Clave: si Macri no reduce el gasto público, PBI no subirá

Por Armando Ribas. Publicado el 1/8/17 en: http://www.libertadyprogresonline.org/2017/08/01/clave-si-macri-no-reduce-el-gasto-publico-pbi-no-subira/#.WYBp1Xj6qM0.facebook

 

En una reciente exposición el presidente del Banco Central, Federico Sturzeneger, expresó que en el primer trimestre del año el PBI creció un 1,1% y que se prevé que en el segundo suba un 0,99%, niveles que anualizados alcanzarían entre un 4,3 y un 4,0%. ¿De dónde surgen esos datos? Hasta ahora no están disponibles, por tanto los mismos entrañan una predicción sin explicación de cuáles son las políticas que se están siguiendo para lograr ese resultado.

Seguidamente expuso la teoría de que si sube la inflación baja el PBI y que cuando baja la inflación sube el PBI. Me voy a permitir disentir con esa tesis. Lo que determina en última instancia la caída en el PBI es el aumento del gasto público. Y si alguna duda cabe al respecto vale analizar el proceso económico de los principales países de la Unión Europea en los últimos cincuenta años (ver cuadro). Lo mismo ha ocurrido en Estados Unidos donde la tasa de crecimiento económico en los últimos años ha caído a menos del 2% anual incluida la crisis de 2008, en tanto que el gasto público se acerca en la actualidad al 40% del PBI. Y el problema económico argentino en la actualidad es el nivel del gasto público consolidado -Nación y provincias- que de acuerdo a nuestras estimaciones en el 2016 alcanzó a 56% del PBI.

La conclusión del Gobierno al respecto es que dado que espera que la inflación se reduzca en el año, habrá de producirse un incremento en la actividad económica. Como podemos ver igualmente en los países europeos no hay inflación y la economía europea como hemos visto no crece. No obstante el Ministro de Hacienda Nicolás Dujovne prevé un crecimiento del 3% en el año y al respecto dice: “Van nueve meses de crecimiento robusto y fuerte”. No se sabe a qué nueve meses se refiere, pues todavía no hay datos referentes al segundo trimestre del año. Por tanto se estaría refiriendo a los últimos seis meses del 2016 y al primer trimestre del 2017. Pero he aquí que la economía argentina en el 2016 cayó un 2,3% respecto al año anterior y los datos disponibles correspondientes al primer trimestre del año muestran un incremento del 0,3% respecto a igual período del 2016. Por tanto un crecimiento este año de un 3% sólo determina un crecimiento del 0,67% respecto al nivel del PBI en 2015.

Respecto al tipo de cambio Sturzenegger se manifestó diciendo que el peso no estaba revaluado pues era el resultado del mercado libre. Sí, pero no se puede ignorar que el mercado está condicionado por la política monetaria interna. Como ya hemos explicado la tasa de interés interna es negativa en términos reales. Recientemente se aumentó la tasa de interés de las Lebac al 26% anual, que podría ser positiva en términos reales si se reduce la inflación. En la medida que el precio del dólar se retrasa la tasa de interés resultante en dólares alcanza niveles siderales, precisamente en un mundo occidental donde la tasa de interés fluctúa alrededor del 1% anual. Por esa razón es posible que aumenten las reservas del Banco Central debido a la entrada de capitales financieros que compensan el déficit comercial registrado en los primeros cinco meses del año de u$s1.863millones.

Ya debemos saber que la revaluación monetaria determina una caída en los precios de los productos importados y un incremento de los precios internacionales de los productos nacionales. Ello implica un incremento en la demanda internacional y una caída en las exportaciones de bienes nacionales. O sea como bien lo describe Andrew Moravcsik en su artículo del Foreign Affairs “Europe’s Ugly Future. Allí se refiere al euro que impide que ciertos países de la Unión Europea puedan devaluar su moneda y consecuentemente aumenta la demanda de los productos alemanes. Asimismo se refiere a que cuando en 1920 muchos países retornaron al patrón oro culminara la Gran Depresión de la década del treinta.

La sobrevaluación del peso ha sido un problema pertinaz de la política económica argentina, regida por el presupuesto de que el control cambiario es instrumental para controlar la inflación. Y por supuesto que la devaluación tiene un efecto inflacionario. La realidad es que la inflación es deterninada por la política monetaria y fiscal y la devaluación es su consecuencia no su causa. Tal como hemos mostrado en nuestro anterior informe el tipo de cambio de paridad del peso hasta mayo era de $21,97 por dólar. Consecuentemente con respecto al tipo de cambio actual que alcanza $17,39 por dólar, habría una revaluación del peso del 26,34%.

Volviendo a la problemática del gasto público, recordemos las palabras de Milton Friedman al respecto: “Lo que importa no es el déficit sino el nivel del gasto. El total del peso del impuesto es lo que el gobierno gasta, no esos recibos llamados impuestos. Si no se reduce el gasto, por tanto la disminución de los impuestos meramente disimulan más que reducen el peso” Y al respecto George Gilder añadió: “No es principalmente el déficit federal la causa de la inflación. Si el déficit fuera cerrado por impuestos más altos -y la oferta monetaria permaneciese constante- el nivel de precios subiría en la forma ortodoxa de la ley de costos”.

Ya debiéramos saber que la experiencia argentina más reciente respecto a la revaluación del peso fue durante el Gobierno de Menen. El mantenimiento del uno a uno y el desequilibrio causado por el mismo, fue denominado por la izquierda como el nuevo-liberalismo, para descalificarlo ética y económicamente. Y ese proceso de desequilibrio económico se produjo no obstante que el nivel del gasto público a la llegada de los Kirchner al poder no superaba el 23% del PBI.

El desequilibrio económico causado por el nivel del gasto público continúa siendo el impedimento de lograr el proceso de cambio favorable que pretende el Gobierno de Macri. Es decir la restauración de la seguridad jurídica, la apertura de la economía y la integración de la Argentina al mundo no ha logrado superar el desequilibrio económico heredado. Hasta la fecha la política seguida por el Gobierno es reducir el nivel de inflación vía la política monetaria, y como ya hemos explicado la inflación no es la causa del desequilibrio sino su consecuencia. Es más, Macri se manifestó al respecto diciendo que no bajaría el gasto sino que haría crecer el PBI.

El problema es que en la medida que no se baje el gasto público no crecerá el PBI.

 

Armando P. Ribas, se graduó en Derecho en la Universidad de Santo Tomás de Villanueva, en La Habana. Obtuvo un master en Derecho Comparado en la Southern Methodist University en Dallas, Texas. Es abogado, profesor de Filosofía Política, periodista, escritor e investigador y fue profesor en ESEADE.

La medicina venezolana en terapia intensiva: fuga de talentos y escasez permanente.

Por Belén Marty: Publicado el 29/8/14 en: http://es.panampost.com/belen-marty/2014/08/29/la-medicina-venezolana-en-terapia-intensiva-fuga-de-talentos-y-escasez-permanente/

 

A Gustavo Villasmil tuve la dicha de conocerlo en un seminario que ambos cursamos en Alemania hace un año. Multifacético, es médico cirujano, militante por las causas de la libertad y secretario de Salud del Estado de Miranda en Venezuela, el distrito que conduce el opositor Henrique Capriles Radonsky.

Gustavo Villasmil, médico cirujano de Venezolano.

Recuerdo de entonces a un hombre muy observador de mirada profunda, y algo nostálgica, quizás de su pasado como estudiante de la Universidad Central de Venezuela (UCV), una de las universidades más prestigiosas. Su personalidad contenía una mezcla de picardía, humor caribeño y una pizca de curiosidad que la llenaba con preguntas sobre Argentina, mi país.

De manera razonable, presumo, consideré que era mi tiempo de conversar con él sobre la frágil situación del sistema de salud venezolano, dado que GV, como le gusta firmar todos sus correos, ha trabajando previamente en las trincheras de la salud pública: Fue el jefe del Servicio de Urgencias del Hospital Vargas de Caracas desde 1999 hasta octubre de 2004.

El mundo ha reportado sobre harto desabastecimiento que afecta a Venezuela, desde productos de higiene como el papel higiénico, hasta pasta dental o ingredientes tan básicos como el aceite, la harina, la leche o el pollo.

Con las medicinas sucede igual. Asegura que lo que está pasando en el país  “no pasa ni siquiera en África”.

“En Caracas, es más probable que un vendedor de calle a las puertas de un hospital expenda, por ejemplo, la Vancomicina (un tipo de antibióticos), que no se encuentra en establecimientos de farmacia ni en droguerías. Ahora mismo faltan medicamentos elementales (antihipertensivos, etc)”.

Según él, la clave para muchos pacientes es esperar a que algún pariente que viva en el extranjero les envíe una dotación del medicamento que necesitan a través de algún pasajero o tripulación de cabina. “Así estamos…”, lamenta.

“La escasez de medicinas es una de las expresiones más claras del ‘Estado fallido’ en que nos hemos convertido en materia sanitaria”, dice. Se encuentra a más de 4.600 kilómetros de distancia, pero puedo imaginármelo mirando hacia arriba y levantando los hombros en clara señal de indiferencia.

“El Estado debe darnos garantías mínimas de seguridad y orden. La provisión de un marco regulatorio en lo que concierne al medicamento es una función estatal indeclinable. Nos inundan de productos cubanos, chinos o pakistaníes que apenas exhiben una etiqueta, sin licencia ni registro sanitario”, precisa.

Villasmil se lamenta en plena desesperación: “No hay modo de importar suministros críticos —catéteres y stents para enfermedades coronarias, drogas para el tratamiento del cáncer, entre otras cosas—, porque no es posible pagar por ellos en el mercado internacional”.

Parte de lo que me pregunto sobre su quehacer médico, es si ha mermado la posibilidad de que los profesionales de la salud se mantengan actualizados en sus respectivas áreas, y puedan viajar al exterior con frecuencia. Villasmil confirma que actualmente es casi imposible viajar desde o hacia Venezuela, para asistir a congresos, cursos, o eventos académicos. “Todo eso solía ser parte de nuestra rutina”.

Le atribuye al control cambiario las causas de esa imposibilidad. “No somos dueños de nuestro dinero —que cada vez vale menos— ni podemos hacer lo que nos plazca con él, sea asistir a un congreso médico o algo tan simple como comprar un libro que nos interese por Amazon”.

“Segundo, estamos aislados. Las líneas aéreas internacionales han reducido su oferta de asientos desde Caracas en más de un 70%. La razón: no pueden repatriar sus ganancias. Si yo pago un billete en bolívares a una línea aérea europea, ésta no puede obtener el equivalente de ese importe en euros, como sería lo normal.

Esto ocurre porque el Estado venezolano no puede respaldar en divisas los bolívares que tiene en circulación, que en un 70% no es sino dinero inorgánico. De modo que ni Alitalia, Air Europa, Lufthansa, Air Canada, American Airlines, Avianca, etcétera…todos dejaron de volar a Caracas ¡Ni Aerolíneas Argentinas quiere venir!”, menciona con sorpresa.

En el fondo, está la política

La realidad venezolana parece letra de algún tango, solía decirme.

“La situación ha empeorado con el ascenso de Maduro al poder. La razón: Chávez desmanteló la economía en diciembre de 2012 en un esfuerzo para ganarle a Capriles. No menos de US$12 mil millones se ‘quemaron’ en la pira electoral de las elecciones de ese año y de 2013.

De manera que Maduro heredó una economía exhausta, fundidas las reservas internacionales, sin crédito externo y con un ‘default’ a la vista. El chavismo logró la hazaña de quebrar una economía que en 15 años ingresó US$1 millón de millones por concepto de factura petrolera. ¡Ni un genio lo habría hecho mejor!”

Una de las cosas que me pregunto es cuánto del personal médico abandonó, y se calcula que abandone, a Venezuela. Me asegura que no menos de 10.000 médicos, e igual número de enfermeras de alta especialización que se han marchado a muchos países.

“Siendo jóvenes, muy bien entrenados y dominando idiomas, las oportunidades que brinda el mercado global les llueven. Este año, el 60% de una clase de graduados en Medicina, sólo en la Universidad Central de Venezuela, se estará marchando del país”.

Precisamente, lo que más le preocupa es la descapitalización que en términos humanos está sufriendo su país, como ya le sucedió a Argentina y a Cuba.

“Perón destruyó a la universidad argentina, que en su día llegó a producir un premio Nobel en Medicina, el gran Bernardo Houssay. Los Castro destruyeron a la universidad cubana, en cuya principal facultad médica —la de la Universidad de La Habana— se formó Agustín Castellanos, uno de los más grandes cardiólogos de todos los tiempos. Si vas a un hospital del sur de la Florida, verás sus directorios profesionales llenos de nombres hispanos, cubanos para más señas, expresión del valioso capital humano que abandonó la isla para aquerenciarse en un medio que le supo recibir y apreciar”.

A propósito de la mención, decidí ahondar en su opinión sobre los polémicos médicos cubanos que trabajan Venezuela, y sobre su presunta excelencia académica, parte insoslayable del gran mito cubano, que para él, se derrumba con un soplo.

“He tenido muy malas experiencias con los médicos cubanos que ejercen aquí. Están muy mal entrenados, no manejan el estado del arte en la materia médica y tienen dificultades mayores en el empleo de ciertas tecnologías que nunca antes vieron.

Hace años solía enfurecerme con ellos, pero he llegado a entender que son rehenes del régimen que los trajo hasta aquí. Es un drama humano complejo…

En absoluto me tomo en serio las ofertas de intervenciones y tratamientos ‘milagrosos’ que suelen hacer los propagandistas cubanos. Nadie en la comunidad médica mundial les toma en serio, y con razón. Estafas como el famoso PPG —un supuesto hipocolesteromiante—, o la del tratamiento del vitiligo, son sólo dos de las numerosas engañifas médicas que los cubanos han vendido aquí”, relata sobre su experiencia.

A la luz de la tragedia de muchos enfermos que necesitan tratamientos inexistentes en el país, le pregunté si la situación dista mucho de la realidad de militares y altos burócratas, que gozan de la cobertura en las clínicas privadas.

En esta sintonía, dice Villasmil: “Si un ciudadano ‘de a pie’ quisiera disponer de una cobertura similar, simplemente no podría pagarla. Se cumple así lo que bien dijo el gran George Orwell: todos somos iguales, solo que unos somos más iguales que otros”.

Antes de despedirnos y prometernos respectivas visitas, suspira: “¿Qué otra cosa se puede esperar de un régimen forajido?”

 

Belén Marty es Lic. en Comunicación por la Universidad Austral. Actualmente cursa el Master en Economía y Ciencias Políticas en ESEADE. Conduce el programa radial “Los Violinistas del Titanic”, por Radio Palermo, 94,7 FM.

Cepo al tipo de cambio y a la economía

Por Aldo Abram. Publicado el 23/1/13 en http://opinion.infobae.com/aldo-abram/2013/01/23/cepo-al-tipo-de-cambio-y-a-la-economia/

Cuando el gobierno dice que impuso el “corralito verde” para evitar devaluar, está cometiendo un grave error o engañando a la gente. Además, esta medida se transformará en un cepo que frenará la actividad económica.

El gobierno ha estado cubriendo sus excesos de gasto con una creciente transferencia de recursos desde el Banco Central. La autoridad monetaria no tiene capacidad de generar riqueza; por lo que, en su mayor medida, financia al Estado cobrándonos el famoso impuesto inflacionario.

No importa si lo que le transfiere al gobierno son divisas o pesos, en definitiva, a las primeras las tiene que adquirir emitiendo moneda local. Por lo tanto, cuando analizamos el incremento de la oferta monetaria de los últimos años, encontramos que el total se ha justificado en transferencias al Estado. Hay que tener en cuenta que el incremento del stock de pesos ha venido creciendo a porcentajes mayores al 35% e, incluso, al 40%. ¿Alguien puede creer que los argentinos necesitamos aumentar nuestras tenencias de pesos a semejantes tasas? Entonces, tienen una pista de por qué se ha depreciado nuestra moneda.

El peso es como cualquier bien. Tiene una demanda: nosotros (porque es medio de pago, reserva de valor y unidad de medida) y un oferente monopólico: el Banco Central. Si alguien produce más de un bien de lo que la gente demanda, el precio de ese bien caerá. El problema es que si hablamos de la moneda local, nos estamos refiriendo al metro con el cual valuamos todos los bienes y servicios de la economía. Por lo tanto, si su valor baja, el metro se está achicando y, por ende, todo lo que midamos con él aumentará su medida. Entonces, la inflación no es una suba generalizada de precios sino el achicamiento de nuestra unidad de cuenta.  Tengamos en cuenta que el peso también es el “metro” con el que medimos el valor de las monedas extranjeras. Por lo tanto, al depreciarse, vemos que el tipo de cambio sube.

El Banco Central ha estado cobrándonos un elevadísimo impuesto inflacionario para financiar al gobierno. Y de la misma forma que con la intervención del Indec oculta el reflejo de la verdadera depreciación del peso en el IPC, con el cepo evita mostrarla en el tipo de cambio oficial. El problema es que más allá de la alteración de las cifras gubernamentales, el peso sigue perdiendo valor.

Por lo tanto, la inflación es cada vez mayor y presiona en los costos de los empresarios. Sin embargo, el tipo de cambio oficial no refleja esa depreciación y, por ende, tampoco lo que cobran quienes fabrican bienes que compiten con similares del exterior. Es así como los sectores menos eficientes empiezan a sentir que pierden competitividad, quedan afuera del mercado y no pueden producir. Ya estuvimos viendo algo de esto durante 2012, en algunas economías regionales e industrias; pero podemos adelantar cómo seguirá la película mirando lo que pasa en Venezuela.

El “chavismo” impuso un cepo cambiario en 2003. A pesar de que devaluaron su moneda varias veces, y mucho, la necesidad de financiarse con impuesto inflacionario creciente (hasta 2011 fueron líderes en la región, en materia de inflación) implicó que el tipo de cambio real oficial cayera fuertemente. Es decir, lo que el gobierno reconoció de la pérdida de valor del bolívar, en el precio del dólar oficial, fue un porcentaje menor al real.

Por lo tanto, para los productores, los costos subieron por el ascensor, pero sus precios quedaron atados a un dólar oficial que lo hacía por la escalera. Si bien Venezuela fue siempre un gran exportador de hidrocarburos, el porcentaje de exportaciones no petroleras rondaba el 20%; pero, a partir de la vigencia del cepo, su participación se derrumbó hasta alcanzar el 5%.

Volvamos a la Argentina. Muchos se entusiasman con que el buen clima permita una buena cosecha gruesa y que el nivel de actividad de Brasil siga ganando en velocidad para que pueda incrementar su demanda por nuestros productos industriales. Ambas cosas deberían mejorar nuestras deprimidas exportaciones. Eso es cierto. Sin embargo, el problema es que el cepo se encargará de que el efecto sea coyuntural. No sólo porque nuestros empresarios manufactureros verán que les cuesta cada vez más competir con sus costos por la demanda brasileña sino porque tampoco nuestro agro saldrá indemne.

Tomemos el producto en el que somos más competitivos, la soja. Cuando el productor venda su próxima cosecha estará recibiendo bastante menos del 50% del valor real de su producto, descontado solamente la retención (en 2011, ese porcentaje fue de más del 60%). El cepo le reconocerá menos del 70% del verdadero valor en pesos del dólar, sobre un precio internacional que tuvo una quita previa del 35%. Por lo tanto, cuando analice el beneficio final del negocio y se dé cuenta de que este resultado tenderá a desmejorar mientras permanezca el cepo cambiario (en 2014, con suerte recibirá algo más de 40%), los que siembran en áreas marginales dejarán de hacerlo. Aquellos que lo hacen en la zona núcleo invertirán menos, debido a las previsibles menores ganancias. Por lo tanto, aun en la zona más productiva, los rendimientos bajarán.

En síntesis, si el efecto del cepo cambiario sobre el sector más eficiente de la economía local será desastroso, cabe imaginarse cuál será el impacto sobre los que no tienen la suerte de tener semejantes ventajas comparativas. No es difícil prever que la situación se volverá crítica para muchos exportadores y productores; por lo que el “corralito verde” será insostenible en el mediano plazo. Esto llevará a “megadevaluaciones” del tipo de cambio oficial y a una gran inestabilidad. Es decir, si tenemos la suerte de que el campo y Brasil nos regalen un “veranito” económico, disfrutémoslo.

Durante 2013, al impacto negativo del cepo, habrá que sumarle el enorme estrés político previsible para una elección legislativa donde el gobierno “irá por todo” (ya que considera que, si no hay reforma constitucional, se queda sin nada); por lo que aumentará la fuga de capitales y se retraerá el consumo y la inversión. Así, no es difícil prever que el nivel de actividad vuelva a desacelerarse en la segunda parte del año y empiecen a aparecer en el horizonte los “nubarrones” de la recesión.

No hace falta ser Madrake, sino tomarse el trabajo de observar que, en el mundo y en la Argentina (más de 20 programas con cepo en 70 años) todos los regímenes de control cambiario terminaron mal. Lástima que los que están en el gobierno hayan decidido repetir, tantas veces, este fracasado esquema. ¿Aprenderemos de esta nueva frustración?

Aldo Abram es Lic. en Economía y director del Centro de Investigaciones de Instituciones y Mercados de Argentina (Ciima-Eseade) .