Fundamentos morales de la tradición de pensamiento liberal


Por Alberto Benegas Lynch (h) Publicado el 3/11/22
 en: https://independent.typepad.com/elindependent/2022/11/fundamentos-morales-de-la-tradici%C3%B3n-de-pensamiento-liberal.html#more

Discurso de incorporación a la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas (2 de noviembre de 2022)

Señor Presidente, miembros de esta Academia, señoras y señores. Agradezco en primer término la invitación para esta honrosa incorporación, agradezco también las muy generosas palabras de presentación de mi distinguido amigo y académico Manuel Solanet y le rindo tributo una vez más a mi padre quien fuera presidente de esta Corporación que con su infinita paciencia y perseverancia me mostró “otros lados de la biblioteca”, lo cual me permitió explorar avenidas muy poco trabajadas en nuestras aulas universitarias. También me familiaricé con esta Academia por pertenecer al Instituto de Metodología de las Ciencias Sociales y por haber pronunciado alguna conferencia en el Instituto de Política Económica.

Soy consciente que el origen del nombre de esta Academia proviene del uso de la expresión “ciencias morales” para referirse a las ciencias sociales por contraste con la denominada en épocas remotas como “filosofía de la naturaleza” para aludir a las ciencias naturales. De todos modos, en el contexto actual el plano moral que apunta a las relaciones sociales hace alusión a los vínculos intersubjetivos puesto que los intrasubjetivos escapan a aquella esfera, por ello es que con razón se ha dicho que el derecho es un “minimun de ética”. El campo del fuero interno que no se vincula a las relaciones con el prójimo es privativo de cada cual.

En esta línea argumental es del caso subrayar que a todo derecho corresponde una obligación. Si una persona obtiene en el mercado mil, hay la obligación universal de respetar ese ingreso, pero si ganando lo dicho el aparato estatal le entrega dos mil esto se traduce en que se habrá confiscado el fruto del trabajo ajeno por la diferencia, lo cual constituye un pseudoderecho. Desafortunadamente en gran medida en la actualidad vivimos la era de los pseudoderchos a contracorriente de la mejor tradición constitucional que desde la Carta Magna de 1215 se apuntaba a la limitación del poder para hoy convertirla en no pocos casos en una carta blanca a un Leviatán desbocado con la consiguiente destrucción de marcos institucionales civilizados y el consecuente empobrecimiento moral y material.

Este desvío se debe a lo que viene ocurriendo en muchos facultades de derecho en las que no egresan abogados -que significa defensor del derecho- para producir memorizadores de legislaciones, párrafos e incisos pero sin la menor idea de mojones y puntos de referencia extramuros de la ley positiva con lo que el precepto republicano de la igualdad ante la ley muta en igualdad mediante la ley donde la guillotina horizontal hace estragos. En lugar de abrir paso a que los que mejor sirven a sus semejantes obtengan ganancias y los que yerran incurran en quebrantos, se establece un sistema nefasto que iguala en la mediocridad y en la miseria, solo permitiendo que ladrones de guante blanco mal llamados empresarios puedan explotar al prójimo con privilegios y mercados cautivos fruto de una cópula hedionda con el poder de turno.

Por su lado, en la mayor parte de las cátedras de economía se persiste en enseñar modelos incompatibles con procesos abiertos de mercado -neoclásicos y keynesianos por igual- tal como lo han reconocido, entre muchos otros, dos de las figuras que han sido las más representativas de aquella tradición: Mark Blaug y John Hicks. El primero escribe en Appraising Economic Theories que “Los Austríacos [se refiere a la Escuela Austríaca] modernos van más lejos y señalan que el enfoque walrasiano al problema del equilibrio a los mercados es un cul de sac, si queremos entender el proceso de la competencia más bien que el equilibrio final tenemos que comenzar por descartar aquellos razonamientos estáticos implícitos en la teoría walrasiana. He llegado lentamente y a disgusto a la conclusión de que ellos están en lo correcto y que todos nosotros hemos estado equivocados.” El segundo consigna en Capital y tiempo que “He manifestado la afiliación Austríaca de mis ideas, el tributo a Böhm- Bawerk y a sus seguidores es un tributo que me enorgullece hacer. Yo estoy dentro de su línea, es más, comprobé, según hacía mi trabajo que era una tradición más amplia y extensa de lo que al principio parecía.”

En uno de mis primeros libros fabriqué una definición de liberalismo que tengo la satisfacción que intelectuales que aprecio mucho la usan y dice que “el liberalismo es el respeto irrestricto por los proyectos de vida de otros”. Esto en modo alguno remite a que suscribamos el proyecto de vida del vecino, incluso nos puede resultar repugnante pero si no hay lesiones al derecho de terceros no es posible recurrir a la fuerza en una sociedad libre. Más aun, la prueba de fuego de la tolerancia se pone en evidencia cuando no se emplea la violencia a menos que, como queda dicho, se infrinjan derechos. En realidad la expresión “tolerancia” infunde cierto tufillo inquisitorial, por eso es más apropiado recurrir a “respeto” ya que los derechos no se toleran, se respetan. Este es el modo de dar paso a la convivencia civilizada y la cooperación social donde los actos privados están reservados a la responsabilidad y consciencia de cada uno. Este es el eje central de la moral en el sentido antes enunciado. Todo lo que lo altere es inmoral e inaceptable en una sociedad abierta (para recurrir a terminología popperiana). Es en esta dirección por lo que las constituciones liberales resumen su aspecto medular en el derecho a la vida, a la libertad y a la propiedad.

En este sentido es pertinente señalar que los derechos de propiedad son la base de las relaciones pacíficas y productivas. Sin propiedad, como pretenden los marxistas y sus imitadores, no hay posibilidad de contabilidad, de evaluación de proyectos y de cálculo económico en general. Para ilustrar con un ejemplo extremo, si se ha abolido la propiedad no hay precios ya que estos son el reflejo de arreglos contractuales en transacciones donde se intercambian derechos de propiedad, si se decide eliminar la propiedad decimos no se sabe si conviene construir los caminos con oro o con asfalto y si alguien mantiene que con el metal aurífero es un derroche es porque recuerda los precios antes de la antedicha abolición. Los precios son los únicos indicadores en los mercados para conocer donde invertir y donde no hacerlo. Como los bienes no crecen en los árboles y no hay de todo para todos todo el tiempo, es indispensable la institución de la propiedad al efecto de asignar del mejor modo los siempre escasos recursos puesto que, de lo contrario, el despilfarro atenta contra el nivel de vida de todos pero muy especialmente contra el de los más vulnerables. Las tasas de capitalización -es decir, maquinaria, instalaciones, equipos y conocimiento relevante- son la única causa de crecimiento de salarios e ingresos en términos reales, esa es la diferencia entre países ricos y pobres.

Viene ahora un tema muy poco entendido y es la versión moderna de la economía en contraste con la mirada socialista de entenderla como circunscripta a lo monetario, a lo material, a lo crematístico, para en cambio abarcar toda la acción humana. Esta es la visión comenzó con la Escolástica Tardía, la primera camada liberal de la Escuela de Salamanca. La segunda la formaron los diputados a las Cortes de Cádiz donde ocurrió el bautismo oficial de la palabra “liberal” como sustantivo para oponerse a los “serviles”, hasta entonces el uso generalizado de aquél término era como adjetivo. Los integrantes de aquella camada original fueron pensadores de la talla de Juan de Mariana, Luis de Molina, Francisco de Vitoria y sus asociados. Esta tradición luego fue ampliada por Hugo Grotius, Samuel Pufendorf y Richard Hooker, más adelante por Algernon Sidney y John Locke, contribuciones extendidas por la Escuela Escocesa de Adam Smith (especialmente en su primera obra titulada Teoria de los sentimientos morales), David Hume y Adam Ferguson para finalmente establecer otro salto cuántico por medio de los notables aportes de la Escuela Austríaca liderada por autores como Carl Menger, Eugen von Böhm-Bawerk, Ludwig von Mises, Friedrich Hayek, Israel Kirzner y Murray Rothbard, aportes que a su vez han influido en múltiples vertientes de confección liberal.

Claro que cuando decimos “finalmente” tenemos que ser cautos puesto que como es sabido el conocimiento no es un puerto sino una permanente navegación, andamiaje conceptual muy bien ilustrado por el lema de la Royal Society de Londres: nullius in verba, esto es, no hay palabras finales. El antes referido Karl Popper nos ha enseñado que el conocimiento tiene la característica de la provisonalidad sujeta a refutaciones. El positivismo mantiene que una verdad debe estar sustentada en la verificación empírica, pero como ha destacado Morris Cohen esa misma afirmación no es verificable empíricamente y, por otro lado, nada en la ciencia es verificable, como hemos subrayado es corroborable provisoriamente.

Esto para nada suscribe el relativismo que además de convertir en relativa esa misma postura, desconoce que una proposición verdadera demanda correlato entre el juicio y el objeto juzgado puesto que las cosas son independientes de nuestras opiniones. Todo lo cual no solo va para el relativismo epistemológico sino también para el hermenéutico tal como ha mostrado Umberto Eco y el cultural como explica Eliseo Vivas.

Todos los autores mencionados en la larga tradición liberal ya insinuada por Sócrates, la Grecia clásica, la Roma republicana y el common law inglés son desde luego susceptibles de revisión y desacuerdos. Como hemos repetido, los liberales no somos una manada y detestamos en pensamiento único, las desavenencias son bienvenidas pero siempre que el tronco moral del liberalismo se mantenga intacto cual es el respeto irrestricto por los proyectos de vida de otros, a saber, el respeto recíproco lo cual no significa abstenerse de criticar y opinar lo que se estime conveniente.

Respecto a lo que adelantamos del significado moderno de la economía, la referida Escuela Austríaca en sus diferentes vertientes ha puesto de manifiesto que toda acción significa elegir, optar y preferir entre diversos medios para la consecución de específicos fines o metas. Esto es precisamente la economización. Todas las acciones del hombre apuntan a obtener una ganancia, siempre psíquica y algunas veces también monetaria pero en toda ocasión el sujeto actuante especula con estar mejor desde su peculiar punto de vista respecto a la situación anterior al acto. Todos actuamos en nuestro interés personal, lo cual es una verdad de Perogrullo pues se lleva a cabo el acto porque está en interés de quien lo ejecuta. La acción puede ser ruin o noble pero todas las personas somos especuladores en el sentido que conjeturamos que vamos a incorporar valores que son mayores a los costos en que indefectiblemente incurrimos para obtener ese valor o ganancia subjetiva. El respeto a estos procesos lo vincula a la moral.

Entre muchos otros, Santo Tomás de Aquino explica magníficamente el tema del interés personal: “amarás a tu prójimo como a ti mismo, por lo que se ve que el amor al hombre para consigo mismo es como un modelo del amor que se tiene a otro. Pero el modelo es mejor que lo moldeado. Luego el hombre por caridad debe amarse más a si mismo, que al prójimo.” (Suma Teológica, 2da-2da, q. xxvi, art.iv), en consonancia con lo escrito por Erich Fromm en Man for Himself en cuanto a que “el valor supremo de la ética humanista no es la renuncia a si mismo sino el amor propio, no la negación del individuo sino su afirmación”. Es como dice el Padre Ismael Quiles en Como ser si mismo referido al absurdo de renunciar a si mismo: “Ser para no ser nada es una contradicción sin significado alguno” y muestra como “individualidad significa no dividido”, agregamos nosotros que la contradicción es similar a cuando se sostiene seriamente el imposible de “no hay que juzgar” como si esa aseveración no fuera un juicio.

En nuestro medio desde hace casi un siglo venimos aplicando con una monotonía digna de mejor causa las recetas fracasadas del estatismo desde las revoluciones militares fascistas del 30 y el 43. La adopción de la Constitución liberal de 1853/60 permitió un progreso moral y material en tierras argentinas que fueron la envidia del mundo. Los salarios del peón rural y del obrero de la incipiente industria eran superiores a los de Suiza, Alemania, Francia, Italia y España. La población se duplicaba cada diez años, teníamos exportaciones a la altura de Canadá y los indicadores más relevantes solo comparables a Estados Unidos. Cuando nos visitó una delegación de la Academia Francesa en el Centenario, compararon los debates parlamentarios argentinos con los que tenían lugar en esa Corporación debido a la versación e independencia de criterio de los legisladores locales. Luego la sandez nacionalista y sus socios autoritarios irrumpieron en escena con los resultados por todos conocidos.

Alexis de Tocqueville en El antiguo régimen y la Revolución Francesa marca que es frecuente que en países donde ha reinado gran prosperidad eso se da por sentado y ese es el momento fatal porque ocupan espacios, especialmente en las aulas las corrientes opuestas. Esto ha sucedido en nuestro país, donde nos carcomieron las propuestas de la CEPAL, los keynesianismos, los socialismos llamados “cristianos”, los marxismos y demás recetas estatistas que todo lo invadieron frente a muchos abandonados que pensaron que otros eran los encargados de resolver problemas en lugar de cada uno preocuparse y ocuparse de lo que todos están interesados, en otros términos que se los respete no importa a que se dedique cada uno. Thomas Jefferson insistía que “el costo de la libertad es su eterna vigilancia” y Martin Luther King decía “no me asustan los gritos de los violentos, me aterra el silencio de los mansos”. Mansos que al decir de Miguel de Unamuno son “mamíferos verticales”, como dice Giovanni Papini “almas deshabitadas” o como expresa Mario Vargas Llosa individuos “sin mayor trastienda.”

Haciendo gala de la mayor de las hipocresías los politicastros proclaman sus barrabasadas como un acto de “solidaridad” sin entender que la caridad y la solidaridad se llevan a cabo con recursos propios y de modo voluntario. Recurrir al aparato estatal de la fuerza alegando lo dicho se traduce en un atraco puesto que cuando se dice que el gobierno debe hacer tal o cual cosa se esconde que son los vecinos violentados en el uso del fruto de sus trabajos. Ningún gobernante solventa nada con sus ingresos, más bien es común que se los lleve de manera delictiva. Tal vez entre todos los economistas quien se han pronunciado sobre el asunto con mayor claridad ha sido el premio Nobel en economía de 2002, Vernon L. Smith en su célebre ensayo titulado “On Price Formation Theory” y su insistencia en las suculentas equivocaciones por el desconocimiento de la clásica “mano invisible” del proceso de mercado donde las partes se benefician al tiempo que trasmiten información fraccionada y dispersa a través de los precios. Dice este galardonado que lo que hoy ocurre en gran medida es la insolente y a todas luces contraproducente “mano visible de los gobiernos” que irrumpe sustentados en “la arrogancia fatal” a que se refería otro premio Nobel en economía -el antes citado Hayek- que todo los destruye a su paso provocando daños muy especialmente sobre el nivel de vida de los más necesitados. Hay que evitar a toda costa las “mascaradas de libertad” de que nos habla el decimonónico Gaston Boissier.

Y si los politicastros fueran sinceros en sus preocupaciones por los que menos tienen deberían donar parte de sus remuneraciones y dietas, pero pretenden hacerlo recurriendo a la violencia con ingresos de otros. Por otra parte, es de gran interés estudiar lo sucedido allí donde impera la libertad en cuanto a las extraordinarias obras filantrópicas para ayudar a los más pobres, situaciones que desde el luego no tiene lugar en la isla-cárcel cubana y sus imitadores, siempre megalómanos enriquecidos con recursos malhabidos.

Decíamos que vivimos la era de los pseudoderechos a lo que agregamos que en buena parte esto se debe a la manía inmoral del igualitarismo de resultados sin percibir que es una bendición la desigualdad de cada cual desde el punto de vista anatómico, bioquímico y sobre todo psicológico, de lo contrario la división de trabajo y la cooperación social resultarían sumamente dificultosas pues todos tendrían los mismos talentos, gustos y vocaciones. La misma conversación resultaría en un tedio insoportable pues sería lo mismo que hablar con el espejo. En este punto se ha sostenido la inconveniencia de la herencia para lo cual se recurre a un desafortunado correlato con una carrera de cien metros llanos y se concluye que cada uno debería contar con los méritos que le permite su propio esfuerzo, habilidad y destreza deportiva pero no ser apoyado por lo que hacen sus ancestros, de ahí es que se objeta la trasmisión gratuita de bienes. Como bien ha mostrado Anthony de Jasay, esta metáfora deportiva es autodestructiva pues a poco andar los primeros en llegar a la meta se darán cuenta que su esmero ha sido inútil pues sus descendientes serán nuevamente nivelados en la próxima largada en la carrera por la vida. También como hemos apuntado, debe enfatizarse que las mayores rentas y patrimonios en una sociedad libre necesariamente trasmiten su fortaleza a los más débiles vía las antedichas tasas de capitalización. En cambio, todo impuesto a la herencia es un atentado directo al ahorro y la inversión y por tanto al nivel de vida. En el plebiscito diario del mercado la gente al poner de relieve sus necesidades decide las aludidas diferencias de ingresos y cuando nos referimos al mercado es pertinente indicar que no se trata de un lugar ni una cosa sino de un proceso en el que todos los humanos participamos: el sacerdote cuando compra la sotana, el verdulero cuando vende su producto, el cirujano cuando opera, al usar el celular, tomar un taxi y así sucesivamente.

La inmoralidad se extiende cuando se establecen impuestos progresivos, lo cual ha sido aplicado incluso en el denominado baluarte del mundo libre, a saber, en Estados Unidos a contracorriente de los valores y principios adoptados por los Padres Fundadores por lo cual esa medida requirió una reforma constitucional conocida como la Revolución del Año 13 por haber sido implementada en 1913 junto con la incorporación de la banca central que también requirió esa enmienda, tema sobre el que nos pronunciamos enseguida.

En todo caso, en materia fiscal como es sabido hay dos grandes formas tributarias: la proporcionalidad y la progresión. En el primer caso se trata de establecer tasas o alícuotas iguales con lo que naturalmente quienes demuestran mayor capacidad de pago realizan mayores desembolsos en valores absolutos. Sin embargo, el tributo progresivo remite a cuatro efectos negativos centrales. El primer lugar, son en verdad regresivos puesto que la carga recae principalmente sobre los marginales que se convierten en contribuyentes de facto debido a la contracción en los niveles de inversión de los contribuyentes de jure. Segundo, altera las posiciones patrimoniales relativas, es decir, las previas asignaciones de los siempre escasos recursos se reasignan en proporciones distintas de las establecidas por los consumidores lo que a su vez implica despilfarro que, como se ha apuntado, empobrece a la comunidad. Tercero, dificulta la tan necesaria movilidad social puesto que los que vienen ascendiendo dificultosamente desde la base patrimonial son castigados más que proporcionalmente lo que también establece una injustificada protección a los que se encuentran en el vértice de la mencionada pirámide. Por último, el gravamen progresivo constituye un castigo a la eficiencia.

Respecto a la banca central, aun suponiendo que los más idóneos y eficaces ocupen el directorio de esta institución estarán siempre embretados en uno de tres caminos: expansión de la base monetaria, contracción o dejarla inalterada. Pues cualquiera de las tres variantes desdibuja y distorsiona los precios relativos que, como queda dicho, son los únicos indicadores para conocer las prioridades de la gente por lo que estas manipulaciones indefectiblemente empobrecen. Si la banca central es independiente de los dictados del Ejecutivo o Legislativo, las aludidas desfiguraciones se harán independientemente y si se conjetura que se procederá como hubiera preferido la gente, no hay razón para la intromisión con el ahorro de honorarios, pero la manera de saber que activo monetario prefiere el público es dejar que se exprese. Por eso es que premios Nobel en economía como el referido Hayek, Milton Friedman, James M. Buchanan y Gary Becker han propuesto la liquidación del banco central y la abrogación del curso forzoso para dejar de lado el fetiche de la denominada “autoridad monetaria” que en su cartas orgánicas estipula la preservación del poder adquisitivo de la unidad dineraria aun que ningún banco central de la historia ha hecho semejante cosa, comenzando con el Banco de Inglaterra y continuado con todos los creados durante el siglo veinte, responsables de haber provocado la crisis de los años 30 y sucesivas debacles enancadas al sistema bancario de reserva fraccional. La manipulación gubernamental de la moneda es un tema esencialmente moral ya que se traduce en una succión solapada e inmisericorde a los ingresos de la población.

En un cuadro más amplio referido a lo moral-institucional, en el llamado mundo libre debe advertirse que la tan bien definida democracia por los Giovanni Sartori de nuestra época está convirtiéndose en cleptocracia. Como ha descripto Juan González Calderón, los demócratas de los números ni de números entienden pusto que parten de dos ecuaciones falsas: 50%+1%=100% y 50%-1%=0%. Con el criterio de solo tomar en cuenta el aspecto formal, secundario y mecánico de la democracia y dejar de lado el esencial respeto a los derechos de todos, podríamos llegar al desatino de sostener que el asesino serial de Hitler fue un demócrata porque ascendió al poder con la primera minoría de los votos.

Todo lo consignado no es óbice para seguir escarbando en nuevos paradigmas en cuanto a los debates sobre el dilema del prisionero, las externalidades, los bienes públicos, la asimetría de la información, el teorema Kaldor-Hicks y el equilibro Nash. Estos debates operan a contracorriente de las telarañas mentales de conservadores en el sentido de mantener inalterado el statu quo, que si por ellos fuera no hubiéramos pasado del taparrabo y el garrote de nuestros anscestros pues el primero que usó el arco y la flecha era algo nuevo e inaceptable para los que rinden pleitesía a la falacia del ad populum.

Para todo lo que venimos comentando resulta esencial que en la educación esté ausente el adoctrinamiento fruto de la politización bajo la peregrina idea que desde el vértice del poder deben imponerse estructuras curriculares, en lugar de dar paso a la competencia con las consecuentes auditorías cruzadas en busca de excelencia académica para disfrutar de las indispensables mentes abiertas que se oponen a los basurales abiertos que todo lo reciben a la par y donde prima el deshecho. Tal como ha escrito Ángel J. Battistessa “la cultura no es una cosa de minorías porque cuesta cara, sino porque cuesta trabajo.”

Para cerrar acoto que salvando las enormes distancias puede establecerse un correlato entre el estatismo y las academias de la lengua. Enormes distancias puesto que lo primero implica violencia mientras que lo segundo son dictámenes que no recurren a la violencia. Pero es interesante este paralelo ya que las academias de la lengua pretenden dirigir un idioma cuando éste en verdad surge de la parla popular que lo enriquece. Borges escribió que el inglés es más rico en palabras que el español debido a que no cuenta con una academia de la lengua. Juan Bautista Alberdi nos dice en el sexto tomo de Escritos póstumos que “el idioma es el hombre de que es expresión, está sujeto a cambios continuos sin dejar de ser el mismo hombre en su esencia […] dos grandes leyes fundamentales, peculiares al hombre, gobiernan el desarrollo natural de todo idioma: el neologismo y el arcaismo […] El arcaismo y el neologismo no son incompatibles; su juego armónico, al contrario, mantiene al idioma […] queda al cuidado del pueblo mismo que es el legislador soberano de los idiomas. Los idiomas no son obra de las Academias.” Lo cual en mayor grado aun va para gobiernos autoritarios que pretenden imponer desde el poder estropicios como el invento estrafalario del “lenguaje inclusivo” y afines tan criticado por destacados escritores y literatos. Estos autoritarios confunden la importancia de la dirección y la naturaleza del asunto: es de abajo que surgen los cambios en un proceso de orden espontáneo como el mismo mercado, no es impuesto desde arriba, confunden la moral con el latrocinio. Muchas gracias.

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. en Ciencias de Dirección. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, fue profesor y primer rector de ESEADE durante 23 años y luego de su renuncia fue distinguido por las nuevas autoridades Profesor Emérito y Doctor Honoris Causa. Es miembro del Comité Científico de Procesos de Mercado, Revista Europea de Economía Política (Madrid). Es Presidente de la Sección Ciencias Económicas de la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires, miembro del Instituto de Metodología de las Ciencias Sociales de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas, miembro del Consejo Consultivo del Institute of Economic Affairs de Londres, Académico Asociado de Cato Institute en Washington DC, miembro del Consejo Académico del Ludwig von Mises Institute en Auburn, miembro del Comité de Honor de la Fundación Bases de Rosario. Es Profesor Honorario de la Universidad del Aconcagua en Mendoza y de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas en Lima, Presidente del Consejo Académico de la Fundación Libertad y Progreso y miembro del Consejo Asesor de la revista Advances in Austrian Economics de New York. Asimismo, es miembro de los Consejos Consultivos de la Fundación Federalismo y Libertad de Tucumán, del Club de la Libertad en Corrientes y de la Fundación Libre de Córdoba. Difunde sus ideas en Twitter: @ABENEGASLYNCH_h

Tesla, Elon Musk y Bitcoin: magistral lección de economía

Por Alejandro A. Tagliavini: Publicado el 24/11/20 en: https://www.dataclave.com.ar/economia/que-pasara-con-el-dolar–la-inflacion-y-la-economia-en-2021–segun-los-economistas_a5fbaf0652b4df039fc3d5ea7

Repaso de las últimas jornadas en Wall Street: Pfizer mostró mejores resultados que Moderna, subieron las acciones castigadas por los confinamientos y bajaron las de las plataformas digitales. En Argentina, el blue podría desacelerarse y las opciones locales «son algo pobres».

Para decirlo rápidamente, hoy se dan tres corrientes económicas. El keysianismo, que lo conocemos de sobra por ser gran armador de burbujas, emiten y emiten creyendo que así mueven la economía y lo que logran es un boom artificial que, para cuando se pincha, la onda expansiva destroza aun más.

La teoría económica neoclásica -la preferida de los operadores financieros que desconfían de la emisión exagerada- cuya característica consiste en creer en el equilibrio -de la curva de oferta y demanda- del mercado, lo que implica que se ha llegado al conocimiento perfecto -por caso, una batería imbatible- y, por tanto, el mercado sería estático y rígido: entonces, la empresa es solo una función productiva, un medio para transformar insumos en productos.

Y, finalmente, la teoría del mercado natural (“libre”), iniciada por los escolásticos españoles de la Escuela de Salamanca (siglos XV y XVI), y retomada, en alguna medida, por la Escuela Austríaca de Economía que sabe que no existe el equilibrio -porque no hay conocimiento perfecto, estático- sino un entorno puntual en permanente movimiento, que tiende al equilibrio al ritmo en que los actores del mercado encuentran nuevo conocimiento -una batería de mayor duración- que siempre es perfectible. Y, por ello, el mercado es imprevisible e imposible de planificar. Y una empresa es, precisamente, una función creativa, en búsqueda del conocimiento perfecto al que nunca se llega, y por tanto, imprevisible y espontánea.

Escribió John Authers que la noticia de la vacuna de Moderna debería, al menos, ser tan importante como la de Pfizer, pero no lo fue para las bolsas que llegaron a máximos históricos con la de Pfizer pero luego se enfriaron y no parecen haber reaccionado mucho con la segunda vacuna, más bien parecen desilusionados, y es que el mercado empieza a vislumbrar que los políticos se han enamorado de las cuarentenas y no las dejarán fácilmente.

Como era esperable, subieron las acciones castigadas por los confinamientos y demás represiones de los Estados y bajaron las de la plataforma de Internet FANG, Facebook (FB), Amazon (AMZN), Netflix (NFLX), and Alphabet (GOOG) que siguen teniendo un rendimiento inferior al promedio de las acciones del S&P 500. En las útlimas seis ruedas, el Dow Jones sube 0,40%, el S&P 500 baja 0,13% y el Nasdaq 100 cede 0,26%; pero en 2020 suben 3,66%; 10,72% y 36,3% respectivamente. Por su parte el oro en las últimas seis ruedas pierde un 2,8%, pero en el año se revaloriza un 21%.

Moderna subió más de 400% en lo que va del año: 

Sin embargo, dice el neoclásico John Authers demostrando que no entiende al mercado, que aun cuando no ha sucedido nada que cambie la historia de los “fundamentales” -ingresos, ventas, rentabilidad y demás cuestiones que determinen el valor actual descontado de sus flujos de efectivo futuros- flojos de Tesla (TSLA), sus acciones ganan más de 600% en lo que va de 2020. Y más de 700% desde la crisis de marzo cuando personalmente ya recomendaba su compra:

Ahora, S&P Dow Jones Indexes anunció oficialmente que Tesla se unirá a su índice insignia S&P 500 el próximo mes, convirtiéndose en la empresa más grande jamás admitida en términos de capitalización de mercado, más que las otras automotrices, aunque ni de cerca vende tantos vehículos:

Y aunque su inclusión en este índice no tendrá ningún efecto sobre los “fundamentales”, el precio de sus acciones subió más que las Moderna:

Solo el aumento de la capitalización de mercado de la compañía de Elon Musk fue de unos USD 50.000 M al conocerse la noticia, mientras que la capitalización total de Moderna, después de toda la emoción, es de USD 39.000 M. Es decir, el comité de selección del S&P 500 ha logrado crear más valor de mercado al agregar a Tesla a un índice que el equipo de científicos de Moderna al inventar una vacuna. Ahora, tiene sentido comprar TSLA ahora porque los fondos indexados y los cotizados, que gerencian unos USD 11 B, estarán obligados a comprarla al estar incluida en el S&P 500. 

«Moderna puede o no tener un buen precio de USD 39.000 M, pero su historia en 2020 es un ejemplo del capitalismo…Tesla puede o no tener un buen precio a casi exactamente 12 veces más (su capitalización de mercado ronda los USD 492.000 M), pero su historia en 2020 es un ejemplo de que el capitalismo va muy mal” se queja John Authers.

Como todos los neoclásicos, que desde hace meses auguraban equivocadamente el desplome de Tesla no entiende que el mercado es imprevisible, que no se mueve al antojo de los operadores o planificadores estatales sino a su propio aire. Y, sobre todo, no se mueve por costos, es decir, el público nunca decide cuánto quiere pagar por un producto según cuánto le cuesta al fabricante, decide comprar si considera que el precio le conviene.

Así, el mercado no compra las acciones en base a los fundamentales de las empresas sino cuando intuye que esa acción tiene potencial para subir, por distintas razones. A muchos les gusta hablar de “expectativas”, pero se parece más a “esperanza” porque las expectativas hacen referencia a la previsión de que esos fundamentales se superarán en el futuro, mientras que la esperanza hace referencia a que unas ideas claras, progresistas, con avances importantes y un liderazgo firme pueden obtener logros hoy impensables, y Elon Musk es uno de esos líderes que, entre otros tantos logros, desafió la cuarentena y ganó, “privatiza” la actividad espacial -y su infinito potencial- haciéndola mucho más eficiente. 

En fin, otro caso notable es el del Bitcoin (BTC) cuyos “fundamentales” también asustan a los neoclásicos. Por cierto, las monedas privadas y digitales, que son muy anteriores a que se hiciera famoso el Bitcoin, han sido muy estudiadas por Lawrence White que twitteó este facsímil de 1869 donde ya se hacía referencia a “dinero cibernético” trasmitido de manera telegráfica: 

Fuente: Journal of the Telegraph (1 de octubre 1869).

Fuente: Journal of the Telegraph (1 de octubre 1869).

Escribió Joanna Ossinger que el Bitcoin está siendo utilizado – a pesar de su volatilidad- como cobertura contra riesgos como una mayor debilidad del dólar o un repunte de la inflación. Sube casi 150% en 2020 y se ubica en relación con el oro en el nivel más alto en casi tres años. Y algunos, como el millonario  Mike Novogratz, cree que podría llegar hasta los USD 65,000 e incluso más.

La base de inversores de BTC se amplía con el ingreso de instituciones como Square Inc., Paul Tudor Jones y Stan Druckenmiller, y más empresas incentivan su uso como PayPal Holdings Inc. que permiten que sus clientes gasten cripto en su red de 26 M de comerciantes, o el operador de vehículos blindados Prosegur SA que ha creado un sistema de almacenamiento en frío para proteger los activos digitales del cliente que nunca se conecta a Internet.

Por cierto, el oro todavía tiene un historial más sólido y estable demostrando durante décadas ser un activo de refugio seguro. Pero se pueden combinar ambas cosas y comprar “ciber oro”.

En tanto en Argentina, el blue podría desacelerarse, para decirlo de un modo hoy paralelo, porque cae el gasto estatal en términos reales. El déficit fiscal de octubre fue el más bajo desde el inicio de la cuarentena. Cayó el ritmo al que venía aumentando el gasto público (54,8% interanual, i.a.) y fue el menor desde febrero. Y no se cumpliría que, para 2021, como dice el gobierno, el gasto crecería 7,6% i.a. en términos reales porque esto sería sin contar las erogaciones extraordinarias por la cuarentena y suponiendo un avance del IPC del 29% lo cual es altamente irreal.

Por cierto, otra cosa que no entienden keynesianos y neoclásicos es que los impuestos conllevan un aumento de costos y, como los consumidores no pagan por el costo sino por el precio que les conviene, si sube el precio baja el consumo y si no sube pierde la inversión, en cualquier caso se perjudica el mercado -y los más perjudicados siempre son los más débiles- al retirar el Estado unos recursos que, luego de pasar por una trituradora burocrática, de lo poco que queda solo una parte vuelve en asistencialismo que es menor al daño ocasionado.

Entonces, sin considerar impuestos como el de la riqueza que puede desbaratar todo, así las cosas, las opciones locales son algo pobres. El plazo fijo ofrece una tasa anual de 37% y perderá contra el IPC. Una de las opciones más recomendadas son los bonos que ajustan su capital por CER, es decir, por el IPC que podría subir un 50% en los próximos 12 meses según auguran muchos analistas, entonces estos títulos -que ofrecen IPC más 5 u 8%- van a terminar rindiendo 20 puntos más que un plazo fijo. También están los instrumentos dólar linked pero, como están las cosas, la divisa podría no moverse tanto en los próximos meses como algunos calculan. Y, por cierto, los CEDEARS que, obviamente, dependen de lo que aumenten las acciones de Wall Street que representan y de la cotización local del CCL.

Alejandro A. Tagliavini es ingeniero graduado de la Universidad de Buenos Aires. Asesor Senior de The Cedar Portfolio, Miembro del Consejo Asesor del Center on Global Prosperity, de Oakland, California y fue miembro del Departamento de Política Económica de ESEADE. Síguelo como @alextagliavini

RESPUESTA A FERNANDO ROMERO MORENO

Por Gabriel J. Zanotti. Publicado el 15/6/20 en: http://gzanotti.blogspot.com/2020/06/respuesta-fernando-romero-moreno.html

 

Mi buen amigo Fernando acaba de escribir un artículo sobre el Liberalismo clásico y el tradicionalismo (http://debatime.com.ar/acerca-del-liberalismo-clasico-y-el-tradicionalismo-un-debate-aun-confuso-entre-catolicos/?fbclid=IwAR2lmsKalZ71mRDcKhCGSeQky-Ke2Mmggm7Og4KxntdPq2IoZUELO-n8hJo). En un momento me cita y dice:

“…Por caso, nuestro buen amigo Gabriel Zanotti destaca los (supuestos) antecedentes del liberalismo en la Escuela de Salamanca por sus enseñanzas acerca de la limitación del poder político y del mercado, frente a un catolicismo tradicionalista que se habría refugiado en el absolutismo monárquico, en el fascismo o en el falangismo para defenderse de la “modernidad iluminista” [4]. Ante lo cual es legítimo preguntarse: ¿sabe algo Gabriel Zanotti sobre la limitación del poder en la Monarquía tradicional española, con sus Cortes, Fueros, procuradores, mandato imperativo y libertades concretas reconocidas antes incluso que en Inglaterra?; ¿conoce el pensamiento de autores tradicionalistas anti-estatistas como Aparisi y Guijarro, Gil y Robles, Vázquez de Mella, Victor Pradera, Elías de Tejada, Rafael Gambra, Francisco Puy o Vallet de Goytisolo? Así, el primero de los nombrados, en la segunda mitad del siglo XIX, enseñaba que según las antiguas leyes de España y sus fueros y costumbres “un hombre no puede ser privado de su libertad, ni allanada su casa, sino en los casos y formalidades fijadas en la ley; ni procesado y sentenciado sino por tribunal que corresponda en virtud de leyes anteriores al delito, y en la forma prescripta; ni desposeído de su propiedad, sino por causa de necesidad pública, y previa indemnización. Debe serle además administrada gratuitamente justicia si es pobre, ‘por amor de Dios’, según reza una ley de partida; y según de varias se desprende, no se le debe impedir que se reúna o se asocie con otros hombres para fines que la moral cristiana y el bien público no reprueben” [5]. ¿Este es el tradicionalismo católico que poco o nada sabía acerca de las limitaciones al poder político? Por otra parte, Zanotti no deja de poner como máximo ejemplo a las instituciones anglosajonas, considerando su evolución desde el medioevo católico y señalando la importancia del common law en lo que se refiere al reconocimiento de los derechos naturales de la persona humana (siguiendo en esto a Hayek) [6]. ¿Y por qué no dice nada de dicho reconocimiento en el derecho foral hispánico, que fue precisamente una de las fuentes “institucionales” a partir de la cual los teólogos y juristas de la Escolástica española pudieron reflexionar sobre la limitación del poder?. Gabriel Zanotti podría decir: bueno, pero ustedes, los tradicionalistas y nacionalistas católicos nunca dijeron nada sobre esta cuestión en España, Hispanoamérica o la Argentina. ¿En serio? Nada menos que el Padre Castellani en su libro Esencia del liberalismo se hacía eco de la famosa carta de la Princesa de Beira de 1861, documento fundamental en la historia del tradicionalismo carlista. Allí se afirmaba con claridad lo siguiente: “En la monarquía española, según sus venerandas e imprescriptibles tradiciones, el rey no puede lo que quiere, debiéndose atener a lo que de él exijan, antes de entrar en la posesión del trono, las leyes fundamentales de la monarquía. La fiel observancia de las veneradas costumbres, fueros, usos y privilegios de los diferentes pueblos de la monarquía fueron siempre objeto de altos compromisos reales y nacionales, jurados recíprocamente por los reyes y por las altas representaciones del pueblo, ya en Cortes por estamentos, ya en Juntas representativas, o explícitamente contenidos en los nuevos códigos, incluidos todos, implícita o explícitamente, en el código universal vigente de la Novísima Recopilación (…) La observancia fiel de todo aquello fue siempre una condición sine qua non para tomar posesión de la corona. Porque el monarca, en España, no tiene derecho a mandar sino según Religión, Ley y Fuero. En consecuencia, cuando el que es llamado a la corona no puede, o no quiere, sujetarse a estas condiciones, no puede ser puesto en posesión del trono, debiendo pasar la corona al más inmediato sucesor que pueda y quiera regir el reino, según las leyes y según las cláusulas del juramento” [7]. ¿Qué tiene que ver esta concepción del poder político con el absolutismo o el fascismo? Pues bien: así pensaban, dentro del Nacionalismo argentino, nada menos que Julio y Rodolfo Irazusta, Tomás Casares, Alberto Ezcurra Medrano, Vicente Sierra, Guillermo Furlong, Carlos A. Sacheri, entre otros. Y no sólo pensadores tradicionalistas reconocieron esta naturaleza limitada de la Monarquía Tradicional (aplicable también a un republicanismo clásico y católico), sino también historiadores del derecho más cercanos al liberalismo conservador argentino como Zorraquín Becú o libertarios norteamericanos como Rothbard, que Zanotti bien conoce. El primero, importante para conocer la limitación del poder en la América anterior a las independencias, enseñaba: “En la legislación vigente (existían) garantías directamente vinculadas con los derechos particulares. Así por ejemplo no debían cumplirse las cartas reales para desapoderar a alguno de sus bienes sin haber sido antes oído y vencido. Lo mismo ocurría si se trataba de encomiendas de indios. La legislación reconocía la garantía del juicio previo, y la real cédula de febrero del 19 de febrero de 1775 insistió en que los tribunales ‘se arreglen a las Leyes en la formación de Procesos criminales y no se cometan atentados de prender y Sentenciar a ningún Basallo (sic) sin formar autos ni oírle’. Cuando ésta fue presentada al Cabildo de Buenos Aires, su alcalde de primer voto dijo que era muy ‘útil a los Básalos (sic) por ponerlos a cubierto de Tropelías y opresiones (sic)’”[8]. En igual sentido sostenía que “el dominio legítimo quedaba amparado (…) y la misma ley exigía que en caso de expropiación por causa de utilidad pública, se diera al dueño otra cosa en cambio o se le comprara por lo que valiera” [9].”

Bien, he citado ampliamente. Para mayor contexto, el lector tiene el artículo.

La respuesta más sencilla es: el liberalismo clásico tiene un ideal regulativo, las libertades individuales. Lo demás es una cuestión histórica y prudencial. Hayek aclaró muy bien que la cuestión no es el régimen político, sino el limite al poder. Por ende, si Fernando cree que Aparisi y Guijarro, Gil y Robles, Vázquez de Mella, Victor Pradera, Elías de Tejada, Rafael Gambra, Francisco Puy o Vallet de Goytisolo son mejores autores para limitar el poder y defender las libertades individuales, avanti. Es un buen programa de investigación. Como el mismo sugiere, yo de esos autores no sé nada. No se puede saber todo. Y listo. Esa es mi principal respuesta.

No obstante, quisiera comentar algunas cuestiones adicionales.

Primero, no soy un fan de la Segunda Escolástica. Simplemente fueron un avance en su momento para la defensa de las libertades. Pero el régimen político me es indiferente. Vano es debatir sobre la teoría de la designación o traslación del poder. La cuestión es que sea quien fuere el que tenga el poder, el poder debe ser limitado, y listo.

Segundo, sí, algo supe en su momento de las instituciones políticas del gobierno colonial. Que el Rey, que el Consejo de Indias, los Virreyes, las Capitanías, los Gobernadores, los Cabildos, etc etc etc, las Leyes de Indias, etc. Pero me pareció siempre un caos de atribuciones, legislaciones y poderes. Si Fernando me demuestra que no fue así, avanti. Pero la claridad y distinción de la Declaración de Independencia, el Bill of Rights y la Constitución norteamericana, no tiene parangón. Fernando me va a decir que eso tampoco funcionó, y que los anti-federalistas así lo piensan. Puede ser, pero el debate entre Hayek y Buchanan por un lado, y Rothbard por el otro, sobre la Constitución Norteamericana, no creo que se solucione claramente a favor de Rothbard. Habrá muchas cosas que corregir, y para eso Hayek escribió el libro III de Derecho, Legislación y Libertad, pero el punto analítico de Nozick, sobre un gobierno central para minimizar los costos del free rider, no creo que haya sido bien refutado por Rothbard.  

Por lo demás, ¿estaban bien garantizadas las libertades religiosas, de expresión, de enseñanza, por las Leyes de Indias? Por la Primera y Segunda Enmienda del Bill of Rights, sí. ¿Pero por las leyes de Indias? Bueno, un punto a demostrar. Sospecho que a los autores que cita Fernando esas libertades no preocupaban mucho. Fernando me dirá: tampoco a la Generación del 80, tampoco a los conservadores, tampoco a los civiles y militares de la Revolución Libertadora, y menos aún a los liberales que apoyaron a Videla. Tiene razón. Pero a Alberdi sí le interesaba. Y a los redactores del Bill of Rights, también. Fernando me dirá: ¿pero entonces dónde te ubicas en le Historia Argentina? Más bien en los ideales de los demócratas cristianos como Romero Carranza, García Venturini, Manuel Río. Sí, algunos de ellos pudieron haber defendido a gobiernos autoritarios (como el de la Revolución Libertadora) pero recurriendo a una distinción que Fernando maneja muy bien: en hipótesis, no en tesis. Hay que diferenciar las doctrinas de las reacciones. El barro de la Historia es complejo. Fernando sabe bien que yo creo que fue un error cuasi diabólico no haber seguido los consejos de Patton y avanzar hacia Moscú. Pero Fernando va a tener que hacer más distinciones para probarme que muchos de sus autores -como Menvielle- NO apoyaron a Mussolini y Franco EN TESIS, no en hipótesis. ¿Qué se puede esperar de católicos que consideraban que Maritain era un hereje? ¿Ellos son ahora los “defensores de la limitación del poder y de las libertades individuales? ¿Ellos? ¿Los adoradores de la Quanta cura y los odiadores seriales de la Dignitatis humanae?

Pero volvamos al principio. Que sabe Zanotti de…. Nada ni lo sabré. Tengo 60 años y una foja de servicios, de la cual no me arrepiento, donde Mises, Hayek y los Constitucionalistas norteamericanos han sido el norte de mi existencia. Ya está. Si Fernando quiere ahora descubrir al liberalismo clásico en la tradición histórica y filosófica de las colonias españolas, ok, pero no creo que sea eso lo que quiere descubrir. A lo sumo, las fuentes de una república conservadora -un ideal práctico en el que podemos coincidir- de la mano de un Alberdi tolerado a regañadientes.

Entonces, perdón por no leer a…. ¿Quiénes? ¿Aparisi y Guijarro, Gil y Robles, Vázquez de Mella, Victor Pradera, Elías de Tejada, Rafael Gambra, Francisco Puy o Vallet de Goytisolo? No, gracias, me deben quedar unos 20 años de lucidez y quiero seguir e profundizando el pensamiento de Leocata, Artigas, Freud, Husserl, Gadamer, Wittgenstein y además quiero estudiar Japonés y terminar mis días si Dios quiere en Kyoto, (aunque por mi esposa creo que terminaré en Táranto) lo más alejado posible de los argentinos, de todos, liberales, nacionalistas y de toda la flora y fauna de este desaprovechado lugar de La Tierra, que debería ser donado en bloque a japoneses y malvinenses. Como mucho extrañaré a buenos amigos, entre ellos Fernando, que puede ser que para esa época me haya convencido de que Menvielle era igual que Fr. Martín de Porres.

 

Gabriel J. Zanotti es Profesor y Licenciado en Filosofía por la Universidad del Norte Santo Tomás de Aquino (UNSTA), Doctor en Filosofía, Universidad Católica Argentina (UCA). Es Profesor titular, de Epistemología de la Comunicación Social en la Facultad de Comunicación de la Universidad Austral. Profesor de la Escuela de Post-grado de la Facultad de Comunicación de la Universidad Austral. Profesor co-titular del seminario de epistemología en el doctorado en Administración del CEMA. Director Académico del Instituto Acton Argentina. Profesor visitante de la Universidad Francisco Marroquín de Guatemala. Fue profesor Titular de Metodología de las Ciencias Sociales en el Master en Economía y Ciencias Políticas de ESEADE, y miembro de su departamento de investigación. Publica como @gabrielmises

La historia del liberalismo en diez capítulos

Por Alberto Benegas Lynch (h) Publicado el 28/3/20 en: https://www.infobae.com/opinion/2020/03/28/la-historia-del-liberalismo-en-diez-capitulos/

 

A raíz de la Constitución de Cádiz de 1812 es que se usó por primera vez como sustantivo la expresión “liberal” y a los que se opusieron les endilgaron el epíteto de “serviles”, una carta constitucional que sirvió de antecedente para algunas que incorporaron igual tradición de pensamiento, entre otras, la argentina de 1853. Hasta ese momento el término liberal era utilizado en general como adjetivo, esto es, para referirse a un acto generoso y desprendido. Adam Smith empleó el vocablo en 1776 pero, como se ha observado, no en carácter de bautismo oficial como el referido sino como algo accidental de la pluma y al pasar aludiendo muy al margen a un “sistema liberal”.

Aquel documento, a contracorriente de todo lo ocurrido en la España de entonces, proponía severas limitaciones al poder y protegía derechos clave como la propiedad privada. En lo único que se apartaba radicalmente del espíritu liberal era en materia religiosa puesto que en su doceavo artículo se pronunciaba por la religión católica como “única verdadera” y con la prohibición de “el ejercicio de cualquier otra”, con lo cual proseguía con el autoritarismo español en esta materia desde que fueron expulsados y perseguidos los musulmanes de ese territorio que tanto bien habían realizado durante ocho siglos en materia de tolerancia religiosa, filosofía, arquitectura, medicina, música, agricultura, economía y derecho.

De cualquier manera la mencionada sustantivación del adjetivo abrió las puertas a una perspectiva diferente en línea con la iniciada por la anterior revolución estadounidense que dicho sea de paso afirmaba lo que se denominó “la doctrina de la muralla”, es decir, la separación tajante entre la las Iglesias y el poder político. Aquella perspectiva liberal española estuvo alimentada por pensadores que constituyeron la segunda versión de la Escuela de Salamanca (más adelante nos referiremos a la primera, conocida como la Escolástica Tardía). Jovellanos -si bien murió poco antes de promulgada la Constitución del 12- tuvo una influencia decisiva: fundó en Madrid la Sociedad Económica y tradujo textos del antes mencionado Adam Smith, Ferguson, Paine y Locke.

Decimos que esta reseña se fabrica como decálogo porque estimamos que la historia del liberalismo puede dividirse en diez capítulos aunque no todos signifiquen tiempos distintos ya que hay procesos intelectuales que ocurren en paralelo.

Pero antes de esta reseña telegráfica a vuelo de pájaro, es de interés subrayar una triada que conforma aspectos muy relevantes a nuestro propósito. En primer lugar, un sabio consejo de Henry Hazlitt en su primer libro publicado cuando el autor tenía 21 años, en 1916, reeditado en 1969 con un epílogo y algunos retoques de forma, titulado Thinking as a Science en el que subraya los métodos y la importancia de ejercitarse en pensar con rigor y espíritu crítico en lo que se estudia al efecto de arribar a conclusiones con criterio independiente.

En segundo término, es del caso recordar que el liberalismo está siempre en ebullición, no admite la posibilidad de llegar a metas definitivas sino de comprender que el conocimiento está compuesto de corroboraciones provisorias sujetas a refutaciones para, en un contexto evolutivo, captar algo de tierra fértil en el mar de ignorancia en el que estamos envueltos.

Por último, es necesario subrayar que los liberales no somos una manada por lo que detestamos el pensamiento único y, por ende, en su seno hay variantes y debates muy fértiles puesto que no hay tal cosa como popes que dictaminan que debe y que no debe exponerse o con quien relacionarse.

Hecha esta introducción veamos los diez capítulos principales de la tradición de pensamiento liberal, de más está decir sin la pretensión absurda de mencionar a todos quienes han contribuido a esta rica corriente intelectual lo cual demandaría una enciclopedia y no una nota periodística.

Primero Sócrates, quien remarcó la idea de la libertad y las consecuentes autonomías individuales. Hijo de un escultor y una partera por eso decía que su inclinación siempre fue la de “parir ideas” y de “esculpir en el alma de las personas en lugar de hacerlo en el mármol”. Su muerte constituyó una muestra cabal de la degradación de la idea de la democracia: las votaciones para su exterminación fueron de 281 contra 275: por una mayoría de 6 votos se condenó a muerte a un filósofo de setenta años por defender valores universales de justicia.

En sus diálogos insistía en la importancia de sabernos ignorantes y de someter los problemas a la duda y a la confrontación de teorías rivales, en que un buen maestro induce y estimula las potencialidades de cada uno en busca de la excelencia (areté), crear curiosidades, fomentar el debate abierto y mostrar el camino para el cultivo del pensamiento a través de preguntas (la mayéutica) que abren las puertas al descubrimiento de órdenes preexistentes. En este contexto, el relativismo epistemológico es severamente condenado como un grave obstáculo al conocimiento de la verdad. También que el alma (psyké) como la facultad de adquirir conocimiento y la virtud como salud del intelecto (“la virtud es el conocimiento” era su fórmula preferida) y la desconfianza al poder y la prelación del espíritu libre.

Segundo, el derecho romano y el common law inglés como un proceso de descubrimiento y no de ingeniería social o diseño en el contexto de puntos de referencia o mojones extramuros de la norma positiva.

Tercero, la antes mencionada Escolástica Tardía del siglo XVI que se desarrolló principalmente en la Universidad de Salamanca, precursores agraciados de los valores y principios de la libertad económica y jurídica. Sus expositores más eminentes fueron Juan de Mariana, Luis de Molina, Domingo de Soto, Francisco de Vitoria, Tomás de Marcado, Luis Saravia de la Calle y Diego Covarrubias.

Cuarto, Algernon Sidney y John Locke en lo que respecta al origen de los derechos, especialmente el de propiedad, el derecho a la resistencia a la opresión y la consecuente limitación al poder político, temas complementados en el siglo siguiente con una mayor precisión sobre la división de poderes expuesta por Montesquieu al tiempo que vuelve sobre aquello de “Decir que no hay nada justo ni injusto fuera de lo que ordenan o prohíben las leyes positivas, es tanto como decir que los radios de un círculo no eran iguales antes de trazarse la circunferencia”.

Quinto, la Escuela Escocesa integrada por Adam Smith, David Hume y Adam Ferguson y sus predecesores Carmichael y Hutcheson que contribuyeron en la edificación sustancial de los cimientos del orden espontáneo de la sociedad libre, en sucesivos alumbramientos de un proceso que no cabe en la mente de ningún planificador puesto que el conocimiento está fraccionado y disperso, por lo que al intentar dirigir vidas y haciendas ajenas se concentra ignorancia.

Sexto, los textos de Acton y Tocqueville y más contemporáneamente Wilhelm Röpke que también la emprendieron contra los abusos del poder con énfasis en las manías del igualitarismo y la trascendencia de los valores morales. En esta etapa deben agregarse los nombres de los decimonónicos Burke, Spencer, Bentham, Mill padre e hijo, Constant, Jevons y Say en el nivel académico y Bastiat como un distiguido personaje en la difusión de las ideas liberales.

Séptimo, la Escuela Austríaca iniciada por la teoría subjetiva desarrollada por Carl Menger y continuada por Eugen Böhm-Bawerk aplicada a la teoría del capital y el interés. Retomó esta tradición Ludwig von Mises quien le dio un giro copernicano a la economía abarcando todos los aspectos de la acción humana en contraste con los enfoques neoclásicos y marxistas, al tiempo que demostró la imposibilidad de evaluación de proyectos y cálculo en una sociedad socialista. Un destacado discípulo de Mises fue Friedrich Hayek cuya obra, de modo sobresimplificado y al solo efecto de ilustrar, puede dividirse en tres segmentos. El primero referido a su opinión en cuanto a que la administración del dinero es una función indelegable del gobierno, en el segundo propone la privatización del dinero y en el tercero confiesa haber tenido otro shock como cuando estudió bajo la dirección Mises (que lo apartó de sus simpatías por la Sociedad Fabiana) al leer y comentar uno de los libros de Walter Block. En esta misma escuela sobresalen los trabajos de Israel Kirzner en los que señala los errores del llamado modelo de competencia perfecta que opera a contramano de la explicación del mercado como proceso y no uno de equilibrio, también los de Machlup en cuanto a la metodología de las ciencias sociales, de Haberler que resumió la teoría del ciclo, Dietze, Jouvenel y Leoni en el campo jurídico e incluso en el ámbito de las ciencias médicas y afines Roger J. Williams y Thomas Szasz.

Octavo, las escuelas de Law & Economics y de Chicago lideradas respectivamente por Aaron Director (quien convenció a los editores que publicaran Camino de servidumbre de Hayek) y Simons, Knight, Milton Friedman, Stigler y Becker, junto al Public Choice de Buchanan y Tullock. En paralelo, el importantísimo rol de los incentivos desarrollados por Robbins, Plant, Hutt, Demsetz, North y Coase.

Noveno, dentro de sus muchos aportes cabe resaltar el de autores como Karl Popper, John Eccles y Max Planck sobre los estados de conciencia, mente o psique en el ser humano distinto a su cerebro y a los otros kilos de protoplasma. Solo en base a esta concepción es posible la argumentación, las proposiciones verdaderas y falsas, las ideas autogeneradas, la responsabilidad individual y el sentido moral, a diferencia de lo que Popper definió como determinismo físico.

Y décimo, el cuestionamiento al monopolio de la fuerza desarrollado por Murray Rothbard, otro de los discípulos de Mises aunque este autor no coincidió con estos cuestionamientos del mismo modo que objetaron en una generación más joven Nozick y Richard Epstein. Entre otros, también participan de esta crítica al referido monopolio Benson, David Friedman, Hoppe y el antes mencionado Block, pero de un modo particularmente original y prolífico lo hizo Anthony de Jasay en gran medida en base a la teoría de los juegos. Respecto a este último autor es del caso tener presente que James M. Buchanan comentó su libro titulado Against Politics del siguiente modo: “Aquí nos encontramos con la filosofía política como debiera ser, temas serios discutidos con verba, ingenio, coraje y genuino entendimiento. La visión convencional será superada a menos que sus defensores puedan elevarse al desafío que presenta de Jasay”. En esta línea argumental, los temas fundamentales considerados por esta nueva perspectiva son los bienes públicos, las externalidades, los free-riders, el dilema del prisionero, la asimetría de la información, el teorema Kaldor/Hicks y el “equilibro Nash”. Un debate en proceso.

Aunque pertenece a una tradición opuesta a la que venimos comentando, es de interés considerar una fórmula que pretendía una revalorización dicha por Arthur C. Pigou por más que él mismo no haya entendido su propio mensaje en cuanto a que los economistas necesitan incluir “preferentemente más calor que luz” (more heat rather than light) en su disciplina en el sentido de que sin ceder un ápice en el rigor también trasmitir perspectivas estéticas y éticas inherentes a la libertad que dan cobijo a los receptores y completan el panorama. Es para tomar nota ya que en no pocas oportunidades las presentaciones liberales carecen de calor humano tal como marcó el antes citado Röpke quien en su libro traducido al castellano con el sugestivo título de Más allá de la oferta y la demanda nos dice: “Cuando uno trata de leer un journal de economía, frecuentemente uno se pregunta si uno no ha tomado inadvertidamente un journal de química o hidráulica”. Con razón el fecundo Thomas Sowell alude a la manía de presentar trabajos con ecuaciones innecesarias y lenguaje sibilino que decimos a veces se extiende a través de consejos a doctorandos que consideran que así impresionarán al tribunal, lo cual contradice lo escrito por el antes mencionado Popper: “La búsqueda de la verdad sólo es posible si hablamos sencilla y claramente evitando complicaciones y tecnicismos innecesarios. Para mí, buscar la sencillez y lucidez es un deber moral de todos los intelectuales, la falta de claridad es un pecado y la presunción un crimen”.

Esta es entonces en una píldora los ejes centralísimos de la larga y fructífera tradición de pensamiento liberal con sus exponentes más sobresalientes en la rama genealógica directa, pero debe enfatizarse que las etiquetas y las clasificaciones algunas veces encerrados en “escuelas” no siempre son de especial agrado de intelectuales de peso pues cada uno de ellos -así como también muchos otros no mencionados en el presente resumen- merecen no solo artículos aparte sino ensayos y libros debido a la riqueza de sus elucubraciones, lo cual he procurado consignar en escritos anteriores de mi autoría sobre buena parte de los autores mencionados. Antes la he citado a Mafalda, ahora lo vuelvo a hacer pero con otra de sus inquietudes que cubren las preocupaciones y ocupaciones de los autores a que hemos aludido en esta nota: “La vida es como un río, lástima que hayan tantos ingenieros hidráulicos”.

 

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. en Ciencias de Dirección. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, fue profesor y primer rector de ESEADE durante 23 años y luego de su renuncia fue distinguido por las nuevas autoridades Profesor Emérito y Doctor Honoris Causa. Es miembro del Comité Científico de Procesos de Mercado, Revista Europea de Economía Política (Madrid). Es Presidente de la Sección Ciencias Económicas de la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires, miembro del Instituto de Metodología de las Ciencias Sociales de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas, miembro del Consejo Consultivo del Institute of Economic Affairs de Londres, Académico Asociado de Cato Institute en Washington DC, miembro del Consejo Académico del Ludwig von Mises Institute en Auburn, miembro del Comité de Honor de la Fundación Bases de Rosario. Es Profesor Honorario de la Universidad del Aconcagua en Mendoza y de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas en Lima, Presidente del Consejo Académico de la Fundación Libertad y Progreso y miembro del Consejo Asesor de la revista Advances in Austrian Economics de New York. Asimismo, es miembro de los Consejos Consultivos de la Fundación Federalismo y Libertad de Tucumán, del Club de la Libertad en Corrientes y de la Fundación Libre de Córdoba. Difunde sus ideas en Twitter: @ABENEGASLYNCH_h

A LOS 224 AÑOS DE UNA OBRA CLAVE

Por Alberto Benegas Lynch (h).

Adam Smith retomó sin saberlo una tradición iniciada por la Escuela de Salamanca o Escolástica Tardía a través de Grotius, Cumberland, Hooker y Puffendorf y lo hizo con una fuerza notable asentando su esqueleto conceptual en su obra titulada La teoría de los sentimientos morales en 1759 que dio sustento a su trabajo posterior de economía. Este es el contexto por más que ciertos economistas modernos se nieguen a identificar las raíces de su propia disciplina.

Según uno de los biógrafos de Smith –William R. Scott- el secuestro que sufrió de niño a manos de un grupo que se identificó como gitano lo vacunó contra la asfixia de la libertad que quedó grabado en su subconsciente y “engendró una actitud de justificada antipatía a todos los procedimientos compulsivos y una receptividad a todo lo que estuviera en dirección a la libertad”. Edmund Burke consignó que aquella obra “constituye posiblemente una de las más bellas expresiones de la teoría moral que hayan aparecido.”

También han influido sobre Smith, Locke, Cantillion, Turgot, Voltaire, Helvetius, Mandeville, sus amigos Hume y Ferguson y muy especialmente su profesor Francis Hutcheson (y su predecesor en la cátedra de Glasgow, Gershom Carmichel). Los trabajos publicados de Hutcheson muestran sus sólidos fundamentos filosóficos en los que se destacan sus argumentos contra el materialismo (o determinismo físico para recurrir a una terminología más reciente de Popper), lo cual queda consignado en una magnifica edición de Liberty Fund titulada Logic, Metaphisics and the Natural Sociability of Mankind.

En las primeras líneas del primer capítulo de la primera sección de ese trabajo sobre moral, Smith se refiere al interés personal como el motor de las acciones que también mueve a hacer al bien a los demás. En el capítulo tercero de esa sección explica en consonancia con los estoicos la importancia y las ventajas del cosmopolitismo y el ser “ciudadano del mundo” (a contracorriente de los nacionalismos hoy en boga). Y en el segundo capítulo de la segunda sección se detiene a considerar lo que bautiza como “el hombre del sistema” que “con arrogancia, generalmente enamorado con la supuesta belleza de su plan ideal de gobierno del que no puede desviarse en lo más mínimo. Procede a implementarlo en todas sus partes sin consideración alguna a las fuertes oposiciones que existen: parece que imagina que puede arreglar a los diferentes miembros de la sociedad tan fácilmente como una mano puede arreglar las piezas en un tablero de ajedrez, como si esas supuestas piezas de ajedrez no tuvieran otro móvil aparte de la mano que las mueve, pero en el gran tablero de la sociedad humana cada pieza tiene un móvil propio totalmente diferente de lo que el legislador pretende imponer.”

En otras oportunidades me he referido al célebre trabajo de Smith sobre economía de 1776, la última vez en el libro titulado El liberal es paciente publicado en Caracas por CEDICE, por lo que ahora en esta nota periodística me limito a su referido escrito de 1759. En este sentido, aludo a un punto de gran importancia al que también me he referido antes parcialmente (en el post-sriptum de Hacia el autogobierno. Una crítica al poder político publicado en Buenos Aires por EMECÉ) y es el conclusión lógica que inexorablemente debe haber una primera causa para que se haga posible nuestra existencia, de lo contrario, si las causas fueran en regresión ad infinitum no podríamos existir ni nada de lo que nos rodea puesto que las causas que nos engendraron nunca habrían comenzado. Esto es lo que algunos denominan Dios, otros Yahvéh, otros Alá y otros simplemente la Primera Causa.

Smith varias veces en ese libro sobre moral se refiere al tema, pero el concepto puede condensarse en el tercer capítulo de la segunda sección en el párrafo donde escribe que “La idea del Ser divino cuya benevolencia y sabiduría ha concebido y conduce desde la eternidad la maquinaria del universo de modo que en todo tiempo produzca la mayor cantidad de felicidad, es ciertamente, de todos los objetos de contemplación, de lejos, el más sublime.” Esto también muestra la influencia de su maestro Hutcheson quien  desarrolla lo dicho  en la obra antes citada. Las más modernas teorías del Big-bang para nada contradicen lo expresado puesto que se trata de lo contingente, mientras que la referencia al Primer Motor (para usar nomenclatura aristotélica) lo hace en conexión a lo necesario. Tampoco como se ha hecho notar en distintas oportunidades la religiosidad tiene oposición alguna con el evolucionismo, más aun sin esta concepción se consideraría que el hombre es susceptible de la perfección y de llegar a una meta final en esta tierra, lo cual contradice abiertamente su naturaleza que obliga a transitar en un trámite difícil de prueba y error.

Alexis de Tocqueville ha dicho que “Yo dudo que el hombre pueda alguna vez soportar a un mismo tiempo una completa independencia religiosa y una entera libertad política y me inclino a pensar que si no tiene fe es preciso que sirva y si es libre que crea” (en La democracia en América). A propósito de fe nos parece más completa la respuesta de Carl Jung cuando le preguntaron si creía en Dios: “No creo en Dios, se que Dios existe” ( en The Undiscovered Self). Por su parte, el antes mencionado Burke ha escrito que “La religión es la base de la sociedad civil y la fuente de todo el bien y toda la prosperidad” (en The Philosophy of Edmund Burke- A Selection of his Writtings editado por L.I. Bredvold y R. G. Ross), lo cual no contradice la indispensable “doctrina de la muralla” estadounidense en cuanto a la tajante separación entre el poder político y la religión.

El premio Nobel en neurofisiología John Eccles apunta que “Me he esforzado en mostrar que la filosofía dualista-interaccionista conduce a la creencia en la primacía de la naturaleza espiritual del hombre, lo que a su vez conduce a Dios.” (en La psique humana) y el premio Nobel en física Max Plank ha señalado que “Jamás puede haber una verdadera oposición entre la religión y la ciencia, pues una es el complemento de la otra.” (en ¿Hacia donde va la ciencia?) y  Einstein ha enfatizado que “Mi religión consiste en una humilde admiración del ilimitado espíritu superior que se revela en los más mínimos detalles que podemos percibir con nuestras mentes frágiles y endebles. Mi idea de Dios se forma de la profunda emoción que proviene de la convicción que se revela en el universo incomprensible.” (cit. en Robert B. Downs Albert Einstein: Relativity the Special and General Theories),

Personalmente los dos pilares básicos de mi religiosidad descansan en lo mencionado respecto a la existencia de la Primera Causa y la demostración lógica de la psique, mente o estados de conciencia como sentido de trascendencia sobre lo cual he escrito, por ejemplo, “Una refutación al materialismo filosófico y al determinismo físico” publicado en Lima, Revista de Economía y Derecho de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas. Comprendo que muchos hayan abandonado religiones oficiales debido a los espantosos abusos y atropellos de representantes de ciertas iglesias, lo cual también ha contribuido a rechazar cualquier versión de la religatio, lo cual es incentivado en grado superlativo por los fanáticos tal como los explica, entre otros, Eric Hoffer en The True Beliver.

En todo caso, presento aquí lo que estimo es la columna vertebral de lo expresado por Adam Smith en su texto fundacional del que ahora celebramos su 224 aniversario.

 

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. en Ciencias de Dirección. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, fue profesor y primer rector de ESEADE durante 23 años y luego de su renuncia fue distinguido por las nuevas autoridades Profesor Emérito y Doctor Honoris Causa. Es miembro del Comité Científico de Procesos de Mercado, Revista Europea de Economía Política (Madrid). Es Presidente de la Sección Ciencias Económicas de la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires, miembro del Instituto de Metodología de las Ciencias Sociales de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas, miembro del Consejo Consultivo del Institute of Economic Affairs de Londres, Académico Asociado de Cato Institute en Washington DC, miembro del Consejo Académico del Ludwig von Mises Institute en Auburn, miembro del Comité de Honor de la Fundación Bases de Rosario. Es Profesor Honorario de la Universidad del Aconcagua en Mendoza y de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas en Lima, Presidente del Consejo Académico de la Fundación Libertad y Progreso y miembro del Consejo Asesor de la revista Advances in Austrian Economics de New York. Asimismo, es miembro de los Consejos Consultivos de la Fundación Federalismo y Libertad de Tucumán, del Club de la Libertad en Corrientes y de la Fundación Libre de Córdoba. Difunde sus ideas en Twitter: @ABENEGASLYNCH_h

 

EL JESUITA JUAN DE MARIANA Y LA ACTUALIDAD

Por Alberto Benegas Lynch (h)

 

Hace tiempo, llegó a mis manos una obra notable: The School of Salamanca de Marjorie Grice-Hutchinson que me las recomendaron tanto Murray Rothbard como Friedrich Hayek quienes por otra parte habían escrito sobre esa muy fértil corriente de pensamiento del siglo xvi. Recuerdo que de esa obra exploré especialmente al Padre Luis de Molina.

 

Por el antedicho motivo me enfrasqué también en otro libro que aludía a la influencia bienhechora en el pensamiento liberal titulado Islam and the Discovery of Freedom de Rose Wilder Lane, obras ambas que me hicieron ver las extraordinarias contribuciones de los musulmanes y los católicos que junto con algunos puritanos de la Escuela Escocesa y las enseñanzas de quienes originalmente provenían del judaísmo como los propios Rothbard y Hayek a los que naturalmente deben agregarse Ludwig von Mises, Milton Friedman, Karl Popper y el judío practicante Israel Kirzner, juntos todos decimos han contribuido decisivamente al espíritu liberal. Y no es desde luego que esta tradición de pensamiento tenga que ver con la religión que más bien adhiere a “la doctrina de la muralla” estadounidense en cuanto a separar tajantemente el poder político de la religión. Es que luego de tantas matanzas, persecuciones y torturas por motivos religiosos, son en verdad paradójicas estas confluencias de religiones distintas.

 

En cualquier caso, en esta oportunidad me detengo en una de las figuras de mayor relieve de la Escuela de Salamanca o Escolástica Tardía: Juan de Mariana a quien indagué especialmente como consecuencia de que en 2017 recibí el Premio Juan de Mariana en Madrid invitado por el presidente del Instituto Juan de Mariana, Gabriel Calzada de quien precisamente leí y me documenté sobre este personaje en un ensayo que publicó en la colección Facetas liberales que coedité con el entonces Rector de la Universidad Francisco Marroquín, Giancarlo Ibárgüen, en homenaje al fundador de esa casa de estudios, Manuel Ayau.

 

Juan de Mariana (1536-1624) estudió en la Compañía de Jesús junto al antes mencionado Luis de Molina, se doctoró en París donde enseñó en la Sorbona, en Italia y en España y antes estudió y se licenció en teología en la Universidad de Alcalá de Henares. Publicó múltiples trabajos muchos de los cuales fueron condenados y hasta quemados por algunos de sus propios colegas y miembros del poder político. Su obra más conocida y apreciada fue su monumental Historia general de España y añadió escritos de gran valía y difusión sobre moneda, impuestos, teoría política, una detallada teoría de los precios y un magnífico adelanto a la Ley de Say. Se opuso con especial énfasis a todo autoritarismo, incluso llegó a patrocinar el tiranicidio en línea con lo establecido por el Obispo John of Salisbury (1120-1180) en su Policracticus donde escribe que “quien usurpa la espada merece morir por la espada”.

 

En general la Escuela de Salamanca se basa en Aristóteles y Sto Tomás de Aquino y redirecciona el énfasis en los marcos institucionales compatibles con la libertad de mercados, subrayaron la trascendencia de la propiedad privada, ridiculizaron las críticas a la denominada usura, combatieron la inflación, desarrollaron una incipiente teoría subjetiva del valor, elaboraron interesantes y bien documentos estudios sobre la ética de los negocios, fulminaron todo intento de controlar los precios por parte de gobiernos y publicaron enjundiosos tratados sobre el derecho natural.

 

Es del caso enfatizar que como Aristóteles fue introducido en Europa por vías judías y musulmanas, los prejuicios, sectarismos y oscurantismos de la Iglesia católica de entonces prohibió su lectura (en 1210 en la Universidad de Paris) y es del caso subrayar que también Santo Tomás de Aquino fue objeto de condena  post mortem de cuarenta tesis, impulsada por el Papa Juan XXI y ejecutadas  por el  Obispo Étienne Tempier, Canciller de la Universidad de Paris. Aquino fue defendido por su profesor San Alberto Magno (que sobrevivió a su discípulo), de quien el Papa Benedicto XVI en Audiencia General el 24 de marzo de 2010 expresó que “uno de los más grandes de la teología medieval es san Alberto Magno. El título de grande (magnus) con el que pasó a la historia indica la vastedad y la profundidad de su doctrina que unió a la santidad de su vida.”

 

Comento  ahora el aludido ensayo de Gabriel Calzada publicado en la colección de marras, me detengo en este trabajo debido a su versación  en la materia que sin bien está centrado en uno de los aspectos de los que se ocupó el doctor Mariana, ilustra maravillosamente las ideas de este esclarecido sacerdote. El ensayo en cuestión se titula  “Solo ante la inflación: Juan de Mariana y su lucha contra los desmanes monetarios”.

 

Manos a la obra entonces. Comienza el escrito Calzada narrando la detención de Mariana en la Compañía de Jesús en Toledo, el 8 de septiembre de 1609, por orden del obispo de Canarias, Francisco de Sosa “a quien el rey había propuesto como juez de la causa contra el incómodo pensador”. Antes de eso la Inquisición lo había conducido a una celda para declarar ante los inquisidores por su último libro.

 

Calzada destaca tres de los libros de Mariana que han tenido una influencia decisiva en amplios círculos: uno sobre los fundamentos de los derechos individuales y los necesarios límites al poder –De rege et regis institutione- y los otros dos sobre moneda –De ponderibus et mensuris y De monetae mutatione– los cuales le trajeron una serie de condenas por parte de algunos de los representantes de su Iglesia y por parte del poder político en ese momento a cargo del príncipe heredero Felipe III, en realidad en manos del Duque de Lerma, Francisco de Sandoval y Rojas quien había dispuesto la disminución del contenido de plata de la moneda pero resellada con el mismo valor nominal como si no hubiera habido esa reducción, lo cual naturalmente produjo grandes distorsiones monetarias que Mariana develó ante la opinión pública, situación que “desató la furia real contra su persona” .

 

A esta altura es del caso reproducir parte de las citas que consigna Calzada de la mencionada obra de Mariana sobre moneda: “Algunos hombres astutos e ingeniosos para atender a las necesidades que continuamente abruman a un imperio, sobre todo cuando es de gran extensión, idearon como un medio útil para superar las dificultades sustraer a la moneda alguna parte de su peso […] ¿Quién habrá que tenga un ingenio tan corrompido que no apruebe la bendición del Estado? […] el príncipe no tiene derecho alguno sobre la propiedad de los bienes muebles e inmuebles de los súbditos” y sostiene que los que afirman lo contrario “son charlatanes y aduladores, que tanto abundan en los palacios de los príncipes”.

 

De ese mismo libro Calzada se detiene a mostrar los rigurosos conocimientos de Mariana en temas monetarios al explicar meticulosamente las consecuencias de la manipulación monetaria por parte de los gobiernos, las enormes dificultades que crea en el comercio al afectar el poder adquisitivo de todos y se anticipa a lo que luego se conocería como la Ley de Gresham, en cuyo contexto describe la subjetividad del valor que mucho después sería desarrollada in extenso por Carl Menger en el origen de la Escuela Austríaca. En resumen, Mariana escribe que su objetivo es “amonestar a los príncipes” por el avasallamiento de los derechos de las personas.

 

Calzada nos dice en su ensayo que “lo primero que debe hacer, según Mariana, el monarca y quienes gobiernan es reducir el gasto, en lugar de centrarse en elevar los ingresos, como forma de solucionar los desfases financieros. La segunda recomendación es reducir los subsidios, las retribuciones, la pensiones y los premios”.

 

Hacia el final de su muy documentado ensayo, Gabriel Calzada retoma lo dicho en el comienzo respecto a la detención de Mariana ese fatídico 8 de septiembre de 1609 a los 73 años de edad luego de décadas de estudio, investigación y enseñanza y dice que el estudioso allí aprendió “una de las lecciones más amargas de su vida: si uno está dispuesto a plantarle cara al poder político, en defensa de las libertades individuales y de la propiedad privada, debe contar con la posibilidad de ser abandonado por sus amigos y hasta por las instituciones a las que ha servido toda la vida. Ese fue, por ejemplo, el caso de la Compañía de Jesús a la que Mariana había dedicado, con talento y entrega los últimos 55 años de su vida”.

 

El proceso de condena se llevó a cabo en Madrid bajo la acusación de fiscales respecto de trece cargos cuyo eje central era “negar el derecho del rey a cambiar la moneda”. El Padre Mariana se ocupó personalmente de su propia defensa con argumentos extensos y bien fundados, frente a lo cual la fiscalía agregó nuevas imputaciones referidas a la insolencia de Mariana con el poder y sus superiores. La monarquía intentó una condena por “lesa majestad” y “ordenó a sus embajadores que compraran y se hicieran de todos los ejemplares posibles del libro para quemarlos” pero finalmente tuvieron que liberarlo a Mariana puesto que las documentaciones en su contra se fueron diluyendo junto con las apoyos para mantenerlo en custodia. Con la angustia a cuestas por lo sufrido en soledad, volvió a Toledo sin que escribiera nada más sobre los asuntos que lo habían desvelado respecto a los abusos del poder.

 

Ahora a casi cuatro siglos de la muerte de Juan de Mariana se hace necesario volver sobre sus pasos y considerar los temas que con tanta dedicación estudió en el contexto de una vida espiritual consubstanciada con valores éticos centrales tan necesarios en nuestro mundo moderno, al efecto de nosotros sacar partida de sus enseñanzas. En parte de sus desvelos, es increíble que después de tanto tiempo estemos hoy embretados en problemas parecidos de abuso de poder, no solo en materia monetaria donde la banca central se ha convertido en la vaca sagrada de nuestra época sin percatarse que cualquiera sea el camino que decida emprender estará distorsionando los precios relativos, sea al expandir, contraer o dejar inalterada la base monetaria. No solo se permite la manipulación monetaria por parte de los gobiernos para financiar sus desmanes en perjuicio de la población, sino que se aplauden otros atropellos a las autonomías individuales paradójicamente en nombre de una democracia que ha sustituido su esencia del respeto a las minorías por las mayorías para sustituirla por un mero número, con lo que, a contracorriente de lo sustentado por los Giovanni Sartori contemporáneos, se hacer realidad lo pronosticado por Juan González Calderón en cuanto a que tienen vigencia dos ecuaciones falsas: 50% más 1%=100% y 50% menos 1%=0%.

 

Respecto a ciertos desvíos de la Iglesia católica de su misión pastoral, cierro al recordar un par de ejemplos truculentos de otros tiempos, además de los apuntados sobre las condenas a la línea aristotélica-tomista y a los hechos bochornosos por los que ha pedido perdón en nombre de la Iglesia el admirable Papa Juan Pablo II. En primer lugar, la Carta Pastoral de los Obispos de la Iglesia Católica Alemana reproducida en The New York Times el 24 de septiembre de 1939: “En esta hora decisiva exhortamos a nuestros soldados católicos a obedecer al Führer y a estar preparado para sacrificar su individualidad. Apelamos a que se unan a nuestros rezos para que la Divina Providencia conduzca esta guerra al éxito”. En segundo término, la desfachatada declaración de los editores de la revista jesuita Mensaje a raíz del triunfo electoral del marxista Salvador Allende (No. 194, noviembre de 1970): “Mientras el gobierno de la Unidad Popular avanza hacia el Hombre Nuevo, un cristiano no puede sino avanzar a su lado”. Entre otras cosas, esto va para algunos católicos insoportables por su arrogancia, soberbia y petulancia que aun en pleno sigo XXI se entretienen con críticas inauditas a judíos y musulmanes, a pesar de la promoción del ecumenismo entre las tres religiones monoteístas implantada a los cuatro vientos por el antes mencionado Juan Pablo II y continuada por sus sucesores.

 

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. en Ciencias de Dirección. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, fue profesor y primer rector de ESEADE durante 23 años y luego de su renuncia fue distinguido por las nuevas autoridades Profesor Emérito y Doctor Honoris Causa. Es miembro del Comité Científico de Procesos de Mercado, Revista Europea de Economía Política (Madrid). Es Presidente de la Sección Ciencias Económicas de la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires, miembro del Instituto de Metodología de las Ciencias Sociales de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas, miembro del Consejo Consultivo del Institute of Economic Affairs de Londres, Académico Asociado de Cato Institute en Washington DC, miembro del Consejo Académico del Ludwig von Mises Institute en Auburn, miembro del Comité de Honor de la Fundación Bases de Rosario. Es Profesor Honorario de la Universidad del Aconcagua en Mendoza y de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas en Lima, Presidente del Consejo Académico de la Fundación Libertad y Progreso y miembro del Consejo Asesor de la revista Advances in Austrian Economics de New York. Asimismo, es miembro de los Consejos Consultivos de la Fundación Federalismo y Libertad de Tucumán, del Club de la Libertad en Corrientes y de la Fundación Libre de Córdoba.

¿Qué es la posmodernidad?

Por Alberto Benegas Lynch (h). Publicado el 4/5/18 en: https://www.infobae.com/opinion/2018/05/04/que-es-la-posmodernidad/

 

Nuevamente reiteramos de modo parcial lo que hemos consignado sobre la denominada posmodernidad que, al igual que la posverdad, se traducen en construcciones contrarias a la realidad de las cosas. La modernidad es heredera de una larga tradición cuyo comienzo puede situarse en la Grecia clásica, en donde comienza el azaroso proceso del logos, esto es, el inquirir el porqué de las cosas y proponerse la modificación de lo modificable en lugar de resignarse a aceptarlas sin cuestionamiento. Louis Rougier afirma que en esto precisamente consiste el mito de Prometeo, que expresa el intento de una ruptura con la superstición y que la «contribución de Grecia a la civilización occidental consistió en darle sentido a la palabra ‘razón’. En contraste al Oriente, que se sometía en silencio a los mandatos de los dioses y los dictados de los reyes, los griegos trataron de entender el mundo en el que vivían». Pero el modernismo propiamente dicho es renacentista, aunque pueden rastrearse rasgos más o menos marcados en algunos escolásticos y especialmente en la escolástica tardía de la escuela de Salamanca. En todo caso, el llamado modernismo hace eclosión en la Revolución francesa, antes de sumergirse en la contrarrevolución de los jacobinos, el terror y el racionalismo iluminista.

El posmodernismo, por su parte, irrumpe aparentemente a partir de la sublevación estudiantil de mayo de 1968 en París y encuentra sus raíces en autores como Friedrich Nietzsche y Martin Heidegger. Los posmodernistas acusan a sus oponentes de «logocentristas», rechazan la razón, son relativistas epistemológicos (lo cual incluye las variantes de relativismo cultural y ético) y adoptan una hermenéutica de características singulares, también relativista, que, por tanto, no hace lugar para interpretaciones más o menos ajustadas al texto. George B. Madison explica: «Una de las cosas que el posmodernismo subraya es que, de hecho, no hay tal cosa como el sentido propio de nada». El posmodernismo mantiene que todo significado es dialéctico. Esto, como queda dicho, en última instancia se aplica también al significado del propio posmodernismo. Por eso es que Denis Donoghue señala que a prácticamente todo estudiante de nuestra cultura se le requiere que, entre otras cosas, exponga su posición frente al posmodernismo, aunque en realidad signifique cualquier cosa que queramos que signifique.

Isaiah Berlin se refiere a algunos aspectos que resultan consustanciales con los del posmodernismo, aunque esta terminología no existía en esa época. Berlin se refiere a un punto de inflexión en la historia que se produce «hacia finales del siglo XVIII, principalmente en Alemania; y aunque es generalmente conocido bajo el nombre de ‘romanticismo’, su significado e importancia no han sido completamente apreciados incluso hoy día». Afirma que se trata de «una inversión de la idea de verdad como correspondencia». Dice Berlin que para el romanticismo solo el grupo existe y no el individuo, lo cual «lleva en su forma socializada la idea de autarquía —la sociedad cerrada, planificada centralmente de Fichte y de Friedrich List y de muchos socialistas— que los aísla de la interferencia exterior para poder ser independientes y expresar su propia personalidad interna sin interferencia de otros hombres». Insiste Berlin que este modo de ver las cosas significa una «inversión de valores […] Es en este tiempo cuando la propia palabra ‘realismo’ se vuelve peyorativo».

Asimismo, Berlin sostiene: «Una actitud de este tipo es la que ha revivido en épocas modernas en forma de existencialismo […] Pues las cosas no tienen, en este sentido, naturaleza alguna; sus propiedades no tienen relación lógica o espiritual con los objetos o la acción humana». Y concluye: «Ningún movimiento en la opinión humana ha tenido una envergadura y efecto similares. Todavía aguarda a sus historiadores […] Esto, por sí solo, me parece razón suficiente para prestar atención a ese extraordinario, y a veces siniestro, fenómeno», todo lo cual es aplicable a lo que hoy se denomina posmodernismo.

Cuando se alude a la razón, debe, en primer lugar, precisarse qué se quiere decir con la expresión racionalismo. Hay dos vertientes muy distintas y opuestas en esta materia. Por un lado, el racionalismo crítico, para recurrir a una expresión acuñada por Karl Popper, y, por otro, el racionalismo constructivista, término que adopta Friedrich Hayek. En el primer caso, se hace referencia al papel razonable de la razón como herramienta para hilar proposiciones en la argumentación según las reglas de la lógica, en el afán de buscar el mayor rigor posible para incorporar dosis crecientes de verdades ontológicas. En el mar de ignorancia en que nos debatimos, de lo que se trata es de que, a través de debates abiertos entre teorías rivales, resulte posible incorporar fragmentos de tierra fértil en que sostenernos, con base en corroboraciones provisorias pero siempre sujetas a posibles refutaciones. La conciencia de las limitaciones de la razón y el escribir esta expresión con minúscula, desde luego que no significa tirar por la borda el instrumento fundamental de que disponemos para entendernos a nosotros mismos e intentar el entendimiento del mundo que nos rodea. De la falibilidad no se sigue el escepticismo, que, por otra parte, en contradicción con sus propios postulados, pretende afirmar como verdad que le está vedado a la mente la posibilidad de captar verdades.

La ingeniería social y la planificación de vidas y recursos ajenos provienen de la arrogancia del racionalismo constructivista o del iluminismo, que no considera que la razón tenga límites y que todo lo puede abarcar. Hayek atribuye la inspiración al espíritu totalitario y el inicio de esta vertiente a autores como Francis Bacon y Thomas Hobbes, incluso en René Descartes, con su referencia al «legislador sabio», para no decir nada de Platón con su «filósofo rey». A su vez, José Ortega y Gasset, también en su crítica al racionalismo de este tipo (que distingue de lo que denomina la «razón vital»). Sin duda que resulta natural que a Hayek le parezca inaceptable el racionalismo constructivista, especialmente si se declara heredero de Bernard Mandeville, David Hume, Carl Menger y de Adam Ferguson, de quien ha tomado la diferencia central entre acción humana y designio humano.

Es conveniente, sin embargo, aclarar que las limitaciones de la razón no significan que en el ser humano, el animal racional, puedan tener lugar acciones irracionales. Ludwig von Mises explica este punto cuando sostiene que frecuentemente se utiliza el término «irracionalidad» para aplicarlo a acciones equivocadas en lo que se refiere a la utilización de ciertos medios y métodos con la intención de lograr específicos fines. Afirma: «Las prácticas de la magia hoy se califican de irracionales. No eran adecuadas para lograr las metas apetecidas. Sin embargo, las personas que recurrían a ellas creían que eran las técnicas correctas, del mismo modo que, hasta mediados del siglo pasado [XIX], los médicos creían que la afluencia de sangre curaba varias enfermedades. […]. Resulta confusa la calificación de las acciones de otros como irracionales para aludir a personas cuyos conocimientos están menos perfeccionados respecto de quien hace la descripción». Esta confusa terminología nos convertiría a todos en irracionales, dado que el conocimiento siempre será incompleto e imperfecto.

Distinta es la afirmación que indica que se está usando mal la razón en el sentido de que no se siguen las reglas de la lógica, para lo cual es mejor recurrir a la expresión «ilógico» o, en su caso, que no se la está utilizando con propiedad para apuntar a la verdad ontológica al efecto de señalar la falsedad de una proposición, o cuando las conductas se estiman reprobables, pero, cualquiera sea la situación, el término «irracional» no ayuda a clarificar el problema.

Aunque no resulte novedoso, conviene recordar lo que se conoce desde el siglo VII a.C. como «la trampa de Epiménides», a saber, que dado que el relativista sostiene que todo es relativo, esa aseveración también se transforma en relativa y, por ende, se convierte en una postura autodestructiva. Si el relativista afirmara que todo es relativo menos esta aseveración, habría que señalar que, para fundamentar la razón de esta excepción, debe contarse con un criterio de verdad, lo cual, a su turno, pone de relieve la necesidad de sustentarse en juicios que mantengan correspondencia con el objeto juzgado. Por otra parte, deberían explicar también por qué no recurren a criterios de verdad para todo lo demás que quedaría excluido del conocimiento. A su vez, cualquier afirmación que se haga en dirección a explicar por qué el criterio de verdad puede ser solamente utilizado para revelar las razones por las que «todo es relativo» y excluir este criterio todo lo demás, se daría como otro criterio de verdad.

Para incorporar conocimientos se debe recurrir al rigor lógico (a la lógica formal) para que tenga validez el razonamiento, esto es, la verificación de los silogismos, lo cual implica que la concatenación de las proposiciones sea consistente y, al mismo tiempo, recurrir a los procedimientos de la lógica material para que las proposiciones resulten verdaderas (los argumentos son válidos o inválidos, solo las proposiciones resultan verdaderas o falsas). El relativista posmoderno puede sustituir la expresión «verdad» por «conveniencia o inconveniencia circunstancial», pero solo recurriendo a las ideas de verdad o falsedad es que se puede explicar el porqué de la referida «conveniencia».

Malcolm W. Browne da cuenta de una reunión en la New York Academy of Sciences que congregó a más de doscientos científicos de las ciencias sociales y de las ciencias naturales de diferentes partes del mundo, que, alarmados, contraargumentaron la «crítica ‘posmoderna’ a la ciencia que sostiene que la verdad depende del punto de vista de cada uno». Para recurrir a un ejemplo un tanto pedestre, a un tigre hambriento se lo podrá interpretar como una rosa, pero quien ensaye el acercarse a oler la rosa (en verdad al tigre) difícilmente podrá escapar de las fauces del felino. Semejante experimento pondrá en evidencia que, sencillamente, un tigre es un tigre y una rosa es una rosa. Claro que, como dice Mariano Artigas: «La verdad de un enunciado no implica una semejanza material entre el enunciado y la realidad, puesto que los enunciados se componen de signos, y la realidad está compuesta por entidades, propiedades y procesos. La verdad existe cuando lo que afirmamos corresponde a la realidad, pero esa correspondencia debe valorarse teniendo en cuenta el significado de los signos lingüísticos que utilizamos».

El lenguaje, un instrumento esencial para pensar y trasmitir pensamientos, es el resultado de un orden espontáneo, no es el resultado de ningún diseño, se trata de un proceso evolutivo. Los diccionarios son libros de historia, son un ex post facto. Cuando se ha diseñado una lengua como el esperanto, no ha servido a sus propósitos. La lengua integra un proceso ininterrumpido de convenciones, pero de allí no se sigue que se pueda interpretar de cualquier modo una palabra, lo cual imposibilitaría la comunicación y significaría la destrucción del lenguaje. No se trata entonces de interpretaciones frívolas según la moda del momento. De la antes mencionada convención no se sigue que pueda impunemente desarticularse o disociarse la definición de una palabra con su correspondencia con la realidad sin caer en el sinsentido. He aquí el meollo del posmodernismo.

 

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. en Ciencias de Dirección. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, fue profesor y primer rector de ESEADE durante 23 años y luego de su renuncia fue distinguido por las nuevas autoridades Profesor Emérito y Doctor Honoris Causa.

SIR JOHN COWPERTHWAITE, CUANDO LA MORAL CREA UNA POTENCIA

Por Alejandro A. Tagliavini. Publicado  en: http://www.elefete.com/sir-john-cowperthwaite-cuando-la-moral-crea-una-potencia-2/

 

Aunque no es perfecto, el nuevo libro de Neil Monnery, “Arquitecto de la prosperidad: el Señor John Cowperthwaite y la realización de Hong Kong” debería ser leído por todos los dirigentes, no solo políticos, sino empresarios, editores y todos aquellos que tengan que ver, directa o indirectamente, con el desarrollo macroeconómico de un país.

Es un relato fascinante -desprovisto de intencionalidad política- acerca del auge de Hong Kong como una de las principales potencias económicas a nivel global. Pero entremos en tema.

Lo cierto es que la economía probablemente nunca pretendió ser una ciencia -solo una profesión, como la ingeniería- y nunca debió intentar serlo. Adam Smith, lo mismo que los escolásticos españoles de la escuela de Salamanca, que describieron inicialmente con brillantez al mercado, eran solo moralistas. Siendo que la moral es el estudio de la naturaleza humana y, por ende, del comportamiento que el hombre debe tener para adecuarse eficientemente al ordenamiento natural del cosmos.

Por eso dice Adam Smith que “Poco más se requiere para llevar a un Estado al nivel más alto de opulencia… que la paz, impuestos sencillos, y una administración tolerable de la justicia; todo lo demás siendo el resultado del curso natural de las cosas. Todos los gobiernos que obstaculizan este curso natural, que obligan a las cosas hacia otro canal… son antinaturales, y para respaldarse a sí mismos se ven obligados a ser opresivos y tiránicos”.

Hong Kong, el territorio que el Visconde Palmerston, entonces Secretario de Relaciones Exteriores del Gran Bretaña, describió como “una isla infértil con difícilmente una casa en ella”, era muy pobre. Terminada la Segunda Guerra Mundial y la ocupación japonesa, su PIB per cápita llegaba a un tercio del de Inglaterra pero, para cuando se traspasó la soberanía a la China comunista, era 10% superior. Increíblemente, el Partido Comunista Chino (PCCh) ha respetado el libre mercado existente en la isla y el resultado ha sido que, en 2015, su PIB per cápita fue 40% superior al de los británicos

Fue John Cowperthwaite, hombre de grandes convicciones morales -sin las ambiciones típicas de los políticos- y admirador de Adam Smith, el que sentó las bases de este “milagro”. Monnery, en su libro, asegura que Cowperthwaite no fue el primer defensor de un gobierno limitado que supervisó la economía y las finanzas de la colonia, pero sí fue el primero que lo hizo por razones intelectuales y no puramente pragmáticas, como las de los secretarios financieros Geoffrey Fellows (1945-1951) y Arthur Clarke (1951-1961), que establecieron un régimen de impuestos bajos y de flujos libres de productos y capitales.

A esos fundamentos, Cowperthwaite (1961-1971) agregó no solamente el vigor de sus convicciones, sino también un sucesor elegido a dedo, Philip Haddon-Cave (1971-1981). Y deliberadamente se negó a recoger estadísticas económicas para evitar la intromisión de los funcionarios en la economía, es decir, para evitar a quienes creían que la economía era una ciencia que el hombre podía manejar con su razón -en base a matrices econométricas- y no solo el desarrollo espontaneo del mercado.

Para cuando Haddon-Cave se fue, el éxito del experimento de Hong Kong era tan evidente que hasta el PCCh se comprometió con gusto a mantener su estatus a pesar de que contradecía completamente a su fundación ideológica.

Cowperthwaite, fue el hombre correcto en el momento preciso: en la década de 1960, cuando el socialismo estaba en su ascenso, fue capaz de articular las razones para mantenerse en el mismo camino. Ante los políticos que opinaban que debía planificar su futuro económico, expresó su “profunda aversión y desconfianza a cualquier cosa de este tipo en Hong Kong…  una multiplicidad de decisiones individuales por parte de empresarios… producirá un mejor y más sabio resultado que una sola decisión por parte de un gobierno, o de una junta, con su conocimiento inevitablemente limitado acerca del sinnúmero de factores involucrados, y con su inflexibilidad… “

Coincidiendo con lo expuesto en “El uso del conocimiento en la sociedad” (1945) de Friedrich Hayek, que asegura que la asignación de “los recursos limitados requiere del conocimiento disperso entre muchas personas, sin que individuo o grupo alguno de expertos sea capaz de adquirirlo todo” y a diferencia de muchos tomadores de decisiones alrededor del mundo, quienes sucumbieron ante la “planificación central” del socialismo. Y Sir John remató parafraseando la famosa “mano invisible” de Smith: “es mejor camino depender de la ‘mano escondida’ del siglo diecinueve que lanzarle los torpes dedos burócratas… En particular, no podemos dañar… la libertad de la empresa competitiva”.

 

Alejandro A. Tagliavini es ingeniero graduado de la Universidad de Buenos Aires. Ex Miembro del Consejo Asesor del Center on Global Prosperity, de Oakland, California y fue miembro del Departamento de Política Económica de ESEADE.

Los pioneros españoles del mercado libre

Por Alejandro Chafuen: Publicado el 9/1/17 en: http://www.redfloridablanca.es/los-pioneros-espanoles-del-mercado-libre-alejandro-chafuen/

 

Marjorie Grice-Hutchinson (1908-2003) desempeñó un importante papel poniendo de relieve las contribuciones que a la ciencia económica hicieron los escolásticos españoles del bajo medievo, en particular los pertenecientes a la “Escuela de Salamanca”. En su obra Early Economic Thought in Spain, 1177-1740, que se publicó por primera vez en 1978 y que acaba de ser elegantemente reeditada por el Liberty Fund, Grice-Hutchinson ahonda además en las ideas y los escritores que precedieron y sucedieron a los escolásticos salmantinos. Esta nueva edición de Early Economic Thought ofrecería una buena oportunidad para considerar una reedición de la obra en español, que data de 1982.

Grice-Hutchinson estudió en el King’s College, concretamente en Birkbeck College, y después en la London School of Economics, donde investigó bajo la dirección de F.A. Hayek, uno de los profesores que más influencia tuvieron sobre ella. Se trasladó a Málaga en 1951 después de haberse casado con el Barón alemán Ulrich von Schlippenbach, en lo que fue un retorno a la España en la que había vivido durante su juventud con sus padres.

Por su empeño en resaltar el papel de los economistas españoles en la historia, recibió una serie de importante reconocimientos en España, como los doctorados honoris causa por las universidades de Málaga y Complutense de Madrid. La Sociedad Mont Pèlerin, que Hayek fundó en 1947, rindió tributo a su labor en dos ocasiones: en 1979, durante una reunión en Madrid que también incluyó una sesión en Salamanca, y en 1997, durante la reunión en Barcelona.

Su primer libro sobre economistas españoles, The School of Salamanca: Readings in Spanish Monetary Theory 1544-1605, que fue publicado en 1952, cubría las teorías monetarias de algunos de los autores de la Escuela de Salamanca. El renombrado Joseph Schumpeter había publicado tan solo dos años antes su History of Economic Analysis, obra en la que, a lo largo de casi 70 páginas dedicadas a analizar a los “Doctores escolásticos y filósofos del Derecho Natural”, había puesto de manifiesto el valor que otorgaba a las aportaciones de los “economistas” españoles. Los escolásticos españoles tardíos merecían los halagos que Schumpeter les dedicó, pero las investigaciones de Grice-Hutchinson bebieron de otras fuentes.

Algunos otorgan a Grice-Hutchinson el mérito de haber popularizado el término “Escuela de Salamanca” en el campo económico (especialmente gracias al título de su primer libro). Francisco de Vitoria (c. 1483-1546), que es considerado el fundador de la Escuela, ya era famoso por sus contribuciones al Derecho internacional.

Grice-Hutchinson, en una nota a León Gómez Rivas -profesor español de historia del pensamiento y uno de los máximos conocedores de cómo los teólogos salmantinos influyeron en Hayek- escribió que Hayek “no conocía a los autores salmantinos hasta que yo le hablé de ellos alrededor de 1949 o 1950. Así que no fue por sugerencia suya que empecé a estudiarlos, sino por haber leído a Larráz. Estaba, no obstante, estudiando a Campomanes por aquella época, bajo la dirección de Hayek. ¡Cambiamos la dirección de nuestra investigación a medio camino!” José Larráz había escrito en 1943 un influyente libro sobre el mercantilismo titulado La época del mercantilismo en Castilla, que despertó la curiosidad de Grice-Hutchinson.

Hayek mencionó a algunos de los autores de la Escuela de Salamanca en sus obras, incluidos Luís de Molina (1535-1601), Juan de Lugo (1583-1660), Juan de Salas (1553-1612), y Leonardus Lessius (1554-1623). Este último era belga, no español pero también jesuita, como los anteriores, lo que quizás llevó a considerar que esta orden había sido el motor intelectual de los economistas salmantinos. Vitoria, el fundador de la Escuela, era dominico, una orden igualmente excelente y quizás aún más famosa que los Jesuitas, como también lo eran Domingo de Soto (1495-1560), Tomás de Mercado (c. 1530-c. 1575) y Domingo de Báñez (1527-1604). Martín de Azpilcueta (1493-1586), el famoso Doctor navarrus, pertenecía al canon regular de la Orden de San Agustín.

De acuerdo a la propia Grice-Hutchinson, su principal logro al estudiar a todos estos autores fue el haber dado a conocer en el mundo anglófono sus contribuciones económicas. En otra nota a Gómez Rivas escribió:

“Mi libro de 1952 incluye ocho páginas en materia de teoría cuantitativa [del dinero] y teoría p.p.a. [paridad de poder adquisitivo] de los tipos de cambio. A pesar de ello, mi gran amigo el padre Gómez Camacho, en su reciente libro Economía y Filosofía Moral (Ed. Síntesis, pp. 311-312), dice que sigo a P. Vilar (1969) y W. Weber (1959) al atribuir la “paternidad” de la teoría p.p.a. a la Escuela de Salamanca. Yerra, por lo tanto, en 17 y 7 años, respectivamente.”

“De hecho,” añade, “el origen de estas investigaciones se remonta más allá de Larráz. Solo me atribuyo el mérito de haber dado a conocer la Escuela de Salamanca a los historiadores anglófonos del pensamiento económico.”

El que Grice-Hutchinson pusiera en conocimiento de Hayek estos escritos no es una menudencia, especialmente si consideramos el papel central que Hayek jugó en el desarrollo del “free-market movement”. Murray N. Rothbard, otro popular autor de dicho movimiento, publicó un ensayo titulado “New Light in the Prehistory of the Austrian School,” en el que analizaba el libro de Grice-Hutchinson sobre la Escuela de Salamanca.

Early Economic Thought in Spain va, no obstante, más allá de la Escuela de Salamanca y de otros textos que promueven una sociedad libre. Hayek tiene el mérito de haber despertado el interés de Grice-Hutchinson en ciertos autores que le recomendó estudiar como Jerónimo de Uztáriz (1670-c.1732) y Bernardo de Ulloa (1682-1740). Hayek también la animó a ponerse en contacto con Earl J. Hamilton (1899-1989), que por aquel entonces estaba en la Universidad de Chicago. Los escritos de Hamilton sobre la economía de precios en España, como por ejemplo su obra American Treasure and the Price Revolution in Spain, 1501-1650, también orientaron su trabajo [1]. En dichos escritos, Hamilton mencionó alguno de los economistas españoles que luego estudiaría Grice-Hutchinson, incluyendo a Luís Saravia de la Calle y Tomás de Mercado, aunque no les dio excesiva importancia. A través de Hamilton, Grice-Hutchinson también supo de Pedro Rodríguez, Conde de Campomanes, quien, en su Discurso sobre la educación popular (1775), cita una lista aún más larga de autores de los siglos XVI y XVII que habían escrito sobre economía. El profesor Gómez Rivas señala que “aquí radicaría, con seguridad, el origen de una primera aproximación a los Arbitristas Españoles, que [Grice-Hutchinson] luego reorientaría hacia los escolásticos tardíos de Salamanca”. Sobre Campomanes, Schumpeter concluyó, “no carece de interés el comprobar cuan poco, o nada, estuvo dispuesto a aprender de la Riqueza de las Naciones”. [2]

El editor Julius Kirshner, en su introducción [3] al libro Business, Banking, and Economic Thought in Late Medieval and Early Modern Europe de Raymond De Roover (1904-1972), otro autor que estudió a los escolásticos tardíos, observó que “los lazos entre las doctrinas escolásticas y la teoría económica moderna fueron clara y brillantemente expuestos por Joseph Schumpeter en su monumental History of Economic Analysis, en la que intentó rescatar a los escolásticos de su exilio intelectual”. De acuerdo a Kirshner, “el trabajo de Schumpeter sobre los escolásticos es superior a cualquier otro”. Reconoció “la habilidad única [de De Roover] para ofrecer un contexto histórico concreto a este fascinante capítulo de la historia intelectual”. Yo, por mi parte, otorgo a la obra Early Economic Thought in Spain, de Grice-Hutchinson, un mérito similar al de De Roover pero en el campo de la historia del pensamiento económico.

Este libro está dividido en cuatro largos capítulos. El primero comienza con un completo análisis de los asuntos económicos sobre los que debatían los escolásticos y que luego fueron también asunto de interés –particularmente el tema de la usura- para los escolásticos españoles tardíos. Grice-Hutchinson acertadamente señala que la usura era definida como “cualquier interés, no importa cuán pequeño, que se cobra sobre un préstamo”. Describe cómo los seguidores de las tres mayores religiones veían la usura y algunas de las excepciones que se permitían. También es destacable su análisis sobre los orígenes del Estado de Derecho en España, especialmente a través del Fuero Juzgo, el código de leyes desarrollado en tiempos visigóticos a partir del liber iudiciorum y que perduró hasta el siglo XIII.

El segundo capítulo está dedicado a las ideas de Aristóteles y Platón, y termina con Averroes. Los asuntos que trata este capítulo son importantes para entender los textos de los economistas españoles. Pero el análisis histórico, aunque correcto, no tiene mucha originalidad.

El tercer capítulo, dedicado a la Escuela de Salamanca, comienza con un análisis de los textos económicos de ciertos precursores como San Alberto (c. 1200-1280), Santo Tomás de Aquino (1225-1274), Duns Scotus (c. 1266-1308), San Antonino de Florencia (1389-1459), San Bernardino de Siena (1380-1444), así como Silvestre de Priero (c. 1456-1523) y el Cardenal Tomás de Vio (1469-1523), más conocido como Cayetano.

A pesar de que la escuela de pensamiento que nació de la Universidad de Salamanca cuatro siglos después de su fundación, en 1130, trató muchos temas, incluyendo la propiedad privada, el comercio internacional, los impuestos y los salarios, Grice-Hutchinson se centra en el valor, los precios, el dinero y los intercambios. Describe la teoría del valor de los escolásticos españoles y sus elementos subjetivos. Así muestra cómo, a pesar de que estos pensadores reconocían el derecho de las autoridades a establecer un justo precio, para la mayoría de las transacciones consideraban que este debía ser el precio de mercado, determinado por la oferta y la demanda, de acuerdo a común estimación y sin fraude, monopolio o violencia.

Un precio podía ser justo si se llegaba a él a través de una estimación común o si así lo determinaban las autoridades. En el primer caso, en mercados dinámicos y en lo que hace a bienes que la mayor parte de las personas necesitan, el mercado, dentro de ciertos límites, era el que debía establecer los precios. En mercados no dinámicos, o cuando las autoridades fijasen el precio, el trabajo y los costes podían influenciar el proceso que determinaba la justicia de los precios. El precio de los bienes de lujo, no obstante, podía ser cualquiera que acordaran las partes.

Grice-Hutchinson escribe: “Cuanto más profundamente se sumerge el estudiante en los debates de los escolásticos sobre el “justo precio”, no solo es más fuerte la impresión de que los Doctores creían en el libre juego de las fuerzas del mercado como principal determinante del precio, sino que también se da cuenta de que ansiaban proteger, desde un punto de vista moral, esta doctrina del peligro que pudiera representar cualquier ataque”. Y concluye que, “en su doctrina del justo precio consolidaron y popularizaron los avances de sus predecesores, pusieron a prueba teorías aceptadas frente a eventos contemporáneos, y transmitieron a los economistas que les sucedieron una más completa y mejor elaborada teoría del valor”.

El tercer capítulo también incluye un certero análisis de la opinión de los escolásticos de Salamanca sobre el incremento en los niveles de precios y el hecho de que fueran principalmente un fenómeno monetario. Grice-Hutchinson menciona algunos autores que contribuyeron al desarrollo de la teoría cuantitativa del dinero, reconociendo especialmente el trabajo de Azpilcueta. Después del análisis de los textos económicos fundamentales de los teólogos y juristas españoles, concluye con una descripción de cómo las opiniones de estos autores influyeron en el pensamiento económico de Bélgica, Italia, Francia, Alemania, Inglaterra, Escocia y otros países. De especial relevancia son las dos páginas dedicadas a la influencia que Salamanca tuvo en el filósofo irlandés-escocés Frances Hutcheson (1694-1746).

El capítulo final dedicado a los “economistas políticos” describe libros de autores conectados con Salamanca, como el de Domingo de Soto sobre cómo ayudar a los pobres, y el de Juan de Mariana contra la devaluación monetaria. Este último, publicado en 1609, describe los múltiples y perjudiciales efectos de reducir el valor del dinero añadiendo cobre a las monedas. Mariana veía estas acciones como violaciones de los derechos de propiedad y descubrió que era el copioso gasto de los gobiernos lo que llevaba a estas contraproducentes prácticas.

Algunos españoles analizados hacia el final del libro encajan en la categoría “mercantilista” –es decir, que eran autores que tenían por objetivo la autarquía y veían las importaciones como un lastre para la economía-. Grice-Hutchinson también da múltiples ejemplos de propuestas políticas que, con el fin de promover ciertos objetivos económicos, ofrecen diversos esquemas intervencionistas, incluyendo subsidios y medidas redistributivas.

Dedica las cinco últimas páginas a Miguel Álvarez Osorio, el cual compilaba datos comerciales que después extrapolaba para llegar a ciertas conclusiones. Osorio no dedicó mucho tiempo a desarrollar teorías. Al centrarse en los datos, sus conclusiones pueden ser refutadas. Es por ello que Grice-Hutchinson, siguiendo a Karl Popper (1902-1994), concluye: “en este sentido el trabajo de Osorio es completamente científico”. Para Popper, una afirmación que no es falsable (refutable) no es científica. De todos los autores que describe Grice-Hutchinson, Osorio es el que aboga por una mayor planificación central.

Otro autor que recibe una atención parecida es Jerónimo de Ustáriz (1670-1732), el principal autor “mercantilista” de su tiempo. Siguiendo a Ustáriz, el mercado interno y la producción deberían estar sometidos a una carga impositiva baja y disfrutar de libertad para comerciar; pero en relación al mercado externo, Ustáriz abogaba por restringir las importaciones. Grice-Hutchinson señala que ciertos argumentos usados por Ustáriz y los mercantilistas para analizar el mercado interno, como por ejemplo los perjudiciales efectos de las regulaciones restrictivas y las barreras internas al comercio, facilitarían el camino a los argumentos y políticas posteriores a favor de la liberalización económica.

Ustáriz, como Osorio, se centraba más en los datos que en especulaciones teóricas. Al haber viajado a los grandes centros de negocios y comerciales de su tiempo, había adquirido un conocimiento considerable de las prácticas comerciales y se convirtió en uno de los más reputados españoles en la historia del pensamiento económico. Miguel de Zavala, otro de los autores mencionados en el libro, describe de manera acertada el impacto negativo de la fijación de precios, pero como tantos otros autores de su tiempo, miraba con recelo las importaciones.

La nueva edición de Early Economic Thought in Spain está dedicada a la memoria de uno de los miembros del consejo directivo del Liberty Fund, Leonard P. Liggio (1933-2014). Liggio estudió y admiró el legado hispánico. Creía que, a pesar de que la tradición hispánica liberal fue una realidad, en muchos lugares, como en Latinoamérica, fue abandonada. Esta tradición liberal es más coherente con las tesis de la Escuela de Salamanca que con la tradición posterior, más mercantilista. A juzgar por lo que hoy entendemos sobre los procesos del libre mercado, la mayoría de autores, incluso los de Salamanca, cometieron errores teóricos. Pero también los cometieron Adam Smith y posteriores autores. Aquellos que han despreciado el estudio del pensamiento económico anterior a Smith, tienen la oportunidad de redimirse leyendo esta breve pero excepcional (y, como es habitual, bellamente editada) obra que el Liberty Fund ha publicado.

 

Alejandro A. Chafuén es Dr. En Economía por el International College de California. Licenciado en Economía, (UCA), es miembro del comité de consejeros para The Center for Vision & Values, fideicomisario del Grove City College, y presidente de la Atlas Economic Research Foundation. Se ha desempeñado como fideicomisario del Fraser Institute desde 1991. Fue profesor de ESEADE.

¿En qué medida son las instituciones el fruto de la ‘evolución espontánea’? Y la mano del legislador? (I)

Por Martín Krause. Publicado el 20/11/15 en: http://bazar.ufm.edu/en-que-medida-son-las-instituciones-el-fruto-de-la-evolucion-espontanea-y-la-mano-del-legislador-i/

 

Del libro “El Foro y el Bazar”

¿En qué medida son las instituciones el fruto de la “evolución espontánea”? ¿Acaso no hace falta una “mano visible” del político, del legislador, para modificar las instituciones? Es decir, el concepto de “espontáneo” puede a veces interpretarse como algo “que sucede” sin que nadie haga necesariamente nada. Por supuesto que esto no es así, la evolución espontánea, en palabras de Adam Ferguson es el resultado de la “acción humana, no del designio humano”. En otras palabras, el resultado no esperado o buscado de las acciones humanas. Por ejemplo, cuando nuestros ancestros comenzaron a utilizar ciertos bienes como medios de intercambio, no tenían idea que estuvieran creando la “moneda”, pero el resultado de sus acciones fue precisamente eso. Los primeros hombres de negocios que se asociaron y generaron los primeros acuerdos y contratos que dieron origen a las “sociedades comerciales” simplemente querían resolver los temas vinculados con su negocio en particular y no se planteaban generar una nueva figura jurídica que hoy se encuentra por millones en todo el planeta.

La idea del orden espontaneo que emerge como resultado de las acciones voluntarias de los individuos y no de las decisiones de un gobierno es clave en la economía y fue desarrollada principalmente por quienes fueron también precursores de esta ciencia. Esta visión fue luego abandonada en las ciencias sociales debido al predominio del constructivismo positivista del siglo XIX con una confianza ciega en la razón y en la capacidad del hombre de generar el tipo de sociedad perfecta, o el tipo de política económica perfecta. Esto resulto especialmente dañino en el ámbito de la economía donde los intentos de dirigir y planificar los mercados fracasaron repetidamente. La concepción evolutiva, sin embargo, se traslado a las ciencias naturales y floreció a partir de los aportes de Charles Darwin.

La teoría de los órdenes espontáneos se ocupa de analizar aquellas regularidades que encontramos en la sociedad que no se originan en acciones deliberadas ni son fenómenos naturales que suceden independientemente de las acciones humanas. Estos patrones de conducta originan órdenes que parecieran ser el resultado de alguna “mano visible” pero son en verdad la consecuencia no buscada, son procesos de tipo “mano invisible”.

Si bien algunos autores mencionan antecedentes de esta visión en los escolásticos de la Escuela de Salamanca, es Bernard de Mandeville (1670-1733) el que más impacto tuviera en los principales autores del “iluminismo escocés”. En su libro “La Fabula de las Abejas: o Vicios Privados, Beneficios Públicos” presento una osada idea para ese entonces demostrando los beneficios sociales que se obtenían de las motivaciones interesadas y la preferencia por ciertos “vicios” tales como el lujo, el pecado, la corrupción. Aunque presentada en forma agresiva, y aunque le discutieran porque tenía que considerarse un vicio cualquier consumo por encima de las necesidades más básicas de alimento, vivienda o abrigo, la importancia del argumento presentado por Mandeville era que presentaba a las pasiones del ser humano como no dañinas y que un orden podía existir sin la necesidad de reprimir los instintos humanos más básicos. Un orden era posible con las limitaciones de los seres humanos reales, sin necesidad de que todos llegaran a actuar desinteresadamente.

Precisamente, en la famosa frase de la “mano invisible” de Adam Smith hace referencia a eso, a que los individuos persiguen su propio interés y al hacerlo terminan contribuyendo al bienestar común, aun mas que si se hubieran puesto a este como propósito. No es de extrañar que Hume, siendo tan escéptico respecto a los fundamentos del conocimiento humano y la posibilidad de alumbrar principios morales a través de la razón, descreyera de la posibilidad que individuos razonables alcanzaran un contrato social y enfatizara el origen espontaneo de las normas.

 

 

Martín Krause es Dr. en Administración, fué Rector y docente de ESEADE y dirigió el Centro de Investigaciones de Instituciones y Mercados (Ciima-Eseade).