Trump, personaje peculiar

Por Alberto Benegas Lynch (h).  Publicado el 12/8/17 en: http://www.elpais.com.uy/opinion/trump-personaje-peculiar-enfoque-benegas.html

 

Hasta determinada etapa y desde el nacimiento de los Estados Unidos era el ejemplo de la libertad y el consiguiente respeto recíproco. Sin embargo de un tiempo a esta parte esa gran nación se ha ido latinoamericanizando en el peor sentido de la expresión. Este fenómeno, por lo menos hasta el presente, ha llegado a su punto más alto con la administración de Donald Trump.

Este presidente ha comenzado su gestión insultando a periodistas. En lugar de señalar sus desacuerdos ha optado por decirles que son deshonestos y echar a algunos de sus conferencias de prensa en la Casa Blanca como si el lugar le perteneciera. Ahora ese gobierno anuncia que citarán a algunos periodistas que han informado sobre temas que el aparato estatal considera son reservados, lo cual vulnera los principios más elementales de la libertad de prensa. Y esto ocurre nada menos que en el país cuya tradición esta indisolublemente atada a su Primera Enmienda. Al efecto de subrayar la trascendencia de este valor, Thomas Jefferson ha escrito que “ante la alternativa de un gobierno sin libertad de prensa y una en la que no hay gobierno pero en el que prima la libertad de prensa, me inclino por lo segundo”.

También Trump ha tenido trifulcas con la Justicia a raíz de sus ideas xenófobas y con al Poder Legislativo como consecuencia de su proyecto sobre salud. Hasta el momento no ha mostrado consideración con la prensa ni con la división de poderes, ambas áreas centrales en un sistema republicano, a lo cual cabe agregar algunas actitudes beligerantes respecto a zonas de conflicto en las que se aleja del camino diplomático co-mo si no hubieran existido los fiascos de Vietnam, Corea, Somalia, Bosnia, Serbia-Kosovo, Irán, Nicaragua, Honduras, Haití, República Dominicana y la “guerra preventiva” en Irak.

Es de interés recordar en este contexto el pensamiento del general Washington y también el de John Quincy Adams. El primero escribió: “Mi ardiente deseo es, y siempre ha sido, cumplir estrictamente con todos nuestros compromisos en el exterior y en lo doméstico, pero mantener a Estados Unidos fuera de toda conexión política con otros países”.

Y por su parte -préstese especial atención- , Adams consignó que “América [del Norte] no va al extranjero en busca de monstruos para destruir […] Desea la libertad y la independencia de todos. Sabe bien que alistándose bajo otras banderas que no son la suya se involucrará más allá de la posibilidad de salir de problemas […] Podrá ser la directriz del mundo pero ya no será más la directriz de su propio espíritu”. También lo dicho por el General Eisenhower en su discurso de despedida de la presidencia en el que advirtió que “el mayor peligro para las libertades individuales del pueblo americano [norteamericano] es el complejo militar-industrial”.

Por otra parte Trump viene machacando desde su campaña electoral una postura mal llamada “proteccionista” (porque desprotege a los consumidores a quienes obliga a comprar más caro y de peor calidad) lo cual lamentablemente va en línea con los nacionalismos hoy en boga en Europa.

Ahora propone bajar impuestos, lo cual es desde luego loable pero para ello debe reducir el gasto público, rubro que propone incrementar para ser financiado con una enésima ampliación del techo legal que tiene vigencia y que hoy ya representa más del cien por cien del producto bruto.

A este cuadro de situación en el mundo de hoy se agrega un Papa peronista que critica severamente un capitalismo inexistente ya que ocurre lo contrario a la limitación al abuso del poder, a través de gastos públicos astronómicos, impuestos insoportables, deudas estatales mayúsculas, manipulaciones monetarias que estafan especialmente a las personas más necesitadas y regulaciones asfixiantes a las actividades creativas.

Es entonces muy preocupante que el otrora baluarte del mundo libre se haya convertido en un populismo más o menos rampante con un presidente que ni siquiera puede poner orden en sus voceros y responsables de la comunicación, que se ve obligado a cambiarlos a cada rato.

Bajo el pretexto de la seguridad, la situación en EE.UU. se ha modificado mucho para mal respecto a las libertades individuales. Hoy se interfieren secretos bancarios, se multiplican escuchas telefónicas, se abandona en repetidos casos el debido proceso en medio de procedimientos inmorales como los “salvatajes” promulgados por Bush II para financiar compulsivamente con el fruto del trabajo de quienes no tienen poder de lobby a empresas irresponsables, ineptas o las dos cosas al mismo tiempo. En este último sentido, tengamos también presente lo escrito por Benjamin Franklin en cuanto a que “el gobierno que renuncia a la libertad en pos de la seguridad, no tendrá ninguna de las dos”.

Para bien de todos, es de desear que las enormes reservas morales que existen en muy diversos ámbitos estadounidenses puedan revertir estos síntomas, en consonancia con los valores y principios consignados en su momento por la visión extraordinaria de los Padres Fundadores.

 

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. en Ciencias de Dirección. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, fue profesor y primer rector de ESEADE durante 23 años y luego de su renuncia fue distinguido por las nuevas autoridades Profesor Emérito y Doctor Honoris Causa.

Trump, un cúmulo de sinsentidos y riesgos

Por Alberto Benegas Lynch (h) Publicado el 29/7/16 en http://www.ambito.com/diario/848988-trump-un-cumulo-de-sinsentidos-y-riesgos

 

En su discurso de una hora y cuarto  en la Convención Nacional del Partido Republicano en Cleveland, Trump no hizo más que ratificar lo que venía sosteniendo en su campaña.

 

El candidato mostró una vez más que a pesar de ser empresario no entiende el significado del comercio, del mismo modo que ocurre con ciertos banqueros que no entienden que es el dinero, especialistas en marketing que no se percatan en que consiste el proceso de mercado o los prebendarios que se alían con el poder para destruir la libre competencia. Como es sabido, el empresario exitoso revela gran sentido de la oportunidad para detectar costos subvaluados en términos de los precios finales y, por ende, saca partida del arbitraje, pero no es en si mismo alguien con quien necesariamente se puede contar para la defensa del sistema de libre empresa.

 

En el caso que nos ocupa, Trump volvió a la carga contra inversiones de estadounidenses en el exterior y las ventajas que las actividades comerciales extranjeras obtienen en su comercio con Estados Unidos, incluso la emprendió contra acuerdos de integración regional como el NAFTA con la amenaza de abandonar esos arreglos contractuales. No se percata de los enormes beneficios del comercio sin restricciones para ambas partes en las transacciones voluntarias.

 

Esta visión proteccionista y de xenofobia nacionalista tiñe sus propuestas en materia laboral ya que considera las ventajas comparativas como un ataque a las fuentes de trabajo locales sin ver que las tasas de capitalización maximizan los salarios e ingresos en términos reales y que el comprar más caro y de peor calidad empobrece. Mira el comercio internacional como una serie de escaramuzas y guerras que el aparato estatal debe resolver, lo cual no dista de los desvaríos tercermundistas y no es de extrañar que haya destacado sus coincidencias en esta materia con el estatista radical Bernie Sanders.

 

Su xenofobia la extiende también a la política inmigratoria bajo la infundada conjetura que los nativos son buenos mientras los foráneos son perversos que restan oportunidades a los locales. Paradójicamente esto ocurre en la nación que tiene inscriptos los conmovedores y hospitalarios versos de Emma Lazaurs al pie de la Estatua de la Libertad.

 

Las consideraciones de Trump en materia militar resultan agresivas y patoteriles y no simplemente de defensa. En este punto es de interés recordar las severas advertencias del General Eisenhower al despedirse de la presidencia, en el sentido de subrayar que lo más peligroso para las libertades de los estadounidenses consiste en el complejo militar-industrial.

 

El método que sugirió para reducir el gasto gubernamental se parece a una chanza de mal gusto ya que señaló que le pediría a cada departamento que anote donde pueden cortarse gastos inútiles. En lugar de eliminar funciones incompatibles con la tradición estadounidense, le pide consejos al zorro en el gallinero como proteger las gallinas. Además, esto se contradice con su insistencia keynesiana de construir caminos y puentes para reactivar el empleo.

 

No resulta clara su ambigua propuesta de reducir y simplificar la maraña impositiva y las asfixiantes regulaciones, así como también la bienintencionada sugerencia de que las personas puedan elegir servicios de salud y educación y el necesario esfuerzo para mejorar la seguridad en la vía pública. A contramano con todo lo que dijo, debe destacarse su buena idea de proponer para la vacante a la Corte Suprema a una persona que suscriba la misma tradición constitucional que la de Antonio Scalia.

 

Por último, resultó significativo el hecho de que alabara la participación en el estrado de sus dos hijas e ignoró la de su hijo mayor quien precisamente en su discurso intentó retomar las ideas más abiertas del Partido Republicano.

 

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. en Ciencias de Dirección. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, fue profesor y primer rector de ESEADE durante 23 años y luego de su renuncia fue distinguido por las nuevas autoridades Profesor Emérito y Doctor Honoris Causa.

Ahora hay que reconstruir la Argentina

Por Roberto H. Cachanosky. Publicado el 23/11/15 en: http://economiaparatodos.net/ahora-hay-que-reconstruir-la-argentina/

 

Se frenó el proyecto de chavización. Ahora hay que reconstruir la Argentina

A lo largo de la campaña electoral, en dos oportunidades me consultaron si acompañaba con mi firma el apoyo a Macri y acepté sin problema. No tengo nada que esconder al respecto. Acompañar y apoyar a un candidato no significa dar un cheque en blanco. Ni a Macri ni a nadie. Y no porque sea Macri, sino porque no corresponde. Ya tuvimos esta triste y larga experiencia como para insistir con esto de la democracia delegativa, es decir votar y luego desentenderse de lo que hagan los gobernantes hasta la próximo elección.

Incluso brindé mi apoyo público a pesar de no coincidir con todas las propuestas que formula Cambiemos, pero ese espacio sí cumplía con una serie de condiciones básicas para recibir ese apoyo que era la prioridad de terminar con el intento de chavización que buscaba el kirchnerismo. Ese objetivo se logró. Primero había que recuperar el concepto de república y limitar el abuso del poder del estado.

Ahora viene la etapa de reconstruir la Argentina, y en ese punto estaré apoyando desde dónde sea, con una crítica sana tratando de aportar ideas. Seguramente cambiaré el tono. Fueron demasiados años de agresión, atropello y violencia verbal del kirchnerismo. Viene la etapa en que, llegado el caso, se puede disentir amablemente. Plantear puntos de vista diferentes sin por eso descalificar al otro.

Lo que deja el kirchnerismo es tierra arrasada, en lo económico y en los valores que imperan en la sociedad, pero sobre todo deja 12 años de abuso del poder y escándalos de corrupción.

¿Cómo creo que debería encararse el inicio del nuevo gobierno? En primer lugar, considero que debería llamarse a una auditoría internacional para que la gente conozca lo que deja el kirchnerismo en materia económica, institucional y de corrupción. Es como cuando uno compra una empresa. Antes hace una auditoría para ver que no haya pasivos ocultos y que lo que se muestra en el balance es cierto.

O, para ser más drásticos, cuando Eisenhower descubrió los campos de concentración que habían levantado los nazis, hizo que la gente de las ciudades y pueblos cercanos fueran a ver lo que habían encontrado e hizo filmar todo. Había que mostrarle al mundo lo que había hecho el nazismo con los judíos, los católicos, los que pensaban diferente o todo  aquél que osaba disentir con el régimen. Acá hay que hacer algo parecido. Hay que mostrarle a la población y al mundo qué deja el kirchnerismo. Y esto no es una cuestión para que Cambiemos se cubra hacia el futuro. Es un derecho de la gente a conocer qué dejaron porque, si de algo se ha caracterizado el kirchnerismo, fue por esconder y distorsionar deliberadamente la información para que la gente no supiera la verdad. Es un derecho republicano que la gente conozca la verdadera herencia que deja el kirchnerismo. Por supuesto, luego habrá que dejar que la justicia sancione severamente los casos de corrupción y de abuso de poder de todos estos años. Esa va sería una señal muy categórica para mostrar que en Argentina comienza una nueva etapa en la cual quien quiera invertir y trabajar no será víctima de la corrupción y el abuso de poder porque son sancionados por la justicia.

En lo económico, hay que empalmar dos planes en uno. Por un lado, el plan para apagar  el incendio que deja el kirchnerismo. El flanco fiscal es el más delicado junto con el sector externo. El gasto público en niveles récord aún con una presión tributaria asfixiante tiene como saldo un déficit fiscal muy importante. Eso obliga a emitir moneda para financiar el déficit fiscal, emisión monetaria que genera inflación e impide la estabilidad cambiaria. Por el lado del sector externo, haber retrasado artificialmente el tipo de cambio implica que, al liberarse lo que hoy se conoce como dólar oficial, se ubique por encima del actual. La razón es muy sencilla, ningún gobierno le pone un precio máximo al tipo de cambio por debajo del nivel al que opera el mercado. Si el mercado opera a $ 15, poner un tipo de cambio máximo a $ 18 no tiene ningún sentido. Por eso, sin necesidad de decir cuál debe ser el tipo de cambio sabemos de antemano que $ 9,50 es un tipo de cambio artificialmente bajo.

El segundo aspecto del plan económico es sentar las bases para el crecimiento de largo plazo. Torcer tantos años de populismo que llegó a su máxima expresión con el kirchnerismo es, tal vez, una tarea más de docencia. Explicarle a la gente que para poder consumir primero hay que producir. Que los puestos de trabajo no los crea el estado sino que los generan las inversiones. Que el crédito no se imprime en billetes emitidos por el BCRA, sino que se genera a través del ahorro. Que el llamado estado de bienestar tiene como contrapartida una carga tributaria que espanta las inversiones y deja a la gente sin trabajo. Hay muchas ideas erradas que cambiar. Creo, sinceramente, que también es parte de la dirigencia política hacer docencia. No es solo cuestión de conseguir votos, sino de transmitir valores.

Seguramente hasta el 10 de diciembre el kircherismo hará todas las maldades posibles para complicarle la vida al próximo gobierno. Pero que quede claro, no le complicará la vida al próximo gobierno, se la complicará a todos los argentinos.

En mi opinión, para no volver a padecer este populismo totalitario, que no solo destruyó la economía argentina sino que también intentó establecer una dictadura al estilo chavista persiguiendo a los que pensábamos diferente, es fundamental no ser tibios y establecer una economía en la cual el estado se limite a defender el derecho a la vida, la libertad y la propiedad de las personas. Tener una economía con disciplina fiscal y monetaria para evitar la inflación y la  carga impositiva que ahoga la actividad privada. Tener una economía integrada al mundo para generar más puestos de trabajo vía el comercio internacional. Respetar la propiedad privada para atraer inversiones que creen más puestos de trabajo y mejor remunerados por  aumento de la productividad. En fin, no hay ningún secreto para transformar a la Argentina de un país decadente en un país próspero. Solo hay que lograr que el estado no moleste a la actividad privada y permitir que la gente libere su capacidad de innovación.

La riqueza la creará la gente y el estado velará para que esa riqueza que se genera no sea saqueada ni por el mismo estado ni por un particular. No es tan difícil de soñar un país mejor si se siguen estas  reglas básicas. Pero ojo, para reconstruir la Argentina hay que dejar en claro que nadie puede pasar por el gobierno y manejarse con impunidad usando los resortes del estado en beneficio propio y para perseguir a quienes piensan diferente. No es revancha lo que se pide, sino, simplemente, dejar en claro que ya no será gratis llegar con el voto para luego intentar establecer una dictadura.

 

Roberto Cachanosky es Licenciado en Economía, (UCA) y ha sido director del Departamento de Política Económica de ESEADE y profesor de Economía Aplicada en el máster de Economía y Administración de ESEADE.