Los peligros que se ciernen sobre el caso argentino

Por Alberto Benegas Lynch (h). Publicado el 30/5/20 en: https://www.infobae.com/opinion/2020/05/30/los-peligros-que-se-ciernen-sobre-el-caso-argentino/

 

FOTO DE ARCHIVO: Una bandera argentina flamea sobre el palacio presidencial Casa Rosada en Buenos Aires, Argentina 29 octubre, 2019. REUTERS/Carlos Garcia Rawlins

FOTO DE ARCHIVO: Una bandera argentina flamea sobre el palacio presidencial Casa Rosada en Buenos Aires, Argentina 29 octubre, 2019. REUTERS/Carlos Garcia Rawlins

 

No soy muy afecto a escribir sobre la coyuntura pues pienso que resulta indispensable debatir temas de fondo al efecto de despegarse de lo cotidiano para no estar como perros que en círculos pretenden morderse el rabo y abrir horizontes para entre otras cosas modificar favorablemente la coyuntura del futuro. Son más bien escasos mis textos sobre coyunturas. Aunque mi inclinación sea la de evitar los detalles del momento y centrar la atención en remover obstáculos de fondo, en esta oportunidad me refiero a sucesos actuales debido a la gravedad de lo que ocurre pero siempre con un ojo en el mensaje de fondo con la intención de correr el eje del debate hacia posiciones más sólidas puesto que, como queda dicho, el desbalance entre lo meramente coyuntural y lo de fondo nos viene hundiendo en el fango a los argentinos desde hace demasiado tiempo.

Los peligros que vislumbro no son de la ya de por sí desgraciada pandemia sino de medidas que se vienen adoptando en dirección a lo que he catalogado antes como el virus del estatismo, más peligroso y de mayor alcance aun que el propio coronavirus.

Estimo que quienes deben opinar sobre la pandemia son los inmunólogos, infectólogos y médicos de prestigio y no caer en el cotorreo de quienes no tienen idea de medicina y mucho menos de epidemiología. En este sentido, cito a título de ejemplo a los especialistas Pablo Bonvehí de CEMIC y Jorge Geffner de la UBA. En ambos casos con gran prudencia, ponderación y conocimiento de causa han dicho que debe aplicarse el federalismo también en esta materia, es decir, descentralizar las políticas sanitarias puesto que las situaciones son distintas en áreas rurales respecto de las urbanas y dentro de estas contemplar circunstancias muy diversas siempre con la idea de proteger de contagios. Todo no puede ponerse en la misma bolsa.

En esta instancia del proceso de evolución cultural, la función primordial del monopolio de la fuerza que denominamos gobierno es la protección de derechos y el contagio aun el involuntario constituye una lesión al derecho de terceros del mismo modo que lo es cuando se emite monóxido de carbono o se arroja ácido al jardín del vecino. El caso de las vacunas es otro puesto que cada uno en su propiedad exigirá la respectiva certificación si lo considera necesario. Como es del dominio público, en estos momentos no hay vacuna para protegerse del Covid-19 ni fármaco que cure esta enfermedad.

En la otra punta del espectro el doctor en medicina y parlamentario francés Claude Malhuert luego de fustigar a los detractores del liberalismo y decir que proceden de una lectura más atenta de Robespierre que de Tocqueville, sugiere a esta altura dejar de lado la cuarentena para el caso francés. Por su lado el también doctor en medicina Anthony Fauci -asesor en temas de salud para el gobierno estadounidense- también sugiere la descentralización pero concluye que sin más eliminar el aislamiento provocará un incremento alarmante de muertes, a contracorriente de lo que imprudentemente viene proponiendo el actual morador de la Casa Blanca (que además aumentó sideralmente el gasto y la deuda y en noviembre competirá con otro candidato aun más estatista).

Sin duda que el asunto que tratamos debe ser aplicado con la debida precaución y equilibrio tomando en consideración la relación costo-beneficio. Si todos fenecemos no tiene sentido ocuparse de las cotizaciones de Wall Street y, por otro lado, la paralización de las actividades comerciales y equivalentes puede conducir a muertes por hambre. El equilibrio es sumamente delicado para evitar acumulación de cadáveres, pero como decimos, la palabra autorizada corresponde a los especialistas de peso con el cuidado para que los políticos no usen la pandemia de escudo para aventuras estatistas con tufillo orwelliano, y una vez finiquitado el aspecto crítico del mal eliminar de cuajo todas las restricciones pues siempre debe tenerse presente el dictum de Ronald Reagan: “Nada hay más permanente que una medida transitoria de gobierno”.

Pero hay otos asuntos sumamente graves que nos conciernen a todos independientemente de nuestras profesiones y ocupaciones. Resumimos en nueve capítulos las acechanzas que percibimos. En primer lugar, se trata de los absurdos y a todas luces contraproducentes controles de precios. Como es sabido, los fracasos en esta materia vienen repitiéndose desde hace 4000 años. El precio es el único indicador en el mercado para operar; coordina las actividades económicas, pero cuando se imponen precios políticos se incrementa la demanda con lo cual aparecen faltantes que se agudizan debido a la contracción de los productores marginales. Cuanto más difícil la situación, mayor razón para permitir el funcionamiento de los arreglos libres y voluntarios entre las partes.

En segundo lugar, el problema se agudiza notablemente si se encaran embates contra comerciantes que son precisamente quienes pueden resolver los problemas a través de sus respectivas producciones en el contexto de un default que se viene arrastrando y que con razón preocupa a locales que ven peligrar sus canales de financiación debido a las conductas inaceptables de gobiernos que dejan de atender los compromisos contraídos bajo fachadas tragicómicas como “reperfilamiento”, “default selectivo, parcial o suave” y otros disparates similares dignos de una tira cómica.

Tercero, no parece concebible que en momentos de crisis como la que estamos padeciendo los gobernantes deciden aumentar la ya insoportable carga tributaria lo cual naturalmente acelera la retirada de capitales tan necesarios para hacer de apoyo logístico para mejorar la situación.

Cuarto, la manipulación estatal de la moneda es siempre un obstáculo serio al progreso, pero intensificarla en medio de la pandemia generará mayores succiones del fruto del trabajo ajeno, muy especialmente por parte de los más necesitados y no cabe guiarse por engañosos índices estadísticos del costo de la vida cuando los precios se toman en base a anteriores cotizaciones ya que al paralizar la producción merma la actividad.

Quinto, en medio de la pandemia se está engrosando exponencialmente el gasto público ya sumamente adiposo antes de la actual gestión debido al rotundo fracaso de las administraciones anteriores. Y como hemos consignado tantas veces con anterioridad, no se trata de podar el gasto puesto que igual que con la jardinería crece con mayor vigor. Tampoco es del caso insistir en que el gasto debe ser eficiente ya que si una función resulta incompatible con el sistema republicano debe eliminarse. Convertir en eficiente algo que es innecesario es mucho peor que mantener la ineficiencia.

Sexto, alarman los proyectos de modificación del Poder Judicial junto con la pretensión de dejar sin efecto la querella por parte de la oficina correspondiente de los casos de corrupción y la propuesta de concentrar en la jefatura de gabinete el manejo presupuestario constituye una afrenta a la función primordial del Poder Legislativo.

Séptimo, la insistencia en la manía del igualitarismo hace que la consiguiente guillotina horizontal apunte a eliminar las diferencias de resultados entre las personas diferentes en sus talentos y capacidades que en una sociedad libre son consecuencia de servir a sus semejantes. De este modo el que acierta en las demandas de sus congéneres obtiene ganancias y el que yerra incurre en quebrantos, en contaste con los pseudoempresarios prebendarios que se alían con el poder de turno para obtener privilegios y así explotar a su prójimo. Resulta aterrador escuchar algunos dirigentes empresarios formular declaraciones que no hacen más que acentuar el estatismo galopante que enfrentamos.

Octavo, como consecuencia de todo lo anterior se vulnera la institución de la propiedad privada que se agrava debido a las manifestaciones de funcionarios que apuntan a que el aparato estatal participe con acciones en las empresas privadas, lo cual agrava a la ya de por sí situación calamitosa de las mal llamadas empresas estatales, que son más bien entidades políticas ya que no solo no asumen riesgos con recursos propios sino que arrojan abultadas pérdidas.

Y noveno, en lugar de permitir que las entidades privadas de educación ajusten sus actividades no presenciales en un proceso abierto y competitivo de auditorias cruzadas, resulta que las autoridades imponen sus criterios políticos en cuanto a calificaciones, compaginación de trimestres y similares en el contexto de la distribución de cuadernillos obligatorios con un grosero adoctrinamiento para la enseñanza primaria.

Los argentinos estamos navegando en el estatismo desde hace ocho décadas, pero ahora la niebla se ha hecho más espesa y hay un riesgo de desembocar en una tragedia como la venezolana, puesto que a las mismas causas tienen lugar los mismos resultados. Espero equivocarme, pero si no se cambia la dirección los resultados negativos se profundizarán y vamos al despeñadero en medio de revueltas de diversa procedencia y espesor. Nunca es tarde para rectificar el rumbo, especialmente ahora gracias a instituciones liberales que vienen trabajando en pos de una sociedad abierta en consonancia con los valores alberdianos que hicieron de nuestro país uno de los más prósperos del planeta.

Por último, vuelvo sobre el tema del partido liberal sin dejar de subrayar enfáticamente y antes que nada las nobles faenas realizadas en esa dirección y destacar las características de abnegación que en general tienen quienes se han dedicado a esas tareas. Reitero, sin embargo, que dado el atraso en la batalla cultural y la consecuente incomprensión de las ideas básicas de ese ideario, no es el momento de insistir en un partido de esas características. Machaco con el ejemplo de quien habla sueco frente a una audiencia de hispanoparlantes, para proceder en consecuencia es requisito fundamental que los receptores entiendan sueco, de lo contrario los mensajes quedarán sin destinatarios. Es indispensable arremangarse y trabajar en el terreno de las ideas con mayor ímpetu y dedicación.

En otros lares como en Estados Unidos la experiencia ha podido llevarse a cabo, por ejemplo, con el extraordinario Ron Paul debido a que, a pesar de los problemas que ahora atraviesan, el plafón de ideas era otro como consecuencia de profundos trabajos en la batalla cultural, lo cual no ocurre por el momento en nuestro país en grado suficiente.

No debe confundirse el plano académico con el político. En este último caso se trata de conciliar y de acordar según sea la comprensión de la opinión pública. Desde la tribuna el político no puede decir lo que le venga en gana, debe considerar lo que por lo menos una parte significativa de la gente pueda masticar y digerir de lo contrario tendrá sus días contados como político. Hace tiempo que venimos insistiendo en la imperiosa necesidad de trabajar en proyectos de fondo que contribuyan a mover las agendas. No es posible saltar etapas. Lo primero viene primero, de lo contrario ponemos las carretas delante de los caballos.

Afortunadamente se ha constituido una oposición numerosa en ambas cámaras del Congreso y está en proceso una renovación de dirigentes al efecto de evitar la concentración en personeros de primera fila del fallido gobierno anterior. Aquellos, en este corto período desde que asumió el actual gobierno han batallado para poner freno a abusos extremos. Quienes los han votado en su inmensa mayoría no fue para respaldar la gestión fracasada sino desesperadamente para salvaguardar principios elementales del republicanismo como la libertad de prensa y lo que queda en pie de la Justicia. Sin duda que desde la perspectiva del liberalismo lo actuado en diversos planos es de un gran mérito y solvencia pero por ahora resulta muy incompleto y hay muchísimo más que hacer y es imprescindible percatarse de lo que ocurre y administrar con prudencia y cuidado lo que existe y no lo que nos gustaría a los liberales que tenga lugar. El fraccionamiento de la oposición solo servirá para fortalecer el populismo extremo. Es aconsejable que los liberales intenten alimentar esta nueva oposición basados en proyectos y críticas constructivas, con la necesaria conciencia de las severas limitaciones del caso que impone la realidad de nuestra historia y, como decimos, mirar con detenimiento el plano de la batalla cultural donde no debe haber contemplación de ninguna naturaleza.

Lamentablemente se invierten los roles: algunos las juegan de valentones en el plano político y retroceden y se aplastan cuando se esgrimen ideas de fondo como la eliminación de la banca central que siempre succiona el poder adquisitivo, el ministerio de educación que impone pautas curriculares en lugar de abrir la competencia en auditorias cruzadas en busca de la excelencia, las embajadas que estaban bien para la época de las carretas y no de las teleconferencias, la agencia oficial de noticias típica del fascismo, el instituto de estadísticas dependiente del aparato estatal y tantas otras propuestas que hemos expuesto en detalle en diversas ocasiones.

Si cada uno asume su responsabilidad en contribuir diariamente a que se comprendan los pilares del respeto recíproco, se acortará la distancia con otra posible circunstancia futura para poder concretar la consolidación de un partido liberal, pero ahora no es el momento. En ese sentido, recuerdo lo relatado por Ortega: en una oportunidad, un sacerdote celebraba misa y a cada cosa que decía el monaguillo repetía “Ave María Purísima”, pasado un tiempo razonable en que se reiteraba el coro del ayudante circunstancial el cura perdió la paciencia y le dijo: “Mira, lo que dices es muy interesante pero no es el momento”.

 

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. en Ciencias de Dirección. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, fue profesor y primer rector de ESEADE durante 23 años y luego de su renuncia fue distinguido por las nuevas autoridades Profesor Emérito y Doctor Honoris Causa. Es miembro del Comité Científico de Procesos de Mercado, Revista Europea de Economía Política (Madrid). Es Presidente de la Sección Ciencias Económicas de la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires, miembro del Instituto de Metodología de las Ciencias Sociales de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas, miembro del Consejo Consultivo del Institute of Economic Affairs de Londres, Académico Asociado de Cato Institute en Washington DC, miembro del Consejo Académico del Ludwig von Mises Institute en Auburn, miembro del Comité de Honor de la Fundación Bases de Rosario. Es Profesor Honorario de la Universidad del Aconcagua en Mendoza y de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas en Lima, Presidente del Consejo Académico de la Fundación Libertad y Progreso y miembro del Consejo Asesor de la revista Advances in Austrian Economics de New York. Asimismo, es miembro de los Consejos Consultivos de la Fundación Federalismo y Libertad de Tucumán, del Club de la Libertad en Corrientes y de la Fundación Libre de Córdoba. Difunde sus ideas en Twitter: @ABENEGASLYNCH_h

Reiteración de la coyuntura y ausencia del debate de ideas

Por Alberto Benegas Lynch (h). Publicado el 26/4/19 en: https://www.lanacion.com.ar/opinion/columnistas/reiteracion-de-la-coyuntura-y-ausencia-del-debate-de-ideas-nid2241761

 

Casi todo se ha vuelto una eterna reiteración sobre los acontecimientos diarios, lo cual naturalmente no permite espacios para tomar distancia y pensar el futuro a los efectos, precisamente, de permitir coyunturas mejores. La permanente concentración en el día a día no da espacio para modificar el rumbo, con lo que la repetición de errores se hace inexorable.

Sin duda que la coyuntura permite estar informado, son las noticias del momento que deben trasmitirse en el contexto de una irrestricta libertad de expresión, pero la obsesión por detenerse solamente en tapar incendios bloquea la posibilidad de abrir nuevos horizontes e ir al fondo de los problemas al efecto de subsanarlos.

Ni bien alguien se atreve a explorar otros campos irrumpen personajes que denuncian “lo políticamente incorrecto” muy preocupados por quien se sale del libreto, a lo que se suelen agregar diatribas personales que no ayudan a despejar telarañas mentales.

Se vive en estados de emergencia como consecuencia de que son muy escasos los que se toman el trabajo de imaginar cosas diferentes. Es como el perro que pretende morderse la cola en círculos desesperados. Así no se zafa de una infame calesita que no cesa de machacar sobre los mismos panoramas.

Desafortunadamente cuando se recoge el guante y se anuncia un debate que contiene ideas de fondo no aparece mejor ocurrencia que proponer la manera de vender la idea. Craso error. Las ideas no se venden en el sentido de que no están sujetas a las estrategias de comercialización como cuando se vende un dentífrico o un desodorante. En estos casos y en todos los demás, cuando se pretende colocar un producto en el mercado es del todo irrelevante explicarle al cliente potencial cuales fueron los procesos de producción involucrados puesto que se consumiría malamente el tiempo en lugar de centrar la atención en los beneficios que reportaría la adquisición del bien en cuestión por parte del comprador.

Sin embargo, a menos de que se trate de un fanático que compra cualquier cosa con solo insinuársela, en el caso de las ideas es inexorable la cuidadosa explicación y argumentación en el contexto de rastrear la genealogía de la idea en cuestión para que el receptor la comprenda y la acepte. En otros términos, no se trata de una venta en la que se exhiben las ventajas del producto final sino, como queda dicho, se torna indispensable explicar el “proceso de producción” y fundamentación de la idea.

La capacidad de síntesis es muy bienvenida pero hay ideas que demandan razonamientos que insumen tiempo y que no pueden ser tratados livianamente.  Lo aparentemente expeditivo puede eventualmente hacer de apoyo logístico pero no puede reemplazarse la detenida lectura de ensayos, artículos, libros y el dictado de clases que exponen conceptos de cierto espesor, la lectura “vertical” se diferencia de la “horizontal” que según Ortega “patina sobre las letras”. No es conducente jibarizar y mutilar razonamientos, pues no solo erraremos fieramente la meta sino que terminaremos hablando como Tarzán. En la mayor parte de los debates actuales hace falta biblioteca a gritos.

Estimo que el mal de nuestro tiempo es que nos consumimos la vida en describir el momento y sugerir medidas coyunturales mientras nos devoran los agujeros negros que se profundizan porque muy pocos son los que abren discusiones que pretenden correr el eje del debate.

Y en este orden de cosas, muchos son los que no se atreven a proponer cambios radicales en la agenda, en cambio lo que genéricamente podemos denominar las izquierdas muestran mucho mayor coraje para plantarse en temas que consideran de fondo para sus propósitos. Recordemos muy especialmente la tercera escena del cuarto acto de Hamlet: “Las enfermedades que crecen desesperadamente, se resuelven a través de medidas desesperadas, o no se resuelven”. Para ilustrar esta línea argumental aludo a un graffiti en las calles del mayo francés sobre lo que es pertinente detenerse a meditar: “seamos realistas, pidamos lo imposible”.

En esta contexto es del caso apuntar a la perogrullada de que “una cosa es la teoría y otra la práctica” para significar el absurdo de que una cosa puede funcionar en teoría pero no lo puede hacer en la práctica. Si el proceso se basa en una buena teoría quiere decir que sirve a la práctica en el sentido de que “nada hay más práctico que una buena teoría”, lo contrario es andar por la vida a los tumbos dando palos de ciego. Todo lo que hoy disfrutamos sea la computadora, la medicina, la alimentación, el transporte y demás es fruto del análisis teórico imbuido de la característica de la provisonalidad, abierto a posibles refutaciones.

A esta altura de los acontecimientos que son del dominio público no es suficiente concluir que debe reducirse el gasto público, lo cual constituye una abstracción hay que decir concretamente que funciones se eliminarán y no podar para evitar el mayor vigor tal como ocurre en la jardinería.

Consigno un ejemplo telegráfico de lo que quiero significar con debates de fondo.  Me refiero a la necesidad de cuestionar y reformar el mal llamado sistema de seguridad social (que es en verdad un sistema de inseguridad antisocial). Un sistema de reparto quebrado bajo cualquier criterio actuarial con que se lo quiera mirar en todas partes del mundo en que se lo aplica y ha servido para que los aparatos estatales echen mano a los fondos para financiarse y colocar en su lugar los consabidos títulos públicos que aumentan aun más las deudas.

No se trata de pasar a un sistema de capitalización privado obligatorio sino de permitir que cada uno disponga del fruto de su trabajo, tal como era antaño antes del maldito “estado benefactor” (en verdad estado saqueador).

Se ha dicho que si el gobierno no obliga a la gente a aportar, no proveerá para su vejez lo cual contradice lo realizado por inmigrantes en distintas partes del mundo, por ejemplo, en Argentina donde nuestros ancestros invertían en terrenitos y departamentos que más adelante fueron asaltados por las leyes de alquileres y desalojos.

Este razonamiento no sigue el silogismo hasta sus últimas consecuencias puesto que cuando los pensionados cobren las jubilaciones debido a los aportes compulsivos habrá que ponerles un policía para verificar que no vayan a emborracharse al bar de la esquina, con lo que se habrá cerrado el círculo orwelliano.

Entre nosotros, mucho más adelante se intentó revertir parcialmente el problema abriendo la posibilidad de elegir sistemas privados pero obligatorios que otro gobierno decidió estatizar nuevamente en uno de los atracos más colosales de la historia argentina por cuya idea fue premiado un fulano con la vicepresidencia.

Por supuesto que esto involucra una serie de intereses creados pero todas las medidas de fondo lo hacen, el asunto es evaluar el costo-beneficio. Las medidas que van a la raíz de los problemas son difíciles pero necesarias para corregir el estado de cosas que perjudica muy especialmente a los más necesitados por la carga tributaria y el endeudamiento que se acopla al mantenimiento de estructuras inútiles.

En otros términos, tenemos que salir del atolladero de la coyuntura y plantear temas de fondo, al efecto de vislumbrar horizontes más promisorios y no estar condenados al cercenamiento de libertades.

 

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. en Ciencias de Dirección. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, fue profesor y primer rector de ESEADE durante 23 años y luego de su renuncia fue distinguido por las nuevas autoridades Profesor Emérito y Doctor Honoris Causa. Es miembro del Comité Científico de Procesos de Mercado, Revista Europea de Economía Política (Madrid). Es Presidente de la Sección Ciencias Económicas de la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires, miembro del Instituto de Metodología de las Ciencias Sociales de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas, miembro del Consejo Consultivo del Institute of Economic Affairs de Londres, Académico Asociado de Cato Institute en Washington DC, miembro del Consejo Académico del Ludwig von Mises Institute en Auburn, miembro del Comité de Honor de la Fundación Bases de Rosario. Es Profesor Honorario de la Universidad del Aconcagua en Mendoza y de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas en Lima, Presidente del Consejo Académico de la Fundación Libertad y Progreso y miembro del Consejo Asesor de la revista Advances in Austrian Economics de New York. Asimismo, es miembro de los Consejos Consultivos de la Fundación Federalismo y Libertad de Tucumán, del Club de la Libertad en Corrientes y de la Fundación Libre de Córdoba. Difunde sus ideas en Twitter: @ABENEGASLYNCH_h