En defensa de los robots

Por Alberto Benegas Lynch (h) Publicado el 14/2/21 en: https://www.infobae.com/opinion/2023/01/28/en-defensa-de-los-robots/

Cuando se introduce un adelanto tecnológico que produce mayor cantidad y mejor calidad, se libera trabajo para dedicarse a otras cosas

No puede concebirse la producción de ningún bien ni la prestación de ningún servicio sin el concurso del trabajo (foto: XLSemanal)

No puede concebirse la producción de ningún bien ni la prestación de ningún servicio sin el concurso del trabajo (foto: XLSemanal)

En demasiadas circunstancias se vienen reiterado alarmas debido al notable avance tecnológico referido a los robots que se dice que, como cada vez abarcan más áreas, se acentuará el desempleo. Resulta sumamente curioso este razonamiento pues, si fuera cierto, no habría problema puesto que dado que todas las necesidades estarían cubiertas y no habría necesidad de trabajar. Es decir, se supone el paraíso ya que al no requerir trabajo las condiciones de vida se tornan idílicas.

Pero lamentablemente las cosas no son así, las necesidades son ilimitadas y los recursos son escasos y el recurso por excelencia es precisamente el trabajo. No solo por tratarse de humanos sino porque no puede concebirse la producción de ningún bien ni la prestación de ningún servicio sin el concurso del trabajo.

Es menester aclarar que en un mercado libre en materia laboral nunca bajo ningún concepto y circunstancia sobra aquel factor clave que, como queda dicho, es siempre escaso en relación a las permanentes y estiradas necesidades a medida que se progresa. No importa el grado de miseria o de riqueza, nunca sobre ese factor esencial. Incluso en el caso de náufragos que llegan a una isla desierta no dirán que como no hay “fuentes de trabajo” pueden descansar. Al contrario, no le alcanzarán las horas del día y de la noche para sobrevivir. Las remuneraciones en ese caso consistirán en los intercambios: cocos recogidos por animal apresado y así sucesivamente. En la medida en que se ahorre de lo habitualmente consumido se podrá destinar tiempo para fabricar un equipo de capital lo cual permitirá elevar el nivel de vida. Por ejemplo invertir tiempo en fabricar una red de pescar lo cual habilitará recoger mayor cantidad de peces en lugar de hacerlo a los cascotazos. Esa mayor cantidad de peces por unidad de tiempo se traduce en un mejor nivel de vida y así con el resto de las cosas.

Sin duda que si la situación es miserable, serán miserables también los ingresos de cada cual en el caso de la isla retribuciones en especies en el contexto del trueque. En cambio, en lugares de altas tasas de capitalización, es decir, instalaciones, equipos, herramientas, maquinaria y conocimiento relevante, en esa media se incrementa el nivel de vida. La diferencia entre un país rico y uno pobre estriba en las tasas de capitalización y, a su vez, el ritmo de esas tasas depende de marcos institucionales civilizados, o sea respeto a los derechos individuales: la vida, la libertad y la propiedad de cada cual.

Los salarios e ingresos en términos reales no son nunca consecuencia de voluntarismos ni de decretos, son como queda dicho el resultado del volumen de inversión. Los recursos naturales, los climas y las etnias no definen el asunto, solo se trata del monto invertido. Cuando en un país rico se retribuye con seguros de salud, con automotor, con pagos a colegios, con jubilaciones, son vacaciones y con música funcional en las oficinas no es por bondad de los empleadores, por el contrario están obligados a retribuir de ese modo, de lo contrario no encuentran colaboración.

Si los aparatos estatales o grupos apoyados por los gobiernos imponen salarios superiores a los de mercado, es decir, superiores a lo que permiten las aludidas tasas de capitalización, el efecto inexorable es el desempleo involuntario. A saber, ocurre que gente se ofrece para trabajar, pero no hay demanda a ese salario artificial. Por otra parte, el desempleo voluntario no constituye un problema pues se trata de personas que no quieren trabajar dadas las circunstancias imperantes o porque viven de rentas o porque estiman que lo que se ofrece no es suficiente. La tragedia, el drama, el problema grave irrumpe cuando las mal llamadas “conquistas sociales” se imponen pues en esa situación se barren personas del mercado o, de lo contrario, se trabaja en el mercado informal al efecto de salvarse del desempleo.

En este contexto es pertinente subrayar que los sindicatos son de gran utilidad en una sociedad libre siempre que se trate de asociaciones voluntarias que, por ejemplo, informan cuanto se abona en las distintas faenas, se ofrece obras sociales y equivalentes siempre que sean competitivas y abiertas. Los aportes obligatorios, las afiliaciones compulsivas, las representaciones coercitivas y las acciones intimidatorias y violentas son incompatibles con la libertad y el respeto recíproco. Esto desde luego incluye la imperiosa necesidad de abrogar las denominadas retenciones que habitualmente llevan a cabo los empleadores forzados por legislaciones inmorales.

Ahora bien, cuando se introduce un adelanto tecnológico que produce mayor cantidad y mejor calidad, se libera trabajo para dedicarse a otras cosas ya que como apuntamos las necesidades son infinitas y cambiantes, de lo contrario otra vez debemos aludir a Jauja o al paraíso donde no habría necesidad de incurrir en el costo de trabajar puesto que todos estarían satisfechos. Entonces esa liberación se emplea en otros sectores y los empresarios y comerciantes siempre deseosos de incrementar ganancias fruto de arbitrajes son los principales interesados en capacitar al efecto de sacar partida de la situación. Es el caso del hombre de la barra de hielo antes que apareciera la heladera o los fogoneros de las locomotoras antes del los motores Diesel, el cartero antes de los mails, los mecanógrafos antes de las computadoras o los cableados antes del celular inalámbrico.

Por eso es que las referencias a los acuerdos entre el capital y el trabajo son impropias: se trata de formas distintas de trabajo, el capital está formado por aparatos que no negocian. De allí que sea una sandez mayúscula aludir a “la clase trabajadora” como si hubiera una clase que trabaja y otra que la explota. Cuando un pintor de brocha gorda se muda de La Paz Bolivia a Huston en Estados Unidos se observa que el candidato en cuestión eleva exponencialmente su salario. No es porque el estadounidense sea más generoso que el boliviano, es porque en el primer caso está obligado a pagar más para lograr el trabajo.

A veces se ha dicho que no es justo permitir que contrate un millonario con una persona que no le alcanza el sustento para llegar a fin de mes, a fin de semana o a fin del día puesto que se continúa diciendo hay una “evidente desigualdad en el poder de contratación”. Pues no hay tal cosa, el asunto está a todos luces mal analizado. Es irrelevante cuanto tenga cada uno en cuenta corriente, el nivel del salario va por otro andarivel. Como hemos visto, depende exclusivamente de las tasas de capitalización. Ilustremos esto con el ejemplo de una billonario que en cierto pueblo pregunta cuanto cuesta pintar su mansión. Supongamos que le dicen mil, entonces ese rico concluye que como su cuenta corriente está rebosante y su patrimonio es colosal pagará quinientos, el resultado indefectible es que no pintará su casa. Es del todo inatingente a cuanto asciende su riqueza, si en el mercado laboral la cifra es mil no hay salida, el que ofrece menos se queda sin el servicio y si se pretende pagar más esa persona tendrá sus días contados como comerciante y consumirá su patrimonio.

Entonces nada hay que preocuparse por la generalización de robots y similares, solo hay que celebrar puesto que el nivel de vida necesariamente se eleva a medida que se libera nuevo trabajo para llevar a cabo nuevas tareas que dan lugar a nuevos bienes y servicios. Para no decir las muy fascinantes tareas que han desempeñado robots durante el pico de la pandemia para distribuir medicamentos sin peligro de contagios.

El principio del robot es exactamente el mismo que el de la máquina en general, antiguamente también muchos distraídos y mal informados objetaron la aparición de maquinaria como enemigo del trabajo, en realidad el verdadero enemigo del trabajo reside en las ideas atrabiliarias de regulaciones y controles ejecutadas por politicastros ignorantes del sentido elemental de la economía. El decimonónico Frédéric Bastiat en el capítulo 20 de su célebre Sofismas económicos ya había ridiculizado la absurda sugerencia de destruir maquinarias y herramientas “para defender el trabajo” y establecía un correlato con las restricciones al comercio exterior que obligan a comprar más caro y de peor calidad “al efecto de proteger fuentes de trabajo” lo cual empobrece al forzar a desembolsar más por unidad de producto que necesariamente conduce a que hayan menos productos.

Y respecto a la maquinaria no hay necesidad de circunscribirla a sofisticadas para uso industrial, la idea, como decimos asimilable al robot, va del uso cotidiano desde la máquina de coser, la licuadora, la cortadora de pasto y el taladro. Si destruimos la maquinaria y consecuentemente el robot cae precipitadamente el nivel de vida y nos retrotraemos a la cueva y al taparrabos, ni siquiera al garrote pues se trata de una herramienta. Además de todo lo expuesto debe agregarse el trabajo que demanda la fabricación de robots, maquinaria y herramientas.

Por supuesto que con robots o sin robots si se pacta una remuneración y llegado el momento se paga otra menor esto es un fraude, un engaño, una trampa que debe ser castigada con todo el peso de la ley puesto que se trata de la lesión al derecho y nada tiene que ver con mercados abiertos y competitivos donde el que sirve a sus semejantes obtiene ganancias y el que yerra incurre en quebrantos. En esta línea argumental también debe insistirse que los llamados empresarios prebendarios son la antítesis del comportamiento decente ya que esos sujetos explotan a sus semejantes vía privilegios atados a inaceptables alianzas con el poder político de turno.

Lo dicho no autoriza a recurrir a expresiones equivocadas como “inteligencia artificial” puesto que inteligencia inter-legum es decir leer adentro, captar esencias es propio de lo humano y del consiguiente libre albedrío y no de un aparato sujeto a programación y por ende determinado. Como hemos consignado antes, esto es similar a cuando se pondera alegremente la “memoria” de la “computadora”. Pues ni lo uno ni lo otro, cuando algunos de nuestros ancestros hacía un nudo en el pañuelo para recordar algo no alabábamos “la memoria del pañuelo”. Del mismo modo son los humanos los que en verdad computan, el aparato es fruto de impulsos eléctricos. Una cosa es mostrar las inmensas ventajas del progreso tecnológico y otra bien diferente es distorsionar significados y conceptos cruciales.

Por último, en el plano de la desocupación señalo que en los casos de severos defectos físicos las consiguientes tareas filantrópicas se llevan a cabo en la medida de la libertad que tenga lugar, por eso, para ilustrar el punto si se quieren localizar obras de caridad debe mirarse a países como Estados Unidos y no a la isla-cárcel cubana.

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. en Ciencias de Dirección. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, fue profesor y primer rector de ESEADE durante 23 años y luego de su renuncia fue distinguido por las nuevas autoridades Profesor Emérito y Doctor Honoris Causa. Es miembro del Comité Científico de Procesos de Mercado, Revista Europea de Economía Política (Madrid). Es Presidente de la Sección Ciencias Económicas de la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires, miembro del Instituto de Metodología de las Ciencias Sociales de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas, miembro del Consejo Consultivo del Institute of Economic Affairs de Londres, Académico Asociado de Cato Institute en Washington DC, miembro del Consejo Académico del Ludwig von Mises Institute en Auburn, miembro del Comité de Honor de la Fundación Bases de Rosario. Es Profesor Honorario de la Universidad del Aconcagua en Mendoza y de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas en Lima, Presidente del Consejo Académico de la Fundación Libertad y Progreso y miembro del Consejo Asesor de la revista Advances in Austrian Economics de New York. Asimismo, es miembro de los Consejos Consultivos de la Fundación Federalismo y Libertad de Tucumán, del Club de la Libertad en Corrientes y de la Fundación Libre de Córdoba. Difunde sus ideas en Twitter: @ABENEGASLYNCH_h

Una reflexión a propósito de los medios y los gustos de las audiencias

Por Alberto Benegas Lynch (h) Publicado el 27/02/21 en: https://www.infobae.com/opinion/2021/02/27/una-reflexion-a-proposito-de-los-medios-y-los-gustos-de-las-audiencias/

Por respeto a la gente a veces se hace necesario desconocer las encuestas y el rating para concentrase en la trasmisión de temas que hacen pensar en lugar de divertir

(Foto: Especial)

Entre tantos temas de interés se escurre uno que tiene mucho jugo vinculado a los medios periodísticos viejos y a los nuevos que asoman en el contexto de la medición de audiencias. Para algunos es un dilema que se presenta entre proceder de acuerdo a valores e inclinaciones de cada cual o ceder a lo que demandan terceros. Para otros en cambio no hay conflicto alguno: se debe proceder de acuerdo a lo que la gente reclama. Y para un tercer grupo tampoco hay motivo de congoja pues uno debe seguir la propia conciencia prestando debida atención a lo que otros dicen pero sin actuar como siervos de esas tendencias.

En torno a esto es lo que días pasados giraba una amena conversación en un conocido programa radial. Como suele suceder donde hay libertad de expresión se presentaron varias facetas interesantes que alimentaron el tema en cuestión. Sin duda que para dar rienda suelta a diversas perspectivas es indispensable la libertad de prensa no solo como un derecho fundamental de las personas sino para abrir las posibilidades de incorporar nuevos islotes de conocimiento en este mar de ignorancia en que nos desenvolvemos los humanos. En esta línea argumental recuerdo que el primer día de clase en el colegio al que atendía en Estados Unidos, de entrada el profesor dibujó dos círculos en el pizarrón de diámetros distintos. Acto seguido nos dijo que esas circunferencias representaban distintos grados de saber, y concluyó con su moraleja para apuntar con énfasis que el círculo mayor donde hay más conocimiento tiene una superficie más amplia expuesta a lo que se ignora representada por lo que entonces era la negrura del pizarrón, mientras que la circunferencia más reducida -el que cuenta con menores conocimientos- está menos expuesta por lo que el titular no se percata tanto de su ignorancia.

Lo que dejamos consignado es relevante para tener siempre presente la insistencia de Karl Popper en subrayar que el conocimiento conforma la característica de la provisionalidad sujeta a refutaciones, este enfoque permite el progreso de la ciencia en contraste con el dogmatismo que abunda en telarañas mentales que no permiten explorar otras avenidas y paradigmas. También en este mismo plano, es frecuente que se piense que para que algo se demuestre como verdad debe ser verificado empíricamente, que como bien escribe Morris Cohen esa misma aseveración no es verificable empíricamente y, por otro lado, nada en la ciencia es verificable solo corroborable provisoriamente como nos enseña el antes mencionado Popper.

Todo esto viene a cuento porque el intercambio del conductor radial y su equipo me remitió a lo que me sucedió una y otra vez cuando fui Rector de ESEADE durante veintitrés años, una casa de estudios que se constituyó como la primera argentina en ofrecer maestrías en el sector privado y la primera en introducir institucionalmente la tradición de pensamiento de la Escuela Austríaca junto a otras teorías complementarias y otras rivales para el debate. En todo caso, el tema alude a las difíciles elucubraciones a empresarios que financiaban la institución a través de becas y aportes para inversiones en el edificio, equipos, biblioteca, departamento de investigaciones, revista académica y similares. Estas elucubraciones se referían a la importancia de los procesos de mercado basados en derechos de propiedad, competencia y gobierno con poderes limitados a la protección de las autonomías individuales. Mercado que como es sabido no es un lugar ni una cosa sino un proceso que pone de manifiesto las preferencias de la gente que con sus compras y abstenciones de comprar van asignando los siempre escasos factores productivos a las áreas que reclaman los consumidores. De ese modo, en el supermercado y afines se establecen las diferencias de rentas y patrimonios según el mejor o peor servicio que presta el comerciante o el profesional del caso. Lo que en este contexto queda completamente de lado es el privilegio, los mercados cautivos, la dádiva y el subsidio a empresarios que así estrictamente dejan de serlo para convertirse en explotadores.

Habiendo dicho esto, retomo el hilo para trasmitir que el punto crítico con los empresarios de marras era presentarles una complicada situación paradojal: para defender y permitir que funcione el mercado es indispensable el respeto recíproco, es decir, la libertad pero lo que se observaba en nuestro medio con creces (y todavía ocurre) es que la gente pedía intervencionismo estatal, léase la aniquilación del mercado. En otros términos, para fortalecer la filosofía basada en principios éticos que permite la operación de mercado -o sea que la gente pueda decidir el destino del fruto de sus trabajos- había que ir contra las tendencias del momento del mismo mercado. En resumen evitar que el mercado se suicide.

El mercado remite a que la gente se exprese libremente pero si se produce un cortocircuito con la política que propone controles y bozales para la gente no hay manera de logar aquél objetivo. Si las mayorías votan para cercenar las libertades del vecino en la pueril esperanza de mantener las suyas se extingue el mercado que solo resucita si se lo respalda en el plano educativo, de ahí la indispensable contracorriente.

Como queda dicho, el referido suicidio colectivo naturalmente deriva de la ausencia de explicación y fundamentación del valor de las autonomías individuales. En lugar de anclarse en valores y principios de la sociedad libre se le oponen con el resultado del empobrecimiento moral y material de todos. Salvando las distancias, esto mismo ocurre en el mencionado debate sobre medios periodísticos modernos y antiguos respecto a la medición de audiencias. Por respeto a la gente a veces se hace necesario desconocer encuestas y mediciones que se dirigen a la pura frivolidad, no como un descanso y un recreo a las actividades diarias sino como un fin en sí mismo. De ahí es que afortunadamente algunos le dan la espalda a los ratings y optan por concentrase en la trasmisión de temas que hacen pensar en lugar de solo la diversión (di-vertir o separarse del camino principal).

En el caso de la aludida institución de posgrado de aquella época, la generosidad y la comprensión de los empresarios que financiaban el proyecto permitió trasmitir y debatir esas tradiciones de pensamiento entre jóvenes provenientes de distintas profesiones a nuevas búsquedas en una atmósfera de puertas y ventanas abiertas para que entrara el mayor oxígeno posible, en ese sentido no me cansaré de repetir el sabio lema de la Royal Society de Londres: nullius in verba, esto es, no hay palabras finales.

De más está decir que tanto en el caso de los medios tradicionales y no tradicionales vía la medición de audiencias como en el caso del mercado de las ideas a través de ensayos, libros y la cátedra, no es que no interesen las respuestas de la gente, muy por el contrario es muy relevante conocerlas y sopesarlas solo que desde la perspectiva de quienes mantienen ciertos principios -sea del lado que fuere- pueden (y deben) intentar la navegación a contracorriente si lo estiman necesario al efecto de correr el eje del debate y marcar agendas, sobre todo si el objetivo último es el respeto recíproco donde nunca es lícito recurrir al uso de la fuerza a menos que se lesionen derechos. En un caso los hay que se preocupan y ocupan de la farandulización de la vida y en otro de las embestidas del Leviatán.

Son dos planos de naturaleza distinta cada uno con sus bemoles y con opiniones muy disímiles que deben atenderse para extraer conclusiones acertadas, pero en todo caso se plantean temas que merecen ser atendidos y discutidos con un eje central que parece muy fértil para el pensamiento, especialmente cuando abunda tanta andanada brumosa.

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. en Ciencias de Dirección. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, fue profesor y primer rector de ESEADE durante 23 años y luego de su renuncia fue distinguido por las nuevas autoridades Profesor Emérito y Doctor Honoris Causa. Es miembro del Comité Científico de Procesos de Mercado, Revista Europea de Economía Política (Madrid). Es Presidente de la Sección Ciencias Económicas de la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires, miembro del Instituto de Metodología de las Ciencias Sociales de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas, miembro del Consejo Consultivo del Institute of Economic Affairs de Londres, Académico Asociado de Cato Institute en Washington DC, miembro del Consejo Académico del Ludwig von Mises Institute en Auburn, miembro del Comité de Honor de la Fundación Bases de Rosario. Es Profesor Honorario de la Universidad del Aconcagua en Mendoza y de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas en Lima, Presidente del Consejo Académico de la Fundación Libertad y Progreso y miembro del Consejo Asesor de la revista Advances in Austrian Economics de New York. Asimismo, es miembro de los Consejos Consultivos de la Fundación Federalismo y Libertad de Tucumán, del Club de la Libertad en Corrientes y de la Fundación Libre de Córdoba. Difunde sus ideas en Twitter: @ABENEGASLYNCH_h

Cara y contracara del uso de la tecnología

Por Alberto Benegas Lynch (h) Publicado el 9/8/19 en https://www.infobae.com/opinion/2019/08/09/cara-y-contracara-del-uso-de-la-tecnologia/

 

Hemos puesto de manifiesto en distintas oportunidades la bendición del progreso tecnológico ya que libera recursos humanos y materiales para encarar la satisfacción de otras necesidades. Como es sabido no hay de todo para todos todo el tiempo, no estamos en Jauja: los recursos son limitados y las necesidades son ilimitadas. La mayor productividad que implica el progreso tecnológico inexorablemente deriva en mejoras en el nivel de vida que son producto de incrementos en las tasas de capitalización, es decir, equipos, maquinarias, instalaciones y conocimientos relevantes que hacen de apoyo logístico al trabajo para aumentar salarios e ingresos en términos reales. Este es el único factor que explica el referido incremento.

Por otra parte, los empresarios, al efecto de sacar partida del arbitraje correspondiente en los nuevos rubros capacitan para lograr ese objetivo lo cual les proporciona mayores ganancias. Como hemos ejemplificado tantas veces, el hombre de la barra de hielo al irrumpir la heladera y los fogoneros al aparecer los motores Diesel se reubicaron en el mercado laboral. Si hoy se decidiera romper todos los equipos de capital pensando que habrá más trabajo se produciría una violenta contracción en los salarios de todos. La única diferencia entre los salarios en Canadá y Uganda es la tasa de capitalización, no es el clima, la etnia ni la mayor o menor generosidad del empleador. No hay magias ni voluntarismos.

Desde luego que la situación se dificulta en grado sumo si las legislaciones laborales conspiran contra la ubicación laboral y si los procesos educativos bloquean los reflejos necesarios para adaptarse a las nuevas circunstancias introduciendo rigideces en el sistema.

Más aún, las tecnologías, incluyendo la robotización, permiten una mayor humanización en las relaciones personales, tal como lo demuestra el doctor Eric Topol –formado en las universidades de Virginia y Johns Hopkins, creador del Cleveland Clinic Learn College of Medicine y autor de numerosos libros- quien ha señalado reiteradamente que los avances en las espectaculares tecnologías médicas, que si bien demandan la atención del facultativo para pronunciarse sobre el contexto, les permite mucho más tiempo disponible para una más estrecha relación con sus pacientes y consecuente atención personalizada.

Habiendo dicho esto, decimos que igual que con el martillo que puede utilizarse para introducir un clavo o para romperle la nuca al vecino, la tecnología mal usada también perjudica. Se trata de un problema axiológico que no es para nada responsabilidad del avance tecnológico. Por ejemplo, si los teléfonos celulares en lugar de abrir nuevos canales de comunicación más rápidos y abarcativos se usan como barrera de comunicación cuando el titular está obsesionado con la pantalla y no está en realidad con su interlocutor presente ni con el que está en la línea telefónica puesto que no es posible mantener dos comunicaciones simultáneas sobre temas distintos.

En esta situación se observa la paradoja de que en la era de las comunicaciones, hay menos comunicación.

Como ha apuntado Santiago Bilinkis, no es posible que resulte que en las instituciones bancarias y en lugares donde se producen apagones de electricidad sean los lugares y las situaciones en las que hay verdadera conversación porque no se pueden utilizar celulares. Este autor nos dice que en la mesa de su casa durante las comidas tiene prohibido a sus hijos consultar sus computadores portátiles al efecto de cultivar la vida familiar y que incluso en algunas instituciones educativas se ha limitado el uso de dispositivos tecnológicos para estimular el pensamiento sin aditamentos.
Por su parte, Nicholas Carr nos dice que el ejercicio repetitivo y de forma obsesiva de Internet al picotear información en diagonal resta capacidad de concentración y estimula un pensamiento apresurado convirtiendo esa gimnasia en algo efímero.

Es que por otro lado las pantallas tienden a dar servido el proceso, mientras que la lectura exige que cada uno marque su ritmo de absorción y obliga a pensar y digerir de un modo mucho más profundo y pausado.

Llama poderosamente la atención la metralla permanente de las selfies en todas las posiciones y actitudes posibles con un deleite casi enfermizo para simplemente mirarse los físicos en una especie de narcisismo galopante, dando por completo la espalda a lo que consigna Julián Marías en cuanto a que «la persona es más de lo que se refleja en el espejo».

Es sorprendente que algunos parece que no existen si no consignan en las redes sociales qué hicieron y qué planean hacer con lo que revelan un gran vacío interior.

También las redes sociales convierten el lenguaje en un dialecto de Tarzán y como el lenguaje sirve principalmente para pensar, su empobrecimiento tiene un estrecho correlato con la calidad y amplitud del pensamiento.
Es que no estamos en esta vida simplemente para rellenar un espacio, deglutir alimentos, hacer nuestras necesidades fisiológicas y copular. Para estar a la altura de la condición humana es menester que cada uno contribuya a convertir el mundo que le toca en algo mejor desde que nació hasta que fenece, de lo contrario se asimila a lo puramente animal. Y para lograr ese propósito es indispensable educarse y alimentar el alma más allá de la play station y similares que divierten en el sentido de que apartan de lo central, lo cual podrá eventualmente estar bien como recreo pero no para convertir la vida en un recreo permanente pues, así, ya no hay recreo sino pura negación de lo humano.

Entonces, el lado oscuro de la tecnología no se encuentra en los aparatos sino en personas degradadas puesto que, como queda dicho, las maravillas de los progresos tecnológicos no son responsables de la decadencia sino, por el contrario, han producido prodigios. No es necesario volver a la época de las cavernas para no dejarse embaucar por el mal uso de las tecnologías.

Otro aspecto crucial del buen uso de la tecnología consiste en la preservación de la intimidad. Como bien ha expresado Milan Kundera, «si uno pierde la privacidad, lo pierde todo». Antes incluso de apuntar la importancia del derecho de propiedad -que supone el derecho de usar y disponer de lo propio- debe señalarse la prioridad que tiene el derecho sobre nuestra vida y de nuestros pensamientos. El manejo de nuestras personas es atributo central de cada uno puesto que no pertenecemos a nadie más que a nosotros mismos.

De esta secuencia argumental deriva la separación de cada uno del resto como personas distintas que merecen respeto y consideración debido a la dignidad de cada cual. La interferencia en la intimidad o privacidad de la persona sin su consentimiento y sin que se haya expuesto públicamente constituye un atropello a su derecho más preciado.

Cuando lo privado se hace público, naturalmente deja de ser privativo de la persona con lo que lo más íntimo se expone y, por ende, se diluye. Es como si se perdiera el núcleo del individuo para integrar una acervo común, en otros términos, el yo deja de tener los atributos de la personalidad propia para ser compartido por todos o de un grupo no querido, ajeno y extraño.

Es por esto que la Cuarta Enmienda de la Constitución estadounidense (y de todas las de países civilizados) alude al derecho inalienable de las personas a que sus pertenencias, papeles y efectos no sean violados bajo ningún concepto y que solo pueden invadirse con expresa autorización de juez competente en base a la debida prueba de un probable delito.

En otras oportunidades he consignado en mis columnas una defensa de los episodios de Wikileaks en las que sostuve (y sostengo) lo vital de la libertad de prensa en una sociedad abierta y la obligación de gobiernos republicanos a transparentar sus actos ante sus mandantes. De cualquier modo, el eje central de este texto consiste en sostener que la maravilla de nuestra época (Internet) puede convertirse en la tumba de las libertades individuales si no se frena el espionaje realizado principalmente por los aparatos estatales, teóricamente encargados de velar por los derechos de las personas.

Para precisar este peligro del Gran Hermano orwelliano a través del espionaje que a esta altura de los acontecimientos que son del dominio público, es del caso recordar el pensamiento de Benjamin Franklin en 1759: «Aquellos que renuncian a libertades esenciales para obtener seguridad temporaria, no merecen ni la libertad ni la seguridad».

La creatividad está en relación directa con la profundidad del pensamiento en un contexto de estado de alerta, lo cual se logra con el invalorable apoyo de la tecnología pero alejado de los antedichos peligros y malos usos desperdiciando las oportunidades maravillosas que nos brindan los progresos tecnológicos y, desde luego, no usarlos para en embotamiento ni para convertir al ser humano en un adefesio tal como explica C. S. Lewis en su obra sugestivamente titulada La abolición del hombre.

El proceso creativo es de gran trascendencia, por lo que insistimos en el buen uso de la tecnología al efecto de no interrumpirlo y desviarlo de sus cauces naturales. De entrada digamos que hay que tener muy presente que cada uno de nosotros somos únicos e irrepetibles por una sola vez en la historia de la humanidad. Esto nos da una enorme responsabilidad para estar atentos a que hacemos con nuestras vidas. El llamado interior es nuestra vocación, se trata de actualizar nuestras muy diversas potencialidades, como ha escrito Octavio Paz, «al descubrir nuestra vocación nos descubrimos a nosotros mismos».

La creatividad supone el poner al descubierto algo que estaba oculto siempre teniendo en cuenta que la originalidad resulta sumamente difícil («para novedades, los clásicos» reza el conocido adagio), pero por lo menos el poner sobre la mesa algo no recordado, algo no evidente o dificultoso para el momento.

De todos modos, ¿cómo ocurre el proceso creativo? Con la concentración y el interés en el estudio de determinada materia se va archivando información en el subconsciente y en ese contexto de trabajo en cierta instancia el nivel consciente traba relación con el antedicho archivo y se produce el «momento eureka». Es el resultado de la perseverancia, la constancia y la atención en la materia que interesa. Muchas veces en este proceso, la creatividad o el descubrimiento sorprende puesto que alumbra una idea colateral. Casi como en la ciencia médica en la que muchas de las líneas de investigación en un área dan por resultado un descubrimiento en otra.

Cuanto mayor el valor de la creatividad, mayor es el grado de soledad que requiere el investigador y muchas veces a contracorriente de lo que opinan los demás. Contar con el temple para continuar en el camino es requisito para la creatividad sin dejarse determinar por otros.

Sin duda que la creatividad no es ex nihilo para los mortales puesto que se basa en la incorporación de conocimiento provisto por otros y por sucesos externos a quien crea, se sustenta en información previa, procesada, digerida y reformada con el correspondiente valor agregado para lo que la tecnología moderna proporciona herramientas de gran valor.

El producto de la creatividad se traduce en una inmensa satisfacción difícil de transmitir en palabras que alimenta el intelecto de todos cuando está dirigida a lo ético, estético y, en general, a contribuciones que permiten mejorar la condición de vida de los semejantes. Es una bendición que debe ser cultivada y aprovechada.

Por otra parte, para desarrollar la mayor energía creativa posible es indispensable un clima de libertad lo cual significa respeto recíproco y no las imposiciones de reglamentaciones asfixiantes que pretenden el tratamiento de personas como si fueran autómatas del poder político de turno.

Como ha sentenciado Cervantes «cada quien es hijo de sus obras» pero la creatividad se ahoga y queda aplastada por el espíritu autoritario; Mafalda ha dicho bien que «la vida es como un río, lástima que hayan tantos ingenieros hidráulicos». Es de esperar que la tecnología se use para bien y no en contra del espíritu creativo que solo florece en libertad.

 

 

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. en Ciencias de Dirección. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, fue profesor y primer rector de ESEADE durante 23 años y luego de su renuncia fue distinguido por las nuevas autoridades Profesor Emérito y Doctor Honoris Causa. Es miembro del Comité Científico de Procesos de Mercado, Revista Europea de Economía Política (Madrid). Es Presidente de la Sección Ciencias Económicas de la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires, miembro del Instituto de Metodología de las Ciencias Sociales de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas, miembro del Consejo Consultivo del Institute of Economic Affairs de Londres, Académico Asociado de Cato Institute en Washington DC, miembro del Consejo Académico del Ludwig von Mises Institute en Auburn, miembro del Comité de Honor de la Fundación Bases de Rosario. Es Profesor Honorario de la Universidad del Aconcagua en Mendoza y de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas en Lima, Presidente del Consejo Académico de la Fundación Libertad y Progreso y miembro del Consejo Asesor de la revista Advances in Austrian Economics de New York. Asimismo, es miembro de los Consejos Consultivos de la Fundación Federalismo y Libertad de Tucumán, del Club de la Libertad en Corrientes y de la Fundación Libre de Córdoba. Difunde sus ideas en Twitter: @ABENEGASLYNCH_h

Pseudoderechos contra el derecho

Por Alberto Benegas Lynch (h). Publicado el 17/10/18 en: http://www.libertadyprogresonline.org/2018/10/17/pseudoderechos-contra-el-derecho/

 

A esta altura se hace necesario insistir en que todo derecho tiene como contrapartida una obligación. Si una persona obtiene en el mercado un salario de cien, como contrapartida hay la obligación universal de respetar esos cien. Pero si la persona en cuestión demanda trescientos cuando obtiene cien en el mercado y el gobierno otorgara esa diferencia quiere decir que otros estarían compelidos a pagar los doscientos adicionales lo cual se traduce en la lesión al derecho de esos otros, se trata de pseudoderechos puesto que no pueden otorgarse sin destruir el derecho de terceros.

Desafortunadamente vivimos la era de los pseudoderechos: derecho al crédito barato, derecho a alquileres reducidos, derecho a la alimentación adecuada, derecho a mantener buena salud, derecho a la educación, derecho a un salario atractivo, derechos, derechos y derechos que no son tales sino, como queda expresado, pseudoderechos que atentan abiertamente contra los marcos institucionales que establecen el respeto recíproco y que al deteriorase repercuten negativamente sobre los salarios, especialmente sobre los de los más necesitados como veremos más abajo. Y el colmo de la torpeza es cuando los gobernantes dicen que “el Estado se hará cargo” de tal o cual erogación, como si los burócratas se hicieran cargo con sus patrimonios personales en lugar de precisar que son los vecinos los que siempre financian a la fuerza a través de impuestos, deuda, inflación o una combinación de los tres canales.

El palmario desconocimiento del significado del derecho comienza en las aulas de muchas facultades de derecho donde no se forman abogados, léase defensores del derecho, sino que egresan estudiantes de legislaciones que pueden recitar de memoria los respectivos artículos, incisos y párrafos pero no tienen la menor idea de los mojones o puntos de referencia extramuros de la ley positiva.

Los derechos individuales son anteriores y superiores a la existencia de los gobiernos y proceden de las propiedades y características de la condición humana que requieren de facultades para usar y disponer de lo propio para poder seguir sus proyectos personales de vida. Igual que las rosas y las piedras, el ser humano cuenta con propiedades y características que definen su especie. Nadie debe ser utilizado como medio para los fines de otros, puesto que el ser humano es un fin en si mismo. Los “balances sociales” con la intención de establecer peculiares utilitarismos son del todo improcedentes y conducen las mayores arbitrariedades como cuando se pretenden sopesar ventajas de mayorías circunstanciales frente a minorías indefensas. Los pseudoderechos son a todas luces contrarios al derecho.

Vivimos la era en la que se declama la defensa de los más necesitados pero simultáneamente se los afecta severamente con medidas altamente contraproducentes. Esto es así principal aunque no exclusivamente a través de las mal denominadas “conquistas sociales” que paradójicamente arruinan a los más vulnerables.

Para comprender esta conclusión es menester aludir a la causa por la cual se elevan salarios e ingresos en términos reales. Se trata de lo que genéricamente se denomina tasas de capitalización que equivale a la inversión per capita, es decir instrumentos, maquinarias, equipos, instalaciones y conocimientos relevantes que hacen de apoyo logístico al trabajo para aumentar rendimientos. A su vez, las inversiones provienen de ahorro interno y externo al país en cuestión, lo cual se maximiza en la medida en que se cuenten con marcos institucionales civilizados, en otros términos, el respeto a los derechos de propiedad de cada cual comenzando por la propia vida, la expresión del pensamiento y el uso y disposición de lo adquirido legítimamente.

En este contexto se hace necesario apuntar acerca del peligro del mal uso del significado del término “inversión”. Este concepto se refiere a la estimación individual respecto a recursos propios en cuyo contexto el sujeto en cuestión valora en más rendimientos futuros respecto a los presentes y, por tanto, opta por abstenerse de consumir para ahorrar y siempre el destino del ahorro es la inversión (son dos caras de la misma moneda). Es del todo inapropiado aludir a “la inversión” cuando los aparatos estatales se apoderan del fruto del trabajo ajeno, en ese caso se trata de gasto que puede ser corriente o destinado a activos fijos pero en ningún caso tiene sentido pretender que se trata de una inversión por los motivos antes señalados. Si un fulano le arranca la billetera a otro, carece por completo de sentido decirle que se lo “invertirá” por más que ese fulano forme parte del aparato estatal o sea un privado, en el primero caso podrá justificarse o no el gasto pero en ningún caso se trata de un proceso de inversión. En el  lenguaje cotidiano hay un uso y abuso del concepto de marras.

Hoy está de moda criticar acérrimamente a tal o cual dirigente sindical por sus conductas aberrantes pero se deja en pie la legislación que hace posible contar con sindicatos ilegítimos en lugar de asociaciones libres y voluntarias y se mantiene en pie la figura de los “agentes de retención” que echan mano al fruto del trabajo de empleados para que no puedan usar sus pertenencias.

Una vez hechas estas aclaraciones queda claro que los salarios bolivianos resultan más bajos que los canadienses, no porque en el primer caso los empresarios son perversos y los segundos más generosos, se trata de tasas de capitalización distintas y eso hace toda la diferencia, lo cual no significa que las posiciones relativas sean irrevocables. Hay países que han tenido altas tasas de capitalilzación que luego han despilfarrado con lo que sus niveles de salarios han disminuido. Como queda dicho, todo depende de la calidad de los marcos institucionales imperantes.

En medios alemanes y estadounidenses prácticamente no existe servicio doméstico en los respectivos hogares. No es porque las amas de casa no  requieran ayuda, es que las tasas de capitalización son de tal magnitud que no permiten contar con ese servicio pues deberían competir con salarios elevados en medios empresarios y equivalentes, situación que se torna imposible.

Es típico que en países de muy bajas tasas de capitalización, se lleven a cabo faenas como que a determinado sujeto lo abanican a la hora de la siesta cuatro personas, pero si esa misma persona se trasladara a una ciudad donde primen altas tasas de capitalización deberá abandonar de inmediato su costumbre pues los salarios para esa actividad resultan imposibles de afrontar.

Se ha mantenido erróneamente que los gobiernos deben regular contratos laborales puesto que “la desigualdad en el poder de contratación” pone de manifiesto que no resulta posible permitir que un millonario contrate con una persona que no tiene para llegar a fin de mes, a fin de la semana o a fin del día. Este análisis adolece del grave defecto que no toma en consideración que resulta a todas luces irrelevante lo abultado o lo débil de las respectivas cuentas corrientes o de los patrimonios netos de quienes contratan. Lo relevante, lo decisivo son las tasas de capitalización que obligan a pagar los salarios de mercado. Si un millonario llega a un pueblo y averigua cuanto cuesta pintar su casa pero sostiene que como cuenta con un abultado patrimonio pagará la mitad, por definición no pintará su casa. No es atingente si la persona en cuestión es muy rica o si está quebrada,  el salario para pintar su casa es el que marca la tasa de capitalización.

También debe tenerse en cuenta que si a igual trabajo un empresario decide pagar más de lo que marca las tasas de capitalización, por un lado tendrá mayor oferta de trabajo de la que necesita y por otro procederá a derrochar sus recursos con lo que  de persistir en esta línea tendrá contados sus días como empresario.

Es necesario señalar que allí donde las contrataciones laborales son libres no habrá desempleo, es decir, sobrante de aquél factor esencial para prestar servicios y para producir bienes. Esta situación para el trabajador normal (no para el que, por ejemplo, se encuentra en estado vegetativo o padezca deficiencias de tal naturaleza que no le permiten hacer nada) ocurre independientemente de la pobreza más extrema o la riqueza más exuberante en que se encuentre el medio en cuestión. En el primer caso los salarios serán reducidos y elevados en el segundo por en ningún caso habrá sobrantes de ese recurso humano esencial.

En realidad se observa desempleo en diversos países porque los arreglos contractuales no son libres. Al contrario, aparecen las mal denominadas “conquistas sociales” que indefectiblemente provocan desocupación puesto esto sucede cuando por decreto se colocan los salarios monetarios o no monetarios por encima de lo que permiten las tasas de capitalización. Y esto no debe verse solo en cuanto a los trabajadores marginales, si por ley se colocan salarios superiores a los que obtienen gerentes de finanzas, de personal o gerentes generales, ellos quedarán desempleados.

Habitualmente aquellas mal llamadas conquistas sociales se decretan con la mejor buena voluntad con la idea de proteger a los más necesitados, pues es de gran importancia percatarse que los perjudican grandemente. Así, por ejemplo, el salario mínimo, por definición superior al de mercado, barre con los que más necesitan trabajar. También hay “conquistas” que constituyen insultos a la inteligencia como el caso argentino del aguinaldo, esto es, el mes trece, sin percibir que inexorablemente se están pagando menos durante los doce meses del año para poder hacer frente al treceavo mes. En  realidad sería interesante poder decretar que el año tiene cuarenta meses pero eso no es posible y así con en resto de las tristemente célebres conquistas sociales.

De más está decir que el salario que establecen las tasas de capitalización no aparecen dibujadas en el cielo, hay que averiguarlo. De todos modos, pruébese contratar una secretaria por la mitad del salario de mercado y seguramente durará hasta la hora del almuerzo del primero día laborable pues se informará inmediatamente que está subvaluada.

Esto que estamos comentando va muy especialmente dirigido al fenómeno de robotización en curso que permite liberar recursos humanos y materiales para destinarlos a cubrir otras necesidades imposibles de contemplar hasta el momento debido a que esos recursos estaban esterilizados en las áreas anteriores. Como es sabido los recursos son limitados frente a necesidades ilimitadas. Si estuviéramos en Jauja y hubiera de todo para todos todo el tiempo desaparecería el problema del trabajo. El empresario para lograr nuevos arbitrajes está incentivado a capacitar personal en las nuevas actividades. Salvando las distancias, es lo mismo que ocurrió con el hombre de la barra de hielo antes de los refrigeradores, o el fogonero antes de las locomotoras Diesel.

Los sindicatos como asociaciones libres y voluntarias juegan un rol apreciado por los afiliados lo cual implica la figura de la personería jurídica pero de ningún modo la figura fascista de la personería gremial que bloquea la libertad contractual. Del mismo modo, la huelga debe ser entendida como el derecho a no trabajar, lo cual se opone abiertamente a la intimidación y la violencia que dada tiene que ver con ese derecho.

Cuando comprendamos que el bienestar no depende de magias ni de decretos voluntaristas, recién entonces estaremos en condiciones de abrir las puertas al progreso, muy especialmente para los más necesitados. Tal como explica entre mucho otros Bruno Leoni, cuando comprendamos que el derecho no es fruto de la ingeniería social sino fruto de un proceso de descubrimiento, recién entonces comprenderemos el valor de marcos institucionales que garantizan el respeto recíproco. Recién entonces estaremos en condiciones de comprender el peligro del pseudoderecho.

 

Edmund Burke escribe que “el disfrute seguro de los derechos naturales es el propósito último y más grande de la sociedad civil y por tanto toda forma de gobierno es solo buena si es consistente con ese propósito al que está enteramente subordinado”, noción que tomaron los Padres Fundadores estadounidenses, en especial Madison y Jefferson y entre los argentinos Juan Bautista Alberdi, muy especialmente en su Fragmento preliminar al estudio del derecho. Todo el problema comienza cuando se acepta lo que con razón ha criticado Mark Twain en cuanto a la invasión a la privacidad: “Nada necesita una reforma más urgente que los hábitos de otros”.

 

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. en Ciencias de Dirección. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, fue profesor y primer rector de ESEADE durante 23 años y luego de su renuncia fue distinguido por las nuevas autoridades Profesor Emérito y Doctor Honoris Causa. Es miembro del Comité Científico de Procesos de Mercado, Revista Europea de Economía Política (Madrid). Es Presidente de la Sección Ciencias Económicas de la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires, miembro del Instituto de Metodología de las Ciencias Sociales de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas, miembro del Consejo Consultivo del Institute of Economic Affairs de Londres, Académico Asociado de Cato Institute en Washington DC, miembro del Consejo Académico del Ludwig von Mises Institute en Auburn, miembro del Comité de Honor de la Fundación Bases de Rosario. Es Profesor Honorario de la Universidad del Aconcagua en Mendoza y de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas en Lima, Presidente del Consejo Académico de la Fundación Libertad y Progreso y miembro del Consejo Asesor de la revista Advances in Austrian Economics de New York. Asimismo, es miembro de los Consejos Consultivos de la Fundación Federalismo y Libertad de Tucumán, del Club de la Libertad en Corrientes y de la Fundación Libre de Córdoba. Difunde sus ideas en Twitter: @ABENEGASLYNCH_h

La competencia y la tecnología generan riqueza

Por Alberto Benegas Lynch (h). Publicado el 24/7/17 en: http://www.lanacion.com.ar/2046442-la-competencia-y-la-tecnologia-generan-riqueza

 

Hay dos maneras de lograr objetivos: por la fuerza o por el reconocimiento voluntario a través de la competencia. En un mercado abierto, competir es emular, innovar, esforzarse por atender las necesidades del prójimo como condición inexorable para el propio mejoramiento.

Lo primero que debe apuntarse es la competencia de las ideas, para lo cual se requiere preservar la libertad de pensamiento a través de la esencial libertad de prensa, al efecto de que puedan aflorar todas las expresiones en un debate abierto en dirección al mejor conocimiento que las circunstancias permitan para minimizar la ignorancia. El conocimiento tiene la característica de la provisionalidad, abierto a posibles refutaciones, por esto es que en todos los campos científicos no hay verificación sino corroboración provisoria. La refutación hace posible el adelanto científico y cultural.

Las mejoras en la competencia y el los progresos tecnológicos se ven trabados cuando, como hoy, se incrementa el gasto público y el déficit fiscal en un contexto de una presión tributaria descomunal y un endeudamiento estatal creciente. En el campo crematístico la competencia resulta medular para mejorar el nivel de vida, especialmente para la de los más necesitados.

Foto: Alfredo Sabat

El proceso competitivo empuja la calidad de los bienes y servicios hacia mejores logros. Sin embargo, hay resistencias a la competencia por parte de quienes se ven obligados a superarse cuando la marca es mejorada. Había descontento por parte de los productores de carruajes cuando apareció el automóvil, de los fogoneros cuando aparecieron las locomotoras diésel, del hombre de la barra de hielo cuando irrumpieron las refrigeradores y ahora, de las empresas de transporte terrestre cuando compiten los vuelos low cost y, en general, con todos los bienes y servicios importados que se ofrecen a precios más reducidos y calidad mejor que las fabricadas localmente.

Se sostiene que una «industria incipiente» debe ser ayudada por los aparatos estatales (los contribuyentes) vía aranceles aduaneros. Este error pasa por alto que en la evaluación de proyectos en los que el emprendimiento en cuestión arroja quebrantos en los primeros períodos, en base a la conjetura que se obtendrán ganancias en las etapas siguientes que compensen las mencionadas pérdidas, en esa situación, decimos, son los empresarios los que deben absorber los quebrantos y no transferirlos a los consumidores a través de la traba aduanera. Si el empresario no cuenta con los recursos suficientes para su emprendimiento deberá obtenerlos en el mercado local o internacional. Si nadie acepta invertir en el proyecto de marras es porque el proyecto no es viable, o lo es, pero hay otros emprendimientos más urgentes debido a las tasas de retorno del momento, aquel proyecto debe postergarse o dejarse sin efecto puesto que los recursos son escasos frente a las necesidades ilimitadas, y todo no puede producirse al mismo tiempo.

Esto no se limita al comercio exterior, el mismo razonamiento se aplica a las nuevas producciones y eficiencias mayores que se llevan a cabo dentro de las fronteras, lo cual no justifica la imposición de aduanas interiores. De igual manera que las exteriores empobrecen, ya que en todos los casos se traducen en mayor inversión por unidad de producto, lo cual hace que la cantidad de productos resulte menor y el nivel de vida se contraiga en beneficio de empresarios que, aliados al poder para sus mercados cautivos, explotan a la gente. Por ello es que el denominado «proteccionismo» desprotege al consumidor, quien siempre paga los platos rotos.

La competencia, cuando desplaza a productores ineficientes libera recursos humanos y materiales para ser empleados en otros sectores que hasta el momento no podían encararse porque estaban esterilizados en otras áreas. Hay que tener en cuenta que no vivimos en Jauja, que siempre habrá nuevas necesidades que satisfacer. Cada vez existen nuevos bienes y servicios que solo pueden parirse merced a mejoras en los rendimientos que liberan factores de producción.

La vida es una transición, cada nuevo aporte cotidiano en las oficinas y en las plantas se traduce en una reasignación de recursos. En mercados abiertos donde los arreglos contractuales son libres y voluntarios, no hay tal cosa como sobrante de trabajo, es decir, no se produce desempleo involuntario de aquel factor indispensable para la producción de bienes y la prestación de servicios. Solo hay desempleo donde los salarios están manipulados desde el poder político con la absurda pretensión de que los ingresos pueden decidirse por decreto en lugar de hacerlo a través de la única causa que permite elevar salarios e ingresos en términos reales, a saber, las tasas de capitalización. Es decir, equipos, maquinarias, tecnologías y conocimientos que hacen de apoyo logístico al trabajo para incrementar su productividad. Esta es la única explicación, junto con marcos institucionales civilizados que protejan esas inversiones, por la que algunos países cuentan con niveles de vida superiores a otros.

No es por generosidad de empleadores ni por falta de imaginación de políticos que se pagan remuneraciones más altas, es porque las tasas de capitalización los obligan a ello. Por esto es que, por ejemplo, en algunos países no se concibe tal cosa como servicio doméstico, no es porque el ama de casa no le gustaría disponer de esta ayuda, es porque las personas están ubicadas con ingresos tales que no se justifica emplearlas en las faenas domésticas.

En esta misma línea argumental, la tecnología, incluida la robotización, también y en grado superlativo, libera recursos para ser empleados en otras áreas para lo cual el empresario se ve constreñido a capacitar a las nuevas contrataciones al efecto de sacar partida de los también nuevos negocios que se le presentan debido a las mejoras en la productividad. Si se destruyera la tecnología existente, los salarios caerían abruptamente.

Se suele argüir que las barreras arancelarias defienden al país receptor puesto que hay productores que se conjetura hacen dumping. Es sabido que esta figura significa que se vende bajo el costo, lo cual ocurre cuando un productor incurre en pérdidas, cuando la publicidad de un producto subsidia el de otro en la misma empresa y cuando se ponen en liquidación determinados bienes. Pero lo que en este contexto se quiere argumentar es que el empresario pretende erradicar del mercado a competidores para luego subir el precio. Este razonamiento no tiene en cuenta que precios más bajos que los de mercado invitan a que otros compren al precio artificialmente bajo para revender a precio de mercado y usufructuar del arbitraje.

Como ha señalado el Premio Nobel en economía, Milton Friedman, nadie debería preocuparse porque otros quieran regalar su mercancía, y que este fantasma constituya un pretexto para bloquear el comercio libre. El peligro real del dumping está dado por empresas estatales que al arrojar pérdidas están haciendo dumping coactivamente con recursos ajenos.

 

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. en Ciencias de Dirección. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, fue profesor y primer rector de ESEADE durante 23 años y luego de su renuncia fue distinguido por las nuevas autoridades Profesor Emérito y Doctor Honoris Causa.

¿PONER ORDEN PROVOCA DESEMPLEO?

Por Alberto Benegas Lynch (h)

 

Muchas veces se dice que cuando un gobierno asume y encuentra un aparato estatal sobredimensionado compuesto por funciones incompatibles con un sistema republicano, el despido de burócratas inútiles traerá aparejada una dosis de desocupación. Entonces, otra vez más tratamos el tema crucial del desempleo pero antes traigo a colación una frase célebre de Winston Churchill que tal como destacó Eduardo J. Padilla habitualmente se le amputa la expresión toil (esfuerzo,  laboriosidad): “I have nothing to offer but blood, toil, tears and sweat”. Esto para que tomen nota políticos que irresponsablemente prometen paraísos en lugar arremangarse para solucionar problemas.

 

Vale la pena escudriñar más en cuanto a poner orden cuando un gobierno asume en medio de aparatos estatales elefantiásicos y organigramas sobrecargados. A veces este intento de poner orden se lo denomina “ajuste”. Reitero que debe considerarse una expresión inadecuada puesto que el verdadero ajuste se sufre con el desorden, no con el orden (si no fuera así no sería conducente el orden ya que bastantes “ajustes” hay en la vida diaria para que se imponga otro). Ajustarse el cinturón es lo que impone el estatismo, esto es, el aumento de la pobreza y el sacrificio. El orden permite liberar recursos esterilizados en áreas gubernamentales a los efectos de engrosar los bolsillos de la gente.

 

También es de interés puntualizar que las medidas que conducen al orden deben ser aplicadas lo antes posible para adelantar las buenas noticias fruto del orden y no aplicar medidas gradualistas puesto que ese goteo desgaste enormemente y mucho más si las medidas resultan fluctuantes, vacilantes y con marchas y contramarchas, en lugar de liberar el mercado laboral de legislación fascista y eliminar los impuestos directos al efecto de dar efectiva protección a los más pobres.

 

No hay magias en estos menesteres, no es posible contar con la torta y comérsela al mismo tiempo. Sin duda que los funcionarios de los que hablamos pueden estar sobrevaluados en el sector público y, por tanto, al pasar al sector privado sus salarios serán menores. Esto no debe corregirse puesto que la corrección significa que se arrancará el fruto del trabajo del vecino para continuar son la sobrevaluación de marras.

 

Vamos entonces una vez más al asunto clave de la desocupación. Bajo ninguna circunstancia hay desempleo involuntario (el voluntario no presenta problema alguno), siempre que los salarios surjan de arreglos contractuales libres y voluntarios. Las necesidades son ilimitadas y los recursos para atenderlas son escasos y el factor clave de esos recursos es precisamente el trabajo manual e intelectual. No se concibe la producción de bienes ni la prestación de servicios sin el concurso del trabajo. Si las necesidades estuvieran cubiertas y hubiera de todo para todos todo el tiempo, no habría necesidad de trabajar puesto que estaríamos en Jauja. Pero la realidad es otra. Cuando se obtiene un bien se desea otro y así sucesivamente. Esa es la historia del progreso desde las necesidades básicas a las culturales y de recreación.

 

Sin embargo, si los salarios se imponen por decreto o por el uso de la violencia, el desempleo es seguro. Los salarios son consecuencia inexorable de las tasas de capitalización, es decir, de maquinarias, instalaciones, equipos y conocimientos relevantes que hacen de apoyo logístico al trabajo para aumentar su rendimiento. Como hemos dicho tantas veces, no  es lo mismo pescar a cascotazos que hacerlo con una red de pescar, no es lo mismo arar con las uñas que hacerlo con un tractor. En otros términos, los equipos de capital resultan  esenciales para incrementar el rendimiento. Los salarios podrán ser altos o bajos según la inversión per capita pero no hay tal cosa como desempleo, a saber, nunca sobre aquel factor que es escaso en relación a las siempre ilimitadas necesidades (al pasar decimos que, por ejemplo, no estará empleado quien se encuentra en estado vegetativo ni aquel que sistemáticamente incendia su puesto de trabajo, pero esto no  hace a la regla del empleo a la que nos estamos refiriendo).

 

Entonces, frente a la situación que dejamos planteada al comienzo de esta nota, si hay que eliminar funciones incompatibles con un sistema republicano y consecuentemente hay que prescindir de los respectivos funcionarios, aparecen dos posibilidades siempre en vista de lo dicho sobre el desempleo. La primera variante es que los burócratas que se dejan cesantes en la administración pública sean absorbidos por el mercado laboral al salario que permita la tasa de capitalización. La segunda posibilidad es que ese mercado se encuentre bloqueado por disposiciones legales como el salario mínimo, descuentos compulsivos que significan impuestos al trabajo y equivalentes. En ese caso, no encontrarán empleo ya que si la tasa de capitalización marca 100 y la legislación laboral impone 200 se barre la posibilidad de trabajar, lo cual naturalmente perjudica muy especialmente a los que más necesitan  el trabajo ya que solo se producirán problemas de desempleo en las escalas más altas si las mal llamadas “conquistas sociales” las alcanzan.

 

En esta segunda variante solo queda que el mercado informal absorba a todos los que desean trabajar. Esto es, por ejemplo, lo que ocurre con los inmigrantes ilegales principalmente en el Oeste de Estados Unidos, donde se trabaja a salario de mercado, mientras que muchos de sus colegas en el Este se encuentran desempleados debido a las antedichas “conquistas sociales”.

 

Aunque no hace al objeto de esta nota referida a la necesidad de poner coto a la sobredimensión del Leviatán, es del caso apuntar que, por otro lado, la tecnología libera recursos humanos y materiales para emplearlos en áreas que hasta el momento no podía concebirse su producción. La respectiva capacitación está también en el interés de los emprendedores que ven las ventajas del nuevo negocio.

 

Otro tema de interés en este contexto es que los gobiernos que trabajan para poner orden faciliten el contar con entidades en las que se consignen los nombres de las personas que donan de su peculio para ayudar a quienes dicen hay que ayudar y que la nómina aparezca con los respectivos montos entregados. De este modo, se evitarían los discursos vacíos de quienes alardean de que “debemos ayudar” a tales o cuales personas, siempre recurriendo a la tercera persona del plural y nunca a la primera del singular asumiendo la propia responsabilidad en lugar de endosarla por la fuerza al vecino indefenso.

 

Por supuesto que el esfuerzo de la base cero y similares en el presupuesto nacional no se queda en la reducción del gasto sino que apunta a disminuir impuestos y simplificar sus características, al tiempo que debe reconsiderarse la posibilidad de prohibir la deuda pública tal como la sugirió en su momento Thomas Jefferson respecto a la Constitución estadounidense, con el argumento de que comprometía patrimonios de futuras generaciones que no han participado en el proceso electoral para elegir al gobierno que contrajo la deuda, sin dejarse convencer por las falacias de las supuestas  “ventajas intergeneracionales” ni de la mal llamada “inversión pública”.

 

Tanto la evaluación de las ventajas intergeneracionales como la inversión surgen de las apreciaciones subjetivas de la gente. Carece de sentido comprometer en el presente el fruto del trabajo futuro a través del endeudamiento  público con el argumento que en su momento lo sabrán apreciar o el arrancar recursos a unos con el argumento que esa compulsión se debe a que “le invirtieron” sus fondos.  En el primer caso se está extrapolando lo que ocurre en el sector privado -por definición actos voluntarios- para ilegítimamente trasladarlo al sector público y en el segundo se pasa por alto el significado preciso del proceso de abstención de consumo, ahorro e inversión. En los presupuestos públicos debiera consignarse, además del rubro de gastos corrientes, el rubro de gastos en activos fijos pero de ningún modo “inversión pública”.

 

En todos estos asuntos estimo clave la comprensión del nexo causal entre las políticas que engrosan los aparatos estatales y el sufrimiento de los más pobres. Toda política que derrocha recursos necesariamente implica que se contraen las tasas de capitalización, lo cual, como queda dicho, reduce salarios e ingresos en términos reales y, naturalmente, los marginales sufren en mayor medida el impacto puesto que una unidad monetaria para ellos tiene más peso que el que tiene lugar sobre ingresos más elevados.

 

Es bastante ridículo que la gente acepte que la inversión es decisiva para el crecimiento de un país y luego acepta livianamente que se castigue de todas las maneras posibles la inversión, especialmente vía fiscal con la peregrina idea de que eso no afectará los bolsillos de todos. No habrá progreso sostenido mientras no se perciba la relación directa inversión-salarios. Como se ha puntualizado, los ingresos son mayores en Canadá que en Uganda porque la inversión es mayor y, a su vez, la inversión es mayor debido a marcos institucionales respetuosos de la propiedad de cada cual.

 

En el tema que tratamos cuando los gobiernos intentan poner orden, habitualmente aparece montado sobre la pretensión de introducir políticas “de excepción” como si las transiciones no fueran algo cotidiano. Cada persona en su oficina todos los días cuando propone mejorar la situación de su empresa o emprendimiento está de hecho generando cambios, está provocando transiciones de la situación anterior a la nueva. Y, a su vez, estos cambios implican reasignaciones laborales y reasignaciones de recursos materiales. La vida es una transición. Desde luego que hay en el medio capacitaciones y nuevos desafíos que deben contemplarse y está en interés de los inversionistas hacerlo. Pero esto no es exclusivo de lo que ocurre cuando los gobiernos apuntan a poner orden después de un período de despilfarro. Como decimos es un proceso cotidiano.

 

En resumen, si un gobierno enfrenta una situación difícil y se propone corregirla debe tomar las medidas en concordancia puesto que las demoras comprometen la solución de los problemas. Ya se sabe que el tema medular es la educación, los políticos no pueden ir más allá de lo que la opinión pública puede digerir, por eso es que resulta tan importante la faena de los que no son funcionarios públicos a los efectos de correr el eje del debate y abrir plafones para que puedan resolverse los problemas. De nada valen los aplaudidores y los que todo lo justifican, debe dejarse testimonio en la buena dirección en la esperanza de corregir los desvaríos populistas.

 

Cierro con un pasaje del Acto iii, Escena iii de Hamlet respecto a la necesidad de encarar los problemas de fondo con medidas de fondo: “Las enfermedades graves que aparecen se resuelven con medias graves, o no lo hacen de ninguna manera”.

 

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. en Ciencias de Dirección. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, fue profesor y primer rector de ESEADE durante 23 años y luego de su renuncia fue distinguido por las nuevas autoridades Profesor Emérito y Doctor Honoris Causa.

EN MANOS DE PRÍNCIPES Y CORTESANOS

Por Sergio Sinay: Publicado el 2/5/16 en: http://sergiosinay.blogspot.com.ar/2016/05/en-manos-deprincipes-y-cortesanos-por.html

 

Ninguna forma de comunicar sirve si desde el poder se olvida la existencia de las personas, sus necesidades y sus vivencias

Hace 25 años el historiador y ensayista canadiense John Ralston Saul, actual presidente del PEN Club Internacional (asociación mundial de escritores, fundada en 1921), publicóLos bastardos de Voltaire, un apasionante y apasionado embate contra las deformaciones de la razón en el mundo occidental y sobre sus consecuencias políticas, militares, económicas, científicas, sociales y culturales. Con notable erudición y una escritura límpida e inspirada, Ralston denuncia allí a quienes confunden política con gerenciamiento, democracia con absolutismo, comunicación con jerga, estrategia con empecinamiento ciego, república con reinado, y también a quienes, en todos los ámbitos  mencionados, olvidan y desprecian el valor de lo humano y convierten a las personas en números o medios para un fin.

Leído nuevamente un cuarto de siglo después el libro de Ralston Saul (autor también, entre varias obras que incluyen novelas, de La sociedad inconsciente, sólido e imprescindible complemento de Los bastardos) renueva y aumenta sus sólidos fundamentos y su vigencia. Allí señala que, a partir del siglo XVIII, con la irrupción del iluminismo, aparecieron en el escenario político los cortesanos. Fallidos y fundamentalistas abanderados de la razón, estos se pusieron al servicio del poder (para beneficiarse de él) y dieron lugar al nacimiento de las burocracias y tecnocracias. Burócratas y tecnócratas gestionan desde teorías y protocolos que se demuestran fracasados una y otra vez, pero ellos no lo reconocen así e insisten en forzar a la realidad en el intento de meterla, así sea a la fuerza, en moldes preconcebidos. Los costos son altos y no los pagan ellos: vidas, sueños, proyectos, enfrentamientos y rupturas sociales, guerras (en las que no combaten), catástrofes ecológicas, desmesuras científicas, crisis económicas terminales, crecimiento tecnológico desbocado y disfuncional.

Los cortesanos son la novedad frente a los príncipes. Mientras solo gobernaban los príncipes se hacía la voluntad de estos. Vidas, tierras y destinos personales y colectivos estaban a su merced, sus consejeros los avalaban y hasta las autoridades religiosas se les asociaban. Con el surgimiento de nociones como república, derechos y democracia irrumpen los cortesanos, y los príncipes cambian sus características. Son los gobernantes populistas y autoritarios de hoy que, como los príncipes de antaño, se proponen como figuras providenciales, portadoras de un derecho divino (que en este caso emana del dios “pueblo”) para intentar el poder eterno y absoluto.

Mientras el príncipe concentra y personaliza el poder, descree de la democracia aunque no olvida nombrarla, y se disfraza de héroe, el cortesano mantiene un perfil bajo, se mimetiza en gerencias, gabinetes, juntas directivas, equipos. No asume responsabilidades sobre fracasos económicos estrepitosos que profetizó como éxitos, anuncia guerras victoriosas que luego se pierden, presenta progresos tecnológicos que no mejoran en lo esencial ninguna vida además de degradar el medio ambiente, y no tiene reparos morales en avanzar hacia horizontes científicos peligrosos.

En tanto Occidente deambula entre príncipes y cortesanos, las vidas humanas, los destinos individuales y colectivos, son un difuso, oscuro y olvidado telón de fondo. La mirada de Ralston Saul nos abarca en el aquí y ahora. Buena parte de la discusión bizantina (en Bizancio, hacia el siglo IV, las sectas religiosas discutían larga y tediosamente cuestiones abstractas sin hallar solución) sobre la comunicación del actual gobierno, entra allí. El príncipe comunica mandatos providenciales y no deja lugar a discusión. Son edictos reales. El cortesano se considera especialista en cuestiones que el vulgo no domina y cree que explicárselas no tiene sentido y sería pérdida de tiempo. Pero para cubrir las apariencias termina por comunicarlo, aunque lo hace en una jerga que nada aclara. Príncipes y cortesanos desprecian, cada uno a su manera, la realidad sobre la cual el ciudadano (o el súbdito según el caso) de a pie no tiene dudas porque la vive. La comunicación no crea a la realidad. Sólo la muestra, la oculta o la distorsiona. Y esto lo hacen tanto príncipes como cortesanos.

 

Sergio Sinay es periodista y escritor, columnista de los diarios La Nación y Perfil. Se ha enfocado en temas relacionados con los vínculos humanos y con la ética y la moral. Entre sus libros se cuentan “La falta de respeto”, “¿Para qué trabajamos?”, “El apagón moral”, “La sociedad de los hijos huérfanos”, “En busca de la libertad” y “La masculinidad tóxica”. Es docente de cursos de extensión en ESEADE.