Los peligros que se ciernen sobre el caso argentino

Por Alberto Benegas Lynch (h). Publicado el 30/5/20 en: https://www.infobae.com/opinion/2020/05/30/los-peligros-que-se-ciernen-sobre-el-caso-argentino/

 

FOTO DE ARCHIVO: Una bandera argentina flamea sobre el palacio presidencial Casa Rosada en Buenos Aires, Argentina 29 octubre, 2019. REUTERS/Carlos Garcia Rawlins

FOTO DE ARCHIVO: Una bandera argentina flamea sobre el palacio presidencial Casa Rosada en Buenos Aires, Argentina 29 octubre, 2019. REUTERS/Carlos Garcia Rawlins

 

No soy muy afecto a escribir sobre la coyuntura pues pienso que resulta indispensable debatir temas de fondo al efecto de despegarse de lo cotidiano para no estar como perros que en círculos pretenden morderse el rabo y abrir horizontes para entre otras cosas modificar favorablemente la coyuntura del futuro. Son más bien escasos mis textos sobre coyunturas. Aunque mi inclinación sea la de evitar los detalles del momento y centrar la atención en remover obstáculos de fondo, en esta oportunidad me refiero a sucesos actuales debido a la gravedad de lo que ocurre pero siempre con un ojo en el mensaje de fondo con la intención de correr el eje del debate hacia posiciones más sólidas puesto que, como queda dicho, el desbalance entre lo meramente coyuntural y lo de fondo nos viene hundiendo en el fango a los argentinos desde hace demasiado tiempo.

Los peligros que vislumbro no son de la ya de por sí desgraciada pandemia sino de medidas que se vienen adoptando en dirección a lo que he catalogado antes como el virus del estatismo, más peligroso y de mayor alcance aun que el propio coronavirus.

Estimo que quienes deben opinar sobre la pandemia son los inmunólogos, infectólogos y médicos de prestigio y no caer en el cotorreo de quienes no tienen idea de medicina y mucho menos de epidemiología. En este sentido, cito a título de ejemplo a los especialistas Pablo Bonvehí de CEMIC y Jorge Geffner de la UBA. En ambos casos con gran prudencia, ponderación y conocimiento de causa han dicho que debe aplicarse el federalismo también en esta materia, es decir, descentralizar las políticas sanitarias puesto que las situaciones son distintas en áreas rurales respecto de las urbanas y dentro de estas contemplar circunstancias muy diversas siempre con la idea de proteger de contagios. Todo no puede ponerse en la misma bolsa.

En esta instancia del proceso de evolución cultural, la función primordial del monopolio de la fuerza que denominamos gobierno es la protección de derechos y el contagio aun el involuntario constituye una lesión al derecho de terceros del mismo modo que lo es cuando se emite monóxido de carbono o se arroja ácido al jardín del vecino. El caso de las vacunas es otro puesto que cada uno en su propiedad exigirá la respectiva certificación si lo considera necesario. Como es del dominio público, en estos momentos no hay vacuna para protegerse del Covid-19 ni fármaco que cure esta enfermedad.

En la otra punta del espectro el doctor en medicina y parlamentario francés Claude Malhuert luego de fustigar a los detractores del liberalismo y decir que proceden de una lectura más atenta de Robespierre que de Tocqueville, sugiere a esta altura dejar de lado la cuarentena para el caso francés. Por su lado el también doctor en medicina Anthony Fauci -asesor en temas de salud para el gobierno estadounidense- también sugiere la descentralización pero concluye que sin más eliminar el aislamiento provocará un incremento alarmante de muertes, a contracorriente de lo que imprudentemente viene proponiendo el actual morador de la Casa Blanca (que además aumentó sideralmente el gasto y la deuda y en noviembre competirá con otro candidato aun más estatista).

Sin duda que el asunto que tratamos debe ser aplicado con la debida precaución y equilibrio tomando en consideración la relación costo-beneficio. Si todos fenecemos no tiene sentido ocuparse de las cotizaciones de Wall Street y, por otro lado, la paralización de las actividades comerciales y equivalentes puede conducir a muertes por hambre. El equilibrio es sumamente delicado para evitar acumulación de cadáveres, pero como decimos, la palabra autorizada corresponde a los especialistas de peso con el cuidado para que los políticos no usen la pandemia de escudo para aventuras estatistas con tufillo orwelliano, y una vez finiquitado el aspecto crítico del mal eliminar de cuajo todas las restricciones pues siempre debe tenerse presente el dictum de Ronald Reagan: “Nada hay más permanente que una medida transitoria de gobierno”.

Pero hay otos asuntos sumamente graves que nos conciernen a todos independientemente de nuestras profesiones y ocupaciones. Resumimos en nueve capítulos las acechanzas que percibimos. En primer lugar, se trata de los absurdos y a todas luces contraproducentes controles de precios. Como es sabido, los fracasos en esta materia vienen repitiéndose desde hace 4000 años. El precio es el único indicador en el mercado para operar; coordina las actividades económicas, pero cuando se imponen precios políticos se incrementa la demanda con lo cual aparecen faltantes que se agudizan debido a la contracción de los productores marginales. Cuanto más difícil la situación, mayor razón para permitir el funcionamiento de los arreglos libres y voluntarios entre las partes.

En segundo lugar, el problema se agudiza notablemente si se encaran embates contra comerciantes que son precisamente quienes pueden resolver los problemas a través de sus respectivas producciones en el contexto de un default que se viene arrastrando y que con razón preocupa a locales que ven peligrar sus canales de financiación debido a las conductas inaceptables de gobiernos que dejan de atender los compromisos contraídos bajo fachadas tragicómicas como “reperfilamiento”, “default selectivo, parcial o suave” y otros disparates similares dignos de una tira cómica.

Tercero, no parece concebible que en momentos de crisis como la que estamos padeciendo los gobernantes deciden aumentar la ya insoportable carga tributaria lo cual naturalmente acelera la retirada de capitales tan necesarios para hacer de apoyo logístico para mejorar la situación.

Cuarto, la manipulación estatal de la moneda es siempre un obstáculo serio al progreso, pero intensificarla en medio de la pandemia generará mayores succiones del fruto del trabajo ajeno, muy especialmente por parte de los más necesitados y no cabe guiarse por engañosos índices estadísticos del costo de la vida cuando los precios se toman en base a anteriores cotizaciones ya que al paralizar la producción merma la actividad.

Quinto, en medio de la pandemia se está engrosando exponencialmente el gasto público ya sumamente adiposo antes de la actual gestión debido al rotundo fracaso de las administraciones anteriores. Y como hemos consignado tantas veces con anterioridad, no se trata de podar el gasto puesto que igual que con la jardinería crece con mayor vigor. Tampoco es del caso insistir en que el gasto debe ser eficiente ya que si una función resulta incompatible con el sistema republicano debe eliminarse. Convertir en eficiente algo que es innecesario es mucho peor que mantener la ineficiencia.

Sexto, alarman los proyectos de modificación del Poder Judicial junto con la pretensión de dejar sin efecto la querella por parte de la oficina correspondiente de los casos de corrupción y la propuesta de concentrar en la jefatura de gabinete el manejo presupuestario constituye una afrenta a la función primordial del Poder Legislativo.

Séptimo, la insistencia en la manía del igualitarismo hace que la consiguiente guillotina horizontal apunte a eliminar las diferencias de resultados entre las personas diferentes en sus talentos y capacidades que en una sociedad libre son consecuencia de servir a sus semejantes. De este modo el que acierta en las demandas de sus congéneres obtiene ganancias y el que yerra incurre en quebrantos, en contaste con los pseudoempresarios prebendarios que se alían con el poder de turno para obtener privilegios y así explotar a su prójimo. Resulta aterrador escuchar algunos dirigentes empresarios formular declaraciones que no hacen más que acentuar el estatismo galopante que enfrentamos.

Octavo, como consecuencia de todo lo anterior se vulnera la institución de la propiedad privada que se agrava debido a las manifestaciones de funcionarios que apuntan a que el aparato estatal participe con acciones en las empresas privadas, lo cual agrava a la ya de por sí situación calamitosa de las mal llamadas empresas estatales, que son más bien entidades políticas ya que no solo no asumen riesgos con recursos propios sino que arrojan abultadas pérdidas.

Y noveno, en lugar de permitir que las entidades privadas de educación ajusten sus actividades no presenciales en un proceso abierto y competitivo de auditorias cruzadas, resulta que las autoridades imponen sus criterios políticos en cuanto a calificaciones, compaginación de trimestres y similares en el contexto de la distribución de cuadernillos obligatorios con un grosero adoctrinamiento para la enseñanza primaria.

Los argentinos estamos navegando en el estatismo desde hace ocho décadas, pero ahora la niebla se ha hecho más espesa y hay un riesgo de desembocar en una tragedia como la venezolana, puesto que a las mismas causas tienen lugar los mismos resultados. Espero equivocarme, pero si no se cambia la dirección los resultados negativos se profundizarán y vamos al despeñadero en medio de revueltas de diversa procedencia y espesor. Nunca es tarde para rectificar el rumbo, especialmente ahora gracias a instituciones liberales que vienen trabajando en pos de una sociedad abierta en consonancia con los valores alberdianos que hicieron de nuestro país uno de los más prósperos del planeta.

Por último, vuelvo sobre el tema del partido liberal sin dejar de subrayar enfáticamente y antes que nada las nobles faenas realizadas en esa dirección y destacar las características de abnegación que en general tienen quienes se han dedicado a esas tareas. Reitero, sin embargo, que dado el atraso en la batalla cultural y la consecuente incomprensión de las ideas básicas de ese ideario, no es el momento de insistir en un partido de esas características. Machaco con el ejemplo de quien habla sueco frente a una audiencia de hispanoparlantes, para proceder en consecuencia es requisito fundamental que los receptores entiendan sueco, de lo contrario los mensajes quedarán sin destinatarios. Es indispensable arremangarse y trabajar en el terreno de las ideas con mayor ímpetu y dedicación.

En otros lares como en Estados Unidos la experiencia ha podido llevarse a cabo, por ejemplo, con el extraordinario Ron Paul debido a que, a pesar de los problemas que ahora atraviesan, el plafón de ideas era otro como consecuencia de profundos trabajos en la batalla cultural, lo cual no ocurre por el momento en nuestro país en grado suficiente.

No debe confundirse el plano académico con el político. En este último caso se trata de conciliar y de acordar según sea la comprensión de la opinión pública. Desde la tribuna el político no puede decir lo que le venga en gana, debe considerar lo que por lo menos una parte significativa de la gente pueda masticar y digerir de lo contrario tendrá sus días contados como político. Hace tiempo que venimos insistiendo en la imperiosa necesidad de trabajar en proyectos de fondo que contribuyan a mover las agendas. No es posible saltar etapas. Lo primero viene primero, de lo contrario ponemos las carretas delante de los caballos.

Afortunadamente se ha constituido una oposición numerosa en ambas cámaras del Congreso y está en proceso una renovación de dirigentes al efecto de evitar la concentración en personeros de primera fila del fallido gobierno anterior. Aquellos, en este corto período desde que asumió el actual gobierno han batallado para poner freno a abusos extremos. Quienes los han votado en su inmensa mayoría no fue para respaldar la gestión fracasada sino desesperadamente para salvaguardar principios elementales del republicanismo como la libertad de prensa y lo que queda en pie de la Justicia. Sin duda que desde la perspectiva del liberalismo lo actuado en diversos planos es de un gran mérito y solvencia pero por ahora resulta muy incompleto y hay muchísimo más que hacer y es imprescindible percatarse de lo que ocurre y administrar con prudencia y cuidado lo que existe y no lo que nos gustaría a los liberales que tenga lugar. El fraccionamiento de la oposición solo servirá para fortalecer el populismo extremo. Es aconsejable que los liberales intenten alimentar esta nueva oposición basados en proyectos y críticas constructivas, con la necesaria conciencia de las severas limitaciones del caso que impone la realidad de nuestra historia y, como decimos, mirar con detenimiento el plano de la batalla cultural donde no debe haber contemplación de ninguna naturaleza.

Lamentablemente se invierten los roles: algunos las juegan de valentones en el plano político y retroceden y se aplastan cuando se esgrimen ideas de fondo como la eliminación de la banca central que siempre succiona el poder adquisitivo, el ministerio de educación que impone pautas curriculares en lugar de abrir la competencia en auditorias cruzadas en busca de la excelencia, las embajadas que estaban bien para la época de las carretas y no de las teleconferencias, la agencia oficial de noticias típica del fascismo, el instituto de estadísticas dependiente del aparato estatal y tantas otras propuestas que hemos expuesto en detalle en diversas ocasiones.

Si cada uno asume su responsabilidad en contribuir diariamente a que se comprendan los pilares del respeto recíproco, se acortará la distancia con otra posible circunstancia futura para poder concretar la consolidación de un partido liberal, pero ahora no es el momento. En ese sentido, recuerdo lo relatado por Ortega: en una oportunidad, un sacerdote celebraba misa y a cada cosa que decía el monaguillo repetía “Ave María Purísima”, pasado un tiempo razonable en que se reiteraba el coro del ayudante circunstancial el cura perdió la paciencia y le dijo: “Mira, lo que dices es muy interesante pero no es el momento”.

 

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. en Ciencias de Dirección. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, fue profesor y primer rector de ESEADE durante 23 años y luego de su renuncia fue distinguido por las nuevas autoridades Profesor Emérito y Doctor Honoris Causa. Es miembro del Comité Científico de Procesos de Mercado, Revista Europea de Economía Política (Madrid). Es Presidente de la Sección Ciencias Económicas de la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires, miembro del Instituto de Metodología de las Ciencias Sociales de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas, miembro del Consejo Consultivo del Institute of Economic Affairs de Londres, Académico Asociado de Cato Institute en Washington DC, miembro del Consejo Académico del Ludwig von Mises Institute en Auburn, miembro del Comité de Honor de la Fundación Bases de Rosario. Es Profesor Honorario de la Universidad del Aconcagua en Mendoza y de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas en Lima, Presidente del Consejo Académico de la Fundación Libertad y Progreso y miembro del Consejo Asesor de la revista Advances in Austrian Economics de New York. Asimismo, es miembro de los Consejos Consultivos de la Fundación Federalismo y Libertad de Tucumán, del Club de la Libertad en Corrientes y de la Fundación Libre de Córdoba. Difunde sus ideas en Twitter: @ABENEGASLYNCH_h

SE BUSCA: DEBATES CON IDEAS DE FONDO

Por Alberto Benegas Lynch (h)

 

Casi todo se ha vuelto en una eterna reiteración sobre la coyuntura lo cual naturalmente no permite espacios para tomar distancia y pensar el futuro a los efectos, precisamente, de permitir coyunturas mejores. La permanente concentración en el día a día no hace posible modificar el rumbo con lo que la repetición de errores se hace inexorable.

 

Se viven tapando incendios y en estados de emergencia como consecuencia de que nadie se tomó el trabajo de imaginar cosas diferentes. Es como el perro que pretende morderse la cola en círculos desesperados. Así no se zafa de una infame calesita que no cesa de machacar sobre los mismos panoramas.

 

Desafortunadamente cuando alguien recoge el guante y anuncia que se ocupará de ideas de fondo no tiene mejor ocurrencia que pensar en la manera de vender la idea. Craso error. Las ideas no se venden en el sentido de que no están sujetas a las estrategias de comercialización como cuando se vende un dentífrico o un desodorante. En estos casos y en todos los demás, cuando se pretende colocar un producto en el mercado es del todo inconveniente explicarle al cliente potencial cuales fueron todos los procesos de producción involucrados puesto que se consumiría malamente el tiempo en lugar de centrar la atención en los beneficios que reportaría la adquisición del bien en cuestión por parte del comprador.

 

Sin embargo, a menos de que se trate de un fanático que compra cualquier cosa con solo insinuársela, en el caso de las ideas es inexorable la cuidadosa explicación y argumentación en el contexto de rastrear la genealogía de la idea en cuestión para que el receptor comprenda y la acepte. En otros términos, no se trata de una venta en la que se exhiben las ventajas del producto final sino, como queda dicho, se torna indispensable explicar el “proceso de producción” y fundamentación de la idea.

 

De menor importancia resulta la persistente manía de traducir el concepto filosófico que se desea trasmitir en un mensaje de unos pocos minutos como si se estuviera publicitando una camisa o un perfume. No es que esto resulte inútil. La capacidad de síntesis es muy relevante y bienvenida pero hay ideas que demandan razonamientos que insumen tiempo y que no pueden ser tratados livianamente. No en vano los grandes pensadores han escrito volúmenes varios. El acervo cultural no es tema para la propaganda y los marketineros, es para meditar, digerir, discutir y reflexionar. Como digo, esto no es esencial ya que los mensajes instantáneos pueden hacer de apoyo logístico circunstancial pero nunca el basamento de ninguna filosofía. No es lo mismo que el café instantáneo.

 

Lo mismo puede decirse de la televisión, redes sociales y equivalentes: pueden hacer de apoyo logístico pero el que pretenda reemplazar la detenida lectura de ensayos, artículos, libros y el dictado de clases por un spot televisivo no sabe de que está hablando. Sería sumamente fácil reemplazar la cultura por lo audiovisual de un momento pero en todos los casos tras estos fetiches se encuentran pensamientos de largo aliento, sean éstos verdaderos o falsos pero siempre presentan debates de grueso calibre.

 

En conjunción con Vincint Publicidad que dirigía el buen amigo Pedro Naón y Jacques Perriaux financiado por un grupo de empresarios para salir al aire, conduje una serie televisiva de pocos minutos cada una donde intentaba mostrar las ventajas de la competencia y conceptos similares, serie que se denominó “Pedro y la manzana” la cual conservo las sucesivas ediciones. Fue un proceso interesante donde debía escribir la idea en una carilla y los creativos de la mencionada agencia de publicidad interpretaban lo escrito en borrador y lo discutíamos y reconstruíamos hasta que aprobaba la versión final. Pero esta y tantas otras experiencias no significa para nada que pueda sustituirse el ensayo ni la lectura detenida o “vertical” como diría Ortega para diferenciarla de la “horizontal que es el patinar sobre las letras”.

 

Hay videitos que son muy didácticos y twitter presta sus servicios pero no se pretenda resumir y encajar allí el acervo cultural de Occidente como a veces parece a que apuntan algunos enceguecidos por las redes sociales al jibarizar y mutilar conceptos, pues no solo erraremos fieramente la meta sino que terminaremos hablando como Tarzán. En la mayor parte de los debates actuales hace falta biblioteca a gritos.

 

Estimo que el mal de nuestro tiempo es que nos consumimos la vida en describir la coyuntura y sugerir medidas coyunturales mientras nos devora el agujero del momento que se profundiza porque muy pocos son los que abren discusiones que pretenden correr el eje del debate.

 

Y en este orden de cosas, muchos de los que se dicen liberales son los timoratos de la historia, es decir, los que no se animan a proponer cambios en la agenda pues temen lo “políticamente incorrecto”, en cambio lo que genéricamente podemos denominar las izquierdas muestran mucho mayor coraje para plantarse en temas que consideran de fondo para sus propósitos. Para ilustrar esto último pongo como ejemplo el título de la conferencia de Herbert Marcuse -la cabeza intelectual del Mayo francés- ante estudiantes canadienses en 1969: “Exijamos lo imposible”.

 

Y no empecemos con la perogrullada de que “una cosa es la teoría y otra la práctica” para significar el absurdo de que una cosa puede funcionar en teoría pero no lo puede hacer en la práctica puesto que si el proceso se basa en una buena teoría quiere decir que sirve a la práctica en el sentido de que “nada hay más práctico que una buena teoría”, lo contrario es andar por la vida a los tumbos dando palos de ciego. Todo lo que hoy disfrutamos sea la computadora, la medicina, la alimentación, el transporte etc etc es fruto del análisis teórico.

 

Con lo dicho  no quiero significar que no se anuncien las coyunturas de cada día. Es importante estar informado, pero otra cosa es estar enfrascado y encerrado en la coyuntura incapacitado para inocular otro oxigeno renovado y abrir nuevos horizontes siempre en el contexto de que el conocimiento tiene la característica de la provisonalidad abierto a posibles refutaciones en un contexto evolutivo.

 

A esta altura de los acontecimientos mundiales que son del dominio público no es suficiente concluir que debe reducirse el gasto público lo cual constituye una abstracción, hay que decir concretamente que funciones se eliminarán y no podar que como en la jardinería crece con mayor vigor. Tampoco tiene sentido afirmar alegremente que reducir el gasto público debe traducirse en la disminución de la planta automotriz de los burócratas, lo cual es un infantilismo.

 

Doy solo una terna de ejemplos de lo que quiero significar con debates de fondo… y cuidado con caer en la mirada timorata a que nos referíamos más arriba. Uso estos ejemplos ya que al haberme referido a ellos antes me exime de extenderme demasiado en los mismos.

 

Primero, cuestionar y reformar el mal llamado sistema de seguridad social (que es en verdad un sistema de inseguridad antisocial). Un sistema de reparto quebrado bajo cualquier criterio actuarial con que se lo quiera mirar en todas partes del mundo en que se lo aplica y ha servido para que los aparatos estatales echen mano a los fondos para financiarse y colocar en su lugar los consabidos títulos públicos que aumentan aun más las deudas. No se trata de pasar a un sistema de capitalización privado obligatorio sino en permitir que cada uno disponga del fruto de su trabajo, tal como era antaño antes del maldito estado benefactor (en verdad estado saqueador).

 

En esta línea argumental, entre otros, el economista Iván Carrino está trabajando en una delicada ingeniería para producir el cambio de marras a través de una maestría que completará con un doctorado en Madrid sobre el mismo tema. Se ha dicho que si el gobierno no obliga a la gente a aportar, no proveerá para su vejez lo cual contradice lo realizado por inmigrantes en distintas partes del mundo, por ejemplo en Argentina donde nuestros ancestros invertían en terrenitos y departamentos que más adelante fueron asaltados por las leyes peronistas de alquileres y desalojos. Este razonamiento no sigue el silogismo hasta sus últimas consecuencias puesto cuando los pensionados cobren las jubilaciones debido a los aportes compulsivos habrá que ponerles un policía para verificar que no vayan a emborracharse al bar de la esquina, con lo que se habrá cerrado el círculo orwelliano.

 

Mucho más adelante se intentó revertir parcialmente el problema abriendo la posibilidad de elegir sistemas privados pero obligatorios que otro gobierno decidió estatizar nuevamente en uno de los atracos más colosales de la historia argentina por cuya idea fue premiado un fulano con la vicepresidencia, sujeto que luego fue condenado por ladrón en múltiples causas.

 

Segundo, la importancia de cerrar todas las embajadas. Estos palacios fenomenales rodeados de séquitos de cortesanos, funcionarios, recepciones fastuosas, pasaportes diplomáticos, automóviles de lujo con choferes y demás prebendas, se han ido acrecentando con el tiempo desde la época de las carretas donde podían eventualmente justificarse debido a la falta de comunicación. Pero hoy en día con teleconferencias y demás apoyos tecnológicos no tienen razón de ser y solo alimentan una estructura burocrática a todas luces innecesaria. Tampoco se justifican para abrir negocios lo cual hacen mucho más eficientemente los empresarios. En este sentido es interesante subrayar, a título de ejemplo, el caso de Guatemala que no mantiene relaciones diplomáticas con China y es el país latinoamericano que comercia el mayor volumen per capita con ese país. Por supuesto que esto toca una serie de intereses creados pero todas las medidas de fondo lo hacen, el asunto es ver el costo-beneficio. Las medidas de fondo son difíciles pero necesarias para corregir el estado de cosas que perjudica muy especialmente a los más necesitados por la carga tributaria y el endeudamiento que se acopla al mantenimiento de estructuras inútiles. Esto me trae a la memoria citas de Santiago Kovadloff respecto a la correspondencia del General San Martín con el General Pueyrredón entonces en el gobierno de Buenos Aires. Cuenta Kovadloff que en el último pedido de pertrechos del primero al segundo éste contesta el reclamo de San Martín diciendo que en el futuro ya no podrá seguir con los envíos y además “su proyecto es imposible” a lo que el general de los Andes le responde afirmando que “es cierto que es imposible, pero es indispensable”.

 

Tercero, como antes he apuntado es necesario (indispensable para recurrir al léxico sanmartiniano) pensar en nuevos límites al poder puesto que lo que hoy se denomina democracia se ha convertido en clepltocracia, a saber, los gobiernos de ladrones de libertades, propiedades y sueños de vida. No es cuestión de esperar a las próximas elecciones sino usar las neuronas para imaginar nuevas vallas al abuso de poder antes que el globo terráqueo se convierta en un inmenso Gulag en nombre de la así denominada democracia tan distante de las concepciones de los Giovanni Sartori de nuestra época. En este sentido deben subrayarse las propuestas de Friedrich Hayek para el Poder Legislativo acopladas al ad honorem para los legisladores en el contexto de leyes en el espíritu hayekiano para evitar conflictos de intereses, las de Bruno Leoni dirigidas al Poder Judicial en cuanto a los arbitrajes privados completamente abiertos, los pasajes poco explorados de Montesquieu aplicables al Ejecutivo en cuando al sorteo de candidatos y los jugosos debates en la Asamblea Constituyente estadounidense sobre las ventajas del Triunvirato, sobre todo lo cual me he explayado en otras oportunidades. No necesitan adoptarse esas medidas concretas pero, reiteramos, no podemos quedarnos con los brazos cruzados cuando observamos por doquier los atropellos inauditos del Leviatán en muy diferentes lugares en nuestro atribulado mundo. La educación es la respuesta pero debe acompañarse de efectivos límites al poder para evitar esas ecuaciones falsas de que nos habla Juan González Calderón: 50% más 1% = 100% y 50% menos el 1% =0%.

 

En otros términos, tenemos que salir del atolladero de la coyuntura y plantear temas de fondo, como decimos, al efecto de vislumbrar horizontes más promisorios y no estar condenados al cercenamiento de las libertades. En mi columna de la semana que viene me referiré  otro tema de fondo cual es el rol de nosotros los economistas, lo cual ocupará todo el espacio de un artículo (o pequeño ensayo como son mis contribuciones semanales, que si me propusieran pasarla a un spot televisivo diría no gracias lo mismo que respondería cualquier escritor que se precie de tal luego de quemarse las pestañas en sus trabajos).

 

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. en Ciencias de Dirección. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, fue profesor y primer rector de ESEADE durante 23 años y luego de su renuncia fue distinguido por las nuevas autoridades Profesor Emérito y Doctor Honoris Causa. Es miembro del Comité Científico de Procesos de Mercado, Revista Europea de Economía Política (Madrid). Es Presidente de la Sección Ciencias Económicas de la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires, miembro del Instituto de Metodología de las Ciencias Sociales de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas, miembro del Consejo Consultivo del Institute of Economic Affairs de Londres, Académico Asociado de Cato Institute en Washington DC, miembro del Consejo Académico del Ludwig von Mises Institute en Auburn, miembro del Comité de Honor de la Fundación Bases de Rosario. Es Profesor Honorario de la Universidad del Aconcagua en Mendoza y de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas en Lima, Presidente del Consejo Académico de la Fundación Libertad y Progreso y miembro del Consejo Asesor de la revista Advances in Austrian Economics de New York. Asimismo, es miembro de los Consejos Consultivos de la Fundación Federalismo y Libertad de Tucumán, del Club de la Libertad en Corrientes y de la Fundación Libre de Córdoba.

ADAM SMITH, HOY

Por Alberto Benegas Lynch (h)

 

Hay autores que escriben para el  momento en  que viven por lo que leídos al tiempo sus trabajos carecen de interés, es lo que también pasa con los que circunscriben sus escritos a la coyuntura, artículos, ensayos y libros que vistos a la distancia no resultan atractivos como no sea para algún eventual registro historiográfico. Con Adam Smith, especialmente en su primer libro de 1795 sobre sentimientos morales y en su obra de 1776 sobre economía, sucede que casi todo lo consignado es aplicable a la actualidad.

 

Al cumplirse doscientos años de la muerte de Adam Smith escribí un largo ensayo que hace poco se reprodujo en un libro de mi autoría publicado en Venezuela por CEDICE (Centro de Divulgación del Conocimiento Económico, Caracas, 2013) bajo el título de El liberal es paciente. En aquél ensayo que se incluyó como un post-scriptum del referido libro, pretendí abarcar lo más relevante de este destacado pensador escocés, incluso aspectos de su vida que estimé importantes en conexión a su escarceo intelectual. En esta ocasión, en cambio, me circunscribo a comentar muy brevemente algunos pasajes de sus dos obras mencionadas (para facilitar información al lector indico con las siglas SM su primera obra y con RN la segunda).

“Lo que más rápidamente aprende un gobierno de otro es el de sacar dinero de la gente” (RN). Así es, por eso hay que tener cuidado, por ejemplo, de sugerir un nuevo impuesto para reemplazar a los vigentes porque los aparatos estatales agregarán el gravamen a los existentes (esto es lo que ocurrió, por caso, cuando originalmente se propuso el tributo al valor agregado).

“El hombre del sistema […] está generalmente tan enamorado de la belleza de su propio plan de gobierno que considera que no puede sufrir ni las más mínima desviación del él. Apunta a lograr sus objetivos en todas sus partes sin prestar la menor atención a los intereses generales o a las oposiciones que puedan surgir; se imagina que puede arreglar las diferentes partes de la gran sociedad del mismo modo que se arreglan las diferentes piezas en un tablero de ajedrez. No considera para nada que las piezas de ajedrez puedan tener otro principio motor que la mano que las mueve, pero el gran tablero de ajedrez de la sociedad humana tiene su propio motor totalmente diferente de los que el legislativo ha elegido imponer” (SM).

 

Nada más ajustado a la realidad, la soberbia de los gobernantes no toma en cuenta las diversas necesidades sino sus caprichos y deja de lado el hecho del conocimiento disperso y fraccionado en la sociedad para, en cambio, concentrar ignorancia al centralizar decisiones en oficinas burocráticas con todos los consecuentes desajustes que se suceden. El “hombre del sistema” constituye una caracterización muy ajustada a la arrogancia de los planificadores que ni siquiera se percatan de que al distorsionar precios relativos con sus irrupciones dificultan la evaluación de proyectos y la misma contabilidad al registrar precios que no corresponden  a las respectivas estructuras valorativas en el mercado para sustituirlas por simples números que no permiten conocer el grado en que se desperdicia capital debido a la mencionada desfiguración.

 

 

“Por tanto, resulta altamente impertinente y presuntuoso que reyes y ministros pretendan vigilar la economía de la gente […] Dejemos que aquellos se ocupen de lo que les corresponde, y podemos estar seguros de que éstos se ocuparán de lo suyo” (RN). Efectivamente, sobre todo presuntuoso por las razones apuntadas. Por otra parte, el monopolio de la fuerza que denominamos gobierno, en un sistema republicano,  debe ocuparse principalmente de la seguridad y la justicia,  que naturalmente descuida no solo por una cuestión de recursos sino especialmente porque si interviene afectando la propiedad privada, no puede, al mismo tiempo, sostener la justicia, es decir, el “dar a cada uno lo suyo”.

 

“El productor o comerciante[…] solamente busca su propio beneficio, y, en esto como en muchos otros casos, está dirigido por una mano invisible que promueve un fin que no era parte de su intención atender”(RN). Con este conocido pasaje Smith pone de relieve dos asuntos de la mayor importancia. En primer lugar, pone de relieve la naturaleza humana (al contrario de los que la pretenden torcer con la pretensión de fabricar “el hombre nuevo” y otras gansadas petulantes), esto es que todas las acciones humanas se deben al interés personal, en verdad una perogrullada porque ni no está en interés de quien actúa no se sabe en interés que quien pueda estar. En segundo lugar, esa afirmación que desarrolla en el libro en cuestión apunta a poner de manifiesto el complejo entramado social que no estaba en la intención de cada cual al perseguir su interés (siempre legítimo si no se lesiona derechos de terceros).

 

En esta misma dirección del interés personal, el autor explica que “Prácticamente en forma constante al hombre se le presentan ocasiones para ser ayudado por su prójimo pero en vano deberá esperarlo solamente de su benevolencia. Tendrá más posibilidades de éxito si logra motivar el interés personal de su prójimo y mostrarle que en su propia ventaja debe hacer aquello que se requiere de él. Cualquiera que propone un convenio de cualquier naturaleza está de hecho proponiendo esto. Dame aquello que deseo y usted tendrá esto que necesita. Este es el sentido de un convenio, y es la manera por la cual obtenemos de otros los bienes que necesitamos. No debemos esperar nuestra comida de la benevolencia del carnicero, del cervecero o del panadero, sino que se debe a sus propios intereses. No nos dirigimos a su humanidad sino a su interés personal, y nunca conversaremos con ellos de nuestras necesidades sino de sus ventajas” (RN).

 

Todo lo cual para nada excluye la benevolencia a que Smith precisamente alude en las primeras líneas con que abre su primer libro que venimos mencionando: “Por muy egoísta que se supone que es una persona, hay evidentemente algunos principios en su naturaleza que lo hace interesarse en la suerte de otros y vincula su felicidad con la propia aunque no le reditúe nada excepto el placer de comprobarla” (recordemos que su colega Adam Ferguson también escribió que “el término benevolencia no es empleado para caracterizar a las personas que no tienen deseos propios, apunta a aquellos cuyos deseos las mueven a procurar el bienestar de otros”). Como hemos dicho en otras oportunidades, la caridad es por definición realizada con recursos propios,  de modo voluntario y si fuera posible de manera anónima. Arrancar recursos del fruto del trabajo ajeno no es caridad, es un atraco. En este contexto es indispensable el uso de la primera persona del singular y no recurrir a un micrófono para declamar en  la tercera persona del plural (“put your money where your mouth is” resulta una aforismo muy ilustrativo).

 

De más está decir que toda la lucha de Smith contra las falacias de la autarquía mercantilista basadas en el interés de las partes se aplican de modo especial al comercio exterior, por lo que afirma que “El interés de una nación en sus relaciones comerciales con otras es igual al de un comerciante respecto de las diversas personas con quienes trata: comprar barato y vender caro. Las posibilidades de comprar barato serán mayores si se permite que la libertad de comercio estimule a las naciones a comprar los bienes que pueden comprar, y por la misma razón venderán caro en la medida en que los mercados tengan la mayor cantidad de comparadores posible” (RN).

 

En otro orden de cosas, el filósofo-economista escosés ofrece un buen mojón o punto de referencia para sopesar la conveniencia o inconveniencia de una acción basado en un personaje imaginario que denomina “el observador imparcial” por lo que escribe que “Cuando nos ponemos en la posición de espectadores de nuestro propio comportamiento nos imaginamos qué efectos producirá sobre nosotros. Este es el único espejo en el que podemos en alguna medida mirarnos como nos miran los ojos de otras personas y así evaluar nuestra conducta […] Hay dos ocasiones diferentes en donde examinamos nuestra propia conducta y la vemos a la luz con que un espectador imparcial podría verla: primero, cuando estamos por actuar, y segundo, después de haber actuado” (SM).

 

Respecto a la presión tributaria, este pensador fue pionero en tres siglos de lo que hoy se conoce como la Curva Laffer al señalar que “Los impuestos altos, unas veces debido a la disminución en los bienes sujetos al gravamen y otras como consecuencia del estímulo que se produce al contrabando, se traducen en menores ingresos para el gobierno respecto de aquella situación en donde los impuestos son más moderados” (RN).

 

Por último para no cansar con citas por más jugosas que sean, reproduzco el párrafo que hace referencia a la conveniencia de las desigualdades de rentas y patrimonio (que son consecuencia de las prioridades y preferencias que revela la gente con sus compras y abstenciones de comprar en el mercado): “Cuando hay propiedad hay desigualdad. Por cada hombre rico habrá por lo menos quinientos pobres y la riqueza de unos pocos supone la indigencia de muchos. La opulencia de los ricos excita la indignación de los pobres, quienes están empujados a invadir aquellas propiedades debido a la necesidad y a la envidia. Solamente bajo el escudo protector del magistrado civil puede dormir tranquilo el propietario quien ha adquirido su propiedad a través del trabajo de muchos años, tal vez, a través de muchas generaciones” (RN).

 

Debe tenerse en cuenta la influencia que han tenido los trabajos de Adam Smith. Como destaqué en mi ensayo mencionado al comienzo,  Milton Fridman concluye que “The Wealth of Nations se considera en forma unánime y con justicia, como la piedra fundamental de la economía científica moderna. Su fuerza normativa y su influencia en el mundo intelectual revisten gran importancia para nuestro objetivo actual”.

 

Schumpeter subraya este éxito afirmando que “Antes de que terminara el siglo The Wealth of Nations había conseguido nueve ediciones inglesas sin contar las que parecieron en Irlanda y los Estados Unidos y se había traducido (que yo sepa), al danés, al holandés, al francés, al alemán, al italiano y al español”.

 

Recientemente fueron recopilados en dos volúmenes algunos de los estudios de Adam Smith sobre jurisprudencia, crítica literaria, música y otras misceláneas. Lamentablemente, muchos de sus papeles privados fueron destruidos después de su muerte, documentos que seguramente hubieran agregado información valiosa. El estilo, la elocuencia y la vivacidad presentes en la mayor parte de los trabajos de Smith hizo que Edmund Burke dijera que su primer libro publicado “constituye, posiblemente, una de las más bellas expresiones de la teoría moral que hayan aparecido”.

 

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. en Ciencias de Dirección. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, fue profesor y primer rector de ESEADE durante 23 años y luego de su renuncia fue distinguido por las nuevas autoridades Profesor Emérito y Doctor Honoris Causa.

Asistencialismo y «políticas públicas»:

Por Gabriel Boragina. Publicado el 6/12/14 en: http://www.accionhumana.com/2014/12/asistencialismo-y-politicas-publicas.html

Como ya hemos señalado en otras oportunidades, bajo la máscara de las llamadas «políticas públicas» se esconden no pocas veces los proyectos asistenciales más variados que, sin embargo, tienen todos ellos un denominador común que se descubre a la hora de ponerlas en práctica: será necesario expoliar a los contribuyentes para poder efectuarlas. En suma, echar mano a la mal llamada «justicia social» que en definitiva consiste en algo simple: quitarles a unos lo que les pertenece para darles a otros lo que no les pertenece. Los partidarios de las «políticas públicas» se consideran a sí mismos o se hacen llamar «hombres prácticos» que desprecian a los teóricos. Estos últimos son tratados con epítetos desdeñosos por dedicarse a la investigación y a la enseñanza. Y así se ha dicho que:

«Muchas veces se tratan estos temas como si estuvieran en departamentos estancos: una cosa son los teóricos de la investigación y la enseñanza y otra bien distinta son los prácticos de la coyuntura. Unos se encierran en sus torres de marfil discutiendo sobre el sexo de los ángeles y otros son los profesionales de la coyuntura bien asentados sobre la realidad y la práctica de todos los días. Así se pinta la caricatura de estos dos campos de acción. Sin duda se trata de roles distintos pero, nuevamente, cabe recalcar que no hay políticas públicas o análisis de coyuntura que no se basen en la teoría. Esta podrá ser defectuosa o idónea pero no hay comentario práctico que no esté sustentado en un esqueleto teórico. Pretender buenas políticas públicas sin andamiaje teórico-conceptual es lo mismo que pretender que existan productos farmacéuticos sin investigación médica. El menosprecio por la investigación y la transmisión de teorías inexorablemente conduce a políticas públicas de peor calidad. Revalorizar el estudio teórico es uno de los cometidos más importantes de la sociedad moderna.»[1]

Los partidarios de las «políticas públicas» piensan que «una cosa es la teoría y otra cosa bien distinta es la práctica», y seducen a muchísimos incautos repitiendo esta falacia tan conocida y divulgada en prácticamente todos los ámbitos, generando la mayor de las confusiones y de los desconciertos en la gente. Sin embargo, esos sedicentes «hombres prácticos» son tan teóricos como los teóricos que ellos desaíran y que se desempeñan en el campo de la enseñanza. Los políticos echan mano de esos autodenominados «hombres prácticos», que no pocas veces se terminan convirtiendo en asesores de aquellos políticos ya en función de poder, y acaban adoptando las «recetas» de «políticas públicas» recomendadas, que siempre se traducen en el mismo resultado : aumentos del gasto público, de impuestos, de tasas, contribuciones, alícuotas y demás instrumentos financieros para poder costear tales «magníficos proyectos» que -se repite como loro- van a finalizar «favoreciendo a los que menos tienen». Cuando la realidad indica que cada vez perjudican más a la gente de menores recursos.

«El práctico no hace más que adoptar teorías ya aceptadas. Si el práctico menosprecia al campo teórico su disciplina se estancará o entrará en franco retroceso al tiempo que teóricos con otras concepciones ocuparán los espacios vacíos para que otras teorías le corran la practicidad al práctico. En el caso de las ciencias sociales resulta patético observar cómo muchas organizaciones pretenden contribuir “al mejoramiento de la sociedad” restringiendo fondos a los estudios teóricos que, como queda dicho, hacen de apoyo insustituible para el mejoramiento de “la práctica”. Invertir las prioridades es como poner la carreta delante de los caballos puesto que una vez entendido el campo conceptual, el resto se da por añadidura. Invertir los pasos es como pretender aplicar algo antes de concebirlo.»[2]

Los teóricos de las «políticas públicas» (que no se consideran teóricos cuando en realidad lo son) no constituyen excepción cuando conforman organizaciones del tipo ONG o de cualquier otro, con el fin de recaudar fondos que dicen querer ser destinados a la «ayuda» de los más necesitados. En definitiva, y sin eufemismos, a combatir la pobreza. Sin embargo, suelen fracasar, porque confunden continuamente pobreza con desigualdad, y en lugar de concentrarse en atacar a la primera centran sus dardos en la segunda. Es aquí donde se evidencian las fallas conceptuales que tienen esos teóricos de las «políticas públicas», son incapaces de distinguir las diferencias entre pobreza y desigualdad, a la par que, independientemente de esto último, terminan convirtiéndose en mendicantes de subsidios estatales, por cuanto en sus mal fundadas «teorías» creen que es «función» del estado «la lucha contra la desigualdad». Son incompetentes para comprender que si se suprimiera la desigualdad la especie humana se extinguiría por completo en muy pocas décadas. Y, como también dijimos un sinfín de veces, el rol de los incentivos y desincentivos es fundamental en este tema:

«Otro factor poderoso en el aumento de las nóminas de asistencia social es la creciente desaparición de varios fuertes desincentivos para acogerse a ese régimen. El más importante de ellos ha sido siempre el estigma que significaba para toda persona el subsidio a la desocupación, que la hacía sentir que vivía parasitariamente a expensas de la producción en lugar de contribuir a ella. Este estigma fue eliminado por valores que han penetrado en el moderno populismo socialdemócrata; además, los organismos gubernamentales y los propios asistentes sociales cada vez instan más a la gente a recibir lo antes posible beneficencia por parte del Estado. La idea «clásica» del asistente social era la de alguien que ayudaba a las personas a ayudarse a sí mismas, que las impulsaba a lograr y mantener su independencia y a valerse por sus propios medios. El propósito de los asistentes sociales era ayudar a los que vivían de la beneficencia del gobierno a salir de esa situación tan pronto como fuera posible. Pero ahora tienen el objetivo opuesto: tratar de que la mayor cantidad de gente posible reciba asistencia social, promocionar y proclamar sus «derechos».»[3]

En esto desembocan habitualmente las «políticas públicas»: proliferación de subsidios, planes sociales, ayudas de todo tipo bajo el pueril pretexto de «inclusión social». El resultado es la más pavorosa exclusión social como nunca antes se hubiera visto.

[1] Alberto Benegas Lynch (h). El juicio crítico como progreso. Editorial Sudamericana. Pág. 166-167

[2] Alberto Benegas Lynch (h). El juicio crítico…ob. cit. Pág. 166 -167

[3] Murray N. Rothbard. For a New Liberty: The Libertarian Manifesto. (ISBN13: 9780020746904). Pág.   171-173

 

Gabriel Boragina es Abogado. Master en Economía y Administración de Empresas de ESEADE.  Fue miembro titular del Departamento de Política Económica de ESEADE. Ex Secretario general de la ASEDE (Asociación de Egresados ESEADE) Autor de numerosos libros y colaborador en diversos medios del país y del extranjero.

Análisis de la evolución del dólar blue

Por Adrián Ravier. Publicado el 18/3/13 en http://puntodevistaeconomico.wordpress.com/2013/03/18/analisis-de-la-evolucion-del-dolar-blue/

 El dólar blue escaló bastante en el verano, y si bien el gobierno intervino para detenerlo, la perspectiva es que la suba seguirá. El análisis que en esta nota realizamos tiene dos planos, uno coyuntural o de corto plazo y otro de fondo o de largo plazo.

En el primero de ellos diremos que la causa de esta escalada se encuentra en la mayor demanda de dólares que los turistas necesitaron para salir del país. Dado que los dólares no se consiguen en el mercado oficial, deben recurrir al paralelo, y pagan el precio que sea por la divisa.

Esto justificó la suba continua de enero, que si bien se detuvo al comienzo de febrero -e incluso bajó-, retomó la suba unos días más tarde. Se dijo que en marzo la suba se detenía, pero la suba sigue firme, al menos en esta primera quincena, y ya alcanzó el valor de 8.05 pesos por dólar. Este análisis que recién resumimos no debe ser nuevo para el lector. Abunda en todos los medios y es el análisis sobre el cual consultores y gobierno están sacando conclusiones.

Pero este es precisamente el mayor error. Lo que debe preocupar al gobierno y a todos los argentinos, no es la escalada de corto plazo, coyuntural, de estos meses veraniegos. Lo que debe preocuparnos son las razones de fondo por las cuales la divisa que abunda en el mundo, escasea en nuestro país. Y hay tres factores, al menos, que mencionar: 1) El excesivo gasto público: una economía sana requiere financiar su nivel de gasto con impuestos. Cuando el gobierno debe imprimir moneda o tomar deuda para equilibrar las cuentas, la ciencia económica muestra que se sufren las consecuencias. La hiperinflación de los años 1980, o el hiperendeudamiento de los años 1990 son lecciones que debemos recordar; 2) La inflación: El incremento de la base monetaria en torno al 40 % que justamente permite equilibrar hoy ingresos y gastos, tiene un impacto inflacionario cercano al 30 % anual. En la medida que el impuesto inflacionario no se detenga, los argentinos no tienen más remedio que huir hacia la divisa; 3) La falta de inversión. Las tasa de crecimiento anual promedio en torno al 7 y 8 % que la economía argentina experimentó durante los últimos años es historia.

Recuperada la economía de la depresión de 2002, el desafío es atraer ahorro e inversión para expandir la frontera de posibilidades de la producción y sostener el crecimiento. El aislamiento internacional de la economía argentina no sólo ahuyenta el flujo de dólares que podría resolver el problema del dólar y la inflación, sino que además atenta contra el crecimiento económico y la generación de empleo.

El gobierno tiene una fuerte dependencia de las retenciones a las exportaciones para hacerse de divisas, conformar reservas, y poder así sostener la cotización. Una mala cosecha o una caída del precio de los commodities presionaría fuertemente sobre el dólar oficial, sobre el dólar blue y sobre la inflación. Si no se atienden los problemas de fondo, la escalada del dólar no tendrá límites.

Adrián Ravier es Doctor en Economía Aplicada por la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid, Master en Economía y Administración de Empresas por ESEADE y profesor de Macroeconomía en la Universidad Francisco Marroquín.