Fundamentos morales de la tradición de pensamiento liberal


Por Alberto Benegas Lynch (h) Publicado el 3/11/22
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Discurso de incorporación a la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas (2 de noviembre de 2022)

Señor Presidente, miembros de esta Academia, señoras y señores. Agradezco en primer término la invitación para esta honrosa incorporación, agradezco también las muy generosas palabras de presentación de mi distinguido amigo y académico Manuel Solanet y le rindo tributo una vez más a mi padre quien fuera presidente de esta Corporación que con su infinita paciencia y perseverancia me mostró “otros lados de la biblioteca”, lo cual me permitió explorar avenidas muy poco trabajadas en nuestras aulas universitarias. También me familiaricé con esta Academia por pertenecer al Instituto de Metodología de las Ciencias Sociales y por haber pronunciado alguna conferencia en el Instituto de Política Económica.

Soy consciente que el origen del nombre de esta Academia proviene del uso de la expresión “ciencias morales” para referirse a las ciencias sociales por contraste con la denominada en épocas remotas como “filosofía de la naturaleza” para aludir a las ciencias naturales. De todos modos, en el contexto actual el plano moral que apunta a las relaciones sociales hace alusión a los vínculos intersubjetivos puesto que los intrasubjetivos escapan a aquella esfera, por ello es que con razón se ha dicho que el derecho es un “minimun de ética”. El campo del fuero interno que no se vincula a las relaciones con el prójimo es privativo de cada cual.

En esta línea argumental es del caso subrayar que a todo derecho corresponde una obligación. Si una persona obtiene en el mercado mil, hay la obligación universal de respetar ese ingreso, pero si ganando lo dicho el aparato estatal le entrega dos mil esto se traduce en que se habrá confiscado el fruto del trabajo ajeno por la diferencia, lo cual constituye un pseudoderecho. Desafortunadamente en gran medida en la actualidad vivimos la era de los pseudoderchos a contracorriente de la mejor tradición constitucional que desde la Carta Magna de 1215 se apuntaba a la limitación del poder para hoy convertirla en no pocos casos en una carta blanca a un Leviatán desbocado con la consiguiente destrucción de marcos institucionales civilizados y el consecuente empobrecimiento moral y material.

Este desvío se debe a lo que viene ocurriendo en muchos facultades de derecho en las que no egresan abogados -que significa defensor del derecho- para producir memorizadores de legislaciones, párrafos e incisos pero sin la menor idea de mojones y puntos de referencia extramuros de la ley positiva con lo que el precepto republicano de la igualdad ante la ley muta en igualdad mediante la ley donde la guillotina horizontal hace estragos. En lugar de abrir paso a que los que mejor sirven a sus semejantes obtengan ganancias y los que yerran incurran en quebrantos, se establece un sistema nefasto que iguala en la mediocridad y en la miseria, solo permitiendo que ladrones de guante blanco mal llamados empresarios puedan explotar al prójimo con privilegios y mercados cautivos fruto de una cópula hedionda con el poder de turno.

Por su lado, en la mayor parte de las cátedras de economía se persiste en enseñar modelos incompatibles con procesos abiertos de mercado -neoclásicos y keynesianos por igual- tal como lo han reconocido, entre muchos otros, dos de las figuras que han sido las más representativas de aquella tradición: Mark Blaug y John Hicks. El primero escribe en Appraising Economic Theories que “Los Austríacos [se refiere a la Escuela Austríaca] modernos van más lejos y señalan que el enfoque walrasiano al problema del equilibrio a los mercados es un cul de sac, si queremos entender el proceso de la competencia más bien que el equilibrio final tenemos que comenzar por descartar aquellos razonamientos estáticos implícitos en la teoría walrasiana. He llegado lentamente y a disgusto a la conclusión de que ellos están en lo correcto y que todos nosotros hemos estado equivocados.” El segundo consigna en Capital y tiempo que “He manifestado la afiliación Austríaca de mis ideas, el tributo a Böhm- Bawerk y a sus seguidores es un tributo que me enorgullece hacer. Yo estoy dentro de su línea, es más, comprobé, según hacía mi trabajo que era una tradición más amplia y extensa de lo que al principio parecía.”

En uno de mis primeros libros fabriqué una definición de liberalismo que tengo la satisfacción que intelectuales que aprecio mucho la usan y dice que “el liberalismo es el respeto irrestricto por los proyectos de vida de otros”. Esto en modo alguno remite a que suscribamos el proyecto de vida del vecino, incluso nos puede resultar repugnante pero si no hay lesiones al derecho de terceros no es posible recurrir a la fuerza en una sociedad libre. Más aun, la prueba de fuego de la tolerancia se pone en evidencia cuando no se emplea la violencia a menos que, como queda dicho, se infrinjan derechos. En realidad la expresión “tolerancia” infunde cierto tufillo inquisitorial, por eso es más apropiado recurrir a “respeto” ya que los derechos no se toleran, se respetan. Este es el modo de dar paso a la convivencia civilizada y la cooperación social donde los actos privados están reservados a la responsabilidad y consciencia de cada uno. Este es el eje central de la moral en el sentido antes enunciado. Todo lo que lo altere es inmoral e inaceptable en una sociedad abierta (para recurrir a terminología popperiana). Es en esta dirección por lo que las constituciones liberales resumen su aspecto medular en el derecho a la vida, a la libertad y a la propiedad.

En este sentido es pertinente señalar que los derechos de propiedad son la base de las relaciones pacíficas y productivas. Sin propiedad, como pretenden los marxistas y sus imitadores, no hay posibilidad de contabilidad, de evaluación de proyectos y de cálculo económico en general. Para ilustrar con un ejemplo extremo, si se ha abolido la propiedad no hay precios ya que estos son el reflejo de arreglos contractuales en transacciones donde se intercambian derechos de propiedad, si se decide eliminar la propiedad decimos no se sabe si conviene construir los caminos con oro o con asfalto y si alguien mantiene que con el metal aurífero es un derroche es porque recuerda los precios antes de la antedicha abolición. Los precios son los únicos indicadores en los mercados para conocer donde invertir y donde no hacerlo. Como los bienes no crecen en los árboles y no hay de todo para todos todo el tiempo, es indispensable la institución de la propiedad al efecto de asignar del mejor modo los siempre escasos recursos puesto que, de lo contrario, el despilfarro atenta contra el nivel de vida de todos pero muy especialmente contra el de los más vulnerables. Las tasas de capitalización -es decir, maquinaria, instalaciones, equipos y conocimiento relevante- son la única causa de crecimiento de salarios e ingresos en términos reales, esa es la diferencia entre países ricos y pobres.

Viene ahora un tema muy poco entendido y es la versión moderna de la economía en contraste con la mirada socialista de entenderla como circunscripta a lo monetario, a lo material, a lo crematístico, para en cambio abarcar toda la acción humana. Esta es la visión comenzó con la Escolástica Tardía, la primera camada liberal de la Escuela de Salamanca. La segunda la formaron los diputados a las Cortes de Cádiz donde ocurrió el bautismo oficial de la palabra “liberal” como sustantivo para oponerse a los “serviles”, hasta entonces el uso generalizado de aquél término era como adjetivo. Los integrantes de aquella camada original fueron pensadores de la talla de Juan de Mariana, Luis de Molina, Francisco de Vitoria y sus asociados. Esta tradición luego fue ampliada por Hugo Grotius, Samuel Pufendorf y Richard Hooker, más adelante por Algernon Sidney y John Locke, contribuciones extendidas por la Escuela Escocesa de Adam Smith (especialmente en su primera obra titulada Teoria de los sentimientos morales), David Hume y Adam Ferguson para finalmente establecer otro salto cuántico por medio de los notables aportes de la Escuela Austríaca liderada por autores como Carl Menger, Eugen von Böhm-Bawerk, Ludwig von Mises, Friedrich Hayek, Israel Kirzner y Murray Rothbard, aportes que a su vez han influido en múltiples vertientes de confección liberal.

Claro que cuando decimos “finalmente” tenemos que ser cautos puesto que como es sabido el conocimiento no es un puerto sino una permanente navegación, andamiaje conceptual muy bien ilustrado por el lema de la Royal Society de Londres: nullius in verba, esto es, no hay palabras finales. El antes referido Karl Popper nos ha enseñado que el conocimiento tiene la característica de la provisonalidad sujeta a refutaciones. El positivismo mantiene que una verdad debe estar sustentada en la verificación empírica, pero como ha destacado Morris Cohen esa misma afirmación no es verificable empíricamente y, por otro lado, nada en la ciencia es verificable, como hemos subrayado es corroborable provisoriamente.

Esto para nada suscribe el relativismo que además de convertir en relativa esa misma postura, desconoce que una proposición verdadera demanda correlato entre el juicio y el objeto juzgado puesto que las cosas son independientes de nuestras opiniones. Todo lo cual no solo va para el relativismo epistemológico sino también para el hermenéutico tal como ha mostrado Umberto Eco y el cultural como explica Eliseo Vivas.

Todos los autores mencionados en la larga tradición liberal ya insinuada por Sócrates, la Grecia clásica, la Roma republicana y el common law inglés son desde luego susceptibles de revisión y desacuerdos. Como hemos repetido, los liberales no somos una manada y detestamos en pensamiento único, las desavenencias son bienvenidas pero siempre que el tronco moral del liberalismo se mantenga intacto cual es el respeto irrestricto por los proyectos de vida de otros, a saber, el respeto recíproco lo cual no significa abstenerse de criticar y opinar lo que se estime conveniente.

Respecto a lo que adelantamos del significado moderno de la economía, la referida Escuela Austríaca en sus diferentes vertientes ha puesto de manifiesto que toda acción significa elegir, optar y preferir entre diversos medios para la consecución de específicos fines o metas. Esto es precisamente la economización. Todas las acciones del hombre apuntan a obtener una ganancia, siempre psíquica y algunas veces también monetaria pero en toda ocasión el sujeto actuante especula con estar mejor desde su peculiar punto de vista respecto a la situación anterior al acto. Todos actuamos en nuestro interés personal, lo cual es una verdad de Perogrullo pues se lleva a cabo el acto porque está en interés de quien lo ejecuta. La acción puede ser ruin o noble pero todas las personas somos especuladores en el sentido que conjeturamos que vamos a incorporar valores que son mayores a los costos en que indefectiblemente incurrimos para obtener ese valor o ganancia subjetiva. El respeto a estos procesos lo vincula a la moral.

Entre muchos otros, Santo Tomás de Aquino explica magníficamente el tema del interés personal: “amarás a tu prójimo como a ti mismo, por lo que se ve que el amor al hombre para consigo mismo es como un modelo del amor que se tiene a otro. Pero el modelo es mejor que lo moldeado. Luego el hombre por caridad debe amarse más a si mismo, que al prójimo.” (Suma Teológica, 2da-2da, q. xxvi, art.iv), en consonancia con lo escrito por Erich Fromm en Man for Himself en cuanto a que “el valor supremo de la ética humanista no es la renuncia a si mismo sino el amor propio, no la negación del individuo sino su afirmación”. Es como dice el Padre Ismael Quiles en Como ser si mismo referido al absurdo de renunciar a si mismo: “Ser para no ser nada es una contradicción sin significado alguno” y muestra como “individualidad significa no dividido”, agregamos nosotros que la contradicción es similar a cuando se sostiene seriamente el imposible de “no hay que juzgar” como si esa aseveración no fuera un juicio.

En nuestro medio desde hace casi un siglo venimos aplicando con una monotonía digna de mejor causa las recetas fracasadas del estatismo desde las revoluciones militares fascistas del 30 y el 43. La adopción de la Constitución liberal de 1853/60 permitió un progreso moral y material en tierras argentinas que fueron la envidia del mundo. Los salarios del peón rural y del obrero de la incipiente industria eran superiores a los de Suiza, Alemania, Francia, Italia y España. La población se duplicaba cada diez años, teníamos exportaciones a la altura de Canadá y los indicadores más relevantes solo comparables a Estados Unidos. Cuando nos visitó una delegación de la Academia Francesa en el Centenario, compararon los debates parlamentarios argentinos con los que tenían lugar en esa Corporación debido a la versación e independencia de criterio de los legisladores locales. Luego la sandez nacionalista y sus socios autoritarios irrumpieron en escena con los resultados por todos conocidos.

Alexis de Tocqueville en El antiguo régimen y la Revolución Francesa marca que es frecuente que en países donde ha reinado gran prosperidad eso se da por sentado y ese es el momento fatal porque ocupan espacios, especialmente en las aulas las corrientes opuestas. Esto ha sucedido en nuestro país, donde nos carcomieron las propuestas de la CEPAL, los keynesianismos, los socialismos llamados “cristianos”, los marxismos y demás recetas estatistas que todo lo invadieron frente a muchos abandonados que pensaron que otros eran los encargados de resolver problemas en lugar de cada uno preocuparse y ocuparse de lo que todos están interesados, en otros términos que se los respete no importa a que se dedique cada uno. Thomas Jefferson insistía que “el costo de la libertad es su eterna vigilancia” y Martin Luther King decía “no me asustan los gritos de los violentos, me aterra el silencio de los mansos”. Mansos que al decir de Miguel de Unamuno son “mamíferos verticales”, como dice Giovanni Papini “almas deshabitadas” o como expresa Mario Vargas Llosa individuos “sin mayor trastienda.”

Haciendo gala de la mayor de las hipocresías los politicastros proclaman sus barrabasadas como un acto de “solidaridad” sin entender que la caridad y la solidaridad se llevan a cabo con recursos propios y de modo voluntario. Recurrir al aparato estatal de la fuerza alegando lo dicho se traduce en un atraco puesto que cuando se dice que el gobierno debe hacer tal o cual cosa se esconde que son los vecinos violentados en el uso del fruto de sus trabajos. Ningún gobernante solventa nada con sus ingresos, más bien es común que se los lleve de manera delictiva. Tal vez entre todos los economistas quien se han pronunciado sobre el asunto con mayor claridad ha sido el premio Nobel en economía de 2002, Vernon L. Smith en su célebre ensayo titulado “On Price Formation Theory” y su insistencia en las suculentas equivocaciones por el desconocimiento de la clásica “mano invisible” del proceso de mercado donde las partes se benefician al tiempo que trasmiten información fraccionada y dispersa a través de los precios. Dice este galardonado que lo que hoy ocurre en gran medida es la insolente y a todas luces contraproducente “mano visible de los gobiernos” que irrumpe sustentados en “la arrogancia fatal” a que se refería otro premio Nobel en economía -el antes citado Hayek- que todo los destruye a su paso provocando daños muy especialmente sobre el nivel de vida de los más necesitados. Hay que evitar a toda costa las “mascaradas de libertad” de que nos habla el decimonónico Gaston Boissier.

Y si los politicastros fueran sinceros en sus preocupaciones por los que menos tienen deberían donar parte de sus remuneraciones y dietas, pero pretenden hacerlo recurriendo a la violencia con ingresos de otros. Por otra parte, es de gran interés estudiar lo sucedido allí donde impera la libertad en cuanto a las extraordinarias obras filantrópicas para ayudar a los más pobres, situaciones que desde el luego no tiene lugar en la isla-cárcel cubana y sus imitadores, siempre megalómanos enriquecidos con recursos malhabidos.

Decíamos que vivimos la era de los pseudoderechos a lo que agregamos que en buena parte esto se debe a la manía inmoral del igualitarismo de resultados sin percibir que es una bendición la desigualdad de cada cual desde el punto de vista anatómico, bioquímico y sobre todo psicológico, de lo contrario la división de trabajo y la cooperación social resultarían sumamente dificultosas pues todos tendrían los mismos talentos, gustos y vocaciones. La misma conversación resultaría en un tedio insoportable pues sería lo mismo que hablar con el espejo. En este punto se ha sostenido la inconveniencia de la herencia para lo cual se recurre a un desafortunado correlato con una carrera de cien metros llanos y se concluye que cada uno debería contar con los méritos que le permite su propio esfuerzo, habilidad y destreza deportiva pero no ser apoyado por lo que hacen sus ancestros, de ahí es que se objeta la trasmisión gratuita de bienes. Como bien ha mostrado Anthony de Jasay, esta metáfora deportiva es autodestructiva pues a poco andar los primeros en llegar a la meta se darán cuenta que su esmero ha sido inútil pues sus descendientes serán nuevamente nivelados en la próxima largada en la carrera por la vida. También como hemos apuntado, debe enfatizarse que las mayores rentas y patrimonios en una sociedad libre necesariamente trasmiten su fortaleza a los más débiles vía las antedichas tasas de capitalización. En cambio, todo impuesto a la herencia es un atentado directo al ahorro y la inversión y por tanto al nivel de vida. En el plebiscito diario del mercado la gente al poner de relieve sus necesidades decide las aludidas diferencias de ingresos y cuando nos referimos al mercado es pertinente indicar que no se trata de un lugar ni una cosa sino de un proceso en el que todos los humanos participamos: el sacerdote cuando compra la sotana, el verdulero cuando vende su producto, el cirujano cuando opera, al usar el celular, tomar un taxi y así sucesivamente.

La inmoralidad se extiende cuando se establecen impuestos progresivos, lo cual ha sido aplicado incluso en el denominado baluarte del mundo libre, a saber, en Estados Unidos a contracorriente de los valores y principios adoptados por los Padres Fundadores por lo cual esa medida requirió una reforma constitucional conocida como la Revolución del Año 13 por haber sido implementada en 1913 junto con la incorporación de la banca central que también requirió esa enmienda, tema sobre el que nos pronunciamos enseguida.

En todo caso, en materia fiscal como es sabido hay dos grandes formas tributarias: la proporcionalidad y la progresión. En el primer caso se trata de establecer tasas o alícuotas iguales con lo que naturalmente quienes demuestran mayor capacidad de pago realizan mayores desembolsos en valores absolutos. Sin embargo, el tributo progresivo remite a cuatro efectos negativos centrales. El primer lugar, son en verdad regresivos puesto que la carga recae principalmente sobre los marginales que se convierten en contribuyentes de facto debido a la contracción en los niveles de inversión de los contribuyentes de jure. Segundo, altera las posiciones patrimoniales relativas, es decir, las previas asignaciones de los siempre escasos recursos se reasignan en proporciones distintas de las establecidas por los consumidores lo que a su vez implica despilfarro que, como se ha apuntado, empobrece a la comunidad. Tercero, dificulta la tan necesaria movilidad social puesto que los que vienen ascendiendo dificultosamente desde la base patrimonial son castigados más que proporcionalmente lo que también establece una injustificada protección a los que se encuentran en el vértice de la mencionada pirámide. Por último, el gravamen progresivo constituye un castigo a la eficiencia.

Respecto a la banca central, aun suponiendo que los más idóneos y eficaces ocupen el directorio de esta institución estarán siempre embretados en uno de tres caminos: expansión de la base monetaria, contracción o dejarla inalterada. Pues cualquiera de las tres variantes desdibuja y distorsiona los precios relativos que, como queda dicho, son los únicos indicadores para conocer las prioridades de la gente por lo que estas manipulaciones indefectiblemente empobrecen. Si la banca central es independiente de los dictados del Ejecutivo o Legislativo, las aludidas desfiguraciones se harán independientemente y si se conjetura que se procederá como hubiera preferido la gente, no hay razón para la intromisión con el ahorro de honorarios, pero la manera de saber que activo monetario prefiere el público es dejar que se exprese. Por eso es que premios Nobel en economía como el referido Hayek, Milton Friedman, James M. Buchanan y Gary Becker han propuesto la liquidación del banco central y la abrogación del curso forzoso para dejar de lado el fetiche de la denominada “autoridad monetaria” que en su cartas orgánicas estipula la preservación del poder adquisitivo de la unidad dineraria aun que ningún banco central de la historia ha hecho semejante cosa, comenzando con el Banco de Inglaterra y continuado con todos los creados durante el siglo veinte, responsables de haber provocado la crisis de los años 30 y sucesivas debacles enancadas al sistema bancario de reserva fraccional. La manipulación gubernamental de la moneda es un tema esencialmente moral ya que se traduce en una succión solapada e inmisericorde a los ingresos de la población.

En un cuadro más amplio referido a lo moral-institucional, en el llamado mundo libre debe advertirse que la tan bien definida democracia por los Giovanni Sartori de nuestra época está convirtiéndose en cleptocracia. Como ha descripto Juan González Calderón, los demócratas de los números ni de números entienden pusto que parten de dos ecuaciones falsas: 50%+1%=100% y 50%-1%=0%. Con el criterio de solo tomar en cuenta el aspecto formal, secundario y mecánico de la democracia y dejar de lado el esencial respeto a los derechos de todos, podríamos llegar al desatino de sostener que el asesino serial de Hitler fue un demócrata porque ascendió al poder con la primera minoría de los votos.

Todo lo consignado no es óbice para seguir escarbando en nuevos paradigmas en cuanto a los debates sobre el dilema del prisionero, las externalidades, los bienes públicos, la asimetría de la información, el teorema Kaldor-Hicks y el equilibro Nash. Estos debates operan a contracorriente de las telarañas mentales de conservadores en el sentido de mantener inalterado el statu quo, que si por ellos fuera no hubiéramos pasado del taparrabo y el garrote de nuestros anscestros pues el primero que usó el arco y la flecha era algo nuevo e inaceptable para los que rinden pleitesía a la falacia del ad populum.

Para todo lo que venimos comentando resulta esencial que en la educación esté ausente el adoctrinamiento fruto de la politización bajo la peregrina idea que desde el vértice del poder deben imponerse estructuras curriculares, en lugar de dar paso a la competencia con las consecuentes auditorías cruzadas en busca de excelencia académica para disfrutar de las indispensables mentes abiertas que se oponen a los basurales abiertos que todo lo reciben a la par y donde prima el deshecho. Tal como ha escrito Ángel J. Battistessa “la cultura no es una cosa de minorías porque cuesta cara, sino porque cuesta trabajo.”

Para cerrar acoto que salvando las enormes distancias puede establecerse un correlato entre el estatismo y las academias de la lengua. Enormes distancias puesto que lo primero implica violencia mientras que lo segundo son dictámenes que no recurren a la violencia. Pero es interesante este paralelo ya que las academias de la lengua pretenden dirigir un idioma cuando éste en verdad surge de la parla popular que lo enriquece. Borges escribió que el inglés es más rico en palabras que el español debido a que no cuenta con una academia de la lengua. Juan Bautista Alberdi nos dice en el sexto tomo de Escritos póstumos que “el idioma es el hombre de que es expresión, está sujeto a cambios continuos sin dejar de ser el mismo hombre en su esencia […] dos grandes leyes fundamentales, peculiares al hombre, gobiernan el desarrollo natural de todo idioma: el neologismo y el arcaismo […] El arcaismo y el neologismo no son incompatibles; su juego armónico, al contrario, mantiene al idioma […] queda al cuidado del pueblo mismo que es el legislador soberano de los idiomas. Los idiomas no son obra de las Academias.” Lo cual en mayor grado aun va para gobiernos autoritarios que pretenden imponer desde el poder estropicios como el invento estrafalario del “lenguaje inclusivo” y afines tan criticado por destacados escritores y literatos. Estos autoritarios confunden la importancia de la dirección y la naturaleza del asunto: es de abajo que surgen los cambios en un proceso de orden espontáneo como el mismo mercado, no es impuesto desde arriba, confunden la moral con el latrocinio. Muchas gracias.

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. en Ciencias de Dirección. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, fue profesor y primer rector de ESEADE durante 23 años y luego de su renuncia fue distinguido por las nuevas autoridades Profesor Emérito y Doctor Honoris Causa. Es miembro del Comité Científico de Procesos de Mercado, Revista Europea de Economía Política (Madrid). Es Presidente de la Sección Ciencias Económicas de la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires, miembro del Instituto de Metodología de las Ciencias Sociales de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas, miembro del Consejo Consultivo del Institute of Economic Affairs de Londres, Académico Asociado de Cato Institute en Washington DC, miembro del Consejo Académico del Ludwig von Mises Institute en Auburn, miembro del Comité de Honor de la Fundación Bases de Rosario. Es Profesor Honorario de la Universidad del Aconcagua en Mendoza y de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas en Lima, Presidente del Consejo Académico de la Fundación Libertad y Progreso y miembro del Consejo Asesor de la revista Advances in Austrian Economics de New York. Asimismo, es miembro de los Consejos Consultivos de la Fundación Federalismo y Libertad de Tucumán, del Club de la Libertad en Corrientes y de la Fundación Libre de Córdoba. Difunde sus ideas en Twitter: @ABENEGASLYNCH_h

Derecho de los animales y situaciones límite

Por Alberto Benegas Lynch (h) Publicado el 4/6/2en: https://www.infobae.com/opinion/2022/06/04/derecho-de-los-animales-y-situaciones-limite/

Los animales no son racionales, no tienen libre albedrío, no actúan, solo reaccionan frente a ciertos estímulos. No obstante, esto no quiere decir que sea adecuado cualquier procedimiento que conduzca al sufrimiento de ciertos especímenes del reino animal

El torero español Emilio de Justo lidia al toro ‘Soñador’ de 456 kilos de la ganadería Guachicono, hoy, durante la tercera corrida de la Feria Taurina, en Cali (Colombia). EFE/ Ernesto Guzmán

Como es sabido, el derecho significa la facultad de disponer de lo propio, comenzando por el propio cuerpo, siguiendo con la expresión de los pensamientos de cada cual, completado con el uso de lo adquirido de modo legítimo. En este contexto, a todo derecho corresponde una obligación. Si una persona dice que gana mil en el mercado, hay la obligación universal de respetar ese ingreso. Pero si esa misma persona dijera que tiene “el derecho” de obtener dos mil aunque su salario es de mil, si se otorgara semejante “derecho” inexorablemente querría decir que se ha expropiado a otro en el fruto de su trabajo por la diferencia. Se trata entonces de un pseudo derecho pues para otorgarlo se ha lesionado el derecho de terceros.

Vivimos la era de los pseudo derechos: “derecho a una vivienda adecuada”, “derecho a un salario suficiente”, “derecho a una motocicleta”, “derecho a tantos hidratos de carbono o vitaminas”, derechos que no solo se dan de bruces con la noción más elemental del derecho sino que perjudican a todos, muy especialmente a los más vulnerables al vivir en un clima de destrucción de marcos institucionales civilizados. Por eso es tan relevante la igualdad ante la ley donde todos tienen los mismos derechos, lo cual no ocurre allí donde se pretende la igualdad mediante la ley, es decir la guillotina horizontal que apunta a nivelar a todos lo cual aniquila la cooperación social vulnerando acuerdos entre las partes y destruye la noción del contrato que remite a derechos de propiedad.

La asignación de derechos de propiedad resulta esencial para la supervivencia de la sociedad puesto que permite liberar energía creadora para usar del mejor modo posible los siempre escasos recursos. En este plano, todos para mejorar sus situaciones se ven obligados a mejorar la condición social de sus semejantes. El que acierta obtiene ganancias y el que yerra incurre en quebrantos lo cual va a contramano de los que se alían con el poder político de turno para explotar miserablemente a sus congéneres. Robar una bicicleta es un delito mucho menor a inyectar polución al ambiente pues el monóxido de carbono ataca los pulmones de los vecinos, del mismo modo que constituye un delito volcar ácido sulfúrico en el jardín del prójimo. Por otra parte, la propiedad permite que cada uno se dedique a sus actividades en un proceso que maximiza el bienestar. Antes he usado el ejemplo que esgrime el periodista John Stossel quien ilustra el asunto con un trozo de carne envuelto en celofán en la góndola del supermercado. Nos invita a cerrar los ojos e imaginar en regresión los pasos para llegar a ese producto. Los agrimensores calculando espacios en los campos, los alambrados y los postes (solo esto último demanda unos treinta años entre el sembrado, la tala, los transportes, los almacenamientos, las cartas de crédito, los aserraderos, la contratación de personal, los mercados inmobiliarios para adquirir terrenos etc etc), las cosechadoras, los fertilizantes, los plaguicidas, el ganado vacuno, los caballos, las riendas y monturas, los peones, las aguadas y bebederos, la manga, las viviendas, las gestiones bancarias y demás faenas. Cada uno hace lo suyo sin tener la menor idea de las infinitas etapas que llevan al bien final mencionado. Todos se intercambian vía el formidable proceso que marcan los precios como un sistema de información y coordinación hasta que irrumpen los megalómanos de siempre que dicen que “no se puede dejar las cosas a la anarquía del mercado” y por ende fijan precios (en verdad simples números puesto que los precios por definición reflejan estructuras valorativas de las partes, en cambio los números de marras solo exhiben los caprichos de los burócratas que en lugar de permitir la difusión de conocimiento concentran ignorancia). Con este estatismo enfermizo, finalmente no hay carne, ni celofán, nada en las góndolas y tienden a desaparecer los supermercados.

Como es de conocimiento público, desde la Carta Magna de 1215 las constituciones son para limitar el poder político, sin embargo en la actualidad son en gran medida documentos que le otorgan carta blanca a los agentes del aparato estatal para que abusen de los derechos de los gobernados quienes en lugar de sentirse protegidos se sienten perseguidos y aplastados por un Leviatán desbocado.

Hecha esta necesaria introducción veamos el caso de los supuestos “derechos” de los animales, un destino puesto que no son sujetos de derecho: si un elefante destroza nuestro jardín no lo podemos llevar a tribunales para que responda ya que tampoco puede demandarse responsabilidad por el consiguiente respeto a los derechos de terceros. El ser humano es racional lo cual no quiere decir que no se equivoque ni que se abstenga de recurrir a silogismos contrarios a la lógica. Cuando los médicos de antaño colocaban sanguijuelas en el pecho de infartados no era que se trataba de irracionales sino que usaban el conocimiento disponible al momento. La ciencia pone de manifiesto un proceso de prueba y error en el contexto de refutaciones permanentes para progresar. Fuera de los actos reflejos, toda la conducta del ser humano que se sustenta en la elección, preferencia y opción por más que su proceder resulte disparatado a criterio de otros. El animal no racional no tiene libre albedrío, no actúa, solo reacciona frente a ciertos estímulos.

Esto no quiere decir para nada que se considere adecuado el procedimiento que conduce al sufrimiento de ciertos especímenes del reino animal. Decimos ciertos especímenes puesto que si se es considerado con las bacterias la especie humana desaparecería, lo mismo puede decirse eventualmente con la cucarachas o las serpientes venenosas cerca de viviendas. Sin duda que resulta un espectáculo bochornoso el daño deliberado a perros o caballos solo para citar dos casos, incluso hoy día es muy provechoso y educativo observar a los modernos domadores con el cariño y cuidado que hacen su oficio abandonando por completo los métodos salvajes de domadores anteriores que les parecía un acto de coraje el pegarles rebencazos y clavando espuelas a los pobres animales.

El punto aquí señalado consiste en subrayar el significado del derecho al efecto de no confundir conceptos. Es realmente llamativo que los que pretenden incrustar la idea del derecho en el campo animal son en general partidarios del homicidio en el seno materno, mal llamado aborto, con lo que se desconoce que desde el momento de la fecundación del óvulo hay un ser humano en acto, en potencia de muchas otras características con una carga genética única distinta de la de la madre y el padre. Es en verdad curioso que se pretenda implantar de contrabando “derechos” animales y se aniquile a seres humanos indefensos.

Todo esto sin mencionar la matanza de animales para la alimentación como ganado vacuno, peces y equivalentes, lo cual no justifica el denominado “deporte de la caza” en el que el aniquilamiento es una diversión, del mismo modo que a nuestro juicio la corrida de toros pone de manifiesto una carnicería impropia de humanos.

Finalmente, ahora vamos en una cápsula a las situaciones consideradas límite, denominadas en ingles “life boats situations” íntimamente vinculadas al tratamiento de los derechos de propiedad. Estas situaciones extremas se suelen presentar en el escenario de un naufragio donde hay menos botes salvavidas que posibles ocupantes. En este caso el capitán del barco como representante de los dueños de la embarcación decidirá quienes pueden usar y quienes no pueden usar los botes. Y si suponemos que el capitán muere en el naufragio el uso y disposición de los botes retrotrae al origen de la propiedad tal como lo expuso modernamente primero Robert Nozick y luego Israel Kirzner refinando la tesis de John Locke, es decir, los primeros ocupantes son los dueños de facto. Para un análisis detallado respecto a diversos andamiajes conceptuales y ángulos de estudio referidos a casos extremos, remito a mi ensayo titulado “David Miller and Life Boats Situations: a Note” originalmente publicado en Gulf Islands Review. A Journal of Ideas on Economic, Historical and Political Debate, Primer Cuatrimestre de 2010 que se reproduce en el post-scriptum de mi libro Maldita coyuntura (Buenos Aires, Grupo Unión, 2020).

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. en Ciencias de Dirección. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, fue profesor y primer rector de ESEADE durante 23 años y luego de su renuncia fue distinguido por las nuevas autoridades Profesor Emérito y Doctor Honoris Causa. Es miembro del Comité Científico de Procesos de Mercado, Revista Europea de Economía Política (Madrid). Es Presidente de la Sección Ciencias Económicas de la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires, miembro del Instituto de Metodología de las Ciencias Sociales de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas, miembro del Consejo Consultivo del Institute of Economic Affairs de Londres, Académico Asociado de Cato Institute en Washington DC, miembro del Consejo Académico del Ludwig von Mises Institute en Auburn, miembro del Comité de Honor de la Fundación Bases de Rosario. Es Profesor Honorario de la Universidad del Aconcagua en Mendoza y de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas en Lima, Presidente del Consejo Académico de la Fundación Libertad y Progreso y miembro del Consejo Asesor de la revista Advances in Austrian Economics de New York. Asimismo, es miembro de los Consejos Consultivos de la Fundación Federalismo y Libertad de Tucumán, del Club de la Libertad en Corrientes y de la Fundación Libre de Córdoba. Difunde sus ideas en Twitter: @ABENEGASLYNCH_h

Una pésima interpretación de la tradición liberal

Por Bertie Benegas Lynch. Publicado el 11/11/21 en: https://www.infobae.com/opinion/2021/11/11/una-pesima-interpretacion-de-la-tradicion-liberal/?outputType=amp-type

Se da una insólita guerra en la propia trinchera generada por quienes se incomodan por el multitudinario apoyo y la creciente comprensión de las ideas liberales que promueve Javier Milei

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La definición del liberalismo de Alberto Benegas Lynch (h.) en la voz de Milei y otros integrantes de su partido.

El liberalismo desde siempre ha sido una cosmovisión, una postura intelectual que integra muy variadas contribuciones bajo el espíritu popperiano, es decir, aceptando al conocimiento como provisorio e incentivando la máxima apertura al debate y a las refutaciones en un contexto de mentes abiertas motivadas por la búsqueda de la verdad. La gimnasia de la prueba y el error, reconocer al hombre como un ser imperfecto, limitado y que maneja una ínfima cuota de comprensión respecto del mundo que lo rodea, es lo que le ha posibilitado llegar a estas instancias en el peregrinar del conocimiento.

La maximización de procesos evolutivos del hombre, la búsqueda del conocimiento y el desarrollo de todas sus potencialidades individuales, tiene solo cabida en el contexto del “respeto irrestricto al proyecto de vida del prójimo”. Esto significa que el respeto no tiene limitaciones. Todo es posible y moralmente válido cuando no se lesionan derechos de terceros. El respeto irrestricto prevalece sobre el no-respeto. Interpretar que el respeto irrestricto valida el autoritarismo, evidencia no haber atendido la única y simple premisa inicial.

Roger J. Williams, detallaba cuán extraordinarios somos individualmente hasta el más mínimo detalle físico y, muy especialmente, en el complejísimo aspecto mental. Tenemos distintas preferencias, gustos, necesidades, inclinaciones, enfermedades, hábitos, debilidades, conocimientos, experiencias, distintas estructuras de procesos decisorios, distintas percepciones y sentimientos. Por ello, para desarrollar nuestras potencialidades al máximo debemos vivir en plena libertad, y eso implica respetarnos mutuamente. Se habla muchas veces de “tolerancia” pero, en realidad, los derechos a la vida, la libertad y la propiedad no se toleran, se respetan.

La tolerancia tiene un dejo de permiso y aceptación que no convence. El liberalismo también implica que, aun cuando nos resulte inaceptable para nuestros valores personales o planes de vida lo que hace otro en el contexto de su fuero íntimo, no se puede recurrir a la fuerza para imponer nuestros propios gustos. Esta tradición la han tomado y alimentado grandes autores como Richard HookerFrancis HutchinsonSamuel Pufendorf, Algernon SidneyJohn Locke y luego Carl MengerLudwig von MisesFredrich HayekMilton FriedmanGary Becker, James BuchananIsrael Kirzner y Murray Rothbard, entre otros.

En el aspecto institucional del ideario liberal, es relevante destacar las contribuciones que representaron los Juicios de Manifestación por parte de los fueros como el de Aragón, anterior al habeas corpus inglés, la estructura jurídica en la Roma anterior al Imperio, la Carta Magna de 1215 y posteriormente la declaración de derechos de la Revolución Francesa, previa a la contrarrevolución jacobina, la Revolución de Estados Unidos contra Jorge III de Inglaterra, la Constitución de Cádiz -donde aparece el término “liberal” como sustantivo-, y las Constituciones como la de Alberdi en Argentina.

Da pena la aparición de algunas personas que arrastrando rebuscados complejos, minan el avance de quienes hoy hacen esfuerzos en la buena dirección. Estos sujetos, movidos por la envidia de ver en contemporáneos de la difusión lo que ellos nunca lograron, buscan sistemáticamente llamar la atención con falacias evidentes, comparaciones insultantes, planteos quebradizos sin la menor honestidad intelectual y hasta la adopción del término despectivo “liberalote” acuñado por un representante de la socialdemocracia. Generalmente se trata de gente que no pueden salir de los datos coyunturales y son incapaces de abordar los temas filosóficos con la sustancia y la consistencia como los hacen los exitosos a los que critica. En nuestro medio, últimamente se da esta insólita guerra en la propia trinchera generada por espíritus pequeños que se incomodan por el multitudinario apoyo y la creciente comprensión de las ideas liberales que promueve tan exitosamente Javier Milei.

El ser humano tiene una inclinación natural de afinidad y simpatía por quienes comparten sus gustos, incluso sobre aquellas preferencias más mundanas. Esa misma inclinación, llevada a planos tan caros como los valores morales de respeto a la vida, la libertad y la propiedad, tiene un significado tanto más trascendente que propicia una conexión humana más profunda. Por esta razón, cuesta creer que, muy lejos de considerarlo compañero de ruta y de tomar el ejemplo de los acalorados pero sofisticados y constructivos debates que los grandes maestros del liberalismo solían tener entre sí, se caiga en nocivos e insustanciales ataques solo inspirados en vicios de la personalidad.

Han pasado muchas décadas donde prevaleció la incomprensión de las ideas liberales. Hoy conozco gente que descubre que es liberal gracias a la titánica lucha por los principios de esta noble causa que ha impulsado Milei. La definición del liberalismo que él mismo supo resumir y difunde del pensamiento de Alberto Benegas Lynch (h.): “El liberalismo es el respeto irrestricto del proyecto de vida del prójimo bajo el principio de no agresión y defendiendo el derecho a la vida, a la libertad y a la propiedad”, es una píldora comunicacional maravillosa de alto contenido conceptual que encierra la columna vertebral de espíritu liberal. Parece mentira que haya que gastar caracteres para aclarar que si esa definición la recitan más de dos personas, no es fanatismo religioso; tampoco lo es cuando cantamos el himno, cuando en el colegio recitábamos el Preámbulo de la Constitución o cuando un coro canta una ópera.

Milei es un gran referente del liberalismo y muy lejos está de autoproclamarse salvador, líder o mesías, como muchos pretenden instalar. Al igual que en cualquier movimiento social, político, cultural, religioso o deportivo, pueden darse casos de seguidores que confundan los roles o equivoquen la esencia liberal que está asociada íntimamente con la autodeterminación individual. Pero no hay que dejar que la escasa capacidad de abstracción lleve a generalizar estas conductas particulares. Si luego de unas cortas vacaciones en Francia, somos víctima de un arrebatador, no es del todo lúcido concluir que los franceses son todos unos ladrones. Para el caso de Milei, que basa su prédica en la responsabilidad individual, la planificación de la propia vida y su inspiradora frase que dice que no se involucró en el barro político para “guiar corderos sino para despertar leones”, no deja dudas que no promueve para su persona términos equivalentes a “macrista”, “kirchnerista” o “peronista”, las cuales son muy comunes en la política.

En mis 54 años jamás he vivido semejante revolución intelectual ni un terremoto de estas magnitudes debajo del piso del paradigma estatal. Todos los que durante tantos años han luchado en la batalla cultural, deben alegrarse de este increíble florecer del liberalismo y la colosal lucha que está dando Milei, en el plano académico y en la arena política. Como solemos decir con él frente a los palos en la rueda de diversas magnitudes que le interponen permanentemente: “El sistema se resiste, pero la libertad avanza”.

Bertie Benegas Lynch. Licenciado en Comercialización en UADE, Posgrado en Negociación en UP y Maestría en Economía y Administración de Empresas en ESEADE. Síguelo en @nygbertie

Sobre un personaje mayor en la tradición liberal

Por Alberto Benegas Lynch (h) Publicado el 14/8/2en: https://www.infobae.com/opinion/2021/08/14/sobre-un-personaje-mayor-en-la-tradicion-liberal/

Algernon Sindney escribió en 1681 sobre algunos principios básicos que luego profundizaron Locke y Montesquieu

Sobre un personaje mayor en la tradición liberal - Infobae
Algernon Sidney

A veces acontecimientos claves de la historia no son suficientemente ponderados. Como es sabido, el inicio del espíritu liberal puede situarse en el método socrático, pasando por las experiencias atenienses, romanas, los fueros españoles y sus “juicios de manifestación” antes del habeas corpus, la Carta Magna de 1215, el desarrollo del common law y la escolástica tardía. Si bien el salto cuantitativo original habitualmente se atribuye a John Locke con su tratado de 1689, resulta clave señalar que antes que eso y en la misma dirección y con argumentos de mayor peso Algernon Sindney escribió en 1681 su obra titulada Discourses Concerning Government que demoró en publicarse hasta 1698 debido a su criminal ejecución el 7 de noviembre de 1683 por orden de Carlos II.

El voluminoso trabajo de Sidney fue como respuesta muy extendida al libro de Robert Filmer en cuyo título se expone la tesis central, Patriarcha: A Defense of Natural Power of Kings Against the Unnatural Liberty of the People publicado en 1680. Era una defensa y ratificación de la noción muy generalizada de la época que los monarcas derivaban su poder de Dios y que, por tanto, no podía ser cuestionado independientemente del contenido de la respectiva resolución.

Sidney refutó esta absurda conclusión y se explayó en la naturaleza del gobierno y las limitaciones a su poder a los efectos de salvaguardar los derechos de las personas, a su juicio inherentes a la persona y más allá de la legislación del momento. Esto no solo como un fundamento moral sino para asegurar el mayor bienestar de la gente basado en que esos derechos son naturales al ser humano y anteriores y superiores a la constitución del monopolio de la fuerza. Estas disquisiciones se oponían no sólo al poder político sino también al poder de las religiones oficiales. La frase que resume su pensamiento es la ironía de comentar que en los sistemas entonces vigentes “algunos nacen con una corona sobre sus cabezas y todos los demás con monturas sobre sus espaldas.”

La referida obra de seiscientas páginas en la edición que tengo en mis manos, está dividida en tres grandes capítulos que contienen noventa y ocho secciones. Comienza diciendo que es perfectamente excusable el error cometido por ignorancia, pero personas leídas e informadas no tienen justificación de engañar a la gente con supuestos inauditos como que el poder de los reyes es un mandato divino al efecto de respaldar sus fechorías. Como queda dicho, en verdad el autor explica que los derechos individuales provienen de la naturaleza de la condición humana para poder desarrollar sus potencialidades y el gobierno está teóricamente constituido para proteger y garantizar esos derechos. Es lamentable -continúa Sidney- que muchas autoridades religiosas se hayan plegado a la idea de la infalibilidad de la corona cuando su misión es la de velar por la integridad de los miembros de la comunidad y no estos reverenciar y otorgar facultades ilimitadas a quienes están supuestos de proteger las autonomías de los gobernados, quienes deben tener la posibilidad de remover a quienes los asaltan.

A continuación subraya el desatino de insistir en que el pueblo no debe interferir en los misterios del poder solo reservados a los que lo detentan puesto que ese razonamiento constituye un insulto a la inteligencia. Los hombres que asumen el poder no son diferentes al resto de los mortales, solo que se le ha confiado la misión de proteger las condiciones para que cada uno pueda desarrollar sus facultades dignas de la condición humana.

Constituye una ofensa a Dios el endosarle la responsabilidad por los martirios que sufre la gente. Los que tienen las inclinaciones delictivas de Nerón deben ser tratados como tales. La prudencia y el acierto en las decisiones gubernamentales no surgen automáticamente “no crecen como los hongos” son fruto de meditaciones y asesoramientos calificados y serios. La gente no debe dejarse atropellar y eventualmente permitir que los decapiten en sentido figurado o en sentido literal en nombre de una alegada facultad inexistente. No tiene el menor sentido reclamar que se dé al César lo que pertenece al Cesar cuando lo que se pide es el poder absoluto como atributo indiscutible del Cesar lo cual desconoce la naturaleza del gobernante y los atributos de la gente, todo como un pretexto para atropellar los derechos de todos los que no gobiernan.

La sección quinta del primer capítulo lleva el muy sugestivo título de “Depender de la voluntad de un hombre es la esclavitud” donde alude a la esencia de la tiranía que consiste en que la gente se encuentre a merced del monarca ya que la libertad es la ausencia de coacción por parte de otros ya que “son esclavos quienes no puede disponer de su persona ni de sus bienes y todo depende de lo que resuelva su amo; no hay tal cosa como la naturaleza del esclavo” puesto que la esclavitud contradice la naturaleza de las cosas, en esta línea argumental los gobernantes deben ajustarse a la ley entendida como el resguardo de los derechos de todos y no simplemente una disposición emanada de la autoridad. Imputar a Dios la conducta de los Calígula es una falta de respeto mayúscula.

En la sección décima de ese mismo capítulo, se elabora detenidamente sobre el concepto de que “ninguna violencia o fraude puede crear un derecho” y “la diferencia entre un buen y un mal gobierno dependen del ejercicio del poder” pero “en esclavitud el conocimiento no brinda posibilidades ya que todo depende de la voluntad de los lords por más malvados, crueles y dementes que resulten”. Y más adelante en la sección siguiente y en las cuatro finales de ese capítulo explica detenidamente que un acto injusto no muta en justo por el hecho de ser adorado con boato, rituales, frases vacías y poder hereditario. La justicia de dar a cada uno lo suyo implica el respeto a la propiedad de lo que pertenece a cada cual.

En el segundo capítulo Sidney en el contexto de opiniones de diferentes autores, desarrolla las nociones de democracia referida al consenso de la administración de la cosa pública en beneficio de todos que hoy podemos resumir en el respeto recíproco, la aristocracia como el gobierno de algunos considerados virtuosos y la monarquía como el gobierno de uno, lo cual con el tiempo fue transformado en monarquía parlamentaria o constitucional con la idea de establecer límites al poder. Y en la sección cuarta del tercer capítulo subraya que ningún monarca debe contar con la facultad de vulnerar derechos del mismo modo que debe prevenir que otros lesionen derechos del prójimo.

En la sección onceava del último capítulo, el autor extiende su argumentación sobre el significado de la ley que debe ser compatible con el derecho y no fruto de una mera resolución gubernamental y que una ley injusta no debe ser obedecida en línea con la tradición escolástica (la sección se titula “La ley injusta no es ley y aquello que no es ley no debe obedecerse”). Enfatiza que la ley no deriva de la dignidad del legislador sino exclusivamente de su justicia que debe ser universal.

Esta deriva tan sustanciosa sobre lo que significa la igualdad ante la ley y su inseparable noción de la Justicia y la relevancia de los magistrados que imparten justicia es a contracorriente del llamado positivismo jurídico que no reconoce mojones y puntos de referencia extramuros de la norma positiva. En la sección catorce recuerda que los gobiernos fueron establecidos para hacer que se cumpla la justicia, un contrapoder de gran peso en las sociedades libres en cuyo contexto esboza que el derecho no es consecuencia del invento de jueces sino el resultado de procesos evolutivos de descubrimiento de valores preexistentes.

Luego de todas estas disquisiciones sumamente sustanciosas y muy pertinentes para la actualidad, este notable pensador en las dos últimas secciones se refiere a la importantísima misión del Parlamento o Poder Legislativo y apunta que “la Magna Charta que comprende nuestras leyes antiguas y las legislaciones subsecuentes no son fueron enviados de los cielos sino de acuerdo a la voluntad de los hombres” en dirección a la limitación al poder. En este sentido agrega que en una sociedad libre no puede otorgarse poder al Parlamento a los magistrados judiciales ni al rey que no sean para salvaguardar derechos y en el primer caso las deliberaciones deben dirigirse a poner orden, es decir, a lo que modernamente diríamos el Estado de Derecho donde ese Poder Legislativo “debe ser confiado solo en las manos de quienes son capaces de obedecer la Ley” en el sentido antes definido y vinculado a los escritos de Richard Hooker que Sidney cita en concordancia también con otros autores respecto al iusnaturalismo.

Estas notables contribuciones fueron desarrolladas primero por Locke y luego perfeccionadas por Montesquieu. En el primer caso, se muestra que “Cuando los legisladores quitan y destruyen la propiedad de la gente o los reducen a la esclavitud por medio del poder arbitrario, se colocan en un estado de guerra con el pueblo que queda eximido de seguir obedeciendo.” Y el segundo autor además de haber afinado la imprescindible división de poderes, escribe en su trabajo más conocido de 1748 que “nos ha enseñado la experiencia eterna que todo hombre investido de autoridad abusa de ella. No hay poder que no incite al abuso, a la extralimitación […] Para que no se abuse del poder, es necesario que se le ponga límites”. Calcado en la misma argumentación, contemporáneamente Bertrand de Jouvenel concluye en el poder que “es una experiencia eterna el que todo hombre que tenga poder se ve impulsado a abusar del mismo”.

Benjamin Constant en “Sobre el espíritu de conquista y de usurpación en sus relaciones con la civilización europea” consignó la célebre distinción entre “la libertad de los antiguos y la libertad de los modernos”, la primera “se componía más bien de la participación activa del poder colectivo que del disfrute pacífico de la independencia individual […] Muy otra cosa ocurre en los estados modernos, su extensión, mucho más vasta que las repúblicas de la antigüedad […] Los clásicos hallaban más deleite en su existencia pública y tenían menos en su existencia privada. Casi todos los deleites modernos se hayan en la existencia privada”. Hoy desafortunadamente pude decirse que en gran medida hay una reversión del tema: se pretende circunscribir la participación de la gente en el voto (con todas las artimañas del caso) pero excluirlo de lo relevante, cual es la protección y el consiguiente respeto a sus derechos individuales tan proclamados por el propio Constant.

Tal como he consignado antes, a mi juicio el cuarteto de obras de ficción que mejor desnudan el poder son La fiesta del chivo de Mario Vargas Llosa que se refiere a Trujillo, Yo el supremo de Roa Bastos que se refiere al doctor Francia, Señor Presidente de Miguel Ángel Asturias que se refiere a Estrada Cabrera y La silla del águila de Carlos Fuentes que se refiere en general al poder en México donde se leen las siguientes confesiones imaginadas (¿imaginadas?) de políticos que ilustran sobre algunos pasillos de los aparatos estatales: “para mi todo es política, incluso el sexo”, “el poder es mi vocación”, “te lo digo a boca de jarro, todo político tiene que ser hipócrita. Para ascender, todo vale. Pero hay que ser no sólo falso, sino astuto” y “la fortuna política es un largo orgasmo”.

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. en Ciencias de Dirección. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, fue profesor y primer rector de ESEADE durante 23 años y luego de su renuncia fue distinguido por las nuevas autoridades Profesor Emérito y Doctor Honoris Causa. Es miembro del Comité Científico de Procesos de Mercado, Revista Europea de Economía Política (Madrid). Es Presidente de la Sección Ciencias Económicas de la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires, miembro del Instituto de Metodología de las Ciencias Sociales de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas, miembro del Consejo Consultivo del Institute of Economic Affairs de Londres, Académico Asociado de Cato Institute en Washington DC, miembro del Consejo Académico del Ludwig von Mises Institute en Auburn, miembro del Comité de Honor de la Fundación Bases de Rosario. Es Profesor Honorario de la Universidad del Aconcagua en Mendoza y de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas en Lima, Presidente del Consejo Académico de la Fundación Libertad y Progreso y miembro del Consejo Asesor de la revista Advances in Austrian Economics de New York. Asimismo, es miembro de los Consejos Consultivos de la Fundación Federalismo y Libertad de Tucumán, del Club de la Libertad en Corrientes y de la Fundación Libre de Córdoba. Difunde sus ideas en Twitter: @ABENEGASLYNCH_h

Debate urgente: el sentido de la democracia y el poder

Por Alberto Benegas Lynch (h) Publicado el 31/7/2en: https://www.infobae.com/opinion/2021/07/31/debate-urgente-el-sentido-de-la-democracia-y-el-poder/

Desde la Carta Magna de 1215 en adelante el constitucionalismo en el contexto republicano significa vallas al abuso del poder y no cheques en blanco para que el monopolio de la fuerza haga lo que le plazca

Debate urgente: el sentido de la democracia y el poder - Centro de Informes
Montesquieu

A raíz del triunfo electoral del comunismo en Perú –si, dije comunismo-, donde el candidato triunfante anuncia que las primeras medidas serán el cierre de un canal televisivo independiente y la detención de dos periodistas opositores basado en quien inspira al flamante presidente: Vladimir Cerrón, el izquierdista radical entrenado en Cuba y así es como que, por ejemplo, uno de sus lugartenientes en la lista de Castillo, Guillermo Bermejo procesado por terrorista, ahora juró como diputado al grito de “viva la patria socialista”. Todo esto en medio de una campaña para apaciguar al tontanje con dichos que apuntan a calmar para ganar tiempo. Y anteriormente tantos otros episodios truculentos en la historia donde el espíritu totalitario se impuso por mayorías o primeras minorías, tal como ocurrió con los nazis en Alemania, por lo que es del caso tomar distancia y meditar sobre el asunto.

Según todas las consideraciones de los maestros del constitucionalismo, el aspecto medular de la democracia consiste en el respeto por los inviolables derechos de las personas que son anteriores y superiores a los gobiernos los cuales se establecen al efecto de proteger y garantizar esos derechos. Por su parte, el aspecto secundario, formal y mecánico de la democracia se refiere al procedimiento electoral. Sin embargo, hoy observamos que se han revertido las prioridades y lo secundario no sólo ha mutado en lo principal sino que ha eliminado este último aspecto.

Como es sabido, la alternativa a la democracia es la dictadura pero en nuestro mundo moderno resulta que lo uno se ha convertido en lo otro, no vía un golpe militar sino vía el proceso electoral. ¿Tiene sentido que la mayoría o la primera minoría extermine al resto? ¿Es aceptable que nos embarquemos en aquella caricaturización en el que dos lobos y un cordero deciden por mayoría que almorzarán? Entonces lo que en verdad ocurre en nuestro mundo es el abandono de la democracia para que irrumpa en su lugar la cleptocracia, es decir, el gobierno de ladrones de libertades, de propiedades y de sueños de vida. Es imperioso entonces proponer límites al poder político desbocado antes de convertir al globo terráqueo en un inmenso Gulag en nombre de una democracia pervertida.

En esta nota periodística sugerimos algunos de esos límites que si no se comparten deben trabajarse las neuronas y proponer otros caminos tendientes al mismo fin, pero no quedarse de brazos cruzados esperando la próxima elección pues de ese modo el despeñadero es seguro.

Antes de pasar a esas posibles medidas para retornar la democracia y abandonar la ruleta rusa, es pertinente recordar algunos pensamientos de prominentes intelectuales sobre la materia puesto que desde la Carta Magna de 1215 en adelante el constitucionalismo en el contexto democrático-republicano significa vallas al abuso del poder y no cheques en blanco para que el monopolio de la fuerza haga lo que le plazca con las vidas y haciendas ajenas en base a nociones corruptas del derecho como la facultad de disponer del fruto del trabajo ajeno.

Para evitar el suicido colectivo es necesario prestar debida atención a unos pocos pensadores de fuste de todos los tiempos, antes de proceder a las propuestas para frenar la avalancha totalitaria con el grotesco disfraz de la democracia. De más está decir, nunca cercenar el debate de ideas que resulta indispensable para el conocimiento. Se trata de abrir cauce a todas las ideas para lo cual es menester preservar en el sistema político la discusión en cualquier dirección posible.

En esta línea argumental, Cicerón mantiene que “El imperio de la multitud no es menos tiránico que el de un hombre solo y esa tiranía es tanto más cruel cuanto que no hay monstruo más terrible que esa fiera que toma la forma y el nombre del pueblo”. Benjamin Constant afirma que “Los ciudadanos poseen derechos individuales independientes de toda autoridad social o política y toda autoridad que viole estos derechos se hace ilegítima”. Herbert Spencer apunta que “La gran superstición política del pasado era el derecho divino de los reyes. La gran superstición política del presente es el derecho divino de los parlamentos”. Bertrand de Jouvenel al subrayar que la soberanía se concreta en los derechos imprescriptibles de cada cual, declara que, en cambio, “la soberanía del pueblo no es, pues, más que una ficción y es una ficción que a la larga no puede ser más que destructora de las libertades individuales”.

Giovanni Sartori nos explica que “cuando la democracia se asimila a la regla de la mayoría pura y simple, esa asimilación convierte a un sector del demos en no-demos. A la inversa, la democracia concebida como el gobierno mayoritario limitado por los derechos de la minoría, se corresponde con todo el pueblo, es decir, con la suma total de mayoría y minoría.” En este contexto, Friedrich Hayek advierte que “Debo sin reservas admitir que si por democracia se entiende dar vía libre a la ilimitada voluntad de la mayoría, no estoy dispuesto a llamarme demócrata”. Y por último solo para circunscribir nuestra atención en algunas de las enseñanzas más destacadas en vista del espacio disponible en una columna periodística, Juan González Calderón ha señalado que “los demócratas de los números ni de números entiendes puesto que parten de dos ecuaciones falsas: 50%+1%=100% y 50%-1%=0%”.

En muchas oportunidades, frente a la amenaza de lo dicho se han sugerido calificaciones del voto al sostener que al aludir a una manifestación cultural quienes no tienen una mínima educación no pueden ejercer el derecho al voto que se interpretaba estaba reservado para aquellos que podían discernir acerca de lo que estaban haciendo. Esta propuesta no da en el blanco puesto que el tema no radica en la educación formal recibida ya que, de hecho, hay quienes poseen grados universitarios máximos y son corruptos y por ende ignorantes de valores del respeto recíproco mientras que otros no han asistido al colegio primario y sin embargo proceden de acuerdo a normas civilizadas de conducta. Lo mismo puede decirse respecto de las reiteradas sugerencias en cuanto a la limitación del derecho al voto a aquellos que poseen determinado patrimonio con el argumento que los que no los poseen no tendrán interés en preservarlo, sin percatarse que hay millonarios que son ladrones debido a las explotaciones miserables del prójimo en base a privilegios otorgados por el poder de turno, mientras personas de condición muy modesta proceden de modo decente, lo cual revela que el tema no es patrimonial sino de reserva moral.

Ahora bien, se han lanzado al ruedo diversas propuestas de diversa naturaleza que apuntan a poner límites al poder. Por ejemplo, el antes mencionado Hayek esboza medidas para el Poder Legislativo como la no reelección y las funciones de ambas cámaras en un sistema federal a lo cual se han agregado sugerencias en cuanto a imitar lo que viene sucediendo en algunos estados en Estados Unidos respecto a que los legisladores operen tiempo parcial. Esto último tendría un efecto bifronte, por una parte evitaría el peligro de la sobrelegislación y, por otra, obliga a los legisladores a trabajar en el sector privado con lo que tendería a evitarse el riesgo de convertir la política en un negocio.

En cuando al Poder Judicial, Bruno Leoni ha insistido en la necesidad de abrir las posibilidades de árbitros privados sin ninguna regulación ni limitación de ninguna naturaleza, incluso que no se requiera la condición de abogado lo cual abriría la posibilidad de concebir el derecho en un contexto evolutivo alejado de concepciones de ingeniería social o diseño en un proceso competitivo de fallos judiciales.

También se ha propuesto explorar un pasaje poco conocido de la obra más difundida de Montesquieu y aplicarla al Poder Ejecutivo en el sentido de incorporar la idea que “El sufragio por sorteo está en la índole de la democracia” tal como ocurría en las repúblicas de Florencia y Venecia en línea argumental con lo consignado por Karl Popper en su crítica a la idea de Platón del “filósofo rey” en lugar de centrar la atención en instituciones fuertes “para que el gobierno haga el menor daño posible” poniendo de manifiesto que lo relevante no son los hombres sino los marcos institucionales. Con el sorteo, en vista que cualquiera eventualmente podría acceder al Ejecutivo los incentivos de la gente tenderían a operar en la dirección de proteger sus vidas, propiedades y libertades a través del fortalecimiento de las respectivas instituciones, y eso es precisamente lo que se requiere.

Por último, también se agrega a lo dicho la posibilidad de adoptar lo que tenía lugar en Dinamarca antes de 1933, a saber que los que son mantenidos financieramente por el gobierno, es decir, coactivamente por los vecinos, no puedan votar ya que el voto se traduce en la administración de los bienes públicos y no tiene sentido administrar el erario común por parte de aquellos que no pueden mantenerse a sí mismos, un derecho que es incorporado cuando esas personas procuran los fondos con el fruto de su trabajo para mantenerse.

Recientemente, hacia fines de la década del 70 y principios de los 80 hubo un gran debate en Estados Unidos entre diversos flancos académicos y políticos sobre lo que se conoció como “starve the beast” (hambrear a la bestia). Esto significó cortar recursos impositivos al gobierno (la bestia) al efecto que hambrearlo en la esperanza de que se reduzca el gasto público. Sin embargo, el aparato estatal siguió creciendo financiado con deuda gubernamental externa. Este debate que trascendió las fronteras estadounidenses, pone de relieve la necesidad de reformas institucionales del tipo de las señaladas para mantener en brete al Leviatán.

Si la democracia se convierte en su antónimo quedarán sin sustento los cimientos de la sociedad libre con lo que se barrerá con la noción del derecho de propiedad que comienza con la propia vida, la posibilidad de expresar pensamientos libremente y el uso y disposición de lo que pertenece a cada cual. La liquidación de la propiedad privada no sólo aniquila la dignidad de las personas sino que hace inviable la economía junto con el bienestar material ya que desaparecen los precios y la consiguiente contabilidad y evaluación de proyectos. Estamos jugando con fuego y naturalmente si seguimos por esta pendiente resultaremos quemados y a merced de los tiranos del momento.

En algunas constituciones como la estadounidense de 1787 y la argentina de 1853 se prefirió recurrir a la expresión república y no democracia en línea con principios inaugurados más acabadamente por Montesquieu para enfatizar aún más principios como la división horizontal de poderes, la transparencia de los actos de gobierno, la alternancia en el poder, la responsabilidad de rendir cuentas de los gobernantes ante los gobernados y la igualdad ante la ley. Este último principio es inescindible de la idea de Justicia puesto que no se trata de la igualdad ante la ley para ir todos a un campo de extermino sino de “dar a cada uno lo suyo” según la definición clásica de Ulpiano sobre la Justicia, y lo suyo remite al antedicho concepto de propiedad. Por eso es que Tucídides nos dice que Pericles al honrar a los muertos en las Guerras del Peloponeso enfatizó que “nuestro régimen político es la democracia y se llama así por los derechos que reconoce a todos los ciudadanos. Todos somos iguales ante la ley”. Por eso es que la Declaración de los Derechos del Hombre de la Revolución Francesa, antes de la contrarrevolución de los jacobinos, consignó al encabezar esa declaración la igualdad de derechos ante la ley.

A contramano de esto -la visión suicida para las libertades individuales- remite principalmente a Rousseau, Fitche y Hegel. El primero subrayaba en El contrato social que había que dar rienda suelta a la voluntad general “para que el pueblo no se equivoque nunca”, el segundo en su Mensaje al pueblo alemán aseguró que “El Estado es el poder superior más allá de cualquier reclamo” y el tercero enfatizaba en La filosofía de la historia que “El Estado es la Idea Divina como existe en la tierra”.

Leo Tolstoy escribió en 1902 que “Cuando entre cien personas una manda sobre noventa y nueve, es injusto, es el despotismo; cuando diez mandan sobre noventa, también es injusto, es la oligarquía; pero cuando cincuenta y uno mandan sobre cuarenta y nueve resulta que es justo, ¡es la libertad! ¿Puede haber algo más cómico y manifiestamente absurdo en ese razonamiento? Sin embargo, este es el razonamiento que sirve de base a los reformadores de la estructura política.” Es que la teoría enseña desde tiempo inmemorial que el gobierno democrático no manda sobre el resto, sino que garantiza sus derechos y preserva sus autonomías individuales.

Por último, en los esfuerzos por domar al gobierno desorbitado se sugirió limitar el gasto estatal en un porcentaje del producto bruto como si el crecimiento de este último guarismo justificara expansiones en el abuso del poder y con otras medidas similares sin abordar el tema de fondo al efecto de promover incentivos institucionales fuertes para revertir la tendencia. En resumen, la discusión sobre mantener en brete al monopolio de la fuerza vía la genuina democracia es una tarea indispensable porque como sentenció Acton “el poder corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente”.

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. en Ciencias de Dirección. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, fue profesor y primer rector de ESEADE durante 23 años y luego de su renuncia fue distinguido por las nuevas autoridades Profesor Emérito y Doctor Honoris Causa. Es miembro del Comité Científico de Procesos de Mercado, Revista Europea de Economía Política (Madrid). Es Presidente de la Sección Ciencias Económicas de la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires, miembro del Instituto de Metodología de las Ciencias Sociales de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas, miembro del Consejo Consultivo del Institute of Economic Affairs de Londres, Académico Asociado de Cato Institute en Washington DC, miembro del Consejo Académico del Ludwig von Mises Institute en Auburn, miembro del Comité de Honor de la Fundación Bases de Rosario. Es Profesor Honorario de la Universidad del Aconcagua en Mendoza y de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas en Lima, Presidente del Consejo Académico de la Fundación Libertad y Progreso y miembro del Consejo Asesor de la revista Advances in Austrian Economics de New York. Asimismo, es miembro de los Consejos Consultivos de la Fundación Federalismo y Libertad de Tucumán, del Club de la Libertad en Corrientes y de la Fundación Libre de Córdoba. Difunde sus ideas en Twitter: @ABENEGASLYNCH_h

ATROPELLOS DE UNA CASTA POLÍTICA DE INTOCABLES

Por Alberto Benegas Lynch (h)

En otras ocasiones me he detenido a subrayar lo que a juicio de muchos intelectuales es el uso desaprensivo de la expresión “clase social” puesto deriva de la idea que hay personas de una clase o naturaleza distinta. Esta noción deriva del marxismo en cuyo contexto se sostiene que el burgués y el proletario son de una clase o naturaleza distinta ya que poseen una estructura lógica diferente. En este sentido son consistentes con su premisa, aunque ésta esté errada ya que ningún marxista explicó en que estriba concretamente la diferencia, en que reside el manejo distinto de los silogismos y, por otra parte, que le ocurre al hijo de un proletario y una burguesa o que le sucede específicamente a la estructura lógica del proletario que se gana la lotería y así sucesivamente.

Como también hemos apuntado en su oportunidad, los sicarios nazis luego de galimatías varios en sus absurdas clasificaciones de lo que denominan arios y semitas llegaron a la conclusión que el tema era mental adoptando la concepción marxista al comprobar que solo diferenciaban a las víctimas de los victimarios rapando y tatuando a los primeros pues no había posibilidad alguna de clasificar en base a rasgos físicos.

Como queda dicho, si bien los marxistas son consistentes con sus premisas erradas, los que recurren inocentemente a la expresión “clase social” son del todo incoherentes con sus premisas porque no quieren decir que las personas de distinta clase sean de naturaleza distinta, lo que quieren decir es que obtienen ingresos distintos. En ese caso es mejor decir eso mismo: ingresos medios, ingresos altos e ingresos bajos. Por otro lado, el concluir que los de ingresos altos en general pueden acceder a una educación formal de mejor calidad que los de ingresos bajos es una grosera perogrullada pero en una sociedad abierta en donde la movilidad social es máxima no significa que la gente muta su naturaleza o cambia de clase de persona al elevar o reducir sus ingresos.

Más aún, aludir a la clase baja constituye una torpeza repugnante, referirse a la clase alta es de una frivolidad digna de la mayor tilinguería y hacerlo respecto a la clase media es llamativamente anodino.

Una vez aclarado lo anterior, vamos a lo que Milovan Djilas bautizó como “la nueva clase” en un best-seller que lleva ese título y que se tradujo a once idiomas. Un ex cómplice y partícipe directo del totalitarismo que conoció desde adentro todas las artimañas del poder como fueron los también resonantes casos de Eudocio Ravines y Whittaker Chambers sobre los que he escrito en otras ocasiones. Los tres consideraron en una primera instancia que los desbarranques se debían a malas gestiones del sistema, tardaron en percatarse que el asunto no radica en las personas que administran un sistema autoritario sino en el sistema mismo: en el manejo arbitrario de las vidas ajenas, en el abuso del poder político, en la soberbia de los mandamases, en otros términos, en la falta de libertad y el consiguiente atropello a los derechos de las personas y la aniquilación de las autonomías individuales.

Se trata en este caso efectivamente de una casta por el momento de intocables, una clase que agrupa a personas que apuntan a la extender el poder a todos los vericuetos de lo que hasta el momento era vida privada y a mantener y ampliar los privilegios de ese conglomerado de políticos irresponsables. Es una agrupación de sujetos que tienen como denominador común un deseo irrefrenable de dominación y una marcada inclinación a la acumulación de privilegios y dádivas de procederes turbios. Una clase por cierto aborrecible cuyo eje central apunta al daño sistemático e institucionalizado a seres inocentes. Una mezcla diabólica entre lo estipulado por Orwell y Huxley respectivamente.

La elaboración de Djilas es extrapolable no solo a todos los regímenes dictatoriales sino a estructuras políticas a veces consideradas democráticas pero que en verdad son cleptocracias en las que los sueños de vida, las libertades y las propiedades están en manos de desvaríos monumentales de los gobernantes de turno.

En este contexto la nueva clase paradójicamente se instala argumentando que deben eliminarse las clase mientras filtran el abuso de poder envuelto en un dogmatismo y una intolerancia inaceptables para todo lo que se le opone, lo cual indefectiblemente gangrena al cuerpo social. Esta casta de políticos y funcionarios no son todos los burócratas ni todos los políticos, son los que tienen una sed ilimitada de chupar la sangre del prójimo. Son los arrogantes que consideran que son los iluminados del momento y que deben contar con un cheque en blanco para imponer sus veleidades sobre las vidas y haciendas ajenas. En esta instancia del proceso de evolución cultural hay y ha habido políticos -los menos- que estrictamente limitan sus funciones a la preservación de derechos que son anteriores y superiores a la existencia de todo gobierno.

En cambio, la nueva clase está formada por ideólogos en el sentido más difundido del término, a saber, los que pretenden imponer sistemas cerrados, terminados e inexpugnables, es decir, a contracorriente del espíritu liberal por naturaleza abierto a procesos evolutivos que toman el conocimiento con la característica de la provisionalidad abierta a posibles refutaciones en el contexto del respeto recíproco a proyectos de vida distintos a los que caprichosamente se esmeran por encajar los megalómanos

Todo comienza con los primeros pasos. En nuestro caso, se trata de avances del aparato estatal en faenas que los principios republicanos no permiten pero que un poco de estatismo posibilita ganar elecciones. La célebre demagogia. En el caso de progreso material hay quienes sienten envidia por los que obtienen ingresos más suculentos que los suyos y pretenden el manotazo. Como no queda bien robar a mano armada, les piden a los gobernantes que hagan la tarea por ellos a través de muy distintos procedimientos fiscales vociferando que la riqueza es el resultado de la suma cero en lugar de atender la realidad en cuanto a que es un proceso dinámico y cambiante en una sociedad abierta según la capacidad de cada cual para atender las necesidades de los demás.

Pero al instalar una venda sobre los ojos para que no pueda espiarse la realidad, se consolidan en el poder los políticos inescrupulosos y quedan atrás los que no se atreven a adoptar medidas groseramente intervencionistas y estatistas. De este modo entonces se convierte el asunto en una carrera por promesas cada cual más “progresista”, este aditamento absurdo que en verdad alude a su antónimo puesto que permite enganchar a los incautos para arrastrarlos con la furia del fanático al retroceso moral y crematístico.

Más abajo veremos algunas sugerencias para revertir esta tendencia que promete acabar con la democracia tal como fue concebida para vivir en libertad en oposición al autoritarismo, pero ahora mencionamos algunas de las recetas iniciales que causan el problema de marras.

Veamos muy telegráficamente siete pilares sobre los que se basa la nueva clase de donde derivan otras medidas autoritarias que en escalada tarde o temprano terminan en una fatídica tendencia a amordazar la prensa independiente y a enclaustrar mentes a través de sistemas educativos vigilados y reglamentados por estructuras políticas a contracorriente de sistemas abiertos en competencia.

En primer lugar, la manía del igualitarismo de resultados que en contraposición a la igualdad ante la ley la pretenden prostituir sustituyendo de contrabando el ante por el mediante la ley y así en mayor o menor medida se aplica la guillotina horizontal que inexorablemente difiere de lo estipulado por la gente con sus compras y abstenciones de comprar en los supermercados y afines. Esta mal asignación de los siempre escasos recursos necesariamente se traduce en derroche, lo cual, a su vez, hace que bajen los salarios e ingresos en términos reales.

En segundo término, la idea desformada del derecho confundiéndola con pseudoderechos. Derecho es la facultad de usar y disponer de lo adquirido legítimamente pero de ningún modo el echar mano por la fuerza al fruto del trabajo ajeno. En un medio oral acaba de declarar un conocido político argentino que “frente a cada necesidad nace un derecho”, en realidad una barrabasada superlativa que pone al descubierto el desconocimiento más palmario no solo del “dar a cada uno lo suyo” según la definición clásica de la Justicia sino que  bajo tierra apunta  a arrancar recursos de los bolsillos de otros recurriendo a la violencia.

Tercero, la nueva clase usa un lenguaje hipócrita al alardear de una defensa de los pobres cuando los expolia a través de medidas antieconómicas, al tiempo que suele acumular riquezas malhabidas y siempre engrosa sus propias filas con privilegios de muy diverso calibre.

Cuarto, se basa como apoyo logístico en legislaciones sindicales que operan con recursos descontados coactivamente de los trabajadores y con representaciones compulsivas.

Quinto, la nueva clase descansa en alianzas con empresarios prebendarios que como un intercambio de favores les entregan mercados cautivos en el contexto de una economía cerrada a la competencia nacional e internacional.

Sexto, estatizan actividades comerciales al efecto de incrementar su poder aunque arrojen déficits crónicos y los servicios disminuyan de calidad a ojos vista.

Y séptimo, recurren a subterfugios monetarios y bancarios alegando un tragicómico fine tuning para que la nueva clase pueda hacerse indebidamente del fruto del trabajo de los gobernados a quienes esquilman sin piedad aparentando luchas contra la inflación.

Si nos damos cuenta de estas exacciones por las que aumenta el gasto público, los impuestos y la deuda estatal, es menester producir cambios para deshacernos de la nueva clase. No tiene sentido limitarse a la queja y pretender cambios aceptando un sistema que incentiva y entroniza la nueva clase.

Antes me he referido a posibles modificaciones al efecto de introducir vallas a la extralimitación del poder, pero es del caso repasarlos brevemente, no necesariamente para que se adopten tal cual sino como una invitación a usar las neuronas para pensar en otros procedimientos que dejen sin efecto los atropellos de la nueva clase o casta consubstanciada con un Leviatán desbocado.

Para estos propósitos antes hemos propuesto meditar acerca de posibles cambios de carácter sustancial en los tres poderes para reafirmar la democracia al estilo de los Giovanni Sartori de nuestra época alejándola de los peligros de los Hugo Chávez de nuestro tiempo.

En esta línea argumental, sugerimos que los integrantes del Poder Legislativo sean ad honorem como algunos de los cargos en las repúblicas de Venecia y Florencia de antaño, dejando de lado legislaciones incompatibles con el Estado de Derecho que abren las puertas a conflictos de intereses inaceptables e incompatibles con el sentido jurídico de la Ley.

Proponemos también aplicar al Ejecutivo la recomendación de Montesquieu que se encuentra “en la índole de la democracia” en el sentido de proceder a elecciones por sorteo al efecto se subrayar lo dicho por Karl Popper en cuanto a la imperiosa necesidad de trabajar en el fortalecimiento de las instituciones y no sobre los hombres para que “el gobierno haga en menor daño posible”, a lo cual puede agregarse la idea del Triunvirato tal como fue argumentado originalmente en la Asamblea Constituyente estadounidense según relata en sus memorias James Madison.

Por último, introducir y generalizar el sistema de arbitrajes privados en el Poder Judicial sin ninguna limitación, incluso sin la necesidad que quienes actúen sean abogados, en el contexto de una carrera judicial rigurosa y estricta bien alejada del positivismo legal que ha hecho estragos al derecho.

La inercia y las telarañas mentales no permiten salir del pantano del statu quo y del espíritu conservador en el peor sentido de la expresión. No puede resolverse un problema insistiendo en adoptar las causas que lo provocan. La nueva clase se está riendo a carcajadas homéricas de todos nosotros. Observan con deleite obsceno los preparativos de los procesos electorales y el acto comicial mismo con las fauces abiertas de par en par para engullirse el próximo botín.

Si las propuestas que recogemos para liberarnos de la nueva clase no satisfacen por algún motivo, piénsese en otras salidas pero no podemos quedar con los brazos cruzados frente a este espectáculo dantesco y al mismo tiempo bochornoso por el que quedan francos los tenebrosos pasillos hacia nuevos socialismos, al tiempo que se derrumba la democracia y el constitucionalismo que desde la Carta Magna de 1215 fueron ideados para limitar el poder y no para introducir una canilla libre de dislates que perjudican a todos pero muy especialmente a los más necesitados.

Se encienden las alarmas cuando representantes de la nueva clase declaran que quieren resolver los problemas de la gente, en lugar de dejarla en paz. Hay que combatir los residuos atávicos de la tribu, de ese modo los intocables de hoy no lo serán en el futuro.

 

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. en Ciencias de Dirección. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, fue profesor y primer rector de ESEADE durante 23 años y luego de su renuncia fue distinguido por las nuevas autoridades Profesor Emérito y Doctor Honoris Causa. Es miembro del Comité Científico de Procesos de Mercado, Revista Europea de Economía Política (Madrid). Es Presidente de la Sección Ciencias Económicas de la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires, miembro del Instituto de Metodología de las Ciencias Sociales de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas, miembro del Consejo Consultivo del Institute of Economic Affairs de Londres, Académico Asociado de Cato Institute en Washington DC, miembro del Consejo Académico del Ludwig von Mises Institute en Auburn, miembro del Comité de Honor de la Fundación Bases de Rosario. Es Profesor Honorario de la Universidad del Aconcagua en Mendoza y de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas en Lima, Presidente del Consejo Académico de la Fundación Libertad y Progreso y miembro del Consejo Asesor de la revista Advances in Austrian Economics de New York. Asimismo, es miembro de los Consejos Consultivos de la Fundación Federalismo y Libertad de Tucumán, del Club de la Libertad en Corrientes y de la Fundación Libre de Córdoba. Difunde sus ideas en Twitter: @ABENEGASLYNCH_h

La gente al servicio del Estado

Por Roberto H. Cachanosky. Publicado el 8/4/15 en: http://www.lanacion.com.ar/1782436-la-gente-al-servicio-del-estado

 

A veces me pregunto si los políticos entenderán que su función, si llegan a ocupar un cargo público, es hacerle la vida más fácil a las personas. Por momentos, uno ve que se formulan propuestas que ponen a la gente al servicio del Estado en vez del Estado ponerse al servicio de la gente, son arbitrarias y, además, ineficientes desde el punto de vista económico.

En materia de recaudación tributaria, sabemos que el sistema está hecho para complicarle la vida a la gente y exprimirla como un limón. Cualquiera que haya leído la ley de procedimiento fiscal puede advertir que es inconstitucional desde la primera palabra hasta la última, pero resulta que en nombre de la santa recaudación hemos aceptado que se violen todos los derechos individuales.

Es curioso qué hondo ha calado el populismo en la Argentina. Uno escucha propuestas para aumentar la recaudación pero no escucha propuesta para bajar el gasto público.

Parece ser que es políticamente correcto decir que hay que pagar todos los impuestos, pero nadie se anima a decir que hay una verdadera expoliación de los que estamos en blanco. Una violación de los derechos individuales y de los derechos de propiedad.

Algunos sostienen que las leyes hay que cumplirlas aunque estén mal porque es la Justicia la que tiene que decidir si debe cumplirse o no. Por el absurdo podríamos decir que bajo el nazismo había que seguir liquidando gente hasta tanto se cambiara la legislación o la justicia declarara inconstitucional matar a gente inocente. No cualquier ley que salga del Congreso es legítima porque el estado no puede hacer aquello que si lo hiciera un particular constituiría un delito. Si el estado roba en nombre del particular es tan delito lo que hace el estado como el particular.

Pero yendo al tema económico, la pregunta es la siguiente: ¿es posible bancarizar a todos, complicándole la vida a la gente para que no use efectivo y tengan que bancarizarse? Quien formule esta propuesta o no paga impuestos o no tiene una simple cuenta corriente. En la Argentina es carísimo estar bancarizado. Por otro lado, la carga tributaria es asfixiante. El mismo argumento se usó cuando se estableció el corralito. Se dijo que era para bancarizar a la gente. Hoy proponen bancarizar a la gente en forma indirecta para expoliarla impositivamente.

La forma de bajar la informalidad en la economía es al revés de lo que vengo escuchando desde hace décadas. ¿Qué me dicen desde hace décadas? Primero, hay que terminar con la evasión y luego bajar la carga tributaria. Yo sostengo que primero hay que bajar la carga tributaria y luego combatir la evasión. Si uno aplica una carga tributaria reducida y además brinda seguridad, salud, justicia, etcétera, entonces el premio por evadir baja y es más fácil reducir la evasión. Si, por el contrario, pretendemos cobrarle a todos impuestos gigantes bancarizándolos para financiar un gasto público que es puro despilfarro, lo que se busca es exprimir al contribuyente. No ayudarlo. El político está del lado de la expoliación y no de la gente que trabaja honestamente. Una vez más la gente al servicio del Estado, en vez del Estado estar al servicio de la gente.

¿Qué es lo que tiene que preguntarse el político? ¿Hasta dónde puedo exprimir a la gente sin tener una rebelión fiscal o qué recursos necesito para financiar un gasto público que brinde seguridad, justicia, defensa, etcétera? Si la idea es ver hasta dónde podemos exprimir a la gente, entonces la bancarización forzada es más propia de un sistema totalitario que de una economía moderna, eficiente y de un sistema republicano.

Antiguamente, los monarcas expoliaban a sus súbditos para financiar sus guerras de conquistas territoriales para tener más poder. Hoy en día los gobiernos populistas expolian a la gente para financiar su populismo, para también acumular más poder. La Carta Magna de 1215 es un antecedente del constitucionalismo moderno por el cual se le pone límites al monarca en materia impositiva y en la libertad de las personas. Curiosamente, hoy vemos propuestas que pretenden llevarnos, con las nuevas tecnologías, a la época de las monarquías absolutas que expoliaban a la gente para acumular poder. Antes para ganar territorios, hoy para financiar el populismo. En ambos casos, siempre persiguiendo al contribuyente para tener más poder político. Lamentable la manera en que se insiste en subordinar a los ciudadanos a los caprichos del omnipotente Estado que todo lo devora..

 

Roberto Cachanosky es Licenciado en Economía, (UCA) y ha sido director del Departamento de Política Económica de ESEADE y profesor de Economía Aplicada en el máster de Economía y Administración de ESEADE.