La ideología económica de los argentinos

Por Carlos Newland: 

 

Argentina es un caso único de involución económica. De pertenecer a principios del Siglo XX al conjunto de países de mayor ingreso per cápita, ha ido perdiendo puestos en la carrera mundial del crecimiento y hoy en día su tamaño a nivel global se ha reducido a la mitad de su peso en 1910. Sin duda un gran responsable de esta situación ha sido un entramado regulatorio institucional perverso que ha puesto todo tipo de frenos al desarrollo de sus fuerzas productivas. En el último Índice Fraser (2018) que mide la calidad institucional económica global, Argentina aparece en el puesto 160 de 162 naciones. Sólo es superada negativamente por Libia y Venezuela. Prácticamente todas las naciones africanas tienen mejores marcos de funcionamiento que la Argentina y sin duda un anhelo de sus habitantes debiera ser algún día parecerse más al continente negro.  ¿A qué tipo de instituciones se refiere el Índice Fraser?  A las regulaciones aplicadas sobre la iniciativa privada, el respecto a la propiedad, al tamaño del gobierno y de los subsidios, el proteccionismo, la inflación y el déficit fiscal, y la presión impositiva. Puede postularse que el marco institucional argentino no es consecuencia de algún factor aleatorio y circunstancial, sino que es en gran media una consecuencia del tipo de cultura económica poseída por su población, o su ADN ideológico, como se lo ha denominado recientemente en los medios de comunicación.

Prácticamente no hay estudios de la ideología predominante en la población argentina, por el que su análisis queda limitado a opiniones o manifestaciones culturales puntuales. Un ejemplo significativo lo brinda lo que es en la práctica el segundo himno nacional argentino. El primero es el Himno Nacional de 1812, una canción patriótica entonada por el ejército revolucionario en sus acometidas contra las tropas españolas. El segundo, tan cantado como el primero, es la marcha peronista, últimamente vocalizado jovialmente en reuniones de dos principales partidos argentinos, el macrista y el kirchnerista (para llamarlos de alguna manera). Este también es un himno de guerra, pero no contra realistas, sino contra el capitalismo. Así dice en una de sus estrofas:

Por ese gran argentino
que se supo conquistar
a la gran masa del pueblo,
combatiendo al capital.

Que en 1947, cuando la composición fue interpretada por primera vez públicamente en la Casa Rosada, se enunciara tal objetivo es sorprendente. Ya para entonces existía a nivel global un gran consenso de que la acumulación de capital era un ingrediente principal para el logro del crecimiento económico y que toda nación desarrollada debía poseer un alto stock de este factor de la producción. Queda claro que el pensamiento económico de los argentinos presentaba ya entonces algunos rasgos muy particulares, los que se encarnaron de pleno en las políticas peronistas de aumento del tamaño del Estado, proteccionismo y regulación. Pero esta mentalidad no era nueva. Ya en 1928 José Ortega y Gasset marcaba que los argentinos tenían incorporada en su cultura la idea de un Estado hipertrófico y excesivo. A la vez, no vivían conectados con su contexto y realidad, sino más bien proyectados en un futuro idealizado e ilusorio.   El economista argentino contemporáneo Emilio Coni, apoyando la visión del filósofo español, aclaraba en 1930 que los argentinos eran grandes creyentes en el “Estado-Providencia”, una entidad que el ciudadano esperaba solucionara sus problemas laborales ofreciéndole empleo sin pedirle mucho a cambio. Esta valoración del Estado, unido a un cierto irrealismo, parece ofrecer las condiciones ideales para prácticas populistas de incremento de las erogaciones sin una evaluación de su financiamiento ni de su impacto a largo plazo. Y así la historia argentina destaca por un continuo déficit fiscal, y por una insoportable inflación, su contracara.  Pero podemos retroceder aún más hasta mediados del siglo XIX y evocar al pensamiento de Juan Bautista Alberdi, inspirador de la constitución de 1853. Para Alberdi el principal impedimento para el desarrollo de la Argentina -y de toda América Hispana- era la falta de apreciación social de la figura empresarial. Los héroes a los que se levantaban monumentos públicos, dedicaban obras poéticas y libros de historia eran siempre políticos o militares, quienes para este pensador eran primordialmente destructores y no creadores de riqueza. No ocurría lo mismo con los que debían ser lo verdaderos héroes, los emprendedores. Alberdi consideraba era necesario lograr un nuevo paradigma social, el del empresario desarrollador tanto de proyectos industriales como agropecuarios. Escribía en las Bases en 1852:

[l]a nueva política debe tender a glorificar los triunfos industriales, a ennoblecer el trabajo, a rodear de honor las empresas de colonización, de navegación y de industria, a reemplazar en las costumbres del pueblo, como estímulo moral, la vanagloria militar por el honor del trabajo, el entusiasmo guerrero por el entusiasmo industrial que distingue a los países libres de la raza inglesa, el patriotismo belicoso por el patriotismo de las empresas industriales que cambian la faz estéril de nuestros desiertos en lugares poblados y animados…

Queda claro que la descripción de Alberdi o de Ortega y Gasset sigue vigente en la actualidad. El anticapitalismo imperante se asocia muy bien con la otra característica que señalaba el filósofo, una mentalidad fantasiosa y poco realista.  En particular ello explicaría el por qué en los contextos de gasto o déficit fiscal crítico se implementan planes económicos excesivamente optimistas y condenados al fracaso por los desequilibrios que causan: típicos han sido los esquemas que para contener la inflación en lugar de recortar los gastos generan una dañina revaluación de la moneda. Por otra parte, todo intento de reforma, de «achicar el gasto» sólo perdura en los primeros momentos de los gobiernos: pronto las demandas sociales aplastan tales intenciones.   Ciertamente las políticas económicas argentinas cumplen una regularidad: se reiteran situaciones de populismo que incluyen gasto público exacerbado, inflación, aumento de deuda y revaluación de la moneda, seguidas por crisis en el sector externo, en la actividad productiva y de empeoramiento de los salarios reales. Dentro de cada ciclo también se produce otra repetición: el nuevo gobierno que busca solucionar el desequilibrio generado por su predecesor repite luego de un tiempo las mismas conductas. La apreciación en 1933 del economista Luis Roque Gondra sobre la política económica del general golpista José Uriburu parece poder aplicarse a muchos otros períodos: “Como otros cómicos, seguíase representando la misma comedia demagógica momentáneamente interrumpida por (el cambio de gobierno)”. Un buen ejemplo lo relata el Ministro de Economía Alfredo Martínez de Hoz que en 1978 presentó a la Junta Militar dos alternativas para, de una vez por todas, dominar la inflación heredada del gobierno de María Estela Martínez de Perón. La primera era bajar la emisión, lo que claramente implicaba un recorte del gasto. La segunda era “pisar” el tipo de cambio, lo que traccionaría a la baja las expectativas de aumentos de precios. La segunda medida claramente no solucionaba estructuralmente el tema y sólo podía tener efectos de corto plazo. La opción de la Junta Militar en favor de la esta última opción fue, según el ministro, “contundente”. Otro caso lo ofrece el economista Ricardo López Murphy quien como ministro en 2001 propuso al presidente Fernando de la Rua un recorte del gasto, una propuesta que sería (considerando lo que ocurrió posteriormente) bastante modesta. Pero el presidente decidió reemplazarlo por Domingo Cavallo quien parecía ofrecer una salida más indolora a la crisis. Los gobernantes, ha manifestado López Murphy, tienen una propensión en situaciones críticas a escuchar diagnósticos y propuestas optimistas, que por otra parte estiman les permiten no perder su popularidad. Los primeros años del gobierno de Mauricio Macri no escapan a esta ley: en lugar de reducir el tamaño gigantesco del Estado y el altísimo déficit heredado de Cristina Kirchner, postuló en cambio que el gasto se reduciría naturalmente gracias al gran crecimiento económico propulsado por una presunta lluvia de inversiones externas. Como siempre, por tal fantasía se pagó y se está pagando un altísimo costo recesivo: entre 2018 y 2019 la caída acumulada del PBI rondará el 5%. Lentamente, pero a paso seguro, Argentina se está convirtiendo así en una economía latinoamericana más, incluso siendo superada por otras naciones otrora pobres de la región, como Chile.

Todo lo presentado es plausible, ¿pero hasta qué punto es un cuadro objetivo?  Una cuantificación de la mentalidad anticapitalista o anti mercado de la población argentina lo ofrece el Índice Global de Pensamiento Pro Mercado  (FMMI) elaborado por el que escribe estas líneas junto a Pal Czegledi y que fuera presentado en 2018 en diversas publicaciones. La materia prima de este ranking son preguntas incluidas en la Encuesta Mundial de Valores, un emprendimiento global que investiga las actitudes de la población de muchas naciones sobre diversos temas culturales, sociales, religiosos, económicos y políticos. Entre las preguntas que incluye se encuentran algunas cuyas respuestas se han tomado para caracterizar la ideología económica media nacional. Ellas incluyen opiniones sobre la valoración de la competencia, la apreciación de la iniciativa privada sobre la estatal, la idea de que todas las partes se benefician del intercambio y la necesidad de que el individuo pueda actuar con libertad en sus acciones económicas. El índice da como resultado que los países más pro capitalistas del globo son aquellos pertenecientes a la Anglósfera: Gran Bretaña, Estados Unidos, Canadá, Australia y Nueva Zelanda. Este grupo es seguido por naciones del Norte Europeo, como Alemania o Suecia, y por los países de la Sinósfera, como Japón, Taiwan o China. ¿Cuál es el conglomerado mundial más anticapitalista? Es Europa del Este, cuyo largo paso por el comunismo parece haber dejado una marca indeleble. ¿Y dónde está Argentina? No es sorprendente que mi nación se ubique en los últimos puestos de la tabla, compartiendo posiciones con Rusia y Ucrania. Argentina es ideológicamente como aquellas naciones educadas durante décadas en la ideología socialista anti mercado. Claro que en Argentina no fue necesaria la imposición de una indoctrinación comunista para llegar a tal estadio.

Quien escribe estas líneas pudo discutir con frecuencia tales cuestiones con su maestro Ezequiel Gallo, quien sin duda compartía plenamente el diagnostico de Ortega y Gasset y Alberdi. Y ¿cuál hubiera sido la conclusión practica o de acción de este gran historiador argentino? Posiblemente ninguna. Ezequiel era un gran creyente en la evolución social y estaba muy lejos de esperar mucho de cambios entusiastas generados por gobiernos revolucionarios. Aunque él era claramente miembro de una minoría liberal, no hubiera de ninguna manera deseado aplicar sus ideas a la fuerza o con la ayuda del Estado. Simplemente hubiera concluido que lo óptimo era, luego de escuchar al opositor ideológico, intentar convencerlo amablemente. Y el mejor convencimiento era logrado en el caso de un historiador, por mesuradas y meditadas contribuciones al conocimiento del pasado argentino y sobre las trabas que han existido a su desarrollo.

Bibliografía

CONI, Emilio. El hombre a la ofensiva. Buenos Aires, 1930.

GONDRA, L. Elementos de Economía Política. Buenos Aires: Librería La Facultad, 1933.

CZEGLEDI, Pal y NEWLAND, Carlos. “How is the pro-capitalist mentality globally distributed?Economic Affairs 2018. 38,2: pp. 240-256.-

CZEGLEDI, Pal y NEWLAND, Carlos. “Measuring Global Free Market Ideology 1990-2015” en: Gwartney et al. Economic Freedom of theWorld. 2018 Annual Report (Incluye el Ïndice Fraser).

GOMEZ, Alejandro y NEWLAND, Carlos.“Alberdi, sobre héroes y empresarios”. Cultura Económica, 2014.

ORTEGA Y GASSET, J. (1962b). “El hombre a la defensiva”. En su “Meditación del Pueblo Joven” (pp. 15- 51).  Revista de Occidente. Madrid: 1962. (Publicado inicialmente en1929).

 

Carlos Newland es Dr. Litt. en Historia. Profesor y Ex Rector de ESEADE.

De la situación actual se puede salir con mucha ciencia y docencia sobre la realidad económica

Por Roberto Cachanosky. Publicado el 23/10/18 en: https://www.infobae.com/economia/2018/10/23/de-la-situacion-actual-se-puede-salir-con-mucha-ciencia-y-docencia-sobre-la-realidad-economica/?fbclid=IwAR3e-yK65yPQjn2lO0l5J3GQ-yNQXV7SpF8Toe-JM4PL8iQiCZApgEHWr2U

 

Diputados del oficialismo y de la oposición se pusieron de acuerdo para aumentar los impuestos
Diputados del oficialismo y de la oposición se pusieron de acuerdo para aumentar los impuestos

La situación económica llegó a un punto en el cual la dirigencia política está dando un espectáculo patético.

El Gobierno relatando la crisis como si hubiese caído del cielo. Como si fuesen simples relatores de un partido de fútbol. Encima, ofrecen escasas propuestas de soluciones con ciencia e insisten con una postura de buena onda que, a esta altura del partido, luce casi irresponsable.

Por el lado de la oposición tenemos al peronismo tradicional que solo parece decir que es una barbaridad lo que está pasando, pero no se les cae una idea para ofrecer una salida consistente. Se limitan a decir que de esta crisis se sale con crecimiento, no bajando el gasto público, baja del gasto público, que brilla por su ausencia, baja que ellos entienden que eso es el ajuste.  Propuesta absurda que no tiene en cuenta que la economía argentina no puede arrancar empujando el pesado vagón del Estado. No hay suficientes caballos de fuerza en el escuálido motor del sector privado para mover semejante aparato estatal a nivel nacional, provincial y municipal.

Finalmente, el papel más deplorable lo hace, como de costumbre, el  kirchnerismo que es el responsable de habernos metido en este campo minado del cual se puede salir pero con mucha ciencia y abundante docencia económica para que la gente comprenda el sentido de las medidas que hay que adoptar, que por cierto, no son las que está adoptando el gobierno, que se empecina en ofrecer, como toda propuesta económica, discursos de optimismo y entusiasmo.

Obviamente, ni que hablar del sindicalismo, en gran medida corrupto y oportunista, con un Hugo Moyano que primero estuvo aliado con Néstor Kirchner, luego se pasó a la oposición, se juntó con el macrismo y ahora está diciendo que en la época del kirchnerismo las cosas estaban mejor. El grado de cinismo del sindicalismo llega a los niveles que estamos acostumbrados a ver en esa dirigencia pero incluso ya supera la media histórica.

Lo concreto es que casi nadie de la dirigencia política argentina se anima a contar la realidad. Que venimos de una larga decadencia económica que fue potenciada por el kirchnerismo hasta niveles insólitos con un nivel de gasto público récord histórico y de deplorable calidad. Un país que ha sido devastado en su infraestructura por el kirchenerismo, destruyendo el sistema energético, las rutas, los puertos, el stock de gas, el transporte público, doce millones de cabezas de ganado y el listado sigue.

El peso del gasto público es infinanciable

Si uno tiene en claro que este nivel de gasto público es infinanciable por el sector privado y que la carga tributaria que dejó doce años de gobierno K destruye al sector privado y desestimula cualquier proyecto de inversión, es evidente que recuperarnos va a llevar muchos años y sacrificios importantes.

Porque los países pueden recuperarse de una guerra, pero es mucho más  complicado recuperar un país que destrozó el respeto a la propiedad privada; un Estado que incumplió con sus contratos; que es defaulteador serial y confiscador de activos (corralito, corralón, default con festejo de los políticos incluido, confiscación de los depósitos, de los ahorros en las AFJP y pesificación asimétrica).

Diputados aplaudieron de pie la iniciativa de anunciar el defauult por el ex presidente Adolfo Rodríguez Saá, a fines de diciembre 2001 (Getty)

Diputados aplaudieron de pie la iniciativa de anunciar el defauult por el ex presidente Adolfo Rodríguez Saá, a fines de diciembre 2001 (Getty)

En fin, es más fácil recuperar un país que viene de una guerra que un país que destrozó sus instituciones.

Las casas, los caminos, las cañerías se reconstruyen con plata. Reconstruir la confianza en las instituciones de un país ya son palabras mayores. Para reconstruir las instituciones de un país, se requiere, en primer lugar, de una dirigencia política que esté dispuesta a dejar de lado el populismo y cambiar su discurso.

Un discurso que no aporta soluciones concretas

La realidad es que hoy ese discurso no se ve ni en la oposición ni en el gobierno. Entre ellos hay una competencia por ver quien otorgó más planes sociales.

El Gobierno muestra como un logro destinar más del 60% del Presupuesto en programas sociales, cuando debería ser la muestra cabal del fracaso de la política económica. Es más, el principal argumento que parece tener para no cambiar se limita a decir es que es esto o vuelve el kirchnerismo, es un discurso extorsivo que no formula una propuesta superadora hacia el futuro. El problema es que la gente está haciendo un enorme sacrificio para sostener los planes sociales, la burocracia estatal, los jubilados que nunca aportaron y demás gastos estatales, sin ver una luz al final del túnel.

Atención, no vaya a ser cosa que, cansada de no ver un camino de salida, el gobierno, por jugar con la extorsión de la vuelta del kirchnerismo, termine cansando a la gente que no le encuentra sentido al sacrificio que está haciendo.

Desde el punto de vista electoral, la cuenta es muy fácil. Entre gente que recibe planes sociales, jubilados y empleados públicos a nivel nacional, provincial y municipal, tenemos 21 millones de personas. Los que pagamos ese fiesta populista somos solo 7 millones.

Para el político que está pensando únicamente en las próximas elecciones, es más fácil apostar al populismo redistributivo argumentando que es para frenar una crisis social con derivaciones imprevisibles, que ponerse a desarmar ese monumental Estado financiador de la vagancia y el clientelismo político.

Hay que achicar el ministerio de la felicidad que maneja Carolina Stanley, que reparte miles de millones de pesos del sufrido contribuyente y agrandar las condiciones para que sean premiadas la capacidad de innovación y la cultura del trabajo y no castigados, como lo son actualmente por un Estado voraz que no logra que recursos algunos le alcance para financiar un populismo con el que nadie se anima a terminar.

 

Roberto Cachanosky es Licenciado en Economía, (UCA) y ha sido director del Departamento de Política Económica de ESEADE y profesor de Economía Aplicada en el máster de Economía y Administración de ESEADE.

No se cumplirán las metas de inflación

Por Alejandro A. Tagliavini. Publicado  el 30/3/17 en:

 

Solo un “milagro” podría hacer que se cumpla cualquiera de las metas del gobierno. No veremos ni el crecimiento, ni las inversiones prometidas, ni las metas de inflación a pesar de casi todos los pronósticos a favor. Ahora, lo más preocupante de esto -y que realmente pone al país en jaque- no es tanto que los objetivos no se logren, sino que no sucederá porque son pura fantasía, no hay argumentos racionales detrás de esas metas.

Existen todo tipo de “explicaciones” irracionales acerca de por qué la base monetaria creció 31.7% -según figura en el pasivo de la hoja de balance del BCRA- en 2016 pero la inflación la superó en 9 puntos llegando a 40.9%, según el Indec, superando en más de 11 puntos la suba del 2015 (29.2%), suponiendo que estos datos sean reales. Dicen que se debió a una “inflación reprimida atrasada” (¿?) y otras tantas excusas.

Ese aumento que no pueden explicar se debe en buena parte a las Lebacs -y ahora los pases- que son precisamente el instrumento preferido del BCRA para “combatir la inflación”. Así, las “metas” de la autoridad monetaria no solo tienen ningún fundamento, sino que el propio BCRA es su peor enemigo. Ya les gustaría a los políticos que las Lebacs fueran anti inflacionarias, así podrían emitir todo lo que quisieran -el sueño keynesiano- total después “neutralizan” la inflación absorbiendo billetes con la venta de papeles.

Las Lebacs -y ahora los pases- por el contrario, son “doblemente inflacionarias”: porque lo son en sí mismas -estrictamente- y porque terminan reduciendo la producción de bienes y servicios al desviar fondos hacia la bicicleta financiera. El error de creer que son anti inflacionarias proviene de un equivocado ejemplo neo clásico -la teoría económica hoy más popular- muy difundido: si hay diez pesos y diez manzanas cada manzana vale un peso (por relación directa), lo que es falso.

La inflación nada tiene que ver con el precio de las manzanas -solo indirectamente- sino que es un problema intrínseco, propio de la moneda, es un problema de exceso de oferta y por sobre la demanda, independientemente del precio de la manzana.

Así, lo que ocurre en la realidad es lo siguiente. Si hay diez pesos y diez personas quieren comprar manzanas, cada una podrá ofrecer hasta un peso por manzana. Pero si luego se emiten otros diez pesos, entonces, cada persona que sigue demandando dinero para comprar diez manzanas, ahora puede pagar hasta dos pesos por manzana.

Y la inflación ya está producida, ya no tiene vuelta atrás porque se da en tiempo real. Como dice la sabiduría popular: los precios nunca bajan. Entonces, lo que el gobierno pretende es absorber dinero de modo de provocar una deflación que contrarreste a la inflación, lo que no tiene sentido.

Lo que ocurre es lo siguiente. Supongamos que el gobierno ofrece Lebacs con el fin de absorber los diez pesos excedentes. Lo que provoca es un aumento de las tasas de interés, logrando que -estimemos- 6 personas en lugar de pensar en manzanas prefieran dejar ese dinero “invertido”. Como el gobierno absorbe los excedentes, quedan los diez originales, pero ahora hay seis personas que ya no quieren comprar manzanas, quedan solo cuatro que demandan dinero para comprar y como hay diez pesos en el mercado (los originales), estas cuatro personas pueden pagar hasta dos pesos con cincuenta por cada manzana. O sea que aumentó la inflación por culpa de las Lebacs.

Pero, además, este desvío de fondos hacia la bicicleta financiera hunde la productividad y por tanto provoca un aumento de precios -del IPC- que no es lo mismo que inflación. A la vez la caída en la productividad provoca una disminución en la demanda de dinero.

Y aquí existe otro error en la economía neo clásica: confundir aumento del IPC con inflación. Insisto, la inflación es un fenómeno intrínseco de la moneda y, por tanto, directamente independiente del IPC. Eventualmente un aumento del IPC puede darse como consecuencia de la baja en la productividad por descapitalización del mercado, aunque no exista emisión excesiva.

Como caso interesante está el “ajuste de tarifas” encarado por Macri como consecuencia de la baja en los subsidios. En primer lugar, los precios deben ser fijados por el mercado en tiempo real y no digitados desde el gobierno, luego lo cierto es que los subsidios eran pagados por los contribuyentes que, además, solventaban la burocracia intermediaria.

Lo que debió hacerse, entonces, era descontar los impuestos con los que se pagaban los subsidios más la burocracia, y luego cobrar las tarifas sin subsidios produciéndose un círculo virtuoso porque ahora, el contribuyente, pagaría tarifas más altas pero le sobraría lo que se gastaba en la burocracia. Y el IPC no habría aumentado, e incluso bajado.

 

Alejandro A. Tagliavini es ingeniero graduado de la Universidad de Buenos Aires. Ex Miembro del Consejo Asesor del Center on Global Prosperity, de Oakland, California y fue miembro del Departamento de Política Económica de ESEADE.

¿Relevante para las reformas pro-mercado en muchos países? La confianza promueve y facilita las negociaciones

Por Martín Krause. Publicada el 10/3/17 en: http://bazar.ufm.edu/relevante-las-reformas-pro-mercado-muchos-paises-la-confianza-promueve-facilita-las-negociaciones/

 

Nicclas Bergren y Christian Bjørnskov presentan un paper que puede tener relevancia para algunos países de la región, particularmente Argentina. Se titula “The Market-Promoting and Market-Preserving Role of Social Trust in Reforms of Policies and Institutions”: http://www.ifn.se/wfiles/wp/wp1152.pdf

Algo de su introducción:

“Desde principios de los ochenta, se ha formado un consenso entre economistas e Instituciones de que las políticas económicas básicas son determinantes centrales en el crecimiento y desarrollo (Aron, 2000, Rodrik et al., 2004, Acemoglu et al., 2005). Por lo tanto, si uno se preocupa por las tasas de crecimiento, la pregunta es cómo hacer el diseño e implementar con éxito reformas que incrementen el crecimiento  sean más probables y otras que puedan disminuirlo menos probable. Evidentemente, hay obstáculos a la reforma, a menudo es difícil de alcanzar acuerdos entre los responsables políticos en presencia de divergencias de preferencias y características del entorno político. Pero como las reformas pueden ser buenas o malas para el crecimiento, algunos obstáculos al acuerdo pueden ser vistos como malos y otros como buenos. ¿Hay una manera de reducir el poder de los obstáculos, mientras que aumente la potencia de los últimos?

Ese es el tema de este estudio. Para responder a esta pregunta, nos basamos en ideas que comenzaron a ser redescubiertas por economistas y políticos durante la década de los noventa, con el fin de que la cultura y los valores sociales son factores importantes detrás de las instituciones y los resultados económicos (Knack Y Keefer, 1997; Uslaner, 2002; Guiso et al., 2006; Algan y Cahuc, 2014; Alesina y Giuliano, 2015; Gorodnichenko y Roland, próximamente). No menos importante, una característica de la cultura, la confianza social, se ha demostrado que es importante. Por “confianza social” se entiende una actitud hacia personas que no se conocen o lo hacen muy poco: se basa en una expectativa de que otros – la gente en general – hará bien por ti en la interacción social y no te explotarán.

Por lo tanto, nos sumamos a una creciente literatura que investiga cómo ciertos rasgos de la política influyen en la probabilidad de una reforma institucional y política, y cómo la confianza puede interactuar con estas características para hacer las reformas más o menos probables.

Para que se lleven a cabo reformas, es necesario un acuerdo sustancial entre los encargados de formular las políticas, y dado que la confianza implica la expectativa de que otros no se comportarán de manera oportunista, es de esperar que la confianza mejore las posibilidades de que se produzcan reformas. Por ejemplo, Boix y Posner (1998) plantean la hipótesis de que la confianza social alivia los problemas de coordinación asociados con el consenso. Si los políticos y los grupos políticos potencialmente adversarios comparten una visión, se puede negociar una reforma en la que algunos socios obtengan una promesa en las futuras negociaciones si perciben que ellos o su núcleo electoral pueden perder con la reforma en cuestión. Un cierto nivel de confianza permite, por tanto, la interconexión inter-temporal, que a su vez permite un acuerdo “aquí y ahora” para hacer algo.

Nuestra contribución consiste en analizar cómo cinco tipos de obstáculos potenciales al acuerdo: ideología, fraccionalización ideológica, gobierno de coalición, gobierno de minorías y la inestabilidad representacional – afectan la probabilidad de reforma y cómo la confianza influye en sus efectos. Definimos reforma institucional y política como un cambio sustancial en una de las dos áreas del índice de Libertad Económica del Mundo: la calidad del Sistema (un indicador institucional) y el ámbito de la regulación (un indicador de política).

Es importante destacar que separamos las reformas que aumentan la libertad económica (es decir, mejoran el sistema legal o reducen el alcance de la regulación) de las reformas que lo disminuyen. Esta distinción es una innovación en la literatura. Como tal, nos centramos en el amplio margen, es decir, si tales reformas sustanciales pueden ocurrir o no, y no en la forma o alcance de la reforma.

Nuestro análisis empírico revela, como era de esperar, que los diversos obstáculos como el tipo de reforma, tanto de liberalización como desliberación, hacen las reformas menos probables. Sin embargo, surge un patrón interesante: un doble rol de la confianza social, en la medida en que, al interactuar con los diferentes obstáculos, facilita ciertas reformas -las de liberalización – sino que hace a los demás – reformas que reducen la liberalización del mercado – más difíciles. En otras palabras, la confianza social no es neutra en términos de contenido de la reforma – parece que tanto promueve como protege instituciones y políticas pro-mercado.

¿Porque? Se podría haber esperado, sobre la base de la literatura anterior, que la confianza hace cualquier reforma más probable. Nuestra hipótesis de por qué esto no es así es que la confianza social no sólo facilita el acuerdo en general entre los responsables políticos, que es lo importante para esperar que estimule la reforma, sino que también implica confianza en los actores del mercado. De hecho, Aghion et al. (2010) encuentran que las personas que confían en la gente en general tienen más probabilidades de asociar la economía de mercado con resultados favorables. Por esta razón, sugerimos que personas con alta confianza social estarán inclinadas a acordar reformas pro-mercado y a rechazar reformas anti-mercado”

 

Martín Krause es Dr. en Administración, fué Rector y docente de ESEADE y dirigió el Centro de Investigaciones de Instituciones y Mercados (Ciima-Eseade).

Gasto público: ¿cambiar o continuar?

Por Roberto H. Cachanosky. Publicado el 16/5/16 en: http://economiaparatodos.net/gasto-publico-cambiar-o-continuar/

 

Conformarse con dejar el gasto público en los niveles actuales es más continuar que cambiar

Si bien soy un ferviente partidario del equilibrio fiscal, confieso que prefiero un gobierno que tenga un déficit fiscal del 0,5% del PBI con un gasto público del 10% del PBI a un gobierno con equilibrio fiscal pero con un gasto público del 50% del PBI. Y mucho quiero tener un gasto del 50% de PBI con un déficit fiscal del 7% del PBI que nos dejó de regalito el kirchnerismo.

Puesto en otras palabras, el problema fiscal no pasa solo por tener las cuentas equilibradas sino que, además, el nivel de gasto público es clave para evitar que el estado se convierta en un estorbo para el crecimiento de los países.

Este punto viene a cuento porque el PRO no parece estar muy entusiasmado por bajar el gasto público. Días pasados, Andrés Ibarra, Ministro de Modernización, sostenía que &»nuestro objetivo con las cesantías no es producir un ahorro presupuestario, sino que el gasto del Estado sea eficiente y productivo para la ciudadanía”, agregando: “No queremos achicar el Estado, sino que éste pueda prestar mejores servicios.&»

Con un gasto público, sumando nación, provincias y municipios, que es equivalente a casi el 50% del PBI, lo que nos propone mi amigo Andrés Ibarra es que sigamos soportando una carga tributaria sideral porque ellos saben mejor que nosotros cómo asignar los recursos que generamos. O, en su defecto, que tomarán deuda para financiar un nivel de gasto público que no podemos financiar con nuestros impuestos. El problema es que ese endeudamiento de hoy son impuestos de mañana cuando haya que pagar la deuda más sus intereses.

El punto al que quiero llegar es que dominar el déficit fiscal dejado por el kirchnerismo, que obviamente nadie está pidiendo que sea eliminado de un día para otro, no es el único problema. El mayor problema, siempre hablando del flanco fiscal, es el enorme gasto público que dilapida los recursos que genera la gente con gran esfuerzo. Hoy día, no hay ninguna relación o contrapartida entre en nivel de gasto público, carga tributaria y servicios que recibe el sufrido contribuyente.

Las finanzas públicas de la economía argentina son como esos edificios en que las expensas son altísimas pero no funciona el ascensor, no hay luz en la escalera y los pasillos están sucios. Aquí pagamos impuestos altísimos pero el estado no cumple con las funciones básicas para las cuales fue creado: asegurar el derecho a la vida, a la libertad y la propiedad. Se dedica a fundamentalmente a repartir el dinero de los contribuyentes entre gente que no ha generado riqueza, ya sea porque vive de los mal llamados planes sociales o bien por empleados del sector público que cubren cargos que no tienen ningún sentido de existir en un sistema republicano con un gobierno limitado.

Me parece que el gobierno debería rever su posición frente al gasto público. No estoy diciendo que lo baje de un día para otro, pero creo que los gobiernos que marcan puntos de inflexión en la historia de los países son aquellos que cambian la tendencia decadente. Los estadistas no miran las encuestas para tomar decisiones. Lideran el cambio. Los estudios de marketing son para vender jabones, no para reconstruir países. Los países se reconstruyen con una dirigencia política audaz que se anima a iniciar un camino de progreso.

Puedo entender que resolver la herencia que dejó el kirchnerismo es realmente muy pesada y llevará tiempo revertir el destrozo que hizo en esos 12 años en que avasallaron las instituciones y destruyeron la economía. Pero conformarse con dejar el gasto público en los niveles actuales bajo el argumento de administrar mejor los recursos no va muy de acuerdo con la idea de cambiar. Más bien sería un continuar con la explotación del contribuyente con el argumento que ahora hay una explotación más eficiente gracias a una mejor gestión.

No me parece que ese sea el camino de cambio en serio que necesita Argentina. Gestionar bien lo ineficiente no genera crecimiento ni prosperidad.

 

Roberto Cachanosky es Licenciado en Economía, (UCA) y ha sido director del Departamento de Política Económica de ESEADE y profesor de Economía Aplicada en el máster de Economía y Administración de ESEADE

Buenas ideas y coraje: lo que necesita Mauricio Macri

Por Iván Carrino. Publicado el 10/12/15 en: https://igdigital.com/2015/12/buenas-ideas-y-coraje-lo-que-necesita-mauricio-macri/

 

Después de muchas idas y venidas, finalmente llegó el día en que Mauricio Macri comenzará su presidencia de manera oficial. La economía será un tema central en su discurso inaugural y durante toda su gestión, ya que la herencia que recibe no es para nada nada liviana.

 

Al final, luego de 4583 días en el ejercicio del poder, el kirchnerismo entregará el mando a Mauricio Macri. Como es de público conocimiento, el traspaso no fue nada sencillo, y los detalles del mismo pertenecen más al género de la novela o la ciencia ficción que al de la política y la democracia republicana.

Ahora bien, así como Cristina decidió dejar el poder, también decidió dejar la economía: con problemas urgentes que el nuevo gobierno deberá resolver.

Déficit fiscal e inflación

El problema más evidente es la inflación. El ritmo de aumento de los precios en Argentina está entre los más acelerados del mundo. En 2014 nuestra inflación fue 8 veces el promedio mundial, mientras que este año esa diferencia se reduciría a “solo” entre 5 y 6 veces.

La pérdida del poder adquisitivo de la moneda está explicada principalmente por la emisión monetaria destinada a cubrir el déficit fiscal. El desequilibrio entre ingresos y gastos del gobierno acumulado a septiembre ascendió a ARS 236.000 millones, por lo que a fin de año se encontraría en las cercanías de los ARS 400.000 millones (un 7% del PBI).

Economía reprimida

La de Argentina es una economía reprimida, asolada no solamente por la galopante inflación, sino por una maraña de regulaciones y controles que impiden su normal funcionamiento.

Entre los controles destaca el famoso “cepo cambiario” que, en sus 4 años de vigencia, demostró ser un espectacular fracaso. En primer lugar, porque convirtió en delincuentes a una enorme cantidad de argentinos que lo único que querían hacer era resguardarse de la inflación. En segundo lugar, porque al fijar el precio del dólar por debajo de su verdadero valor, devastó al sector exportador y dinamitó los incentivos (ya bajos) para invertir en el país.

Finalmente, debe decirse que ni siquiera desde el punto de vista de los gobernantes el cepo tuvo algún efecto. A pesar de que la medida se tomó para evitar una devaluación y cuidar las divisas, Argentina es el país de la región en el que más subió el dólar desde el año 2011 (excluyendo Venezuela) y el que más reservas perdió (incluso más que Venezuela) desde el cepo hasta hoy.

Estancamiento económico

Este derrotero de malas ideas, malas políticas y peores resultados tuvo su correlato en la producción. Si se consideran las previsiones del FMI para este año, el crecimiento de la economía argentina estará entre los más bajos de la región entre 2011 y 2015, solo superando a Brasil y Venezuela.

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Como puede apreciarse, la situación económica que encontrará el nuevo presidente no es para nada alentadora.

Frente a ella, Macri deberá contar fundamentalmente con dos cosas: buenas ideas, por un lado, y mucho coraje, por el otro.

Necesita buenas ideas porque hay recetas que son mejores que otras para que las economías crezcan de manera sostenible y ha quedado demostrado que la del aumento del gasto público financiado con emisión monetaria e hiperregulación no es una de ellas. En este sentido, necesita dar un giro de 180 grados hacia una economía más libre y capitalista.

También necesitará coraje, porque a la hora de la implementación de estas ideas, en el corto plazo es probable que haya resultados que a muchos no les gusten, como la suba de algunos precios o la mayor competencia internacional.

Sin embargo, no estaría mal que, por una vez, comencemos a pensar en el mediano y en el largo plazo. De hecho, de haber hecho esto antes, hoy no estaríamos discutiendo estos problemas, sino que tendríamos una economía con baja inflación, alto ritmo de crecimiento y un considerablemente menor nivel de pobreza.

 

Iván Carrino es Licenciado en Administración por la Universidad de Buenos Aires y Máster en Economía de la Escuela Austriaca por la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid. Es editor de El Diario del Lunes, el informe económico de Inversor Global. Además, es profesor asistente de Comercio Internacional en el Instituto Universitario ESEADE y de Economía en la Universidad de Belgrano.

Se puede salir del cepo sin morir en el intento

Por Roberto H. Cachanosky. Publicado el 8/11/15 en: http://economiaparatodos.net/se-puede-salir-del-cepo-sin-morir-en-el-intento/

 

La salida del cepo puede ser una bomba con un estallido fenomenal o el comienzo de un increíble crecimiento

El dato para el próximo presidente es que CF deliberadamente va a dejarle un campo minado. Una de esas minas es el cepo cambiario. Desarmarlo puede implicar una explosión cambiaria, financiera e inflacionaria o bien en transición suave que impulse rápidamente la recuperación de la economía. Así de drástico. No veo puntos medios. O se desactiva la bomba o si explota la reacción puede ser en cadena. La segunda alternativa puede evitarse.

Desde el punto de vista estrictamente técnico, me animaría a decir que esa mina del cepo cambiario es casi imposible que Scioli pueda desactivarla sin que le explote. En primer lugar porque no va a tener flujo de ingreso de divisas por inversiones dado el riesgo institucional que sería tenerlo como vicepresidente a Zannini.

En segundo lugar, su equipo económico está bastante embarullado con sus argumentos. Por un lado dicen que no puede eliminarse el cepo porque, según Miguel Bein, hay que tener U$S 40.000 millones de reservas en el BCRA para tener un mercado libre de cambios. Ni siquiera Bein se ocupó de mirar las estadísticas del BCRA, porque el espacio político al que pertenece puso el cepo cambiario cuando el BCRA tenía U$S 47.587 millones de reservas. En segundo lugar, hablan de administrar el tipo de cambio y reconocen que el Central no tiene un dólar. ¿Con qué van a administrar el tipo de cambio si no tienen reservas para administrar nada? Scioli tiene, al menos, un doble problema para atraer dólares: a) el riesgo Zannini y b) le falta equipo económico que genere confianza. Con esas dos cosas no puede llegar  ni a la esquina. El campo minado le estalla en cadena o la economía muere por inanición si no hace nada al respecto.

Veamos si inevitablemente salir del cepo puede generar un estallido cambiario. Para eso analicemos de dónde provienen la oferta y la demanda de divisas.

La oferta está compuesta por:

Las exportaciones + ingreso de capitales (para invertir, créditos externo, etc.)

La demanda de divisas está compuesta por:

Las importaciones + el egreso de divisas (fuga de capitales, pago de intereses y principal de la deuda, giro de utilidades y dividendos, etc.)

Lo que uno sabe seguro es que nadie va a ingresar dólares al país en la medida que no pueda sacarlos cuando quiera. La mejor forma de generar ingreso de divisas es asegurarle al que las trae que puede llevársela cuando quiera. Si el que ingresa divisas sabe que puede irse cuando quiere, ingresa y se queda. Si le digo que no puede irse, se va inmediatamente, como pudimos verlo con el cepo y nadie entra.

Imaginemos que gana Macri las elecciones y quiere eliminar el cepo. ¿Puede hacerlo sin que estalle todo? Sí puede. ¿Cuáles son las condiciones? 1) Tener un equipo económico con gente que sepa comunicar el sentido del plan económico y con prestigio suficiente como para generar confianza, 2) anunciar un plan económico consistente, sin fisuras y que no sean parches o medidas tomadas en forma aislada e inorgánicamente y 3) respaldar políticamente el plan y al equipo económico.

Siendo los tres puntos señalados, condición necesaria para salir del cepo, veamos cómo se moverían la oferta y la demanda.

En primer lugar, el tipo de cambio oficial, el de $ 9,50, subiría por la sencilla razón que hoy está pisado por el gobierno. Es artificialmente bajo porque el gobierno lo impone manu militari. Siempre que el estado pone un precio máximo, en este caso el tipo de cambio, lo pone por debajo del nivel de mercado. Si el mercado está operando a $ 10 no tiene sentido poner un precio máximo de $ 10 porque el mercado ya opera a ese precio. Tampoco tiene sentido poner un precio máximo de $ 12 porque el mercado opera por debajo de ese precio. Solo tiene sentido poner un precio máximo menor a $ 10, es decir, por debajo del nivel que opera el mercado y eso hace que el precio sea, por definición, artificialmente bajo, que la demanda aumente y la oferta se contraiga porque todos quieren comprar algo artificialmente barato y nadie quiere vender algo que está artificialmente barato. Así que sabemos que el tipo cambio oficial subirá.

Al subir el tipo de cambio las exportaciones se dinamizarán, en particular en el sector agropecuario, lo cual hace ingresar dólares. Podría decirse que el riesgo latente es que aquellos que tienen atrasos en el pago de importaciones saldrían a comprar divisas al mercado haciendo subir fuerte el tipo de cambio, pero ojo que hay mucho grano en los silos bolsa que se venderían si el contexto económico y político cambia.

Si uno anuncia que elimina de golpe todas las retenciones de maíz, trigo, etc. y que también elimina las restricciones a las exportaciones de todos los productos, los productores se lanzarían a preparar sus campos para producir más trigo y maíz, granos que hoy no son negocio producir, la industria láctea se reactivaría, los cítricos en Entre Ríos, el vino en Mendoza y la manzana en el sur, por dar solo algunos ejemplos recibirían un nuevo impulso. Y ojo, no estoy hablando de devaluar, solo dejar que el tipo de cambio flote libremente y que el estado no lo pise.

Si cambia el ambiente de negocios y además hay un plan económico consistente habría un flujo de inversiones hacia el país por la razón que siempre hay empresarios deseosos de comprar activos que están baratos. Otro motivo de ingreso de divisas.

Las razones para que aumente en forma inmediata la oferta de dólares en el mercado son:

1)   Mayores exportaciones, hoy artificialmente frenadas por regulaciones y por el tipo de cambio artificialmente bajo

2)   Venta de granos que están en silos bolsa

3)   Mayor turismo receptivo. Vendrían más turistas a la Argentina porque hoy es artificialmente cara en dólares

4)   Ingreso de capitales de por inversores que buscan oportunidades de comprar activos baratos.

¿Y por  el lado de la demanda? Al subir el tipo de cambio en un mercado libre, quienes quieran importar tendrían que entregar más pesos por cada  dólar de importación, con lo cual disminuye la demanda.

Al eliminarse el cepo y haber un clima de respeto por los derechos de propiedad junto con un plan económico consistente no veo razones para que se produzca una fuga de capitales. Lo cual disminuiría la presión que hoy hay sobre el mercado blue que no se trasladaría al mercado único generando una explosión cambiaria como en el 2002.

Si la perspectiva es de un plan de estabilización de precios, la gente deja de huir del peso para refugiarse en el dólar. Es decir aumenta la demanda de moneda. La gente no sale corriendo a sacarse los pesos de encima como ocurre ahora.

Al subir el tipo de cambio, habría menos gente haciendo turismo en el exterior y más turismo en el interior y, por lo tanto, también disminuiría la demanda de divisas. Hoy mucha gente se va de viaje porque el gobierno está regalando los dólares para viajar al exterior.

Habría que ver si todos aquellos que tienen que girar utilidades y dividendos que no pudieron hacerlo en estos años salen al mismo tiempo a girar a sus casas matrices. Supongamos que empiezan a hacerlo, subiría tanto el tipo de cambio que se licuarían esas utilidades y girarían pocas. Si las utilidades hoy están en pesos y hay que transformarla a dólares para girarlas, en la medida que suba el tipo de cambio bajan las utilidades medidas en dólares. No tendría mucho sentido ese comportamiento por parte de las empresas.

Al subir el tipo de cambio, entonces, bajaría la demanda por importaciones, cesaría la fuga de capitales y solo habría que ver el comportamiento de las deudas comerciales atrasadas y el giro de utilidades y dividendos retenidos, sabiendo que del otro lado aumenta la oferta por más exportaciones, ingreso de capitales y venta de granos en silos bolsa.

El riesgo grande que veo es la montaña de LEBACs que tienen los bancos. Son bonos que le compraron al Central usando los depósitos de la gente. Si la gente va a los bancos a retirar los pesos por miedo a una estampida cambiaria, el banco tiene que darse vuelta y pedirle los pesos al Banco Central. Como el Banco Central no tiene esos pesos, tendría que emitirlos y eso generaría una estampida inflacionaria y cambiaria. Es la mayor bomba que deja activada el kirchnerismo. Por eso insisto en que para desactivar la bomba hay que generar mucha confianza con un plan consistente y un equipo económico que genere confianza.

La salida del cepo puede ser una bomba con un estallido fenomenal o el comienzo de un increíble crecimiento.

Bajo un plan consistente, con gente de prestigio y apoyo político no veo razones para que se produzca un estallido cambiario. Pero para salir del cepo es condición necesaria generar un schock de confianza con los ingredientes mencionados anteriormente.

En lo que hace a las ventas de futuros que estuvo haciendo el BCRA, que habrá que compensar con pesos, desde ya le iría avisando a los compradores que van a cobrar con bonos porque saben que del otro lado hay una mano insolvente. Saben que le están comprando a un insolvente y no hay razón alguna para que se cobre el impuesto inflacionario al conjunto de la sociedad para pagar una timba armada por el BCRA.

Aclarando que no soy parte del equipo económico de Cambiemos, para no comprometerlos y para dejar en claro que esta nota busca ser estrictamente económica en el manejo de las expectativas, desde el punto de vista técnico yo diría que Scioli no tienen ningunas chances de salir del cepo sin estallido y menos en forma gradual como dicen. El único que podría lograrlo es Macri si es elegido presidente y bajo las condiciones mencionadas.

 

Roberto Cachanosky es Licenciado en Economía, (UCA) y ha sido director del Departamento de Política Económica de ESEADE y profesor de Economía Aplicada en el máster de Economía y Administración de ESEADE.

Por qué la India vuelve a entusiasmar:

Por Emilio Cárdenas. Publicado el 26/2/15 en: http://www.lanacion.com.ar/1771400-por-que-la-india-vuelve-a-entusiasmar

 

Mientras en la Argentina, cuando de Asia se trata, la atención se concentra en la controversia provocada por los recientes acuerdos suscriptos por la administración nacional con China y todo lo que ellos (bien o mal) significan para nuestra economía, en el resto del mundo son muchos los que, en cambio, siguen muy de cerca lo que está sucediendo en el otro gigante asiático, la India.

Porque, mientras la economía china se desacelera; la de Brasil está sumida en un ambiente recesivo, inundada por la corrupción; la de la Rusia de Vladimir Putin se ha paralizado por efecto de las sanciones impuestas por Occidente como consecuencia de los ilegales desafíos del presidente ruso en el ámbito de Ucrania ; la de Sudáfrica está empantanada; la de la India , en cambio, ha vuelto a crecer con vigor. Por esto las acciones de sus empresas y la rupia están claramente en ascenso.

El entusiasmo actual sobre la India, potencia nuclear, se edifica cuando han transcurrido ya los primeros ocho meses de la gestión del tecnócrata primer ministro, Narendra Modi. Y sobre las medidas que ha tomado para mejorar el clima local de negocios y estimular la inversión, esto es el crecimiento. En sectores como el inmobiliario, los seguros, la minería y la industria de la defensa. Todo esto mientras avanza asimismo en una reforma impositiva que también apunta a estimular el crecimiento. Y en un plan de modernización de la perimida infraestructura del país. Para atacar el drama de la pobreza extrema, que sigue vigente en la India y la corrupción, que es un tema aún no resuelto.

La caída de los precios internacionales de los hidrocarburos supone, para la India, un ahorro del orden de los 50 billones de dólares anuales. En un país inmenso, esto es no sólo un significativo ahorro de costos en el capítulo del transporte, sino además un bienvenido freno a la inflación.

En lo inmediato, los esfuerzos de Modi apuntan a tratar de deshacer la inmensa madeja regulatoria que genera toda suerte de obstáculos operativos a las empresas que trabajan en la India e inhibe -e intimida- a los inversores. Y, naturalmente, encarece los bienes y servicios de producción local.

Además, Modi prepara reformas para flexibilizar las relaciones laborales. Hoy en la India hay una casi garantía de empleo de por vida para los trabajadores con dos años de antigüedad. Por eso, el empleo temporal florece. No es, por ello, fácil mantener un empleo más allá de un año. Modi va en procura de cambiar esta situación, que desalienta a los inversores y al empleo mismo. Esto sucede mientras -en nuestro propio medio- alguno está proponiendo ingresar en la trampa laboral de la que Modi ahora, a la luz de la experiencia recogida, procura sacar a la India.

Proyectando entusiasmo, el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional sugieren que en los próximos años la India crecerá presumiblemente más rápido que China. Las autoridades de la India, por su parte, sostienen que ello está ya ocurriendo. Que ya es así. Luego de un cambio en la base de cálculo estiman una tasa actual de crecimiento del 7,5% anual.

Con una población donde la mitad tiene 25 años, o menos, la India no sufre del fenómeno del «envejecimiento» de su fuerza de trabajo, que afecta a China. Pero el camino a recorrer es ciertamente largo. Y la cuesta es empinada y el desafió a asumir particularmente complejo. Ya en el 2013 la economía de China era dos veces más grande que la de la India.

La hora de las definiciones más trascendentales se acerca para el gobierno de Modi. Tiene que ver con la presentación y aprobación del proyecto de presupuesto que Modi se dispone a enviar pronto al Congreso. Allí veremos si se contemplan, o no, las promesas electorales. Como la de invertir fuertemente en infraestructura. Y si se sigue, o no, pensando en edificar 100 nuevas ciudades modernas. Y si se apunta a crear los millones de puestos de trabajos que la lucha contra la pobreza endémica requiere. Además, si se empuja decisivamente la reforma fiscal. Y si se anticipa, o no, la venta de algunas ineficientes empresas públicas, tal como se propusiera.

Modi tiene un gran problema político: la presencia tradicional del nacionalismo extremo en las filas de su partido. Y las diversas restricciones irracionales que, en materia económica, de ello se derivan. Por esto, nada menos que dos tercios de la población india piensa que allí existe un serio obstáculo político que puede frustrar el esfuerzo por tratar de dinamizar el crecimiento del país y abrir su economía, como ya lo ha hecho exitosamente China.

Se trata de comenzar a dejar atrás el simbolismo político y de edificar -sin demoras- la sustancia normativa y administrativa que el momento necesita. Para que el actual clima de entusiasmo no se evapore y ayude a consolidar las reformas necesarias para que el país deje de ser una eterna promesa y asuma el rol geopolítico moderno que Modi propone. El comienzo del cambio propuesto por Modi debe ser inmediato, para aprovechar el viento a favor que está soplando desde los mercados.

En materia de política exterior, Modi parece estar recostándose fuertemente en la cooperación con los Estados Unidos y con el Japón . Dos buenos apoyos para la etapa que transita. Por esto,Barack Obama ha visitado ya dos veces a la India. Y ha sido el primer mandatario extranjero en presenciar, junto a las autoridades locales, el imponente desfile militar del Día de la República. Toda una señal de intimidad. Ocurre que si las propuestas modernizadoras que llevaron a Modi al poder tienen éxito, el rol moderador y equilibrante de la India y su influencia se extenderán más allá de su propia región.

 

Emilio Cárdenas es Abogado. Realizó sus estudios de postgrado en la Facultad de Derecho de la Universidad de Michigan y en las Universidades de Princeton y de California.  Es profesor del Master de Economía y Ciencias Políticas y Vice Presidente de ESEADE.

Justicia social.

Por Carlos Rodriguez Braun: Publicado el 28/9/14 en: http://www.libremercado.com/2014-09-28/carlos-rodriguez-braun-justicia-social-73587/

 

Leí este titular sobre el presidente francés: «Hollande reclama a su Gobierno que concilie crecimiento y justicia social». Y el famoso actor mexicano Gael García Bernal declaró: «La falta de justicia social es el mayor lastre que carga México y el resto de Latinoamérica. Sin paz social no hay justicia. Hay una cantidad absurda de millonarios, y una cantidad absurda de pobres».

Es llamativo que prosperidad y justicia sean consideradas antónimas. Obviamente, nunca lo son, salvo en el caso de que algunas personas prosperen estafando o robando, en cuyo caso su riqueza es injusta, y es un juego de suma cero, donde lo que gana uno lo pierde otro. En todas las demás circunstancias, cualquier mejoría en la condición de las personas es justa, precisamente porque se ha conseguido sin violar derechos ajenos.

Más aún, la justicia es condición de la prosperidad, puesto que su preservación anima los esfuerzos de todo ciudadano en mejorar su propia condición. Ausente la seguridad jurídica, esos esfuerzos no rinden fruto o los rinden para el poder y quienes a su socaire medran.

¡El poder! Ese gran impostor es lo que el presidente Hollande y el pensamiento único convocan, porque «concilia» crecimiento y justicia, lo que, como hemos visto, es un disparate: dicha conciliación reclama la libertad, no la coacción. En cambio, la corrección política actúa como si el poder tuviera la magia de lograr algo que en realidad se logra con su abstención.

La explicación de esta falacia estriba en la desvirtuación de la noción de justicia, a la que se hace aparecer como la igualdad forzada mediante la ley, es decir, la igualdad hostil a la libertad, que considera que la propia prosperidad de algunos es por definición injusta, y que reclama por tanto la reparación a cargo del poder político y legislativo.

Curiosamente, la acción de ese mismo poder drena la prosperidad a partir de la equívoca noción de «justicia social», que sólo puede significar injusticia perpetrada por los poderosos para hacernos iguales, identificando mentirosamente prosperidad con injusticia, es decir, precisamente lo que la propia intervención de los poderosos produce.

Con esa falsa noción, se comprende el desvarío de García Bernal, que considera «absurdo» no sólo que haya muchos pobres, sino también que haya muchos ricos, como si fuera lo uno causa de lo otro.

Tanto Hollande como García Bernal consideran que cuando el poder arrebata los bienes de las personas, eso es, por una extraña razón,«justo».

 

Carlos Rodríguez Braun es Catedrático de Historia del Pensamiento Económico en la Universidad Complutense de Madrid y miembro del Consejo Consultivo de ESEADE.

Mirando el Presupuesto 2015.

Por Nicolás Cachanosky. Publicado el 17/9/14 en: http://opinion.infobae.com/nicolas-cachanosky/2014/09/17/mirando-el-presupuesto-2015/

 

El lunes 15 el Poder Ejecutivo presentó el proyecto de presupuesto para el año próximo. Como ya es costumbre, las críticas a las estimaciones del gobierno no tardaron en aparecer. Como ya es también costumbre, los datos muestran que estas críticas han estado bien fundadas; no hay motivos para creer que el presupuesto del 2015 sea una excepción. La gravedad institucional de lo que el kirchnerismo hace con el presupuesto es difícil de exagerar. La Ley de Presupuesto no es una mera ley más, es la “Ley de Leyes” justamente porque le especifica al Poder Ejecutivo qué es lo que debe ejecutar. Si bien el presupuesto es inicialmente preparado por el Ejectutivo, es al Legislativo al que le corresponde modificar y aprobar el presupuesto final. El rol del Poder Ejecutivo no es ni manejarle la vida al ciudadano ni comandar al Poder Legislativo. Como su nombre indica, el Poder Ejecutivo debe “ejecutar” el mandato que el pueblo le hace a llegar a través de sus representantes. Ese “mandato” es justamente el presupuesto a través del cual se le indica al Gobierno en qué debe gastar los recursos públicos (que pertenecen al pueblo, no al gobierno) y cómo es que esos gastos serán financiados.

El kirchnerismo ha hecho ya una costumbre del vicio de subestimar los recursos que tendrá a disposición. Dado que en el presupuesto se define cómo deben asignarse los recursos, subestimar los mismos genera recursos ociosos que el Gobierno luego utiliza a discreción (facilitado por la delegación año tras año de facultades en la Ley de Emergencia Económica.) El uso discrecional de recursos termina siendo un caldo de cultivo para la corrupción dado que el uso de fondos no está pre definido. No sorprende que a este gobierno no le falten serias sospechas de corrupción.

Los errores de cálculo del Gobierno no son menores, como lo señala un informe reproducido por Infobae.  Por ejemplo, en el 2014 se estimó un crecimiento del PBI del 6.2% mientras que la economía se contrajo un 1.6%. Un “error” de 7.8 puntos. Las estimaciones de inflación, basadas en el Indec, claramente se encuentran también fuertemente sesgadas. Al subestimar la inflación, los ingresos tributarios que dependen de valores de mercado se ven subestimados. Para ser un gobierno al que tan fácil le resulta criticar las estimaciones económicas de privados y dar lecciones de economía en foros internacionales, las dificultades para estimar a tan sólo un año variables centrales del país son preocupantes. Imagine que este tipo de errores son crónicamente cometidos por un piloto; ¿qué tan seguro se sentiría viajando en el avión de este piloto? Al ver los repetidos errores en las proyecciones de los distintos presupuestos, sumada a la delicada situación económica y social, es lícito preguntarse si el kirchnerismo está capacitado para manejar la economía del país. La sociedad y la dirigencia política en particular deben tener presente que legitimidad y capacidad de gestión son dos cosas distintas y que ninguna implica la otra.

Al mirar el presupuesto para el 2015 resaltan algunas inconsistencias así como algunas lecturas de cómo se utilizan los fondos públicos. Veamos tres inconsistencias y una lectura que surge del uso de fondos públicos.

Inflación: el gobierno estima una inflación del 15% (o del 1.2% anual) para el 2015. Las estimaciones privadas se encuentran en un 40% (la más alta desde la diciembre del 2001). Esto quiere decir que la tasa de inflación mensual debe bajar  de un 2.8% a un 1.2% mensual. ¿Dónde está el plan anti-inflacionario que va a lograr bajar la inflación a la mitad en el plazo de un año? ¿Está dispuesto el gobierno a reducir la financiación del BCRA y por lo tanto el gasto lo necesario para reducir la emisión monetaria al punto de cortar la inflación a la mitad? ¿O el gobierno piensa “bajar” la inflación bajando el indicador IPCNu?

Tipo de Cambio: el gobierno estima un tipo de cambio de 9.50 a fin del 2015. El gobierno también asume que la inflación a fin del 2014 será del 21.3%. La inflación oficial acumulada en lo que va del año es del 18.2% (lo que quiere decir que la inflación sólo será de un 3% en los últimos cuatro meses del año.) El gobierno también asume que en el 2015 el tipo de cambio evoluciona igual que la inflación. Esto es inconsistente con asumir que en lo que queda del 2014 el tipo de cambio caerá de 8.40 a 8.20 cuando aún queda sumar en el 2014 un 3% de inflación según lo asumido en el presupuesto. Si de aquí en adelante la inflación (oficial) evoluciona según el presupuesto (como se asume para el 2015), entonces el tipo de cambio debe ubicarse en 8.70, no en 8.20. Si en cambio la inflación de aquí a fin de año evoluciona al mismo ritmo que la inflación que ha tenido en el 2014, entonces a fin de año el tipo de cambio oficial debe ubicarse en 9.10. Se abren, entonces, dos posibilidades. Para mantener un tipo de cambio a fin del 2015 de 9.50 la inflación anual debe ser del 9.7% o 4.3% según el tipo de cambio a fin del 2014 sea del 8.7 o 9.1 respectivamente. Notablemente menor al 15% asumido por el gobierno. Si en cambio mantenemos el supuesto del 15% de inflación, entonces el tipo de cambio debe aumentar en el 2015 de 8.7 a 10.00 o de 9.10 a 10.47. En otras palabras, sin una apreciación del peso de 8.40 a 8.20 (recordemos que estamos en un contexto con una inflación interanual del 40%) los supuestos del presupuesto no son consistentes entre sí.

Déficit fiscal: los datos de déficit fiscal, central en todo proyecto de presupuesto, también presentan inconsistencias. El presupuesto asume un incremento nominal del 28% en los recursos tributarios. Esto implica un aumento del 7% por arriba de la inflación asumida en el presupuesto o un 12% por debajo de una inflación del 40%. O el gobierno está sumiendo un fuerte aumento impositivo o está admitiendo una notable caída en términos reales de los recursos tributarios. El gasto corriente muestra un aumento del 18.5%, pasando de 920.000 a fines del 2014 a 1.090.000 millones de pesos a fines del 2015. Desde el 2008 el aumento nominal del gasto corriente no baja del 27% anual. Sin embargo, si asumimos que el gasto corriente evoluciona en lo que resta del 2014 al mismo ritmo promedio que los últimos tres años, entonces a fines del 2014 se ubicará en 1.040.000 millones de pesos, 13% más del estimado en el presupuesto. Si el gobierno mantiene un 18.5% de incremento del gasto corriente, entonces a fin de año el gasto corriente se ubica en 1.230.000 millones de pesos llevando el déficit financiero estimado de 49.600 millones a 190.000 millones; casi cuatro veces el déficit financiero estimado en el presupuesto. Es decir, el gobierno está sobrestimando recursos ociosos al subestimar gastos más que subestimar ingresos. La estimación de la cuenta ahorro también muestra que las transferencias del BCRA y ANSES (rentas de la propiedad) estarían creciendo un 25% respecto al 2014. Otro dato que se contradice con una estimación a la baja de la inflación. Si descontamos este “maquillaje contable”, entonces el déficit financiero del presupuesto 2015 asciende a 205.440 millones de pesos en lugar de los asumidos 49.600 millones de pesos. Este número, que no corrige por transferencias del BCRA y ANSES, es mayor al déficit del 2014 neto del “maquillaje financiero.”

Como se puede apreciar, el presupuesto presentado por el Gobierno al Congreso adolece no sólo de serias inconsistencias, sino de supuestos irreales. Lamentablemente esto ya es costumbre en el kirchnerismo.

La estructura de gastos también deja extraer algunas conclusiones que no estarían recibiendo la atención debida. Mientras Seguridad se lleva un 5.5% del presupuesto, los servicios sociales representan el 59% del total del gasto público,del cual el 70% se destina a seguridad social. Estos programas sociales se iniciaron como necesarios paliativos en la crisis del 2001. ¿Por qué siguen creciendo luego de una década, la “década ganada” según el oficialismo? El hecho de que aún hoy se necesite asignar tantos recursos a seguridad social muestra que los distintos planes sociales han sido mal diseñados o por lo menos mal aplicados. Un plan social exitoso no es aquel que crece en recursos porque cada vez hay más necesidad del mismo. Por el contrario, un plan social exitoso es aquel que logra reinserción en el mercado laboral llevando a la extinción de dichos programas. Quiero ser claro en que no estoy sosteniendo que no sean necesarios planes sociales, basta con mirar los indicadores de pobreza como los estimados por la UCA. Lo que sí estoy sugiriendo es que la mala aplicación o el mal diseño de los planes sociales que no logran reinserción laboral son parte importante del ya casi descontrolado déficit fiscal en el que se encuentra el Estado. Los dirigentes políticos se deben un serio debate sobre cómo reformar la estructura y gastos del Estado para lograr una transición de un esquema insostenible a uno virtuoso.

 

Nicolás Cachanosky es Doctor en Economía, (Suffolk University), Lic. en Economía, (UCA), Master en Economía y Ciencias Políticas, (ESEADE) y Assistant Professor of Economics en Metropolitan State University of Denver.