TRUMP, TWITTER, LA LIBERTAD DE EXPRESIÓN Y LA IMPORTANCIA DE LOS PACTOS POLÍTICOS ORIGINARIOS

Por Gabriel J. Zanotti. Publicado el 24/01/21 en: http://gzanotti.blogspot.com/2021/01/trump-twitter-la-libertad-de-expresion.html

Volviendo al tema que tantos debates ha ocasionado últimamente, creo que hay un aspecto muy importante para entender qué está ocurriendo.

Las libertades individuales, tales como libertad de expresión, religiosa, de enseñanza y de asociación, no fueron concebidas primero in abstracto y luego plasmadas in concreto. Surgieron de una circunstancia histórica en la que había un consenso generalizado, tácito pero muy básico como horizonte cultural, donde casi todos (excepto los criminales) asumían el respeto mutuo de formas de vida y de pensar diferentes, y que el sujeto de derechos era cada persona en particular o asociada libremente con otras[1]. Ese fue el contexto fundacional de los EEUU, donde miles de inmigrantes católicos, protestantes, judíos y librepensadores huyeron de una Europa enloquecida para vivir en paz bajo el contexto del common law. Es lo que antiguamente era la “concordia” civil (ver Mauricio Vázquez: https://www.ambito.com/opiniones/democracia/eeuu-la-mas-antigua-del-mundo-n5164179?fbclid=IwAR29dMGZqZLZdPp8BLAKNfl8OJDZsOQcIBorPODkc3sPKsmDvdj8RBCpaEA)  No lo sabían, pero de ese modo fundaron las bases de lo que iba a ser la Declaración de Independencia, la Constitución Federal y la Declaración de Derechos. En ese momento sí que se entendía lo que quería decir free speech, más allá de la dicotomía privado/público. Era un consenso cultural de respeto al “disidente”, esto es al que tiene otra cosmovisión. Por supuesto, todos sabemos del “barro de la Historia”: ese pacto comenzó mal, con el tema de la esclavitud, que seguimos pagando hasta hoy.

Ese tipo de pacto político liberal clásico se corta cuando un grupo asume el monopolio de La Nación, el Estado, la raza superior o la clase explotada contra la clase explotadora. En todos esos casos, la convivencia con “el otro” es imposible, porque el otro es precisamente el que no permite la convivencia entre “los justos”. Esos son los colectivismos ontológicos que impiden una sociedad libre. Los “colectivos explotados” por definición no pueden admitir la convivencia con el explotador. Es una lucha sin cuartel donde el explotador debe ser eliminado.

A veces esos grupos afirman claramente que en ese caso las libertades de expresión y etc. ya no tienen sentido. Otras veces, como sucede actualmente, los colectivos explotados mantienen aparentemente los términos, pero el fondo cambia. Los supuestos delitos de odio y discriminación les permiten perseguir el “hetero-patriarcado capitalista explotador”.

Eso es lo que ha estado pasando desde 1945 en adelante en los EEUU, a medida que esa forma de pensar se extendía. Independientemente de la dicotomía público/privado, la persecución al disidente, esto es el explotador, se intensificó. Los liberales clásicos, los conservadores, los creyentes en religiones conservadoras, fueron perdiendo gradualmente sus posiciones. Fueron sistemáticamente perseguidos NO por un estado sino por las personas que creían estar en el colectivo explotado, y cuando el sistema penal incorpora los delitos de odio y discriminación, fueron perseguidos con denuncias penales consecuentes. El Estado Federal y los Estados no necesariamente (ahora sí) lo hacían. Editoriales, universidades, clubes, etc., eran los encargados de hacerlo. Si sos el explotador, “te cancelan”. Es lo que Axel Kaiser ha llamado La neo-inquisición (https://librospdfgratismundo.com/la-neoinquisicion-axel-kaiser-2020/)

Y ahora, finalmente, las big tech.

En este drama cultural, en el cual ya se ha perdido el pacto político originario, la dicotomía publico/privado según Rothbard, para diagnosticar lo que sucede, ya es insuficiente. En todo Occidente, hoy, no sólo en EEUU, los que pensamos diferente al marxismo dominante ya no tenemos free speech como antes se lo entendía, porque hemos pasado a ser el colectivo explotador que hay que eliminar.

Si el explotado que te persigue es público o privado según lo legal, no es suficiente para entender qué está sucediendo. Lo que está sucediendo es que el pacto liberal clásico, según el cual el free speech tenía sentido, se ha cortado.

Por supuesto, bajo todo eso la persecución moral y legal a Trump como un White supremacist intolerable, es la guinda del helado de último momento, pero habrá otras guindas y otros helados de igual sentido cultural.

El free speech, la libertad religiosa, como se las entendía en un contexto liberal clásico, ya se perdieron. Asumámoslo: sin un nuevo pacto político originario, no existen más. Los disidentes seremos tolerados en diversos grados, con suerte: tolerados, nunca aceptados como parte de la nueva Pax Romana Biden-China-ONU, más sus socios europeos.

Como re-comenzar de vuelta, sólo Dios lo sabe.


[1] Fernando Romero Moreno siempre dice que esas libertades concretas también existían en cierta forma en Hispano-américa. Ver http://gzanotti.blogspot.com/2020/11/resena-critica-al-libro-la-nueva.html

Gabriel J. Zanotti es Profesor y Licenciado en Filosofía por la Universidad del Norte Santo Tomás de Aquino (UNSTA), Doctor en Filosofía, Universidad Católica Argentina (UCA). Es Profesor titular, de Epistemología de la Comunicación Social en la Facultad de Comunicación de la Universidad Austral. Profesor de la Escuela de Post-grado de la Facultad de Comunicación de la Universidad Austral. Profesor co-titular del seminario de epistemología en el doctorado en Administración del CEMA. Director Académico del Instituto Acton Argentina. Profesor visitante de la Universidad Francisco Marroquín de Guatemala. Fue profesor Titular de Metodología de las Ciencias Sociales en el Master en Economía y Ciencias Políticas de ESEADE, y miembro de su departamento de investigación. Publica como @gabrielmises

REFLEXIONES SOBRE EL FAMOSO MURO DE TRUMP.

Por Gabriel J. Zanotti. Publicado el 10/1/19 en: http://gzanotti.blogspot.com/2019/01/reflexiones-sobre-el-famoso-muro-de.html

 

La situación de Trump y su famoso muro ha llegado a un punto límite que da lugar a reflexiones relevantes para el liberalismo clásico.

Consideremos primero la historia del problema. Para la tradición liberal clásica, especialmente el EEUU originario como el liberalismo clásico de Mises, los muros eran inexitentes o explícitamente rechazados. El derecho a la emigración siempre fue obvio, y el derecho a la inmigración estaba implíticamete admitido por las circunstancias históricias. EEUU fue precisamente un lugar único en la historia conformado esenciamente por inmigrantes. Dejemos de lado en esta entrada qué hubiera pasado si se hubieran encontrado con un muro levantado por los indígenas del lugar; por ahora destaquemos que ese grupo de inmigrantes fue en primer lugar los que traían consigo la tradición del common law británico tratando de huir de los problemas religiosos de la misma Inglaterra y sobre todo de Europa Continental. Pero conformadas ya las 13 colonias como una nación independiente de Jorge III, EEUU se llenó naturalmente de más protestantes, de católicos, judíos, agnósticos, y si contamos por regiones, de italianos, irlandeses, alemanes, polacos, y en menor medida chinos e hispanos. Todos ellos no necesitaban hacer un master para entender el pacto político originario de los EEUU. Todos ellos sólo pretendían trabajar y comerciar en paz, y vivir sus respectivas creencias religiosas sin ser molestados y sin molestar a nadie. Y punto. No esperaban nada del estado. Dependían de ellos y ya era demasiado que un shefiff, “la ley” lograra defenderlos de asesinos y ladrones, porque, por lo demás, estaban acostumbrados a defenderse solos. De allí la Segunda Enmienda. Por lo demás, los puertos y caminos ya eran en gran parte bienes públicos en los EEUU, y si bien entonces los votantes podrían haber planteado el problema de quién entraba a lo que ellos pagaban, a nadie se le ocurrió el “issue”. En parte por lo que el Public Choice llama ignorancia racional, pero en parte también porque todos vivían la circunstancia cultural y política anteriormenente referida.

Ante esas circunstancias, el problema de la inmigración no existía.

Pero pasaron las décadas, cambiaron las ideologías y la geo-política mundial, y entonces el problema comienza a aparecer, cada vez en mayor grado. Primero porque surge el New Deal, la provisión federal de seguridad social, y por ende los incentivos cambian. Ahora muchos saben que pueden llegar a vivir sin trabajar, cosa insólita tanto en San Pablo como en los EEUU originarios. Entonces sí, uno más es un gasto más del Estado Federal, mientras antes, el pérfido libre mercado y el estado limitado implicaban que uno más era uno más trabajando y produciendo. Cosa que comienza a dejar de ser así, también, con salarios mínimos y con sindicatos y regulaciones que producen desocupación.

Segundo porque ya no es tan obvio que todos van a trabajar en paz y a practicar libremente su Fe. No es así con los narcotraficantes, claro, aunque si no se persiguiera al comercio de drogas, sería una industria más, aunque no santa, como la de los cigarrillos y el alcohol. No es así con los traficantes de personas, pero eso es así, claro, porque ya existen los controles fronterizos y las visas. Y menos aún es así con los terroristas, para cuyos países las visas están obviamente jutificadas, situación impensable entre los siglos XVI al XIX.

Por lo tanto, EEUU se cierra relativamente: hay inmigración, pero legal: hay visas, controles, pasaportes, regulación. Y, para colmo, toda América Latina, desde México para abajo, es una miseria total de instituciones e inversiones. Aunque los latinoamericanos no entiendan nada de la historia de EEUU, siempre lo vieron como un lugar donde el que trabaja sale adelante y no expropiado, expoliado y encarcelado. EEUU sigue siendo la meca de todos, incluso la de los hipócritas que no paran de demonizarlo pero viven allí ganando sus buenos millones de dólares.

Lo tragicómico es que todos coinciden en que tiene que haber diferencia entre la inmigración legal e ilegal. En todo el mundo, claro, pero sobre todo en EEUU, donde los demócratas han apoyado siempre la inmigración legal y por ende, han estado en contra de la ilegal. Tal vez, antes de Trump, la diferencia entre demócratas y republicanos, al respecto, era la que había entre el diretor del aeropuerto de New York y su supervisor en la película La Terminal . El director era coherente y se tomaba su trabajo, legal, hasta sus últimas consecuencias. El supervisor era el incoherente compasivo que le decía que las normas tienen que existir “pero no tanto”.

Trump y sus partidarios son como el director del aeropuerto. Se toman en serio las leyes que demócratas y conservadores apoyan. Los controles fronterizos existen especialmente desde fines de la segunda guerra en adelante, y ningun gobierno demóctata estuvo en contra. Obama siempre los defendió y la ley que establece separar a los menores de los padres que cruzan ilegalmente la frontera fue muy bien aplicada durante el gobierno de Obana pero, claro, con la CNN y el Partido Demócrata ambos muy calladitos, por supuesto.

Trump y sus partidarios, en cambio, se toman en serio la ley –cosa insólita para muchos-. Y además reconocen con franqueza la crisis de hace décadas en la frontera con México, crisis que ahora los demócratas llaman, todos como un coro, “manufacturada” por Trump. Hace décadas que los inmigrantes latinoamericanos, especialmente de centro-américa para arriba, mueren literalmente intentando llegar al maléfico EEUU (¡pero qué tonta que es la gente, no!?) y son esclavizados por los tratantes de personas pero no, eso no es una crisis. Es fruto de la mente enloquecida de Trump…

Pero que Trump se tome en serio la ley y vea realmente el problema no quiere decir que su diagnóstico y su solución sean los adecuados. Cabría preguntarse, por qué no, qué pasaría si no hubiera Welfare State. Qué sucedería si, de vuelta, todo el que camina un metro ya adentro de los EEUU sabe que va a tener que trabajar y punto terminado. Qué sucedería si no hubiera salarios mínimos y sindicatos con poder de coacción para impedir el ingreso de extranjeros a los puestos que ellos dejan con sus huelgas. ¿Qué sucedería? Que la inmigración sería una solución, no un problema. Y si abandonaran la inútil guerra contra las drogas, el narcotráfico se acabaría ipso facto. Simplemente habría que ver qué hacer con los que viene de regiones donde pulula el terrorismo: se les pide un visado. Más no se puede. Ser ciudadana norteamericana, hija de inmigrantes palestinos legales, no garantiza que no haya una bomba de tiempo que sea ya diputada demócrata, en el centro mismo de las instituciones legislativas norteamericanas.

 

Trump no puede ver nada de esto –Ron Paul sí- y como es un tipo sin vueltas ha cerrado el gobierno. Y los demócratas no le van a dar el dinero para su famoso muro. Ceder, para cualquiera de los dos bandos, es una derrota política crucial. Puede ser que Trump abra el gobierno federal, pero el problema va a seguir. Puede ser que los demócratas cedan y le den los fondos para el bendito muro, pero las gentes seguirán muriendo para cruzarlo. Puede ser que Trump intente una executive order con apoyo de la corte para construirlo, pero el problema va a seguir igual.  El problema es el Welfare State, el acabamiento del pacto político originario y la falta de liderazgo para revivirlo, lo cual es una mayor responsabilidad del partido Republicano, más nacionalista que classcial liberal. O sea que el problema no tiene mucha solución por ahora, como el mundo entero, en última instancia, tampoco la tiene. Pero no porque sea posible un paraiso, sino porque un mundo de personas trabajando en paz y libremente ha sido ya elminado por todos los soviets mayores o menores que habitan nuestras mentes y, por ende, este por ahora solitario planeta.

 

Gabriel J. Zanotti es Profesor y Licenciado en Filosofía por la Universidad del Norte Santo Tomás de Aquino (UNSTA), Doctor en Filosofía, Universidad Católica Argentina (UCA). Es Profesor titular, de Epistemología de la Comunicación Social en la Facultad de Comunicación de la Universidad Austral. Profesor de la Escuela de Post-grado de la Facultad de Comunicación de la Universidad Austral. Profesor co-titular del seminario de epistemología en el doctorado en Administración del CEMA. Director Académico del Instituto Acton Argentina. Profesor visitante de la Universidad Francisco Marroquín de Guatemala. Fue profesor Titular de Metodología de las Ciencias Sociales en el Master en Economía y Ciencias Políticas de ESEADE, y miembro de su departamento de investigación.

Religión y libertad:

Por Carlos Rodriguez Braun: Publicado el 3/4/12 en: http://www.larazon.es/posts/show/religion-y-libertad

El sentimiento religioso en Estados Unidos nos provoca a algunos admiración y a otros escarnio. Pero ¿por qué se produce? James Q. Wilson planteó en el Wall Street Journal una hipótesis: tiene que ver con la libertad: “somos más religiosos que ningún país europeo porque aquí nunca ha habido una iglesia nacional contra la que rebelarse”.

Los antepasados de los estadounidenses se mataron por la religión, pero el conflicto era entre iglesias con poder político, o relacionadas con el poder político, la Católica y la Anglicana. Reconoce las excepciones de Polonia e Irlanda, no habla de Italia y España, también excepcionales por distintos motivos. “Pero en general hay poco en Europa que se parezca a la Primera Enmienda de la Constitución Americana”. Al no haber una iglesia nacional la religión se mantuvo fuera del panorama político. Pero en EE UU, como en el resto del mundo, ha habido ataques contra el sentimiento religioso alegando el argumento de “la separación de la Iglesia y el Estado”. Es una trampa. “Nuestra libertad no se basa en la supresión de los reconocimientos de la fuerza de la religión, sino en que durante muchas generaciones hemos aceptado un Gobierno secular que opera dentro de una cultura religiosa”. Mientras aquí los progresistas insisten en arrancar crucifijos o en recelar de las expresiones de la fe, conviene recordar que quien arrebata la libertad no es la Iglesia sino el Estado. 

El Dr. Carlos Rodríguez Braun es Catedrático de Historia del Pensamiento Económico en la Universidad Complutense de Madrid y miembro del Consejo Consultivo de ESEADE.