles o sobre una errónea concepción antropológica. Tal es el caso, por ejemplo, de una notable parte de los análisis inspirados por el marxismo y leninismo […] Si se recurre a análisis de este género, ellos no adquieren suplemento alguno de certeza por el hecho de que una teología los inserte en la trama de sus enunciados”.

 

En este contexto es de gran importancia recordar a mártires de la incomprensión de la cabeza de la Iglesia como el extraordinario Cardenal József Mindszenty quien fue abandonado y destituido por Pablo vi del arzobispado húngaro por oponerse airada y reiteradamente tanto a los nazis como a los comunistas, lo cual denuncia con claridad y coraje meridianos en sus célebres Memorias (publicadas en castellano en Barcelona por Luis de Caralt Editor en el mismo año de 1974 cuando se publicó la edición alemana: Erinnerungen).

 

El Cardenal Mindszenty estuvo detenido o preso por su coraje y su capacidad de hablar claro contra los socialismos de todo color y especie. Primero lo apresó el llamado gobierno “republicano” polaco de Mihaly Károly, luego el del comunista Béla Kun, más adelante cuando desde el púlpito dijo que no había que votar por el partido nazi que se presentaba como opositor al comunismo afirmando que “ambos son la misma cosa”, más adelante  fue arrestado y torturado por los secuaces de Miklós Horthy. Con motivo de la invasión de la Unión Soviética pidió asilo en la embajada estadounidense donde vivió durante quince años hasta que emigró a Viena. En  1973, como queda dicho, fue destituido por Pablo vi y murió en 1975. Sus últimas palabras escritas en sus referidas memorias son desgarradoras, plasmadas después de explicitar en detalle los ataques constantes por parte del Vaticano y de su destitución: “Así emprendí el camino del aislamiento, en un destierro total”.

 

Es también relevante solo para dar unos pocos ejemplos de inmensas reservas morales en la Iglesia católica, el caso notable del sacerdote polaco ordenado en 1936, Miguel Poradowski, doctor en teología, doctor en derecho y doctor en sociología por la Universidad de París. En 1950 fue a Chile contratado por la Universidad Católica de Santiago, país donde también enseñó en la Universidad Católica de Valparaiso. Es autor de numerosos libros pero destaco en esta nota muy especialmente dos: Karl Marx, su pensamiento y su revolución y El marxismo y en la teología. Abre esta última obra, publicada en 1986, con el siguiente pensamiento: “No todos se dan cuenta hasta donde llega hoy en día la nefasta influencia del marxismo en la Iglesia. Muchos, cuando escuchan a algún sacerdote que predica en el templo el odio y la lucha de clases, ingenuamente piensan que se trata de algún malentendido […]  Desgraciadamente no es así […] la presencia no solamente tolerada por algunos, sino incluso deseada”. Actualmente hay muchos otros sacerdotes y laicos preocupados y ocupados con este tema de los desvíos.

Recuerdo a mi amigo ex comunista, premio Mao y premio Lenin, el peruano Eudocio Ravines que luego dejó aquel sistema oprobioso para dedicarse a escribir artículos y libros denunciando el socialismo en todas sus formas. Su libro más conocido lleva el sugestivo título de La gran estafa que refleja lo que a él le ocurrió. A raíz de lo que escribo aquí comento que Ravines solía subrayar la trascendencia que le otorgaban en el Kremlin a la infiltración en la Iglesia y especialmente en los seminarios de sacerdotes y contaba que estuvo destinado a esas faenas en España y en Chile.

Esto me retrotrae a mi relación con Monseñor Schuammer el segundo del Nuncio en Buenos Aires durante un tiempo y luego destinado a trabajar junto con el entonces Cardenal Ratzinger. Cundo lo despedimos en la empajada alemana nos dijo que se iba muy preocupado por lo que ocurría en no pocos seminarios de sacerdotes y concluyó afirmando que “allí se suele ensañar sociología barata en un contexto de mucha guitarreada y nada de Santo Tomás, escasa filosofía y poca teología de fondo”. Aunque lo cito de memoria, me quedaron grabadas esas palabras.

 

Por supuesto que los regímenes fascistas han hecho estragos imponiendo injusticias inaceptables, pero no es necesario enfatizar que esto no se resuelve estableciendo sistemas aun más perversos en América latina ni en ninguna otra parte. Y menos se resuelve beatificando como el actual Papa lo hace a personas como Monseñor Enrique Angelelli quien celebraba misa bajo la insignia de los terroristas argentinos denominados Montoneros ni a Monseñor Oscar Arnulfo Romero quien predicaba que “debe eliminarse el supuesto derecho de propiedad”, ni tampoco tiene sentido la concelebración en Roma del Papa Francisco con el creador de la autodenominada teología de la liberación, el Padre Gustavo Gutiérrez quien escribe en su libro Teología de la liberación. Perspectivas que “debe asegurarse el paso del modo de producción capitalista al modo de producción socialista […] como el intento de Marcuse marcado por Hegel y Marx”.

 

Tengamos presente que el comunismo descripto por Marx y Engels en el Manifiesto Comunista dice que “todo el sistema puede resumirse en esto: abolición de la propiedad privada” y que el fascismo no es más que un socialismo encubierto tras la estrategia de permitir que la propiedad se encuentre registrada a nombre de particulares pero usa y dispone el aparato estatal. Y esta anulación o debilitamiento del derecho de propiedad va al corazón de la sociedad abierta ya que lo desarticula por completo al desdibujar la contabilidad y la evaluación de proyectos con lo que no se puede saber donde es mejor invertir o no hacerlo con lo que el derroche genera el cataclismo y el posterior derrumbe del sistema con el consiguiente caos en el contexto de la  eliminación de la libertad de prensa y de expresión como consecuencia del ataque al derecho de propiedad a lo que habitualmente siguen las persecuciones y los encarcelamientos a los disidentes, cuando no a su exterminación.

 

Tengamos en cuenta que cuando se habla de “la preferencia por los pobres” no nos deslicemos a políticas que arruinan y condenan a los pobres a aumentar su miseria. En esta línea argumental, es de gran importancia tener presente consideraciones bíblicas sobre pobreza y riqueza material para constatar el significado de estos términos en el contexto de los valores morales que deben primar sobre toda otra consideración, en concordancia con los dos Mandamientos que hacen referencia a la trascendencia de la propiedad privada, lo cual es del todo armónico con los postulados de una sociedad abierta: no robar y no codiciar los bienes ajenos. Así, en Deuteronomio (viii-18) “acuérdate que Yahveh tu Dios, es quien te da fuerza para que te proveas de riqueza”. En 1 Timoteo (v-8) “si alguno no provee para los que son suyos, y especialmente para los que son miembros de su casa, ha repudiado la fe y es peor que una persona sin fe”. En Mateo (v-3) “bienaventurados los pobres de espíritu porque de ellos es el reino de los cielos” fustigando al que anteponga lo material al amor a Dios (amor a la Perfección), en otras palabras al que “no es rico a los ojos de Dios” (Lucas xii-21), lo cual aclara la Enciclopedia de la Biblia (con la dirección técnica de R. P. Sebastián Bartina y R. P. Alejandro Díaz Macho bajo la supervisión del Arzobispo de Barcelona): “fuerzan a interpretar las bienaventuranzas de los pobres de espíritu, en sentido moral de renuncia y desprendimiento”  y que “ la clara fórmula de Mateo —bienaventurados los pobres de espíritu— da a entender que ricos o pobres, lo que han de hacer es despojarse interiormente de toda riqueza” (tomo vi, págs. 240/241). En Proverbios (11-18) “quien confía en su riqueza, ese caerá”. En Salmos (62-11) “a las riquezas, cuando aumenten, no apeguéis el corazón”. Este es también el sentido de la parábola del joven rico (Marcos x, 24-25) ya que “nadie puede servir a dos señores” (Mateo vi-24).

 

No es una gracia ni una travesura circunstancial el avalar los atropellos del Leviatán a través de repetidos documentos y declaraciones oficiales de la Iglesia, se trata de la eliminación del respeto recíproco y consecuentemente de la aniquilación de la convivencia civilizada. Los timoratos de nuestra época miran para otro lado frente a estos peligros, si fuera por ellos todavía estaríamos con los Borgia, el Index y la Inquisición. Me parece que es del caso cerrar con la cita de un párrafo de la correspondencia del Cardenal John Henry Newman dirigida a Gladstone donde se lee que “invito a un brindis: primero por la conciencia  y luego por el Papa”.

 

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. en Ciencias de Dirección. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, fue profesor y primer rector de ESEADE durante 23 años y luego de su renuncia fue distinguido por las nuevas autoridades Profesor Emérito y Doctor Honoris Causa.

 

 

La faena del economista

Por Alberto Benegas Lynch (h). Publicado el 24/5/18 en : https://www.lanacion.com.ar/2137366-la-faena-del-economista

 

 

Una concepción integral del liberalismo no es susceptible de cortarse en tajos: se trata del respeto irrestricto a los proyectos de vida de cada cual que está consustanciado con todas las facetas posibles en las relaciones interindividuales, lo cual no quita las arraigadas concepciones que el liberal pueda tener respecto a sus conductas y valores personales que no hacen a la vida con su prójimo. La tolerancia o, mejor aún, el respeto para nada significa adherir a los proyectos de vida de otros. Es en este sentido que la profesión de economista requiere conocimientos de historia, derecho y filosofía (especialmente de epistemología), precisamente para ser un buen economista.

 

En mi caso, a pesar de haber completado dos doctorados, uno en economía y otro en el terreno de los negocios, debido al reiterado y muy fértil consejo de mi padre he hurgado con la mejor sistematización que me fue (y es) posible en aquella terna tan medular para la mejor comprensión de la economía. Una rama científica esta que puede aparecer como imperialista, pero que en realidad penetra en otros campos no para «extender el dominio» e invadir en el sentido agresivo de la expresión, sino para armonizar, completar y consolidar otras ramas del conocimiento.

En el sentido descripto es que, en 1956, el premio Nobel en Economía Friedrich A. von Hayek dijo en su conferencia en la Universidad de Chicago titulada «The Dilemma of Specialization» que «nadie puede ser un buen economista si es solo un economista, y estoy tentado a decir que el economista que solo es un economista se transformará en un estorbo, cuando no en un peligro manifiesto».

En los necesarios debates entre posturas liberales y posturas intervencionistas de muy variada estirpe se hace imperioso abrir las puertas de par en par para que todas las ideas se expongan. Hay aquí una curiosa y a nuestro juicio equivocada y peligrosa sugerencia. Por un lado, en La tolerancia represiva, Herbert Marcuse propone no aceptar las propuestas contrarias a su visión autoritaria y, por otro lado, Karl Popper en La sociedad abierta y sus enemigos sostiene que no debe ser tolerada la intolerancia que denominó «la paradoja de la tolerancia». Por mi parte y por parte de muchos otros, insisto en que todas las ideas y propuestas deben ser toleradas, de lo contrario el efecto búmeran se hace presente con todas las consecuencias nefastas del caso.

Con el fin de ilustrar la discusión, habitualmente acudo al ejemplo de Platón y me pregunto: ¿debe tolerarse su comunismo expuesto en la República? ¿Debe censurarse que se enseñe en el aula? ¿En la plaza pública? ¿En la incorporación a la plataforma de un partido político? ¿Dónde se traza la raya? Mi conclusión y la de muchos otros es que no hay otro remedio que confiar en la argumentación y exposición de todo el abanico de ideas, y pensar que finalmente prevalecerá lo mejor y, si no es así, no parece que hubiera otra salida que la resignación, aunque por contradictorio que parezca, cuando el gobierno da un golpe de Estado y destruye todas las instituciones republicanas, hay el derecho a la resistencia a la opresión y a dar un contragolpe de Estado al efecto de restablecer el respeto recíproco.

Más adelante, si se logran afirmar concepciones que discuten figuras como el dilema del prisionero, los free riders en el contexto de los bienes públicos y la asimetría de la información, y si además resultaran claras las ventajas analíticas del óptimo Pareto y se demuestran las falacias del modelo Kaldor-Hicks y las interpretaciones erradas del interés personal smithiano y de la incomprensión de los aciertos de la «Tragedia de los comunes», de Garret Hardin, en el contexto de lo que se denomina el equilibrio de Nash, recién entonces, si todo esto ocurriera, decimos que podrá zafarse del dilema y el eventual círculo vicioso referido.

Ahora viene un asunto delicado y espinoso. En última instancia, ¿el economista puede patrocinar el bloqueo de la economía, es decir, ir contra la competencia y la libertad de mercados? ¿Es posible técnicamente concebir un economista que no admita la competencia en todas sus manifestaciones y que pretenda intervenir por la fuerza los procesos de mercado por medio de los aparatos estatales?

La respuesta es definitivamente por la negativa, puesto que se ha demostrado una y otra vez que la intromisión estatal desfigura -cuando no destruye- el sistema de precios, con lo que no es posible economizar si no se dispone de indicadores que muestren dónde es más eficiente asignar los siempre escasos recursos y dónde se traducen en despilfarro. El estatismo es, en rigor, un imposible técnico. No hay economía donde no resulta posible economizar. Como hemos ejemplificado, no se sabe si conviene fabricar caminos con oro o con asfalto si no hay precios de mercado (una redundancia puesto que lo otro son simples números impuestos por la autoridad política que nada significan en el terreno económico). Y sin necesidad de eliminar precios, en la media en que se afecta el derecho de propiedad (el precio es el resultado de intercambios de derechos de propiedad), en esa medida quedan desfiguradas las señales de marras con el consiguiente e inexorable daño a la evaluación de proyectos y a la contabilidad.

Se sigue de lo dicho que no son en verdad economistas los partidarios del estatismo en sus diversas formas, son impostores de facto aunque estén imbuidos de las mejores intenciones. Todo esto no debe confundirse con la incorporación de contrabando, en los análisis técnicos, de valores personales ajenos al estudio en cuestión, lo cual no significa la desaparición de los valores, por lo pronto la honestidad intelectual, la selección del campo de investigación y estrictas cadenas de razonamiento tal como apunta, entre otros, Murray Rothbard en su The Ethics of Liberty. Se mantiene incólume el precepto de Robert Nozick, expresado en casi todas sus obras, en cuanto a que nadie debe ser usado para los fines de otros ya que todo ser humano es un fin en sí mismo. En esta línea argumental, Nozick resume su posición intelectual al consignar en su libro Invariances. The Structure of the Objective World que «todo lo que cualquier sociedad debe (coercitivamente) demandar es la adhesión a la ética del respeto. Todos los demás niveles debieran ser materia de decisión y desarrollo de cada persona».

No necesitamos decir que se requieren diversas versiones y formas de encarar muchos aspectos de las relaciones sociales, lo cual incluye las formas de liberación o anulación de mercados que estarán representados en muy diversos partidos políticos, pero no la contradicción, en términos de profesionales de la economía, como antieconomía puesto que «economía libre» constituye una logomaquia (como físicos anti la ley de gravedad, médicos contrarios a la salud, arquitectos pro demolición total, nutricionistas a favor de alimentarse con piedras o matemáticos que porfían en que dos más dos son cinco).

Los positivistas intercalados en nuestra profesión sostienen que solo lo que se verifica empíricamente tiene sentido científico, pero como ha detallado Morris Cohen en su Introducción a la lógica, esa misma proposición no es verificable y, por otro lado, tal como enfatiza Popper en Conjeturas y refutaciones en la ciencia nada es verificable, ya que el conocimiento es sujeto a corroboración provisoria y abierto a refutaciones.

 

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. en Ciencias de Dirección. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, fue profesor y primer rector de ESEADE durante 23 años y luego de su renuncia fue distinguido por las nuevas autoridades Profesor Emérito y Doctor Honoris Causa.

Capitalismo, pobreza, riqueza, estatismo y controles

Por Gabriel Boragina Publicado  el 15/12/17 en: http://www.accionhumana.com/2017/12/capitalismo-pobreza-riqueza-estatismo-y.html

 

Suele decirse que los países del primer mundo son capitalistas. Y que esos países serían los Estados Unidos, Canadá, Inglaterra, Alemania, Francia y algunos otros más.
Las economías -no obstante- de esos países no son «capitalistas» ni de «libre mercado», sino que son «intervencionistas» en el mejor de los casos. Uno de los índices que lo muestra es el de PERN (Participación del Estado en la Renta Nacional). Este indicador trata de determinar a cuánto asciende la intervención del «estado» en el PBI de cada país. Es bueno para describir el grado de injerencia estatal en la economía. Si se analiza esta relación cuidadosamente, puede advertirse que la PERN es del orden del 45/50 % promedio en la mayoría de los países. En EEUU y otras naciones un poco más bajo, pero no tanto. Como se ve, nada de «capitalismo» ni «libre mercado» sino mucho de estatismo.
Intervencionismo, estatismo, dirigismo, populismo, etc. son términos contrarios al capitalismo. La mera existencia de impuestos (que como su nombre lo indica se cobran coactivamente) denota que el capitalismo no existe, sino en muy escasa medida en el mundo. Se podría expresar que, a mayor tasa de imposición fiscal menor tasa de capitalismo, habida cuenta que sin libertad no hay capitalismo y en el caso fiscal el único que goza de libertad es el fisco que es libre de cobrarlos o no, pero no goza de igual derecho el contribuyente que no es libre de pagarlos o no. La libertad que se otorga el burócrata a sí mismo para cobrar tributos es lo más contrario al capitalismo. Y la locución tan usada de «capitalismo de estado» no es más que un oxímoron. No hay capitalismo sin libertad, y donde la única libertad que existe es la del gobierno contra los gobernados allí no hay nada de capitalismo.
También se afirma que la pobreza de los pobres es causa de la riqueza de los ricos (y viceversa), tal como sostenía Montaigne en el siglo XV, quien así construyó su famoso dogma.
Los gobernantes -sin embargo- son los hombres más ricos del mundo siempre, porque son los únicos que pueden crear el dinero que necesitan «de la nada». Ese es el objetivo -precisamente- de la «Casas de la Moneda» y de los bancos centrales, ambos (de más está decirlo) estatales. Perpetuamente son peligrosos porque, además de no tener moral, tienen todo el poder, lo que los hace más temibles aún.
Y en cuanto a los ricos que no forman parte de los gobiernos, o en apariencia no componen su estructura formal, cabe pensar que obtuvieron su patrimonio al amparo de leyes intervencionistas que atacando al libre mercado privilegian a unos empresarios a costa de otros empresarios. Muchas leyes actúan en ese sentido, creando monopolios, mercados cautivos y otras rigideces en la economía, que encumbra artificialmente a unos pseudoempresarios y destronan a los verdaderos emprendedores que buscan competir sin privilegios y ventajas. Difícilmente en países con legislaciones intervencionistas (la mayoría de hoy) podremos tener certeza de hasta qué punto las fortunas empresariales son consecuencia del libre juego de la oferta y la demanda y de la competencia de mercado. Donde no hay mercado, o donde el mercado está severamente ingerido, persistentemente cabrá la sospecha de capitales mal habidos.
Donde el mercado sea más libre que en otras partes, las ganancias de los empresarios serán consecuencia de su sometimiento a las leyes de la competencia libre (o más o menos libre), y allí nada cabrá reprocharles, porque sus lucros serán fruto de las libres decisiones de sus clientes y compradores eventuales, que los habrán preferido en lugar de sus competidores.
Podría darse el caso de un gobernante honesto que se abstenga de enriquecerse a costa de su pueblo. Pero dada que toda la legislación a nivel mundial esta armada de manera tal que sean los gobiernos los que controlen la emisión de dinero, cobren los impuestos, dirijan la producción, y dicten leyes que fijen precios (entre otras muchas restricciones) la tentación de echar mano a esos recursos perennemente será muy grande para el sujeto que eventualmente gobierne, ya que dispondrá continuamente de un poder enorme, que será muy difícil de controlarse o autocontrolarse. Basta que una ley habilite expoliar a un ciudadano (aunque se le dé visos de legalidad) para que la puerta del abuso estatal quede constantemente abierta, y sea discrecional para el poder de turno atravesarla o no.
Quizás, un presidente o líder honesto no se enriquezca porque dentro de sus normas morales está la de no robar. Pero ¿podría decirse lo mismo del resto de sus funcionarios? y, a niveles más bajos que el suyo ¿de los miles o más de burócratas que conforman la administración pública? ¿puede esperarse que un presidente o jefe de estado decente tenga el control y la vigilancia permanente de lo que hagan o no hagan -dentro o fuera de sus despachos- todos los funcionarios que jerárquicamente dependan de él? La respuesta es que es humanamente imposible esperar eso de una sola persona.
No hablo, por supuesto de los casos donde los jefes de estado son notoriamente partícipes o autores de ilícitos que son tan explícitos que están a la vista de todo el mundo. Tal por ejemplo el caso del matrimonio Kirchner en Argentina.
Por eso, no es cierto que el liberalismo aspira a una sociedad sin controles. Hay que diferenciar las cosas. La sociedad necesita -desde luego- controles, y esos vienen dados por las leyes, que en el marco de un orden constitucional republicano han de respetar los derechos individuales de todos por igual, lo que se llama igualdad ante la ley. Este control de tipo legislativo es el que se da la propia sociedad civilizada para garantizar -precisamente- su carácter de tal y, especialmente, el de civilizada. Sin este tipo de controles ninguna libertad de mercado resulta viable ni posible.
La economía de mercado tiene sus propios controles. Y sólo puede existir bajo el imperio de la ley. Sin ley no hay mercado y sin mercado no hay ley. Son dos caras de la misma moneda. Claro que no cualquier ley, sino leyes que respeten los derechos individuales y la propiedad privada de las personas.
Nuestras actuales economías no son de mercado, porque el que abusa del mercado es el gobernante y no al revés. Y el mercado no tiene secretos ni e entelequias, es simplemente la gente como el lector y yo.

 

 

Gabriel Boragina es Abogado. Master en Economía y Administración de Empresas de ESEADE.  Fue miembro titular del Departamento de Política Económica de ESEADE. Ex Secretario general de la ASEDE (Asociación de Egresados ESEADE) Autor de numerosos libros y colaborador en diversos medios del país y del extranjero.