Milei, vouchers y educación estatal

Por Martín Krause. Publicada el 25/1/22 en: https://www.lanacion.com.ar/opinion/milei-vouchers-y-educacion-estatal-nid25012022/

Si hay algo que está claro es que Javier Milei no necesita a nadie que salga en su defensa, tanto sea por su carácter como por la solidez de sus ideas, estén los demás de acuerdo con ellas o no. En un reciente reportaje es criticado en un punto específico: la educación pública.

La discusión sobre este tema suele convertirse en una típica polémica basada en chicanas, tan común entre nosotros, presentando como a Milei como un ogro sin sensibilidad social, quien no dudaría en dejar a todos los niños pobres en la calle. Equivalente a eso sería pedir a quienes lo critican que saquen la billetera y muestren cuán dispuestos están a financiar la educación de los pobres, siguiendo ese común dicho en inglés “put your money where your mouth is”. De otra forma es hacer beneficencia con el dinero de los demás, lo que no parece tener mucho sustento moral. No nos abre las “puertas del Cielo”, ni a nosotros ni a los funcionarios del Ministerio de Educación.

Milei plantea dos escenarios diferentes: uno, ideal, donde no habría Estado y todo se financiaría voluntariamente; otro, con un Estado pequeño, que llama “minarquista”. La idea de una sociedad sin Estado puede parecer estrafalaria para algunos y no digna de la menor atención cuando la dice Milei, pero no sé si dirían lo mismo cuando la decía nada menos que Jorge Luis Borges:

“…para mí el Estado es el enemigo común ahora; yo querría –eso lo he dicho muchas veces- un mínimo de Estado y un máximo de individuo. Pero, quizá sea preciso esperar… no sé si algunos decenios o algunos siglos –lo cual históricamente no es nada-, aunque yo, ciertamente no llegaré a ese mundo sin Estados. Para eso se necesitaría una humanidad ética, y además, una humanidad intelectualmente más fuerte de lo que es ahora, de lo que somos nosotros; ya que, sin duda, somos muy inmorales y muy poco inteligentes comparados con esos hombres del porvenir, por eso estoy de acuerdo con la frase: “Yo creo dogmáticamente en el progreso”. Jorge Luis Borges & Osvaldo Ferrari, En Diálogo I (Buenos Aires: Editorial Sudamericana, 1998, p. 220.) “Creo que con el tiempo mereceremos que no haya gobiernos.”, Jorge Luis Borges, El Informe de BrodieObras Completas II (Barcelona: Emecé Editores, 1996), p. 399.

En el escenario con un Estado pequeño, o para llegar a ese Estado pequeño, Milei plantea una solución conocida como “vouchers”, o vales, la cual tampoco es algo “extraterrestre”. Se la puede encontrar en países tan “políticamente correctos” como Suecia, Dinamarca, Holanda o la República Checa, donde quienes reciben esos vales pueden luego usarlos para pagar la escuela, pública o privada, que elijan. En Suecia están vigentes desde 1993, cuando se estableció que todos los gobiernos locales debían financiar las escuelas que eligieran los padres, sujetos a limitaciones de espacio, asignando un presupuesto por alumno del 85% del costo de las escuelas públicas. Pueden elegir entre cualquier escuela pública o privada que participe del sistema, incluyendo en estas últimas a empresas con fines de lucro. En caso de exceso de demanda, en las escuelas públicas se da prioridad a los alumnos vecinos; en las escuelas privadas se toma como base el orden de inscripción, con la excepción de Estocolmo, donde en las escuelas secundarias se admite con base en el desempeño. En 2016/17 el 20% de las escuelas primarias eran “independientes”. También el 32% de las escuelas secundarias. Dos empresas que administran escuelas de este tipo cotizan en la bolsa de Estocolmo.

Pero estos son vouchers financiados con impuestos. Los que propone Milei son “vouchers privados”, es decir, financiados con aportes voluntarios particulares. La idea tampoco es tan extraña y la conocemos aquí y en todo el mundo como “becas”, que otorgan personas o empresas para que otros puedan estudiar. No es nada más que eso.

Claro, quedan varios temas a discutir. Por ejemplo, si el dinero alcanzaría para cubrir los gastos, que claramente serían menores porque ahora todos los establecimientos educativos, públicos y privados, estarían sometidos a la competencia, y recibirían sus fondos no del ministerio, sino de su capacidad para convencer a padres y estudiantes sobre las ventajas de ese establecimiento en particular. Maestros y directivos podrían fijarse sus propios salarios, sin depender de un funcionario o un sindicato.

Si el monto de las becas es suficiente también tiene que ver si son “deducibles” de los impuestos que actualmente pagan los contribuyentes.

¿Acaso serían pocos los que optarían por ellos si tienen la opción entre pagar, por ejemplo, ganancias o bienes personales, o darle ese dinero como una beca a estudiantes pobres? Es su dinero, sólo que ahora tienen la posibilidad de elegir su destino, aunque todavía no la de liberarse de la imposición.

Ya en 1994, propusimos junto con Alberto Benegas Lynch (h) una reforma completa en ese sentido (El derecho de enseñar y aprender, Revista Libertas 20, 1994), convirtiendo a los actuales maestros y directivos en propietarios de las escuelas, pero ahora llamados a competir. Y no solamente en cuanto al precio o los servicios, sino fundamentalmente en cuanto a los contenidos, ya que no existiría ningún curriculum mínimo o máximo que adoctrine a los niños desde temprano y cada escuela sería libre de elegirlo, como también su metodología de enseñanza. En esa competencia podríamos ver cuál es mejor, cuál más adecuado para los tiempos modernos o para las preferencias de los padres y estudiantes.

En ese otro escenario borgiano, ya no habría Estado o impuestos y la educación se ofrecería al igual que hoy ocurre con tantos otros servicios, y con los avances de la tecnología moderna vaya a saber cómo serían, pero seguramente con mucha variedad: presenciales, virtuales, híbridos, con contenido religioso o no, con énfasis en los idiomas o la tecnología o el arte y la creatividad o la producción.

Mientras tanto, educación estatal es lo que tenemos (ya que toda la educación es “pública”, es decir, para el “público”, también la que llamamos “privada”). Es cara y no es buena, ha sido cooptada por los sindicatos en su beneficio, no el de los niños. No está mal, entonces, tener ideas osadas.

Martín Krause es Dr. en Administración, fué Rector y docente de ESEADE y dirigió el Centro de Investigaciones de Instituciones y Mercados (Ciima-Eseade).

El mito del socialismo de los países nórdicos

Por Roberto Cachanosky. Publicado el 28/12/2019 en: https://www.infobae.com/economia/2020/01/28/el-mito-del-socialismo-de-los-paises-nordicos/

 

Nuevas estadísticas comparadas permiten hacer un balance comparativo y mostrar el contraste con la posición de los progresistas en la Argentina

Las posibilidades de ascenso social en los países nórdicos son más aceleradas que en los países populistas (Shutterstock)

Las posibilidades de ascenso social en los países nórdicos son más aceleradas que en los países populistas (Shutterstock)

El Reporte 2020 del World Economic Forum sobre el Índice de Movilidad Social muestra en los cuatro primeros lugares a: Dinamarca; Noruega; Finlandia; y Suecia. ¿Qué nos dice este índice? El caso de una persona que nace en una familia pobre en Dinamarca y le llevaría dos generaciones alcanzar el ingreso medio, o tres en Suecia, Finlandia y Noruega. Mientras que en Francia necesitaría seis generaciones, o nueve si nació en Brasil o Sudáfrica. El índice contempla la atención sanitaria, la educación, el acceso a la tecnología, oportunidades de empleo, etc.

Viendo este dato, los progresistas se frotan las manos y piensan: “acá tengo el argumento perfecto para demostrar que el socialismo o la socialdemocracia es el mejor sistema del mundo y son los mejores ejemplos para dar sobre la superioridad de nuestras políticas”.

Desafortunadamente, hace rato los progresistas y populistas quedaron desactualizados sobre quiénes gobiernan en esos países y cuáles son sus políticas económicas.

En realidad, los cuatro países mencionados se encuentran entre los primeros 26 países en el ranking del Índice de Libertad Económica como puede observarse en el cuadro.

Dinamarca está en el puesto 14, Suecia en el 19, Finlandia en el 20 y Noruega en el 26. Es decir, lejos de ser economías socialistas o con fuerte intervención del Estado, son abiertas, con baja cantidad de regulaciones, particularmente en el mercado laboral; derechos de propiedad bien afianzados, etc. Es decir, son países donde funciona la economía de mercado.

Es más, Suecia, Dinamarca y Finlandia acaban de oponerse a fijar un salario mínimo para toda la Unión Europea porque ellos no lo necesitan, tienen negociaciones por sectores.

Y de los países seleccionados, Francia es el que tiene la mayor relación gasto público/PBI. No se observa una diferencia abismal en cuanto a gasto público, si bien en todos los casos son altos.

Pero lo que pocos conocen es que los países escandinavos bajaron en forma notable su gasto público/PBI. Por ejemplo, Suecia que llegó a tener una relación gasto público/PBI del 70,5% en 1993 lo bajó a niveles del 50% actualmente. Son 20 puntos menos de gasto público respecto al PBI.

Finlandia llegó a tener una relación gasto público/PBI del 64% y ahora lo mantiene en el orden del 53% del PBI. 10 puntos menos de gasto público/PBI. Noruega lo redujo del 56% al 49% y Dinamarca también del 56% al 49 por ciento.

Ahora bien, este gasto público se vuelca al tema salud, educación, vivienda, etc. Obviamente no hay piqueteros cortando las calles principales en los países escandinavos. Pero el dato relevante es que la mayoría de los gastos sociales en los cuatro países mencionados, tienen copagos. Es decir, por ejemplo los hospitales no son totalmente gratis. El paciente tiene que pagar parte del servicio.

Pero para aquellos que creen que este es un modelo solidario por el cual en esos países las empresas pagan fortunas de impuestos para financiar este gasto público social, se equivocan rotundamente.

De acuerdo con datos de la OECD (Organización de Países Desarrollados, según sus siglas en inglés), este gasto público social se financia con impuestos que en Argentina son considerados regresivos por parte de los progresistas. Dos tercios de los ingresos tributarios se financian con el cobro de IVA, aportes sobre el salario, Seguridad Social.

Y, lo más sorprendente, es que el Impuesto a las Ganancias de las personas físicas es altísimo, mayor que en la Argentina. En cambio, las empresas que pagan ese gravamen es muy bajo. Dinamarca 22%. Finlandia 20%, Noruega 22% y Suecia 21,4%. Es más, de acuerdo a los datos de la OECD, en 2017 el 30% del total de los ingresos tributarios de Suecia fueron por el impuesto a las ganancias a las personas, en tanto que el impuesto a las ganancias que pagaron las empresas representó poco más del 5% del total.

El gráfico anterior de la Tax Foundation muestra la composición de los ingresos tributarios de Suecia en comparación a los del resto de los países de la OECD.

Conclusiones contundentes

Es un mito que los países nórdicos sean socialistas. Hace rato que son gobernados por partidos de centroderecha o coaliciones políticas que incluye a partidos de centroderecha, que han bajado el gasto público, que tienen una economía de mercado, que han llevado a cabo privatizaciones con éxito de sectores estatales, desde las telecomunicaciones a la generación y distribución de electricidad. Incluso el servicio postal y algunos bosques se han privatizado.

Por otro lado, no hay redistribución del ingreso al estilo populista nuestro donde los que más ganan más pagan o se mata a las empresas para financiar los delirios populistas. Además, los países nórdicos se caracterizan por su apuesta al libre comercio. En esa región, la mediana de impuestos a las importaciones es 5,3 por ciento.

Sí se les cobra impuestos altos a las personas físicas, pero a cambio se les da un servicio de primera de salud, educación, seguridad, etc. Es más, en esos países funciona el voucher para la educación. En vez de financiar la oferta, el estado financia la demanda y la gente recibe un cupón con el cual paga la escuela de sus hijos pero elige a qué colegio va a ir.

Cómo sostiene la economista colombiana Vanessa Vallejo sobre el sistema finlandés de educación en base al voucher“A las escuelas no se les asigna un presupuesto fijo, sino que obtienen dinero en función de los estudiantes matriculados. Los padres por supuesto son libres de matricular a sus niños en donde quieran. Y desde luego que lo hacen en los colegios con mejores resultados. Esto se traduce en una constante y feroz competencia de colegios para ganar alumnos”. Y agrega: “Mientras tanto, en Suecia y Dinamarca, ocurre prácticamente lo mismo que en Finlandia; se utiliza el modelo de cheque escolar, en el que al alumno se le da un bono para que elija en dónde matricularse, de modo que una vez más es el consumidor el que decide, y solo permanecen en el mercado las escuelas que prestan servicios que la gente quiere”. Es de imaginar que un sistema así le produciría un ataque de nervios a Baradel.

En definitiva, es un mito que los países nórdicos sean socialistas. Tal vez no sean el paraíso del liberalismo, pero tienen mucho más de liberales clásicos que de socialismo como se cree.

Copia distorsionada

¿Cuál es el problema que tenemos en la Argentina? Que los políticos populistas y los progresistas muestran como ejemplo el modelo de los países nórdicos, equívocamente como socialistas, pero lo único que les copian es la carga impositiva, con la diferencia que en esos países las empresas pagan bajos impuestos a las ganancias y las personas altos impuestos a las ganancias, en tanto que aquí tanto las empresas como las personas pagan altos impuestos a las ganancias con servicios de salud, educación, vivienda y seguridad propios del quinto subsuelo del subdesarrollo.

Si los populistas y progresistas quieren copiar el modelo nórdico, sepan que tienen que adoptar una economía de mercado, privatizar, establecer una carga tributaria que estimule la inversión y, sobre todo, el llamado gasto social tiene que ser de primera calidad y no una fuente de clientelismo político.

 

Roberto Cachanosky es Licenciado en Economía, (UCA) y ha sido director del Departamento de Política Económica de ESEADE y profesor de Economía Aplicada en el máster de Economía y Administración de ESEADE. Síguelo en @RCachanosky

Los Metrodelegados del Estado Profundo

Por Iván Carrino. Publicado el 23/5/18 en: http://www.ivancarrino.com/los-metrodelegados-del-estado-profundo/

 

Los eventos del martes nos recuerdan que los argentinos somos rehenes de corporaciones violentas.

El martes por la tarde me invitaron al programa de Mauro Viale, que se emite por A24 todos los días a partir de las 16:00 Hs.

La entrevista había sido pactada con unos días de antelación, en momentos en que nadie pensaba que ese día iba a terminar habiendo 16 empleados del subte detenidos por la Policía de la Ciudad de Buenos Aires.

Al llegar al piso, el caos estaba  en su momento más alto y en el estudio habían invitado a 5 gremialistas. El tema del momento era el conflicto del subte, y no hubo espacio para hablar de economía.

Comprensible…

Por fortuna, hace tiempo que no tengo que tomarme el subte todos los días para ir a trabajar. Sin embargo, sí lo hace mi mujer, y no hay semana que no me cuente de una demora, un paro sorpresivo, y el caos que todo eso genera.

Ahora yo me pregunto, si a mí no me gustan las condiciones laborales en las que me contratan: ¿tengo derecho a romperle la empresa a mi empleador?

Claramente, no.

La esencia de los contratos voluntarios (y el contrato laboral es uno de ellos) es que somos libres de aceptarlos, o no. Y si se da este último caso, entonces agarrás tus cosas y te vas. Punto.

Ahora bien, los “Metrodelegados” (quienes  encima no tienen personería jurídica para reclamar) dicen que sus salarios son demasiado bajos. Que tienen “derecho” a un aumento mayor.

Perfecto, sin duda que lo tienen… Ahora: ¿van a ir a reclamarlo a punta de pistola? ¿Van a ir a reclamarlo impidiendo por la fuerza el funcionamiento normal del subte y perjudicando a millones de usuarios?

Lo que vivimos el martes fue una demostración clara de que el sindicalismo argentino (o al menos gran parte de él) opera como una organización mafiosa en donde, si no se hace lo que él dice, entonces a sufrir las consecuencias.

Los hechos me hicieron recordar una sección de mi  anteúltimo libro, Historia Secreta de Argentina, en donde describo cómo, en lugar de vivir en una democracia donde la “voluntad popular” (si es que existe eso) se manifiesta a través del voto, vivimos en un país cooptado por las corporaciones… Corporaciones que, sin ganar una elección, deciden con diferentes métodos de presión, para dónde va el país.

Si seguimos por esta senda, sin duda seremos inviables.

Aquí abajo encontrarán ese segmento de mi libro.

Los sindicatos que se oponen a la productividad

Los sindicatos pueden cumplir un rol muy importante en el mercado, pero también pueden terminar siendo un impedimento para el desarrollo y el crecimiento de los países.

El rol importante consiste en facilitar las negociaciones salariales entre las empresas y sus empleados. En una empresa pequeña, donde trabajan el dueño y 4 o 5 empleados, esto puede no ser necesario. Sin embargo, en la medida que crece el tamaño del emprendimiento, y la cantidad de empleados empieza a ser mayor, se vuelve necesaria la figura del mediador, representante, o delegado.

Sin embargo, hay una faceta no tan deseable. Veamos lo que sostiene el periodista especializado Ricardo Carpena[1]:

En Argentina han cambiado los partidos, la dirigencia empresarial, las fuerzas armadas, hasta la Iglesia. Pero los sindicatos siguen en manos de los mismos hace 30 años. ¿Cómo lo logran? Porque son funcionales al poder. Hasta los militares pactaron con ellos. Siempre existió la sensación de que sin los sindicalistas no se puede gobernar Argentina. Todos siguen la máxima instalada por Augusto Timoteo Vandor, líder de los metalúrgicos en los 60: ´golpear para negociar´. No para cambiar el mundo ni hacer la revolución. Para negociar.

No creo que haya una definición más exacta del estado profundo que la ofrecida por este periodista sobre los sindicatos. Organizaciones comandadas por las mismas personas hace 30 años, y sin las cuales no se puede gobernar el país.

¿Pero cómo, no vivíamos en democracia?

Los sindicatos son verdaderas organizaciones de dinero y poder en nuestro país. Gracias a la administración de las obras sociales que proveen servicios de salud, administran cajas multimillonarias con el dinero que el gobierno toma de los trabajadores y les asigna directamente.

Además, sus negociaciones salariales pueden convertirse en un verdadero calvario para todos los habitantes de la ciudad de Buenos Aires. Si los salarios ofrecidos no son de su agrado, convocarán a un paro general, trastornando por completo el tránsito de la ciudad más poblada del país. Si el descontento es mayor, entonces cortarán calles, o bloquearán la salida de los camiones de las empresas con las que estén “negociando”.

En cualquier ciudad grande del país hemos sido testigos del poder de los sindicatos. Es una muestra de que en nuestra democracia, “lo público” no solo lo deciden quienes votamos en los comicios abiertos, sino grupos de presión claramente establecidos, que poco se preocupan por el bienestar general.

Dos ejemplos bastarán para entender hasta qué punto llega el deseo de estas organizaciones por defender sus intereses particulares sin importarles el daño sobre el conjunto.

Recientemente, el Banco Central de la República Argentina quería permitirles a los bancos decidir libremente si enviaban por correo de papel o vía “e-mail” los resúmenes de cuenta. Sin embargo, el sindicato de camioneros frenó la medida. Con el argumento de que la elección del email dejaría a los transportistas sin empleo, los sindicalistas bloquearon los ingresos al Banco Central. Finalmente, Federico Sturzenegger, presidente de la entidad, decidió dar marcha atrás con la medida[2].

Otro caso emblemático se dio también recientemente en la línea C de subtes. En dicha línea la empresa Metrovías había decidido hacer unas reformas en una de las estaciones de cabecera, de manera de ofrecer un mejor servicio a los pasajeros. El tema fue que las reformas se hicieron en la zona de los vestuarios de los empleados, por lo que dichos vestuarios se tuvieron que sustituir momentáneamente por baños químicos, por supuesto, más incómodos.

Ahora frente a esta situación, en lugar de consensuar una salida o tolerar el mal rato transitorio, los “Metrodelegados” decidieron hacer un paro y cortar el servicio del tranvía subterráneo por 24 horas.

Derecho a huelga

Uno de los economistas a nivel global que se dedicó a estudiar a los sindicatos durante la década del ’80 fue Friedrich A. Hayek. El austriaco de nacimiento sostenía que si bien él no se oponía a que hubiera asociaciones que representaran a los trabajadores, sí le molestaba que estos grupos estuvieran, de alguna manera, operando por encima de la ley e imponiendo su voluntad a terceras personas.

En un párrafo que parecería describir la realidad nacional, Hayek sostenía:

Dado que la huelga ha sido aceptada como un arma legítima de los sindicatos, se ha llegado a creer que se les debe permitir hacer lo que sea que les parezca necesario para conseguir una huelga exitosa. En general, la legalización de los sindicatos ha llegado a significar que cualquier método que consideran indispensable para sus propósitos también debe considerarse legal.[3]

En Inglaterra, por ejemplo, una ley de 1906 blindaba a los sindicatos contra la persecución judicial por coerción y violencia. Como uno puede suponer, esto simplemente llevó a mayor violencia y coerción ejercida por los sindicatos. Esto es algo que cambió cuando Margaret Thatcher asumió la presidencia.

En nuestro país la violencia y la coacción sindical están a la orden del día. Si no se hace lo que quieren, entonces pueden suspender las actividades comerciales, bloquear ingresos y salidas, o cortar calles y avenidas públicas.

El poder intimidatorio de los sindicatos persigue un objetivo principal: aumentar el salario por encima de aquél que prevalecería en un mercado libre. Pero cuando esto se consigue gracias al poder de coerción, entonces las consecuencias indeseadas aparecen.

El primer efecto de la distorsión en los salarios que pueden generar los sindicatos es el desempleo. Al director de un gremio y a sus miembros no les interesa si, producto de sus exigencias, otros individuos se quedan sin trabajo. Su único interés es recibir más dinero por el esfuerzo que realizan, de la misma forma que los empresarios prebendarios solo quieren incrementar sus ganancias.

El problema es que cuando los sindicatos logran imponer salarios mayores a la productividad, algunas empresas deben cerrar sus puertas, o achicar costos en otro lado, o bien frenar la contratación de nuevos empleados.

Imaginemos la siguiente situación. Una empresa de tazas de cerámica tiene dos empleados. Juan produce 5 tazas por hora, mientras que Pedro solo produce 4 tazas. Si cada taza tiene un valor de mercado de $ 1, entonces la productividad de Juan será de $ 5 por hora, mientras que la de Pedro será de $ 4. En este escenario, el empresario dueño de la fábrica podría pagar a cada uno salarios distintos. Para ganar dinero, asumamos que le paga $ 4,5 a Juan y $ 3,5 a Pedro, de manera que por cada hora de trabajo de sus empleados (e ignorando otros costos), se lleva a su bolsillo $ 0,5.

Ahora supongamos que el sindicato de trabajadores de la cerámica llegó a un acuerdo con los capitostes de la industria y decidieron que el salario mínimo no podrá ser inferior a $ 4,5 por hora de trabajo. En un primer momento, Pedro puede estar contento. Antes le pagaban $ 3,5 y ahora el sindicato sostiene que deberán pagarle $ 4,5 (igual que a Juan). Sin embargo, si la empresa comienza a pagar ese salario, pasará de recibir una ganancia de $ 0,5 por hora de trabajo, a sufrir una pérdida de la misma magnitud.

En este escenario, a más horas de trabajo de Pedro, mayor es la pérdida de la empresa. Es lógico, entonces, esperar que la empresa decida echar a Pedro, para evitar seguir perdiendo.

Finalmente, por intentar que Pedro gane más dinero, se terminó reduciendo su salario a cero.

Flexibilidad laboral, salarios más altos

Siguiendo el libreto sindical, la economía y el mercado de trabajo se encuentran fuertemente regulados. Frente a eso, suelen aparecer propuestas de “flexibilización laboral”.

Obviamente, esto último le genera urticaria a más de uno.

Es que de acuerdo con el libreto políticamente correcto, la flexibilización es lo peor que puede pasarles a los trabajadores, porque los empresarios los comenzarían a “explotar”.

Este argumento es falso. En primer lugar, porque, como decíamos, si las regulaciones son excesivas, aparecerá el mercado negro, donde el estado pierde todo el control sobre lo que allí sucede.

En segundo lugar, porque un mercado laboral más libre no solo es bueno para las empresas, sino para todos los que quieran obtener un empleo.

Una institución que mide la libertad de los mercados laborales en el mundo es la Fundación Heritage de los Estados Unidos. Para evaluar los mercados de trabajo, Heritage toma en consideración la existencia y el monto del salario mínimo, la rigidez en las horas de trabajo, la dificultad para despedir empleados, el monto de las indemnizaciones que se imponen a las empresas, el preaviso y las trabas para contratar.

Si los obstáculos son altos, dirán que el mercado es poco libre, mientras que de haber pocas trabas, estaremos en un mercado flexible.

Los cinco países de más de un millón de habitantes que mejor se ubican en este índice son Estados Unidos, Singapur, Hong Kong, Dinamarca y Nueva Zelanda. Entre ellos, en Estados Unidos y Dinamarca el despido es libre, por lo que las empresas no deben indemnizar al empleado si deciden no continuar empleándolo.

Uno podría pensar que con tanta libertad, muy mal les está yendo a los trabajadores de esos países. Sin embargo, estamos frente a los salarios más elevados del planeta.

Cuadro 1.3. Libertad laboral, salario y desempleo.

Ránking de Libertad Laboral Heritage.org País Desempleo Salario Promedio en USD de 2015
1 Estados Unidos 6,2% 58.700
2 Singapur 3,0% 38.800
3 Hong Kong 3,2% 23.900
4 Dinamarca 6,6% 63.700
5 Nueva Zelanda 5,6% 43.100

Fuente: Elaboración propia en base a Heritage.org, Banco Mundial, OCDE y Trading Economics

En promedio, un danés tiene un salario anual de USD 63.700; un norteamericano ingresa USD 58.700; un neozelandés USD 43.100, mientras que en Singapur los trabajadores ingresan USD 38.800 y en Hong Kong USD 23.900.

Por si esto fuera poco, las tasas de desempleo también son muy bajas. Y, no casualmente, muy inferiores a las existentes en Argentina.

Claro que no todo pasa por la rigidez o flexibilidad del mercado laboral. El país que sigue en este ránking es Namibia, cuyo desempleo supera el 18% y cuyo PBI per cápita es de USD 4.500.

Obviamente, a la libertad del mercado laboral hay que acompañarla con una democracia republicana, paz y respeto por los derechos de propiedad, entre otras cosas.

Sin embargo, dado que muchas de esas cosas sí tiene nuestro país, no es un mal momento para pensar en tener un mercado laboral más libre. Pero eso implicaría disminuir el poder de los sindicatos, y enfrentarse finalmente al estado profundo, algo que no parece estar en las prioridades de nuestros políticos.

[1] “Los sindicatos, la monarquía paralela argentina”. Diario El País. 22 de agosto de 2016.

[2] El Banco Central volvió a ceder a las presiones de Camioneros y atrasa la modernización. Infobae. 15 de febrero de 2016

[3] Citado en Baird, Charles W.: “Hayek on Labour Unions”.

Iván Carrino es Licenciado en Administración por la Universidad de Buenos Aires y Máster en Economía de la Escuela Austriaca por la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid. Es editor de El Diario del Lunes, el informe económico de Inversor Global. Además, es profesor asistente de Comercio Internacional en el Instituto Universitario ESEADE y de Economía en la Universidad de Belgrano.

Venezuela: el verdadero socialismo

Por Iván Carrino. Publicado el 10/5/17 en: https://elliberal.igdigital.com/2017/05/10/venezuela-verdadero-socialismo/?platform=hootsuite

 

Iván Carrino dice que Venezuela está sumida en el caos porque se siguió al pie de la letra el proyecto socialista iniciado por Chávez.

Venezuela está sumida en el caos. Las imágenes que llegan desde el país caribeño son de una convulsión social inocultable. Al mismo tiempo, el gobierno radicaliza su postura, confirmando cada vez más su carácter de dictadura.

En términos económicos, la situación es verdaderamente delicada. La inflación superará el 700% anual este año, la brecha entre el dólar oficial y el del mercado paralelo es de 49.000%, las reservas internacionales cayeron USD 20.000 millones en los últimos 4 años, la escasez afecta a todas las clases sociales y la producción nacional se derrumba.

El resultado es el éxodo de los venezolanos que pueden ahorrar para comprar un pasaje de avión. En España y EE.UU., los venezolanos son la primera nacionalidad en pedir asilo, por encima de países que atraviesan guerras como Siria.

¿Qué pasó con Venezuela que terminó así? En realidad, por más que a algunos les cueste aceptarlo, lo que sucedió es que se llevó a cabo a pie juntillas el proyecto socialista. El “Socialismo del Siglo XXI”, que inauguró Chávez a principios de la década del 2000, terminó siendo exactamente igual al socialismo del siglo XX. Las consecuencias han sido idénticas: exilio, autoritarismo y pobreza.

Muchos intelectuales buscan permanentemente desligar al socialismo de lo que sucede en Venezuela. Profesores marxistas en Argentina han llegado a decir que Venezuela es una economía capitalista, que combina “capitalismo estatal y capitalismo privado”. ¿Qué querrá decir eso? Por ahora es un misterio.

Otros intelectuales suelen indicar que lo de Venezuela no es el verdadero socialismo, sino que éste debe encontrarse en los países nórdicos como DinamarcaSuecia o Noruega. Este argumento es falso, puesto que estas economías, si bien tienen altos gasto público y presión tributaria, están lejos del socialismo. Dinamarca y Suecia, por ejemplo, se ubican en los puestos 17 y 19 en el ránking de libertad económica de la Fundación Heritage, que analiza nada menos que 186 países. ¿De qué socialismo hablan?

Es allí donde la intervención del estado en la economía es omnipresente y nada puede hacerse sin consultar con la burocracia central planificadora. En la Venezuela socialista, la planificación estatal es tan extensiva, que el resultado inevitable es el caos y el autoritarismo.

Quien bien explicaba esta situación era el economista austriaco Ludwig von Mises. En el epílogo de su monumental obra Socialismo, Mises diferenciaba el socialismo de tipo soviético del socialismo de tipo alemán.

En el primer caso, la revolución armada tomaba el poder y el estado se hacía cargo completamente del aparato productivo. El “proletariado”, tal como quería Marx, se hacía dueño del estado y de los medios de producción, y toda decisión económica pasaba al área gubernamental.

El socialismo de tipo alemán, si bien en apariencia era distinto, en esencia era exactamente igual. Incluso cuando la propiedad de los medios de producción quedara en manos de los capitalistas, lo cierto es que el estado controlaba todas las decisiones económicas, por medio de decretos, regulaciones y gasto público.

La explicación de Mises sobre el socialismo alemán sorprende por su vigencia y aplicación a la realidad de la Venezuela actual. Desde su punto de vista, cuando los gobiernos generan inflación e imponen controles de precios, ingresan en un camino donde el intervencionismo crece inevitablemente.

Al controlar los precios de un bien, aparece la escasez de ese producto. Para “resolver” ese nuevo problema, el gobierno decide controlar los precios de los insumos, generando ahora un faltante en esa área de la economía. Finalmente, como no dan marcha atrás, el gobierno pasa a controlar cada vez más y más áreas.

Al llegar a este punto, el socialismo queda instalado. Según Mises:

Cuando se alcanza este estado de control completo de los negocios, la economía de mercado se ha visto reemplazada por un sistema de economía planificada, por socialismo. Por supuesto, no es el socialismo de gestión directa de toda fábrica por el estado, como en Rusia, sino el socialismo del patrón alemán o nazi.

Venezuela combina ambos casos. Las expropiaciones de Chávez y Maduro traspasaron gran cantidad de los medios de producción a manos estatales. Además, de acuerdo con el centro de estudios CEDICE, en 2015 se decretó el cierre de nada menos que 28.000 empresas, mientras que otras 13.900 fueron multadas por el gobierno. El resto de los establecimientos está acosado por la inflación y los controles. En los últimos 10 años, cerraron sus puertas 500.000 empresas.

El socialismo, tal como se verifica en Venezuela, invade todos los aspectos de la libertad económica. Cuando los afectados buscan defenderse, entonces el gobierno acude a la represión, conculcando nuevas libertades. En el camino, la sociedad toda se empobrece.

Venezuela es hija del socialismo. Los resultados nefastos de su implantación no deben adjudicarse a los delirios de Maduro. El problema es el sistema.

 

Iván Carrino es Licenciado en Administración por la Universidad de Buenos Aires y Máster en Economía de la Escuela Austriaca por la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid. Es editor de El Diario del Lunes, el informe económico de Inversor Global. Además, es profesor asistente de Comercio Internacional en el Instituto Universitario ESEADE y de Economía en la Universidad de Belgrano.

El avance del populismo desafía ahora a algunos de los países de mejor calidad institucional: veremos si lo resisten

Por Martín Krause. Publicada el 5/7/17 en: http://bazar.ufm.edu/avance-del-populismo-desafia-ahora-los-paises-mejor-calidad-institucional-veremos-lo-resisten/#undefined.tijt.gbpl

 

El mundo está convulsionado, pero sus instituciones todavía no lo sufren. Se nota la tensión, están ante un desafío, deben mostrar que pueden cumplir su papel y sostener los elementos básicos que ha permitido el progreso de la sociedad como nunca antes se ha visto. Las ideas populistas avanzan y algún líder, como Donald Trump, incluso llega al gobierno. Otros esperan aprovechar una oportunidad en Europa. Curiosamente, en América Latina se han debilitado.

Es el momento, entonces, en que las instituciones republicanas son llamadas a mostrar que pueden poner freno a esos impulsos. En definitiva, el populismo es la antítesis de la institucionalidad, ya que el líder populista cree que una mayoría circunstancial le ha dado un mandato completo para reordenar la sociedad, sin límites a su voluntad.

Y si bien la amenaza está allí y el peligro es concreto, no hay país entre los de mayor calidad institucional que haya sufrido, hasta el momento, un fuerte deterioro. Entre los veinticinco primeros puestos del ICI, ninguno de ellos ha modificado su posición en más de dos puestos., salvo el excepcional caso de Lituania[1], que mejora siete posiciones. Es decir que, salvo esa, no ha habido caídas mayores a dos posiciones, tampoco avances superiores a eso.

Los cuatro países que han encabezado la calidad institucional en los últimos veinte años lo siguen haciendo, sólo que este año Nueva Zelanda desplaza a Suiza en el primer lugar. El país oceánico puede festejó en 2015 la obtención del Mundial de Rugby, su deporte nacional, y en 2016 (ya que a ese año se refieren el ICI 2017) el primer puesto mundial en calidad institucional. Junto a Suiza, Dinamarca y Finlandia, siguen dominando la tabla y se reparten regularmente el primer premio.

Suecia mejora dos posiciones, para alcanzar el 5° puesto, Canadá los pierde. Más atrás en la lista, Islandia recupera también dos posiciones, luego de su estrepitosa caída con la crisis de 2008; y Chile, ya en nuestra zona, pierde dos posiciones luego de varios años de estabilidad.

En síntesis: el populismo es una amenaza, pero las instituciones republicanas de los países de mejor calidad institucional todavía resisten. Se verá cuánto o, si, como en el caso de América Latina, las aventuras populistas terminan generando una reacción que, aunque lentamente, parece recuperar algo del terreno perdido. El fenómeno no deja de ser curioso, ya que América Latina siempre fue a la zaga de los primeros países y ahora que vuelve de una década populista es de esperar que no vuelva a copiar a quienes ahora la copian.

Las primeras posiciones del ICI 2017 son las siguientes:

Posición País ICI 2017 2016 2015 2014
1 Nueva Zelandia 0,9658 2 3 1
2 Suiza 0,9645 1 1 3
3 Dinamarca 0,9579 4 4 4
4 Finlandia 0,9451 3 2 2
5 Suecia 0,9384 6 6 5
6 Países Bajos 0,9364 8 9 8
7 Noruega 0,9361 7 5 9
8 Canadá 0,9336 5 7 7
9 Reino Unido 0,9257 9 10 10
10 Irlanda 0,9153 12 12 12
11 Australia 0,9152 10 8 6
12 Alemania 0,9141 11 11 13
13 Estados Unidos 0,9101 13 13 11
14 Luxemburgo 0,8918 17 15 15
15 Estonia 0,8880 16 18 18
16 Austria 0,8858 15 17 17
17 Hong Kong RAE, China 0,8818 18 16 16
18 Bélgica 0,8703 21 20 19
19 Islandia 0,8568 14 14 14
20 Taiwán, China 0,8521 20 21 21
21 Japón 0,8453 19 19 20
22 Lituania 0,8338 24 25 26
23 Singapur 0,8234 23 23 23
24 Chile 0,8198 22 22 22
25 República Checa 0,8181 25 29 37

[1] El avance de Lituania es el resultado de una constante mejora en el Índice de Libertad Económica en el Mundo, del Fraser Institute, que en verdad refleja datos de 2014, pero en el que ha avanzado desde la posición 33° en 2010 a la 15°, en este último año analizado por el índice, al tiempo que ha mejorado también en los demás indicadores, aunque no tan espectacularmente.

 

Martín Krause es Dr. en Administración, fué Rector y docente de ESEADE y dirigió el Centro de Investigaciones de Instituciones y Mercados. (Ciima-Eseade). Es profesor de Historia del Pensamiento Económico en UBA. 

Sí, hay que liberar el mercado de trabajo

Por Iván Carrino. Publicado el 12/1/17 en: http://inversor.global/2017/01/si-hay-que-liberar-el-mercado-de-trabajo/

 

Contrario a lo que suele creerse, una mayor libertad del mercado laboral es positiva tanto para las empresas como para los empleados.

Hay una afirmación que no creo que nadie esté dispuesto a rechazar: los impuestos y las regulaciones son contrarios a la libertad. Nadie, ni a la derecha ni a la izquierda del espectro político y económico, se atreverá a discutir esta verdad evidente.

Esto no quiere decir que toda regulación sea mala… La “regulación” que impide y castiga el delito claramente está en contra de la libertad de los delincuentes… Pero existe para preservar la de las potenciales víctimas. Obvio.

Ahora aplicado a otros ámbitos de la vida, los impuestos y las regulaciones, al inhibir la libertad, se convierten en una verdadera carga para el desarrollo.

Un ejemplo sencillo bastará para entender. Si a una botella de agua mineral que cuesta $ 20 en el mercado se le carga un impuesto del 50%, lo más probable es que los consumidores desistan de comprarla, pasándose al consumo de gaseosas, aguas saborizadas, o bien agua corriente. Por otro lado, si antes de comprar la botella, el gobierno exige que se llenen 5 formularios diferentes y se pidan permisos especiales, es evidente que el incentivo para comprar la botella será menor.

Lo mismo pasa en todos los mercados. Más impuestos al consumo equivalen a menos consumo. Más regulaciones, ídem. En el mercado laboral la situación no es distinta.

Sin embargo, en Argentina, regulaciones e impuestos están a la orden del día. La ley de contrato de trabajo tiene 277 artículos y cerca de 26.000 palabras donde se regulan temas como la indemnización por despido, las vacaciones, el salario mínimo, o el mínimo de días de preaviso cuando se desea finalizar una relación laboral.

Además, la carga tributaria sobre el empleo es sideral. De un salario bruto de $ 10.000, $ 4.000 son tomados por el estado para financiar el gasto previsional, obras sociales y otros conceptos asociados a la seguridad social. Eso explica que de $ 10.000 brutos, solo $ 8.300 lleguen al bolsillo del trabajador pero $ 12.300 salgan de la caja de la empresa.

En el medio está el estado, “cuidándonos”…

El problema es que, como decíamos, todas estas trabas lo único que hacen es desestimular la contratación. De acuerdo a los libros de texto, salarios mínimos demasiado elevados, o fuertes regulaciones laborales terminan generando desempleo, ya que el costo de contratar es demasiado alto. Sin  embargo, en la realidad lo que sucede es que las empresas y los empleados se vuelcan al mercado negro.

En Argentina, de acuerdo al Ministerio de Trabajo, el sector informal abarca nada menos que al 34% de los trabajadores. Y es por eso que en el gobierno están barajando la idea de reducir la carga tributaria sobre el empleo y también flexibilizar el mercado laboral.

Obviamente, esto último nadie lo quiere decir. De acuerdo con el libreto políticamente correcto, la flexibilización es lo peor que puede pasarle a los trabajadores, porque los empresarios los comenzarían a “explotar”.

Esto es totalmente falso. En primer lugar, porque, como decíamos, si las regulaciones son excesivas, aparecerá el mercado negro, donde el estado pierde todo el control sobre lo que allí sucede. En segundo lugar, porque un mercado laboral más libre no solo es bueno para las empresas, sino para todos los que quieran obtener un empleo.

Una institución que mide la libertad de los mercados laborales en el mundo es la Fundación Heritage de los Estados Unidos. Para evaluar los mercados de trabajo, Heritage toma en consideración la existencia y el monto del salario mínimo, la rigidez en las horas de trabajo, la dificultad para despedir empleados, el monto de las indemnizaciones que se imponen a las empresas, el preaviso y las trabas para contratar.

Si los obstáculos son altos, dirán que el mercado es poco libre, mientras que de haber pocas trabas, estaremos en un mercado flexible.

Los cinco países de más de un millón de habitantes que mejor se ubican en este índice son Estados Unidos, Singapur, Hong Kong, Dinamarca y Nueva Zelanda. Entre ellos, en Estados Unidos y Dinamarca el despido es libre, por lo que las empresas no deben indemnizar al empleado si deciden no continuar empleándolo.

Uno podría pensar que con tanta libertad, muy mal les está yendo a los trabajadores de esos países. Sin embargo, estamos frente a los salarios más elevados del planeta.

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En promedio, un danés tiene un salario anual de USD 63.700; un norteamericano ingresa USD 58.700; un neozelandés USD 43.100, mientras que en Singapur los trabajadores ingresan USD 38.800 y en Hong Kong USD 23.900.

Por si esto fuera poco, las tasas de desempleo también son muy bajas. Y no casualmente, muy inferiores a las existentes en Argentina.

Claro que no todo pasa por la rigidez o flexibilidad del mercado laboral. El país que sigue en este ránking es Namibia, cuyo desempleo supera el 18% y cuyo PBI per cápita es de USD 4.500. Obviamente, a la libertad del mercado laboral hay que acompañarla con una democracia republicana, paz y respeto por los derechos de propiedad, entre otras cosas.

Sin embargo, dado que muchas de esas cosas sí tiene nuestro país, no es un mal momento para pensar en tener un mercado laboral más libre. Una menor presión tributaria sobre el empleo reducirá el costo laboral e incrementará el salario de bolsillo. Además, menos trabas burocráticas harán más atractiva la contratación, y aumentarán el empleo y la formalidad.

Es que, en definitiva, los intereses de los trabajadores y de los empresarios no son contrarios. Cuanto más fácil sea contratar, más empleo habrá. Y en la medida que crezca la competencia entre empresas, más subirán los salarios en términos reales.

Necesitamos más libertad para volver a crecer y convertirnos en un país rico. No hay otro camino.

 

Iván Carrino es Licenciado en Administración por la Universidad de Buenos Aires y Máster en Economía de la Escuela Austriaca por la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid. Es editor de El Diario del Lunes, el informe económico de Inversor Global. Además, es profesor asistente de Comercio Internacional en el Instituto Universitario ESEADE y de Economía en la Universidad de Belgrano.

Europa no se hizo rica gracias al Estado de Bienestar

Por Iván Carrino. Publicado el 20/11/16 en: http://www.ivancarrino.com/europa-no-se-hizo-rica-gracias-al-estado-de-bienestar/

 

El viernes pasado estuve debatiendo sobre la coyuntura económica en C5N con, entre otros, el economista y profesor de la Universidad de Buenos Aires, Andrés Asiain. (El debate completo puede verse en este link).

Cuando yo sugerí que los países ricos y desarrollados (como los europeos), no conocen la pobreza como la conocemos nosotros (34% de la población que no puede comprar una Canasta Básica), dije que eso era porque no habían tomado medidas intervencionistas como inflación, control de precios, y porque se habían enriquecido gracias al comercio internacional.

Frente a esto, Asiain respondió:

Europa tenía hasta la Segunda Guerra Mundial a su población en la miseria y el hambre, fue después que se instaló un estado que empezó a hacer políticas públicas de intervención, de seguridad social, de subsidios, de controles de precios, etc., que logró crear el Estado de Bienestar que mejoró la vida de los europeos y que hoy lo están destruyendo

Bien, lo que dice Asiain es básicamente el conocimiento popular en la materia, pero  parte del famoso error de confundir correlación con causalidad. Es decir, se piensa que dado que Europa Occidental es un continente rico, y que hay allí políticas “de Bienestar”, son esas políticas las que lo hacen rico.

El argumento, sin embargo, no es cierto. En realidad, la Segunda Guerra Mundial hundió a Europa Occidental en la miseria por unos años, pero éste ya era un continente rico en comparación con el resto del mundo desde principios de la década del 20. Eso puede verse con claridad en el gráfico de abajo, armado en base a los datos de PBI per cápita recopilados por Angus Maddison.

Gráfico 1. PBI per cápita de Europa Occidental vs. América Latina y la Unión Soviética

 

europa

Elaboración propia en base a Angus Maddison

 

Los 12 países de Europa Occidental son Austria, Bélgica, Dinamarca, Finlandia, Francia, Alemania, Italia, Holanda, Noruega, Suecia, Suiza e Inglaterra. Estos países ya venían acumulando riqueza gracias a la Revolución industrial y su apertura al comercio internacional, cosa que evidencian los gigantescos puertos de Hamburgo en Alemania y Rotterdam en Holanda.

Como se ve, ya en 1920 eran mucho más ricos que los países de América Latina tomados como promedio y que la Unión Soviética, en datos disponibles comparables para la misma época y medidos en dólares constantes internacionales. Creo que el gráfico es suficiente para mostrar que la frase “Europa tenía hasta la Segunda Guerra Mundial a su población en la miseria y el hambre”  no se corresponde con la realidad. Es más, podríamos decir que Europa era rica hasta la SGM, y se hundió en la miseria gracias a ella. Esta situación la pudo superar después, pero no por el Estado de Bienestar, sino por el crecimiento económico derivado de la situación de estabilidad y paz posterior al conflicto.

El Estado de Bienestar redistribuye la riqueza, pero hay que crearla en primer lugar, y para eso se necesita libre comercio y capitalismo. Además, en cualquier índice de libertad económica los países europeos superan a nuestro país, por lo que podemos decir tranquilamente que, a pesar de su Estado de Bienestar, tienen mucha más confianza en el liberalismo que la política económica argentina.

¿Te preguntarás qué pasaba con Argentina en esos años?

Gráfico 2. PBI per cápita de Europa Occidental vs. América Latina,  la Unión Soviética y Argentina

europa

Elaboración propia en base a Angus Maddison

Sí, éramos casi tan ricos como Europa antes de la Segunda Guerra. Una vez que estalló el conflicto, ellos se empobrecieron y nosotros, al mantenernos neutrales, la sacamos barata. Pero ya el populismo estaba latente en el país y luego el camino fue siempre divergente.

 

Iván Carrino es Licenciado en Administración por la Universidad de Buenos Aires y Máster en Economía de la Escuela Austriaca por la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid. Es editor de El Diario del Lunes, el informe económico de Inversor Global. Además, es profesor asistente de Comercio Internacional en el Instituto Universitario ESEADE y de Economía en la Universidad de Belgrano.

Argentina necesita más liberalismo que nunca

Por Iván Carrino. Publicado el 7/10/16 en: http://www.ivancarrino.com/argentina-necesita-mas-liberalismo-que-nunca/

 

El liberalismo es la corriente de pensamiento económico que sacó al mundo de la pobreza. Nada menos. Antes de la Revolución industrial, a principios de 1800, la pobreza en el mundo superaba el 90% de la población. Pero gracias al desarrollo del capitalismo y la globalización, en 2015 este número se redujo 80 puntos, al 10% del total. En poco más de 100 años, la civilización alcanzó un grado de desarrollo que jamás antes había sido posible, con una mayor cantidad de población y mayor esperanza de vida.

A pesar de los agoreros y apocalípticos, Adam Smith se alzó vencedor.

Por el contrario, el intervencionismo, con sus variantes socialistas, desarrollistas y populismos de izquierda y derecha, llevan al fracaso de los países. En su afán de gastar más de lo que se ingresa e hiperregular la economía, siempre termina igual. O con incontrolables niveles de inflación, o con crisis de deuda, o con un sistema productivo colapsado como el caso de la Venezuela actual.

A la luz de los datos, es claro que el camino que debe tomar el país es el de la libertad económica. Además, está visto que los países más libres son los que mejor calidad de vida ofrecen a su población. Las 5 naciones que encabezan el Índice de Desarrollo Humano (Noruega, Australia, Suiza, Dinamarca y Holanda) tienen altos niveles de libertad económica. Respetan los derechos de propiedad, comercian libremente con el mundo, no tienen inflación y no controlan precios destruyendo la rentabilidad de las empresas.

Ahora para alcanzar a estos países, el gobierno de Mauricio Macri necesita ser mucho más agresivo en su compromiso con la libertad de lo que ha sido hasta ahora. ¿Por qué? Porque contamos con un pasado que genera muchas dudas entre los inversores del mundo y los propios argentinos.

Desde la creación del Banco Central en 1935, la inflación anual equivalente fue de 55%, con dos episodios hiperinflacionarios y el cambio de seis signos monetarios. Además, desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, el país estuvo en situación de default, o de incumplimiento de sus compromisos de deuda, 36 años, el 52% del tiempo transcurrido. Expropiaciones, privatizaciones, re-estatizaciones e impuestazos también han sido protagonistas de nuestra historia reciente, y hoy la presión tributaria alcanza niveles insospechados.

El gobierno de Cambiemos lleva diez meses en el poder. En ese lapso, eliminó de un plumazo el cepo cambiario, quitó la mayor parte de las absurdas retenciones a la exportación, intenta ajustar las atrasadas tarifas de los servicios públicos, bajar la inflación, y reducir gradualmente el déficit fiscal. Como frutilla del postre, organizó en Buenos Aires un Foro de Inversión y Negocios que buscó seducir a los empresarios para que inviertan en el país.

Todo esto es positivo. Pero incluso sumándolo todo, es posible que los inversores nos sigan mirando con desconfianza. Hazte la fama…

Por eso, la única alternativa que nos queda es mostrar un compromiso mucho mayor con los principios básicos de la libertad económica. Los impuestos tienen que bajar drásticamente, y para ello se debe renunciar a mega-proyectos de gasto político. La economía debe desregularse, e innovaciones como Uber deben ser parte de nuestra vida cotidiana, no víctima de reglamentos hechos a la medida de las mafias. El comercio debe abrirse, y de manera unilateral, sin necesidad de negociar “contrapartidas” con otros países.

Abrirse es bueno: nos permite comprar más barato del exterior y a su vez vender más caro. El comercio genera siempre beneficios para las partes que comercian y es totalmente falaz que genere desempleo en términos agregados.

Argentina está frente a una coyuntura histórica. Los ojos de los inversores están puestos sobre nosotros, pero el gobierno teme ser catalogado de liberal o, peor aún, de “neoliberal”.

Así que mi recomendación es sencilla: estimado presidente, libérese de los prejuicios y haga lo que tiene que hacer. En un mundo competitivo como el de hoy, hay que ser doblemente agresivos para captar inversiones. Y ese objetivo solo se conseguirá con más libertad económica, no con mensajes ambiguos y demagogia política.

 

Iván Carrino es Licenciado en Administración por la Universidad de Buenos Aires y Máster en Economía de la Escuela Austriaca por la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid. Es editor de El Diario del Lunes, el informe económico de Inversor Global. Además, es profesor asistente de Comercio Internacional en el Instituto Universitario ESEADE y de Economía en la Universidad de Belgrano.

Los países con mejor calidad institucional: ¿tienen economías socialistas o mercados abiertos?

Por Martín Krause. Publicada el 25/6/16 en: http://bazar.ufm.edu/los-paises-con-mejor-calidad-institucional-tienen-economias-socialistas-o-mercados-abiertos/

 

Con la Fundacion Libertad y Progreso presentamos el Índice de Calidad Institucional 2016. Desde que comenzamos a hacerlo hay cuatro países que siempre han ocupado las primeras cuatro posiciones, aunque intercambiando entre sí: Suiza, Nueva Zelanda, Dinamarca y Finlandia. Suele pensarse que estos son países que tienen “socialismos de Mercado”. ¿Es asi?

Vale la pena señalar, sin embargo, que todos ellos también ocupan destacadas posiciones en cuanto a las instituciones de mercado se refiere. Así, Noruega, que encabeza la lista en cuando a instituciones políticas ocupa la posición 18º en cuanto a las de mercado se refiere; Finlandia, segunda en este caso, está 13º en las de mercado; el tercer lugar de Suecia es con el puesto 17º en instituciones de mercado y el cuarto, Dinamarca, en el 9º. La relación es apropiada para disipar una visión existente que considera a esos países nórdicos como economías cuasi-socialistas. En verdad, son países con fuertes estados benefactores y altas tasas impositivas, pero con una apertura comercial y a las inversiones y una protección del derecho de propiedad y la libertad contractual como poco se encuentran en muchos otros países. Por otro lado, dos consideraciones son importantes en este caso: las elevadas tasas impositivas no lo son tanto y recaen sobre todo sobre los individuos, no las empresas. Por ejemplo, en el caso de Suecia, la tasa del impuesto a las ganancias corporativas es del 22%, mientras que en Suazilandia es el 27,5% y en Túnez o Tanzania del 30%. En Brasil es del 34%, en México 30%. En Noruega es del 34%, Finlandia 20% y Dinamarca 23,5%.

En cuanto a los impuestos a las personas en Suecia van desde el 31% al 60%; en  Noruega desde 0% al 47% (incluyendo un 8,2% de contribución a las pensiones); en Finlandia del 7,71% al 62% (incluyendo el impuesto nacional, el municipal y la contribución a las pensiones) y en Dinamarca del 30% al 48%. En cuanto a algunos países latinoamericanos en Argentina van del 9 al 35%; en Brasil del 0 al 27,5%; en Colombia del 0 al 33%, en Perú del 0 al 30%. Aunque siempre, por supuesto, resulta muy difícil hacer comparaciones debido a las distintas bases y deducciones vigentes en los distintos países, por un lado, y por otro, por las contraprestaciones que se reciben a cambio. En los países nórdicos las tasas impositivas a las ganancias empresarias son más bajas; las tasas a las personas más altas pero ellas reciben, a su vez, servicios de salud o educación gratuitos de calidad muy superior a los que obtiene un ciudadano latinoamericano aunque pague tasas menores. Y, además, en algunos casos como el de Suecia, los contribuyentes reciben ‘vouchers’ que les permiten un cierto grado de elección entre escuelas y hospitales privados o públicos.

Por otra parte, es más que destacable el desempeño de Suiza. No solamente encabeza el ICI por segundo año consecutivo sino que presenta el resultado más parejo, con un sexto puesto en las instituciones políticas y un cuarto en las de mercado. Suiza, además, ha logrado esto en un país con diversas culturas, idiomas y religiones, aprovechando las ventajas de la descentralización y las limitaciones al poder. La combinación de democracia representativa y democracia directa en los niveles federal, cantonal y municipal, un gobierno colegiado con rotación en los principales cargos ejecutivos y competencia fiscal entre los cantones ha logrado niveles de institucionalización destacados.

 

Martín Krause es Dr. en Administración, fué Rector y docente de ESEADE y dirigió el Centro de Investigaciones de Instituciones y Mercados (Ciima-Eseade).

¡Encarcelen al sistema!

Por Alejandro A. Tagliavini. Publicado el 9/5/16 en: http://www.eltiempo.com/opinion/columnistas/encarcelen-al-sistema/16586568

 

Por muchos políticos que encarcelen, no se detendrá la corrupción ni se devolverá lo robado.

Entiendo la ira de las personas con los políticos corruptos, pero la historia demuestra que, por muchos que se encarcelen, no se detendrá la corrupción ni se devolverá lo robado. Si hasta me parece contraproducente. Pareciera que estas campañas sirven para distraer a la opinión pública y para esconder el problema de fondo de la corrupción: el sistema estatista, que es al que debiera ‘encarcelarse’.

La situación de la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, se agravó y ahora la Fiscalía de ese país pide investigar al expresidente Lula da Silva, a tres ministros y a otros 27 políticos por los escándalos en Petrobras. Rousseff puede ser separada de su cargo si el Senado brasileño abre un juicio político, mientras el procurador general asegura que “en el ámbito” del gobernante Partido de los Trabajadores hay elementos que prueban la existencia de una “organización criminal”.

Entretanto, la justicia argentina empezó a investigar a la expresidenta Cristina Kirchner. Desde que Macri asumió la presidencia, y mientras tiene problemas serios, el Poder Judicial argentino ha acelerado las causas por corrupción durante el gobierno anterior y, de hecho, ya hay encarcelados. Por cierto, es llamativo que los mismos jueces que no sospechaban de los anteriores gobernantes cuando estaban en el poder, hoy encuentren que son culpables.

Y estos son solo dos ejemplos de los muchos que hay. La corrupción está generalizada porque es intrínseca al Estado moderno, que es el monopolio de la violencia con el cual gobierna: impone sus leyes con la fuerza policial. Y ya decían los griegos que la violencia es aquello que corrompe a la naturaleza. A diferencia del mercado -las personas-, donde las transacciones se realizan tras un natural acuerdo mutuo, el Estado impone coactivamente leyes, dejando el poder de decisión en burócratas susceptibles de ser sobornados.

Si comparamos el índice de corrupción de Transparency International con el de Libertad Económica de la Heritage Foundation, más allá de los errores lógicos en estas mediciones vemos que los más corruptos son los menos libres, aquellos donde el Estado tiene más peso y sus burócratas mayor poder de decisión.

Entre los menos corruptos aparecen Dinamarca, Finlandia, Suecia, Nueva Zelanda, Holanda, Noruega, Suiza, Singapur, Canadá, Alemania, luego EE. UU. (16), y más abajo Uruguay (21), Chile (23), Colombia (83), y ya entre los más corruptos: Yemen (154), Haití y Venezuela (158) y finalmente Corea del Norte y Somalia (167).

Y los más libres serían Hong Kong, Singapur, Nueva Zelanda, Suiza, Australia, Canadá, Chile, Irlanda, Estonia, Reino Unido, EE. UU., Dinamarca y luego estarían Colombia (puesto 33), Uruguay (41), Perú (49), Costa Rica (50), México (62), Panamá (66), Guatemala (82), Nicaragua (109), Honduras (113), Brasil (122), Ecuador (159), Bolivia (160), Argentina (169), Venezuela (176), Cuba (177) y Corea del Norte (178).

En fin, para terminar, un caso real que muestra que la corrupción es intrínseca al estatismo. Para presentarse a las licitaciones de obra pública, los gobiernos exigen una serie de condiciones. Un ministro, al fin de cuentas, decide quiénes pueden o no presentarse, y los elegidos se cartelizan y reparten las obras que se realizarán con grandes sobreprecios. El ministro no es sobornado, pero cuando se retira del gobierno, el ganador de la obra pública lo nombra director de otra empresa de su grupo, con una remuneración elevadísima. Todo legal.

 

Alejandro A. Tagliavini es ingeniero graduado de la Universidad de Buenos Aires. Es Miembro del Consejo Asesor del Center on Global Prosperity, de Oakland, California y fue miembro del Departamento de Política Económica de ESEADE.