¿Se desacelera el crecimiento económico?

Por Adrián Ravier.  Publicado el 2/3/18 en: https://www.cronista.com/columnistas/Se-desacelera-el-crecimiento-economico-20180301-0098.html?utm_campaign=Echobox&utm_medium=Social&utm_source=Twitter#link_time=1519993116

 

Los datos de Producto Interno Bruto (PIB) trimestral llegan algo tarde. Ahora mismo, en marzo de 2018 apenas contamos con información del tercer trimestre de 2017. Si observamos este primer gráfico, se puede notar un 2016 con tasas de crecimiento negativas pero mejorando, las que se hacen positivas en el primer trimestre de 2017, y se aceleran hacia el segundo y tercer trimestre. ¿Pero qué ocurre desde ahí en adelante? ¿Sigue creciendo la economía?

PBI, evolución trimestral. Elaboración propia en base a Indec
PBI, evolución trimestral. Elaboración propia en base a Indec

El INDEC dispone de una herramienta complementaria que permite anticipar las tasas de variación del PIB. Esta herramienta es el Estimador Mensual de Actividad Económica (EMAE) y no sólo refleja la evolución mensual de la actividad económica, sino que además permite observarlo distinguiendo el conjunto de los sectores productivos a nivel nacional.

El siguiente gráfico muestra los resultados mensuales del EMAE. Si lo comparamos con el gráfico anterior de los resultados trimestrales del PIB puede notarse una dinámica similar.

EMAE, evolución mensual. Elaboración propia en base a Indec
EMAE, evolución mensual. Elaboración propia en base a Indec

Crecimiento negativo en 2016 que se transforma en positivo en 2017. Pero en este caso, disponemos también de datos para el último trimestre de 2017. El EMAE de octubre, noviembre y diciembre arrojó resultados de 5,0 %, 3,9 % y 2,0 %. La media es 3,63 % lo que permite imaginar un cuarto trimestre con crecimiento en torno a ese valor.

El EMAE también nos permite adelantar el resultado del año con un crecimiento del 2,8 % del PIB, lo que implica que el Gobierno no tendrá que pagar los cupones a sus acreedores por presentar una tasa de crecimiento debajo del 3,0 %.

Si ahora se observan los resultados por sector, se notará que sólo 2 de los 15 sectores tuvieron resultados negativos, a saber, “Transporte y comunicaciones” y especialmente “Pesca”. El sector “Construcción”, con fuerte presencia de obra pública, empuja la actividad económica hacia arriba. Las industrias como la siderurgia y la metalmecánica, el comercio y la intermediación financiera también sostienen la actividad económica. El sector inmobiliario –impulsado por los créditos- y la producción agropecuaria –incluyendo maquinaria agrícola y producción de fertilizantes y agroquímicos- también tuvieron buen desempeño en 2017.

EMAE por activiad. Indec
EMAE por activiad. Indec

Un aspecto que remarcamos más arriba y que no podemos pasar por alto es la desaceleración de la actividad del último trimestre de 2017Octubre, noviembre y diciembre muestran tasas positivas, pero decrecientes. Esto es lo que enciende las alarmas de cara al 2018, sumado el hecho de la sequía y los malos pronósticos para la cosecha gruesa. De continuar esta tendencia, el nivel de actividad estaría lejos de las proyecciones de los analistas en torno al 3 % del PIB.

Respecto de cómo arrancó el 2018, la consultora de Orlando Ferreres nos ofrece otro índice complementario que mide el nivel General de Actividad (IGA), con la particularidad que ya disponemos del dato de enero de 2018.

El siguiente gráfico compara el EMAE con el IGA, lo que no sólo nos permite observar una dinámica similar, sino que en enero se podría revertir la desaceleración económica.

EMAE e IGA. Elaboración propia en base a Indec y O. Ferreres.
EMAE e IGA. Elaboración propia en base a Indec y O. Ferreres.

Proyección 2018

2017 nos dejó una economía recuperada de los vaivenes de los últimos años, pero ahora el desafío es iniciar y consolidar el crecimiento, lo que requiere de mayores esfuerzos de inversión, hoy en torno al 21 % del PIB.

La buena noticia es la recuperación económica de Brasil que empujará la industria automotriz, en particular la producción de pick ups.

La mala noticia está en la sequía, pero aun no está claro si tendrá un efecto importante sobre la cosecha.

Es aventurado arrojar estimaciones de crecimiento de la actividad económica para el 2018, pero creemos que podría resultar en torno al 2,5 % anual.

 

Adrián Ravier es Doctor en Economía Aplicada por la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid, Master en Economía y Administración de Empresas por ESEADE. Es profesor de Economía en la Facultad de Ciencias Económicas y Jurídicas de la Universidad Nacional de La Pampa y profesor de Macroeconomía en la Universidad Francisco Marroquín.

Des-industrializar la Argentina

Por Adrián Ravier. Publicado el 31/1/17 en: https://www.elcato.org/des-industrializar-la-argentina?utm_content=buffer8c1f5&utm_medium=social&utm_source=twitter.com&utm_campaign=buffer

 

Adrián Ravier explica que Argentina sufre de un exceso de industrialización producto de décadas de un modelo proteccionista con una alta carga tributaria.

Por Adrián Ravier

Desde 1930 Argentina abandonó el modelo agro-exportador y se propuso industrializar su economía. Dicen algunos historiadores que tal camino no fue elegido por los sucesivos gobiernos, sino que le fue impuesto desde afuera, una vez que Inglaterra dejó de jugar el rol de importador de nuestros insumos. Está hipótesis, sin embargo, es sumamente discutible. El mundo cambió, es cierto, pero Argentina pudo mantenerse abierta al mundo como lo hicieron EE.UU., Canadá, Australia o Nueva Zelanda, economías de características semejantes a la nuestra y que hoy muestran un desarrollo envidiable.

Sustituir importaciones y vivir de lo nuestro ha tenido su costo y sus batallas incluso hasta nuestros días. El péndulo de la política económica ha hecho, por ejemplo, que el gobierno anterior castigue fuertemente al sector agroexportador con retenciones y que el gobierno actual suspenda esas políticas para alentar el desarrollo de las economías regionales. El debate continúa.

Esta nota tiene como objetivo llamar la atención precisamente sobre el exceso de industrialización que tiene la Argentina, una vez que notamos que la estructura económica de nuestro país tiene una proporción de manufacturas en relación con el PIB bastante más elevadas que los países más desarrollados.

A continuación se presenta un cuadro donde hemos tomado una selección de 26 países para sintetizar su estructura económica, esto es, el peso relativo que el sector primario, la industria manufacturera, la construcción y los servicios tienen en relación con el PIB.

A modo de nota metodológica cabe señalar que la producción primaria incluye agricultura, ganadería, pesca, minería y explotación forestal, mientras que los servicios incorporan el comercio mayorista y minorista, transporte, almacenamiento, comunicaciones, intermediación financiera, actividades inmobiliarias y de alquiler, administración pública, defensa, salud, educación y servicio doméstico.

La primera observación que cabe hacer es que la producción de la industria manufacturera representa en nuestro país el 21,3 % del PIB, lo que supera ampliamente a la industria manufacturera de los países ya mencionados más arriba, y que tienen características similares a las nuestras. Es el caso de EE.UU. (13,3 %), Canadá (16,5 %), Australia (11,4 %) y Nueva Zelanda (14,5 %).

La segunda observación que podemos ofrecer es que precisamente Argentina presenta en su estructura económica un peso relativo en los servicios inferior a 25 de los 26 países seleccionados.

La tercera observación que surge del cuadro, es que sólo hay 5 países en la muestra que superan el 10% de producción primaria en relación con el PIB, destacándose Noruega (29,1 %) —por sus yacimientos de petróleo y gas—, y seguido por Argentina (15,6 %), Australia (12,2 %), Canadá (11,7 %) y Nueva Zelanda (10,4 %).

¿Qué otras observaciones podemos hacer sobre esta información básica? La historia económica mundial ha mostrado que a medida que los países se van desarrollando reducen la proporción de producción primaria en relación al PIB, pero no sólo producen manufacturas, sino que amplían fuertemente la producción de servicios.

Nótese, a modo de diagnóstico, que Argentina está “demasiado” industrializada. ¿A qué se debe ese afán por industrializar aun más la Argentina? La industria que supimos conseguir, como tituló a uno de sus libros un viejo profesor que tuve en la UBA, Jorge Schvarzer, jamás ha logrado exportar manufacturas. Ha sido una industria débil, caracterizada por un enorme proteccionismo, que ha creado puestos de trabajo y satisfecho el consumo local, y lo ha hecho —como es evidente— con productos de baja calidad y a un costo bastante superior al que los consumidores podrían haber adquirido en un marco de economía abierta.

Los defensores de esta industria manufacturera siempre reconocieron que su objetivo era el mercado local, pero enfatizan que la ventaja de su continuidad está representada en la creación y sostenimiento de millones de puestos de trabajo. ¡La alternativa sería un enorme desempleo!

Nuestra visión, sin embargo, muestra que sin esta débil industria esas personas ocuparían su tiempo en otros procesos más productivos, más eficientes y seguramente con mejores salarios que de hecho garantizaría la misma apertura económica. ¿Qué evita que esto ocurra hoy? La enorme presión tributaria que se requiere justamente para subsidiar el sostenimiento de esta débil industria. El alto nivel de economía informal es una muestra de estas consecuencias.

He titulado esta nota “des-industrializar la Argentina” con el objetivo de atraer la atención del lector. Pero no puedo afirmar a priori que la nueva estructura económica reducirá la producción de manufacturas. Esto es algo que los empresarios argentinos deben descubrir en el proceso, una vez que las reglas de juego que impone el Estado den lugar a la innovación y a la creatividad, reemplazando la planificación centralizada por una planificación des-centralizada, que sea más atenta a lo que el empresariado desea ofrecer, y los consumidores desean consumir.

La robotización está abriendo un nuevo debate por el grado de sustitución parcial o total que este proceso generará en los empleos formales que hoy conocemos. Este proceso se suma a la globalización y a la tercera revolución industrial que implicó la era digital. Argentina puede ocultarse detrás del proteccionismo para evitar una nueva revolución tecnológica, o puede abrirse a ella e intentar adaptarse. Nunca fue fácil para el hombre —si atendemos a la experiencia histórica— este proceso de adaptación a las nuevas tecnologías y a los nuevos empleos, pero tampoco fue una buena idea darle la espalda al cambio.

Necesitamos un poco de humildad en la dirigencia política para comprender que estos sucesos nos han superado a todos, y que el único orden que podemos alcanzar que sea consistente con una sociedad de hombres libres será descubierto en forma espontánea a través de su propia interacción. Los obstáculos gubernamentales, en forma de controles de precios y salarios, políticas arancelarias y para-arancelarias, regulaciones y subsidios, burocracia y corrupción sólo son palos en la rueda para la creatividad y la innovación. Debemos confiar en la función empresarial si queremos adaptarnos a este mundo volátil y de incertidumbre.

 

Adrián Ravier es Doctor en Economía Aplicada por la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid, Master en Economía y Administración de Empresas por ESEADE y profesor de Macroeconomía en la Universidad Francisco Marroquín.

Trump perjudicará a México, pero también a Estados Unidos

Por Iván Carrino. Publicado el 10/1/17 en: http://www.ivancarrino.com/trump-perjudicara-a-mexico-pero-tambien-a-estados-unidos/

 

El nuevo presidente de Estados Unidos propone librar una guerra comercial con México para beneficiar a Estados Unidos. El resultado será una pérdida para ambos.

La izquierda en el mundo se encuentra en una encrucijada. Por un lado, desprecia a Donald Trump por su rechazo a la libre inmigración, por sus malas formas políticas, y por sus propuestas de desregulación económica.

Sin embargo, a la hora de hablar sobre comercio internacional, no hay nadie más proteccionista que el nuevo presidente norteamericano.

En una nota de hace unos meses, el Wall Street Journal sostenía sobre su postura proteccionista: “El Sr. Trump es tan delirante en temas comerciales, que hace que Hillary Clinton y los Demócratas parezcan sensatos”.

La más reciente novedad llega antes de que Trump asuma la presidencia. La empresa automotriz Ford decidió cancelar un proyecto de inversión de USD 1.600 millones en la localidad mexicana de San Luis de Potosí. La decisión se tomó con el objetivo de invertir USD 700 millones en una fábrica en Michigan, emblema de la industria automotriz y sede del primer documental de Michel Moore, quien narraba las penurias de una ciudad tras el cierre de la fábrica de General Motors y su traslado a México.

Este giro en la política de la empresa está directamente relacionado con las promesas de campaña de Trump, quien sugirió que quienes tercericen su producción en México, deberán sufrir altos aranceles a la importación de sus productos.

Es decir, si Ford elegía, para ahorrar costos, abrir una nueva fábrica en México, perdería ese beneficio a la hora de vender los autos allí producidos a Estados Unidos, porque el país subirá sus aranceles de importación.

Michael Moore, uno de los más críticos de Donald Trump, debería estar festejando esta decisión. En definitiva, gracias a la amenaza proteccionista, ahora habrá empleo en Michigan y las empresas lo pensarán dos veces antes de ir a México.

La lectura superficial de esta medida es precisamente esta: México perderá inversiones, pero las obtendrá Estados Unidos. Lo lamentamos hermanos mejicanos, pero nuestro presidente quiere que nosotros vivamos mejor, así que les toca perder para que nuestros trabajadores consigan empleo.

Sin embargo, esa no es toda la realidad y, si bien México evidentemente se verá perjudicado, también lo harán los propios norteamericanos.

Lo primero es muy fácil de ver. Si bajo amenazas directas o indirectas, las empresas norteamericanas reducen su inversión en México, el país de 122 millones de habitantes se perjudicará al tener menor demanda de mano de obra y menos empresas que compitan para subir los salarios de sus ciudadanos.

El stock de inversión extranjera directa de Estados Unidos en México era de USD 108.000 millones en 2014, con lo que se trata del principal inversor extranjero en ese país. Si se reduce este monto, México deberá hacer mayores esfuerzos por atraer inversión de otros países, de manera de mantener el crecimiento de su economía.

Si uno centra su mirada en lo que sucederá en Michigan, todo parece color de rosas. Ahora Ford, en lugar de llevarse su inversión al extranjero, hundirá USD 700 millones de capital en suelo estadounidense. Previsiblemente, esto genere demanda de materias primas, mano de obra, y haga crecer la producción de dicho estado.

Buena noticia para Michael Moore, pero no tan buena para el resto de los norteamericanos.

Es que cuando Ford decidió inicialmente invertir en México lo hizo para “mejorar la rentabilidad de la compañía”, ahorrando costos. Y lo que necesitan los Estados Unidos y cualquier país del mundo son empresas rentables.

Piénsese un instante en el accionista de Ford. Si la empresa es rentable, él recibirá un dividendo mayor. Con este mayor dividendo, podrá consumir más o bien aumentar su ahorro o sus inversiones. Si aumenta el ahorro, entonces habrá más fondos disponibles para realizar nuevas inversiones, porque bajará la tasa de interés. Si lo destina a inversiones, entonces subirá el precio de otras acciones que coticen en Estados Unidos, incrementando la riqueza del resto de los accionistas y posibilitando nuevos proyectos de inversión.

Otro efecto negativo del proteccionismo es que la inversión forzada de Ford competirá en el mercado por los recursos escasos (mano de obra, tierra, materias primas), subiendo sus precios. Esto funcionará como una barrera para que se desarrollen nuevos emprendimientos. En comercio internacional, esto se llama “distorsión en la producción”, ya que se sabe que una producción forzada por aranceles sustrae recursos valiosos de la sociedad, llevándolos a una industria determinada, pero en detrimento de todas las demás.

Es decir, la política de Trump puede ser positiva para la industria automotriz norteamericana, pero será desastrosa para la construcción, la minería, la agricultura, el comercio y el transporte, actividades que, entre otras, ascienden nada menos que al 99,1% del PBI estadounidense.

En la medida que se materialice, la demagogia proteccionista de Trump afectará con fuerza a México. Sin embargo, al reducir la rentabilidad de las empresas estadounidenses y subir el precio de los insumos de producción, también afectará a la economía norteamericana.

En definitiva, el cuento proteccionista siempre termina igual. Con una clase privilegiada, que subsiste al calor de la protección, y una sociedad mayormente empobrecida por las distorsiones que genera. En Estados Unidos no será diferente.

 

Iván Carrino es Licenciado en Administración por la Universidad de Buenos Aires y Máster en Economía de la Escuela Austriaca por la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid. Es editor de El Diario del Lunes, el informe económico de Inversor Global. Además, es profesor asistente de Comercio Internacional en el Instituto Universitario ESEADE y de Economía en la Universidad de Belgrano.

Juan Bautista Alberdi: Muchachos, no era ‘combatiendo al capital’, sino ‘promoviendo al capital’

Por Martín Krause. Publicado el 16/10/15 en: http://bazar.ufm.edu/juan-bautista-alberdi-muchachos-no-era-combatiendo-al-capital-sino-promoviendo-al-capital/

 

Con los alumnos de la UBA Derecho vemos a Alberdi, Sistema Económico y Rentístico, en referencia a los capitales:

AlberdiLos capitales no son el dinero precisamente; son los valores aplicados a la producción, sea cual fuere el objeto en que consistan. Para pasar de una mano a otra, se con vierten ordinariamente en dinero, en cuyo caso el dinero sólo hace de instrumento del cambio o traslación de los capitales, pero no constituye el capital propiamente dicho.

Los capitales pueden trasformarse y convertirse en muelles, en buques de vapor, en ferrocarriles, puentes, pozos artesianos, canales, fábricas, máquinas de vapor y de todo género para beneficiar metales y acelerar la producción agrícola, así como pueden consistir en dinero y mantenerse ocupados en hacer circular otros capitales por su intermedio.

Bajo cualquiera de estas formas o trasformaciones que se consideren los capitales en la Confederación Argentina, ellos constituyen la vida, el progreso y la civilización material de ese país.

La Constitución federal argentina es la primera en Sud-América que, habiendo comprendido el rol económico de ese agente de prosperidad en la civilización de estos países, ha consagrado principios dirigidos a proteger directamente el ingreso y establecimiento de capitales extranjeros.

Esa mira alta y sabia está expresada por el art. 64, inciso 16 de la Constitución Federal, que atribuye al Congreso el poder obligatorio en cierto modo de: “Proveer lo conducente a la prosperidad del país, al adelanto y bienestar de todas las provincias, y al progreso de la ilustración del país, dictando planes de instrucción general y universitaria, y promoviendo la industria, la inmigración, la construcción de ferrocarriles y canales navegables, la colonización de tierras de propiedad nacional, la introducción y establecimiento de nuevas industrias, la importación de capitales extranjeros y la exploración de los ríos interiores, por leyes protectoras de estos fines y por concesiones temporales de privilegios y recompensas de estímulo”.

El art. 104 de la Constitución, comprendiendo que los capitales son una necesidad de cada provincia, al paso que de toda la Confederación, atribuye aquellas mismas facultades a los gobiernos de provincia, sirviéndose de las mismas expresiones.

Se ve que la Constitución considera como cosas conducentes a la prosperidad del país la industria, la inmigración, los ferrocarriles y canales, la colonización de tierras nacionales. Y como todas estas cosas conducentes a la prosperidad no son más que trasformaciones del capital, la Constitución cuida de colocar a la cabeza de esas cosas y al frente de los medios de promover las la importación de capitales extranjeros.

Ella señala como medio de provocar esta importación de capitales, la sanción de leyes protectoras de este fin y las concesiones temporales’ de privilegios y recompensas de estímulo.

Toca a las leyes orgánicas, de la Constitución satisfacer y servir su pensamiento de atraer capitales extranjeros, empleando para ello los medios de protección y de estímulo más eficaces que reconozca la ciencia económica, y que la Constitución misma haga admisibles por sus principios fundamentales de derecho económico.

 

 

Martín Krause es Dr. en Administración, fué Rector y docente de ESEADE y dirigió el Centro de Investigaciones de Instituciones y Mercados (Ciima-Eseade).

Cepo y congelamiento de precios amenazan la tasa de crecimiento

Por Aldo Abram. Publicado el 22/3/13 en http://ar.finanzas.yahoo.com/noticias/cepo-congelamiento-precios-amenazan-tasa-030000018.html

Las expectativas sobre el crecimiento del nivel de actividad para este año empiezan a diluirse y no es raro. Brasil se está recuperando, pero las exportaciones siguen evolucionando muy pobremente. Cuando se levante la cosecha funcionará como una transfusión de sangre a un paciente en terapia intensiva. Se lo verá algo más rozagante por un tiempo, pero en la medida que no se lo cure, la enfermedad volverá a primar deteriorando su estado.

El problema de fondo es el impacto del cepo y del proteccionismo en la competitividad de nuestros empresarios. Actualmente, el Gobierno les reconoce a quiénes producen bienes exportables un dólar que es el 65% del valor real. Es decir, les sobrevalora el peso que les entrega en más del 50% y dado que esta diferencia se ampliará, este porcentaje será mayor al 66% para finales de año. En tanto, los costos de las empresas subirán según la verdadera depreciación del peso, que no se refleja en el tipo de cambio oficial.

Además, hay que sumar la pérdida de productividad que han enfrentado todas las empresas que tuvieron que sustituir importaciones por insumos locales más caros y/o de menor calidad. En una palabra, Brasil puede incrementar su demanda de productos del exterior; pero nuestros productores estarán cada vez en peor condición de proveerles lo que necesitan a una relación precio/calidad competitivos. Dado que esto sucederá con todos nuestros compradores externos, veremos que cada vez más industrias, economías regionales y áreas agropecuarias marginales tendrán dificultades para poder producir y colocar sus bienes, quedando afuera de los mercados internacionales.

Seguramente, antes de las elecciones, el Gobierno intentará impulsar la demanda interna con una política fiscal expansiva. La realidad es que, luego del desmanejo fiscal de 2012 (más de $ 4.000 millones de déficit primario) y sin crédito externo, el margen que tiene es menor. La mayor parte de lo que pueda aumentar el gasto público deberá fondearse con impuesto inflacionario, mayor presión tributaria o crédito interno, es decir saldrá del bolsillo de alguien que dejará de consumir o invertir. En economía, la magia no existe, aunque algunos del Gobierno crean que se puede crear riqueza por decreto o con una resolución de algún funcionario de tercera línea.

Es posible alguna mayor inversión estatal con recursos provenientes de las reservas internacionales; lo que volverá cada vez menos solvente al Banco Central, cosa que sabemos cómo termina. En tanto, es poco el aporte que podrán hacer las administraciones provinciales y municipales. En su mayoría, todavía no salieron del ahogo financiero en el que se metieron con los excesos de erogaciones electorales de 2011. Puede que se recupere algo la construcción privada, contra un pésimo 2012 y de la mano de algunos ahorros que no tienen forma de pasarse a activos extranjero. Las empresas aportarán solamente la inversión que sea necesaria para mantenerse operativa o la que surja de la oportunidad de comprar activos fijos a un «dólar oficial barato». En tanto, el capital del exterior no estará muy dispuesto a asomar por estas costas; ya que les pagarán por las divisas que traigan menos del 65% de su valor y, después, nadie les garantiza que puedan llevarse las ganancias que obtengan con su negocio.

A todo lo anterior, hay que sumarle el «congelamiento» de precios. Las cadenas de comercialización condicionaron su cumplimiento a que los proveedores mantengan el valor de sus productos. Sin embargo, éstos tendrán que enfrentar aumentos de sueldos que rondarían, en promedio, un 25%. Los insumos importados se moverán al son de un tipo de cambio oficial que se incrementará a una tasa de alrededor del 20%, mientras que sus proveedores locales se encontrarán con las mismas presiones al alza de sus costos que sus clientes. A todo esto, cabe sumar algunos otros precios que no son regulables o que podrían quedar libres para modificarse, como los de los combustibles.

Febrero es un mes cuya estacionalidad de suba de precios es baja, por lo que resultaba manejable sostener los precios. En marzo, la inflación suele incrementarse pero, por un mes, podía esperarse que el congelamiento se cumpliera. Claro, la pregunta era cuánto aumentarían los precios en abril y, la respuesta: todo lo que tengan que subir ese mes más lo que no se incrementaron antes. La solución oficial, parece, será «patear» el problema a julio, pero para esa fecha el desajuste será mucho más grande, en vez de uno o dos puntos porcentuales, serán alrededor de cuatro. Por ende es posible pensar que a algún funcionario «iluminado» se le ocurra que hay que sostener el congelamiento hasta después de las elecciones. Lo que implicará una posterior corrección de más de 6 puntos porcentuales.

Otro resultado será una creciente escasez de productos. Por su parte, las empresas tenderán a producir menos, para reducir costos y moderar la pérdida de ganancias que deriva de no poder actualizar sus precios. La naturaleza del «congelamiento» es la misma que la del «cepo», tratar de ocultar la depreciación del peso que se genera por la necesidad de exprimir al Banco Central para financiar excesos de gastos del sector público. En el primer caso, tratan de que el impuesto inflacionario no se note en los precios de las góndolas y, en el segundo, que no se refleje en el tipo de cambio oficial. Sin embargo, la realidad siempre se impone.

Aldo Abram es Lic. en Economía y director del Centro de Investigaciones de Instituciones y Mercados de Argentina (Ciima-Eseade) .