La Escuela Austríaca de Economía en la Argentina

Por Adrián Ravier.  Publicado el 23/10/21 en: https://www.infobae.com/opinion/2021/10/23/la-escuela-austriaca-de-economia-en-la-argentina/

La corriente de pensamiento destaca el valor de las libertades por sobre las regulaciones extremas y el crecimiento del Estado en la vida pública

La Escuela Austríaca de Economía nace en Viena, en 1871, con los aportes de Carl Menger

La Escuela Austríaca de Economía nace en Viena, en 1871, con los aportes de Carl Menger. Su mayor protagonismo lo alcanza entre 1920 y 1930 con las obras de Ludwig von Mises y Friedrich Hayek, y en concreto con debates importantes frente a los socialistas, frente a los macroeconomistas de Cambridge como John Maynard Keynes y también frente a John Clark y Frank Knight sobre temáticas específicas como la teoría del capital.

En la Argentina, sin embargo, las ideas de la tradición austríaca recién penetran en los años ‘40, seguramente como respuesta al abandono de las ideas liberales presentes en las bases constitucionales de Juan Bautista Alberdi, y al abrazo de un intervencionismo y un proteccionismo creciente en la década anterior.

A partir de 1942 en un aula de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires, se reunían cada dos semanas Carlos Luzzetti (quien completó sus estudios en Oxford), William Chapman (quien luego fue Decano de la mencionada casa de estudios), Alberto Benegas Lynch (miembro de la Academia Nacional de Ciencias Económicas) y José Santos Gollán (h) (más tarde Decano de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA) para estudiar el libro de Gottfried Haberler: Prosperidad y depresión, publicado originalmente en inglés en 1937.

Haberler, asociado hoy con la Universidad de Chicago, había participado como asistente en el seminario privado de Mises en Viena, y había escrito este libro para estudiar las diversas teorías existentes sobre los ciclos económicos. El libro cita a Böhm Bawerk, Mises, Hayek, Lionel Robbins Fritz Machlup, entre otros autores destacados de la tradición.

Interesado en profundizar en esas ideas Alberto Benegas Lynch contactó a la Foundation for Economic Education (FEE) y tomó contacto con su presidente, Leonard Read, quien a su turno hizo posible su visita a Nueva York, lo que abrió un canal de diálogo y encuentros con Mises y Hayek.

Ya en la década siguiente, y en concreto en 1957, Benegas Lynch funda el Centro de Estudios sobre la Libertad, el que desarrolla al menos tres grupos de actividades fundamentales para comprender la raíz del pensamiento austríaco en Argentina:

1. Traduce y publica varios libros de economía austríaca al español. Entre esas publicaciones destaca una revista titulada “Ideas sobre la Libertad” que permitió la expansión de las ideas tanto en Buenos Aires como en el interior.

2. El Centro invitó a los mencionados Read, Mises y Hayek a disertar en Buenos Aires, a los que luego se sumaron Hans Sennholz, Bruno Leoni, Lucas Beltrán y Percy Greaves, entre muchos otros. Las seis conferencias de Mises en la Universidad de Buenos Aires quizás fueron las más destacadas, hoy compiladas en un libro titulado: Política económica (Unión Editorial).

Las seis conferencias de Mises en la Universidad de Buenos Aires quizás fueron las más destacadas, hoy compiladas en un libro titulado: Política económica

3. El Centro becó a numerosos jóvenes para que pudieran doctorarse en Estados Unidos, destacándose la figura de Juan Carlos Cachanosky, quien completó su doctorado bajo la dirección de Hans Sennholz en 1983.

En una entrevista que tuve la fortuna de hacerle, Juan Carlos comenta que fueron los trabajos de Henry Hazlitt los que movieron las estanterías de su formación keynesiana. Escribió una carta a FEE, y fue precisamente Leonard Read quien le facilitó el teléfono de Benegas Lynch, con quien rápidamente entró en contacto, y le prestó varios libros de los austríacos, que en esa época eran muy difíciles de conseguir.

En la misma entrevista, Juan Carlos destaca que en aquella época, como estudiante de economía en la UCA, conoció a Alejandro Chafuén, y juntos empezaron a participar en las actividades de la Escuela de Educación Económica del Contralmirante Sánchez Sañudo.

La posta de todos estos (y otros) esfuerzos de Benegas Lynch, la toma su hijo, quien en mayo de 1978 invita a Juan Carlos Cachanosky a incorporarse al Departamento de Investigaciones de la Sociedad Rural Argentina. (Posiblemente sea correcto afirmar que Benegas Lynch y Cachanosky son los dos apellidos más importante en las raíces del pensamiento austriaco en Argentina).

Origen de Eseade

Unos meses después, en agosto, Alberto Benegas Lynch (h) y un grupo de empresarios fundan Eseade, la primera Escuela de Negocios que ofrece estudios de posgrado en la Argentina.

La casa de altos estudios forma un departamento de investigaciones con nombres destacados para la Escuela Austríaca en Argentina, cada uno de los cuales requeriría una nota aparte: Juan Carlos Cachanosky, Gabriel Zanotti, Federico Thomsen, Alfredo Irigoin, Eduardo Zimmermann, Ricardo Manuel Rojas, Enrique Aguilar, entre otros. La incorporación de Ezequiel Gallo como director de ese Departamento le dio un vuelvo fundamental, convirtiendo a jóvenes entusiastas en académicos profesionales. Más tarde, el propio Juan Carlos Cachanosky será director.

Juan Carlos Cachanosky y Alberto Benegas Lynch (h), primeros referentes de la Escuela Austríaca de Economía en la Argentina

Alberto Benegas Lynch (h) fue Rector de Eseade durante 23 años, y durante ese tiempo sus cuatro programa de Maestría en Economía y Administración de Empresas, en Economía y Ciencias Políticas, en Derecho Empresario y en Finanzas, formaron centenares de graduados muchos de los cuales hoy dirigen las empresas más importantes del país. Esa formación incluía e incluye hoy día cursos donde el emprendedor es el motor de la economía, y el proceso de mercado aunque siempre en desequilibrio no es caótico, sino que permite coordinación.

En 2001 Alberto Benegas Lynch (h) deja Eseade para presidir la Fundación Friedrich Hayek, y deja el cargo a Martín Krause, quien también lo sucede como titular de cátedra de economía en la Facultad de Derecho de la UBA. Krause convoca a Gabriel Zanotti a dirigir el Departamento de Investigaciones, donde aparece una nueva generación de intelectuales interesados por la obra de Hayek y la Escuela Austríaca. Destacan allí Eduardo Stordeur y Eliana Santanatoglia en el área de derecho, Constanza Mazzina en ciencias políticas, Ricardo López Gottig en historia y yo personalmente estudiaba temas económicos.

Este departamento de investigaciones recibía frecuentemente la visita de académicos de diversa ideología, desde un Axel Kicillof hasta un joven Javier Milei, alcanzando siempre un diálogo respetuoso que nos nutría a todos desde un enfoque multidisciplinar.

En paralelo con la trayectoria de Alberto Benegas Lynch (h) en Eseade, Juan Carlos Cachanosky tomaba la dirección de la Escuela de Negocios de la Universidad Francisco Marroquín en Guatemala, llevando un cuerpo docente argentino (del cual tuve la fortuna de participar) a dictar clases en programas internacionales.

Juan Carlos siempre insistió a su cuerpo docente que debían doctorarse para alcanzar el más alto nivel, y ello le permitió contar con un equipo de alta calidad donde destacaban Alejandro Gómez en historia económica, Pablo Guido y Sebastián Landoni en economía, y Florencia Roca en Finanzas.

Poco tiempo después Ricardo Manuel Rojas se convierte en director de la Fundación Hayek y el departamento de investigaciones de Eseade se traslada a esas oficinas bajo la dirección de Osvaldo Schenone, doctor en economía de Chicago, y con Gabriel Zanotti como sub-director. A ese departamento de investigaciones se suman nuevos jóvenes investigadores como Nicolás Cachanosky, hijo de Juan Carlos, quien poco después completa su doctorado en economía en Boston, y se convierte en profesor de tiempo completo en Denver, Estados Unidos.

Ediciones en la Argentina

Alrededor del 2007, Unión Editorial desembarca en Argentina, ya no sólo con envíos de miles de libros, sino con la intención de tener ediciones propias en América Latina. Se trata, en el mundo hispano, de la principal editorial en publicar libros de la Escuela Austríaca, actividad iniciada por Juan Marcos de la Fuente y seguida hoy por su hijo Juan Pablo Marcos. En Argentina Rodolfo Distel es quien dirige Unión Editorial, la que ha publicado en la última década centenares de obras clásicas y nuevos títulos que se exportan al interior, a los países limítrofes, e incluso llegan a todo el continente.

El trabajo entusiasta de Javier Milei está expandiendo las ideas de la Escuela Austriaca en Argentina (Franco Fafasuli)

Sería injusto no mencionar al profesor Francisco Navarro Vilches en formar austríacos en Mendoza; lo mismo con Rogelio Pontón y su esfuerzo por formar jóvenes austríacos en Rosario; Federico Fernández por ejemplo ya lleva organizados más de diez Congresos Internacionales de la Escuela Austríaca en esa ciudad con la Fundación Bases que preside; y por supuesto habrá que mencionar tantas otras instituciones para las cuales aquí ya no tenemos espacio.

Sin dudas que el trabajo entusiasta de Javier Milei está expandiendo las ideas de la Escuela Austriaca en Argentina, pero vale la pena señalar la plataforma sobre la que se sostiene este proceso, destacando el trabajo de hormiga de muchas personas e instituciones que también contribuyeron a ese fin.

Adrián Ravier es Doctor en Economía Aplicada por la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid, Master en Economía y Administración de Empresas por ESEADE. Es profesor de Economía en la Facultad de Ciencias Económicas y Jurídicas de la Universidad Nacional de La Pampa y profesor de Macroeconomía en la Universidad Francisco Marroquín.

Gabriel Zanotti: “los católicos no tienen suficiente formación contra la teoría marxista de la explotación”

Por Gabriel J. Zanotti. Publicado el 19/6/20 en: https://www.navarraconfidencial.com/2020/06/19/gabriel-zanotti-los-catolicos-no-tienen-suficiente-formacion-contra-la-teoria-marxista-de-la-explotacion/?fbclid=IwAR1-nuQpDPabMUEI69gt_SheK2cLxkQcHPEOfdxKgo3Vb1VZ_I_05pHucp8

Imagen de Gabriel Zanotti: "los católicos no tienen suficiente formación contra la teoría marxista de la explotación"

Gabriel Zanotti es un doctor argentino en Filosofía, profesor universitario, conferenciante, escritor y pensador particularmente interesado en la relación entre economía y catolicismo. Ha tenido la amabilidad de atender a Navarra Confidencial para responder este cuestionario.

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1. San Juan Pablo II hizo dos distinciones sobre el término “capitalismo”. ¿Conviene utilizar este término para referirnos a la economía de mercado?

Depende de la sensibilidad de las audiencias. “Economía de mercado” es lo mejor para evitar confusiones, pero dada la propaganda marxista contra todo lo que tenga que ver con el “capital”, a veces es justo referirse al capitalismo como sinónimo de economía libre.

2. ¿Qué impacto cree que está teniendo la Teología de la Liberación en Occidente e Hispanoamérica? ¿A qué lo atribuiría?

El impacto fue terrible en su momento porque fomentó los movimientos armados contra el capitalismo en Latinoamérica, como si en Latinoamérica hubiera habido capitalismo alguna vez. Pero la Teología de la liberación sigue influyendo porque los católicos no tienen suficiente formación contra la teoría marxista de la explotación y porque su versión más moderada, la Teología del pueblo, se sigue enseñando en casi todos los seminarios y es palabra sagrada en las Conferencias Episcopales Latinoamericanas. Los documentos contra ella que escribieron JPII y Ratzinger son letra muerta para la mayor parte de teólogos latinoamericanos. Además la teología del pueblo se ha impuesto como una especie de pensamiento único en el Catolicismo actual, ante el cual la disidencia es pagada con el ostracismo de hecho de casi todos los ambientes eclesiales.

3. ¿Por qué en países como España y Argentina, existe una mentalidad de considerable confianza hacia el asistencialismo del Bienestar del Estado?

Porque las virtudes y valores favorables al desarrollo, especialmente las orientadas a la empresarialidad, nunca hicieron carne en su horizonte cultural. En ese sentido el Catolicismo debería recuperar el valor sagrado del trabajo que está presente en los pueblos protestantes. JPII comenzó a hacerlo en la primera parte de la Sollicitudo rei sociales pero, de vuelta, nadie lo escuchó, excepto los que ya pensaban como él y lo influyeron, como Novak, Sirico y Buttiglione, que hoy son mala palabra en los teólogos de ambos países.

4. A lo largo de la historia contemporánea, algunos adalides de la socialdemocracia europea han tenido que adoptar pequeñas medidas liberalizadoras. ¿Se debe al utilitarismo?

Lamentablemente sí. Tienen la racionalidad suficiente como para reducir gastos estatales, no son psicópatas como Maduro. Pero luego vuelven a lo suyo apenas las cuentas se equilibran.

5. La especulación tiene una connotación negativa entre no pocos católicos, pues se le asocia con la usura. ¿Qué hemos de entender por la misma en realidad?

En las circunstancias históricas actuales, la usura es un raro problema privado, casi inexistente allí donde los modernos sistemas bancarios son el modo de coordinar oferta y demanda de ahorros. Sigue existiendo como problema sólo en la mente de aquellos que no comprenden el papel de la tasa de interés en la formación del capital. O sea, en los que ignoran el ABC de la Escuela Austríaca de Economía.

6. ¿Cuáles han sido las aportaciones más importantes de la Escuela de Salamanca a la disciplina económica? ¿Qué decir acerca de la disputa sobre la Escuela Austriaca?

Al respecto no tengo más que agregar lo que ya han estudiado Marjorie Grice-Hutchison, Schumpeter, Hayek, Rothbard y Chafuen. Lo que tengo que aclarar es que el tema está mal planteado habitualmente. No es cuestión de si fueron “austríacos o no” sino de señalar una evolución. Y como paso evolutivo, indudablemente lo fueron.

7. ¿Tiene algún encaje el principio de subsidiariedad de la Doctrina Social de la Iglesia con las tesis de economistas austriacos como Mises, Menger, Bohm-Bawerk y Rothbard?

Totalmente pero NO porque esos autores hayan afirmado el ppio. de subsidiariedad, sino porque sus aportes de teoría económica encajan perfectamente en la defensa que Hayek hace del ppio de subsidiariedad con respecto a los bienes públicos, sobre todo en el libro II del Derecho, Legislación y Libertad.

8. ¿Cómo se puede contrarrestar el globalismo a potenciarse en la era post-COVID19?

No soy optimista al respecto. El Covid19 ha sido aprovechado para aumentar en grado sumo la intervención de los gobiernos en la economía y no creo que retrocedan. Es la peor crisis económica y política mundial después de la WWII.

9. ¿Qué opinión le merecen las criptodivisas basadas en blockchain?

Si se mantiene como un orden espontáneo, ningún problema. Pero apenas comiencen las regulaciones estatales, se acabó todo.

10. ¿Qué argumentos le daría a un católico anti-socialista que tuviera reparos hacia la economía de libre mercado?

Que lea todos los libros, al respecto, de Martin Rhonheimer, Robert Sirico y Sam Gregg, con la tranquilidad de que no se va a ir al infierno…..

Gabriel J. Zanotti es Profesor y Licenciado en Filosofía por la Universidad del Norte Santo Tomás de Aquino (UNSTA), Doctor en Filosofía, Universidad Católica Argentina (UCA). Es Profesor en las Universidades Austral y Cema. Director Académico del Instituto Acton Argentina. Profesor visitante de la Universidad Francisco Marroquín de Guatemala. Publica como @gabrielmises

La conjetura interpretable o de la filosofía pura

Por Gabriel J. Zanotti. Publicado el 16/2/20 en: http://bactriana.com/la-conjetura-interpretable-la-filosofia-pura/?fbclid=IwAR3caVbt44VBRlKaqzgSlsPf-2W1668dTCFG8i9eymxojbjE0hCMO3KJSeo

 

Ante estas cuestiones, no tenemos más que aceptar la noción de conjetura interpretativa para la intentio auctoris, que puede tener diversos grados de certeza.

Habíamos dicho que la hermenéutica es perfectamente compatible con la verdad y la certeza, que tiene que ver con habitar un mundo. Yo puedo decir «el decano del departamento de filosofía depende en última instancia del rector de la universidad» y puede ser perfectamente verdadero y cierto dado que habito ese mundo, estoy en él y lo «digo». ¿Pero se puede decir lo mismo con respecto a habitar el mundo del autor? Ya vimos que no, porque no somos el autor. Pero cuanto más habite yo el mundo del autor, más cercano estaré a la intentio auctoris. Habitar el mundo del autor es ir a su «yo y circunstancias» y por eso Ortega pudo escribir su ‘En torno a Galileo’, donde el «en torno a» significaba ese habitar (que es lo que no se hace cuando se dice «Galileo dijo que…» sin explicar por qué lo dijo).

La conjetura interpretativa no debe confundirse con «lo que me dijo a mí el autor», porque ello, que a veces puede ser lo más importante y definitorio, es la intentio lectoris. Varias veces yo he trabajado autores diciendo «qué elementos tomo de…», pero para construir mi propia teoría. Ello, sin embargo, implica que mi conjetura sobre lo que el autor quiso decir tiene que ser lo más cercana a su mundo. O sea, desde mi horizonte, desde mis pre-conceptos positivos, ir al de él, habitarlo, luego volver y hablar a mi lector, sobre lo que yo pienso sobre la base de lo que él pensó.

Para que la conjetura sea lo más cercana al mundo del autor, hay que responderse las siguientes preguntas:

– ¿Qué problema estaba tratando de resolver el autor?
¿Sobre qué horizonte histórico de problemas trabajaba?
– A partir de allí, evitaremos decir el qué sin decir el porqué, lo cual es imposible en un sentido profundo de qué dijo como comprensión, aunque posible con la analogía de tocar las notas sin comprender la melodía, o hablar desde el contexto sintáctico-semántico sin el pragmático.

Eso es, al hablar del autor diremos «dado que…» (horizonte de problemas), entonces respondió… que).

– ¿Cuál es el núcleo central del autor?

– ¿Cuál es su «protoplasma»?

Veamos estas dos últimas preguntas.

El núcleo central es lo estrictamente original del autor. Es su aporte clave. Es «lo que fundamentalmente vio».

Veamos, por ejemplo, el caso de Popper. Uno, ¿cuál era el horizonte de sus problemas? Esto es: ¿a quién estaba respondiendo? ¿Con quiénes estaba «discutiendo»? ¿Con los agustinistas? ¿Con los tomistas? No, con los neopositivistas. ¿Y qué les respondió? Que su criterio de demarcación era erróneo. ¿Y qué dijo entonces? Que el criterio de demarcación era la falsación. O sea, afirmó la falsación porque estaba debatiendo el criterio de demarcación con los neopositivistas.

No digo que esto sea tan sencillo, digo más o menos cómo debemos proceder. Ese es su núcleo central.
Una vez que identificamos su núcleo central, pueden venir otras preguntas. Por ejemplo, ¿estamos de acuerdo con ese núcleo, en todo o en parte? ¿Qué me aporta a mí ese núcleo? ¿Cuáles son sus consecuencias no intentadas? ¿Qué se le puede criticar? Pero si el núcleo central está mal identificado, todas esas posteriores respuestas estarán mal planteadas. Es coherente, por ejemplo, que Adorno haya estado en desacuerdo con Popper, porque Adorno identificó bien ese núcleo central y fue eso lo que rechazó comparándolo con su núcleo central. Esto es, el núcleo central de Popper estaba inscrito en un método hipotético deductivo que desde Adorno era parte de la noción de dominio de la razón instrumental y que por eso debía ser rechazado desde un ideal emancipatorio de la razón. Pero cuando un tomista rechaza la falsabilidad popperiana porque no está de acuerdo con lo que Popper dijo sobre metafísica, sobre Dios, sobre la inmortalidad del alma, sobre el libre albedrío o sobre su interpretación de Platón o Aristóteles, entonces está errando en la interpretación de su núcleo central. Porque nada de ello es su núcleo. Yo puedo estar en desacuerdo con lo que Hawking haya dicho de la existencia de Dios, pero ello no refuta sus teorías del universo en expansión, que son tal vez su núcleo central. Ello implica que al lado del núcleo puede haber un protoplasma. Un autor es una célula de afortunado caos e incoherencia, sobre todo, cuantos más son los temas de los que ha hablado. Pero su ADN está en su núcleo.
Sus protoplasmas pueden ser diversos, coherentes, incoherentes entre ellos o con el núcleo, más cercanos o más alejados de él, etc., pero no afectan al núcleo. Ello quiere decir que ese núcleo puede ser trasladado a otro lugar y dar frutos igual que un ADN celular en otra célula. Si sale un monstruo o no, ello depende de la habilidad de ese cirujano que es el lector.

Siguiendo con la analogía lakatosiana del núcleo central, su riqueza es proporcional a las hipótesis ad hoc coherentes con las cuales ese núcleo puede defender y a la vez expandirse a otros ámbitos. O sea, la riqueza del núcleo central puede ser su ventaja y a la vez su problema: tiende a ser «imperialista», tiende a «expandirse a otros ámbitos» precisamente porque su riqueza teorética le permite hacerlo, pero, a la vez, corre el riesgo de extrapolar indebidamente sus conclusiones, o sea, ir hacia lugares a los cuales llega solo negando otros ámbitos. El gran ejemplo de esto es Freud, cuando desde el núcleo central de su teoría de la neurosis (perfectamente apta para tratar acertadamente a un paciente, aunque no a todos en todo) se expande a la explicación del origen del judeocristianismo.
Lo interesante es que no lo hace incoherentemente, sino con la capacidad de expansión de su núcleo. La horda primitiva mata al padre, tiene culpa, le erigen el totem, surge el súper yo, la pulsión de vida se dirige a las hembras exogámicas, surge el tabú del incesto, y todo ello explicaría Dios, los mandamientos, el pecado original, la culpa, etc.

Claro, no es eso el cristianismo, pero puede ser explicado así porque el núcleo «da» para ello.
Refutar a Freud no es, entonces, decir que eso no es el cristianismo. Es obvio que el cristianismo no es eso, pero el núcleo central de Freud no es su noción del cristianismo. Refutar a Freud es negar que el inconsciente sea o exista tal cual él lo explica, y para ello se necesita una teoría de igual riqueza teorética.

Puede ser que estemos en desacuerdo con el núcleo central de un autor, pero aun así debemos reconocer su riqueza teórica, en generar en sus lectores y discípulos hipótesis ad hoc permanentes. Marx es un buen ejemplo de ello. Yo creo que su núcleo central es la dialéctica hegeliana convertida en una dialéctica materialista de la historia humana mediante su teoría de la explotación. Si me equivoco, será un caso de «autor hipotético». Pero ese núcleo central es fuente de innumerables hipótesis ad hoc y reinterpretaciones a lo largo del tiempo con el mismo esquema, cambiando contenidos. Lakatos lo ve como un caso de regresividad del núcleo central. Yo, no tanto. Los «nuevos colectivos explotados» se siguen reproduciendo, pero no arbitrariamente, sino coherentemente con ese núcleo. Antes, los explotados eran los obreros. Ahora son las mujeres, los indígenas, los gais, los trans, y el capitalismo se asocia con el heteropatriarcado blanco. Puede no divertirnos, pero sigue siendo Marx. Sigue siendo su riqueza. ¿Se le puede refutar? Claro que sí, pero no es fácil: hay que salir de Hegel e ir hacia el individuo, la persona individual (santo Tomás, Husserl), al individualismo metodológico y a la refutación de la teoría de la plusvalía de Marx: MengerBohm BawerkMisesHayek. No es nada fácil y por eso muchos que dicen ser no marxistas porque no coinciden con su materialismo, adoptan su teoría de la plusvalía: con ello su dialéctica y con ello su núcleo central de tal modo que, o viven felizmente
en la incoherencia, como casi todos, o se hacen totalmente marxistas. No se puede escapar. Es Hegel. O sales de él o entras en él, pero no hay medias tintas.
Las hipótesis ad hoc a veces se mezclan con las consecuencias no intentadas, pero se pueden diferenciar con el paso de la historia. La hipótesis ad hoc de Descartes para explicar la comunicación entre las dos res fue muy débil (la glándula pineal) pero una de sus principales consecuencias no intentadas es que hasta hoy se sigue hablando de «conciencia» para los problemas mente-cuerpo o mente-cerebro. Descartes sigue vivo.

Las consecuencias no intentadas tienen que ver con lo que Popper llamaba el mundo, el mundo de las teorías en sí mismas. La teoría nunca puede estar «suelta» de ningún mundo, pero sí puede soltarse del mundo del autor y ser adoptada por el mundo del lector, en cierta medida, sin que el autor pueda hacer nada al respecto. Ningún problema con ello; sucede todo el tiempo, y por eso hay autores «clásicos»: porque siempre va a producir consecuencias en el horizonte de los lectores. Claro, eso produce grandes malentendidos cuando los lectores no saben diferenciar entre ellos y el autor, pero ni autor ni lector tienen, en general, conciencia teorética del tema hermenéutico. La mayor vergüenza es que muchas veces los filósofos no tienen conciencia de ello.

 

Gabriel J. Zanotti es Profesor y Licenciado en Filosofía por la Universidad del Norte Santo Tomás de Aquino (UNSTA), Doctor en Filosofía, Universidad Católica Argentina (UCA). Es Profesor titular, de Epistemología de la Comunicación Social en la Facultad de Comunicación de la Universidad Austral. Profesor de la Escuela de Post-grado de la Facultad de Comunicación de la Universidad Austral. Profesor co-titular del seminario de epistemología en el doctorado en Administración del CEMA. Director Académico del Instituto Acton Argentina. Profesor visitante de la Universidad Francisco Marroquín de Guatemala. Fue profesor Titular de Metodología de las Ciencias Sociales en el Master en Economía y Ciencias Políticas de ESEADE, y miembro de su departamento de investigación. Publica como @gabrielmises

La Escuela Austríaca de Economía (2° parte)

Por Gabriel Boragina. Publicado en: http://www.accionhumana.com/2019/03/la-escuela-austriaca-de-economia.html

 

«Muchas de las ideas de los principales economistas austriacos de mediados del siglo XX, tales como Ludwig von Mises y F.A. Hayek están fundadas en las ideas de economistas clásicos tales como Adam Smith y David Hume, o en las de algunas figuras de principios del siglo XX como Knut Wicksell, además de Menger, Böhm-Bawerk y Friedrich von Wieser.»[1]

Confluyen en las vertientes de la Escuela la de los autores clásicos de los cuales aquí solo se dan algunos pocos nombres. Habría que agregar a Edmund Burke, Adam Ferguson, John Locke, Herbert Spencer y varios otros más que, desde posturas más o menos afines, confluyeron en un núcleo de ideas que daría punto inicial a la Escuela Austríaca de Economía. No obstante, se pueden encontrar algunos denominadores comunes en la diversidad de los nombres citados. Y esos puntos coincidentes son la coincidencia de todos ellos en la necesidad de la libertad y la propiedad privada como basamentos de toda economía sin las cuales ninguna economía podría llegar a merecer ese nombre. De todos ellos, Ludwig von Mises es quizás el más enfático a este último respecto.

«Esta diversidad de tradiciones intelectuales en la ciencia económica es todavía más evidente entre los economistas de la Escuela Austriaca en la actualidad, quienes han recibido la influencia de algunas de las figuras más relevantes de la economía contemporánea. Estos incluyen a Armen Alchian, James Buchanan, Ronald Coase, Harold Demsetz, Axel Leijonhufvud, Douglass North, Mancur Olson, Vernon Smith, Gordon Tullock, Leland Yeager y Oliver Williamson, además de Israel Kirzner y Murray Rothbard. Mientras que algunos pueden afirmar que una única Escuela Austriaca de economía opera dentro de la profesión económica en la actualidad, también se podría argumentar con cierta sensatez que el rótulo “austriaco” ya no posee ningún significado sustantivo.»[2]

Ciertamente el rótulo «austríaco» ha perdido todo su significado como para designar con precisión los postulados de la escuela, pero resulta ser que ha alcanzado su arraigo a través de una tradición que se mantiene en nuestros días y resulta bastante difícil de erradicar. Maxime si se tiene en cuenta -como bien dice el párrafo – la multiplicidad de aportes que han realizado a la escuela intelectuales que -en principio- son ajenos a la misma o empezaron siéndolo y finalmente terminaron adhiriéndose a sus proposiciones. Algunos autores, como el profesor Alberto Mansueti, han preferido -con acierto a nuestro juicio- utilizar las palabras «escuela austriana» y referirse a sus miembros como «austrianos». De todas maneras, más que de las etiquetas, nos interesa ocuparnos de los contenidos, y en este sentido las contribuciones de todos los mencionados (faltan muchos nombres más, por cierto) son de una importancia y relevancia fundamental.

Veamos seguidamente algunas de las propuestas más relevantes de nuestra escuela:

«Proposición 1: Sólo los individuos eligen.  El hombre, con sus propósitos y planes, es el principio de todo análisis económico. Sólo los individuos eligen; las entidades colectivas no hacen elecciones. La tarea principal del análisis económico es hacer inteligible el fenómeno económico, apoyándolo en los propósitos y planes de los individuos. La tarea secundaria de la economía consiste en indagar las consecuencias no intentadas o no previstas que pueden surgir como consecuencia de las elecciones individuales.»[3]

Toda acción es individual y toda acción es fruto de una decisión, mucho o poco meditada, pero, siempre deliberada que es lo que va a desembocar en una acción, la cual -por definición- solo puede ser individual y humana. No hay actos no deliberados ni automáticos en el campo de la acción humana. Aun las conductas más impulsivas han sido fruto de un cierto grado de deliberación sobre la misma. De tal suerte que, no cabe sino metafóricamente hablar de acciones «colectivas» lo cual no es más que una impropiedad, tal como cuando de ordinario se alude a «decisiones» de países, naciones, gobiernos, sociedades, grupos, etc.». Sólo pueden concebirse estas últimas expresiones en un sentido puramente figurado, pero nunca literal. La acción siempre es humana y siempre es individual, no colectiva.

«Proposición 2: El estudio del orden del mercado versa fundamentalmente sobre el comportamiento de intercambio y las instituciones dentro de las cuales tiene lugar el intercambio. El sistema de precios y la economía de mercado se entienden mejor bajo el término “catalaxia”, y la ciencia que estudia el orden de mercado cae bajo el dominio de la “cataláctica”. Estos términos se derivan de la palabra griega katalaxia –que significaba la acción de intercambiar y convertir a un extraño en amigo, como consecuencia del intercambio. La cataláctica centra el análisis en las relaciones de intercambio que surgen en el mercado, la negociación que caracteriza el proceso de intercambio, y el contexto institucional en el que estos intercambios tienen lugar.»[4]

En un campo más amplio aún, toda relación social implica acciones de intercambio de todo tipo, pero esos intercambios (que pueden ser, incluso, de ejemplo, afectivo o familiares) adquieren interés para la cataláctica cuando se realizan por un precio, entendido como síntesis del entrecruzamiento de valores dispares que son, en suma, los que motivan a los agentes económicos a intercambiar. Es cuando alcanza sentido entonces esta última locución «agentes económicos». Para que exista cataláctica, entonces, han de haber relaciones de intercambio dentro de un proceso que se denomina de mercado. Los elementos de este proceso se distinguen como de oferta y demanda. Friedrich A. von Hayek ha caracterizado el sistema de precios como un tablero de señales que ofician de guía pare indicar -tanto a compradores como a vendedores- dónde existen escaseces relativas que son -en definitiva- los renglones a los cuales se orientarán los recursos, dando lugar a un mecanismo más: el de inversión.

Sin precios, sin propiedad privada y sin moneda, sencillamente, no hay mercado, y sin mercado no hay economía. Por eso, se dice que constituyen tres pilares fundamentales para la existencia de un verdadero sistema económico.

[1] Peter J. Boettke. *Hacia una Robusta Antropología de la Economía**La Economía Austriaca en 10 Principios* Instituto Acton Argentina. Trad: Mario Šilar

[2] Peter J. Boettke , Ibidem.

[3]Peter J. Boettke, Ibidem.

[4] Peter J. Boettke, Ibidem.

 

Gabriel Boragina es Abogado. Master en Economía y Administración de Empresas de ESEADE. Fue miembro titular del Departamento de Política Económica de ESEADE. Ex Secretario general de la ASEDE (Asociación de Egresados ESEADE) Autor de numerosos libros y colaborador en diversos medios del país y del extranjero.

HERMENÉUTICA VERSUS LA POSITIVIZACIÓN DE LAS CIENCIAS SOCIALES

Por Gabriel J. Zanotti. Publicado el 17/2/19 en: http://gzanotti.blogspot.com/2019/02/hermeneutica-versus-la-positivizacion.html

 

Punto 7 del cap. 5 de https://www.amazon.es/hermen%C3%A9utica-como-humano-conocimiento-ebook/dp/B07NNX8HPZ

Hayek tiene una famosa frase que denuncia perfectamente esta cuestión: “…Sir Karl Popper has taught me that the natural scientists did not really do what most of them not only told us that thet did but also urged the representativs of other disciplines to imitate[1]”. Parece un trabalenguas pero no lo es. Veámoslo frase por frase: “…Sir Karl Popper has taught me…”. Esto es, Popper luchó toda su vida contra un inductivismo en ciencias naturales según el cual primero veríamos los hechos y luego, recién, elaboraríamos las hipótesis[2]. Por su solo genio, sin que Gadamer se lo haya enseñado, Popper supo perfectamente que no se ven primero los hechos, sino que la configuración del mundo físico depende ya de mitos, en una razón no crítica, o de hipótesis, en una razón crítica. Ahora bien, si esto es así para las ciencias naturales, ¿cómo va a ser lo contrario para ciencias sociales? Sin embargo, el positivismo pretende decir que las ciencias naturales son inductivas en el sentido referido, y por eso “….the natural scientists did not really do what most of them not only told us that thet did”, o sea, NO hacen lo que muchos de ellos nos dicen que hacen, esto es, ver los hechos sin interpretación, sino que “…also urged the representativs of other disciplines to imitate”, esto es, también exhortan a los científicos sociales a hacer lo que ellos mismos NO pueden hacer (aunque crean que sí) en sus propias ciencias.

Es así como las ciencias sociales se han llenado de supuestos datos y estadísticas, que no sólo parecen ser más importantes que las pobres hipótesis que sostienen sino que además deberían ser previos a ese marco teorético. Por eso Popper mismo dijo que los papers presentados bajo sus propias normas metodológicas son habitualmente rechazados por los editores[3](y por ello yo mismo debo advertir a los doctorandos que NO sigan en su teses al Popper que yo les enseño…).

¿Pero por qué “pobres hipótesis”? Porque las hipótesis en ciencias sociales se han convertido hace ya mucho tiempo en solas correlaciones directa o inversamente proporcionales entre variables que luego hay que apoyar en ese testeo empírico, lo cual termina siendo funcional a las ciencias sociales concebidas como “control”, esto es, como informes funcionales para las políticas públicas dictadas por los estados, según la razón instrumental usadas por los estados-nación weberianos. Y ello es así porque se cree que en el fondo no hay procesos de auto-organización social, que habría que explicar, sino sólo políticas estatales que controlan lo que de otro modo sería un caos. O sea, se ignora casi totalmente la noción de orden espontáneo de Hayek, esto es, procesos sociales ordenados que son fruto de la acción humana pero no del designio humano, y cuyo análisis es el objeto de las ciencias sociales. Para lo cual, obviamente, se necesita una antropología filosófica que explique bajo qué condiciones la intersubjetividad (humana, claro) tiende a la coordinación de conocimiento, y ello es obviamente el marco hermenéutico básico que permite configurar nuestra interpretación del mundo social y hacer luego una ciencia económica, política y jurídica conforme a esa interpretación. Eso nada tiene que ver con el testeo empírico, y por eso los científicos sociales ultra-empiristas han acusado a ese modo de ver el mundo social como “ideología”, como si afirmar las hipótesis de orden espontáneo implicara estar cerrados a la crítica[4].

Por ello, en nuestro pequeño libro Filosofía para mí[5], decíamos:

“…El economista austríaco Fritz Machlup escribió un seminal ensayo llamado “El complejo de inferioridad de las ciencias sociales”[6], cuyo título lo decía todo. Al lado de unas ciencias naturales muy orgullosas de sí mismas, de su supuesto mundo perfecto de hechos indubitables, probados y matematizados, las ciencias sociales tenían (¿tienen?) un inevitable complejo de inferioridad. “Ya vamos a ser como ustedes”, es su culpógeno anuncio, y, mientras tanto, asumir casi con vergüenza su contingencia, sus marcos interpretativos, sus inexactitudes, su dependencia de diversas filosofías e ideologías. O sea, su “dependencia de todo lo humano”.

Pero hemos visto que TODAS las ciencias son humanas y dependen “de lo humano”. ¡Qué mala noticia para los dioses del nuevo Olimpo del Sacro Imperio Romano Científico! Por ello continuábamos diciendo:

“…la ciencia depende de nuestras concepciones del mundo, de nuestras interpretaciones, de nuestras falibles conjeturas que intentan dar luz a un mundo infinitamente desconocido. El método científico es una caminata de ensayo, error, falibilidad y progreso. Las ciencias sociales, por ende, “también”. No son superiores o inferiores a cualquier otro intento humano de dar sentido al mundo”.

Pero luego reseñábamos su historia:

“…“Al principio”, esto es, desde los albores de la filosofía, y hasta hace muy poco, no había ciencias sociales. Hubo, sí, algo muy importante, de lo cual se hacía una directa aplicación al mundo social. Era y sigue siendo la ética. Para la concepción griega del mundo, una ética separada de la vida social era casi inconcebible. En Aristóteles –por decir un ejemplo no menor- la ética no era sólo e estudio de las virtudes que perfeccionan la naturaleza humana. La máxima de esas virtudes era preocupación cívica por la “ciudad”. La vida de la “polys” era lo máximo en la perfección del hombre. Ahora bien, ¿cómo debía ser “regida” esa polys? Naturalmente, de modo “bueno”. La famosa clasificación aristotélica de las formas de gobierno así lo revela. Si el gobierno de uno, unos pocos o muchos era “bueno” entonces teníamos la monarquía, la aristocracia, la república. Los temas sociales eran temas éticos. En ningún momento se concebía que se pudiera llamar a un “técnico”, que “sin juicios de valor” hiciera sus recomendaciones para una “gestión eficiente”.

La irrupción cultural del cristianismo, del judeo-cristianismo, implicó enormes cambios en la concepción del mundo, pero la característica anterior se mantuvo. El cristianismo implica, precisamente, que hay algo anterior y superior a la polys: la relación de cada individuo con Dios. Desde allí, desde esa “ciudad de Dios” se debe juzgar a la “ciudad del hombre”. Con la conformación del renacimiento carolingio (s. IX) y la conformación del Sacro Imperio, se conforma una concepción de la vida social donde la “auctoritas” humana es el “brazo secular” de la Iglesia. “El príncipe” temporal tiene cierta autonomía pero su “función propia” es casi como un instrumento del poder eclesial. Los musulmanes pensaban igual; simplemente diferían en quien era el príncipe y quién era el profeta. Y los judíos no contaban entonces porque se habían quedado sin su ciudad temporal (que, cuando existió, giró en torno al templo).”

“… La separación entre católicos y protestantes no cambia la cuestión. Lutero y Calvino seguían pensando que la ética de la ciudad de Dios debía seguir gobernando la ciudad del hombre, un hombre, ya, para ellos, irremisiblemente destruido por el pecado. La cuestión tampoco cambia con el racionalismo continental del s. XVIII, cuyo representante más ilustrado es Kant. Con él, también la sociedad, en camino hacia la república, la ciencia y la paz perpetua, dependía de la ética. Una ética diferente, sí, más secular, dependiente de un imperativo absoluto aunque sin metafísica o religión, en principio. Pero igual de fuerte y categórico. Las repúblicas laicas y democráticas, guiadas por la ciencia newtoniana y la educación obligatoria, deben ahora “dominar la tierra”. El mandato bíblico es cambiado de contenido. Id y bautizad……….. Se transforma en “id y ensenar, civilizar….”, pero con el mismo impulso ético y expansivo, exotérico, de épocas anteriores.

En medio de todo esto, otra tradición, también muy importante en la filosofía occidental, se abre paso. Es la historia. Pero no simplemente como una (¿imposible?) “historiografía”, sino como “comprensión”. Dilthey (fines s. XIX) es aquí el autor clave. Podemos comprender los fenómenos sociales porque nuestra condición humana nos proporciona una interpretación de nuestra historia de un modo tal que no la podríamos tener de un hormiguero y menos aún de un trozo de roca. Podemos ponernos en el lugar de Napoleón, y, por más desacuerdos que tengamos, comprender sus motivaciones, y por ende sus acciones. En ese sentido la historia comprende, y las ciencias naturales “explican”. En esta tradición, las ciencias sociales son historia. O la historia “es” las ciencias sociales. Algo de esto, aunque con muchas diferencias, subsiste en un Gadamer que contrapone (1960) la verdad de la conciencia histórica al método de las ciencias naturales. La filosofía continental alemana aún hoy tiene cierto enfrentamiento con cierto positivismo en ciencias sociales que predomina en ciertos ámbitos anglosajones.”

Es entonces cuando explicábamos la entrada de la novedosa idea del orden espontáneo:

“…En medio de la ética, en medio de la historia, ¿quedaba lugar para algo más?

Miremos un poco más en la historia de la filosofía occidental y encontraremos algunas cosas.

En primer lugar, según Marjorie Grice-Hutchison, en un famoso estudio sobre la Escuela de Salamanca, (tesis dirigida por por Hayek), jesuitas y dominicos españoles habrían desarrollado las primeras teorías sobre los precios, la inflación, los salarios, etc., adelantándose al modo en que lo haría la economía a partir del s. XVIII. Esto es, por ejemplo, que “es” la inflación, más allá de lo que “deba ser”. Otros autores como Rothbard, Novak, Chafuen, Huerta de Soto, etc., han estudiado mucho este pensamiento.

En los inicios del s. XVIII no tenemos sólo los inicios de la escuela Clásica de economía, sino la Escuela Escocesa, con autores como Hume, Smith, Ferguson. Este último acuña la feliz expresión de que la sociedad es fruto “de la acción humana pero no del designio humano”. Esto implica que para ellos el orden social era “espontáneo”, esto es, no fruto de un acto fundacional deliberado. Los fenómenos sociales implican “consecuencias no intentadas”, evoluciones o involuciones que escapan a planes deliberados de una persona o un grupo de personas. Hay en los fenómenos sociales algo que se puede estudiar pero no planificar. Esto es interesantísimo….

Esta cuestión es retomada explícitamente por el economista austríaco C. Menger en su teoría del origen del dinero, como institución social espontánea. Esta línea “institucionalista-evolutiva” de los fenómenos sociales es retomada luego por Hayek, pero es L. von Mises quien, en mi opinión, acuña una explicación, en el inicio de su tratado de economía, que es clave para entender una ciencia social que no sea “sólo” ética. Dice así: “….The discovery of a regularity in the sequence and interdependence of market phenomena went beyond the limits of the traditional system of learning. It conveyed knowledge which could be regarded neither as logic, mathematics, psychology, physics, nor biology”. Este párrafo es clave. Se afirma que se toma conciencia de algo que está más allá de los campos tradicionales del saber. Eso, que está más allá, y que tiene una cierta (vamos a ver por qué digo “cierta”) autonomía de la ética es una “secuencia y regularidad”, esto es, cierto “orden” en las consecuencias no intentadas de las acciones. Adoptar ante este orden una actitud teorética es comenzar a hacer ciencias sociales de un modo no sólo nuevo, sino constitutivo, esto es, las ciencias sociales son “eso”: el estudio de los órdenes espontáneos. Yo puedo “querer” que un poeta gane más que un futbolista, puede ser que considere ello sea bueno, pero si formo parte de los millones y millones de personas que ven partidos de futbol por televisión o voy al estadio, entonces yo mismo, como consecuencia no intentada, estoy causando el alto salario del futbolista. Un gobierno puede considerar bueno que los obreros de tal o cual sector ganen U$S 1000 al mes, pero la consecuencia no intentada será que algunos empleadores potenciales dejarán de contratarlos. Yo puedo querer y considerar bueno que las secretarias de mi empresa (no es mi caso) ganen U$S 10.000 al mes, pero la consecuencia no intentada es que tendré más postulantes de las que puedo absorber y “tendré que” bajar el salario que estoy ofreciendo. O, al revés, yo puedo  considerar injusto que un famoso futbolista gane millones y millones más que un profesor titular de Física I, pero, si yo veo sus partidos, yo soy parte de la causa por la cual ese futbolista gane millones.  Y así sucesivamente….”

Y concluíamos:

“…¿Diremos entonces que las ciencias sociales son sólo descriptivas de órdenes espontáneos y de ningún modo normativas? No, porque, como vimos, en toda acción humana hay una decisión moral implícita. Pero una consecuencia, una inter-acción, que va más allá del fin directamente intentado por el individuo. Esa consecuencia no intentada puede ser, a su vez, buena o mala, pero la “descripción” de esas consecuencias que son fruto de la inter-acción humana tiene un margen de autonomía con respecto a la ética tradicional. Si ese margen no se ve, la diferencia entre las ciencias sociales y la sola ética tampoco se ve. Es absolutamente bueno que todos tengan alimento de sobra, “pero” resulta que por ejemplo hay una ciencia, la economía, que nos dice que “hay” escasez, y entonces los salarios no se pueden aumentar simplemente porque ello sea “bueno”: hay además un proceso de ahorro, de formación de capital…….

No se trata, por ende, de contraponer una ciencia “de hechos” vs. una ética normativa. Los fenómenos sociales implican un “mundo”, esto es, según Husserl, un conjunto de relaciones entre personas (inter-subjetividad), y eso es el mundo social, y ese mundo social tiene sus valores morales como constitutivos, porque es parte de su horizonte cultural. Simplemente, ese mundo social tiene una evolución o involución espontánea, esto es, una serie de inter-acciones no intentadas que no se reducen al sólo juico ético de cada acción en particular.

¿Pero qué hay detrás de esa “regularidad” de la que hablaba Mises? ¿No hay acaso libertad en las acciones humanas?”.

“…Por los ejemplos dados, vimos que las consecuencias no intentadas no son “arbitrarias”: tienen un orden, que emerge de decisiones libres previamente adoptadas. Y ese orden tiene que ver con un tema esencialmente filosófico: la racionalidad del ser humano, racionalidad falible, incierta, pero racionalidad al fin: persigo ciertos falibles y cambiantes fines y recurro a falibles y cambiantes medios. Quiero comprar un libro, lo compro, y millones y millones de acciones similares a las mías “causan” que tal o cual autor sea rico y conocido….”

“…Pero como podemos ver, detrás de todo lo que estamos diciendo hay una antropología filosófica, una concepción del ser humano que implica a su vez una determinada noción de acción humana.

En ese sentido, los problemas teoréticos más importantes de las ciencias sociales tienen que ver con la noción de acción e inter-acción que estemos manejando. Un economista partidario de la teoría de la plus-valía marxista ve al mundo como la explotación de capitalismo de EEUU y Europa con respecto a los explotados: América Latina, Africa, etc. Inútil es que le digamos cifras sobre el PBI interno de los EEUU, o que le mostremos que el PBI per cápita en tal o cual región de América Latina ha crecido: él tendrá otras “cifras” para mostrar que las desigualdades han crecido.

¿Pero cómo ve el mundo alguien formado en otra concepción de la economía? Al revés: América Latina es pobre porque nunca ha generado las condiciones culturales e institucionales para la estabilidad jurídica que es necesaria para el ahorro y la inversión a largo plazo. Por otro lado, la teoría del valor es diferente: para uno, es la del valor-trabajo en Marx; para el otro, es la teoría del valor subjetivo de Menger y Bohm-Bawerk. Desde esas dos concepciones del mundo, diametralmente opuestas, no es que ven “lo mismo” desde dos perspectivas diferentes: ven diferentes fenómenos, directamente. América Latina y EEUU no son lo mismo para unos y para otros, y todas las relaciones de causa y efecto son diferentes para ambas perspectivas.

¿Cuál de las dos es la correcta?

Para responderlo, hay que ir a la teoría del valor, y por ende…….. Al tema de la acción humana, la racionalidad, la intencionalidad de la acción, el libre albedrío, la falibilidad de la acción, la incertidumbre….

Y todo ello no es más que antropología filosófica.

O sea que:

  1. a) las ciencias sociales tardaron mucho tiempo en distinguirse de la sola ética.
  2. b) Ello no implica que las ciencias sociales sean totalmente autónomas de la ética.
  3. c) La autonomía de las ciencias sociales tiene que ver con la progresiva emergencia de un nuevo paradigma, la noción de órdenes espontáneos en lo social.
  4. d) Esa noción de orden espontáneo tiene que ver con temas tales como: racionalidad limitada, acción humana intencional, inter-subjetividad, libre albedrío, orden, etc.
  5. e) Esos temas son esencialmente filosóficos”[7].

 

 

[1] Hayek, F. A. von: Studies in Philosophy, Politics and Economics, Routledge and Keagan Paul, 1967, Preface.

[2] Popper, K.: Teoría cuántica y el cisma en física; Tecnos, Madrid, 1985;Realismo y el objetivo de la ciencia; Tecnos, Madrid, 1985; Conjeturas y refutaciones; Paidós, Barcelona, 1983; Conocimiento objetivo; Tecnos,Madrid, 1988; La lógica de la investigación cientifica,Tecnos, Madrid, 1985; Replies To My Critics; in The Philosophy of Karl Popper, Part II; Edited by P. Arthur Schilpp Lasalle; Illinois, 1974.

[3] Popper, K.: The Myth of the Framework; Routledge,  1994.

[4] Ver al respecto Machlup, F.: «El complejo de inferioridad de las ciencias sociales»; en Libertas; Eseade, Bs. As., Nro. 7.

[5] Ediciones Cooperativas, Buenos Aires, 2006.

[6] Op.cit.

[7] Ver la bibliografía al respecto: Popper, K.: La miseria del historicismo; Alianza Ed., Madrid, 1987; Hayek, F.A.von: «Scientism and the Study of Society»; en The Counter Revolution of Science; Liberty Press, 1979;  «The Theory of Complex Phenomena»; en Studies in Philosophy, Politics and Economics; op.cit.,;  Mises, L. von: «Problemas epistemológicos que suscitan las ciencias referentes a la acción humana», cap. II de La acción humana, Sopec, Madrid, 1968; Gallo, E.: «Hayek y la investigación histórica: algunas reflexiones»; en Estudios Públicos; Centro de Estudios Públicos; Santiago de Chile, Nro. 50, 1993;  Machlup, F.: «El complejo de inferioridad de las ciencias sociales», op.cit., Polanyi, M.: Personal Knowledge; Routhledge, 1998; Menger, C.: Investigations Into the Method of the Social SciencesLibertarian Press, Grove City, 1996.

 

Gabriel J. Zanotti es Profesor y Licenciado en Filosofía por la Universidad del Norte Santo Tomás de Aquino (UNSTA), Doctor en Filosofía, Universidad Católica Argentina (UCA). Es Profesor titular, de Epistemología de la Comunicación Social en la Facultad de Comunicación de la Universidad Austral. Profesor de la Escuela de Post-grado de la Facultad de Comunicación de la Universidad Austral. Profesor co-titular del seminario de epistemología en el doctorado en Administración del CEMA. Director Académico del Instituto Acton Argentina. Profesor visitante de la Universidad Francisco Marroquín de Guatemala. Fue profesor Titular de Metodología de las Ciencias Sociales en el Master en Economía y Ciencias Políticas de ESEADE, y miembro de su departamento de investigación.

LOS SINDICATOS: DEL DERECHO DE HUELGA A LA FUERZA DE LOS BESTIAS.

Por Gabriel J. Zanotti. Publicado el 30/9/18 en: http://gzanotti.blogspot.com/2018/09/los-sindicatos-del-derecho-de-huelga-la.html

 

Nada está más incorporado al horizonte de pre comprensión de casi todos que los sindicatos deben tener el derecho de huelga, como habitualmente se lo entiende, para luchar contra el pérfido capitalismo. No es un fenómeno argentino, es un problema mundial.

El marxismo ha logrado convencer a casi todo el mundo, excepto a los que han leído y comprendido a Bohm-Bawerk, Mises y Hayek, que el aumento de salarios se debe la “lucha” sindical. Craso error. El aumento generalizado de salarios sólo puede deberse al aumento de la demanda de trabajo, y ello sólo se produce por el aumento de la inversión y la fabricación de nuevos bienes de capital que permitan producir más en menos tiempo. El subdesarrollo es el precio de todos los socialismos, marxismos e intervencionismos que aún no han logrado entender la relación entre la tasa de capital y el nivel de salarios.

Los sindicatos pueden, por la fuerza, hacer que: a) el gobierno emita moneda para pagar los salarios públicos, lo cual produce inflación y, por ende, menos salario; b) que los empleadores se vean forzados a subir los salarios, en cuyo caso baja la demanda de trabajo, produciendo ello desocupación, y, además, los gobiernos expanden el crédito para que los empleadores puedan absorber el salario más caro, y esa expansión del crédito produce también inflación y por ende una disminución del salario real.

Pero, como dije, los sindicatos hacen esto por la fuerza. Esto es, declaran una huelga e impiden a otros trabajadores que cubran sus puestos. Eso es lo que habitualmente se conoce como “derecho de huelga”, aceptado y protegido por todas las legislaciones de las naciones occidentales (excepto en aquellas donde “gobierna el proletariado”, por supuesto).

Ese derecho de huelga, así entendido, no sólo produce una baja en el salario real, como hemos explicado, sino que es en sí mismo un atentado contra el Estado de Derecho. Nadie tiene el derecho de impedir a otro ocupar un puesto de trabajo abandonado por otro. Ello es ilegal e inmoral. Pero como Occidente, putrefacto de marxismo, ha aceptado esa modalidad porque cree que ello es “en nombre de los trabajadores”, entonces la permite. Por eso los piquetes, que no son un invento del peronismo-kirchnerismo argentino, sino la modalidad obligada del derecho de huelga así entendido.

Esos piquetes son una quiebra del Estado de Derecho y, por ende, un estado dentro de otro estado. Si un estado limitado, constitucional, no puede hacer cumplir la ley, porque otra ley, contradictoria con la pirámide jurídica, se lo impide, o porque está temeroso de hacerlo por las amenazas sindicales, que son siempre amenazas delictivas, entonces se está enfrentando a un grupo que se ha salido del Estado de Derecho, ha organizado un grupo con sus propias normas y desafía al poder constitucional. O sea, una mafia, por definición, o un ejército paralelo.

Los intentos de distinguir entre el derecho de huelga, así entendido, y los abusos del derecho de huelga, son por ende conceptualmente vanos. Ya el derecho de huelga, así entendido, es ilegal, y por ende ni siquiera puede haber abuso, como su hubiera un uso racional o legal.

Por ende, todos los desmanes, amenazas, violencias y crueldades realizadas por los sindicalistas, ipso facto delincuentes organizados, ipso facto mafiosos aunque marchen a Luján y tengan las sacrílegas bendiciones de los obispos, forman parte de la misma naturaleza del sindicalismo entendido como lucha contra el capitalismo mediante el así llamado derecho de huelga.

Esto sucede en todo el mundo.

En el caso argentino, casi todos olvidan que Perón fue un fascista en sentido estricto (y por ende socialista), un seguidor de Mussolini que organizó a los sindicatos según la Carta Del Lavoro del dictador italiano. La violencia y la corrupción del sindicalismo argentino quedó por ende elevada a la enésima potencia por la organización sindical peronista, cáncer sacrosanto e intocable que nadie se atreve a enfrentar, pero fundamentalmente, que casi nadie entiende como lo que es: una mafia violenta, mediante la cual se conduce toda la hiel putrefacta de la pulsión de agresión de todo ser humano investido de semejante poder que, para colmo, está investido de aprobación moral. Porque muchos coinciden que el sindicalismo argentino está corrupto pero creen que se lo puede reemplazar por otros dirigentes, sin ver el problema del sistema en sí mismo. Como si la mafia de Chicago o New York se hubiera podido solucionar, en su momento, con dirigentes mafiosos “buenos”. No, el problema no son las personas, sino el sistema. Podrás encontrar un Don Corleone más dialogante, más racional, al cual sobornar mejor, o una bestia ideologizada que para colmo de mafioso sea pro-Maduro (otro mafioso), pero es mafia, gente: una banda de delincuentes, y con los años, uno más bestia que el otro, de los cuales, esperemos, Dios se apiade de su alma.

 

Mientras tanto, esto forma parte de esas pre-suposiciones  marxistas  que conducirán inexorablemente a la desaparición de este mal experimento llamado Argentina.

 

Gabriel J. Zanotti es Profesor y Licenciado en Filosofía por la Universidad del Norte Santo Tomás de Aquino (UNSTA), Doctor en Filosofía, Universidad Católica Argentina (UCA). Es Profesor titular, de Epistemología de la Comunicación Social en la Facultad de Comunicación de la Universidad Austral. Profesor de la Escuela de Post-grado de la Facultad de Comunicación de la Universidad Austral. Profesor co-titular del seminario de epistemología en el doctorado en Administración del CEMA. Director Académico del Instituto Acton Argentina. Profesor visitante de la Universidad Francisco Marroquín de Guatemala. Fue profesor Titular de Metodología de las Ciencias Sociales en el Master en Economía y Ciencias Políticas de ESEADE, y miembro de su departamento de investigación.

MARXISMO CULTURAL Y ESCUELA DE FRANKFURT.

Por Gabriel J. Zanotti. Publicado el 19/8/18 en: http://gzanotti.blogspot.com/2018/08/marxismo-cultural-y-escuela-de-frankfurt.html

 

Nunca necesité basarme en nadie para hablar del marxismo cultural. Hace mucho que vengo diciendo que la teoría de la explotación de Marx es un horizonte de pre-comprensión generalizado, y es eso lo “cultural” según la hermenéutica.  Casi todos son marxistas sin darse cuente; lo más trágico es la cantidad significativa de intelectuales que dicen no serlo “excepto” en “la parte de verdad” de Marx, a saber, que el capitalismo es inexorablemente explotador.

Por lo tanto, los nuevos “colectivos explotados” que han surgido –los pueblos originarios, las mujeres, los gays, trans y lesbians, etc- son una nueva versión del marxismo cultural. Por eso siempre digo, sobre todo a mis amigos católicos que dicen no ser marxistas: si no estudias al individualismo metodológico, si no estudias la refutación de Bohm-Bawerk a la teoría marxista de la explotación, si no lees a Mises y Hayek al respecto, caerás en el marxismo de manera total, y, por supuesto, en las contradicciones más terribles con tu supuesto catolicismo.

Pero la Escuela de Frankfurt no tiene que ver con eso. El único que formó parte de un movimiento disolutivo de valores, con una interpretación ridícula de Freud, es Marcuse. Los fundadores, Adorno y Horkheimer, cuyo gran libro, La dialéctica de la Ilustración, es de 1944, no tienen nada que ver con un movimiento revolucionario estalinista. Para ellos la razón del Iluminismo tenía una dialéctica (Hegel) intrínseca: al querer emancipar a la humanidad, la oprime y la oprimió. Todo el resultado del Iluminismo, que para ellos es el capitalismo industrial, el nazi fascismo y la Unión Soviética, todo ello es una muestra de cómo la razón humana, pretendiendo liberar, se ha convertido en el monstruo opresor. Y no hay salida. No proponen ninguna revolución. La razón cayó en su propia negación, y listo. El único de ellos que propuso una salida fue su joven discípulo Habermas, quien en Teoría de la acción comunicativa (1984) habla del diálogo como el único resultado positivismo de la razón ilustrada.

Las advertencias de otro gran pensador de la Escuela de Frankfurt, E. Fromm, sobre la alienación, son importantísimas y deberían ser más estudiadas por los liberales, independientemente de que Fromm haya pensado que el capitalismo es intrínsecamente alienante. No, no lo es necesariamente, pero una sociedad liberal es una sociedad donde puede darse la alienación, lo cual explica por qué luego sus masas, alimentadas como los tripulantes de Wall – E, quieren cualquier cosa, votan cualquier cosa, tal cual diagnostica y predice Ortega en La rebelión de las masas.

Los liberales deberían dialogar más con la Escuela de Frankfurt, porque Hayek también fue un crítico acérrimo del abuso de la razón, de la Revolución Francesa, del Constructivismo. La gran ventaja de Hayek es que, al haber sido vacunado por Mises contra Hegel y Marx, pudo hacer una crítica de la razón ilustrada que no cayera en la condena al capitalismo de los frankfurtianos, porque Hayek pudo distinguir, como Popper, entre razón y razón crítica, entre el racionalismo y la razón que sabe sus límites. Feyerabend, otro gran libertario, saca las coherentes conclusiones de La Sociedad Abierta de Popper, y llega a la unión entre estado y ciencia como el gran error de la Ilustración, y propone la separación entre ciencia y estado como la Nueva Ilustración que aún no ha llegado en absoluto. Si los que leen aún con nostalgia a Adorno y Horkheimer leyeran a Feyerabend, verían que la razón no tiene una dialéctica intrínseca, sino que tiene una salida en una razón que se da cuenta de la profundidad de lo real, y que la ciencia es sólo uno de las perspectivas para su análisis.

 

Por ende hay que seguir denunciando al marxismo cultural pero con más respeto hacia Adorno y Horkheimer, quienes tenían, tal vez, una mejor interpretación de Marx que la que tuvieron Lenin, Stalin o Mao. Y encontrar en el tema de la alienación, y en las denuncias de Hayek y Feyerabend a la razón racionalista,  un muy buen punto de encuentro.

 

Gabriel J. Zanotti es Profesor y Licenciado en Filosofía por la Universidad del Norte Santo Tomás de Aquino (UNSTA), Doctor en Filosofía, Universidad Católica Argentina (UCA). Es Profesor titular, de Epistemología de la Comunicación Social en la Facultad de Comunicación de la Universidad Austral. Profesor de la Escuela de Post-grado de la Facultad de Comunicación de la Universidad Austral. Profesor co-titular del seminario de epistemología en el doctorado en Administración del CEMA. Director Académico del Instituto Acton Argentina. Profesor visitante de la Universidad Francisco Marroquín de Guatemala. Fue profesor Titular de Metodología de las Ciencias Sociales en el Master en Economía y Ciencias Políticas de ESEADE, y miembro de su departamento de investigación.

INDIVIDUALISMO METODOLÓGICO PARA CATÓLICOS Y PARA MARCIANOS.

Por Gabriel J. Zanotti. Publicado el 19/3/18 en: http://gzanotti.blogspot.com/2018/07/individualismo-metodologico-para.html

 

Dada la entrada del Domingo pasado, algunos (iba a poner muchos: nunca fui bueno para contar J)  me han pedido que aclare lo del individualismo metodológico. Y es verdad, es necesario insistir en ello, dado que los católicos que despotrican contra la ideología del género y etc. se hallan habitualmente a merced de la base filosófica de estos nuevos movimientos totalitarios.

El individualismo metodológico fue parte de la metodología para las ciencias sociales recomendada por Menger, Mises, Hayek y Popper. Allí nace el problema: los católicos en general no leen a esos liberales malos, sucios y feos. Leen, sí, a Marx, por supuesto, a Heidegger, a Nietzsche (que nunca me acuerdo cómo M se escribe J), qué amplios, qué apertura mental, qué dialogantes, pero a los pérfidos liberales, jamás, por supuesto. Es más, se podría decir que en la Iglesia actual, un caos total y completo desde el punto de vista humano, los lefebvrianos, los Vaticano II y los teólogos de la liberación y del pueblo han encontrado allí su único punto de unidad.

El individualismo metodológico sostiene que en las ciencias sociales, la unidad de análisis son las relaciones entre personas. Pero claro, Mises, Hayek y Popper unían ello con el individualismo ontológico: sólo existen individuos, como reacción contra lo contrario, y allí cometían un error que retro-alimentó la reacción de los pocos tomistas que los leían para ver por dónde les cortaban la cabeza. Pero entre los dos extremos (sólo hay individuos o….) hay una posición superadora, que es la relación entre personas. La relación es un accidente real, esto es, según la interpretación que Santo Tomás hace de Aristóteles, algo que acaece entre las personas (un matrimonio, por ejemplo) que en ese sentido es algo más que la mera suma de individuos PERO NO es otra persona. Y por ende hay que distinguir muy bien entre las acciones que se predican de las personas (por ejemplo, Juan es fiel a María) y las características que se predican de la relación en tanto tal (por ejemplo, el matrimonio es indisoluble).

Pero me dirán: ¿y cuál es el otro extremo? Suponer que hay una entidad no sólo superior a las personas, sino que las absorbe, quitándoles su libre albedrío y su individualidad. El ejemplo perfecto de ello es Hegel y Marx. El “espíritu absoluto”, que pata Hegel es el actor de la Historia, se transforma en Marx en el dinamismo de la dialéctica materialista, entre “la clase explotadora” y “la clase explotada”. La “clase social” es la que actúa. Si eres empresario, por ejemplo, eres explotador, te mueves como explotador, piensas como explotador, no puedes salir de esa dialéctica, no tienes la libertad para evitarlo, porque finalmente no eres persona, eres una neurona titilante y prescindible de ese cerebro que es la clase social a la que perteneces. Ello rompe también toda posibilidad de pacto político, porque ya no es posible decir que Dios ha creado a todos los seres humanos iguales, poseedores de derechos anteriores y superiores a cualquier estado, sino que sencillamente hay explotadores y explotados, y lo único que sigue a ello es la revolución inevitable de la dialéctica de “La Historia” y sus leyes inexorables de destino histórico.

Católicos de derecha, centro, izquierda, arriba, abajo, de costado o en diagonal, creen que no son marxistas cuando, sin embargo, dicen que “Marx tenía razón” en que el capitalismo es explotador. Como NUNCA leyeron Menger, Bohm-Bawerk, y ni qué hablar de Mises y Hayek, pecado mortal mayor que la pornografía, entonces creen que la teoría de la explotación de Marx es verdadera, que verdaderamente, si hay salarios bajos, es porque “el capital” explota al “el trabajo”; lo llaman “la cuestión social” originada en el capitalismo…

Y entonces claro, les es muy difícil evitar la lógica: hay algo más allá de la persona. Los curas villeros así miran a los que viven en los barrios cerrados de la zona norte: pobres, podrán ser personas con buenas intenciones, pero son inexorablemente explotadores y no se dan cuenta, por supuesto.

Pero además, dado que La Iglesia es el pueblo de Dios, el Cuerpo Místico de Cristo (así es, por supuesto) entonces creen que esa noción sobrenatural, cuasi-sacramental, de Iglesia, puede aplicarse a lo político. Claro que La Iglesia es el Cuerpo Místico de Cristo, porque su fundador es Cristo y sus miembros son todos los bautizados, pero aún así la teología católica tiene un sano individualismo metodológico: distingue a la Iglesia de los pecados individuales de sus miembros. Sólo así se puede decir que la iglesia es verdaderamente una, santa, católica y apostólica, en medio de una historia llena de católicos pecadores que no son ni santos, no católicos, ni unidos ni apostólicos, sino todo lo contrario…

Pero como el clericalismo es una tentación permanente, como muchos piensan que se puede hacer teoría política a partir de la eclesiología, entonces fácilmente confunden “el pueblo como sujeto político” con “el pueblo de Dios”. “El mito de la nación católica” como muy bien denunció Rafael Braun y actualmente explica Gustavo Irrazábal, domina a los católicos clericales por izquierda y por derecha. Para los primeros, el pueblo católico se manifiesta en las comunidades eclesiales de base, en las villas, y él es el sujeto del cambio y de la transformación social. Para los otros, el pueblo católico es el estado católico, la nación católica a cargo de un monarca, un cuasi dictador católico y toda su legislación católica, con un sistema corporativo en lo económico. Ambos grupos de “grandes teólogos” (que alimentan las lecturas de los seminaristas jóvenes por izquierda y por derecha), aunque se odien, son totalmente inmunes a cualquier cosa que sea, no ya economía de mercado (ay, qué asco, aléjate de  mí Satanás) sino a cualquier cosa que huela a república, democracia constitucional, libertad religiosa, derechos individuales. Mm, demasiado individuo, mm, estructuras políticas protestantes y anglicanas, mm, demasiado EEUU, mm, estructuras burguesas que olvidan las raíces católicas de nuestros pueblos… Por eso, aunque el Pío XII, Juan XXIII, el Vaticano II, Juan Pablo II y Benedicto XVI hayan hablado de todo ello, son sólo letras extrañas, son demasiada modernidad europea metida en un magisterio que, en realidad, no siguen. Las conferencias episcopales latinoamericanas no hablan de nada de ello y los católicos conservadores no dejan de señalar el origen protestante y anglicano de “esas cosas” mezclándolas además con conspiraciones “judeo-masónicas”…

Todos ellos han adoptado el colectivismo metodológico. El pueblo católico, la nación católica, “el capital”, “el trabajo” son los reales sujetos políticos, los actores reales de lo social. El individuo y sus derechos es algo “liberal”: listo, a la miércoles con “lo liberal”, el verdadero pecado: “el liberalismo es pecado”, “el capitalismo es pecado”: volvamos al “pueblo católico” aunque luego entre ellos discutan si es vía Fidel Castro o Mussolini.

Así las cosas, vienen los “nuevos explotados”: los indígenas, contra el colonialismo capitalista explotador. Allí, caen de cabeza: arriba los indígenas, que no tienen pecado original, versus los pérfidos europeos pecadores capitalistas. No atinan a responder que los indígenas son ciudadanos que tienen los mismos derechos individuales que cualquier otra persona, con lo cual no importa si eres indígena, marciano o europeo, el asunto es que ante la Constitución liberal eres un igual como sujeto de derechos.

Ante el “feminismo radical” responden señalando los errores antropológicos de la teoría del género como contraria a la ley natural. Muy bien. Nada que objetar. Pero ni se les ocurre agregar que ante el uso de los términos genéricos, está la libertad de no usarlos; que ante las cuotas obligatorias de mujeres en ciertos puestos, está la igualdad ante la ley. Ante los homosexuales, trans y lesbianas que denuncian delitos de discriminación y de odio, ni se les ocurre hablar de propiedad privada, de libertad de asociación, de libertad de contratación, de libertad de asociación, esto es, libertades individuales(expresión que casi no usan) que vienen precisamente del liberalismo clásico anglosajón que tanto odian. Porque entonces, la repuesta más directa al lobby LGBT es que con sus exigencias están quebrando el pacto político del liberalismo clásico, donde por medio de las libertades individuales y el derecho a la intimidad, cada uno puede vivir como quiera mientras no viole derechos de terceros. Por ende si eres homosexual, heterosexual, trans, lesbiano, venusino o lo peor, alumno de Zanotti J, en MI colegio, en MI hospital, en MI casa, NO entras, porque YO lo digo y punto. Eso se llama propiedad, libertad religiosa, libertad de asociación. O sea, LIBERALISMO CLÁSICO (¡ay qué horror!!!!). ¿Puedo equivocarme? ¿Puedo ser un imbécil si hago eso? ¿Puedo perder mi negocio o emprendimiento si los consumidores me castigan no metiendo ni un cuarto de su nariz en mis productos?Si. Eso es una sociedad libre. Libertad, decisiones, riesgos.

Con la educación sexual, también. Ahora el estado obliga que “los colegios” enseñen a los niños que la homosexualidad es buena, que la masturbación es perfecta, etc. Respuesta de los católicos: ello es contrario a la ley natural y «tenemos que llegar al ministerio de educación». Que es contrario a la ley natural, sí.  Lo demás… Lo mismo de siempre. No, gente, la cosa pasa por algo que jamás dicen: que las instituciones privadas tienen derecho a tener sus propios planes y programas de estudios, precisamente porque EN ESO consiste la libertad de enseñanza, otro derecho derivado del liberalismo clásico. Y que las instituciones estatales de enseñanza tampoco deben enseñar esas cosas, obvio, sí, pero, ¿de dónde sacaron que DEBE haber instituciones estatales de enseñanza? Del “derecho a la educación”. Y de dónde sacaron que en vez de libertad de enseñanza hay un “derecho a la educación”? Del “dogma” de los derechos sociales, que han sido elevados a nueva declaración del Concilio de Trento. ¿Y de dónde salió ese dogma? De que el libre mercado “es para los ricos”; que la educación privada “no llega a los pobres”, porque el capitalismo, el libre mercado, es malo, feo, sucio, es sólo para los ricos explotadores…. Que el libre mercado sea capaz de proporcionar educación barata, competitiva y de gran calidad, y que cada vez serán más los que tengan mayores ingresos y salarios más altos, aumentando la población, es algo OBVIO para cualquiera que haya leído a Mises y Hayek pero….. ¡No, please, a ver si perdemos el alma !!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!

Católicos, no católicos, marcianos, vulcanos: si no leen a Mises y Hayek, si siguen siendo colectivistas metodológicos, si siguen pensando que Marx tenía razón en su teoría de la explotación………… El lobby LGBT les pasará por encima. No, no les pasará, les está pasando. No, no les está pasando, ya les pasó. Ahora, sólo queda que se den la vacuna trivalente, Mises, Hayek y Popper, pero la posibilidad de que hagan eso es la misma que nos rescate el Capitán Kirk.

Que Dios nos ampare.

 

Gabriel J. Zanotti es Profesor y Licenciado en Filosofía por la Universidad del Norte Santo Tomás de Aquino (UNSTA), Doctor en Filosofía, Universidad Católica Argentina (UCA). Es Profesor titular, de Epistemología de la Comunicación Social en la Facultad de Comunicación de la Universidad Austral. Profesor de la Escuela de Post-grado de la Facultad de Comunicación de la Universidad Austral. Profesor co-titular del seminario de epistemología en el doctorado en Administración del CEMA. Director Académico del Instituto Acton Argentina. Profesor visitante de la Universidad Francisco Marroquín de Guatemala. Fue profesor Titular de Metodología de las Ciencias Sociales en el Master en Economía y Ciencias Políticas de ESEADE, y miembro de su departamento de investigación.

Algo sucede con los austríacos

Por Carlos Rodriguez Braun: Publicado el 17/4/18 en: http://www.carlosrodriguezbraun.com/articulos/expansion/algo-sucede-los-austriacos/

 

La Escuela Austriaca de Economía ha tenido una curiosa historia, y la profesión le brindó sucesivamente admiración, olvido, desprecio e irritación.

Al principio fueron ampliamente reconocidos. Carl Menger fue un co-protagonista de la Revolución Marginal, junto a Walras y Jevons; Böhm Bawerk fue un economista muy apreciado por su teoría del capital; y Hayek fue invitado a explicar su teoría del ciclo en la London School of Economics, y nombrado después profesor allí (https://bit.ly/2GtD0Ul).

Cuando se plantean los primeros debates académicos sobre el socialismo, en los años 1920 y 1930, eran los austriacos los considerados críticos de mayor fuste. Hayek me contó que en 1946, cuando Keynes murió, le había comentado a su mujer: “Ahora que Maynard no está, el economista más importante del mundo soy yo” (https://bit.ly/2uDuXTe). No era absurda esa declaración de Hayek. Lo que fue es completamente equivocada.

En pocos años la escuela, que había huido de Austria con la invasión nazi, fue laminada por la macroeconomía keynesiana, la microeconomía neoclásica y la contrastación econométrica. Nada de eso encajaba con la teoría de los sucesores de Menger, economistas subjetivos, no empiristas, y liberales. Profesores de primera fila, como Mises, languidecieron académicamente. Y cuando Hayek quiso hacer carrera en Estados Unidos, no fue al Departamento de Economía de Chicago sino al Comité sobre Pensamiento Social, su sueldo no fue pagado por la Universidad sino por una fundación, y él abandonó la economía y se dedicó a la filosofía jurídica y liberal.

Los economistas dejaron de lado a los austriacos, incluso cuando en 1974 Hayek recibió el Nobel —junto con Myrdal, para compensar, según creía el austriaco.  Yo no estudié a los austriacos en mi licenciatura en Economía en la Argentina a finales de los sesenta, y sólo me enteré de su existencia durante mis estudios de doctorado en España, gracias a Pedro Schwartz.

La profesión consideraba, y en su mayoría sigue considerando, que los austríacos eran solo unos ignorantes dispensadores de cápsulas ideológicas, y algunos creen que Hayek fue poco más que un admirador de Pinochet (https://bit.ly/2Eb4ZG7).

Sin embargo, la cosa cambió. No pasaron los economistas convencionales a apreciar a los austriacos, eso no, pero la escuela empezó a molestarles, lo que no había sucedido antes. Eso indicaba que ya no la ignoraban. La escuela refloreció en varios países, como España, gracias a figuras como Jesús Huerta de Soto, y ha recibido el respaldo de banqueros como J.M.Nin (https://bit.ly/2Grj9co) o Trichet (https://bit.ly/2Gupa3J).

Es posible que el renacimiento se haya potenciado con la caída del Muro primero y con la crisis económica después, que dejó a muchos economistas en mal lugar, pero que puede ser provechosamente analizada con la teoría del ciclo austriaca, a mi juicio lo más potente de estos pensadores, junto con su análisis del socialismo.

 

Carlos Rodríguez Braun es Catedrático de Historia del Pensamiento Económico en la Universidad Complutense de Madrid y miembro del Consejo Consultivo de ESEADE.