Del optimismo al pesimismo

Por Adrián Ravier.  Publicado el 2/9/19 en:  https://www.cronista.com/amp/columnistas/Del-optimismo-al-pesimismo-20190902-0018.html?__twitter_impression=true

 

El viernes previo a las elecciones PASO, el mercado explotó de confianza y el Merval mostró una suba significativa. El lunes tras las PASO, el Merval mostró una caída del 50% en dólares. Una baja récord, no sólo para la Argentina, sino para el mundo.

Había dos escenarios claramente opuestos entre los cuales los argentinos debían elegir. De un lado, la continuidad de la política económica de Mauricio Macri; del otro, el regreso de la política económica del kirchnerismo. Claro que esta simplificación, como toda simplificación, es engañosa:

1) la elección no era más que internas partidarias,

2) había otros candidatos,

3) Macri podría girar hacia reformas más profundas que las tomadas en estos años, y 4) no está claro tampoco que Alberto Fernandez sea la continuidad del kirchnerismo, pero la grieta sigue presente en la opinión pública, y la elección parecía jugarse bajos esos escenarios futuros.

El aplastante resultado en favor de Alberto Fernández sobre Mauricio Macri le dio señales al mercado de que la política económica cambiará. Un mix de incertidumbre y desconfianza llevó a los tenedores de bonos y acciones a vender todos sus activos, asumir las pérdidas, y emigrar con los pocos dólares que pudieron obtener (en términos relativos). La fuerte demanda por la divisa llevó el tipo de cambio de 45 a 60 pesos por dólar, agregando una nueva devaluación, a las ya acumuladas en 2016, 2018 y principios de 2019. Construir “un muro” para defender el peso en ese instante tras las PASO, de poco hubiera servido, y la pérdida de reservas habría sido más significativa aún que la observada.

Agosto, el mes de las PASO, dejó un saldo terrible e irrecuperable para la Argentina en el corto plazo, que nos ha hecho a todos muchos más pobres de lo que éramos el viernes anterior.

Ese viernes, el escenario optimista era el que pintaban muchos analistas políticos confiados en la continuidad de la política económica de Mauricio Macri, sumados a una serie de reformas estructurales que la Argentina necesita en el ámbito económico.

El relato oficial mostraba un cambio desde la pesada herencia hacia el equilibrio fiscal primario, un tipo de cambio competitivo y una inflación en baja, que a su turno permitiría ir bajando tasas de interés, para ir desarmando las Leliqs mientras se incrementaba la demanda de pesos en el escenario post-electoral.

El estimador mensual de actividad económica (EMAE) que elabora el Indec mostraba que Argentina dejó de caer en 2019, que entró en una meseta, e incluso la economía empezaba a rebotar en julio del corriente. El motor del campo nos está dejando la mejor cosecha de la historia después del año de sequía, y el acuerdo de libre comercio con la Unión Europea, nos devolvía la posibilidad de integrarnos nuevamente con el mundo.

Tras las elecciones, se rumoreaba que Argentina avanzaría en una agenda de reformas previsional, laboral e impositiva, que la volvería a colocar como un mercado atractivo para recibir inversiones de capital, lo que permitiría generar un crecimiento vigoroso, y con ello promover emprendimientos, más empleo, mejores ingresos y baja en la pobreza.

Parece romántico creer que este cuento, más que escenario, era posible de efectivizar. Los argentinos lo desconocieron, o los que lo escucharon, no lo creyeron. Y había razones para no creerlo, pues sus flacos bolsillos no vieron nada de esto en un largo y doloroso gobierno de cuatro años.

El gradualismo elegido, primero con Prat Gay y luego con sus sucesores, evitó las políticas de shock que podrían haber generado la única vía de solución que evitara este desenlace que hoy observamos. El 2016 fue un año de correcciones mínimas que sentaron las bases para un 2017 de recuperación. Pero fue una recuperación que se consumió el capital político y económico, y estaba basado en un contexto único de fuerte endeudamiento, con ausencia de shocks externos, en un mundo volátil.

El 2018 trajo todas las malas noticias juntas. El cóctel explosivo estuvo compuesto por:

1) una sequía que llevó a una mala cosecha y a la consecuente escasez de divisas,

2) el sudden stop (un corte repentino del crédito internacional, en palabras del economista argentino Guillermo Calvo),

3) errores de política económica como el impuesto a la renta financiera y

4) la falta de independencia del Banco Central con el lógico incumplimiento de metas. Quedará el lema de aquellos años resumido en el problema de “inconsistencia entre la política fiscal y monetaria».

La necesidad llevó al Gobierno a comprender que se acababa el tiempo para enderezar el rumbo, y fue solo entonces y obligado por las circunstancias que recurrió al Fondo Monetario Internacional y guiado por sus sugerencias empezó a acelerar la corrección de los desequilibrios macroeconómicos.

Personalmente, celebré que finalmente se corrigiera el rumbo y se aceleraran las correcciones de estos desequilibrios. De 2018 a 2019, Argentina se ató a la difícil meta de llegar al equilibrio fiscal primario en un solo año, meta que parece alcanzará en medio de esta crisis.

La renuncia de Sturzenegger en el Banco Central también permitió que por fin el foco se pusiera en los agregados monetarios en lugar de las tasas de interés (como manda la receta ortodoxa), aunque claro que las Lebac (heredadas del kirchnerismo pero ampliadas por Sturzenegger) y posteriormente sus hijas, las Leliq, dejarán su huella en un futuro cercano.

¿Por qué los economistas fallamos en prever este escenario económico tan destructivo? Primero porque las encuestas para las PASO mostraban cierta paridad entre el oficialismo y Alberto Fernández. Segundo porque los analistas políticos describían una alta probabilidad de continuidad de la política económica de Cambiemos. Tercero, porque aun una derrota electoral de hasta 5 % en las PASO, Cambiemos podría revertirla. El escenario político contagió el error a los escenarios que los economistas construimos.

Desde el abandono del Patrón oro, los sistemas financieros modernos dependen bastante de la confianza y las expectativas. Un país como la Argentina, con el prontuario inflacionario e hiperinflacionario depende todavía más de la confianza. Las PASO desataron una ola de desconfianza. Unos dirán que se debió al propio mensaje de miedo que el oficialismo generó. Otros dirán que ese miedo está justificado en los antecedentes de los miembros de la oposición. Lo cierto es que cualquier sea el motivo, tras las PASO el mercado prefirió reconocer las pérdidas y salir con lo puesto.

Si los dólares en reservas eran suficientes previo a las PASO para sostener la estabilidad del mercado cambiario, ante la enorme desconfianza desatada tras la elección de agosto las mismas parecen insuficientes. El gobierno no logra renovar las Letes lo que lleva a la autoridad monetaria a proveer al Tesoro de parte de las reservas para atender sus compromisos. Además, los depositantes de dólares desconfían que el Banco Central disponga de las divisas cuando se las requiera en el futuro y han decidido ir tras ellas mientras todavía están disponibles. Ambos factores generaron una fuerte reducción de las reservas internacionales, lo que ya compromete la estabilidad del sistema cambiario.

Como si esto fuera poco, las Leliq que adquieren los bancos sobre la base de los plazos fijos que construyen los depositantes, difícilmente puedan ser renovados. Si el billón de pesos en Leliq se monetiza en estos casi dos meses que quedan antes de las elecciones, la demanda de dólares de parte de los depositantes irá por los dólares, y la presión sobre el tipo de cambio ya será extrema.

En medio de esto, las negociaciones con el FMI se vuelven fundamentales, para saber si la autoridad monetaria contará con algo más de reservas para afrontar las múltiples presiones por su demanda.

El Gobierno decidió ir a un “default selectivo”, para estirar algunos plazos, y reducir la demanda por las escasas divisas en reserva. Agregaría también en esta semana un control de cambios limitando los dólares que las personas y empresas pueden adquirir. Pero si bien esto puede ayudar a transitar los dos meses previos a la elección, aun quedará otro plazo por cumplir hasta el 10 de diciembre.

En síntesis, es demasiado largo el plazo que resta hasta el cambio de Gobierno, y son pocos los ladrillos de los que dispone para construir un muro que evite la sangría de reservas. El FMI podría ayudar, pero el potencial candidato a Presidente Alberto Fernández ya culpó a la institución por todos nuestros males, y dejó en claro que renegociará esos compromisos, en un marco de nuevo default.

El oficialismo debe encerrarse a hacer cuentas, tomar la base monetaria en pesos, sumar los pasivos del Banco Central, analizar las reservas netas de las que dispone y evaluar una política de tipo de cambio fijo, convertibilidad o dolarización, en la cual restablezca la confianza en la moneda de circulación.

Aunque hay un problema adicional: el oficialismo ya no parece tener el poder, la fuerza y la voluntad de encontrar una solución de estas características. Estamos presenciando el final del peso, otra moneda mal gestionada en la historia argentina, y nuevamente por las mismas razones: los abusos de los sucesivos gobiernos en el terreno fiscal.

 

Adrián Ravier es Doctor en Economía Aplicada por la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid, Master en Economía y Administración de Empresas por ESEADE. Es profesor de Economía en la Facultad de Ciencias Económicas y Jurídicas de la Universidad Nacional de La Pampa y profesor de Macroeconomía en la Universidad Francisco Marroquín. Es director de la Maestría en Economía y Ciencias Políticas en ESEADE.

Mientras miramos con angustia lo que pasa en Venezuela cada día, otra crisis se desarrolla en América Latina, la de Nicaragua

Por Martín Krause. Publicado el 23/4/19 en: http://bazar.ufm.edu/miramos-angustia-lo-pasa-venezuela-dia-otra-crisis-se-desarrolla-america-latina-la-nicaragua/

 

Son muy interesantes los informes que publica el programa UFM Market Trends. Aquí van las conclusiones de uno sobre Nicaragua, por Jorge Eduardo García:

 

Este 2019 es sensato esperar una reducción más acelerada de la economía, cayendo incluso más del 10%. La posibilidad de quiebras bancarias continúa al alza si los retiros continúan o aumentan drásticamente. También es factible una devaluación pronunciada o un “corralito” que limite la disponibilidad de moneda extranjera de las personas y empresas. Lo peor de todo es que la situación política es el verdadero causante de los males, y no parece que vaya a cambiar en el corto plazo. Según The Economist, no se esperan elecciones anticipadas a menos que las condiciones políticas se deterioren drásticamente ya que Ortega cuenta con el respaldo del ejército.

 

Las empresas no solo deben lidiar con menos ventas, menores operaciones, precios internacionales bajos de materias primas y falta de acceso a financiamiento, sino ahora también con mayores impuestos y costos laborales más altos. La incertidumbre que el régimen orteguista introdujo en la economía, la crisis que gestó y el descalabro económico que está sufriendo el pequeño país centroamericano es muestra del tremendo daño que el autoritarismo causa a las economías débiles institucionalmente. Según FUNIDES las empresas ya empiezan a tener escasez de insumos, el crédito escasea o es muy caro, los proveedores no quieren dar muchos días de crédito por el riesgo cambiario y la actividad económica de servicios cae drásticamente al no haber gastos de las empresas primarias o secundarias.

 

No se sabe cuántos años le podría tomar a Nicaragua para recuperarse de este golpe, pero cada día que Ortega sigue en el poder alargará ese periodo. Si Maduro, con una crisis más dura, ha podido soportar las sanciones internacionales a Venezuela, Ortega parece tener posibilidades de seguir aferrado al poder. A modelo de espejo, Siria y Venezuela reflejan casos de regímenes autoritarios causantes de severas crisis que mantienen el poder al controlar las instituciones del Estado con el apoyo incondicional del ejército. Pero, a menos que Nicaragua quiera seguir el tortuoso camino que han recorrido esas dos naciones, debe cambiar su cúpula gobernante o todo esfuerzo será en vano.

 

 

Martín Krause es Dr. en Administración, fué Rector y docente de ESEADE y dirigió el Centro de Investigaciones de Instituciones y Mercados (Ciima-Eseade).

Las retenciones están para quedarse (y aumentar)

Por Alejandro Tagliavini. Publicado el 19/3/19 en: https://www.ambito.com/las-retenciones-estan-quedarse-y-aumentar-n5021545

 

Las retenciones están para quedarse (y aumentar)

“Nada es tan permanente como un programa temporal de emergencia del gobierno”, decía el Nobel de Economía 1976, Milton Friedman, entre otros. Y cuánta razón tiene, basta con ver la historia, sobre todo la Argentina.

Así, cuando Macri -no exento de mesianismo ya que considera a su Gobierno “fundacional”- en su visita a Expoagro dijo que las retenciones implementadas el año pasado son “una emergencia, un mal impuesto”, envió el mensaje subliminal de que llegaron para quedarse y remató asegurando que cree “en todo lo que hemos hecho”. Y los números corroboran que así será.

A ver. La recaudación tributaria en 2018 subió 31,2% respecto de 2017, debajo de la inflación que fue del 47,6%. Ahora, los rubros de exportación fueron los de mayor crecimiento, dada la devaluación y las retenciones, 52% de aumento en el acumulado anual respecto del año anterior. La recaudación específicamente por derechos de exportación subió 72,7% ia.

Según la SRA, de 2002 a 2017, el sector agropecuario aportó en retenciones u$s93.863 M (u$s6.257 M promedio anual). En tanto que el Presupuesto 2019 prevé que suban hasta u$s8.500/9.000 M. Hay que agregar el Inmobiliario, Ingresos Brutos, IVA no reintegrado, aportes patronales, impuesto al combustible de fletes, aporte al fondo de caminos rurales, etc.

Así, es imposible que el “modelo macrista” disminuya las retenciones y hasta podría aumentarlas. Aclaremos que las retenciones previstas para 2019 equivalen a un promedio mensual de $30.000 M. El primer bimestre de 2019 cerró con un superávit fiscal primario de $23.384 M, dado el resultado positivo de $6.726 M en febrero. Calcule cuánto quedaría sin las retenciones a lo largo del año a este ritmo.

Los ingresos totales de febrero aumentaron 48% ia, otra vez debajo de la inflación ia del 51,3%, y los gastos crecieron 29%. Si bien el acumulado anual registra un superávit fiscal primario de 0,1% del PBI -mientras que en el primer bimestre de 2018 registraba un déficit de 0,1% del PBI- y el Gobierno hace hincapié en la reducción de gastos, lo que vale es el resultado financiero -que incluye los intereses de la deuda pública- que, para el acumulado anual, tuvo un déficit de 0,3% del PBI, aunque en igual período de 2018 el déficit fue de 0,4% del PBI.

Es decir, la recaudación impositiva cae en términos reales, la reducción de “gastos totales” no es tal porque deben incluirse los intereses de la deuda pública que vuelven a crecer y ya se llevan más del 16% de la recaudación -los intereses en febrero crecieron casi 55% ia, más que la inflación-, así el modelo macrista sólo podría prescindir de las retenciones si ocurriera una muy fuerte suba del PBI -consecuentemente, de la recaudación-, lo cual es impensable con este nivel de presión “fiscal total” (impuestos, inflación y altas tasas). Por el contrario, la economía seguirá cayendo y el Gobierno desesperado es probable que suba las retenciones.

La caída de la recaudación en términos reales y la demora de los sojeros para vender -a la espera de un dólar más alto- amenazan el déficit cero comprometido con el FMI; de hecho, algunas consultoras estiman un déficit primario y financiero de hasta 1% y 5% respectivamente para 2019. Irónicamente, el Gobierno está encaprichado en pisar al dólar -creyendo que provoca inflación cuando es al revés- y, dada la aceleración de la inflación, el BCRA anunció un contraproducente “endurecimiento del programa monetario”.

Además de que el Gobierno venderá u$s9.600 M hasta diciembre a un promedio de 60 M diarios -un regalo para los que fugan capitales- podría aumentar la emisión de Leliq subiendo aún más la ya estrafalaria tasa -en una bola de nieve ya que esto implica un mayor crecimiento del stock- perjudicando severamente la producción incluida, por cierto, la agropecuaria.

Las Leliq ya suman $1 B o u$s24.000 M o 5% del PBI, 80% de la base monetaria que es de $1,26 B. Estos neokeynesianos creen que la inflación tiene que ver con el exceso de moneda en el mercado cuando, precisamente, la inflación es la bajada del precio de la moneda, que produce el mercado, para equilibrar el exceso de emisión respecto de la demanda. O sea, una vez producida la inflación, el mercado queda equilibrado. Con lo cual absorber pesos con Leliq, irónicamente, provoca inflación porque, al absorber demanda de pesos, en un mercado ya equilibrado, queda exagerada la oferta existente -en tiempo real- provocando una caída en el precio del dinero.

Por cierto, la tasa de las Leliq ya rebotó casi 20 puntos porcentuales (pp) desde mediados de febrero. Sin embargo, las tasas de los plazos fijos minoristas suben sólo 2,2 pp desde su mínimo. Lo que se debe a la dilación burocrática en el traslado, a la nueva forma de computar encajes que achica el traspase, pero, sobre todo, al exceso de liquidez ya que los depósitos crecen 33,7% ia, mientras que los créditos al sector privado suben sólo 8,7%. Con el crédito por el suelo, los nuevos fondos van a las Leliq, la bicicleta financiera. Olvídense de la producción, del crecimiento económico.

 

Alejandro A. Tagliavini es ingeniero graduado de la Universidad de Buenos Aires. Ex Miembro del Consejo Asesor del Center on Global Prosperity, de Oakland, California y fue miembro del Departamento de Política Económica de ESEADE.

El no va más del progresismo: Nicolás Maduro, demócrata y economista

Por Carlos Rodriguez Braun: Publicado el 26/8/18 en: http://www.carlosrodriguezbraun.com/articulos/la-razon/el-no-va-mas-del-progresismo-nicolas-maduro-democrata-y-economista/

 

Tras ver el desastre interminable del anticapitalismo populista en Venezuela, agravado esta semana por una nueva devaluación y más medidas antiliberales, recordé un increíble artículo publicado hace unos meses por Nicolás Maduro en El País , donde sostiene que su democracia “latinoamericana, africana e indígena” es única porque es para el pueblo, no para las elites, es genuina, y es feminista. Una monstruosa mentira, porque la casta bolivariana ha acumulado millones, mientras encerraba a presos políticos, y la mortalidad de las madres en Venezuela aumentaba un 65 %, como denunció Moisés Naím. Políticamente, el régimen bolivariano es un apestado internacional, y su democracia “latinoamericana” ha sido denunciada como fraudulenta por una quincena de gobiernos democráticos de América Latina.

Con este paupérrimo palmarés político, el déspota emprende el más difícil todavía: reivindicarse económicamente. Con un lenguaje impecablemente inclusivo, que haría las delicias de nuestros progresistas —“todos y todas las venezolanas y venezolanos”— sigue el guion de la izquierda más sensiblera, demagoga y populista: “Una economía que es pura especulación, y no considera como prioridad la prosperidad y la soberanía del pueblo, es hambre para hoy y mañana pan para el imperio. La economía es el corazón de nuestro proyecto revolucionario. Pero en mi corazón está primero la gente. La economía o es para el pueblo o es abuso”.

Y con todo descaro asegura que “hemos promovido una política de pleno empleo… para garantizar a nuestros jóvenes el acceso al trabajo y a su porvenir”. La única crítica es, naturalmente, al “bloqueo comercial inhumano al que nos han sometido los Gobiernos de Estados Unidos y de Europa, que tanto daño han hecho a nuestro pueblo”. Como si la tiranía bolivariana no hubiese hecho nada. Hasta reclama el aplauso por “la invención de la primera criptomoneda respaldada en riquezas del mundo, el petro, cuyos beneficios ya se están invirtiendo, inmediatamente, en la gente, como siempre lo hemos hecho”. En un sentido sí es una invención: un engaño, una ficción.

Lo que es real es la miseria que las políticas bolivarianas anticapitalistas de Maduro han impuesto a los trabajadores venezolanos, que padecen una devastadora hiperinflación, junto a los “logros” económicos habituales del comunismo: miseria, desabastecimiento de comida y medicinas, cortes de agua y de luz, etc.

El artículo de Maduro lleva por título: “Nuestra democracia es proteger”.

 

Carlos Rodríguez Braun es Catedrático de Historia del Pensamiento Económico en la Universidad Complutense de Madrid y miembro del Consejo Consultivo de ESEADE

Gasto, inflación y Keynes

Por Gabriel Boragina Publicado  el 28/5/17 en: http://www.accionhumana.com/2017/05/gasto-inflacion-y-keynes.html

 

Cada uno de nosotros, cuando se ve enfrentado a la necesidad de incurrir en gastos, debemos observar -como primera medida- cuál es la cuantía de los recursos que disponemos. Es decir, es en función de nuestros ingresos previos que estaremos en condiciones de determinar qué cantidad de dinero podemos destinar al gasto. Sin embargo, los gobiernos no operan en este sentido, sino en el inverso: fijan primero su meta de gastos, y -en función de esta- deciden cuántos recursos deben recaudar de los mal llamados «contribuyentes» para poder cubrir los gastos decretados. La razón por la cual los gobiernos pueden actuar de este modo (y ninguno de nosotros puede hacer lo mismo) radica en que, mientras los particulares hemos de obtener nuestras entradas ofreciendo antes algo a cambio a otra persona que valorice lo que ofertamos, y sólo después, si la contraparte acepta el trato, podremos lograr el tan ansiado ingreso, los gobiernos se ven eximidos de seguir este proceso, por la sencilla razón de que todos ellos (al establecer el imperium de la ley) están facultados -mediante su concurso- a extraer las sumas que necesiten por medio de la fuerza a los inermes e indefensos ciudadanos.

«Pareciera que la economía política de los gobiernos es tal que el gasto público siempre aumenta cuando aumenta la recaudación impositiva y cuando se puede emitir más. Nunca se reduce el déficit fiscal aumentando la recaudación, pues esto supone que los gastos son constantes y la experiencia indica que esto no es así. Por ejemplo en estudios que el autor de este libro hizo para un país cuya recaudación fiscal dependía en 80% del precio del petróleo, se tomaron todos los años en que el precio del petróleo aumentaba y, por otro lado, todos los años en que esos precios bajaban. Observamos que la correlación entre gasto y recaudación impositiva era muy alta en los años de alza en la recaudación. También observamos que la correlación era muy baja (los gastos no bajaban) en los años de baja en la recaudación. Esa asimetría, no se evita con la existencia de la Caja pero se reduce substancialmente pues de otra manera esta conducta fiscal lleva a la larga a la devaluación (como sucedió en el país de referencia). La caja pone más disciplina pues en los años en que la recaudación baja no se puede emitir y no queda más remedio que aumentar el endeudamiento o bajar los gastos.»[1]

El autor citado, partidario de la caja de conversión (a ella alude cuando se refiere simplemente a «la caja») explica con meridiana claridad cómo operan los gobiernos en materia de gasto público, el que no lo hacen depender -ni exclusiva ni enteramente- de la recaudación fiscal (como en sana política económica debería de ser) sino que lo manejan como una variable autónoma, y cuya «lógica» parecería ser la «necesidad» de ir siempre en aumento, sin importar el medio por el cual se financie ese gasto público. En otras palabras, nos explica que, cuanto mayor era la recaudación también así lo era el gasto, pero el alto nivel de este no se veía en absoluto afectado en los casos donde la recaudación disminuía. En este último supuesto, los gobiernos lo que hacen no es bajar el gasto (como deberían hacerlo) sino buscar otros medios para financiarlo. Y ya hemos visto que los mecanismos a los que echa mano para esto último son la emisión monetaria, más impuestos, o directamente inflación. Pero, sabemos de sobra que estas tres últimas medidas (en realidad podrían resumirse en dos, ya que la inflación no es más un impuesto solapado) no solucionan sino que agravan los efectos del alto gasto público, produciendo fuertes distorsiones en la economía toda.

«Los análisis empíricos se concentraron en poner a prueba la estabilidad de la demanda de dinero aun en situaciones de gran inestabilidad como las grandes inflaciones pues, recordemos que el gran desafío de Keynes era su hipótesis de que la demanda por dinero era inestable. Él proponía como una función más estable la función consumo, diciendo que existía una relación estable entre el consumo nominal y el ingreso nominal. También decía que la propensión marginal a consumir era, en circunstancias como las de Estados Unidos en los años treinta, muy pequeña y por lo tanto el estado tenía que gastar para aumentar la propensión al gasto de la economía en total. Luego de muchas controversias se ha llegado a una mezcla donde las teorías modernas toman en cuenta el dinero y su demanda, pero no ignoran la política fiscal ni la importancia del gasto público. Cuando hay inflación los países se acuerdan de Friedman y cuando hay recesión se acuerdan de Keynes y, cuando la situación es más o menos normal, los economistas juegan en el medio campo.»[2]

Como ya hubiéramos examinado en otra ocasión, Keynes suponía que las recesiones (como la de los años 30 que fue -en gran parte- la que inspiró su teoría) se «solucionaban» recién cuando el gobierno irrumpiera en la economía incrementando el gasto público, para lo cual cualquier medio que este utilizara era «válido». Su negación de la «Ley de Salidas» de Jean B. Say, y la de los valiosos aportes de los demás economistas clásicos le impido ver su craso error. El aumento del gasto público importa tanto como un alza de la demanda y -a su turno- una consiguiente elevación de los precios, entre otros efectos. Para lograr eso, se combinaban perjudiciales medidas, como altos impuestos, emisión monetaria, endeudamiento, etc. generando una espiral inflacionaria que eclosionaría el sistema económico (como finalmente sucedió) al no encontrarse las manipulaciones artificiales del gobierno respaldadas por un genuino ahorro previo que permitiera un proceso de capitalización con bases en una economía real. Obviamente, que la demanda de dinero cae en picada en épocas inflacionarias, pero son pocos los que advierten la relación entre este último fenómeno y la demanda de moneda. No hay pues fórmulas «mágicas» para escapar a este dilema, excepto la austeridad fiscal y presupuestaria.

[1] Valeriano F. García. Para entender la economía política (y la política económica). Centro de Estudios Monetarios Latinoamericanos México, D. F. 2000. pág. 169

[2] Valeriano F. García. Para entender la economía política…ob. cit. pág. 185/186

 

 

Gabriel Boragina es Abogado. Master en Economía y Administración de Empresas de ESEADE.  Fue miembro titular del Departamento de Política Económica de ESEADE. Ex Secretario general de la ASEDE (Asociación de Egresados ESEADE) Autor de numerosos libros y colaborador en diversos medios del país y del extranjero.

Lo barato sale caro

Por Iván Carrino. Publicado el 28/1/16 en: https://igdigital.com/2016/01/lo-barato-sale-caro/

 

La resolución que incrementa el precio de referencia para las tarifas eléctricas es una medida más en un marco de desregulación de los precios de la economía argentina. Los resultados serán positivos no solo para las empresas, sino también para los consumidores.

La semana pasada, alrededor de 13 mil personas de la Ciudad de Buenos Aires y el conurbano se quedaron sin luz. La noticia no llegó a la tapa de los diarios porque los cortes en el suministro eléctrico se han vuelto una constante en la Argentina de los últimos años.

Los motivos detrás de esta pésima performance a la hora de suministrar electricidad a los hogares y las empresas deben encontrarse en la Ley de Emergencia Económica sancionada en enero del año 2002.

Dicha ley pesificó las tarifas de los subsidios públicos y prohibió a las compañías proveedoras su indexación o actualización por cualquier índice de precios. Lo que se buscó en su momento fue, por un lado, reducir el impacto de la devaluación en el costo de vida de los argentinos y, por el otro, estimular la competitividad de la economía, proveyéndole energía barata a la industria.

Coincidiendo con el diagnóstico de que la energía barata era un pilar para el desarrollo, y a pesar de gritar a los cuatro vientos que Argentina atravesaba la etapa de crecimiento más vigorosa de su historia, el kirchnerismo prorrogó, año tras año, la Ley de Emergencia Económica, logrando así mantener las tarifas congeladas.

En paralelo con este congelamiento, el gobierno de los Kirchner generó una demoledora inflación de casi 900%, haciendo que los precios congelados, paradójicamente, se derritieran en términos reales. La rentabilidad de las empresas se desplomó, y con ella, la inversión y la capacidad de producción. Finalmente, los usuarios, a quienes se quería beneficiar en primer lugar, terminaron pagando los platos rotos, sufriendo cortes de energía de manera sistemática.

Como suele decirse, “lo barato sale caro” y las pérdidas que los cortes le ocasionan a empresas y comercios ya más que compensaron los supuestos beneficios de los bajos precios de la electricidad.

En este marco, es un bienvenido cambio la modificación de los cuadros tarifarios anunciados por el Ministerio de Energía y Minería, que elevaría los costos eléctricos entre 200% y 300% al menos hasta el 30 de abril de este año. Si bien estas subas no compensan del todo las pérdidas de las empresas proveedoras, es un movimiento en la buena dirección.

Ahora en respuesta a la decisión oficial, varios se apresurarán a exclamar que se trata de un “tarifazo” o, como ya se ha escuchado, de “una transferencia de riqueza hacia el poder económico” en detrimento del resto de la población.

En realidad, no se trata de nada de eso. Los controles a las tarifas eléctricas, así como cualquier otro control de precios que se imponga en un mercado dado, constituyen un liso y llano robo al que produce (hágase este mediante un decreto, un “acuerdo”, o medidas como las retenciones o cupos a las exportaciones o el control de cambios).

Imagínese que un día llega el gobierno y le dice que, a partir del día siguiente, su salario (un precio más de la economía) no será de $ 10.000 sino que se reducirá a $ 7.000 debido a la nueva política de “acuerdo de precios”. En dicho caso, a todos les quedaría claro que el gobierno está quitándole arbitrariamente un dinero que corresponde al asalariado. ¿Por qué esto debería ser diferente con los controles a los precios de la carne, del trigo o de la leche chocolatada en la góndola del supermercado?

Por otra parte, si la receta para beneficiar a la población fuera la fijación de precios, entonces Venezuela sería un paraíso económico, y no el país donde los medicamentos escasean un 80%, el PBI se contrae un 10% y los precios se duplican año a año a pesar de los controles y la guerra que el gobierno libra contra los empresarios.

El cambio en las tarifas eléctricas es una decisión que debe enmarcarse en un necesario y urgente proceso de normalización de los precios de la economía argentina. Mantener el statu quo, como quedó demostrado, no solo no habría ayudado a la competitividad o a bajar la inflación, sino que habría agravado la escasez de energía, de dólares y de todos los demás bienes y servicios que estuvieron sometidos al arbitrario control del gobierno anterior.

 

Iván Carrino es Licenciado en Administración por la Universidad de Buenos Aires y Máster en Economía de la Escuela Austriaca por la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid. Es editor de El Diario del Lunes, el informe económico de Inversor Global. Además, es profesor asistente de Comercio Internacional en el Instituto Universitario ESEADE y de Economía en la Universidad de Belgrano.

ENTREVISTA A JUAN CARLOS CACHANOSKY

Entrevista realizada en 2009 por Adrián O. Ravier. Publicada en: http://www.unioneditorial.es/images/stories/pdfs/151231_cachanosky.pdf

 

Juan Carlos Cachanosky obtuvo el título de Ph. D. en Economía del International College, en California, EE.UU., bajo la dirección de Hans Sennholz, y la Licenciatura en Economía en la Pontificia Universidad Católica Argentina (UCA). Es co-fundador de la Escuela Superior de Economía y Administración de Empresas (ESEADE) en Rosario,  Argentina; y, en coordinación con Carol Morgan, fundó la Cía. Corporate Training, con el objetivo de organizar cursos de postgrado presenciales en la web en todo el mundo. Fue decano de la Escuela de Negocios de la Universidad Francisco Marroquín y, durante el período comprendido de 1999 a 2005, fue director del Centro Henry Hazlitt (CHH), que pertenece a la misma casa de estudios. También fue Director del Departamento de Investigaciones de ESEADE y la UCA de Rosario, además de publicar decenas de artículos en revistas científicas especializadas. En 2011 Unión Editorial publicará su libro Ensayos de Teoría Económica, en el que compila una selección de sus ensayos más importantes.

AR: ¿Cómo fue su primer contacto con las ideas de la Escuela Austriaca?

Cachanosky: El primer contacto con la Escuela Austriaca fue a los 17 años leyendo la revista Newsweek, que publicaba una columna de Henry Hazlitt. En el colegio el profesor de contabilidad me había hecho keynesiano. Pero Hazlitt empezó a sacudir las estanterías. A través de Hazlitt conocí los nombres de Mises y Hayek y de la Foundation for Economic Education. Escribí una carta (en esa época) a Leonard Read, que me contestó muy amablemente invitándome a ir a FEE y me dio el teléfono de Alberto Benegas Lynch (padre). Benegas Lynch me prestó varios libros de los austriacos, ya que a fines de los 70 no era tan fácil conseguirlos. A partir de allí fui leyendo más y más austriacos. En la UCA conocí a Alejandro Chafuen e hicimos equipo. El Contra Almirante Sánchez Sañudo abría en esa época la Escuela de Educación Económica, a la cual me incorporé, y asistía a todas las conferencias que organizaba.

AR: ¿Cómo era Alberto Benegas Lynch (padre)? Hoy sabemos que hizo mucho para instalar estas ideas en la Argentina.

Cachanosky: Alberto Benegas Lynch (padre) fue el que trajo las ideas de la Escuela Austriaca a Argentina. Él estuvo como diplomático en la Embajada Argentina en USA y allí conoció a Henry Hazlitt, Mises y entró en contacto con FEE. Sobre todas las cosas ABL era un hombre de principios incondicionales. Esto implica alguien que puede cambiar de ideas pero no por conveniencia política u oportunismos. Transmitía mucho entusiasmo y ayudaba mucho a la gente a través del Centro de Estudios sobre la Libertad. El Centro publicaba la revista Ideas Sobre la Libertad con artículos de autores con ideas liberales. Gracias a ABL la Escuela Austriaca se difundió en Argentina. También trajo a Ludwig von Mises a dar 6 conferencias en la UBA.

AR: ¿Cómo llegó a ESEADE y cómo fueron aquellos primeros años en esa institución?

Cachanosky: En mayo de 1978 Alberto Benegas Lynch (h) me invitó a incorporarme al Departamento de Investigaciones de la Sociedad Rural Argentina. Él ya estaba en proceso del lanzamiento de ESEADE, que inició el primer máster privado en Argentina en agosto de 1978. Alberto me invitó también a incorporarme parttime al Departamento de Investigaciones de ESEADE junto con Alejandro Chafuen. Luego se fueron incorporando otros investigadores, Gabriel Zanotti, Fredy Thomsen, Alfredo Irigoin, Eduardo Zimmermann, Ricardo Rojas, Enrique Aguilar. El objetivo era investigar con mucha libertad de acción los temas sobre que enseñábamos en las clases. La incorporación de Ezequiel Gallo dio al departamento un vuelco fundamental con una serie de seminarios internos y jornadas. La revista Libertas se convirtió en un símbolo de ESEADE y las investigaciones se publicaban allí. Libertas le dio mucha fama a ESEADE en toda Latinoamérica, en los círculos liberales.

AR: ¿Y por aquellos años también desarrolló su doctorado junto a Hans Sennholz? Cachanosky: A mediados de 1980 fui a ver a Hans Sennholz en Grove City. Comencé con el doctorado a principios de 1981. A fines de abril hice la defensa y en octubre de 1983 me dieron el título. Al principio Sennholz estuvo muy duro para aceptarme, pero cuando le propuse el tema del uso de las matemáticas en economía accedió inmediatamente. Cuando terminé la defensa me dijo que este era un tema sobre el que Mises le había pedido que escribiera pero que, como no había tenido tiempo, se sentía en falta con su maestro. Cuando le propuse el tema entonces sintió que era una manera de cumplir con su promesa a Mises.

AR: ¿Podría sintetizar las ideas centrales de esta tesis doctoral?

Cachanosky: La idea central de la tesis es mostrar que el uso de la matemática en economía nació con el objetivo de hacer a esta ciencia más rigurosa, pero terminó siendo exactamente al revés. El uso de la matemática no solo llevó a teorías que no logran explicar la realidad, sino que además son inconsistentes y contradictorias dentro del mismo modelo independientemente de que puedan o no explicar el mundo. El uso de la matemática en economía ha producido mala teoría.

AR: Hayek decía que este error nos dejó con generaciones perdidas de economistas. ¿Diría que no hay nada de valor en los economistas que han seguido una tradición diferente a la de la Escuela Austriaca?

Cachanosky: Coincido con Hayek en lo de las generaciones perdidas. Creo que el siglo XX fue el «siglo negro» de la ciencia económica por el protagonismo que tomaron teorías alejadas de la realidad y por lo tanto sin poder explicativo del mundo. De todas maneras creo que hay economistas que no se ajustan necesariamente el pensamiento de la Escuela Austriaca que han influido y contribuido mucho al avance de la teoría económica. Entre ellos Edwin Canan, Jacques Rueff, Frank Knight, Jacob Viner, Benjamin Anderson, Joseph Schumpeter, Milton Friedman y James Buchanan.

AR: Friedman es uno de los autores más criticados por la Escuela Austriaca. ¿Qué aspectos positivos encuentra en este autor?

Cachanosky: Friedman fue criticado por algunos economistas de la Escuela Austriaca por su enfoque metodológico fundamentalmente y por su defensa de un sistema monetario centralizado. En cuanto a «política» económica no veo mayores diferencias entre austriacos y Milton Friedman. Me parece que Friedman hizo excelentes aportes para mostrar que la inflación es un fenómeno solamente monetario, que no puede haber inflación sin expansión monetaria. También fue muy claro en cuanto a los efectos negativos de la intervención del estado en la economía. Inclusive en el terreno monetario hacia el final se volvió un poco más hacia el pensamiento hayekiano. En el fondo algunos austriacos que defienden el regreso al patrón oro también son intervencionistas. Es el mercado el que finalmente debe decidir qué moneda quiere.

AR: Publicó varios ensayos académicos en Libertas. Uno de los más importantes es aquel sobre la crisis del 30. Allí se presenta crítico del trabajo de Friedman y Schwartz. ¿Podría resumir las ideas centrales de aquel trabajo?

Cachanosky: La idea central del artículo sobre la Crisis del 30 es que las distintas políticas monetarias, cambiaras, de comercio internacional, etc., provocaron durante la década de 1920 una mala asignación de los recursos productivos. Una mala asignación de los recursos productivos implica que tarde o temprano una gran cantidad de inversiones van a enfrentar un problema de flujo de caja y, por lo tanto, entran en crisis. Los créditos otorgados por los bancos no se pueden recuperar en su totalidad, las acciones de las empresas que asignaron mal los recursos caen y se genera un problema de liquidez para las empresas y el sistema financiero. La «consecuencia» de todo esto es destrucción de capital que hace subir la tasa de interés y se contrae el crédito. El consumo y la inversión caen como «consecuencia» de las previas malas inversiones. Por el contrario Keynes y Friedman sostienen que la caída del consumo y de la oferta monetaria es la «causa» del problema. Estos dos economistas ven como causa lo que los Mises y Hayek ven como consecuencia. AR: ¿Y en qué se distingue aquella depresión de la actual crisis global? Cachanosky: Fuera de los datos de lugar y circunstancia es lo mismo. En la Gran Depresión la Fed había reducido la tasa de interés en el mercado con el objeto de impulsar las exportaciones de USA y ayudar a Inglaterra a recuperar la paridad de preguerra. En la actual crisis la Fed redujo las tasas para impulsar el mercado inmobiliario. Los bancos centrales y los economistas keynesianos no parecen comprender que la política monetaria no puede bajar la tasa de interés y mantenerla baja indefinidamente. Las tasas siempre «rebotan» para ajustarse a la tasa de interés natural, el mayor riesgo y las expectativas de devaluación. Cuando las tasas suben entonces la crisis sale a la luz. El pro – blema es cómo los gobiernos reaccionan frente a la crisis, dejan que el mercado se sanee o intervienen para sanearlo. En el segundo caso, que fue el de la Gran Depresión, los problemas se multiplican, las crisis se profundizan y se alargan en el tiempo porque los gobiernos insisten en mantener vivas inversiones que destruyen capital mediante subsidios, créditos baratos, protecciones varias, etc. Las inversiones improductivas no las mantiene el gobierno en sí mismo, sino la población. El gobierno solo toma de un sector productivo para darle a sectores no productivos. Una diferencia importante entre esta crisis y la Gran Depresión es que en los 30 los países cerraron sus economías. El comercio internacional se derrumbó y esto fue fatal para el saneamiento de la economía. Por ahora esto no está ocurriendo con la actual crisis. Pero sí se notan medidas que no ayudan a solucionar el problema.

AR: ¿Qué reflexión le merece que la Fed esté expandiendo la base monetaria para evitar un proceso de deflación?

Cachanosky: La expansión de la base monetaria por parte de la Fed es lo que ayuda a generar peores expectativas acerca del futuro, porque semejante expansión monetaria lleva a pensar que el problema es muy grave. Mantener empresas deficitarias estatizándolas o subsidiándolas posterga el problema y pasa la carga al resto de la población. Siempre alguien mantiene la existencia de empresas en déficit. La pregunta es ¿van a ser los dueños o el resto de la población? Si la empresa es reconvertible entonces tiene que haber alguien dispuesto a invertir en el proyecto. De lo contrario es que el mercado no cree. Cuando el Estado sale a rescatar estas empresas está manteniendo en el tiempo la destrucción de capital. Por el momento esta expansión monetaria está siendo atesorada por los bancos por la incertidumbre existente. La gran pregunta es qué va a ocurrir con esos fondos cuando las expectativas negativas se reviertan. ¿Va la Fed a reducir la base monetaria o ese dinero saldrá al mercado provocando una fuerte depreciación del dólar?

AR: ¿Y qué propone entonces la Escuela Austriaca para paliar esta difícil situación?

Cachanosky: La crisis se debe a un aumento importante de las inversiones erróneas debido a una disminución artificial de la tasa de interés por parte del banco central. Las malas inversiones destruyen capital, cualquier empresario que haya cometido un error sabe muy bien esto. La manera de solucionar el problema es liquidar las malas inversiones. Pretender mantener estas malas inversiones con expansión monetaria prolonga la destrucción de capital. Esta solución keynesiana no arregla el problema, sino que lo posterga y lo empeora. La mejor solución es que el mercado reasigne los recursos productivos. La recesión es, en realidad, el remedio al problema

AR: Además de los errores de la Fed, ¿qué otros factores contribuyen a la decadencia de Estados Unidos?

Cachanosky: Uno de los problemas más complicados en economía es el epistemológico, por el cual se suele confundir las causas de los acontecimientos. Una vez desatada la Crisis del 30 por la mala inversión previa, las erróneas interpretaciones de las causas llevaron a la adopción de políticas económicas que profundizaron la recesión. Entre las principales podemos citar: (a) el cierre de las fronteras al comercio internacional, (b) aumento de los impuestos, (c) aumento del gasto público, (d) fuerte regulaciones de las empresas a través de la NIRA y la AAA y (e) abandono de patrón oro y devaluación del dólar. El creciente intervencionismo quitó a las empresas flexibilidad para 305 adaptarse a las circunstancias profundizando de esta manera la crisis.

AR: A través de sus trabajos sobre crisis y ciclos económicos, el estudio sobre la crisis del treinta y sus consideraciones sobre la tasa de interés, uno podría afirmar que es un especialista en la macroeconomía austriaca. Sin embargo, hasta el momento no han hecho referencias a la «macroeconomía austriaca del capital», en la que Roger W. Garrison ha intentado formalizar en un gráfico la teoría austriaca del capital y de los ciclos económicos. ¿Qué opinión le merece aquel aporte sintetizado en su libro Tiempo y Dinero (2001)?

Cachanosky: La contribución de Roger Garrison me parece muy buena, pero no sé si se puede decir que sea una formalización de la teoría austriaca. Yo diría más bien que es un resumen visual de una teoría mucho más rica. El libro Tiempo y Dinero no me gustó mucho, no me parece que vaya al corazón del problema; me gusta más el resumen del Power Point porque permite dar clases ampliando a los alumnos la riqueza de los puntos de Mises y Hayek.

AR: ¿Son iguales las teorías del ciclo económico de Mises y Hayek?

Cachanosky: Me parece que Hayek puso más acento que Mises en los efectos de la distorsión de los precios relativos que produce la expansión monetaria. Mises enfatizó la reducción de la tasa de interés de mercado por debajo de la tasa de interés natural como causa de las crisis económicas. Hayek ha cambiado varias veces su punto de vista al menos marginalmente, pero en su Monetary Theory and the Trade Cycle [Teoría Monetaria y Ciclos Económicos] sostiene que son los bancos los que expanden y contraen el crédito provocando los ciclos económicos. Mises, por el contrario, sostiene que son los gobiernos los que generan este problema. Pero en los puntos esenciales ambos están de acuerdo sobre la teoría del ciclo económico.

AR: Friedman alguna vez dijo que la teoría austriaca del ciclo económico se contradice con la evidencia y que, a su juicio,  es falsa. ¿Por qué cree que esta teoría no es aceptada por el mainstream?

1 Milton Friedman, «The “Plucking Model” of Business Fluctuations Re visited», Economic Inquiry, abril de 1993, pp. 171-177 (p. 171).

Cachanosky: No sé dónde Friedman dijo eso pero no me sorprende. Los austriacos son mirados con ciertas dudas sobre su solidez científica por no usar modelos matemáticos. Recuerdo una cena de la Mont Pèlerin Society en Berlín en la que Friedman preguntó a unos economistas de la Escuela Austriaca cuál era la diferencia con los economistas monetaristas, y, si mal no recuerdo, fue Alberto Benegas Lynch (h) quien respondió que la diferencia era epistemológica, para gran sorpresa de Friedman. Lo cierto es que los modelos matemáticos han llevado a mala teoría económica, y por mala quiero decir que no es fértil para explicar el mundo y además que tiene contradicciones internas. El uso de modelos matemáticos no hace más rigurosa a la ciencia. Lo que sí es cierto es que «algunos» economistas austriacos han hecho, especialmente de Mises, una especie de dios. Cometen la falacia lógica de «autoridad» citando a Mises como si fuese palabra sagrada. Otros han mezclado ciencia con religión. Estos economistas no le hacen bien al prestigio de la escuela.

AR: Además de sus trabajos sobre teoría monetaria, uno en – cuentra en Libertas ensayos del campo empresarial. ¿Qué es el Value Based Management? (Libertas 30)

Cachanosky: El siglo XX fue una especie de época negra para la economía. La modelización matemática quitó a la economía el poder explicativo que tenían los clásicos. La microeconomía convencional es pura ciencia ficción en este sentido, Ni los consumidores ni las empresas toman decisiones como los textos de microeconomía enseñan. Value Based Management es un enfoque de administración muy alineado con el enfoque empresarial de la Escuela Austriaca. Para esta escuela el cálculo económico y la ganancia empresarial son esenciales para explicar el proceso del mercado. VBM   da respuesta a la manera de realizar este cálculo económico y la manera de estimar la ganancia empresarial, incluyendo riesgo e incertidumbre. La dispersión del conocimiento de Hayek ha sido mencionada por los autores de este enfoque empresarial. Como dijo Peter Drucker, con este enfoque la microeconomía volvió a tener sentido.

AR: ¿Y este enfoque es ampliamente aceptado por la Escuela Austriaca o todavía es algo novedoso?

Cachanosky: VBM quiere decir tomar decisiones para incrementar el valor de la empresa, y esto se conoce como Economic Value Added (EVA). En realidad el concepto viene de los economistas. Adam Smith llamaba ganancia extraordinaria a la que está por encima del promedio del mercado, Alfred Marshall la llamó Ganancia Económica y Ludwig von Mises ganancia empresarial. Si bien los economistas de la Escuela Austriaca sin duda aplican este concepto, VBM hace explícita la manera en que se debe calcular y generar incentivos dentro de la empresa. El cálculo del EVA es distinto al enfoque de los contadores. En este sentido Mises habla de los beneficios de la partida doble pero parece no haber detectado los problemas que tiene para la toma de decisiones y el cálculo de la ganancia empresarial.

AR: Otro trabajo importante en este campo es el de «las decisiones empresariales y las predicciones en economía» (Libertas 32). ¿Es posible predecir en economía? Cachanosky: Las predicciones en economía son juicios de valor; en palabras de Mises, «comprensión» o Verstehen. Si no se pudiese predecir nadie invertiría o no habría diferencia entre las inversiones y los juegos de azar. Las predicciones en economía requieren de supuestos acerca el futuro, y estos supuestos son subjetivos, por ejemplo: si se «supone» que un banco central va a incrementar la oferta monetaria se puede predecir que va a haber inflación «si el supuesto se cumple». Otro aspecto es tratar de medir cuándo y cuánto va a ser la inflación. El conocimiento de lugar y circunstancia, la experiencia y el «olfato» son muy útiles para estas predicciones subjetivas. Las herramientas estadísticas también son útiles para realizar estas predicciones subjetivas.

AR: Los austriacos han desarrollado algunas críticas al PIB y al sistema tradicional de cuentas nacionales. Pero, ¿tiene sentido desarrollar un sistema de cuentas nacionales que sea más consistente con las teorías austriacas?

Cachanosky: En realidad la crítica a la metodología del PBI es bastante generalizada inclusive entre los economistas convencionales. Las «medidas» en ciencias sociales están muy lejos de ser tan precisas como en el caso de las ciencias naturales; de todas maneras es mejor tener una «idea» de cómo va la economía a no tener nada. Pero a mi gusto la mejor medida es un mercado de valores con una bolsa de comercio. Si el gobierno y el banco central no interfieren sobre la tasa de interés, el precio de las acciones es el mejor «termómetro» de las expectativas de los inversores. El precio de las acciones me parece mejor que el PIB.

AR: ¿Qué bibliografía recomendaría para profundizar un poco más esto?

Cachanosky: No sé si hay una bibliografía pero la lógica es que el precio de las acciones suben cuando el flujo de caja que generan superan todos los costos de oportunidad (costos operativos + impuestos + costo del capital), y esto es señal de que los empresarios están asignando bien los recursos productivos. Si la mayor parte de las acciones suben, entonces se puede concluir que la economía en general está asignando correctamente los recursos productivos. Obviamente hay que ver que los bancos centrales no estén generando una burbuja con expansión de la oferta monetaria.

AR: ¿Está trabajando en algún artículo o libro?

Cachanosky: Estoy trabajando con mucha lentitud en un tratado de economía que integre teoría de la empresa austriaca y finanzas con la macroeconomía. Cuando los austriacos hablan del «cálculo» económico no profundizan y creo que las finanzas pueden integrarse bien. Otros aspectos que me parecen interesantes son el comportamiento del consumidor con la psicológica y la neurociencia con el Verstehen de Mises. Tengo la esperanza de lograr un buen tratado que aporte algo nuevo.

AR: Durante mucho tiempo fue profesor de economía en UCEMA. ¿Cómo eran recibidas estas ideas por economistas acostumbrados a la economía matemática?

Cachanosky: Fui profesor de Dirección Estratégica en UCEMA. Dentro del curso veíamos algunos conceptos de economía, como qué es un mercado de competencia perfecta, y allí explicaba la contradicción matemática (aun aceptando los supuestos irreales del modelo). Realmente quedaban muy sorprendidos de que lo que habían aprendido en cursos anteriores estaba errado. Según me cuentan algunos amigos ahora los estudiantes de grado tienen que leer lo que parece que llaman «la tesis Cachanosky» sobre la inconsistencia del modelo de competencia perfecta. Creo que el enfoque de la Escuela Austriaca es muy contundente cuando se tiene la mente abierta.

AR: ¿Qué es la UFM? ¿Es posible construir algo parecido en la Argentina?

Cachanosky: La UFM (Universidad Francisco Marroquín) fue fundada por un grupo de empresarios en Guatemala liderados por Manuel Ayau. El principio de la UFM es «la enseñanza y difusión de los principios éticos, jurídicos y económicos de una sociedad de personas libres y responsables». Nació en una simple casa con dos aulas en 1971. Todos los alumnos, cualquiera sea la carrera que siguen, son introducidos a los principios del libre mercado y el marco jurídico de una sociedad libre. En Argentina se fundó en 1978 la Escuela Superior de Economía y Administración de Empresas (ESEADE) con el mismo objetivo que UFM, pero lamentablemente fue perdiendo impulso con el tiempo. Se requiere de empresarios con mucha convicción en los principios de la libertad para mantener y sostener una universidad como la UFM. Le doy poca probabilidad a un proyecto de este tipo.

AR: ¿Cómo ve a la Escuela Austriaca hoy, en relación con lo que era hace 20 o 30 años?

Cachanosky: Me da la sensación de que cada vez tiene más adherentes jóvenes. No mucha más influencia, porque hace 20 o 30 años había algunos economistas con mucho peso como Mises, Hayek, Rueff, Röpke. En especial Mises ha dejado muchos discípulos importantes en Estados Unidos, que a su vez han generado sus propios discípulos en muchas partes del mundo. El efecto multiplicador de la teoría de la Escuela Austriaca es muy alto. Por el contrario el enfoque keynesiano ha retrocedido mucho, en especial hacia fines de la década de 1970, cuando las altas tasas de inflación dejaron al descubierto el problema de esta escuela.

AR: ¿Qué expectativas tiene del futuro de la Escuela Austriaca?

Cachanosky: Me da la sensación de que el mundo académi – co va ir creciendo y fortaleciéndose mucho. Creo que va a terminar siendo la teoría predominante. En el ámbito político es otra cosa, porque no creo que las políticas económicas dependan de ideas científicas, sino que dependen de intereses de grupos. Los políticos, empresarios y trabajadores se guían por intereses propios de corto plazo y estos son los que determinan las políticas vestidas de justificaciones teóricas.

AR: Muchas gracias por compartir estas reflexiones con nosotros.

 

 

Adrián Ravier es Doctor en Economía Aplicada por la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid, Master en Economía y Administración de Empresas por ESEADE. Es profesor de Economía en la Facultad de Ciencias Económicas y Jurídicas de la Universidad Nacional de La Pampa y profesor de Macroeconomía en la Universidad Francisco Marroquín.

Un tipo de cambio real alto para la transición

Por Adrián Ravier: Publicado el 21/12/15 en: http://opinion.infobae.com/adrian-ravier/2015/12/21/un-tipo-de-cambio-real-alto-para-la-transicion/

 

El nuevo equipo económico avanza en el cumplimiento de sus promesas de campaña. Primero, redujo retenciones de exportaciones a cero para todos los cereales —e incluso para la industria—, excepto la soja, que bajó de 35 a 30 por ciento. Segundo, eliminó el cepo cambiario, estabilizó su valor oficial en torno a 13,90 pesos. Algunos analistas esperaban que su valor fuera un poco más elevado, pero eso obligaría al Banco Central a desembolsar mayor cantidad de pesos por la excesiva —y quizás fraudulenta— venta del dólar futuro durante la gestión de Alejandro Vanoli.

Argentina inició, con estas y otras medidas, un proceso de cambio de modelo económico que todavía necesita definir en sus aspectos fundamentales. Uno de ellos trata acerca de la integración comercial global, a través del mantenimiento de las relaciones con el Mercosur y con China, pero también de la integración con Estados Unidos y Europa, aspecto que se comenzará a profundizar en la cumbre del Mercosur en Paraguay. No estoy en la mesa chica del PRO, pero creo que la ambición de pertenecer al Tratado de Libre Comercio de América del Norte (NAFTA, por sus siglas en inglés) o generar acuerdos bilaterales con Europa y el Primer Mundo es una de las intenciones del nuevo Gobierno.

Al respecto, uno de los temas que deben discutirse es de qué modo desmantelar todo el arsenal de medidas proteccionistas que el kirchnerismo formó durante estos últimos doce años para proteger a la débil industria local de la “amenaza extranjera”. Recordemos que uno de los requisitos para ingresar en estos bloques es no contar precisamente con este tipo de obstáculos a la inversión extranjera, ni tampoco a los productos extranjeros.

Tanto en campaña como también durante estas dos primeras semanas de gobierno, el tema giró en torno a liberar el tipo de cambio y que sea determinado por la oferta y la demanda, pero nada se ha dicho sobre eliminar aranceles o, al menos, unificarlos en un valor para todas las ramas industriales, para no generar arbitrariedades entre sectores. Esto es precisamente el camino que tomó Chile tras las recomendaciones de Milton Friedman, al unificar todos los aranceles en el 10% y luego ir descendiendo año a año un uno por ciento. Con ello, en diez años se llega a una economía libre de aranceles.

Argentina necesita abrir el debate acerca de esta transición que le permita ordenar también las relaciones con el mundo y el modo en que se librará de numerosas intromisiones del Estado en el ámbito comercial.

El desafío no es menor, ya que hoy toda la estructura productiva —apoyada sobre este arsenal de medidas proteccionistas— genera manufacturas que abastecen el mercado interno, al tiempo que crea millones de puestos de trabajo que no podrían ser reemplazados en el corto plazo por el esperado desarrollo de la agroindustria.

Más de un lector ahora mismo estará recordando la década de 1990, la que —se dice— avanzó en levantar intromisiones del Gobierno para importar productos extranjeros, lo que generó un aluvión de importaciones que barrieron con la débil industria local y obtuvieron un alto desempleo. En línea con aquella argumentación, la débil industria argentina heredada del poskirchnerismo no podría competir en condiciones de libre mercado con las baratas manufacturas importadas de China o Brasil, lo que en definitiva produciría un fuerte desempleo que pondría en riesgo, incluso, el avance de la transición.

Este tema fue estudiado en profundidad por Eduardo Conesa, doctor en Economía en la University of Pennsylvania, en su libro titulado Desempleo, precios relativos y crecimiento económico (Ediciones Depalma). En sus clases de Macroeconomía II en la Universidad de Buenos Aires, a las que tuve la oportunidad de asistir en 1999, Conesa planteaba que uno de los errores fatales de los años noventa fue fijar una convertibilidad 1 a 1 con un tipo de cambio real bajo, sobrevaluado, el que sólo podía terminar con el hiperdesempleo que todos conocimos. A partir de allí, y sobre la base de estudios empíricos en la misma Argentina, Chile, Corea, Japón o Alemania, concluía Conesa que el desarrollo económico debía iniciar con un tipo de cambio real alto, acompañado, por supuesto, con equilibrio fiscal y estabilidad monetaria.

Esta medida, de fijar un tipo de cambio real alto, puede resultar atractiva para el Gobierno como punto de partida del nuevo modelo y como transición para eliminar las otras intromisiones en el ámbito del comercio internacional, pero teniendo en claro que, una vez que el desarrollo económico avance y que esto repercuta en mejoras salariales reales, el Gobierno evitará volver a devaluar el tipo de cambio para conseguir una nueva mejora en la competitividad. Así permitirá que el tipo de cambio real alcance su valor de equilibrio.

Ejemplo de este tipo de transición lo observamos bajo el Gobierno de Arturo Frondizi, cuando Álvaro Alsogaray era ministro de Economía y de Trabajo. Alsogaray vio que el tipo de cambio que había llegado a 100 pesos moneda nacional en mayo, retrocedió hacia 83 en agosto, gracias a mayor confianza y a la entrada de capitales, lo que condujo al Banco Central a establecer una paridad fija antes de que siga apreciándose hacia su valor de equilibrio.

Recordemos que la propuesta presenta ventajas y desventajas. Entre las primeras, se puede señalar que un tipo de cambio real alto deprime el nivel de salarios, lo que permite que la industria de manufacturas cuente con mano de obra más barata para enfrentar la competencia extranjera. Entre las segundas, se puede indicar el mismo factor, ya que un bajo nivel de salarios perjudica a los consumidores, que verán reducida su capacidad de ahorro y de consumo. Otra desventaja, no menor, es que el tipo de cambio real alto encarece la importación de insumos, lo que en definitiva afectará también transitoriamente a parte de la industria local y a parte de los propios exportadores.

Debemos reconocer, sin embargo, que, en los términos planteados por Conesa, un tipo de cambio real alto y permanente, como cualquier control de cambios que se quiera fijar, impide un desarrollo sano de la economía y de la población, ya que, a medida que el crecimiento económico va generando mejoras salariales, el Gobierno o la autoridad monetaria reducirán esa mejora con políticas sucesivas de devaluación. Esto no es otra cosa que el fracaso continuo al que se nos ha expuesto en nuestra historia macroeconómica argentina.

Argentina puede fijar inicialmente el tipo de cambio real alto para compensar transitoriamente el desmantelamiento de las políticas proteccionistas, pero una vez que la economía empiece a crecer y los salarios se vayan recuperando de la devaluación, es importante que la estructura productiva se vaya configurando sin contar con nuevas devaluaciones al tipo de cambio. A medida que la economía argentina se desarrolle y el tipo de cambio real se vaya apreciando, las empresas deben emprender un proceso de mejoras en la competitividad incorporando las nuevas tecnologías, a la vez que el Gobierno debe avanzar en una fuerte reducción tributaria que permita bajar costos y quitar obstáculos al desarrollo empresarial.

 

Adrián Ravier es Doctor en Economía Aplicada por la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid, Master en Economía y Administración de Empresas por ESEADE. Es profesor de Economía en la Facultad de Ciencias Económicas y Jurídicas de la Universidad Nacional de La Pampa y profesor de Macroeconomía en la Universidad Francisco Marroquín.

El mercado: mejor que el estado para cuidar al dólar

Por Iván Carrino. Publicado el 5/11/15 en: http://www.ivancarrino.com/el-mercado-mejor-que-el-estado-para-cuidar-al-dolar/

 

Noviembre marca el cumpleaños número 4 del cepo cambiario en Argentina. Si bien muchos consideran que la medida es necesaria para evitar una devaluación, lo cierto es que, a pesar del cepo, el peso es la moneda más devaluada de la región después del bolívar venezolano.

En momentos en que la denominada “campaña sucia” está en plena escalada, uno de los temas que más se debaten es el rol del cepo y el precio del dólar frente a la eventual liberación del mercado cambiario.

Poco tiempo atrás, el jefe de gabinete de la Provincia de Buenos Aires, Alberto Pérez, dijo que si se eliminaba el cepo, el dólar iba a costar $ 50. La Ministra de Economía de la Provincia, Silvina Batakis, también criticó la idea de tener un tipo de cambio librado a la oferta y la demanda del mercado. En una entrevista, sugirió que “todos los países administran sus reservas y el tipo de cambio”.

En la misma línea, el propio Daniel Scioli prometió que, si es presidente, “el tipo de cambio lo va a fijar el Banco Central en la flotación administrada” y que “nosotros no vamos a dejarlo librado al mercado”.

Queda claro que en el oficialismo existe temor a la liberación del precio del dólar. Es que, en su razonamiento, se asume que un dólar libre generaría una fuerte devaluación.

En un panfleto que circula por las redes sociales, se afirma muy claramente que “cuando al dólar se lo deja libre, lo regula el mercado y si lo regula el mercado lo regulan los ricos, y entonces suben los precios”.

A pesar de la queja oficialista y la campaña a favor del intervencionismo cambiario, lo cierto es que ninguna de estas afirmaciones tiene asidero.

De hecho, a pesar de haber pasado de un sistema de flotación administrada a uno de control de cambios, la moneda argentina es la que más se devaluó frente al dólar desde que Cristina Fernández de Kirchner asumió la presidencia en el año 2007.

Si se compara la evolución del tipo de cambio oficial desde diciembre de ese año hasta octubre de este, se observa que en nuestro país el dólar trepó un 200,7%, triplicando su valor inicial. Si bien en el mismo período, el valor de la moneda norteamericana también subió en otros países, lo cierto es que el aumento fue largamente menor. Solamente en Brasil el incremento para el mismo período superó el 100%.

Sin embargo, en Colombia el dólar escaló un 45,9%, en Chile un 37,2%, en Canadá un 30,4%, en la Eurozona un 29,8% y en Perú un magro 8,9%.

grafico

La curiosidad de estos datos radica en que ninguno de los países analizados tiene una política de administración del tipo de cambio como afirma Batakis.

Tanto el Banco Central de Colombia, como el de Chile, Brasil, Perú, Canadá o la Eurozona, llevan a cabo una política de “metas de inflación”, mediante la cual lo que se administra es la cantidad de dinero en circulación, con el objetivo de mantener una inflación estable en el largo plazo. En todos estos casos, el tipo de cambio está liberado y el responsable de ponerle precio al dólar es el mercado.

Paradójicamente para el pensamiento del gobierno, sus monedas se devalúan mucho menos que la nuestra.

En otro orden de cosas, se afirma también que un dólar libre generaría más inflación. No obstante, esta idea también es falsa. En Argentina, a pesar de la política de deliberado control del precio de billete verde, los precios aumentaron desde diciembre de 2007 a septiembre de este año un 468,1%. Por el contrario, en Europa treparon un 11,2%, en Perú 28,9%, en Chile 29,2%, en Colombia 33,3% y en Brasil 60,0% en el mismo período.

A la luz de esta realidad, dos cosas quedan claras. En primer lugar, que el argumento del candidato oficialista tiene pies de barro y solo busca infundir temor en la sociedad. En segundo, que si el gobierno no se empecina en destruir el valor de la moneda local con una política de emisión monetaria descontrolada, el mercado es el mejor mecanismo para controlar el dólar y evitar fuertes devaluaciones.

 

Iván Carrino es Licenciado en Administración por la Universidad de Buenos Aires y Máster en Economía de la Escuela Austriaca por la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid. Es editor de El Diario del Lunes, el informe económico de Inversor Global. Además, es profesor asistente de Comercio Internacional en el Instituto Universitario ESEADE y de Economía en la Universidad de Belgrano.

El miedo a hablar de bajar el gasto público

Por Roberto H. Cachanosky. Publicado el 20/9/15 en: http://economiaparatodos.net/el-miedo-a-hablar-de-bajar-el-gasto-publico/

 

Podrán patalear, gritar y llorar diciendo que no quieren bajar el gasto público, pero finalmente la realidad se impone

Si bien es políticamente incorrecto decirlo y además piantavotos, la realidad es que el gasto público ha llegado a niveles récord y, por lo tanto, la presión impositiva está asfixiando a la población. Como consecuencia de este desparramo, tenemos déficit fiscal, emisión monetaria para financiar el déficit fiscal e inflación. Lo políticamente incorrecto y piantavotos es decir que inevitablemente hay que bajar el gasto público. Me dicen hablar de bajar el gasto público no se puede porque la gente no quiere saber nada de eso. Es probable que la gente siga con esa costumbre de no querer oír hablar de la realidad y prefiera a los políticos que les mientes. O, para decirlo de otra forma, le dicen a los políticos: mentime que me gusta.

Pero como la realidad manda por encima de lo “políticamente correcto” uno puede esperar dos opciones hacia el futuro: a) que el próximo gobierno le explique a la población en forma clara y concreta porqué hay que bajar el gasto público, en qué rubros y proceda en consecuencia o b) bajarlo por imperio de las circunstancias por otro camino más brutal, desprolijo, ineficiente y con alto sufrimiento para la población.

Lo anterior puede asimilarse al 2001 cuando Ricardo López Murphy quiso bajar el gasto público en el equivalente a U$S 3.000 millones de ese momento y se produjo un escándalo político que terminó con la renuncia de López Murphy.

Los “políticamente correctos” no lo bajaron, pero luego de un tiempo decidieron que había que tener déficit fiscal cero y eso se tradujo en una política según la cual los empleados públicos, jubilados y proveedores del estado iban a cobrar de acuerdo a lo que se recaudara en el mes.

Esta estrategia, sin reformas de fondo, no logró cambiar las expectativas y todo terminó en una fenomenal fuga de depósitos del sistema financiero, luego llegó el corralito y, finalmente,  la parte más catastrófica que fue la política que aplicó Duhalde con la devaluación y la pesificación asimétrica. Porque en realidad Duhalde aplicó un brutal ajuste sobre la economía vía una devaluación y una llamarada inflacionaria. La estrategia fue aumentar el tipo de cambio, hacer que los precios internos subieran menos que el tipo de cambio para que éste subiera en términos reales y, finalmente, incrementar los salarios menos que los precios internos y mucho menos que el tipo de cambio para licuar el gasto en salarios y jubilaciones. Lo que se conoce como licuar el gasto público con una llamarada inflacionaria o bien licuar el gasto público.

¿Cuál es la diferencia entre aplicar una baja del gasto público en forma ordenada o hacerlo a lo Duhalde? La diferencia es que en el primer caso hay una reforma estructural del gasto público que le permite ganar competitividad a la economía argentina y menos sufrimiento para la población en general. Hacerlo a lo Duhalde es dejar las ineficiencias del estado tal cual están pero con un costo menor en términos reales.

Para explicarlo desde otro ángulo. Imaginemos una empresa que tiene 9 gerentes pero podría funcionar perfectamente con 5. Si la plata no alcanza, la opción racional es despedir a 4 y quedarse con 5 bien pagos. La opción Duhalde es: me quedo con los 9 pero todos mal pagos. En el primer caso hay reforma estructural, en el segundo no.

Imagine el lector la cantidad de empleados públicos que sobran, particularmente luego que este gobierno ha nombrado miles “empleados” públicos que en realidad son subsidios para los militantes de La Campora que pagamos todos con nuestro trabajo.

Suelen decirme que si alguien plantea una cosa así no consigue votos porque los empleados del estado que no son de La Campora no votarían al candidato que dijera eso por miedo a perder su trabajo. Si el candidato dice que va a despedir a los empleados de La Campora, el empleado estatal que no es de La Campora no votaría a ese candidato por miedo a perder su puesto de trabajo, sostienen.

En primer lugar, los de La Campora van a votar solo al candidato que ordene CF, de manera que el candidato opositor seguro tiene perdido el voto de los de La Campora. Diga que los va a despedir o no diga nada. Pero creer que los empleados públicos tradicionales van a asustarse con una propuesta de ese tipo es no conocer lo que ocurre dentro del sector público.

En efecto, las patotas de La Campora han avasallado a los viejos empleados estatales. Les quitaron sus cargos jerárquicos o los tiraron a un costado humillándolos, ganan más que ellos y, además, los maltratan. El empleado público tradicional detesta a los de La Campora. Sí hay algo que desea profundamente es que los echen.

Me dicen que una baja del gasto público generaría un alto grado de conflictividad social e ingobernabilidad. En rigor la ingobernabilidad se va a producir si no se hace algo concreto y eficiente en forma inmediata. Con el tipo de cambio real retrasado artificialmente por el gobierno. Con la inversión ausente por la inseguridad jurídica, el cepo cambiario y demás regulaciones y con la fiesta de consumo artificial llegando a su final, no hay motor que mueva la economía. Es decir, ni la inversión, ni las exportaciones, ni el consumo están moviendo el nivel de actividad Esto significa que los problemas de ocupación son cada vez más agudos, la inflación hace destrozos en los presupuestos familiares y las economías regionales están colapsadas.

La crisis social y la ingobernabilidad van a llegar si rápidamente no aceptamos que, de ahora en más, serán las inversiones y las exportaciones las que moverán la economía. La fiesta de consumo artificial ya pasó. Esa no es opción real. El que le venda que Ud. va a seguir consumiendo lo mismo le está mintiendo.

Ahora, para que haya inversiones tiene que haber seguridad jurídica, previsibilidad en las reglas de juego, disciplina monetaria para que no haya inflación lo cual nos lleva a la disciplina fiscal que implica bajar el gasto público. ¿O alguien cree que puede bajarse la inflación sin emisión monetaria y que la emisión monetaria no está ligada al déficit fiscal? Si este es el problema, ¿alguien cree que puede bajar el déficit fiscal subiendo más los impuestos?

Guste o no, el gasto público pasa a ser una de las claves en el futuro plan económico del próximo gobierno. Y podrán gritar, patalear o llorar diciendo que es políticamente incorrecto bajar el gasto público, pero la realidad es que el que no lo baje va a tener problemas de gobernabilidad porque se le escapará la inflación con un fenomenal estrago en los ingresos reales, generando más pobreza e indigencia, al tiempo que aumentará la desocupación y, finalmente el gasto público bajará por licuación inflacionaria.

En mi opinión es preferible ir analizando el presupuesto para ver quiénes son los que hoy están viviendo a costa del trabajo ajeno sin producir nada eficiente para el resto de la sociedad o bien aceptar que vamos de cabeza a otra crisis inflacionaria y cambiaria como en el 2002, sin resolver ningún problema de fondo pero comprando serios problemas de gobernabilidad.

 

Roberto Cachanosky es Licenciado en Economía, (UCA) y ha sido director del Departamento de Política Económica de ESEADE y profesor de Economía Aplicada en el máster de Economía y Administración de ESEADE.