B. Frey: El fracaso del gobierno es más significativo que el fracaso del mercado (en verdad, su ausencia)

Por Martín Krause. Publicada el 8/11/16 en: http://bazar.ufm.edu/b-frey-el-fracaso-del-gobierno-es-mas-significativo-que-el-fracaso-del-mercado-en-verdad-su-ausencia/

 

Con los alumnos de Public Choice vemos a Bruno Frey en “La relación entre eficiencia y la organización política”, donde compara el fracaso del estado y el del mercado. En verdad, en el caso de este último, se trata más bien de su ausencia, por la ausencia de derechos de propiedad. También, por la comparación con una situación ideal que no existe ni podría existir :

“A. El fracaso del mercado

Los mercados privados competitivos no logran un óptimo de Pareto o un resultado eficiente cuando existen externalidades o bienes públicos o cuando las economías de escala llevan a los proveedores a una posición monopolista. Éste fue el mensaje de la teoría económica de posguerra, que gozó de general aceptación. En consecuencia, el gobierno (que, según se da por sentado, tiene que elevar al máximo el bienestar social) debe intervenir para obtener un resultado más eficiente. Después de haber llegado a esta conclusión, considerándola satisfactoria, los políticos obran en consecuencia, tanto en el nivel microestructural (e. g., nacionalizando empresas o llevando a cabo políticas estructurales) como en el macroestructural (adoptando una política fiscal y monetaria de neto corte keynesiano).

Esta concepción, que dominó la escena económica hasta fines de la década del sesenta y parte de la del setenta, todavía existe en la actualidad. Si bien no es sorprendente que muchos políticos continúen aprovechando esta invitación a aumentar las actividades gubernamentales, también comparten este punto de vista destacados representantes de la teoría económica. Por ejemplo, en el enfoque neoclásico de la economía pública, los impuestos y los precios públicos se determinan sobre la base del supuesto de que el gobierno eleva al máximo el bienestar social.

  1. El fracaso del gobierno

El advenimiento de la moderna economía política (que incluye la elección pública, el nuevo institucionalismo y el análisis de los derechos de propiedad y de los costos de transacción), en la que se da por sentado en todos los aspectos que el gobierno es un actor endógeno dentro del sistema político-económico, afectó notablemente la ortodoxia respecto del fracaso del mercado (por ejemplo, véanse los trabajos de Mueller, 1989; Eggertsson, 1990, y Frey, 1983). En este enfoque se analizan cuidadosamente las propiedades de los sistemas de toma de decisiones políticas.

El “Teorema de imposibilidad general” (Arrow, 1951, cuyo antecedente es Condorcet, 1795), que establece la conclusión fundamental de que bajo supuestos “razonables” no existe un equilibrio político entre opciones siempre que se tomen en cuenta las preferencias individuales, despertó gran interés entre los eruditos. Los resultados electorales revelan una inestabilidad cíclica; en el caso de los asuntos multidimensionales, pueden abarcar todo el espacio político, incluyendo los resultados ineficientes (McKelvey, 1976).

Otros fracasos políticos también han sido objeto de un profundo análisis: debido al problema de los bienes públicos involucrado, los votantes no tienen demasiados incentivos para informarse acerca de la política y para participar en los procesos electorales; el resultado medio de una elección resultante de una competencia perfecta entre dos partidos en general no es eficiente; no todos los intereses en juego tienen la misma capacidad de establecer grupos de presión política (Olson, 1965); y las burocracias y la búsqueda de rentas constituyen un elemento adicional para desnaturalizar las asignaciones destinadas a lograr eficiencia.

Sobre la base de estos y otros fracasos políticos se ha llegado a la conclusión de que el gobierno no puede superar las deficiencias del mercado. Lo que ocurre en la realidad es más bien que la intervención política impide aun más la eficiencia. Un ejemplo de esto es el incentivo gubernamental en favor de la creación de un ciclo de negocios (Nordhaus, 1989) que incremente sus posibilidades de reelección.

  1. El fracaso del gobierno es más significativo que el fracaso del mercado

La moderna economía política ha alcanzado resultados tan convincentes que en este momento los eruditos ortodoxos piensan que los fracasos del mercado tienen menos importancia que los fracasos políticos. Esta creencia se afianza aun más por el redescubrimiento de la proposición de Coase (1960) de que si los derechos de propiedad están bien definidos y los costos de transacción son bajos, las externalidades no impiden el funcionamiento de un mercado eficiente. Además, se considera cada vez más que las ganancias de las empresas monopolistas son un indicador de eficiencia en la producción. De estos resultados se desprende que los mercados funcionan bien y la política funciona mal (véase un análisis de este tema en Wintrobe, 1987, pp. 435-6, o en Wittman, 1989, pp. 1.395-6), y en consecuencia habría que reducir generalmente la intervención gubernamental o eliminarla por completo, reservando la asignación de recursos a los mercados privados.”

 

Martín Krause es Dr. en Administración, fué Rector y docente de ESEADE y dirigió el Centro de Investigaciones de Instituciones y Mercados (Ciima-Eseade).

Jonestown, suicidios masivos y utopías. ¿Qué dicen los economistas?

Por Martín Krause. Publicado el 26/9/14 en: http://bazar.ufm.edu/jonestown-suicidios-masivos-y-utopias-que-dicen-los-economistas/

 

Hay temas o eventos que tienen una amplia cobertura pero de los que no se llega a conocer sus causas más profundas. Hace 35 años ocurrió un suicidio masivo en Jonestown, Guyana, orquestado por James ‘Jim’ Warren Jones, líder del culto “El Templo de la Gente”. Murieron así 913 personas, incluyendo 270 niños.JonestownLa historia es por todos conocida, en general como un caso de fanatismo religioso, del tipo del que recibimos noticias últimamente en Medio Oriente. Pero lo que se conoce menos es el contenido ideológico del proyecto de Jones. Ahora, un interesante trabajo del mexicano José Torra Alfaro lo analiza y trae a la luz “Libertad y Religión: Jonestown: Religión y Socialismo”: http://www.libertarios.info/site/wp-content/uploads/2014/01/Libertad_y_religion.pdf

Señala: “Jonestow fue fundado como un ‘paraíso socialista’, y los actos del 18 de noviembre de 1978 no tenían que ver con el ‘fin del mundo’, como ocurriera en el caso de los ejemplos citados [Heaven’s Gate, la Orden del Templo Solar y el Movimiento para la Restauración de los Diez Mandamientos de Dios], sino que fueron considerados por su autor y participantes como un acto revolucionario de protesta contra las condiciones sociales del mundo.”

“Jonestown fue un experimento a escala del ascenso y fracaso del comunismo repitiendo un ciclo que hoy, 35 años después, hemos visto ocurrir en cada lugar donde las ideas de planeación central son puestas en práctica: una idea ‘benevolente’, un líder carismático, un culto a la personalidad del líder, escándalos, violencia, muerte y fracaso.”

Hay un problema con las utopías, y es cuando quienes las tienen pretenden imponerlas a todos los demás por la fuerza. No está mal soñar con una sociedad mejor, todos seguramente tenemos alguna utopía de este tipo, pero es el intento de forzarlas en los demás lo que lleva a tragedias como las de Jonestown.

Peor aún es cuando ese intento se realiza a través del aparato estatal: Stalin, Hitler, Mao o Pol Pot, por ejemplo, ocasionaron la muerte de millones de personas y sobre todo de aquellos que no estaban de acuerdo con sus proyectos. Jones lo hizo también, aunque en otra medida; hubo fuerza para obligar al suicidio a algunos de los participantes en el proyecto y, sobre todo, la hubo con los niños.

¿Qué hacer entonces con las utopías, sobre todo con las propias? Una alternativa es la que planteara el filósofo Robert Nozick en su famoso “Anarquía, Estado y Utopía”: http://es.wikipedia.org/wiki/Anarqu%C3%ADa,_estado_y_utop%C3%ADa

El argumento de Nozick es que deberíamos acordar en una “metautopía”, en la cual simplemente respetaríamos las utopías que cada uno quisiera realizar aceptando el derecho a poder salir en caso de querer hacerlo. Esta idea podría realizarse sobre todo con jurisdicciones de pequeño tamaño donde las personas se agruparían de acuerdo a sus preferencias. Esto incluiría, por supuesto, la posibilidad de que exista un Jonestown, como también de una jurisdicción libertaria sin impuestos, con moneda metálica y derechos de propiedad completos. Tanto una como otra deberían garantizar el derecho a salir, algo que Jones no hizo.

En el capítulo “Límites al oportunismo político” del libro considero las propuestas “utópicas” planteadas por economistas: Friedrich Hayek, James Buchanan, Murray Rothbard, David Friedman y Bruno Frey. Ellos se animaron a ir más allá del análisis económico de las instituciones y realizaron sus propias propuestas. Ninguno de ellos, sin embargo pretendía imponerlas a la fuerza a los demás.

 

Martín Krause es Dr. en Administración, fué Rector y docente de ESEADE y dirigió el Centro de Investigaciones de Instituciones y Mercados (Ciima-Eseade).