La educación sexual, el liberalismo y la “invasión LGTB”

Por Iván Carrino. Publicado el 23/11/18 en: http://www.libertadyprogresonline.org/2018/11/23/la-educacion-sexual-el-liberalismo-y-la-invasion-lgtb/

 

Algunas precisiones en el debate para evitar la ensalada de conceptos.

“El liberalismo es el respeto irrestricto por el proyecto de vida del prójimo”

Alberto Benegas Lynch (h)

Antes de empezar quiero declarar mi más profundo rechazo por una frase que se usa muy a menudo para elogiar o destacar cierto contenido.

La frase dice más o menos así:

“Esto es buenísimo, ¡debería ser contenido obligatorio en las escuelas!”

Al parecer, somos todos muy liberales en todo, hasta que algo nos gusta y lo queremos imponer.

No. Los liberales no creemos en la obligación, sino en los acuerdos voluntarios.

Ahora sí, puedo continuar.

Hay un debate que está tomando cada vez más notoriedad y que, desde mi punto de vista, crea alguna confusión entre lo que es el respeto por la diversidad, el rol de la izquierda, los valores y el liberalismo.

La última batalla de ese debate parecería ser la propuesta de Reforma de la Ley 26.150 (de Educación Sexual Integral), que ha originado como respuesta un movimiento con una consigna muy clara: #ConMisHijosNoTeMetas.

A raíz de esta cuestión, me gustaría elaborar sobre dos puntos que creo merecen atención. El primero es la Educación Sexual Integral, su propuesta de reforma y el punto de vista liberal al respecto.

El segundo es el rol de la familia tradicional y por qué sí, o por qué no, hay que defenderla desde este mismo punto de vista.

ESI: la ley y su propuesta de reforma

El 4 de octubre del año 2006 el Senado y la Cámara de Diputados de la nación sancionaron la Ley 26.150: Programa Nacional de Educación Sexual Integral.

La misma sostenía que “todos los educandos tienen derecho a recibir educación sexual integral en los establecimientos educativos públicos, de gestión estatal y privada” de todo el país.

Los objetivos de la ley eran varios, pero interesa destacar 3, que copio textualmente:

1)      Promover actitudes responsables ante la sexualidad;

2)      Prevenir los problemas relacionados con la salud en general y la salud sexual y reproductiva en particular;

3)      Procurar igualdad de trato y oportunidades para varones y mujeres.

La educación de este tipo es obligatoria para todos los establecimientos educativos, pero con la salvedad que, de acuerdo con el artículo 5:

… cada comunidad educativa incluirá en el proceso de elaboración de su proyecto institucional, la adaptación de las propuestas a su realidad sociocultural, en el marco del respeto a su ideario institucional y a las convicciones de sus miembros.

La propuesta de reforma, que según este sitio tiene dictamen de mayoría en el Congreso, reemplaza algunas de las cuestiones que acabamos de destacar.

Por ejemplo, los objetivos quedan algo más amplios:

1)      Promover actitudes responsables ante la sexualidad, construyendo hábitos y comportamientos responsables y saludables;

2)      Prevenir los problemas relacionados con la salud en general y la salud sexual y reproductiva en particular; y

3)      Asegurar la igualdad de trato y oportunidades, la no discriminación y un acceso igualitario a la Educación Sexual Integral para las diversas identidades de género y orientaciones sexuales.”

O sea que en lugar de establecer igualdad de trato para “varones y mujeres”, el espectro queda ampliado para cualquier identidad de género, incluyendo a personas transgénero (una persona biológicamente mujer o varón, pero que se identifica con el género opuesto).

Por otro lado, propone reemplazar el artículo 5, violando ese margen de autonomía que les dejaba a las instituciones.

Así, se establece:

“Los contenidos que hacen a la aplicación de la presente y de las resoluciones del Consejo Federal de Educación deberán incluirse en la currícula y modalidad de todos los niveles educativos de forma obligatoria, constituyéndose en disposiciones de orden público, independientemente de la modalidad, entorno o ámbito de cada institución educativa, sea de gestión pública o privada.

El grado de avance del estado sobre las instituciones privadas y públicas, obviamente, es motivo de polémica.

Estado contra Privados

Desde el punto de vista liberal, el problema no es la ESI ni tampoco su reforma.

A ver, es claro que un artículo que dice que una medida “X” debe aplicarse “independientemente de la modalidad o ámbito de cada institución” es más invasivo de la propiedad privada que una medida que dice que tal medida debe aplicarse de forma obligatoria pero “en el marco del respeto a su ideario institucional y convicciones”.

No cabe duda de ello.

Ahora bien, desde el punto de vista liberal, el problema es la imposición de los contenidos desde el estado.

En los manuales de historia o geografía económica de la escuela secundaria es muy probable que los alumnos se encuentren con que Franklin D. Roosevelt sacó a Estados Unidos de la Gran Depresión gracias a su intervencionismo, o que Argentina tuvo una crisis económica en 1999-2002 como resultado del neoliberalismo.

Desde mi punto de vista, estos contenidos están fácticamente equivocados y preferiría enviar a mi hijo a un colegio que enseñara a los alumnos otra versión de los hechos.

Lo mismo ocurre con la Educación Sexual Integral. Entiendo perfectamente el reclamo de un padre o madre que sostiene que no quiere que a su hijo le digan que “está bien ser gay” (siempre asumiendo que es eso lo que le van a enseñar, y no simplemente a respetar e incluir a las diversas expresiones de la sexualidad).

Esos progenitores tendrían, en una sociedad liberal, la opción de enviar a su hijo a un colegio con sus valores y creencias, cosa que no pueden hacer con una educación nacional manejada por el estado.

Pero lo mismo me pasa a mí con el caso del neoliberalismo y Argentina. Mis hijos seguramente vayan a un colegio donde les digan que el neoliberalismo arruinó al país. Y yo me armaré de paciencia para contarles la otra mirada.

El problema no es el contenido en particular, sino la imposición.

La problemática de los contenidos educativos en las escuelas fue magníficamente explicada por Murray Rothbard. En su libro Poder y Mercado, publicado por Unión Editorial en 2006, explica que la propiedad pública implica necesariamente “enormes conflictos de casta”.

¿Qué son estos conflictos?

En sus palabras:

“… los empresas públicas [en este caso, la educación cuyos contenidos obligatorios maneja el estado] crean enormes conflictos de casta entre los ciudadanos, cada uno de los cuales tiene una idea diferente de la mejor forma de servicio.

En los últimos años, las escuelas públicas de EE.UU. han constituido un buen ejemplo de estos conflictos. Algunos padres prefieren escuelas segregadas racialmente, otros prefieren la educación integrada. Algunos quieren que se enseñe socialismo en las escuelas. No hay forma de que el gobierno resuelva estos conflictos. Solo puede imponer el deseo de la mayoría –o la interpretación burocrática de la misma – mediante la coerción y hacer que minorías, generalmente grandes, queden descontentas e insatisfechas. Cualquiera sea el tipo de escuela que se elija, algún grupo sufrirá”

Es decir, imaginemos que la ley de Educación Sexual Integral sostuviera valores católicos. Probablemente, los católicos estarían contentos (o una mayoría de ellos), pero quedarían descontentos los no católicos.

Lo mismo ocurre a la inversa.

Pero el punto central es que en la medida que tengamos una educación digitada y dirigida por el estado, incluso adentro de las puertas de las instituciones privadas, este problema no se va a resolver.

El gobierno será quien finalmente decida qué se enseña y qué no. En la letra de la ley, el conflicto de casta es irresoluble.

Un comentario final para esta sección es que seguramente me digan que lo que se enseña en el sistema educativo no es la interpretación burocrática del deseo de la mayoría, sino lo que “la ciencia” dice que es cierto.

De hecho, la ley 26.150 sostiene que “la definición de los lineamientos curriculares (…) será asesorada por una comisión interdisciplinaria de especialistas en la temática”.

Ahora bien, eso es caer en lo que William Easterly llamó La Tiranía de los Expertos, y que Gabriel Zanotti explicó bien  en su La epistemología y sus consecuencias filosófico-políticas. Allí plantea que, incluso aunque el gobierno supiera “la verdad”, no tiene derecho de imponerla por la fuerza.

La familia tradicional no es un valor en sí mismo

Debido a que la nueva Educación Sexual Integral propone incluir expresiones de identidad de género que no sean exclusivamente la del hombre y la mujer heterosexuales, muchos reaccionan sosteniendo que,  lo que se esconde detrás, es un ataque a los “valores tradicionales”, “la familia”, y que se viene una “invasión gay” producto de la militancia izquierdista del movimiento LGTB.

Aquí hay tres cuestiones de suma importancia.

En primer lugar, solo el 37% de las familias respetan el formato “tradicional” de mamá-papá-hijos. En segundo lugar, dicho formato no tiene nada de bueno ni de malo en sí mismo.

Por último, resulta curioso que quienes luchan por defender a la “familia tradicional” y quieren mostrarse como los paladines del liberalismo, no hacen otra cosa que quejarse por los resultados de la libertad que buscan exaltar.

Es que fue el capitalismo de libre mercado el que ha ido transformando a la familia en el  último siglo.

De acuerdo con un trabajo de Steven Horwitz, la familia tradicional no tiene nada de especial, sino que fue una circunstancia histórica derivada de la Revolución Industrial de mediados-fines del siglo XIX.

Antes de dicha revolución, la familia era sencillamente una unidad de producción agrícola. Padre, madre y todos los hijos posibles tenían que trabajar día y noche en el campo para producir los bienes que proveyeran su subsistencia.

Más tarde, el incremento del ingreso per cápita y la aparición de las fábricas permitieron un cambio económico sustancial, que tuvo su efecto en la organización familiar.

Según el trabajo:

Mientras que en tiempos preindustriales, las mujeres y los hombres compartían muchas de las tareas en la unidad de producción familiar, la industrialización trajo una división del trabajo por género donde los hombres ocuparon la esfera pública del trabajo y la política y las mujeres lo privado. La esfera del hogar.

Se gastó una gran cantidad de energía durante la era victoriana, argumentando que esta división del trabajo era realmente una forma de igualdad, ya que hombres y mujeres fueron asignados a sus “esferas separadas” en las que cada uno sobresalía. Los géneros no eran desiguales, solo eran “diferentes”.

Cualesquiera que fueran los méritos de esta forma familiar, dos cosas eran ciertas: primero, la riqueza creada por el orden del mercado había liberado a las mujeres y los niños de la necesidad de un trabajo en gran medida desagradable en la industria. En segundo lugar, la forma y funciones de la familia continuaron evolucionando.

Este último punto es crucial porque muchos hablan hoy de la familia “tradicional” como si hubiera habido una forma familiar particular que había existido durante siglos hasta los cambios de los últimos 40 años. Pero incluso un estudio superficial de la historia económica y social indica que la forma y las funciones de la familia han experimentado cambios significativos, al menos desde los primeros días de la industrialización, si no antes.

El trabajo de Horwitz continúa investigando la evolución de la institución familia y explica desde un punto de vista económico el aumento en la tasa de divorcios e incluso la aparición del reclamo por el matrimonio homosexual.

O sea que así como el capitalismo dio origen a lo que se supone que es la familia tradicional, también es el que explica el desmembramiento de ésta.

Finalmente, debemos aclarar que la “familia tradicional” no tiene nada de bueno o malo en sí mismo.

De hecho, como escribí en 2010, puede ocurrir que una familia de “mamá-papá-hija” sea absolutamente nefasta, mientras que una de “papá-papá-hijo” o “mamá-mamá-hijo/hija/hijos e hijas” sea increíblemente buena.

A la hora de los vínculos familiares, no parece que sea relevante el tema del género.

Aclarando la confusión

El objetivo de este posteo era dejar en claros dos puntos que me parece que se confunden en el debate por la educación sexual.

El primero es que el liberalismo se opone a la obligatoriedad de contenidos en la educación.

Los liberales creemos en una sociedad diversa también en materia educativa.

Un mundo liberal tendría colegios con la ESI de 2006,  otros con la ESI de 2018, otros con la ESI de 2058 y otros sin ESI o con la educación que quiera dar la religión que profese la institución en cuestión.

Eso es verdadera libertad y diversidad.

El segundo punto es que no hay nada de liberal en defender un modelo de organización social específico y que no cambie en el tiempo. Los liberales sabemos que el mercado es un proceso y que las instituciones sociales van modificándose en consecuencia.

En este sentido, no hay nada que haga de la “familia tradicional” un valor para defender. Tenemos que respetar la libertad de asociación, y eso implica “papá-mamá”, “papá-papá”, “mamá sola” y todas las variantes que los propios involucrados juzguen como positivas.

No hay una organización social “óptima” objetivamente determinable. Y, incluso si le hubiera, nadie debería tener el poder para imponérsela a otro.

Entre otras cosas, pero fundamentalmente, de eso se trata el liberalismo.

 

Iván Carrino es Licenciado en Administración por la Universidad de Buenos Aires y Máster en Economía de la Escuela Austriaca por la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid. Es editor de El Diario del Lunes, el informe económico de Inversor Global. Además, es profesor asistente de Comercio Internacional en el Instituto Universitario ESEADE y de Economía en la Universidad de Belgrano. Es Sub Director de la Maestría en Economía y Ciencias Políticas de ESEADE.

EL JUDÍO COMO EL FREE RIDER DE LA HISTORIA

Por Gabriel J. Zanotti. Publicado el 1/1/17 en: http://gzanotti.blogspot.com.ar/2017/01/el-judio-como-el-free-rider-de-la.HTML

 

El precio por saber que estamos solos es alto. Fromm lo maneja muy bien en “El miedo a la libertad”. No sé si no tiene grises la dicotomía que él sostiene como el resultado –amor verdadero o alienación- pero evidentemente  estamos solos. No, no porque sean históricamente verdaderas las teorías del contrato social. Sino porque finalmente nos encontramos a solas con Dios en nuestra conciencia. ¿A quién pedir consejo sobre a quién pedir consejo? Incluso el creyente que está en una comunidad religiosa, debe, si su fe es madura, decidir estarlo. Y en esa decisión, estamos solos. La radical soledad. Si, Ortega ya hablaba de ella. Es la soledad de la conciencia ante Dios, de donde surge el derecho a la intimidad personal. No es la soledad del solipsismo, no es la negación de que nacemos en comunidades, no es la negación de la intersubjetividad del mundo de la vida con sus tradiciones e historicidad.

Pero qué fácil no darse cuenta de ello, cuando de algún modo parece que NO dependemos de nosotros. Qué fácil que le fue a Aristóteles NO darse cuenta de lo que era la escasez, en una sociedad de esclavos. Qué fácil que le fue a Platón dividir –como siguen haciendo casi todos– a la sociedad en tres estratos, dos de los cuales vivían de los comerciantes que tenían que producir para el resto. Qué fácil ser noble, señor, rey, caballero u obispo con propiedades –hasta que se enfrentaron con dominicos y franciscanos- cuando vivían alegremente de la explotación de los siervos y vasallos.

El free rider surge cuando alguien, precisamente, dice “no”. El que se queda afuera (el free rider) del sistema es el que se da cuenta de que su derecho a la intimidad, a la libertad religiosa, es la soledad potencial que pasa de la potencia al acto, es asumir el control de la propia vida: es NO ser señor si eso implica explotar al siervo, es NO ser siervo si ello implica ser explotado por el señor.

Pero, a lo largo de la historia, todo esto fue difícil. No fue casualidad, sin embargo, que la libertad religiosa fuera creciendo en Occidente junto con el libre mercado, que sólo tuvieron en los EEUU su expresión institucional: los free riders de la Europa autoritaria.

Pero en la historia de Occidente, hubo y hay un “tipo ideal weberiano”, un free rider por excelencia, que supo lo que es estar solo y se quedó solo, y tuvo que adelantarse, consiguientemente, al libre comercio que acompaña a la libertad religiosa: el judío. Despreciado, humillado, perseguido por comunidades que veían en él al otro, al diferente que NO querían ver, tuvo que comerciar en tiempos donde esa actividad no era digna de nobles, caballeros y señores que vivían de la explotación del siervo de la gleba. Eso aumentó más el desprecio, los preconceptos negativos, los odios y las burlas. El desprecio al comercio es finalmente el temor atávico a la libertad, a ser sí mismo, a saber que no tengo derecho a vivir del trabajo esclavo. Allí quedó, el judío, a lo largo de la historia, representando todo lo que las sociedades tribales despreciaban: la libertad religiosa, el ser otro, el libre comercio. El liberalismo, en suma.

Finalmente, como dice Hayek, la sociedad extensa se abrió paso ante la tribal, y todos tuvieron que saber que si quieren comer, no pueden robar, ni esclavizar, ni vivir en una aparente comunidad que sería inocente de la explotación del diferente. Pero casi todos, excepto en EEUU, se resistieron hasta donde pudieron y se siguen resistiendo. El marxismo leninismo, el nazifascismo, fueron (SON) todas formas atávicas de resistirse a NO ser explotadores del diferente. Pero, oh casualidad, los nazis, los fascistas, los franquistas, se hicieron eco del odio visceral al judío, que representaba en la historia a todo lo que ellos odiaban con más fuerza: el otro, el diferente, el que ejerce su liberad, su religión, su comercio, que es emprendedor, científico, empresario, creador. Las teorías conspirativas más absurdas, los temores atávicos del inconsciente reprimido, alimentaron y alimentan al odio al judío que sigue siendo despreciado excepto, oh casualidad, en los ambientes liberales clásicos y libertarios, que habito hace más de 40 años y en los cuales JAMAS escuché una sola palabra o expresión antisemita. Qué casualidad.

El judío, en la historia, es el liberal. No sé si los judíos son plenamente conscientes de ellos, pero los antisemitas lo saben. Lo saben bien. Su odio visceral al liberalismo y al judío son la misma cosa.

 

Gabriel J. Zanotti es Profesor y Licenciado en Filosofía por la Universidad del Norte Santo Tomás de Aquino (UNSTA), Doctor en Filosofía, Universidad Católica Argentina (UCA). Es Profesor titular, de Epistemología de la Comunicación Social en la Facultad de Comunicación de la Universidad Austral. Profesor de la Escuela de Post-grado de la Facultad de Comunicación de la Universidad Austral. Profesor co-titular del seminario de epistemología en el doctorado en Administración del CEMA. Director Académico del Instituto Acton Argentina. Profesor visitante de la Universidad Francisco Marroquín de Guatemala. Fue profesor Titular de Metodología de las Ciencias Sociales en el Master en Economía y Ciencias Políticas de ESEADE, y miembro de su departamento de investigación