La gestión política del resentimiento

Por Mauricio Alejandro Vázquez. Publicado el 1/11/20 en: https://www.dataclave.com.ar/opinion/la-gestion-politica-del-resentimiento_a5f9e0994daaeb8185c91140a

La propaganda no se asienta en la razón, sino en la emoción. «El rico se abusa del pobre, porque es rico y nada más», suelen afirmar ciertos sectores. El resentimiento como conformación de una determinada cadena de valores. ¿Es viable una Nación con estas características?


La propaganda política no se asienta en la razón sino en la emoción.
 El entendimiento acabado de esta simple frase de trece palabras, divide las aguas entre quienes son efectivos a la hora de ganarse el caudal de legitimidad que emana del pueblo, y los que perecen en intentos fútiles.

Desde la reciente “son cosas que pasan entre ricos”, de Alberto Fernández, al referirse al intento de usurpación de la propiedad de la familia Etchevehere, pasando por otros latiguillos discursivos similares que se han lanzado al gran público, ocultos tras la mascarada de la espontaneidad, ha existido desde el comienzo de la gestión iniciada a nivel nacional en Diciembre de 2019, un claro intento de gestionar las pasiones más oscuras de nuestro pueblo, a su favor.

Así, el asesinato de Fernando Báez Sosa en enero de 2019, se instaló desde la perspectiva de un grupo de rugbiers ricos y asesinos, cuando el fenómeno podía ser también ilustrado desde otras perspectivas. Por ejemplo, los excesos que se producen por la falta de control policial, el abuso del alcohol y/o las drogas, una sociedad cada vez más violenta, o tantos otros enfoques que eran igualmente válidos pero que quedaron relegados frente al recurso discursivo que despierta una indignación emocional mayor: “el rico se abusa del pobre, porque es rico y nada más”.

Lo mismo se hizo cuando fue evidente que el Covid-19 sí llegaría al país, contrario a lo que el Ministro de Salud, Ginés Gonzales García, afirmó desde un primer momento. En esta ocasión se instaló rápidamente la idea de que el arribo del virus era producto de “los ricos que viajaban a Europa”. Del mismo modo se expresó a nivel subnacional en su momento, Marcelo Saín, ministro de Seguridad de Santa Fe, al afirmar que la pandemia era responsabilidad de “los chetos”.

Valgan estos ejemplos para representar, entre muchos otros, la estrategia comunicativa preferida de quienes se asientan en el espectro ideológico del centro a la izquierda, no solo en nuestro país, sino en todo Latinoamérica. La oligarquía, los chetos, los ricos, la insensible y egoísta clase media, “los del campo”, los antipatria, entre otras imágenes discursivas similares, son los sujetos que constituyen ese “otro” tan necesario, en los ejercicios de propaganda.

El fenómeno en sí funciona, en base a dos hechos fácticos. En primer lugar, Latinoamérica es una de las regiones del globo con mayor pobreza y, por tanto, desde una regla meramente lógica, los pobres son muchos y los ricos pocos. Por ende, ¿a quiénes debería emocionar un candidato que quiere ganar elecciones sin esforzarse demasiado en gestionar un discurso superador? ¿En quienes debería buscar una legitimidad a prueba de razones, sobre todo, cuando no hay mucho éxito real para mostrar? En segundo lugar, existen varias emociones que los comunicadores conocemos como prevalentes y fácilmente manejables en los discursos políticos. El miedo es uno, desde ya. El otro es el resentimiento.

Valga esta breve digresión para señalar que el resentimiento es algo profundamente diferente a la envidia. Si esta última es una señal emocional de aquello que anhelamos y, en tal sentido, algo hasta útil cuando es percibido por aquellos con algún tipo de entrenamiento en la gestión de sus propias emociones, el resentimiento es diametralmente distinto.

El resentimiento está formado por una cadena de valoraciones que pueden dispararse por la emoción de envidia, pero que luego transcurre a la siguiente idea: “Yo no tengo X, y no lo tengo porque sí lo tiene Y, e Y lo tiene porque en algún momento me/nos quitó H”. Esta cadena causal, se puede encontrar en un sinnúmero de piezas retóricas que inundan nuestra región. Desde “Las venas abiertas de América Latina”, libro del cual el propio Galeano renegó antes de morir, a la gran mayoría de los discursos de los que, como decía anteriormente, se sitúan del centro a la izquierda del espectro.

Lo que muchas veces no se percibe, son los concomitantes de estas estrategias tan efectivas. Por un lado, la profundización del recelo social y la destrucción sistemática de las posibilidades de armonizar intereses entre quienes más necesitan cooperar en sociedades como las nuestras. Del mismo modo, luego, la creciente violencia social que de esta situación se deriva.

Y, por último, y solo para no hacer más extenso este artículo porque podríamos encontrar infinitos subproductos negativos de esta estrategia de propaganda, el desempoderamiento sistemático de quienes a partir de estos relatos perciben que no pueden hacer nada para salir de la situación en la que se encuentran, y que solo dependen del favor de aquellos que se auto postulan como sus salvadores políticos.

En resumen, la gestión política del resentimiento, es una estrategia propagandística que trae frutos de corto plazo, como los trajo en Chile en el referéndum del pasado 25 de octubre, por ejemplo, pero que, en el mediano y largo plazo, solo destruye los lazos que hacen a la posibilidad de generar sociedades en donde predomine la cooperación y la verdadera movilidad social.

Mauricio Alejandro Vázquez es Título de Honor en Ciencia Política por la Universidad de Buenos Aires, Magister en Ciencias del Estado por la Universidad del CEMA, Magister en Políticas Publicas por la Universidad Torcuato Di Tella y coach certificado por la International Coach Federation. Ha trabajado en la transformación de organismos públicos y empresas. Actualmente es docente de Teoría Política, Ética, Comunicación, Metodología y administración en UADE y de Políticas Públicas en Maestría de ESEADE. También es conferencista y columnista en medios como Ámbito Financiero, Infoabe, La Prensa, entre otros. Síguelo en @triunfalibertad

Los peligros de caer en la falacia de la suma cero

Por Alberto Benegas Lynch (h) Publicado el 4/2/20 en: https://www.lanacion.com.ar/opinion/columnistas/los-peligros-de-caer-en-la-falacia-de-la-suma-cero-nid2330263

 

La tesis de esta nota periodística consiste en que buena parte de las falacias y malos entendidos en la economía proviene de sostener que en los procesos de mercado lo que gana uno lo pierde otro. Esta conclusión opera a contracorriente del hecho de que en toda transacción libre y voluntaria ambas partes ganan, de lo contrario no realizan el intercambio (suma positiva en la terminología de la teoría de los juegos). Este es el modo de obtener el enriquecimiento del conjunto en aquellos lugares en los que tienen lugar marcos institucionales respetuosos de los derechos de cada cual, al contrario de lo sucedido allí donde los aparatos estatales se inmiscuyen con el fruto del trabajo ajeno.

El concepto de la suma cero aparece en la antedicha teoría de los juegos donde naturalmente quedaría excluida la cooperación entre las partes en el mercado y solo tiene lugar, por ejemplo, en los juegos denominados de azar donde lo que gana uno lo pierde el otro. En términos algo técnicos, en el juego de suma cero no es posible alcanzar el denominado “equilibrio Nash”.

Debido a que Michel de Montaigne tuvo gran influencia en autores como Bacon, Descartes, Pascal y Rousseau, su dictum en cuanto  a que “no se saca provecho alguno sin perjuicio para otro”, la idea fue bautizada por Ludwig von Mises como “el dogma Montaigne”.

Pues bien, en primer lugar debe destacarse que la riqueza no es algo estático situación en la que quien obtiene beneficios restaría recursos para otro cual torta de cumpleaños. La riqueza es un proceso dinámico, no hay más que prestar algo de atención a la historia de la humanidad para constatar que con igual cuantía de recursos naturales el valor del conjunto se ha incrementado exponencialmente.

En física se ha visto desde la formulación precaria de Lucrecio pasando por Newton, Lavoisier y Einstein que nada se pierde y todo se transforma. La cuantía de la masa de materia, incluyendo la energía es la misma en el universo pero lo relevante para el aumento de la riqueza no es el incremento de lo material sino su valor. Puede ser que artefactos tales como un teléfono antiguo contengan más materia que un celular pero el servicio de este último y su precio son sustancialmente distintos.

Sin duda que los progresos se han retrasado y limitado en la medida en que se le ha dado la espalda a la sociedad abierta y se han adoptado políticas en las que el Leviatán ha asfixiado la energía creativa en un contexto donde irrumpen empresarios prebendarios que hacen negocios con el poder de turno a expensas de la gente. Por el contario, en la medida de la libertad se ha podido salir de la pobreza y lograr niveles de vida que ni siquiera los príncipes de la antigüedad lograron (solo basta referirnos a las infecciones colosales por una muela, sin mencionar la calefacción, los transportes, la alimentación y tantas otras cosas).

No es reclamando que se lesione el derecho de quienes crearon riqueza lícitamente la forma de prosperar, sino contribuyendo a crear el propio patrimonio sirviendo a otros. Quienes aciertan en atender las demandas de su prójimo obtienen ganancias y quienes yerran incurren en quebrantos.

Sin embargo y a pesar de lo consignado, se continúa machacando con la denominada “redistribución de ingresos” con el propósito de imponer una macabra guillotina horizontal en la obsesión por el igualitarismo. Esto significa que el gobierno vuelve a distribuir por la fuerza lo que la gente distribuyó pacíficamente en el supermercado y afines con sus compras y abstenciones de comprar.

Y esta política al contraer las tasas de capitalización debido a la mal asignación de los siempre escasos factores de producción inexorablemente reduce salarios en términos reales. Esto es así debido a que la inversión per capita es el único elemento que determina los ingresos. Mejor aun, tal  vez haya que prestarle atención a lo escrito por Thomas Sowell en el sentido que “los economistas deberíamos dejar de hablar de distribución puesto que los ingresos no se distribuyen, se ganan”.

En este mismo contexto y basados en el dogma Montaigne, se suele aconsejar la implantación de gravámenes progresivos lo cual constituye un castigo al éxito y, sobre todo, resulta en impuestos regresivos ya que, nuevamente, cuando el contribuyente de jure contrae sus inversiones resulta que quien se encuentra en el margen ve reducido su salario. También la progresividad altera las posiciones patrimoniales relativas respecto a las que había establecido la gente en el mercado y, como si todo esto fuera poco, afecta gravemente la movilidad social puesto que se interpone en el ascenso y descenso en la pirámide patrimonial.

Por último en este repaso telegráfico de la trampa que tiende la  suma cero, es un tanto tragicómico el análisis que se suele efectuar respecto al comercio exterior. Se insiste que es muy importante para un país exportar y que debe tenerse mucho cuidado con la importación. Si  este mismo razonamiento se aplicara a una persona y se le dijera que para su vida es fundamental que venda bienes o servicios pero que se abstenga de comprar, seguramente el interlocutor consideraría semejante propuesta como el  resultado de un desperfecto grave en el cerebro.

Aquella sugerencia es parida de las entrañas de las doctrinas mercantilistas del siglo xvi en las que se ponía de manifiesto un desconcepto de magnitud y es que el verdadero beneficio  para un país es acumular divisas . Esto no se aplica a una empresa puesto que es sabido que un alto índice de liquidez no implica prosperidad del negocio puesto que ese comercio puede estar en quiebra. Lo relevante es el patrimonio neto.

Aludir a un país es una forma abreviada de referirse a un grupo de personas reunidas dentro de ciertas fronteras. El análisis económico no  varía por  el mero hecho de interponerse ríos, montañas u otros accidentes geográficos y  delimitación  de fronteras siempre convencionales. Al fin  y al cabo, desde la perspectiva liberal la única razón para el fraccionamiento  del globo terráqueo en naciones es para evitar los riesgos fenomenales del abuso de poder de un gobierno universal.

A juzgar por los voluminosos “tratados de libre comercio” (un tratado de libre comercio que ocupa más de un folio no es de libre comercio) aún no se comprendió que las cerrazones perjudican especialmente a los países más pobres del grupo puesto que el incremento en productividad con ese comercio es mayor respecto a los más eficientes.

Sin duda que si los gobiernos introducen dispersiones arancelarias se crea un embrollo que conduce a cuellos de botella insalvables entre las industrias finales y sus respectivos insumos. Es paradójico que se hayan destinado años de investigación para reducir costos de transporte y llegados los bienes a la adunada se anulan esos tremendos esfuerzos a través de la imposición de aranceles, tarifas y cuotas.

Hay un dèjá vu en todo esto basado en distintas vertientes de la suma cero. En resumen, como señala Milton Friedman “La libertad de comercio, tanto dentro como fuera de las fronteras, es la mejor manera de que los países pobres puedan promover el bienestar de sus ciudadanos […] Hoy, como siempre, hay mucho apoyo para establecer tarifas denominadas eufemísticamente proteccionistas, una buena etiqueta para una mala causa”.

 

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. en Ciencias de Dirección. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, fue profesor y primer rector de ESEADE durante 23 años y luego de su renuncia fue distinguido por las nuevas autoridades Profesor Emérito y Doctor Honoris Causa. Es miembro del Comité Científico de Procesos de Mercado, Revista Europea de Economía Política (Madrid). Es Presidente de la Sección Ciencias Económicas de la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires, miembro del Instituto de Metodología de las Ciencias Sociales de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas, miembro del Consejo Consultivo del Institute of Economic Affairs de Londres, Académico Asociado de Cato Institute en Washington DC, miembro del Consejo Académico del Ludwig von Mises Institute en Auburn, miembro del Comité de Honor de la Fundación Bases de Rosario. Es Profesor Honorario de la Universidad del Aconcagua en Mendoza y de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas en Lima, Presidente del Consejo Académico de la Fundación Libertad y Progreso y miembro del Consejo Asesor de la revista Advances in Austrian Economics de New York. Asimismo, es miembro de los Consejos Consultivos de la Fundación Federalismo y Libertad de Tucumán, del Club de la Libertad en Corrientes y de la Fundación Libre de Córdoba. Difunde sus ideas en Twitter: @ABENEGASLYNCH_h

Demandas que degradan

Por Eduardo Filgueira Lima. Publicado el 13/10/16 en: http://www.libertadyprogresonline.org/2016/10/13/demandas-que-degradan/#.V_9sZdlKJOE.facebook

 

De acuerdo al criterio de Malena Galmarini (hay otros proyectos en danza) referido a que debería haber un cupo del 50% para cubrir en cargos electivos por mujeres -no siendo de ninguna manera misógino, sino por el contrario muy respetuoso de la mujer y sus derechos-, pienso que:

1) la propuesta degrada a la mujer porque la impone por obligación legal y no por sus méritos,

2) con el mismo criterio cualquier minoría grupo, o secta (o llámeselo como se quiera), podría pretender tener un cupo: ¿porque no un cupo para los ambientalistas, o para los gay o para los musulmanes, o para los judíos, o para las comunidades originarias.. ?????, y la lista sigue…… todos merecedores de mi respeto y consideración,.. pero no por ello de un cargo público.

Estos proyectos “imponen” derechos de sectores, grupos o facciones que se sienten que “deben” de acceder a lo que desean por imposición.

Estas imposiciones desatienden a muchos que tienen mejores condiciones y desalientan el camino del mejoramiento personal, como el de la sociedad.

Los derechos de ellos parecen estar así por encima de los derechos de los demás. Y sabemos que en países de medianos a bajos ingresos y con bajas oportunidades, la perspectiva de imponerse a través de la carrera política luce como una oportunidad muy atractiva.

Con proyectos de este tipo se desmerece la meritocracia y que ocupen los cargos de gobierno aquellos que más méritos tienen para ello (aunque reconozco que ya bastantes ineptos hay que ocupan bancas, cargo, funciones, etc. sin mérito propio y por solo ser militantes, avivados, amigos o parientes de funcionarios o políticos de turno).

El proyecto del cupo femenino 50% impone sin tener en cuenta los valores, ni la capacidad de quienes deberían ocupar esos cargos. Ello da como resultado una menor perspectiva de mejorar el gigantesco e ineficiente estado que tenemos y mayores para caminar hacia una democracia plagada de estupidez.

Por otro lado -y esto queda oculto en la discusión- existe un tema que atañe a la filosofía política: ¿Que es más importante (o debe priorizarse) en una democracia para que un país logre los objetivos que la misma supone: respetar los derechos individuales o superponer a ellos los derechos sociales?,.. digo esto porque se habrá notado que existe una notoria contradicción entre ambos.

Los derechos individuales son el resultado de miles de años de evolución de la humanidad, y se consagran institucionalmente porque son útiles a la convivencia y cooperación entre los hombres para alcanzar sus objetivos. Por ello son derechos universales, que luego son legitimados por la legislación y ninguno de ellos (salvo el derecho a la vida) son derechos absolutos.

Por otra parte existen otros bienes cuya protección y cuidado son importantes para el desarrollo de una sociedad (como la educación o la salud), por lo que se los considera de “interés público” y hacen al interés de toda la comunidad por sus consecuencias inmediatas o alejadas.

Pero determinados grupos de presión han incorporado “derechos” que solo son de interés de esos grupos específicos y que no hacen al conjunto, sino a su propia protección, lo que resultaría innecesario si se observan y cumplen los primeros.

Pero de igual forma son impuestos e incluso difundidos como prevalentes y no solo que sirvan de ejemplo para que la sociedad no solo los respete, sino también los imite y difunda, como la forma más adecuada de vida. Y aunque cada uno pueda elegir lo que desee como camino para definir sus propios objetivos de vida, la coerción que a través de estos “derechos de grupos” se ejerce resulta atentatoria de la convivencia social. Y se los trata de imponer como modelos de vida, aunque sea de interés de solo algunos, o derechos de algunos que debieran adoptar y proteger todos. Se trata de una forma de imposición de un pensamiento que supone iguales en importancia los “derechos de grupos” y los derechos individuales o los de interés público.

Si los derechos individuales (y/o los de interés público) quedan subsumidos a los grupos de interés,.. poco podemos esperar de la democracia, ya que los grupos a los que representa cada uno de los derechos sociales (inacabables e infinitos) podrá imponer su voluntad a todos!

De hecho ya sucede que facciones, o grupos para reclamar por lo que consideran sus derechos (sin ponerlos en tela de juicio) vulneran los derechos individuales que son la base de la convivencia social.

En el caso que nos ocupa: si una mujer accede a un cargo “por cupo”!,.. impide probablemente el acceso de otro que puede estar más capacitado. El resultado es que pasando por encima de uno perjudica a todos.

Este es un tema importante que incluso es motivo de grandes controversias -por posicionamientos ideológicos diferentes- cuyo debate incluye el pensamiento de muchas universidades.

Los que defendemos como base los derechos individuales -sin dejar de considerar que existen otros que son de interés público de gran importancia, pero que en todos los casos tienen límites (salvo el derecho a la vida) y no son todos los que se reclaman- somos criticados por un pensamiento dominante que pretende que cada uno pueda reclamar a su gusto por lo que considera su derecho,.. (lo que resulta inconmensurable e imposible) y que además se reclama al estado que pagamos todos!!

El colectivismo –perdida la batalla política- encontró la forma de colarse ideológicamente en la sociedad.

 

 

Eduardo Filgueira Lima es Médico, Magister en Sistemas de Salud y Seguridad Social,  Magister en Economía y Ciencias Políticas de ESEADE y Profesor Universitario.

EL EGOÍSMO RODANTE

Por Sergio Sinay: Publicado el 19/5/16 en: http://sergiosinay.blogspot.com.ar/2016/05/normal-0-21-false-false-false-es-mx-x.html

 

Cuando la publicidad transmite modelos de vida y pensamiento que empeoran que empeoran el mundo 

 

Poco después del triunfo bolchevique en Rusia, en octubre de 1917, Alisa Zinóvievna Rosenbaum, nacida en 1905, se exiliaba en los Estados Unidos con su familia. Con los años, nacionalizada estadounidense, sería autora de obras como El manantial y La rebelión de Atlas. También cambiaría su nombre por el de Ayn Rand. Así se convirtió en la mentora y deidad de lo que se conoce como egoísmo ético. Sin disimulo y sin pudor esta corriente aboga por un individualismo fundamentalista e implacable, rechaza toda idea de bien común o de limitación de los propios horizontes en bien de propósitos comunitarios. Los ve como una mutilación de la libertad y propone rebelarse ante eso sin miramientos. Sólo los zánganos y los mediocres, sostiene, pueden hablar de altruismo, cooperación, compasión, empatía y otras debilidades, gracias a las cuales se aprovechan para vivir del esfuerzo y la inteligencia de una minoría de individuos brillantes, tenaces, inteligentes, corajudos y bellos. Meritorios, en fin.

 

En el dogma de Rand pensar en los otros equivale a sacrificar la propia vida. No vale la pena. Quien ayuda a otro o se preocupa por él lo daña, sostenía esta filósofa, le dice que es incapaz de velar por sí mismo y, además, se entromete en una vida ajena. Lo mismo, según su argumento, hace el Estado cuando dicta leyes, las hace cumplir, cobra impuestos o arbitra la vida de una comunidad para resguardo del bien común. Rand exponía sus argumentos de una manera sencilla, elemental, furibunda y desvergonzada. Les decía a los egoístas recalcitrantes que está muy bien ser así y que no está mal pensar en uno mismo y en el propio bien. Por supuesto que no lo está, siempre y cuando ello ocurra en un marco donde se recuerde que todos somos apenas parte de un todo que nos significa y confirma. Pero el egoísta ético no se caracteriza solo por pensar en sí (cosa que todo ser humano debe hacer como principio elemental de supervivencia), sino por su incapacidad terminal de pensar en el otro, de registrarlo y reconocerlo, de percibir que le es necesario para su propia existencia (incluso para su propia existencia egoísta). En el egoísmo ético muchos valores sobran, estorban, perjudican al “más apto”, al “más fuerte”, al “mejor”.

 

Si donde Rand, fiel a sus ideas, escribe capitalismo, se leyera “nacionalsocialismo”, y donde dice “los más aptos, creativos e individualistas”, se leyera “arios”, “raza superior” y cosas parecidas, asomarse a sus libros provocaría cierto escalofrío. Ayn Rand (muerta en 1982) contó en su momento, y cuenta todavía, con legiones de seguidores, buena parte de los cuales están entre quienes tienen poder económico y político (el presidente Macri, sin ir más lejos, mencionó alguna vez a La rebelión de Atlas como su lectura favorita) o entre quienes aspiran a tenerlo. También entre quienes creen que el mundo sería extraordinario si no fuera porque existen los demás y sus necesidades.

 

En estos días un corto publicitario de General Motors activó las ideas de Raynd (mostrándolas como novedad propia, con un lenguaje ampuloso y pueril, como el de su autora original) para presentar el modelo Cruze de Chevrolet. Un coche, parece, solo para “meritócratas”. Es decir, para seres especiales, ajenos a la chusma de esforzados ciudadanos arrasados por minucias como la inflación desbocada, los aumentos salvajes, la angustia por el futuro y la negritud del horizonte de sus hijos. No es para gente que trabaja doce horas ni que ve morir sus sueños y proyectos porque todo, desde la suerte a las regulaciones, se les pone en contra, mientras se consume el tiempo de sus vidas y mientras tecnócratas teóricos, divorciados de la realidad, le explican por qué el dolor de hoy será el goce de mañana.

 

En el corto de Chevrolet las personas no parecen tales sino muñecos de siliconas, prototipos de una raza superior, y los escenarios semejan salidos de Un mundo feliz (la distopía imaginada por Aldous Huxley en 1931, mundo carente de dolor, frustración, deseo y vida). En su Introducción a la filosofía moral, James Rachels (1941-2003) recuerda que el egoísmo ético no responde a preguntas como ¿quién decide el mérito? y ¿qué me hace tan especial? Y apunta: “Al no contestar estas preguntas, resulta que es una doctrina arbitraria, como lo es el racismo”. En este caso es también egoísmo rodante.

 

Sergio Sinay es periodista y escritor, columnista de los diarios La Nación y Perfil. Se ha enfocado en temas relacionados con los vínculos humanos y con la ética y la moral. Entre sus libros se cuentan “La falta de respeto”, “¿Para qué trabajamos?”, “El apagón moral”, “La sociedad de los hijos huérfanos”, “En busca de la libertad” y “La masculinidad tóxica”. Es docente de cursos de extensión en ESEADE.

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Por Sergio Sinay: Publicado el 8/12/15 en: http://sergiosinay.blogspot.com.ar/2015/12/sola-porsergio-sinay-la-soledad-que.html

 

Hay soledades que se sufren y soledades que se eligen. Soledades necesarias y soledades humillantes. Soledades reparadoras y soledades trágicas. Soledades transitorias y soledades eternas. Hay soledades que son aprendizajes y soledades que desnudan un vacío existencial profundo y sin fondo.

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El ejercicio del poder es, para quien sepa entenderlo y cuente con recursos emocionales e intelectuales para asumirlo, preámbulo de soledad, a veces momentánea, a veces permanente. Qué tipo de soledad, será en cada caso una elección. Y esa elección se habrá hecho a lo largo de los años en que se ejercitó el poder. Cuando se lo hizo con soberbia, con prepotencia, con impiedad, sin el menor rasgo de empatía, con avaricia, sin escrúpulos, por encima de las instituciones y de las normas que lo regulan, con desprecio por los otros, con egoísmo, con autoritarismo, todo eso revestido de grosería y sin el menor rasgo del estilo y de la cortesía que requiere cualquier vínculo humano, la inevitable soledad posterior acaso llegue a ser lo más parecido al infierno en la tierra. Es difícil afirmarlo, las experiencias humanas más íntimas son intransferibles e inenarrables. Pero una ley de la vida dice que se cosecha lo que se siembra. No hay quejas válidas, ni culpables al respecto. Sólo responsabilidad. La responsabilidad es siempre individual y llama a hacerse cargo de las consecuencias de los propios actos y de las propias decisiones, y a responder por esas secuelas. La respuesta es ineludible y no se puede limitar a la palabra. Se responde con todo el ser.

Las consecuencias llegan a veces como una recompensa no buscada. Así ocurre con las acciones morales, centradas en el respeto por el otro y por su dignidad, en el enaltecimiento de los valores de la convivencia y de la cooperación para mejorar el mundo compartido, en el ejercicio de la humildad, la gratitud, la generosidad. No será este el caso de quien, en el cierre de una de las décadas más oscuras de la reciente historia argentina, y clausurando su ciclo al frente del gobierno más corrupto y autoritario desde la recuperación de la democracia, exhibió sin restos de pudor y casi con altivez, una clara ignorancia de las reglas de la democracia, desprecio por las instituciones y normas republicanas, ultraje a las pautas elementales de la comunicación, del lenguaje y de la sintaxis (ahí quedan para la historia sus innumerables tuits, que a medida que pasen los años se leerán posiblemente con incredulidad, con carcajadas o con horror). La última y póstuma semana de mandato fue pródiga en delirios paranoicos, en necedad, en narcisismo desbordado, en negación de la realidad y en recargado resentimiento.

Resultó tarde para victimizarse como “mujer sola”. Sobre todo si quien lo hacía ejerció el poder con los peores rasgos del machismo. Y si nunca mostró empatía y solidaridad de género (o simplemente humana) con miles de mujeres golpeadas y asesinadas por ser mujeres, con madres del dolor, con madres de la pobreza (bajo su mandato los pobres se reprodujeron y al mismo tiempo se ocultaron), con las hijas, las madres y las viudas de quienes murieron en accidentes viales y ferroviarios producto de la corrupción que ella acaudilló, con las madres cuyas hijas fueron devoradas por la trata de personas, con las madres de hijos destruidos por la droga mientras el narcotráfico crecía ante su indiferencia cómplice, con las madres, hijas y esposas  víctimas de la inseguridad que canallescamente se denominó “sensación”. Hay demasiadas verdaderas mujeres solas por múltiples motivos que no le son ajenos a ella. Pretender ser una de ellas es ofenderlas. Una ofensa más en la despedida.

Otras mujeres requieren y requerirán atención, acompañamiento, empatía, oportunidades. Hay que mirarlas a ellas, estar a su lado. El mundo está lleno de mujeres que han sabido y saben rodearse de amores, de amigas, de cariño. Mujeres que avanzan por una vida plena de sentido, en hermosas compañías. Cada quien cosecha lo que siembra.

 

Sergio Sinay es periodista y escritor, columnista de los diarios La Nación y Perfil. Se ha enfocado en temas relacionados con los vínculos humanos y con la ética y la moral. Entre sus libros se cuentan “La falta de respeto”, “¿Para qué trabajamos?”, “El apagón moral”, “La sociedad de los hijos huérfanos”, “En busca de la libertad” y “La masculinidad tóxica”. Es docente de cursos de extensión en ESEADE. 

Los grammy, daft punk y el espíritu cristiano

Por Alejandro Tagliavini. Publicado el 5/2/14 en: http://www.hoybolivia.com/Blog.php?IdBlog=39624&tit=los_grammy_daft_punk_y_el_espiritu_cristiano

¡Get Lucky! Me encanta, el tema que se llevó el Grammy a la Mejor Grabación del Año 2013 con el cual el dúo de música electrónica francés, Daft Punk, completó cinco premios incluido el de Mejor Disco por Random Access Memories. ¡Buenísimo! Toda la ceremonia -aunque algunas cosas no me convencieron- fue divertida y, como suele suceder en estos encuentros de artistas, hubo una carga social importante, una “onda” que los “hippies” de los 70 popularizaron pero que no era nuevo sino que, cuenta la leyenda, lo vivían las primeras comunidades cristianas. 
Este “espíritu cristiano”, durante los primeros años después de Cristo, suponía la sencillez del trabajo cotidiano, sin líderes mesiánicos, la familia y la cooperación voluntaria entre todos por el bien común. Ahora, dice la escolástica medieval, hay dos especies de justicia: la conmutativa, referida al intercambio pacífico y voluntario entre las personas como se da en el mercado cuando no interviene la coacción estatal, y la distributiva -que hace a la justicia social- y merece aclarase.

Recordemos que “justo es lo que le corresponde al sujeto según su naturaleza”. Por caso, un hombre tiene derecho a comer para poder ser tal, sobrevivir. Y, para que exista esta justicia, la distribución de los bienes queda confiada al mercado natural –las relaciones “económicas” del orden natural, creado por Dios según el tomismo aristotélico- es decir a las personas cooperando voluntariamente. Ahora, para santo Tomás de Aquino «La violencia se opone a lo voluntario y a lo natural, por cuanto lo voluntario y lo natural vienen de principio intrínseco, y lo violento de principio extrínseco» (S.Th., I-II, q. 6, a. 5).

Así, Etienne Gilson –el mejor comentarista del Doctor de la Iglesia- asegura que para el Aquinate «Lo natural y lo violento se excluyen recíprocamente» (‘El tomismo’, 2da. Parte, Capítulo VIII). Aristóteles aclara que «…se puede obligar a un caballo a que se separe de la línea por donde corre… Y así, siempre que fuera de los seres existe una causa que los obliga a ejecutar lo que contraría su naturaleza o su voluntad, se dice que estos seres hacen por fuerza lo que hacen… Esta será para nosotros la definición de la violencia y de la coacción: hay violencia siempre que la causa que obliga a los seres a hacer lo que hacen es exterior a ellos» (‘La Gran Moral’, I, XIII).

De modo que cuando el Estado, haciendo uso de su monopolio de la violencia, “regula” o impone “leyes” al mercado natural destruye este orden de cooperación voluntaria, creando desorden y pobreza como cuando cobra coactivamente impuestos que empobrecen a los más pobres porque los empresarios los pagan subiendo precios o bajando salarios. Así, tienen razón los críticos del capitalismo “regulado” al decir que “no son los pobres los que han aprovechado la riqueza sino los poderosos” porque la violencia siempre favorece a los más fuertes. Así, con esos impuestos coactivamente retirados del mercado, por caso, la Reserva Federal de EE.UU. ha transferido a los bancos astronómicos recursos de los pobres.

En definitiva, la “regulación” del Estado, en tanto monopolio de la violencia, en tanto que violencia, es contraria al espíritu cristiano y gravemente inmoral ya que la moral es el conjunto de normas que el hombre, la sociedad, deben respetar para adecuarse al orden natural, querido por Dios diría la escolástica medieval.

 

Alejandro A. Tagliavini es ingeniero graduado de la Universidad de Buenos Aires. Es Miembro del Consejo Asesor del Center on Global Prosperity, de Oakland, California y fue miembro del Departamento de Política Económica de ESEADE.

ALINEAR INCENTIVOS

Por Alberto Benegas Lynch (h)

No se trata de fabricar seres humanos según el molde de algún megalómano ni “hombres nuevos”, sino de tomar a las personas como son y encontrar el mejor camino para que cada uno pueda seguir su proyecto de vida sin lesionar derechos del prójimo. Cada cual responderá ante su conciencia por sus actos, pero nadie debiera tener la facultad de entrometerse en la vida ni en las haciendas de otros a menos que se recurra al derecho de autodefensa en vista del uso de la fuerza agresiva.

En última instancia, se trata de una cuestión de incentivos que permitan la cooperación libre y pacífica. Independientemente de la bondad o la maldad de distintos individuos, los incentivos adecuados ponen límites estrictos a la invasión a los derechos de cada cual y estimulan el entendimiento de la gente en pos de sumas positivas. En este cuadro de situación se tenderá a sacar lo mejor de cada uno, a diferencia de incentivos perversos que tienden a sacar lo peor de las personas.

Los incentivos de todos operan en dirección a pasar de una situación menos favorable a una que le proporcione al sujeto actuante una situación más favorable. Esto es independiente de cuales sean las particulares y subjetivas metas de cada uno. Siempre será un incentivo este paso de una situación a otra y será un desincentivo lo contrario (a veces denominado contraincentivo). Para que esto ocurra es indispensable una atmósfera de libertad cuya contratara es la responsabilidad.

Como todo no puede realizarse al mismo tiempo, cada uno, de modo explícito o implícito establece una jerarquía de valores en cuyo contexto no resultan posibles las comparaciones intersubjetivas y siempre estarán presentes los costos de oportunidad (al proceder en determinada dirección debe renunciarse a otra).

Los arreglos contractuales ajustan distintas situaciones al efecto de alinear intereses, tal como sucede en los ejemplo elementales del empleado y el empleador o de los gerentes y los accionistas (respectivamente agente y principal en cada caso) o cuando aparece la posibilidad de selección adversa o el riesgo moral (por ejemplo cuando compañías de seguros que optan por asegurar en grupos para evitar primas elevadas y así distribuir riesgos).

El entramado de incentivos que permiten la armónica y productiva cooperación social está basado en la institución de la propiedad privada. Dado que los recursos son limitados en relación a las necesidades ilimitadas, la propiedad privada permite que se les de el uso más eficiente a los factores de producción disponibles. El cuadro de resultados establece un sistema de recompensas para quienes mejor atienden las necesidades del prójimo y de castigo para quienes se equivocan en el uso de sus recursos en cuanto a las preferencias de los demás. Asimismo, este aprovechamiento de los bienes existentes conduce a la maximización de las tasas de capitalización, lo cual, a su turno, hace que aumenten los salarios e ingresos en términos reales.

En cambio, cuando irrumpe “la tragedia de los comunes” donde no se asignan derechos de propiedad, el panorama de incentivos se modifica sustancialmente. El comportamiento de personas que viven en un mismo edificio es radicalmente distinto cuando cada uno posee un departamento respecto a cuando todo es de todos. El trato cambia, los modales y la convivencia operan de forma diferente. Como queda dicho, el derecho de propiedad hace florecer lo mejor de las personas, mientras que la colectivización muestra la peor cara. En cada intercambio libre y voluntario, es decir, en el contexto de la sociedad contractual, las partes se agradecen mutuamente, sea en una transacción comercial o en una simple conversación, por el contrario, cuando todos pelean por lo que existe sin que nadie tenga títulos de propiedad se traduce en la lucha de todos contra todos.

El derecho a la propiedad privada deriva del derecho a la vida: la posibilidad de usar y disponer el fruto del propio trabajo y muchos de los goces no crematísticos están también vinculados con esa institución, como la libertad de expresión atada a la propiedad de imprentas, periódicos, ondas electromagnéticas y equivalentes, la preservación de la intimidad presupone la inviolabilidad del domicilio, el matrimonio supone el respeto a los consiguientes arreglos contractuales, el teatro y el cine libres e independientes dependen de edificios y otras propiedades, y así sucesivamente.

Como ya he apuntado en otras ocasiones, el contrato implica la propiedad y la vida es una serie prácticamente sin interrupción de contratos. Nos levantamos a la mañana y tomamos el desayuno (estamos en contacto con transferencias de derechos de propiedad a través de la compra-venta, sea del refrigerador, el microondas, el pan, la leche, la mermelada, los cereales, el jugo de naranja o lo que fuere). Tomamos un taxi, un tren, un bus y llevamos los hijos al colegio (contratos de adquisición, de enseñanza, de transporte). Estamos en el trabajo (contrato laboral), encargamos a nuestra secretaria ciertas tareas (mandatos) y a un empleado un trámite bancario (contrato de depósito), para solicitar un crédito (contrato de mutuo) o para operar ante cierta repartición (gestión de negocios). Alquilamos un inmueble para las vacaciones (contrato de locación), ofrecemos garantías (contrato de fianza). Nos embarcamos en una obra filantrópica (contrato de donación). Resolvemos los modos de financiar las expensas de nuestra oficina o domicilio (contrato societario), etc. Este haz de contratos solo tiene sentido si no se dispone de los derechos que se intercambian. En esta trama de intercambios consiste la célebre figura de “la mano invisible”, no es que las cosas suceden arbitrariamente y por casualidad sino que procede cada cual con el acuerdo de su prójimo y no lo imponen los burócratas a su medida.

El objetivo en este clima de tolerancia recíproca estriba en contar con marcos institucionales que logren estos propósitos nobles para que cada uno pueda proseguir con su vida sin lesionar derechos de terceros. Entonces,  en este cuadro de situación, deben estudiarse cuidadosamente los incentivos inherentes al monopolio de la fuerza que denominamos gobierno al efecto de evitar tensiones y contradicciones de incentivos y compararlos con las posibles alineaciones que puedan surgir en los debates que se llevan a cabo respecto a las externalidades, los bienes públicos y el dilema del prisionero y proceder en un contexto evolutivo sin pretender la perfección que nunca estará al alcance de los mortales y sin pretender nunca introducir tajos abruptos en la historia sino a través de la comprensión de números suficientes de personas que estén persuadidas de los caminos a tomar con la plena conciencia de que nunca se llegará a una meta final y que las corroboraciones son provisorias sujetas a refutaciones.

Por último, debe destacarse que los incentivos a defenderse de situaciones difíciles y amenazantes abren las puertas a procesos que aun sin deliberadamente dirigirse a la filosofía de la sociedad abierta, de hecho la apuntalan vía órdenes espontáneos más complejos y ricos que los que cada uno podría concebir. Ejemplos de ello son los crecientes sistemas educativos digitales paralelos a las universidades establecidas (muy especialmente la excelencia del ahora muy difundido MOOC), el home-schooling, las escuelas virtuales y el correspondiente coaching  que elimina en estos rubros las autoridades gubernamentales de control, los barrios cerrados que disminuyen el peso de las calles y las iluminaciones estatales, la seguridad privada que minimiza el requerimiento de la policía oficial, los arbitrajes que en gran medida dejan de lado la justicia gubernamental y las mutuales de medicina que barren con los esquemas impuestos por los aparatos estatales, que pueden extenderse a públicos mucho más amplios en la medida en que los sindicatos no operen coactivamente en los monopolios denominados “obras sociales”.

Es importante prestar atención a procesos evolutivos abiertos sin la participación de los obstinados por manipular el fruto del trabajo ajeno, quienes se sienten con “derecho” sobre la vida del prójimo que todavía debe agradecerles sus sandeces, puesto que como escribe Norbert Bilbeny en El idiota moral “la necedad constituye un enemigo más peligroso que la maldad. Ante el mal podemos al menos protestar, dejando al descubierto y provocar en el que lo ha causado alguna sensación de malestar. Ante la necedad, en cambio, ni la protesta surte efecto. El necio deja de creer en los hechos e incluso los critica; se siente satisfecho de sí mismo y si se le irrita pasa al ataque”.

 

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. En Administración. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas y fue profesor y primer Rector de ESEADE.