¿Hay que eliminar las Lebac? Spoiler alert: ¡NO!

Por Iván Carrino. Publicado el 3/6/18 en: http://www.ivancarrino.com/hay-que-eliminar-las-lebac-spoiler-alert-no/

 

A los argentinos, amantes de las recetas mágicas, ahora nos seduce la opción “adiós Lebac”. Por qué esta propuesta es sencillamente imposible y dudosamente deseable.

Primero lo primero. Claro que sería deseable no tener Lebacs. Mejor aún, sería deseable no tener deuda pública, ni base monetaria excesiva, ni tener inflación, ni tener déficit fiscal, ni delincuencia, ni humedad o frío…

Ahora bien… ¿cómo se hace todo esto? ¿Y qué tienen que ver las Lebac y su virtual eliminación con el arreglo de los problemas estructurales de la economía Argentina?

La fobia a las Lebac viene  de hace un tiempo.

Según una línea de análisis, cuando el Banco Central coloca una Lebac para absorber pesos y se compromete a pagar una tasa de interés, lo que está haciendo es absorbiendo “transitoriamente” la liquidez, pero para inyectarla en el futuro, más el pago de la tasa. Si llegara un momento en que esa futura inyección no es demandada por el público, lo único que se habrá hecho habrá sido posponer inflación[i].

Ok… Interesante.

¿Ahora qué pasa si en ese momento futuro efectivamente hay más demanda de dinero? En dicho caso, la mayor cantidad de dinero responderá a la demanda de dinero y la emisión no generará tensiones en los precios[ii].

Bien.

Hasta acá estábamos en el debate. Pero el “Supermartes” del mes pasado revivió los miedos con las Lebac y ahora los economistas hacen fila para criticarlas y proponer sus mágicas soluciones.

El último capítulo de este libro es el de Eduardo Levy Yeyati, según Infobae, autor de las Lebac y otro que también propone eliminarlas.

Y si el autor de monstruo dice que hay que matarlo… cómo oponerse, ¿no?

En su entrevista, Levy Yeyati sostiene que:

Hace muchos años que vengo diciendo que en realidad las Lebac no deberían existir. Las creamos en un momento en donde el Tesoro no podía emitir deuda porque estaba en default. En el Banco Central teníamos que tener un instrumento de esterilización de política monetaria, no podíamos usar Letras del Tesoro y dijimos bueno, creemos nuestras propias Letras

(…)

Eran un instrumento de emergencia que creamos y emitimos desde el Banco Central porque no había ninguna otra entidad, no estaba el Tesoro en capacidad de emitir porque estaba en cesación de pagos. Pasado ese momento siempre tuve la sensación que lo que teníamos que hacer era reemplazar las Lebac con Letras del Tesoro, que es lo que hace la mayoría de los países que tienen políticas monetarias más avanzadas.

¿Tiene razón el colega? No.

O sea, claro que tiene razón en el racconto histórico del tema, pero que haya necesariamente que reemplazarlas por deuda del tesoro no es tan claro.

En primer lugar, porque Argentina no es el único  “extraño país” donde existe esta clase de instrumentos.

Si miramos el caso de Chile, encontraremos una situación muy similar. Por ejemplo, de la lectura del documento “N° 124 Balance del Banco Central de Chile, 1926 a 2015”[iii] se desprende que:

Entre 1982 y 1983 los Documentos emitidos por el Banco pasaron de representar 6,8% a 27,5% del total de los Pasivos. Este rápido aumento se debió a la crisis económica experimentada en Chile en esos años, lo que llevó al rescate del sistema bancario. (…).

A partir de 1985, la implementación de la política monetaria en Chile se efectuó a través de operaciones de mercado abierto. Esto considera la emisión de bonos y pagarés por parte del BCCh en el mercado local, para influir sobre la cantidad de dinero, y por ende, actuar sobre las tasas de interés. Su existencia ha contribuido al desarrollo del mercado de capitales, al proporcionar tasas de interés de referencia para la emisión de instrumentos de deuda de largo plazo de empresas de los sectores Público y Privado.

Como se observa, los títulos de deuda del Banco Central de Chile también surgieron en un escenario de crisis y luego se transformaron en el instrumento para regular la política monetaria. Sin embargo, ningún problema hubo ahí y, como dicen el propio organismo, “su existencia ha contribuido al desarrollo del mercado de capitales”, además que desde 1985, la inflación comenzó un lento pero sostenido proceso de caída en el país vecino.

O sea que Chile, que tiene sin dudas una política monetaria más avanzada que Argentina, no tuvo problemas con sus Lebac, y no necesitó canjearlas por un título del tesoro.

Esto sí que era una bola de nieve

Por si esto fuera poco, la cantidad de pasivos remunerados del Banco Central chileno no fue  menor, sino que llegó a superar el 30% del PBI por muchos años. En Argentina, a diferencia de esto, estamos en un 11% del PBI.

Gráfico 1. Documentos BCCh como porcentaje del PBI (1978-2015)

bcch

Fuente: Balance del Banco Central de Chile, 1926 a 2015.

Gráfico 2.Títulos de deuda del BCRA / PBI.

bcch1

Fuente: Elaboración propia en base a BCRA e INDEC.

¿Qué quiero decir con esto? Que sencillamente no entiendo tanto revuelo por las Lebac.

Son instrumentos de regulación monetaria, otros países lo tienen, y en otros países no representan un problema, incluso cuando la magnitud de su uso llegó a ser muy superior: ¿por qué acá va a ser diferente?

Hubo una corrida cambiaria, lo sabemos. Pero los inversores vendieron Lebac, vendieron bonos públicos y vendieron acciones. El problema fue la crisis de confianza que le explotó al gradualismo, en medio de un cambio de contexto internacional, no fue la “bola de nieve” de la deuda del BCRA.

Que lo pague el tesoro

Pasemos ahora al segundo punto del análisis de muchos profesionales que, como Yeyati,  sostienen que los títulos del BCRA deberían ser absorbidos por el tesoro.

El motivo detrás de este reclamo es que, como el BCRA tuvo que esterilizar muchos pesos sobrantes con Lebacs y que esos pesos sobraban porque se emitía para financiar el déficit, en realidad esa deuda “genuinamente” debería ser del tesoro.

Ok, hay un punto ahí, pero la realidad es que la deuda es del BCRA, no del Tesoro.

Además, una importante porción de esas Lebac responden a la compra de dólares para acumular reservas… no al déficit fiscal.

Ahora bien, la pregunta que debe hacerse aquí es por qué el Tesoro admitiría aumentar su stock de deuda en 10 puntos del PBI.

¿Qué gana con eso?

Gráfico 2. Stock de Deuda Pública como % del PBI.

bcch2

Fuente: Elaboracion propia en base a IMF-WEO.

Si el BCRA pasara su deuda al tesoro, entonces Argentina pasaría de una deuda del 52,6% del PBI a una del 63,6% del PBI…. Precisamente en el momento en que hay muchas dudas sobre si esta deuda es sostenible.

Plantear el canje de Lebacs por letras del tesoro es como decirle a un cliente tuyo:

Señor, usted tiene mucha deuda,  por qué no llama a un amigo y le dice que la asuma él, así usted puede mostrar mejores balances en el Banco.

Te podrás imaginar, querido lector, cuál sería la respuesta del cliente.

Ahora hay un punto fundamental que no se responde: ¿si la deuda estuviera en cabeza del Tesoro y no del BCRA… qué beneficios traería?

Una crítica que se hace es que la tasa que se paga es demasiado alta… ¿bajaría con el canje? De nuevo, definitivamente no.

El Banco Central debe absorber pesos y eso lo puede hacer con sus títulos de deuda o con los del tesoro (o cualquier instrumento de deuda para el caso). Ahora en cualquier caso el ente monetario deberá pagar una tasa de interés para atraer al inversor a que se abstenga de consumir (o comprar dólares)  y ahorre.

En cualquier escenario,  la tasa sería la misma porque acá lo que hay que contrarrestar son las expectativas de devaluación e inflación.

Da lo mismo si el título que se usa es emitido por el BCRA; por el Tesoro, o por Iván Carrino.

Los Espíritus Animales del Inversor Minorista

Hay un último argumento que expresa Yeyati que es de corte netamente keynesiano.

Para Yeyati:

Que sean instrumentos minoristas no es usual, y genera un riesgo de liquidez mayor porque con los bancos uno puede de alguna forma coordinar políticas pero el minorista es más atomizado, es más sensible a las noticias o a los cambios de tasas relativas como lo que pasó ahora en Estados Unidos

(…) poner papeles tan cortos en manos de inversores atomizados con tanta sensibilidad a los riesgos te puede generar eventualmente un riesgo de renovación. (…) El hecho de que suba tanto la tasa refleja en parte ese riesgo de renovación que mencioné recién.

El argumento es típicamente keynesiano porque supone que la inversión está liderada  por “espíritus animales” que nada tienen que ver con las expectativas y las leyes económicas. Además, nótese que habla de “coordinar políticas” con los bancos, algo que luce profundamente intervencionista.

Ahora bien, al margen de las etiquetas, lo importante son los hechos.  ¿Sería diferente la renovación si todas las Lebac estuvieran en manos de inversores institucionales? ¿Sería diferente la tasa? Una vez más, no.

Si las expectativas de inflación y devaluación son altas, entonces la tasa va a ser alta.

Incluso si no existiera el Banco Central, ¿a qué tasa vas a recibir un préstamo si el acreedor cree que su dinero va a valer 30% menos al final de período? Mínimamente, te va a exigir que compenses esa pérdida. No importa si es un banco o un “pobre inversor minorista sensible a los riesgos”.

Por último, ¿qué estamos pidiendo? ¿Que solo los bancos operen en títulos que pagan 40% y que la gente de a pie quede condenada al plazo fijo, que le paga fácil 10 o 12 puntos menos? ¿A dónde va a ir a poner sus pesos el “pobre inversor minorista” en dicho caso? Adivinaste, comprará dólares y sus perspectivas futuras serán más alcistas aún.

La propuesta en este punto,  carece totalmente de sentido.

Para ir cerrando,  obviamente que la economía Argentina está inundada de desequilibrios y hay que corregirlos. Más rápido,  más lento, como sea. Ahora la tirria con las Lebac no es realmente comprensible. Suena una más de esas soluciones mágicas que tanto nos gustan, pero que analizadas detenidamente, no resultan ni factibles ni muy deseables tampoco.


[i] Véase “No se puede para la inflación con Política Monetaria” de Carlos Rodríguez: http://www.ambito.com/727561-no-se-puede-parar-la-inflacion-con-politica-monetaria

[ii] Véase “La Pólvora Mojada de la Bomba de Lebac” de Iván Carrino: https://www.cronista.com/columnistas/La-polvora-mojada-de-la-bomba-de-Lebac-20171211-0109.html

[iii] Balance del Banco Central de Chile, 1926 a 2015. Disponible en: http://www.bcentral.cl/-/boletin-de-investigaci-3

 

Iván Carrino es Licenciado en Administración por la Universidad de Buenos Aires y Máster en Economía de la Escuela Austriaca por la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid. Es editor de El Diario del Lunes, el informe económico de Inversor Global. Además, es profesor asistente de Comercio Internacional en el Instituto Universitario ESEADE y de Economía en la Universidad de Belgrano. Es Sub Director de la Maestría en Economía y Ciencias Políticas de ESEADE

Los “liberalotes” y el gobierno de Macri

Por Iván Carrino. Publicado el 23/11/17 en: http://www.ivancarrino.com/los-liberalotes-y-el-gobierno-de-macri/

 

Fernando Iglesias cree que lo que funciona en todo el mundo, no tiene sentido en Argentina.

Ayer por la mañana, cuando me senté en el escritorio, un querido colega me pasó el link a la última nota escrita por el diputado electo, Fernando Iglesias.

Iglesias es periodista y escritor, y se ha destacado últimamente por su feroz cruzada intelectual contra el peronismo. Su anteúltimo libro, “Es el Peronismo, Estúpido” fue un éxito de ventas y hace poco publicó una nueva obra: “El año que vivimos en peligro”.

Gracias a la recomendación de mi viejo, leí hace algunos años “Por qué no soy kirchnerista”, del mismo autor. En dicho trabajo explica los motivos por los cuales un “progresista” como él no defendía a un gobierno que también decía ser “progresista”.

La obra es muy buena, con una excelente recopilación e interpretación de datos económicos, entre otras cosas.

En su más reciente columna, publicada en La Nación, Iglesias critica a los economistas liberales (“los liberalotes”), a quienes considera una secta que, básicamente, no tiene ningún contacto con la realidad y desprecia el estado.

La nota de La Nación es muy potente y, fiel al estilo del autor, contiene párrafos que harán reír a más de uno.

Por ejemplo, sostiene que el “médico liberalote”, a un paciente con insuficiencia cardíaca, “le desconecta el goteo, le pone zapatillas y lo saca a correr mientras le explica que es la falta de ejercicio la que lo tiene así.”

Bravo, hay que mantener el humor.

¿Ahora no se está pegando un tiro en el pie cuando se mofa de las advertencias y recomendaciones del liberalismo?

El liberalote de Macri

Para Iglesias, los liberales ofrecen recetas que dan “maravillosos resultados en muchos países”, pero en Argentina no pueden llevarse a cabo.

Esta fórmula es muy escuchada. Claro que Argentina es un país particular, ¿pero tanto como para que lo que funciona en el mundo, solo acá esté condenado al fracaso inevitable?

De ninguna manera. De hecho, el mismo presidente tomó medidas decididamente liberales con excelentes resultados.

¿O qué otra cosa fue sacar el cepo cambiario de un día para el otro?

Eliminar un control de precios como era el cepo al dólar es una medida claramente liberal y fue pedida por muchos economistas que, desde el llano, criticamos a todos los que decían que “eso no se podía hacer”.

Los resultados acompañaron la decisión. Se revirtió la caída de reservas y repuntó la exportación de materias primas. En 2016, las exportaciones totales crecieron luego de 5 años de descenso.

Otra medida de shock que tuvo enorme impacto positivo fue el fin de las retenciones. Sin cepo y con menos impuestos, el sector agrícola es hoy uno de los que más crecen de la economía argentina.

Y recuerdo que bajar impuestos (y, mejor aún, eliminarlos) también es una medida liberal. ¿O será liberalota?

Por último, recientemente se conoció que las estaciones de servicio dejaron de cerrar en el país tras una larga decadencia producto del control de precios K.  Los precios ahora no se controlan por decreto oficial y nuevas estaciones están abriendo.

Otro claro beneficio del liberalotismo económico, que funciona en todo el mundo pero supuestamente fracasa en Argentina.

Hora de reconsiderar.

Reformas tímidas

Desde aproximadamente el año 2001 que los liberales en Argentina piden reformas “estructurales” para incrementar la competitividad.

Si no me creen, pueden leer las columnas de Carlos Rodríguez, del CEMA, las notas de Roberto Cachanosky, o mismo revisar la propuesta económica de Ricardo López Murphy, quien tuvo un fugaz paso por el Ministerio de Economía cuando desgobernaba Fernando De la Rúa.

En ese entonces nadie escuchó a los liberalotes, sino que decidimos seguir el consejo de los keynesianotes, que nos decían que devaluando la moneda, defaulteando la deuda y dándole bomba al gasto público y la emisión monetaria todo iba a salir bien.

Así quedamos: 16 años después tenemos la economía en ruinas y, paradójicamente, estamos discutiendo de nuevo las “reformas estructurales” que deberían emprenderse para que el país pueda crecer de manera sostenida.

Es el gobierno, de hecho, quien propone reformar la matriz impositiva, el mercado laboral y la burocracia estatal. Además, y por si quedan dudas, el propio presidente pide textualmente “bajar el gasto público”.

¿Qué banderas son éstas?

¿Cree Iglesias (o alguien más) que estos temas se estarían siquiera debatiendo de no haber sido por la denuncia permanente, el análisis crítico y el trabajo de divulgación de los ahora denostados “liberalotes”?

Advertencias fundadas

Si las reformas anunciadas por el gobierno le parecen tímidas o tienen gusto a poco para los llamados “liberalotes”, esto no debería ser motivo para desautorizarlos o tratarlos como una secta.

Después de todo, como hemos demostrado, las medidas que tomó Macri en línea con los pedidos de los liberales dieron buenos resultados. Y no en Dinamarca, sino acá, en la Argentina imposible, llena de peronismo y pobreza.

Por si esto fuera  poco, hoy ya no debatimos si la inflación es (o no) un fenómeno monetario o si el gasto público es alto, sino cómo se bajan estas dos claras barreras al crecimiento económico.

Lejos de ser ridiculizadas, las advertencias de los liberales deberían ser tenidas en cuenta.

Y lejos de ser tildadas de imposibles, lo mismo debería suceder con las propuestas concretas de política pública.

Después de todo, seguramente también coincidirá Fernando Iglesias en querer un país más libre y próspero para todos los argentinos.

 

Iván Carrino es Licenciado en Administración por la Universidad de Buenos Aires y Máster en Economía de la Escuela Austriaca por la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid. Es editor de El Diario del Lunes, el informe económico de Inversor Global. Además, es profesor asistente de Comercio Internacional en el Instituto Universitario ESEADE y de Economía en la Universidad de Belgrano.

Un fanatismo que no construye

Por Roberto Cachanosky. Publicado el 15/8/17 en: http://economiaparatodos.net/un-fanatismo-que-no-construye/

 

El fanatismo que se observa en parte del macrismo no contribuye a solucionar los problemas

Sin duda que millones de argentinos respiran con mayor tranquilidad luego de 12 años en que el kircherismo no paraba de atropellar a los que pensaban diferente, atacar el orden institucional, usar a la AFIP como una KGB para perseguir a quienes pensábamos diferente y ser uno de los gobierno más corruptos de la historia argentina.

Superado ese traumático período de la historia argentina, en que casi terminamos en una tiranía enunciado en el vamos por todo, quedó un pánico de tal envergadura en mucha gente, que hoy día es casi imposible intercambiar ideas incluso con amigos que siempre fueron antikirchneristas. Ese pánico los lleva a defender todo lo que hace el gobierno adoptando una posición casi como los fanáticos k. Eso se puede ver muy bien en las redes sociales, convertidas casi en una cloaca, donde antes los cyberk insultaban sin piedad y ahora los macristas tienen un comportamiento similar o bien tratan de justificar lo injustificable. Pero, insisto, no se da solo en las redes sociales. Amigos que siempre compartieron ideas y valores tienden a justificar casi ciegamente todo lo que hace el gobierno y no creo que ese camino sea el mejor para ayudar incluso al gobierno de Macri.

Cuando uno plantea que es necesario bajar el gasto público y la carga impositiva, saltan los argumentos de siempre: eso no se puede hacer porque no tienen el poder político para llevarlo a cabo. En rigor en diciembre de 2015 el gobierno, si bien no tenía un cheque en blanco, tenía margen para iniciar un proceso de reestructuración del estado. Pero supongamos que nunca hubiese tenido ese poder, lo que los economistas podemos decir es que las explicaciones de carácter político no resuelven el problema económico. Recuerdo el libro de William Hutt, ¿Politically Imposible? que en español fue titulado como El Economista y la Política, en el que Hutt cita la siguiente frase: “muchas veces los economistas terminan asesorando a los políticos, para que éstos hagan lo que hubiesen hecho si no hubieran sido asesorados por economistas”. En otras palabras, muchas veces, los economistas que llegan al gobierno aceptan las restricciones políticas y terminan armando un plan económico inconsistente que solo busca ganar tiempo para que el político alcance ciertos objetivos que generalmente no se cumplen. El plan primavera de 1988 que desembocó en la hiperinflación de 1989 es un claro ejemplo de economistas armando un plan que termina siendo una bomba de tiempo para que le explote al próximo gobierno. En este caso le terminó explotando al mismo gobierno radical.

Sin embargo, ante la evidencia de la inconsistencia que tiene la política económica, encima con la carga de una herencia k muy pesada, la reacción de los ultra macristas es de molestarse, ningunear o bien reaccionar con vehemencia. Nadie dice que sea fácil la tarea que le espera al gobierno, pero tampoco un economista serio puede empezar a comprar el delirio de que tomando deuda a paso acelerado y haciendo crecer el gasto cuasifiscal en forma exponencial van a solucionarse los problemas. De lo que se trata es que comprendan que la dosis de antibióticos es insuficiente para frenar la infección. Podrán argumentar todo lo que quieran desde el punto de vista político, pero la infección seguirá avanzando y complicando más el cuadro.

El punto que siempre discuto con los defensores a ultranza del gobierno es plantearse si las medidas que se adoptan alcanzan para dominar la herencia recibida. En otras palabras, no es que planteo el máximo de medidas que uno desearía tomar para transformar la economía argentina y sacarla de esta larga decadencia. Mi planteo es mucho más humilde. Mi planteo es si lo que se está haciendo alcanza para dominar la herencia recibida sin que le estalle al gobierno. Justamente el año pasado un grupo de economistas redactamos un informe y luego lo debatimos con Carlos Rodriguez y Ricardo López Murphy, en el cual plateamos las medidas básicas que habría que tomar para dominar la herencia recibida y entrar en una senda de crecimiento. Francamente lo que hay que hacer es mucho más potente que lo que se hizo hasta ahora. Por el contrario, al adoptar una política gradualista, el BCRA acumuló un gasto cuasifiscal con un stock de LEBACs que no va a ser tan sencillo de desarmar. Puesto en otras palabras, al campo minado que dejó el kirchnerismo, en su búsqueda por comprar tiempo, este gobierno le agregó otra mina más que habrá que desactivar.

El fanatismo que se observa en parte del macrismo no contribuye a solucionar los problemas. Se ciegan viendo en todo comentario una crítica destructiva cuando los comentarios o incluso las críticas pueden ayudar, y ese fanatismo los conduce a ir encerrándose en mayores problemas.

El mismo jefe de gabinete, Marcos Peña, llegó a afirmar que para el Gobierno, “pensar” no es importante, y que se puede gobernar el país siendo “entusiasta y optimista”.

Dijo Peña: “En la Argentina se piensa que ser crítico es ser inteligente, pero nosotros creemos que ser entusiasta y optimista es ser inteligente, y que el pensamiento crítico llevado al extremo, le ha hecho mucho daño a la Argentina”

Entre esta afirmación y el relato k que inventaba cifras para mostrar que todo estaba fantástico, no hay mucha diferencia. Ambas posiciones son ficciones.

En síntesis, enojarse con los que piensan diferente no hace más que crear otra grieta más. Estarían los kircheristas y antikirchneristas, pero en el medio estaríamos todos los que no somos kirchneristas y no coincidimos con todo lo que hace el gobierno y somos vistos como el enemigo porque no compartimos la idea voluntarista del entusiasmo y optimismo. Sin duda hay que ser entusiasta y optimista, pero no se puede ser estúpido y no ver la realidad.

 

Roberto Cachanosky es Licenciado en Economía, (UCA) y ha sido director del Departamento de Política Económica de ESEADE y profesor de Economía Aplicada en el máster de Economía y Administración de ESEADE.

¿Un punto de inflexión?

Por Carlos Alberto Salguero. Publicado el 8/11/16 en: http://www.rionegro.com.ar/columnistas/un-punto-de-inflexion-JB1560496

 

El economista Paul Romer, exprofesor de Desarrollo Económico de la Universidad de Stanford y empresario de éxito, desenvolvió la idea de que el desarrollo depende de las normas por las que se rigen las relaciones económicas.

Precisamente, el citado enfoque argumenta que los países pobres lo son porque sus normas, deficientes, desincentivan la inversión y la creatividad empresarial. La evidencia es muy simple, los altísimos gravámenes sobre el sector real de la economía argentina destruyen los incentivos de los empresarios, quienes no invierten porque pierden dinero con cada unidad adicional que ofrecen en el mercado. El riesgo propio, más el desconocimiento del terreno en grado de detalle, erige barreras aún más distantes para los inversores extranjeros.

Carlos Rodríguez, de la Universidad del CEMA, sostiene: “Nos hemos convertido en una economía de reparto, que vive básicamente de las rentas de nuestros abundantes recursos naturales y el esfuerzo del sector agroexportador”. Y continúa diciendo: “Mientras el ingreso per cápita permanece casi estancado hace décadas, el número de jurisdicciones político/administrativas y de empleos públicos para llenarlas crece sin cesar. También aumentan los impuestos, en número y en las alícuotas de los que ya existen. La presión impositiva creciente es necesaria para que el Estado absorba o subsidie el imparable número de desempleados estructurales que la misma presión impositiva genera. Es un círculo vicioso que la política se ha visto incapacitada de detener”.

Sin embargo, la solución aparece evidente: el inevitable ajuste del sector público y la consecuente disminución de la presión tributaria. Por supuesto, el listado de quienes deben ser ajustados es extenso y se propaga, entre otros, sólo por citar algún ejemplo, desde el indecoroso incremento de la dieta de los legisladores hasta la creación de vanos cargos en la función pública, en todos los niveles de gobierno.

Es necesario espabilarse contra los intereses creados, la corrupción institucional, la inequidad de la Justicia, la inercia del dolce far niente propuesto por el facilismo populista, que ha sido gradual, pero sistemático, y no ceder ante las protestas ni dar marcha atrás, porque, como ya se ha dicho en la Edad Media, “la verdad es hija del tiempo”. Así, las inconsistencias y tensiones inherentes a las fases de “exuberancia irracional”, multiplicadas por perturbaciones del gasto, deben subsumirse al germen de una “sana recesión” que adecue a niveles sustentables esa parte de la ecuación.

Sólo si el presidente Macri es capaz de hacer el esfuerzo de mantener un rumbo de gobierno que garantice los derechos de propiedad, y que permita a los ciudadanos expresar la mejor versión de cada uno, el conjunto de las decisiones empresariales darán lugar a una asignación intertemporal concreta del capital: la del crecimiento económico. De lo contrario, nada vendrá por añadidura, sino la zozobra que ante un eventual punto de inflexión está a punto de salirse de cauce.

 

Carlos Alberto Salguero es Doctor en Economía y Máster en Economía y Administración de Empresas (ESEADE), Lic. en Economía (UCALP), profesor titular e investigador en la Universidad Católica de La Plata y egresado de la Escuela Naval Militar.