Tres motivos por los que no baja la inflación

Por Iván Carrino. Publicado el 17/1/18 en: http://www.ivancarrino.com/tres-motivos-por-los-que-no-baja-la-inflacion/

 

Tres razones por las que el BCRA no cumplió su meta en 2017

El jueves de la semana pasada, el Instituto oficial de estadísticas de Argentina presentó los números de inflación del mes de diciembre. Los precios, medidos por el índice general, subieron 3,1% mensual, llevando el aumento anual al 24,8%.

Si se compara el dato de 2017 contra el de 2016, la reducción de la inflación fue significativa. Además, se trató del registro anual más bajo desde el año 2011. Sin embargo, comparado con el objetivo buscado por el Banco Central (entre 12 y 17% anual), el dato fue más que pobre.

A raíz de esto, surge la pregunta acerca de qué pasó.

Así que a continuación encontrarás los tres motivos por los cuales la inflación no bajó tanto que se esperaba.

Motivo 1) Con este esquema monetario, bajar la inflación lleva tiempo.

A pesar de que el sistema de “Metas de Inflación” se utiliza con éxito en alrededor de 30 países en el mundo, algunos analistas venían comentando que para reducir la inflación desde niveles tan altos, el método no estaba del todo probado.

No estoy de acuerdo con esa posición. Las metas de inflación son solamente el reflejo de un Banco Central cuyo objetivo es reducir la inflación. Y cuando los bancos centrales quieren bajar la inflación, tarde o temprano lo hacen.

Lo que sí admito es que, con metas de inflación y tasa de interés, la reducción puede no ser tan rápida. En el caso de Chile, por ejemplo, después de 1990, la inflación tardó 7 años en llegar al orden del 5% anual. En Colombia e Israel llevó 11 años. En México, 6.

Uno podría preguntarse por qué lleva tanto tiempo si, por ejemplo, durante los primeros años de la convertibilidad en Argentina, la inflación se redujo tan suculentamente, y pasamos de 84% (diciembre 1991) a 7% (diciembre 1993) en dos años, para luego tener estabilidad  por otros siete.

La respuesta es que parecería que, al menos a corto plazo, el tipo de cambio fijo es más eficaz para controlar los precios que cualquier otro esquema. Eso no es algo propio del sur de América o de Argentina. Lo mismo sucedió en el mismísimo Estados Unidos.

Cuando los norteamericanos abandonaron el Patrón Oro (que era, en términos prácticos, un tipo de cambio fijo con el metal precioso), la inflación se descontroló.

p.oro

En los 10 años anteriores a la salida del Patrón Oro, Estados Unidos tuvo una inflación promedio del 3% anual. Después del cierre de “la ventana del oro”, la inflación más que se duplicó, promediando un 8,3% anual para los 10 años siguientes, a pesar de la misión declarada de la Fed de vigilar la estabilidad de los precios.

Motivo 2) El Banco Central jugó para Cambiemos en las elecciones legislativas.

Si bien el Banco Central es independiente, uno no puede desconocer que hasta hace poco tiempo, el presidente de dicha institución en Argentina era un miembro más del partido político que hoy gobierna. Esto podría significar que, de tener que elegir entre bajar la inflación y que su partido gane las elecciones, opte por lo segundo.

Así, para favorecer al gobierno en las elecciones legislativas de octubre, es probable que el Banco Central pospusiera los aumentos de tasas de interés, resultando en una política monetaria demasiado expansiva.

Entre abril y septiembre, la tasa de interés de la política monetaria se mantuvo congelada. En todos esos meses, la inflación núcleo anualizada superó a la meta de inflación.

¿Por qué, teniendo una inflación por encima del objetivo por 6 meses consecutivos, el BCRA no subió la tasa?

Las elecciones legislativas son la explicación más razonable que encuentro. Para asegurar la elección de Cambiemos, el BCRA mantuvo una política monetaria más expansiva de lo requerido, frustrando el cumplimiento del objetivo de inflación.

Motivo 3) El necesario ajuste de las tarifas de servicios públicos

El último factor que complica las metas de inflación es el marcado incremento de los precios regulados. Es que en este marco de buscada “desinflación”, el gobierno debe reconocer precios que están totalmente atrasados. La parcial liberación de precios regulados impulsa al alza (a corto plazo) los índices con los cuales medimos la inflación, llevándola por encima de lo buscado por el Banco Central.

En 2017,  los precios regulados de la economía argentina avanzaron 38,7%, mientras que la inflación núcleo, que excluye a éstos y a los precios estacionales, avanzó solamente 21,1%.

Producto del peso que cada rubro tiene en el índice general, se puede decir que de los 24,8 puntos que acumuló la inflación del año pasado, 9,1 se debieron al ajuste de tarifas.

Llevando este análisis al extremo, si los precios regulados no se hubiesen movido,  la inflación anual habría cerrado en 15,7%.

Obviamente, de ninguna manera este debe ser el camino a seguir. De hecho, cuantos más precios se liberen, mejor será a largo plazo, pero en el corto esto implicará un desafío mayor para bajar la inflación.

En conclusión, el último motivo por el cual la inflación no baja como se desea es que los tarifazos generan una dicotomía: o el Banco Central se pone mucho más agresivo en su política monetaria, o no se cumple la meta establecida. Claramente, en 2017 triunfó la segunda alternativa.

Mirando a 2018, vemos un sistema de metas de inflación que seguirá vigente (aunque con una meta más laxa –ya que pasó del 10% al 15%), nuevos ajustes en los precios regulados, y un escenario sin elecciones de ningún tipo.

En cualquier caso, la lección a aprender es que la política monetaria deberá ser todo lo contractiva que haga falta para cumplir los objetivos de este año. Esperemos que las autoridades estén a la altura.

 

Iván Carrino es Licenciado en Administración por la Universidad de Buenos Aires y Máster en Economía de la Escuela Austriaca por la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid. Es editor de El Diario del Lunes, el informe económico de Inversor Global. Además, es profesor asistente de Comercio Internacional en el Instituto Universitario ESEADE y de Economía en la Universidad de Belgrano.

La socialdemocracia cambiemita es parte del problema

Por Iván Carrino. Publicado el 20/7/17 en: http://www.ivancarrino.com/la-socialdemocracia-cambiemita-es-parte-del-problema/

 

De cara a las PASO, algunas medidas que analiza el gobierno generan más preocupación que entusiasmo.

El viernes pasado arrancó oficialmente la campaña electoral para las PASO. Muchos coinciden en que en este simulacro de elecciones legislativas se juega el futuro del país.

Es que, de ganar el oficialismo, se consolidaría un camino de reformas que generarían mayor confianza de los inversores, estabilidad y mayor crecimiento. De lo contrario, reinaría el miedo, la huida de las inversiones, el salto del tipo de cambio y una mayor pobreza.

¿Existe realmente semejante “grieta” en la política económica propuesta por ambos lados?

En realidad, no tanto. El panorama electoral argentino es desolador: son todos partidos de izquierda, salvo Cambiemos, que es socialdemócrata.

¿Y qué quiere decir esto? Que el cambio que necesita el país está lejos de llegar, independientemente de quién gane las elecciones.

Medallas para Macri

El gobierno actual heredó una situación económica al borde del colapso. Cuando se emite dinero de manera descontrolada, se gasta más de lo que se ingresa crónicamente y, como frutilla del postre, se controlan casi todos los precios de la economía, la bomba tarde o temprano estalla.

Con esa herencia, Cambiemos hizo lo que pudo y tomó medidas en la buena dirección. Eliminó el cepo, quitó las restricciones para exportar, ajustó algo las tarifas de servicios públicos y redujo impuestos.

Destapar (a medias) la olla a presión de la economía K no fue fácil. 2016 terminó con 41% de inflación y una caída de 2,3% del PBI.

No obstante, en 2017 el país tendrá un escenario radicalmente distinto. La inflación será del 20-22% anual y el crecimiento cercano a 3%. Con esos números, Cambiemos podrá colgarse las medallas de la menor inflación en siete años y el mayor crecimiento en cinco.

Pero el gasto no se toca

Las medidas tomadas en 2015 y 2016 tendientes a liberalizar algunos sectores de la economía deben ser aplaudidas, pero hay temas de fondo que no se modifican.

El gasto público es el principal responsable del déficit fiscal y del pobre crecimiento de la economía nacional. Además, refleja el alto grado de estatización de la sociedad argentina.

Para que Argentina crezca lo suficiente como para alcanzar a los países del Primer Mundo, el tamaño del gasto debería recortarse de manera considerable. No hablamos de 1 o 2 puntos porcentuales, sino de 15 o 20.

Cambiemos, sin embargo, no va en esta dirección. Entre 2015 y 2016 el gasto creció en términos de PBI. Es que, a pesar del recorte en subsidios energéticos, aumentó la asistencia social producto de la “Reparación Histórica” de los jubilados.

Ahora si aceptamos que era necesario y éticamente correcto pagar esos juicios, ¿por qué no redujeron más aún otras partidas?

El gasto no se toca. Al menos no a la baja. Nuevas medidas como los créditos a los beneficiarios de AUH que ofrecerá la ANSES, o los del “Plan Potenciar” que ofrecerá el Banco BICE  son, a la larga, un aumento del gasto público.

Si los receptores del dinero no pagan su deuda, el agujero impactará en las arcas del estado.

Reforma tributaria: más impuestos

Una de las medidas que más  entusiasmo genera entre los agentes económicos es la reforma tributaria. Si Cambiemos gana las elecciones, se sostiene, entonces tendrá la fuerza legislativa necesaria para impulsar un plan integral para bajar impuestos y mejorar la competitividad.

Si ese fuera el  caso, ¡bienvenida la reforma!

Sin embargo, hace poco trascendió que los funcionarios no evalúan bajar impuestos, ¡sino subirlos! De acuerdo con el diario La Nación, el gobierno estudia lanzar un nuevo impuesto a los “alimentos no saludables”.

Esta medida desnuda el carácter socialdemócrata de Cambiemos. Por un lado, más peso del estado por la vía de nuevos impuestos. Por el otro, más paternalismo estatal e intromisión del gobierno en la vida privada de la gente.

Muchos argumentan que estos impuestos son razonables, porque si algunos tienen malos hábitos de alimentación, eso genera un gasto mayor en asistencia médica pública.

Ahora si Cambiemos quiere Cambiar en serio, hay que discutir es el tipo de país que queremos.

¿Queremos un país donde papá estado se haga cargo de todo, diciéndonos lo que tenemos que hacer porque, a fin de cuentas, él es el que paga los platos rotos? ¿O uno donde cada argentino sea digno y se haga cargo de sus decisiones?

La socialdemocracia cambiemita se inclina por lo primero.

Por si esto fuera poco, Mario Quintana afirmó que “el sistema tributario castiga a la producción y no grava la renta financiera”.

Aquí hay un problema de concepto. La renta financiera, que deriva del ahorro y el préstamo, es clave para la inversión. Si el ahorro no genera beneficios, entonces no habrá ahorro. Y sin ahorro no hay inversión. Y sin inversión no hay producción. Por tanto, gravar la renta financiera también gravará la producción.

La reforma tributaria debería eliminar impuestos y reducir tasas impositivas. No crear impuestos nuevos y aumentar el alcance de los existentes.

Socialdemocracia, parte del problema

El partido de Mauricio Macri tiene el mérito de haber abortado el camino hacia el chavismo que transitaba Cristina Fernández. Sin embargo, su modelo socialdemócrata de estado omnipresente no es lo que necesita el país.

Argentina, por su historia de desastres fiscales y crisis económicas asociadas, necesita ir de lleno a convertirse en uno de los países con mayor libertad económica del planeta. Sólo así atraerá la inversión necesaria para impulsar el crecimiento.

A la hora de votar, es cierto que Cambiemos luce como la opción menos mala. Pero esta realidad no habla bien de Cambiemos sino mal de nuestro país.

Como reza una historieta que circula en las redes: todos están a favor del “cambio”, pero nadie quiere cambiar nada.

 

Iván Carrino es Licenciado en Administración por la Universidad de Buenos Aires y Máster en Economía de la Escuela Austriaca por la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid. Es editor de El Diario del Lunes, el informe económico de Inversor Global. Además, es profesor asistente de Comercio Internacional en el Instituto Universitario ESEADE y de Economía en la Universidad de Belgrano.

Reforma impositiva e inflación, desafíos para reactivación económica de Argentina

Entrevista a Aldo Abram: Publicada el 10/1/17 en: http://www.libertadyprogresonline.org/2017/01/10/reforma-impositiva-e-inflacion-desafios-para-reactivacion-economica-de-argentina/

 

Una reforma que disminuya la elevada presión tributaria y cumplir con una meta inflacionaria del 17 por ciento son los principales desafíos para que Argentina vuelva a crecer, señaló hoy el experto Aldo Abram.

En entrevista con Xinhua, el economista, director ejecutivo de la Fundación Libertad y Progreso (FLyP), se refirió a las cuestiones que marcarán, en el año que acaba de comenzar, el devenir de la tercera economía de América Latina, detrás de Brasil y México.

“Para 2017, hay tres desafíos fundamentales. El primero, y es el más importante, es que los brotes verdes que se empezaron a ver a fines de 2016, terminen floreciendo en una reactivación que se consolide en crecimiento”, expresó el analista.

Para Abram “de una buena performance (desempeño) del nivel de actividad depende el resultado que obtenga el gobierno en las elecciones legislativas de octubre, donde debería sumar legisladores para consolidar su poder”.

“Existe el riesgo de que se quede en un rebote más, de los tantos que hubo en los últimos años, en la medida que no se vea acompañada por un fuerte crecimiento de la inversión privada. Para que ello suceda se necesitan algunas condiciones, como que se den señales de que se reconstruirá la seguridad jurídica, que fue destruida durante la gestión anterior”, observó.

Según el experto, el gobierno de Mauricio Macri, que asumió el cargo en diciembre de 2015, “ha mostrado su voluntad de avanzar en ese sentido, pero la oposición ha mostrado alguna predisposición a aprobar leyes que van en el rumbo contrario”.

Un reciente relevamiento de expectativas que realizó el Banco Central (BCRA, autoridad monetaria) entre consultoras privadas muestra que el PIB de Argentina pasará de caer un 2,3 por ciento en 2016 a tener un crecimiento de un 3 por ciento en 2017, mientras que la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) prevé un crecimiento del 2,9 por ciento para Argentina en 2017, tras estimar una caída del 1,7 por ciento en 2016.

El Presupuesto 2017 de Argentina augura que la economía del país crecerá un 3,5 por ciento.

En la visión de Abram “otro factor importante es la merma de la enorme presión tributaria de Argentina. Esto está relacionado con el segundo desafío, que es empezar a ajustar el gasto público, tarea en la que no se avanzó nada hasta ahora, y sin avanzar en este punto pensar en menores impuestos y déficit fiscal es imposible”.

“El Presupuesto 2017 no trajo buenas noticias al respecto, ya que luego de bajar la carga fiscal el año pasado, ahora anuncia que volverá a subir, aunque poco”, criticó.

“Sería bueno que el gobierno dejara claro que tiene en sus objetivos para los próximos años la merma de los impuestos y una reforma que nos lleve a un sistema tributario más justo y eficiente”, instó el economista.

El ultimo desafío que mencionó el titular de la FLyP “es que el Banco Central cumpla con la meta de inflación de menos de un 17 por ciento para 2017”.

“Tras un primer semestre sumamente complicado, que implicó incumplir la meta para 2016 del 25 por ciento (ya que rondará el 40 por ciento) lograron controlar el rumbo en el segundo semestre. En la última mitad del año la inflación promedio mensual fue de un 1,5 por ciento, o sea que se ubica en menos de un 20 por ciento anualizado y es el más bajo desde 2009”, resaltó el economista.

Según el analista, “para cumplir con el 17 por ciento o menos de objetivo, la inflación promedio mensual debería bajar a solamente un 1,3 por ciento, lo cual es sencillo. Las dudas sobre que se pueda cumplir tienen que ver mayormente con la mala performance fiscal”.

“Sin embargo, dado que el BCRA tiene todos los instrumentos necesarios para lograr su objetivo, debería hacerlo para no perder credibilidad respecto al futuro cumplimiento de las metas planteadas para los años siguientes”, enfatizó.

 

Aldo Abram es Lic. en Economía y director del Centro de Investigaciones de Instituciones y Mercados de Argentina (Ciima-Eseade) .

Axel Kicillof intentará ser el “Keynes argentino”

Por Adrián Ravier. Publicado el 20/11/13 en: http://opinion.infobae.com/adrian-ravier/2013/11/20/axel-kicillof-intentara-ser-el-keynes-argentino/

La derrota en las elecciones legislativas, las diferencias surgidas en el equipo económico, el debilitamiento del oficialismo de cara a las elecciones de 2015 y una serie de problemas en el frente monetario y cambiario presionaron al gobierno para abrir una etapa de renovación dentro del gabinete nacional. Lo que se pretende con ello es atacar tanto los problemas en el frente político como aquellos del frente económico. En el primer caso, se intentará homogeneizar el discurso, fortalecer el modelo, recuperar credibilidad en el electorado y dar algunas señales positivas de cara a las elecciones de 2015; en el segundo caso, controlar la inflación, limitar la pérdida de reservas y menguar las presiones sobre el tipo de cambio.

Nótese que no mencioné que vayan a atacar el desequilibrio fiscal, ya que esto implicaría un “ajuste“, un cambio de modelo, que no creo que esté en la agenda del gobierno.

La reaparición de la Presidente tras su licencia por enfermedad vino acompañada precisamente de un anuncio que coloca a Jorge Capitanich como jefe de Gabinete y a Axel Kicillof como nuevo ministro de Economía. Será Capitanich el encargado de trabajar el frente político, buscando consensos y trabajando en construir una unidad de cara al futuro; mientras que Kicillof –y más aún con la reciente renuncia de Guillermo Moreno– deberá presentar propuestas concretas para paliar los problemas del frente económico, o concretamente en el frente monetario y cambiario.

Un fracaso de este último en alcanzar sus objetivos incrementará la sangría de reservas e intendentes, poniendo piedras en el camino del oficialismo en continuar el modelo en 2015, cualquiera sea el candidato elegido para la sucesión; pero al mismo tiempo, dos años más de inflación y pérdida de reservas limitarán las alternativas de política económica que el gobierno que suceda a Cristina Fernández de Kirchner desee implementar a partir de 2015. Resumiendo, si Kicillof fracasa, quizás ya sea tarde para evitar una nueva crisis económica con un plan alternativo posterior.

En otro artículo en este diario resumí mis breves contactos con el joven Kicillof, cuando era un académico, profesor e investigador de la Universidad Nacional de Buenos Aires. En aquellos tiempos Kicillof estudió en profundidad a los autores clásicos, en especial a Karl Marx, y más tarde, se doctoró en economía con un profundo estudio de losFundamentos de la teoría general de John Maynard Keynes. El pensamiento de Kicillof se encuentra entonces entre Marx y Keynes, con un debate interno que no le debe ser fácil de resolver. Piensa en los términos que aprendió de Marx -aspecto que se nota cuando habla-, pero modera su discurso a través de Keynes, a quien conoce de memoria. El socialismo para él sería deseable, aunque entiende que una transición a ese sistema es inviable en el mundo moderno. El advenimiento del socialismo será quizás una etapa más avanzada del capitalismo, pero no es algo que a él le preocupe acelerar desde su nuevo cargo. De ahí que pienso que su acercamiento a Keynes explicará mejor sus propuestas de política económica.

Como buen historiador de las doctrinas económicas, Kicillof sabe que el pensamiento de un autor debe estudiarse bajo el contexto histórico en el cual vivió. Y es curioso que el contexto en el que Keynes construyó su pensamiento revolucionario sea tan similar al que hoy caracteriza a la economía mundial. En una entrevista desarrollada hace algunos meses, Kicillof explicaba que aquella gran depresión de los años 1930, junto con la crisis global actual, son las dos peores crisis de “la etapa capitalista”. Esto llevaba a Kicillof a rechazar la idea generalizada que tenemos otros economistas de que la Argentina se ha beneficiado en los últimos diez años de un contexto internacional favorable. Para Kicillof, sin embargo, no hubo, ni habrá vientos a favor, sino vientos en contra, que hundirían a la economía argentina, si no fuera por las exitosas políticas proteccionistas que se vienen aplicando. Lo cierto es que lo dicho por Kicillof ha sido engañoso, y si bien el mundo desarrollado muestra turbulencias, él sabe que es precisamente ese contexto el que empuja a la Reserva Federal americana y al Banco Central Europeo a inyectar liquidez y elevar el precio de los commodities -como el petróleo, el trigo y la soja-, lo que claramente beneficia a la región, y también a nuestro país.

Kicillof, sin embargo, comparte con Robert Skidelsky -uno de los máximos biógrafos de John Maynard Keynes- que éste es el momento del “retorno del maestro”. Justifica con ello una serie de medidas que corrijan el capitalismo, que lo regulen, ya que sin estas medidas, el mercado sólo puede conducirnos a sucesivas crisis capitalistas.

En su tesis doctoral muestra precisamente cómo la política anticíclica keynesiana debe enfrentar una situación como la de Estados Unidos, la Unión Europea, y aun la propia de Argentina, impulsando la demanda agregada con políticas monetarias y fiscales expansivas. Esto es, más gasto público –sin importar que sea deficitario- y más expansión del crédito con tasas de interés bajas e incluso negativas -en términos reales-, lo que impulsaría simultáneamente el consumo y la inversión. El mayor error que me imagino cometerá Kicillof, sin embargo, esdesatender el desequilibrio fiscal, fuente de todos los problemas argentinos de las últimas décadas, y fuente del problema real que tiene hoy la Argentina al explicar las causas de la inflación.

Imagino entonces que Kicillof tomará medidas que potencien el rol del Estado con un papel más activo que el que ya tenía, con más planes sociales redistributivos, y posiblemente -esperemos me equivoque- con nuevas expropiaciones que financien esos proyectos. Recordemos que en varias oportunidades Kicillof exclamó su deseo de “revertir el noventismo”, lo que abre una incógnita acerca de nuevas estatizaciones y un más amplio control del Estado.

Si algo tenían en común Marx y Keynes era su desconfianza en el mercado y el desprecio por la función empresarial. Kicillof dejaba ver en cada clase -y hoy se repite en sus discursos y entrevistas- ese odio a los dueños del capital. Mira con recelo los beneficios contables que las empresas logran acumular, porque no puede dejar de ver en ellas a la indebida apropiación de plusvalía por parte del capitalista, entendida como la expresión monetaria del valor que el trabajador asalariado crea por encima del salario que recibe. Esa injusticia social justifica -en su visión- la “acción” del gobierno expropiando o tomando medidas para limitar lo que para él es básicamente un robo.

Kicillof entiende el comercio como un juego de suma cero, donde lo que unos (los empresarios) ganan, es lo que otros (los asalariados o consumidores) pierden, lo que hace que tenga una enorme satisfacción en tomar medidas que reduzcan estos beneficios empresariales. Quizás no seguirá los modos de Moreno, abiertamente criticados por toda la sociedad, pero no me sorprendería que defina estrategias de inversión, o que prohíba el envío de utilidades de empresas extranjeras a sus casas matrices. Tampoco espero que permita las importaciones libres de insumos y bienes de consumo. Su discurso en el marco de la expropiación de Repsol-YPF precisamente iba en ese sentido. Él decía comprender la lógica capitalista de que una empresa tome las ganancias y las invierta donde mejores negocios encuentre, pero esto afectaba los intereses de la nación, y hubo que intervenir. Más bien, señaló que primero se le pidió a la empresa amablemente que cambie su operatoria. Luego se insistió en que reinviertan el capital en el país. Finalmente, ya hubo que actuar con la expropiación. Kicillof entiende entonces que el capital es de la Argentina y que debe responder a los intereses de la Argentina. El problema con Repsol-YPF, por un lado, fue que las propias regulaciones a la empresa le redujeron el margen de ganancia y eso implicó reducir las inversiones y reinvertir en el exterior. El problema con Kicillof, por el otro lado, es que tiene la “fatal arrogancia” de creer que él sabe definir concretamente cuáles son esos intereses colectivos, mucho mejor que los millones de planificadores empresarios que tenemos en el país. En pocas palabras, para Kicillof los fines colectivos están por encima de los fines individuales, y si hay que sacrificar a una serie de empresas o a un grupo de empresarios para ayudar al sostenimiento del modelo, no le temblará el pulso en hacerlo.

Lo mismo se puede decir del tan mencionado desdoblamiento cambiario. Si debe encarecerse el turismo argentino en el exterior, no habrá problemas en hacerlo. Después de todo, que las divisas queden en el país respaldando el dinero local es una función social que está por encima de la libertad individual.

En los papeles Kicillof no puede más que profundizar el modelo. Sin embargo, hay que advertir que si bien cuenta con el respaldo de la Presidente para ejecutar políticas, el oficialismo hoy se encuentra debilitado. Recordemos que en la primera jornada post-nombramiento, el mercado respondió muy mal, con una fuerte baja en la Bolsa porteña. El oficialismo ha perdido mayoría en el Congreso y la sociedad está expectante de no sufrir una nueva crisis como aquella de 2001.

Kicillof será muy claro en sus próximos discursos, y empezará a delinear la política económica del gobierno para los próximos dos años. Pero la claridad que posee Kicillof al explicar sus ideas no evitará las consecuencias indeseadas de ellas.

Mi impresión es que la Presidente ha cometido quizás su mayor error en su “encandilamiento” con Kicillof. La expropiación a Repsol fue un error, pero la implementación de este proceso fue aun más grave que la propia expropiación. Hoy la Argentina aún debe resolver la disputa con la empresa, pero además debe gastar millones de dólares en la importación de gas y combustible que en otro contexto podía producirse en el país.

Cristina Fernández de Kirchner decidió desatender las expectativas del electorado y profundizar un modelo agotado. Todo lo dicho me lleva a confirmar lo mencionado al cierre de la nota anterior. Conjeturo que el desenlace de este modelo no será muy diferente del tan criticado noventismo.

Adrián Ravier es Doctor en Economía Aplicada por la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid, Master en Economía y Administración de Empresas por ESEADE y profesor de Macroeconomía en la Universidad Francisco Marroquín.