Sobre mi amigo Antonio Escohotado

Por Alberto Benegas Lynch (h): Publicado el 4/12/21 en: https://www.infobae.com/opinion/2021/12/04/sobre-mi-amigo-antonio-escohotado/

Antonio Escohotado

Lo conocí en Lima en marzo de 2015 en una comida que ofreció Mario Vargas Llosa a un grupo de amigos a raíz de nuestras respectivas ponencias en el congreso de la Mont Pelerin Society. Luego de ese encuentro nos hemos escrito regularmente con Antonio con quien hemos mantenido un par de intercambios mano a mano vía Zoom que se encuentran en Youtube.

Como es del dominio público, Antonio Escohotado murió el 21 de noviembre por lo que me comuniqué tanto con su hijo Jorge como con Diego San José Jiménez, que fue el que organizó el primer Zoom referido desde Madrid. El mundo del pensamiento está de luto por la muerte de este titán de la cultura universal. Comenzó su ciclópea producción intelectual con una tesis doctoral sobre Hegel la cual se fue nutriendo con un número impresionante de contribuciones tanto en libros como ensayos académicos y artículos periodísticos. Con el tiempo fue mutando de su marxismo inicial al liberalismo, desde la abolición de la propiedad a la importancia decisiva de esa institución, desde la tragedia de los comunes al uso y disposición de lo propio como eje central de la sociedad abierta (para recurrir a terminología popperiana).

De todas sus múltiples obras en esta nota periodística me voy a referir muy sumariamente a sus colosales tres tomos titulados Los enemigos del comercioUna historia moral de la propiedad que me trajo de regalo mi hijo Bertie desde España hace tiempo. Tal como La acción humana. Tratado de economía de Ludwig von Mises es hasta el momento el trabajo cumbre en esa ciencia tan poco explorada, tan difamada y poco comprendida, del mismo modo la triada de Escohotado constituye un aporte monumental a la historia desde la perspectiva filosófica, aunque este autor es más conocido por su publicación sobre las drogas alucinógenas para usos no medicinales, solo comparable a las publicaciones de su amigo Thomas Szasz en la misma materia.

Soy consciente que es absolutamente imposible hacer justicia en una nota periodística a una obra de esta envergadura que abarca 2049 páginas, pero solo esbozamos algunos pocos puntos en la esperanza que los lectores se interesen en la indagación del trabajo completo.

En el primer tomo destacó que nuestro autor confiesa que comenzó a revertir su posición socialista con la lectura de Carl Menger Principios de economía, muy especialmente referido a la teoría subjetiva del valor. Se detiene a considerar la influencia disolvente de Platón y su propuesta comunista en La República e incluso pensadores de la talla de Aristóteles que refutó ese comunismo pero justificó la esclavitud. Antes que eso, el Nuevo Testamento contiene dos versiones encontradas sobre el rol de la propiedad, la de Santiago el Mayor y Pablo de Tarso. Podemos ahora lamentablemente decir que la primera versión que había sido fuertemente criticada y en buena medida abandonada debido a la primacía de la segunda volvió a surgir con fuerza con la denominada Teología de la Liberación y ahora con el actual Papa Francisco a quien cuando le preguntaron si es comunista respondió que “son los comunistas los que piensan como los cristianos” (La Reppublica, noviembre 11 de 2016) y su mentor fue Monseñor Enrique Angelelli quien celebraba misa bajo la insignia de los terroristas Montoneros, de ahí sus Encíclicas, Cartas Pastorales, sus actitudes tan pastosas sobre Cuba, Venezuela y Nicaragua, sus alabanzas a tercermundistas y repetidas declaraciones donde pondera el pobrismo al tiempo que critica al proceso de mercado y al capitalismo en línea con lo inaugurado por el antisemita San Juan Crisóstomo en cuanto a que dar a los pobres no sería más que entregar lo que a ellos les pertenece.

Pasa revista en detalle a las utopías tan destructivas de Tomás Moro y Campanella y sus parientes y derivados, así como también a las influencias de Marx y Engels. También estudia las formidables contribuciones a la libertad de los Fueros españoles, el habeas corpus y la Carta Magna en Inglaterra junto a la Revolución Gloriosa de Guillermo de Orange y María Estuardo, la Revolución Francesa con su defensa del derecho de propiedad y la igualdad ante la ley, antes de la contrarrevolución de los jacobinos y el reino de la guillotina. En este último sentido es de interés reproducir lo que cita el autor de Robespierre en cuanto a que “todo lo indispensable para la preservación es propiedad común” y condena “el bandidaje y fratricidio disfrazados bajo el sofístico nombre de libertad comercial”.

En el segundo tomo sobresalen los temas de la contribución pionera de William Godwin del absurdo y contraproducente anarquismo dado que resulta imposible la convivencia a través de la abolición de toda norma y tribunales tal como propone este pensador. Luego la extraordinaria experiencia estadounidense que pudo prosperar merced al abandono inicial del comunismo en la colonia de Massachusetts, resurgimiento explicado por el gobernador Bradford en sus memorias una vez dejada de lado la idea de mantener los bienes en común que estaba conduciendo a la población a la miseria y a las hambrunas de los primeros tiempos y el posterior florecimiento merced a la extendida libertad y respeto a los derechos de todos luego aconsejados y reiterados por los Padres Fundadores.

También elabora sobre la fracasada utopía en La Nueva Armonía de Robert Owen bajo la idea de “liberar a la humanidad de sus tres males más monstruosos: la propiedad privada, la religión irracional y el matrimonio”, un experimento que hubo que abandonar a poco andar por ruinoso y que provocó en los incautos “corazones decepcionados” en un clima de conflictos inevitables de unos contra otros en un proyecto que pretendía la armonía, en lugar de eso “topamos con antagonismos”. En este volumen se analizan principalmente las obras de Jeremy Bentham. Edmund Burke y James Mill y la contracara de Rousseau, Johann Fichte, Thomas Carlyle y Charles Fourier para luego abordar la influencia y difusión de los ensayos de Saint-Simon y Comte.

Cierra este voluminoso aporte con la Revolución Rusa y la irrupción de la Sociedad Fabiana en un capítulo sugestivamente titulado “El colapso del liberalismo inglés”. Nos dice Escohotado que “la asociación adopta como símbolo la tortuga, acorazada y lenta y como nombre el del cónsul romano Fabio Máximo” con su estrategia gradualista y de penetración contra Ánibal. Fue “una forma ampliada del socialismo estatal instaurado por Bismark”. Adhirieron autores como Bertrand Russell a quien Escohotado cita afirmando que “el comunismo soviético es necesario para el mundo y el bolchevismo merece la gratitud y la admiración de todos los progresistas.” Sidney Webb escribió para el lanzamiento de la Sociedad un artículo titulado “El socialista cristiano” donde propugnaba el socialismo “sin lucha de clases y sin Marx, básicamente por medios fiscales”. El propio Chaberlain reseñó la Fabbian News como “una obra maestra” y señalaba los aciertos de la plusvalía marxista.

El matrimonio Webb -Sidney y Beatrice- visitaron la Unión Soviética en 1932 luego de lo cual declararon a la prensa que “aplaudían el excelente rendimiento del sector educativo y sanitario” y más adelante, en 1935 en plenas purgas publicaron alabanzas aun más generalizadas del régimen stalinista en dos tomos titulados El comunismo soviético ¿Una nueva civilización? También George Bernard Shaw visitó Rusia en 1931 y en lugar de declarar sobre los campos de concentración y la miseria espantosa del momento afirmó al Manchester Guardian que “no había visto a nadie desnutrido, sino más bien niños notablemente rollizos”. Como también apunta Escohotado Henry George toma en Estados Unidos los principios de la Sociedad Fabiana para cargar las tintas contra la propiedad de la tierra ya que esa entidad en sus bases en 1887 subraya que “la Sociedad trabaja para extinguir la propiedad privada de la tierra” con vistas a “emancipar sus frutos de la apropiación individual.”

En el tercer tomo sobresale una sección titulada “De cómo el mundo imitó a la URSS”. Uno de los capítulos se encabezan con un epígrafe que reproduce un dicho de Babeuf que refleja bien toda la concepción socialista: “La sociedad debe erradicar para siempre le deseo individual de ser más rico, sabio o poderoso” y en otro pasaje Escohotado describe el “totalitarismo latino” en el que aparece como figura descollante Mussolini quien declara que “nada humano o espiritual existe ni tiene valor alguno fuera del Estado […] La fachada democrática, hermosa en teoría, constituye una falacia en la práctica y estamos aquí para celebrar el entierro del cuerpo putrefacto de sus libertades.” En este contexto consigna el autor que caracteriza al estatismo latinoamericano las nacionalizaciones, la cogestión obrera de la industria, los impuestos progresivos, el control de precios, el redistribucionismo y la cerrazón al comercio exterior.

En realidad el sistema fascista no solo permite una penetración mayor del espíritu totalitario sin tantas resistencias como las que presenta habitualmente el comunismo sino que permite responsabilizar al sector privado por los resultados nefastos de su política ya que se mantiene la fachada de la propiedad. Finalmente nuestro autor hace un llamado urgente a “reconstituir la saga anticomercial” para bien de todos pero muy especialmente para la suerte de los más vulnerables que solo pueden prosperar en la medida que se incrementen las tasas de capitalización fruto de la libertad de mercados y la consiguiente asignación de derechos de propiedad a los efectos de maximizar la energía creadora. Excelente como completa el título de la referida terna pues el trabajo trata nada más y nada menos que un asunto eminentemente moral y no solo jurídico y económico.

Jorge conserva los archivos de su padre y no se si toda su correspondencia se publicará donde también se consigna que tuvimos el proyecto de escribir un libro en coautoría en forma de diálogo que habíamos titulado El veneno totalitario y del que apenas comenzamos con los primeros tramos. Consignar que no todo eran coincidencias en nuestros respectivas conclusiones, escritos e interpretaciones es una verdad de Perogrullo, nunca es así ni siquiera con nosotros mismos cuando miramos para atrás y constatamos que podríamos haber mejorado la marca. En cualquier caso, como colofón a este apunte en esta ocasión con orgullo reproduzco en su integridad uno de los tantos correos electrónicos que me escribió Antonio Escohotado, esta vez el 10 de junio de 2019. De más está decir que no me tomo en serio sus halagos extremos, es para dejar constancia de su ilimitada generosidad. Lo que si me tomo en serio es su inmenso afecto que era recíproco y que fuimos cultivando desde que nos conocimos en Lima. En la última línea de la misiva de marras el interrogante se refiere a la Universidad Francisco Marroquín de la que fui su primer profesor visitante durante tres años para que nuestros hijos con María evitaran el constante tiroteo de los setenta en tierra argentina:

“Querido Alberto, acabo de sacarle unos minutos a la odiosa agenda que me persigue últimamente para disfrutar con cosas tuyas en YouTube, porque menuda planta y elocuencia tienes, y me encanta ver cómo improvisas -lo mismo en televisión que en aulas docentes o recibiendo el Juan de Mariana- sobre la base de una formación apoyada en fuentes de primera mano.

Ya te dije que sencillamente no he conocido a nadie vivo con quien pueda discurrir en términos de igualdad, si me perdonas la arrogancia del propio comparar; y como a despecho de tal o cual achaque sigo apasionado por leer y escribir -quizá más que nunca-, me haces compañía e instruyes aunque solo sea por el prodigioso regalo de la Red.

Quizá ella nos ayude a librar el combate sempiterno de la libertad y el conocimiento con los amantes de su inverso, y te confieso que si echo de menos trabar contacto físico es entre otras cosas por tentar nuestros respectivos daimones (según Hesiodo apoyados sobre “huellas de héroes pretéritos”), y algo en principio tan delirante como el brebaje eleusino, que era sin duda amida del ácido lisérgico, y algún colega químico tan redomadamente distinto como el látex de algunas adormideras.

Siempre comprometida con las fuentes primarias, tu obra solo parece pasarlas por alto en ese campo, donde demuestras el absurdo de la prohibición sin tomar en cuenta el programa socrático de la sobria ebrietas, que preservó a la Antigüedad de memeces y crueldades sin incurrir en el siempre hipócrita ideal del abstemio.

Mi tasa de trabajo y alegría desde mediados de los años 60 es inseparable de la pesquisa y el disfrute en ese orden de cosas, al margen del menú impuesto leyes y costumbres (porque “de la piel para dentro mando yo”), y me parece que dejar el reino de los vivos sin alguna experiencia digamos visionaria y eufórica en sentido literal no es solo ignorar la curiosidad sino desprotejerse, cuando empieza a soplar Boreas.

Naturalmente, toma lo previo como una insensatez, pues bien podría serlo, y quédate con el testimonio de mi cercanía espiritual. Veremos si hay algo donde no coincidamos, porque por ahora no lo encuentro, y ojalá alguna institución mejicana -lo digo por equidistar de aquí Baires, ahorrando la paliza extra de aeropuertos y aviones- se le ocurra reunirnos para un curso o cosa pareja. ¿Existirá el señor Marroquín? Un abrazo”.

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. en Ciencias de Dirección. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, fue profesor y primer rector de ESEADE durante 23 años y luego de su renuncia fue distinguido por las nuevas autoridades Profesor Emérito y Doctor Honoris Causa. Es miembro del Comité Científico de Procesos de Mercado, Revista Europea de Economía Política (Madrid). Es Presidente de la Sección Ciencias Económicas de la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires, miembro del Instituto de Metodología de las Ciencias Sociales de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas, miembro del Consejo Consultivo del Institute of Economic Affairs de Londres, Académico Asociado de Cato Institute en Washington DC, miembro del Consejo Académico del Ludwig von Mises Institute en Auburn, miembro del Comité de Honor de la Fundación Bases de Rosario. Es Profesor Honorario de la Universidad del Aconcagua en Mendoza y de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas en Lima, Presidente del Consejo Académico de la Fundación Libertad y Progreso y miembro del Consejo Asesor de la revista Advances in Austrian Economics de New York. Asimismo, es miembro de los Consejos Consultivos de la Fundación Federalismo y Libertad de Tucumán, del Club de la Libertad en Corrientes y de la Fundación Libre de Córdoba. Difunde sus ideas en Twitter: @ABENEGASLYNCH_h

Más sobre la probabilidad de lo improbable

Por Alberto Benegas Lynch (h) Publicado el 5/6/2en: https://www.infobae.com/opinion/2021/06/05/mas-sobre-la-probabilidad-de-lo-improbable/

Todos los grandes acontecimientos de la historia no fueron previstos por los “expertos” y los “futurólogos”. En cada esquina de las calles del futuro nos deparan las más diversas sorpresas

Hace tiempo apareció el libro titulado El cisne negro cuyo autor, Nassim Nicholas Taleb, nació en Líbano y se doctoró en la Universidad de París-Dauphine. Es del caso volver sobre el asunto debido a la manía de simplemente extrapolar el pasado y encajarlo al futuro.

De tanto en tanto aparecen libros cuyos autores revelan gran creatividad, que significan verdaderos desafíos para el pensamiento. Son obras que se apartan de los moldes convencionales, se deslizan por avenidas poco exploradas y, por ende, nada tienen que ver con estereotipos y lugares comunes tanto en el fondo como en la forma en que son presentadas las respuestas a los más variados enigmas intelectuales.

El eje central de la obra de marras gira en torno al problema de la inducción tratado por autores como David Hume y Karl Popper, es decir, la mala costumbre de extrapolar los casos conocidos del pasado al futuro como si la vida fuera algo inexorablemente lineal. Lo que se estima como poco probable -ilustrado en este libro con la figura del cisne negro- improbabilidad que al fin y al cabo ocurre con frecuencia.

Ilustra la idea con un ejemplo adaptado de Bertrand Russell: los pavos que son generosamente alimentados día tras día. Se acostumbran a esa rutina la que dan por sentada, entran en confianza con la mano que les da de comer hasta que llega el Día de Acción de Gracias en el que los pavos son engullidos y cambia abruptamente la tendencia.

Taleb nos muestra cómo en cada esquina de las calles del futuro nos deparan las más diversas sorpresas. Nos muestra cómo en realidad todos los grandes acontecimientos de la historia no fueron previstos por los “expertos” y los “futurólogos” (salvo algunos escritores de ciencia ficción). Nos invita a que nos detengamos a mirar “lo que se ve y lo que no se ve” siguiendo la clásica fórmula del decimonónico Frédéric Bastiat. Por ejemplo, nos aconseja liberarnos de la tendencia a encandilarnos con algunas de las cosas que realizan los gobiernos sin considerar lo que se hubiera realizado si no hubiera sido por la intromisión gubernamental que succiona recursos que los titulares les hubieran dado otro destino.

Uno de los apartados del libro se titula “Seguimos ignorando a Hayek” para aludir a las contribuciones de aquel premio Nobel en economía y destacar que el conocimiento está disperso y que la coordinación social no surge del decreto del aparato estatal sino de millones de arreglos contractuales libres y voluntarios que conforman la organización social espontánea y que las ciencias de la acción humana no pueden recurrir a la misma metodología de las ciencias naturales donde no hay propósito deliberado sino que hay reacción mecánica a determinados estímulos.

La obra constituye un canto a la humildad y una embestida contra quienes asumen que saben más de lo que conocen (e incluso de lo que es posible conocer), un alegato contra la soberbia gubernamental que pretende manejar vidas y haciendas ajenas en lugar de dejar en paz a la gente y abstenerse de proceder como si fueran los dueños de los países que gobiernan. En un campo más amplio, la obra está dirigida a todos los que la posan de sabios y que alardean de conocimientos preclaros del futuro cuando en verdad no pueden pronosticar a ciencia cierta qué harán ellos mismos al día siguiente puesto que al modificarse las circunstancias naturalmente cambian sus propias conjeturas.

Pone en evidencia los problemas graves que se suscitan al subestimar la ignorancia y pontificar sobre aquello que no está al alcance de los mortales. Es que como escribe Taleb “la historia no gatea: da saltos” y lo improbable -fruto de contrafácticos y escenarios alternativos- no suele tomarse en cuenta, lo cual produce reiterados y extendidos “cementerios” ocultos tras ostentosos “y aparatosos modelitos matemáticos y campanas de Gauss” que resultan ser fraudes conscientes o inconscientes de diversa magnitud, al tiempo que no permite el desembarazarse del cemento mental que oprime e inflexibiliza la estructura cortical. Precisamente, el autor marca que Henri Poincaré ha dedicado mucho tiempo a refutar las predicciones basadas en la linealidad construidas sobre la base de lo habitual a pesar de que “los sucesos casi siempre son estrafalarios”.

Explica también el rol de la suerte, incluso en los grandes descubrimientos de la medicina como el de Alexander Fleming en el caso de la penicilina, aunque, como ha apuntado Pasteur, la suerte favorece a los que trabajan con ahínco y están alertas. Después de todo, como también nos recuerda el autor, “lo empírico” proviene de Sextus Empiricus que inauguró, en Roma, doscientos años antes de Cristo una escuela en medicina que no aceptaba teorías y para el tratamiento se basaba únicamente en la experiencia, lo cual, claro está, no abría cauces para lo nuevo.

Los intereses creados de los pronosticadores dificultan posiciones modestas y razonables y son a veces como aquel agente fúnebre que decía: “Yo no le deseo mal a nadie pero tampoco me quiero quedar sin trabajo”. Este tipo de conclusiones aplicadas a los planificadores de sociedades terminan haciendo que la gente coma igual que lo hacen los caballos de ajedrez (salteado). Estos resultados se repiten machaconamente y, sin embargo, debido a la demagogia, aceptar las advertencias se torna tan difícil como venderle hielo a un esquimal.

En definitiva, nos explica Taleb que el aprendizaje y los consiguientes andamiajes teóricos se llevan a cabo a través de la prueba y el error y que deben establecerse sistemas que abran las máximas posibilidades para que este proceso tenga lugar. Podemos coincidir o no con todo lo que nos propone el autor, como que después de un tiempo no es infrecuente que también discrepamos con ciertos párrafos que nosotros mismos hemos escrito, pero, en todo caso, el prestar atención al “impacto de lo altamente improbable” resulta de gran fertilidad…al fin y al cabo, tal como concluye Taleb, cada uno de nosotros somos “cisnes negros” debido a la imposibilidad de pronosticar que hayamos aparecido en este mundo con las características únicas e irrepetibles respecto a todos los nacidos en la historia de la humanidad.

Es comprensible el esfuerzo de tomar en cuenta el pasado al efecto de no repetir errores. Nos manejamos con lo que conocemos pero de ahí hay un salto lógico imperdonable si solo extrapolamos y no damos lugar a la creatividad, a la imaginación y a lo nuevo y distinto. Por eso es que hemos insistido tanto en la necesidad de abandonar las telarañas mentales de los conservadores en el peor sentido de la expresión que rechazan de plano todo lo novedoso que se sale de los paradigmas archiconocidos.

Así es que en otros planos en nuestro mundo se rechaza la idea de abolir la banca central, el absurdo de reparticiones gubernamentales de cultura y educación como si fuera natural imponer estructuras curriculares, se mantiene a rajatabla la idea de contar con fastuosas embajadas en plena era de las teleconferencias, se insiste en el concepto autoritario de las agencias oficiales de noticias, se machaca con la noción de estadísticas realizadas por los aparatos estatales en lugar de abrir a la competencia con auditorías cruzadas al efecto de contar con la mejor calidad posible, se piensa que es saludable contar con Ministerios de Economía sin percatarse que como su nombre lo indica es para regentear la economía que es precisamente lo que conduce a la hecatombe, se reitera la supuesta necesidad de aplicar coactivamente un expropiatorio sistema jubilatorio que no hace más que asaltar a las personas de mayor edad, se establecen mal llamadas empresas estatales que inexorablemente implican la mal asignación de lo siempre escasos recursos, hay empecinamiento en administrar desde el poder político el fruto del trabajo ajeno con injustas regulaciones del mercado laboral, se persiste en el error de evitar la asignación de derechos de propiedad al espectro electromagnético y así obviar el peligro de la figura de la concesión en manos estatales y así sucesivamente. Acabo de publicar mi libro titulado Vacas sagradas en la mira donde me explayo en estos y otros asuntos equivalentes.

Milton y Rose Friedman publicaron un jugoso ensayo que tradujimos al castellano cuando era Rector de ESEADE para la revista académica Libertas titulado “Las corrientes en los asuntos de los hombres” donde los autores sostienen que para conjeturar algunos de los sucesos del futuro no basta con mirar en la superficie del agua de lo que viene ocurriendo sino que debe zambullirse en las profundidades de los acontecimientos para detectar corrientes subterráneas en el devenir intelectual en donde, como decimos, la característica central estriba en la apertura mental para, precisamente, abrir cauce a la antes referida creatividad e ingenio que permite sospechar cisnes negros para no estar embretados en la rutina que es el enemigo más potente de la invención y el descubrimiento. En esta línea argumental es que Albert Einstein -al que en el colegio le dijeron que tenía un muy bajo coeficiente intelectual- ha dicho que “la mente es como un paracaídas, solo funciona si se abre”, Jorge Luis Borges no fue al colegio hasta los nueve años pues su padre sospechaba de la intromisión estatal en la materia y el antes aludido Luis Pasteur no era médico y era rechazado por profesionales de la Academia de Ciencias de París.

Como escribe Luis Alberto Machado en La revolución de la inteligencia “el trabajo de creación siempre será un trabajo en soledad. Y todo innovador tiene que resignarse a la idea de caminar buena parte de su jornada en soledad con la sola compañía de sus pensamientos. El innovador en cualquier campo tiene que saber que con frecuencia será objeto de incomprensión y de burla”. Es como ha consignado John Stuart Mill “todas las buenas ideas pasan por tres etapas: la ridiculización, la discusión y la adopción.”

Stefan Zweig escribe en la primera línea de Los creadores que “de todos los misterios del mundo, ninguno es más profundo que el de la creación.” Y para que este proceso tenga lugar es indispensable el clima de libertad de expresión al efecto de aprender de otros y poder transmitir las conjeturas propias en un contexto de corroboraciones provisorias sujetas a la refutación como bien subraya una y otra vez Popper.

Es por lo dicho que Taleb concluye en su obra que “dejemos que los gobiernos predigan (ello hace que los funcionarios se sientan mejor consigo mismos y justifica su existencia) pero no nos creamos nada de lo que dicen […] De hecho, si el libre mercado ha tenido éxito es precisamente porque permite el proceso de ensayo y error que yo llamo ajustes estocásticos por parte de los operadores individuales en competencia”. Es el único modo de percibir y desarrollar lo que es hasta el momento desconocido y rechazado por mediocres.

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. en Ciencias de Dirección. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, fue profesor y primer rector de ESEADE durante 23 años y luego de su renuncia fue distinguido por las nuevas autoridades Profesor Emérito y Doctor Honoris Causa. Es miembro del Comité Científico de Procesos de Mercado, Revista Europea de Economía Política (Madrid). Es Presidente de la Sección Ciencias Económicas de la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires, miembro del Instituto de Metodología de las Ciencias Sociales de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas, miembro del Consejo Consultivo del Institute of Economic Affairs de Londres, Académico Asociado de Cato Institute en Washington DC, miembro del Consejo Académico del Ludwig von Mises Institute en Auburn, miembro del Comité de Honor de la Fundación Bases de Rosario. Es Profesor Honorario de la Universidad del Aconcagua en Mendoza y de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas en Lima, Presidente del Consejo Académico de la Fundación Libertad y Progreso y miembro del Consejo Asesor de la revista Advances in Austrian Economics de New York. Asimismo, es miembro de los Consejos Consultivos de la Fundación Federalismo y Libertad de Tucumán, del Club de la Libertad en Corrientes y de la Fundación Libre de Córdoba. Difunde sus ideas en Twitter: @ABENEGASLYNCH_h

¿EL CISNE NEGRO METIDO EN LAS PRÓXIMAS ELECCIONES ARGENTINAS?

Por Alberto Benegas Lynch (h)

 

Antes he escrito sobre el magnífico libro de Nassim Nicholas Taleb donde elabora sobre el concepto de sucesos poco frecuentes e inesperados pero que ocurren. David Hume y Karl Popper lo vinculan al problema de la inducción, es decir, la manía de extrapolar lo pasado al futuro, la manía de la linealidad. El capítulo decimosexto Taleb lo titula de modo singular como “La estética de lo aleatorio” y antes, en el onceavo, había subtitulado “Siguen ignorando a Hayek” precisamente para destacar la aberración de los planificadores de vidas y haciendas ajenas que concentran ignorancia en lugar de premitir que aflore el conocimiento siempre disperso y fraccionado a través de procesos de mercado (y no digo mercado libre porque es una redundancia).

Antes de volver sobre el tema del cisne negro de un modo más riguroso, menciono que en las elecciones que los argentinos enfrentamos hay la remota o no tan remota posibilidad que se filtre un cisne negro: que triunfe la opción Consenso Federal bajo la apariencia de separarse de las otras dos opciones principales las que se han estado fogoneando recíprocamente con idea de sacar partida de la confrontación, en realidad entre el abismo y la inoperancia. Lo primero por el espíritu totalitario inherente a esa postura desde cualquier perspectiva que se la mire y lo segundo debido al aumento de la deuda, de los impuestos, del déficit total, del gasto consolidado y debido a que la inflación mensual equivale a la anual en un país civilizado, a lo que debe agregarse ahora su peronización (paradójicamente se trataba de “cambiemos”), aunque en el armado de listas hubo varias gatas paridas.

Esa tercera opción, según lo que se infiere de ciertas encuestas, por más que a esta altura pueda parecer inaudito, hay alguna posibilidad que finalmente triunfe debido, por una parte, a la cantidad de personas que mantienen que no votarán por ninguna de las dos que habitualmente se mencionan como las que marcan la grieta, por otra, la cantidad de indecisos que se definen de esa manera aun en esta instancia y, por último, posibles conclusiones sobre radiografías de reflexiones inquietantes de  algunos votantes potenciales en el sentido indicado. Sin embargo, debe notarse que en momentos de escribir estas líneas se ha producido cierto revuelo en esas filas debido a que se relegó en el diseño de cargos a quien últimamente se había convertido a criterio de muchos integrantes de ese espacio en una socia clave. Todo lo consignado para nada quiere decir que no haya otra variante que sea en verdad mejor para el país, estamos aludiendo a los malabarismos que se infieren de alguna parte de las pesquisas. Estamos aludiendo a eventuales cisnes negros dada la idiosincrasia argentina, por supuesto que el cisne negro podría aparecer en otra parte pero hay indicios que puede irrumpir en lo dicho.

A mi me gustaría ver el cisne negro en otro lugar pero esto es irrelevante, lo trascendente es lo que se deduce de lo que al momento existe. También hay quienes pronostican que en las próximas elecciones se le dará otra oportunidad al actual gobierno y otros, los menos (de los serios), aseguran que vencerán los representantes de la anterior gestión lo cual, agrego, sería una demostración de enorme irresponsabilidad.

En realidad, desde la perspectiva epistemológica, no tiene visos científicos el hecho de extrapolar una muestra al universo. No es lo mismo con los seres humanos individuales y cambiantes que con una muestra de tronillos en una línea de montaje donde es de rigor esa extrapolación pues cada tornillo es teóricamente igual al anterior. Por esto es que hay tantos yerros en encuestas de muy diverso calibre entre seres humanos y que las explicaciones ex post no sirven para cubrir los desaciertos. Lo dicho en modo alguno significa que las encuestas no sirven, bien administradas a veces exhiben ciertas tendencias cuando son varias las que confluyen,  lo que no es aceptable es que se las pretenda rodear de un áurea científica puesto que solo se trata de tantear algunos patrones o pautas de conducta en planos muy específicos.

Entonces, nada se sabe a ciencia cierta pero puede aparecer un cisne negro como los que en la práctica merodean en Australia al efecto de favorecer aquella tercera opción en cuya plataforma alardean que consiste en que no quieren caer en “los errores del pasado ni en los del presente”, aunque sus líderes se hayan inaugurado como controladores de precios de Perón y otros desaciertos de ciertas proporciones nada despreciables.

Es que en nuestro país estamos aun muy atrasados en la batalla cultural y, por tanto, se requiere mucho más educación y debate antes que llegue a la política una demanda sustancial en la buena dirección, por más que aparezca la posibilidad de un fragmento pequeño con ideas consistentes en ese plano. La faena que hay por delante es grande y sumamente desafiante y estimulante cuando se comprueba la cantidad y calidad de jóvenes que se deciden por estudiar los fundamentos de una sociedad abierta y abandonan aquél esperpento de “militar” que deriva de la soldadesca, de obedecer y no meditar ni deliberar. En esta misma dirección es de interés enfatizar que debido a la incomprensión del fenómeno que rodea al cisne negro los planificadores se empecinan en recurrir al término desarrollo que remite a más de lo mismo (un tumor se desarrolla) y eluden la expresión progreso puesto que refiere a lo desconocido, a la innovación y a lo nuevo y es imposible planificar lo que no se conoce.

Volvamos entonces a lo que he mencionado en otra oportunidad sobre el tan temido cisne negro. Se ilustra la idea con un ejemplo adaptado de Bertrand Russell: los pavos que son generosamente alimentados día tras día. Se acostumbran a esa rutina la que dan por sentada, entran en confianza con la mano que les da de comer hasta que llega el Día de Acción de Gracias en el que los pavos son engullidos y cambia abruptamente la tendencia.

Taleb nos muestra como en cada esquina de las calles del futuro nos deparan las más diversas sorpresas. Nos muestra como en realidad todos los grandes acontecimientos de la historia no fueron previstos por los “expertos” y los “futurólogos” (salvo algunos escritores de ciencia ficción). Nos invita a que nos detengamos a mirar “lo que se ve y lo que no se ve” siguiendo la clásica fórmula del decimonónico Frédéric Bastiat. Por ejemplo, nos aconseja liberarnos de la mala costumbre de encandilarnos con algunas de las cosas que realizan los gobiernos sin considerar lo que se hubiera realizado si no hubiera sido por la intromisión gubernamental que succiona recursos que los titulares les hubieran dado otro destino.

La obra de Taleb constituye un canto a la humildad y una embestida contra quienes asumen que saben más de lo que conocen (y de lo que es posible conocer), un alegato contra la soberbia gubernamental que pretende manejar el fruto del trabajo del prójimo en lugar de dejar en paz a la gente y abstenerse de proceder como si fueran los dueños de los países que gobiernan. En un campo más amplio, la obra está dirigida a todos los que posan de sabios poseedores de conocimientos preclaros del futuro cuando en verdad no pueden pronosticar a ciencia cierta que harán ellos mismos al día siguiente puesto que al modificarse las circunstancias naturalmente cambian sus propias conjeturas.

Pone en evidencia los problemas graves que se suscitan al subestimar la ignorancia y pontificar sobre aquello que no está al alcance de los mortales. Es que como escribe Taleb “la historia no gatea: da saltos” y lo improbable -fruto de contrafácticos y escenarios alternativos- no suele tomarse en cuenta, lo cual produce reiterados y extendidos “cementerios” ocultos tras ostentosos y aparatosos modelitos matemáticos y campanas de Gauss que resultan ser fraudes conscientes o inconscientes de diversa magnitud, al tiempo que no permite el desembarazarse del cemento mental que oprime e inflexibiliza la estructura cortical. Precisamente, el autor marca que Henri Poincaré ha dedicado mucho tiempo a refutar las predicciones basadas en la lineaidad construidas sobre la base de lo habitual a pesar de que “los sucesos casi siempre son estrafalarios”.

Explica también el rol de lo que habitualmente se denomina “suerte” (aunque estrictamente la suerte no existe, se trata de nexos causales no previstos), incluso en los grandes descubrimientos de la medicina como el de Alexander Fleming en el caso de la penicilina, aunque, como ha apuntado Pasteur, la llamada suerte favorece a los que trabajan con ahínco y están alertas. Después de todo, como también nos recuerda Taleb lo “empírico” proviene de Sextus Empiricus que inauguró, en Roma, doscientos años antes de Cristo, una escuela en medicina que no aceptaba teorías y para el tratamiento se basaba únicamente en la experiencia, lo cual, claro está, no abría cauces para lo nuevo.

Los intereses creados de los pronosticadores dificultan posiciones  modestas y razonables y son a veces como aquel agente fúnebre que decía: “yo no le deseo mal a nadie pero tampoco me quiero quedar sin trabajo”. Este tipo de conclusiones aplicadas a los planificadores de sociedades terminan haciendo que la gente coma igual que lo hacen los caballos de ajedrez (salteado). Estos resultados se repiten machaconamente y, sin embargo, debido a la demagogia, aceptar las advertencias se torna tan difícil como venderle hielo a un esquimal. En definitiva, nos explica Taleb que el aprendizaje y los consiguientes andamiajes teóricos se lleva a cabo a través de la prueba y el error y que deben establecerse sistemas que abran las máximas posibilidades para que este proceso tenga lugar. Podemos coincidir o no con todo lo que nos propone el autor, como que después de un tiempo no es infrecuente que también discrepamos con ciertos párrafos que nosotros mismos hemos escrito, pero, en todo caso, el prestar atención al “impacto de lo altamente improbable” resulta de gran fertilidad…al fin y al cabo, tal como concluye Taleb, cada uno de nosotros somos “cisnes negros” debido a la muy baja probabilidad de que hayamos nacido dado que cada uno es único e irrepetible en la historia de la humanidad. Al contrario, la probabilidad es alta de que otros sucesos se reiteren pero aun así hay que estar atentos a los desvíos.

En cualquier caso, en esta nota periodística alertamos sobre la posibilidad de un cisne negro en las elecciones que se aproximan, en el sentido y con las incógnitas y los contextos referidos más arriba.

 

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. en Ciencias de Dirección. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, fue profesor y primer rector de ESEADE durante 23 años y luego de su renuncia fue distinguido por las nuevas autoridades Profesor Emérito y Doctor Honoris Causa. Es miembro del Comité Científico de Procesos de Mercado, Revista Europea de Economía Política (Madrid). Es Presidente de la Sección Ciencias Económicas de la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires, miembro del Instituto de Metodología de las Ciencias Sociales de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas, miembro del Consejo Consultivo del Institute of Economic Affairs de Londres, Académico Asociado de Cato Institute en Washington DC, miembro del Consejo Académico del Ludwig von Mises Institute en Auburn, miembro del Comité de Honor de la Fundación Bases de Rosario. Es Profesor Honorario de la Universidad del Aconcagua en Mendoza y de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas en Lima, Presidente del Consejo Académico de la Fundación Libertad y Progreso y miembro del Consejo Asesor de la revista Advances in Austrian Economics de New York. Asimismo, es miembro de los Consejos Consultivos de la Fundación Federalismo y Libertad de Tucumán, del Club de la Libertad en Corrientes y de la Fundación Libre de Córdoba. Difunde sus ideas en Twitter: @ABENEGASLYNCH_h

Más sobre el cisne negro

Por Alberto Benegas Lynch (h). Publicado el 18/4/18 en: http://economiaparatodos.net/mas-sobre-el-cisne-negro/

 

En realidad el problema central de las sociedades consiste básicamente en el deseo irrefrenable de gobernantes por manejar vidas y haciendas ajenas.

Por introspección sabemos lo que queremos y, sobre todo, somos también concientes de los cambios que operan en nuestro interior y en el medio que nos rodea. No somos la misma persona hoy que la  que fuimos ayer ni seremos la misma mañana debido a que incorporamos otros conocimientos, otras perspectivas y otras preferencias. Seguimos manteniendo la misma identidad pero nuestros horizontes no son los mismos si hemos aprovechado el proceso de prueba y error en nuestras vidas. Las circunstancias y situaciones son permanentemente cambiantes, lo cual nos hace modificar decisiones previas. Esto es lo que precisamente no toman en cuanta lo burócratas que pretenden administrar lo que concierne a otros.

La interacción libre y voluntaria entre las partes permite un proceso de win-win en el contexto del óptimo Pareto, esto es que cada uno de los participantes en una sociedad abierta mejora su posición respecto a la que tenía antes de la transacción. Esto es lo que no entienden llamados líderes del mundo libre como hoy Donald Trump que ha iniciado una “guerra comercial” en verdad un oxímoron puesto que, como queda dicho, por definición, el comercio apunta a la obtención de ganancias para todas las partes involucradas. Nadie interviene en una actividad comercial si no es con la idea de ganar. La terminología de las así denominadas “guerras comerciales” no figura en los diccionarios fuera de los aparatos estatales que ponen palos en las ruedas.

Y como también se ha apuntado, en el  contexto del mercado el sistema de precios basado en la propiedad privada trasmite información sobre que hacer y que no hacer. En esta situación los empresarios están incentivados para satisfacer al prójimo al efecto de incrementar su patrimonio, de lo  contrario incurre en quebrantos.

Si los aparatos estatales se inmiscuyen en el mercado se distorsionan los precios y, por lo tanto, la contabilidad y la evaluación de proyectos también quedan desdibujados con lo que la asignación de los siempre escasos recursos se dirigen a áreas distintas de las que se hubieran aplicado si no hubiera habido la antedicha intromisión, cosa que se traduce en derroche de capital que, a su vez, implica una contracción en los salarios  e ingresos en términos reales.

En otros términos, la intervención gubernamental en los negocios privados no solo bloquea la referida información sino que concentra ignorancia en los así llamados planificadores estatales, en lugar de abrir cauce al aprovechamiento del conocimiento siempre disperso y fraccionado. Como ha apuntado Michael Polanyi, cada uno en el spot tiene sus habilidades, a veces “conocimiento tácito” cuando no lo puede explicitar pero en todo caso ninguno de los operadores en el mercado tiene la visión de conjunto. Como también se ha subrayado desde la Escuela Escocesa en adelante, este proceso produce un resultado que no ha sido previsto por ninguno de los participantes. Solo en las mentes afiebradas de los megalómanos cabe la posibilidad de improvisar perspectivas omnicomprensivas que intentan manejar con los resultados catastróficos por todos conocidos.

Antes he escrito sobre lo que a continuación expongo, pero estimo que es del caso reiterar aspectos de lo dicho. De tanto en tanto aparecen libros cuyos autores revelan gran creatividad que significan verdaderos desafíos para el pensamiento. Son obras que se apartan de los moldes convencionales, se deslizan por avenidas poco exploradas y, por ende, nada tienen que ver con estereotipos y lugares comunes tanto en el fondo como en la forma en que son presentadas las respuestas a los mas variados enigmas intelectuales.

Este es el caso del libro de Nassim Nicholas Taleb titulado El cisne negro, publicado por Paidós en Barcelona (el cual me fue recomendado en su momento por mi amigo y ex alumno Enrique Pochat). El eje central del trabajo de marras gira en trono al problema de la inducción tratado por autores como Hume y Popper, es decir, la manía de extrapolar los casos conocidos del pasado al futuro como si la vida fuera algo inexorablemente lineal. Lo que se estima como poco probable -ilustrado en este libro con la figura del cisne negro- al fin y al cabo ocurre con frecuencia.

Ilustra la idea con un ejemplo adaptado de Bertrand Russell: los pavos que son generosamente alimentados día tras día. Se acostumbran a esa rutina la que dan por sentada, entran en confianza con la mano que les da de comer hasta que llega el Día de Acción de Gracias en el que los pavos son engullidos y cambia abruptamente la tendencia.

Taleb nos muestra como en cada esquina de las calles del futuro nos deparan las más diversas sorpresas. Nos muestra como en realidad todos los grandes acontecimientos de la historia no fueron previstos por los “expertos” y los “futurólogos” (salvo algunos escritores de ciencia ficción). Nos invita a que nos detengamos a mirar “lo que se ve y lo que no se ve” siguiendo la clásica fórmula del decimonónico Frédéric Bastiat. Por ejemplo, nos aconseja liberarnos de la mala costumbre de encandilarnos con algunas de las cosas que realizan los gobiernos sin considerar lo que se hubiera realizado si no hubiera sido por la intromisión gubernamental que succiona recursos que los titulares les hubieran dado otro destino.

Uno de los apartados del libro se titula “Suguimos ingnorando a Hayek” para aludir a las contribuciones de aquel premio Nobel en Economía y destacar que la coordinación social no surge del decreto del aparato estatal sino, como queda dicho, a través de millones de arreglos contractuales libres y voluntarios que conforman la organización social espontánea y que las ciencias de la acción humana no pueden recurrir a la misma metodología de las ciencias naturales donde no hay propósito deliberado sino que hay reacción mecánica a determinados estímulos.

La obra constituye un canto a la humildad y una embestida contra quienes asumen que saben más de lo que conocen (y de lo que es posible conocer), un alegato contra la soberbia gubernamental que pretende manejar administrar el fruto del trabajo ajeno en lugar de dejar en paz a la gente y abstenerse de proceder como si fueran los dueños de los países que gobiernan. En un campo más amplio, la obra está dirigida a todos los que posan de sabios poseedores de conocimientos preclaros del futuro. Y no se trata de memoria insuficiente para almacenar datos, como ha puntualizado Thomas Sowell el problema medular radica en que la información no está disponible antes de haberse llevado a cabo la acción correspondiente.

Por su parte Teleb pone en evidencia los problemas graves que se suscitan al subestimar la ignorancia y pontificar sobre aquello que no está al alcance de los mortales. Es que como escribe “la historia no gatea: da saltos” y lo improbable -fruto de contrafácticos y escenarios alternativos- no suele tomarse en cuenta, lo cual produce reiterados y extendidos “cementerios” ocultos tras ostentosos y aparatosos modelitos matemáticos y campanas de Gauss que resultan ser fraudes conscientes o inconscientes de diversa magnitud, al tiempo que no permite el desembarazarse del cemento mental que oprime e inflexibiliza la estructura cortical. Precisamente, el autor marca que Henri Poincaré ha dedicado mucho tiempo a refutar predicciones basadas en la lineaidad construidas sobre la base de lo habitual a pesar de que “los sucesos casi siempre son estrafalarios”.

Explica también el rol de la suerte, incluso en los grandes descubrimientos de la medicina como el de Alexander Fleming en el caso de la penicilina, aunque, como ha apuntado Pasteur, la suerte favorece a los que trabajan con ahínco y están alertas. Después de todo, como también nos recuerda el autor, “lo empírico” proviene de Sextus Empiricus que inauguró, en Roma, doscientos años antes de Cristo, una escuela en medicina que no aceptaba teorías y para el tratamiento se basaba únicamente en la experiencia, lo cual, claro está, no abría cauces para lo nuevo.

El positivismo ha hecho mucho daño a la ciencia al sostener que no hay verdad si no es verificable a lo que, por una parte, Morris Cohen responde que esa proposición no es verificable y, por otra, Karl Popper ha demostrado que nada en la ciencia es verificable es solo corroborable provisoriamente que debe estar abierta a posibles refutaciones.

Los intereses creados de los pronosticadores dificultan posiciones modestas y razonables y son a veces como aquel agente fúnebre que decía: “yo no le deseo mal a nadie pero tampoco me quiero quedar sin trabajo”. Este tipo de conclusiones aplicadas a los planificadores de sociedades terminan haciendo que la gente se alimente igual que lo hacen los caballos de ajedrez (salteado). Estos resultados se repiten machaconamente y, sin embargo, debido a la demagogia, aceptar las advertencias se torna tan difícil como venderle hielo a un esquimal.

En definitiva, nos explica Taleb que el aprendizaje y los consiguientes andamiajes teóricos se lleva a cabo a través de la prueba y el error y que deben establecerse sistemas que abran las máximas posibilidades para que este proceso tenga lugar. Podemos coincidir o no con todo lo que nos propone el autor, como que después de un tiempo no es infrecuente que también discrepamos con ciertos párrafos que nosotros mismos hemos escrito, pero, en todo caso, el prestar atención al “impacto de lo altamente improbable” resulta de gran fertilidad…al fin y al cabo, tal como concluye Taleb, cada uno de nosotros somos “cisnes negros” debido a la muy baja probabilidad de que hayamos nacido.

Por último y en tren de no desperdiciar el tiempo, para actualizar nuestras potencialidades en busca del bien y en lo posible evitar sorpresas de nuevos cisnes negros debemos bucear en nuestros propios interiores. En este sentido consignamos al margen que también resulta de interés prestar atención a tantos autores que conjeturan sobre lo que ocurre mientras dormimos en cuanto al significado de los sueños puesto que no es menor el hecho de que durante una tercera parte de nuestra vida no estamos despiertos, por lo que una persona de 75 años ha dormido 25 años. Un tiempo tan prolongado que no justifica desentenderse de lo que allí sucede.

 

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. en Ciencias de Dirección. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, fue profesor y primer rector de ESEADE durante 23 años y luego de su renuncia fue distinguido por las nuevas autoridades Profesor Emérito y Doctor Honoris Causa.

¿QUÉ ES EL MÉRITO?

Por Alberto Benegas Lynch (h)

 

Esta nota es para reflexionar con el lector en voz alta, pero antes de ir al tema de fondo me propongo hacer una introducción al efecto de preparar el camino para formular interrogantes un tanto detectivescos que dejamos para la últimas líneas de esta columna donde se expone la tesis que puede o no ser compartida, lo cual  en ningún caso elimina los razonamientos anteriores.

 

Cada uno de nosotros actúa por su interés personal. Esto es en realidad una perogrullada puesto que si no está en el interés personal del sujeto actuante ¿de quien es el interés? El acto puede ser sublime o ruin pero el interés de quien actúa en una u otra dirección está siempre presente, de lo contrario la acción no tendría lugar. Sin duda que en definitiva el resultado del acto podrá o no ser distinto de lo esperado pero eso es materia de otra cuestión.

 

Quien actúa es porque le satisface proceder de esa manera en lugar de hacerlo en otro sentido. Ese es el móvil. Y no es pertinente recurrir a la expresión “egoísmo” en este contexto ya que esto implica que el medio para satisfacerse nunca está fuera del ego, por ello es mejor utilizar el término “interés personal” puesto que es más abarcativo.

 

La Madre Teresa actuaba en su interés al cuidar a los leprosos y también lo hace el asaltante del banco. En un caso podremos decir que se trata de una buena persona puesto que su propósito es noble y en el otro concluimos que nos estamos refiriendo a un rufián.

Este andamiaje conceptual naturalmente se aplica al amor. Como he apuntado en otra ocasión es necesario precisar que el aspecto medular del amor implica trasmitir alimento para el alma que es lo más preciado del ser humano, sin duda que además de ello hay ayudas físicas y otras consideraciones que rodean el bienestar de las personas. Alimento del alma porque es lo que caracteriza la condición humana, esto es estados de conciencia o la mente que permiten el libre albedrío y distinguen a la persona de aspectos puramente materiales y configuran lo de mayor jerarquía. Los kilos de protoplasma no deciden ni hacen posible las ideas autogeneradas, la racionalidad, la argumentación, la existencia de proposiciones verdaderas y falsas, la moralidad de los actos y la misma libertad. Los seres humanos no somos loros. El alma -la traducción de psique en griego- es lo más preciado del hombre y lo que lo separa de todas las otras especies conocidas.

La ayuda al prójimo, la caridad, puede ser material o de apostolado y se define en el contexto de un acto voluntario realizado con recursos propios sean estos crematísticos o de trasmisión de conocimientos para la aludida alimentación espiritual (depende de las circunstancias, se debate si en verdad es mejor “enseñar a pescar en lugar de regalar un pescado”)

En esta línea argumental,  Erich Fromm escribe en Man for Himslef  que “La falla de la cultura moderna no estriba en el principio del individualismo ni en la idea de que la virtud moral no equivale al interés personal, sino en el deterioro del significado del interés personal; no en el hecho de que la gente está demasiado interesada en su interés personal, sino en que no están interesados lo suficiente en su yo”. Es decir, el problema radica en que la gente no se ocupa lo suficiente de cuidar su alma.

Es curioso pero en la interpretación convencional parecería que uno tiene que abdicar de uno mismolo cual constituye una traición grotesca a la maravilla de haber nacido. La primera obligación es con uno mismo y, además, si no hay amor propio no puede haber ningún tipo de amor hacia el prójimo. La persona que se odia a si misma es incapaz de amar a otro,  puesto que el amar al prójimo necesariamente debe proporcionar satisfacción al sujeto que ama.

Es sumamente interesante detenerse a meditar sobre la reflexión de Sto. Tomás de Aquino en la materia, así en la Suma Teológica afirma que “Amarás a tu prójimo como a ti mismo, por lo que se ve que el amor del hombre para consigo mismo es como un modelo del amor que se tiene a otro. Pero el modelo es mejor que lo modelado. Luego el hombre por caridad debe amarse más a si mismo que al prójimo”.

En el amarás a tu prójimo como a ti mismo, la clave radica en el adverbio “como”. Hay solo tres posibilidades: que el amor sea igual, mayor o menor. Las dos primeras constituyen inconsistencias lógicas, por ende, se trata de la tercera posibilidad. En el primer caso, si fuera igual no habría acción alguna puesto que para que exista acción debe haber preferencia, la indiferencia,  en este caso la igualdad de amor, no permite ningún acto. Si en un desierto hay una persona muriéndose de sed y tiene una botella de agua a la derecha y otra a la izquierda y se mantiene indiferente,  se morirá de sed. Para no sucumbir debe preferir, esto es inclinarse más por una de las posibles variantes.

En segundo lugar, si se sostuviera que el amor al prójimo es mayor que el amor propio se estaría incurriendo en un sinsentido puesto que, como queda dicho, el motor, la finalidad de la acción, la brújula, el mojón y el punto de referencia es el interés personal lo cual define la acción que, por ende, no puede ser menor que el medio a que se recurre para lograr ese cometido. En consecuencia es siempre menor el amor al prójimo que a uno mismo. Esto incluso se aplica al que da la vida por un amigo: ese arrojo y esa decisión se lleva a cabo porque para quien entrega la vida por un amigo es un acto por él más valorado que cualquier otra acción altrernativa.

Es pertinente recordar una reflexión de uno de los más destacados pensadores de la Escuela Escocesa del siglo xviii, Adam Ferguson, quien en su History of Civil Society afirma que “Por su parte, el término benevolencia no es empleado para caracterizar a las personas que no tienen deseos propios; apunta a aquellos cuyos deseos las mueven a provocar el bienestar de otros”. Y esto se aplica también a “dar en caridad hasta que duela” puesto que para quien la lleva a cabo significa que el dolor del caso está en interés de quien entrega, nuevamente sea lo crematístico o el apostolado.

Otra expresión un tanto confusa y que además se traduce en una contradicción es la de “altruismo” si se la define con el ingrediente que señala el Diccionario de la Real Academia Española en cuanto a que consiste en la “complacencia en el bien ajeno aun a costa del propio”, materia que han explorado filósofos de fuste en distintas ocasiones. Hacer el bien a costa del propio bien hemos visto que resulta en un imposible puesto que quien hace el bien es porque prefiere esa conducta, es porque le hace bien, es porque le interesa proceder en esa dirección.

También es de gran importancia no confundir la autoestima con el narcisismo. Lo primero es esencial para actualizar las potencialidades de cada uno, es fundamental para construir la personalidad y para saber enfrentar a lo que puedan hacer o decir los demás, es vital para tener el valor de escuchar la propia conciencia y, consecuentemente, para la honestidad intelectual. En otros términos para evitar lo que escribió Alexis de Tocqueville en  La democracia en América: “El poder moral de la mayoría hace que internamente individuos se avergüencen de contradecirla que, en efecto, los silencian y ese silencio culmina con la paralización del pensamiento”.

Por su parte, el narcisismo bloquea por completo la posibilidad de prestar atención a reflexiones y consideraciones que no sean las propias, lo cual no toma en cuenta que el conocimiento conlleva la característica de la provisionalidad abierta a posibles refutaciones. Desafortunadamente a veces se confunde el narcisismo con el individualismo ya que este último término significa ni más ni menos el respeto a las autonomías de cada uno y para nada el aislacionismo, por el contrario, suscribe con entusiasmo la cooperación libre y voluntaria entre las personas. En cambio, son los socialismos o los llamados comunitarismos colectivistas los que son aislacionistas al trabar cada vínculo entre las personas, desde las tarifas aduaneras mal llamadas “proteccionistas” y las infinitas intervenciones de los aparatos estatales entre partes que actúan de modo legítimo.

El interés personal y la autoestima apuntan a la felicidad de cada uno que es el objeto último de todos. Nathaniel Branden en su notable libro titulado Honoring the Self  mantiene que “La barrera más grande a la felicidad es el sinsentido de sostener que la felicidad no constituye nuestro destino”. Bertrand Russell, en La conquista de la felicidad, explica que  “Es esencial para la felicidad que nuestra manera de vivir surja de nuestros impulsos más profundos y no de los gustos y deseos accidentales de los que son, por casualidad, nuestros vecinos o nuestros amigos”.

El bien otorga paz interior y tranquilidad de conciencia que permiten rozar destellos de felicidad que es la alegría interior, pero no se trata solo de no robar, no matar, acariciar a los niños y darle de beber a los ancianos. Se trata de actuar como seres humanos contestes de la enorme e indelegable responsabilidad de la misión de cada uno encaminada a contribuir aunque más no sea milimétricamente a que el mundo sea un poco mejor respecto al momento del nacimiento, siempre en el afán del propio mejoramiento sin darle descanso a renovados proyectos para el logro del noble propósito de que prime el respeto recíproco.

En resumen, no hay nada más sublime que el amor que tiene distintos grados de acercamiento y profundidad según sea el tipo de relación desde la establecida con los progenitores, la conyugal, la prole, alumnos, amigos y el vínculo con quienes necesitan ayuda en diversos planos, pero debe estarse muy en guardia de quienes alardean de “amor al prójimo” mientras proponen sistemas autoritarios que prostituyen la misma noción de amor y, en la práctica, fomentan el odio. También, como consigna Tibor Machan en su obra titulada Generosity,“Un acto de generosidad requiere como primer requisito la propiedad privada”, puesto que la beneficencia y la solidaridad requiere la entrega de lo que pertenece al donante, entregar por la fuerza el fruto del trabajo ajeno es un asalto aunque pueda ser legal.

Ahora bien, dicho todo esto nos preguntamos ¿tiene realmente mérito aquél que procede de acuerdo a su interés personal? ¿aquél que en otros términos necesita y le hace bien actuar como actúa? ¿O el mérito consiste en la etapa anterior al acto -y mucho mérito, meditaciones que, además, en paralelo, hay que mantener y renovar en el tiempo- cuando el sujeto actuante se preocupó y ocupó de formarse en valores nobles al efecto de proceder en consecuencia? No quiero sobresimplificar, pero si alguien quiere comerse una papa no parece que hubiera mérito en que se la engulla o, si se quiere zafar de la disyuntiva fisiología-mente, si alguien quiere jugar al ajedrez y juega, ese hecho no aparenta ser meritorio. Y esto nada tiene que ver con el determinismo físico (sobre lo que he escrito en otras oportunidades): el ser humano decide su curso de acción al hacer uso de su libre albedrío, el cual debe ratificar o rectificar en cada acto. Pensemos críticamente con el lector en los interrogantes planteados al efecto de despejar dudas.

 

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. en Ciencias de Dirección. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, fue profesor y primer rector de ESEADE durante 23 años y luego de su renuncia fue distinguido por las nuevas autoridades Profesor Emérito y Doctor Honoris Causa.

APRENDIENDO DEL PASADO: LYSANDER SPOONER

Por Alberto Benegas Lynch (h)

 

 

Una de las manifestaciones de la cultura, del deseo de cultivarse, consiste en estudiar las contribuciones fértiles que han realizado autores del pasado. Muchas veces se trata de pensadores no muy conocidos para la opinión pública en general pero descubrirlos y escarbar en sus meditaciones alimenta el intelecto.

 

Este es el caso de Lysander Spooner, un jurista y economista decimonónico estadounidense que escribió sobre muy diversos temas que no solo son de su época sino que son de todo momento.

 

Uno de sus trabajos se refiere al derecho natural, un concepto frecuentemente mal interpretado pero que resulta central para contar con mojones o puntos de referencia extramuros del derecho positivo y, por ende, permite juzgar la ley  con el criterio de la justicia. Como se ha dicho, igual que las cosas que nos rodean tienen ciertas propiedades, también ocurre con el ser humano. Para que pueda seguir su camino hay que dejarlo en paz, lo cual significa respetar sus decisiones para usar y disponer de lo propio situación que significa respetar su derecho que es anterior y superior a la existencia del monopolio de la fuerza que denominamos gobierno.

 

En ese mismo escrito adhiere a la Declaración de la Independencia especialmente en cuanto a la facultad de la gente a deponer a gobiernos que abusan de su poder lesionando los derechos reconocidos por la constitución norteamericana.

 

En otro de sus ensayos centra su atención en la idea del derecho de secesión de los estados que conformaron la unión (Estados Unidos). En este sentido elabora sobre la mal llamada guerra civil, mal llamada porque ésta se refiere a la lucha armada de dos o más bandos por hacerse del gobierno, mientras que en el caso que nos ocupa se trataba de la intención del Sur de separarse de la unión. Si este acontecimiento se analiza con cuidado se verá las normas liberales del Sur frente a las estatistas y proteccionistas del Norte. Este es el sentido por el cual Lord Acton le escribe desde Bolonia el 4 de noviembre de 1866 al general Lee -comandante de las fuerzas del Sur- afirmando que “La secesión me llenó de esperanza, no como la destrucción sino como la redención de la democracia […] Lo que se ha perdido en Richmond me entristece mucho más respecto a mi regocijo por lo que se salvó en Waterloo”.

 

También Spooner escribió un libro titulado The Unconstitutionality of Salvery en el que se detiene a mostrar los fundamentos éticos y jurídicos de tamaño atropello, al tiempo que señala la palmaria contradicción de esta máxima usurpación del más elemental de los derechos con la Constitución de su país, a pesar de opiniones encontradas incluso por parte de personas bien intencionadas que promovían el abolicionismo.  Este libro fue más tarde complementado con A Defense of Fugitive Slaves ensayo en el que alienta a la fuga de esclavos e incita a la rebelión.

 

Realmente constituye una de las grandes intrigas de la historia el entender lo inentendible: como es que figuras que exponían ideas razonables y encomiables en otras materias pudieran caer en la repugnante noción de la esclavitud, comenzando por Aristóteles. Incluso más, como es posible que en el lugar del planeta en donde tuvo lugar el experimento más exitoso de la humanidad se aceptara semejante mancha siniestra, semejante oprobio, semejante insulto a la condición humana.

 

Resulta muy esclarecedor lo que consigna Spooner que no solo es aplicable a la esclavitud propiamente dicha sino a una forma de esclavitud moderna que se esconde bajo una democracia mal entendida -más bien cleptocracia- en el sentido de que “Un hombre no es menos esclavo porque se le permita elegir un nuevo amo por otro período de tiempo” al decir de nuestro autor.

 

Tal vez su obra más difundida sea Vices are not Crimes la que abre diciendo que “Los vicios son aquellos por los que un hombre daña a su persona o a su propiedad. Los crímenes son aquellos actos por los que un hombre daña a otra persona o a su propiedad […] Si el gobierno declara que un vicio es un crimen y procede a castigarlo, es un intento de falsificar la naturaleza de las cosas”.

 

Muestra en este último trabajo la contradicción de sostener que cada uno tiene el derecho de buscar su felicidad tal como proclama la Constitución de Estados Unidos y, al mismo tiempo, se le prohíbe adquirir productos que estima le reportarán satisfacción como es el caso del tabaco, las drogas, el alcohol, el juego, la prostitución, los deportes peligrosos o las dietas perversas. Sostiene que la libertad es un bien supremo y que lo que hace o dice cada uno es de su entera responsabilidad en la que nada tiene que ver el uso de la fuerza, a menos que se lesionen derechos de terceros.

 

Más aun, ironiza con el tema al apuntar que ningún mortal es perfecto y que, por tanto, todos incurrimos en actos inconvenientes para nosotros mismos. Si se fuera consistente con penar el vicio “habría que encerrar en la cárcel a todos sin que haya nadie que pueda cerrar con llave las celadas puesto que todos incurrimos en actos que están lejos de la perfección”. Sugiere que se debe ser mucho más humilde y dejar la arrogancia de lado y no meter bajo ningún concepto al monopolio de la violencia en estos menesteres y centrar la atención en la protección de derechos.

 

Simultáneamente con sus tareas profesionales de la abogacía y los escritos de libros, ensayos y artículos, Spooner fue un prominente empresario. Fundó la empresa American Letter Mail Company que compitió nada menos con el monopolio estatal del correo. Mientras la empresa funcionaba muy exitosamente, mantuvo una batalla legal con el gobierno que insistía en que el correo era de exclusividad gubernamental. A pesar de la gran difusión que tuvo la presentación de Spooner bajo el título de The Unconstitutionality of the Laws of Congress Prohibiting Private Mails (sostenía que la sección octava del artículo primero de la Constitución al referirse a que “el Congreso tendrá el poder de establecer el correo” no significa que se arrogue el monopolio de dicha área), finalmente perdió la batalla en los tribunales y tuvo que cerrar su empresa después de probar que en la segunda mitad del siglo xix enviar un litro de petróleo a los confines de la tierra era más barato que enviar una carta cruzando la calle de una ciudad estadounidense por medio de la empresa estatal. Dicho sea al pasar, como indica William Wooldrige en su Uncle Sam, the Monopoly Man, la empresa estatal de correos de Estados Unidos arroja cuantiosos déficits desde su creación en 1789.

 

Por último, escribió el libro A New System of Paper Currency en el que resulta admirablemente sorprendente su descripción de las ventajas de un sistema monetario desregulado y descentralizado pero, visto desde la actualidad, con ciertas deficiencias en cuanto a su visión del sistema bancario pero sin imaginar en esa instancia que se establecería una banca central a principios del siglo siguiente.

 

Es interesante descubrir testimonios de escritores de otras épocas que se han esforzado por mejorar las marcas de otras contribuciones. Estamos formados de las influencias de otros que han dejado su valiosa impronta. Como reza el dicho “todos caminan pero pocos dejan huellas” y, por nuestra parte, debemos digerir, tamizar y elaborar lo que leemos para “no ser eco sino voz”.

 

La teoría de filosofía política de Spooner es para tratar en otra ocasión por lo extensos que resultarían los comentarios,  tesis desarrollada principalmente en Taxation sin entrar en los modernos tratamientos de las externalidades, los bienes públicos, los free-riders, el dilema del prisionero y la asimetría de la información. De todos modos, llama la atención que, por ejemplo, Murray Rothbard en su multivolumen de la historia del pensamiento económico no mencione a Lysander Spooner, pero en esto consisten los incesantes y fluctuantes vericuetos del proceso evolutivo del conocimiento (aunque Rothbard se refirió a ese intelectual en su ensayo titulado “The Spooner-Tucker Doctrine:   An Economist View”). En 1971 la Universidad de Michigan reunió sus trabajos más destacados en The Selected Works of Lysander Spooner: Economic Writings que luego fueron debatidos en diversos seminarios en distintas casas de estudio, además de estadounidenses, en universidades inglesas y alemanas.

 

Mentes como la del autor que ahora hemos comentado contribuyen a abrir terrenos fértiles en los que se invita a pensar, lo cual para nada significa coincidir en todo con lo mucho que escribió. Más aun, hay varios aspectos para disentir en el fondo y en la forma y otros trabajos que resultan oscuros y contradictorios tal como señala, por ejemplo,  Colin Williams en su “Contra Spooner”, pero el prestarle la debida atención despeja y ensancha el intelecto y contribuye a barrer telarañas mentales.

 

En estas épocas, las obras que incluyen denuncias de los desaguisados de los aparatos estatales deben ser leídas con prioridad para salir del marasmo, pues allí -aunque no se suscriba todo en bloque como ocurre siempre con los no fanáticos- se encuentran aquí y allá defensas provechosas de las autonomías individuales. Fernando Savater resume el asunto (en el prólogo al libro de H.L. Mencken titulado Prontuario de la estupidez humana) cuando concluye que Mencken “es enemigo de prejuicios, de supersticiones, de militarismos y de todas las instituciones que coaccionan a los hombres…´para su bien´ “.

 

Todo proviene de los procesos educativos o deseducativos. Independientemente de las fluctuaciones en las ideas de Bertrand Russell, en su libro sobre el poder sostiene con razón que “La educación autoritaria, podemos añadir, produce el tipo de esclavo tanto como el tipo despótico, desde el momento en que inculca el sentimiento de que la única relación posible entre dos seres humanos que cooperan es aquella en la cual uno de ellos da órdenes y el otro obedece”.

 

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. en Ciencias de Dirección. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, fue profesor y primer rector de ESEADE durante 23 años y luego de su renuncia fue distinguido por las nuevas autoridades Profesor Emérito y Doctor Honoris Causa.                                        

 

AMAR AL PRÓJIMO

Por Alberto Benegas Lynch (h)

 

Antes de entrar al fondo del asunto que ahora nos convoca, es de interés precisar que el aspecto medular del amor implica trasmitir alimento para el alma que es lo más preciado del ser humano, sin duda que además de ello hay ayudas físicas y otras consideraciones que rodean el bienestar de las personas. Alimento del alma porque es lo que caracteriza la condición humana, esto es estados de conciencia o la mente que permiten el libre albedrío y distinguen a la persona de aspectos puramente materiales y configuran lo de mayor jerarquía. Los kilos de protoplasma no deciden ni hacen posible las ideas autogeneradas, la racionalidad, la argumentación, la existencia de proposiciones verdaderas y falsas, la moralidad de los actos y la misma libertad. Los seres humanos no somos loros. El alma, la traducción de psique en griego, es lo más preciado del hombre y lo que lo separa de todas las otras especies conocidas.

 

La ayuda al prójimo, la caridad, puede ser material o de apostolado y se define en el contexto de un acto voluntario realizado con recursos propios sean estos crematísticos o de trasmisión de conocimientos para la aludida alimentación espiritual (depende de las circunstancias, se debate si en verdad es mejor “regalar un pescado en lugar de ensañar a pescar”).

 

Ahora viene un asunto de la mayor importancia y es el concepto de interés personal. Todos los actos se llevan a cabo por interés personal. En el lenguaje coloquial se suele hablar de acciones desinteresadas para subrayar que no hay interés monetario, pero el interés personal queda en pie. En verdad se trata de una perogrullada: si el acto en cuestión no está en interés de quien lo lleva a cabo ¿en interés de quien estará?

 

Estaba en interés de la Madre Teresa el cuidado de los leprosos, está en interés de quien entrega su fortuna a los pobres el realizar esa transferencia puesto que su estructura axiológica le señala que esa acción es prioritaria, también está en interés del asaltante de un banco que el atraco le salga bien y  también para el masoquista que la goza con el sufrimiento y así sucesivamente. Todas las acciones contienen ese ingrediente ya sean actos sublimes o ruines. Una buena o mala persona se define por sus intereses.

 

En esta línea argumental,  Erich Fromm escribe en Man for Himslef. An Inquiry into the Psychology of Ethics que “La falla de la cultura moderna no estriba en el principio del individualismo, no en la idea de que la virtud moral equivale al interés personal, sino en el deterioro del significado del interés personal; no en el hecho de que la gente está demasiado interesada en su interés personal, sino en que no están interesados lo suficiente en su yo”. Es decir, el problema radica en que la gente no se ocupa lo suficiente de cuidar su alma.

 

Es curioso pero en la interpretación convencional parecería que uno tiene que abdicar de uno mismo, lo cual constituye una traición grotesca a la maravilla de haber nacido. La primera obligación es con uno mismo y, además, si no hay amor propio no puede haber ningún tipo de amor hacia el prójimo. La persona que se odia a si misma es incapaz de amar a otro,  puesto que el amar al prójimo necesariamente debe proporcionar satisfacción al sujeto que ama.

 

Es sumamente interesante detenerse a meditar sobre la reflexión de Sto. Tomás de Aquino en la materia, así en la Suma Teológica afirma que “Amarás a tu prójimo como a ti mismo, por lo que se ve que el amor del hombre para consigo mismo es como un modelo del amor que se tiene a otro. Pero el modelo es mejor que lo modelado. Luego el hombre por caridad debe amarse más a si mismo que al prójimo” (2da, 2da, q. xxvi, art. iv).

 

En el amarás a tu prójimo como a ti mismo, la clave radica en el adverbio “como”. Hay solo tres posibilidades: que el amor sea igual, mayor o menor. Las dos primeras constituyen inconsistencias lógicas, por ende, se trata de la tercera posibilidad. En el primer caso, si fuera igual no habría acción alguna puesto que para que exista acción debe haber preferencia, la indiferencia,  en este caso la igualdad, no permite ningún acto. Si en un desierto hay una persona muriéndose de sed y tiene una botella de agua a la derecha y otra a la izquierda y se mantiene indiferente,  se muere de sed. Para no sucumbir debe preferir, esto es inclinarse más por una de las alternativas. Cuando alguien entra a un bar y manifiesta que quiere una bebida y el mozo le informa que tiene Coca y Pepsi y le pregunta que prefiere, si la respuesta es que le da lo mismo, de hecho estará frente a tres variantes: elegir Coca,  elegir Pepsi o delegar la decisión en el mozo pero si se mantiene indiferente e indeciso frente a uno de los tres caminos, no beberá nada.

 

En segundo lugar, si se sostuviera que el amor al prójimo es mayor que el amor propio se estaría incurriendo en un sinsentido puesto que, como queda dicho, el motor, la finalidad de la acción, la brújula, el mojón y el punto de referencia es el interés personal lo cual define la acción que, por ende, no puede ser menor que el medio a que se recurre para lograr ese cometido. En consecuencia es siempre menor el amor al prójimo que a uno mismo. Esto incluso se aplica al que da la vida por un amigo: ese arrojo y esa decisión se lleva a cabo porque para quien entrega la vida por un amigo es un acto por él más valorado que cualquier otra acción altrernativa.

 

A veces se confunden conceptos porque aparecen problemas semánticos de peso. El interés personal no debe ser confundido con el egoísmo ya que esta última expresión significa que el medio que le satisface al sujeto actuante no está nunca fuera de su propio ser. De este modo, no es concebible para el egoísta la satisfacción y el bienestar de otros. El interés personal, sin embargo, abarca acciones cuyos medios para la satisfacción de quien actúa son también otros o incluso principalmente otros. En este sentido es pertinente recordar una reflexión de uno de los más destacados pensadores de la Escuela Escocesa del siglo xviii, Adam Ferguson, quien en su History of Civil Society afirma que “Por su parte, el término benevolencia no es empleado para caracterizar a las personas que no tiene deseos propios; apunta a aquellos cuyos deseos las mueven a provocar el bienestar de otros”. Y esto se aplica también a “dar en caridad hasta que duela” puesto que para quien la lleva a cabo significa que el dolor del caso está en interés de quien entrega, nuevamente sea lo crematístico o el apostolado.

 

Otra expresión un tanto confusa y que además se traduce en una contradicción es la de “altruismo” si se la define con el ingrediente que señala el Diccionario de la Real Academia Española en cuanto a que consiste en la “complacencia en el bien ajeno aun a costa del propio”, materia que han explorado filósofos de fuste en distintas ocasiones. Hacer el bien a costa del propio bien hemos visto que resulta en un imposible puesto que quien hace el bien es porque prefiere esa conducta, es porque le hace bien, es porque le interesa proceder en esa dirección.

 

También es de gran importancia no confundir la autoestima con el narcisismo. Lo primero es esencial para actualizar las potencialidades de cada uno, es fundamental para construir la personalidad y para saber enfrentar a lo que puedan hacer o decir los demás, es vital para tener el valor de escuchar la propia conciencia y, consecuentemente, para la honestidad intelectual. En otros términos para evitar lo que escribió Alexis de Tocqueville en La democracia en América: “El poder moral de la mayoría hace que internamente individuos se avergüencen de contradecirla que, en efecto, los silencian y ese silencio culmina con la paralización del pensamiento”.

 

Por su parte, el narcisismo bloquea por completo la posibilidad de prestar atención a reflexiones y consideraciones que no sean las propias, lo cual no toma en cuenta que el conocimiento conlleva la característica de la provisionalidad abierta a posibles refutaciones. Desafortunadamente a veces se confunde el narcisismo con el individualismo ya que este último término significa ni más ni menos el respeto a las autonomías de cada uno y para nada el aislacionismo, por el contrario, suscribe con entusiasmo la cooperación libre y voluntaria entre las personas. En cambio, son los socialismos o los llamados comunitarismos colectivistas los que son aislacionistas al trabar cada vínculo entre las personas, desde las tarifas aduaneras mal llamadas “proteccionistas” y las infinitas intervenciones de los aparatos estatales entre partes que actúan de modo legítimo.

 

El interés personal y la autoestima apuntan a la felicidad de cada uno que es el objeto último de todos. Nathaniel Branden en su notable libro titulado Honoring the Self  mantiene que “La barrera más grande a la felicidad es el sinsentido de sostener que la felicidad no constituye nuestro destino”. Bertrand Russell, en La conquista de la felicidad, explica que “Un hombre que se preocupara de que comieran los demás olvidándose de comer el mismo, moriría […Por otro lado] es imposible adquirir la libertad espiritual, en que la verdadera felicidad consiste, porque es esencial para la felicidad que nuestra manera de vivir surja de nuestros impulsos más profundos y no de los gustos y deseos accidentales de los que son, por casualidad, nuestros vecinos o nuestros amigos”.

 

El bien otorga paz interior y tranquilidad de conciencia que permiten rozar destellos de felicidad que es la alegría interior, pero no se trata solo de no robar, no matar, acariciar a los niños y darle de beber a los ancianos. Se trata de actuar como seres humanos contestes de la enorme e indelegable responsabilidad de la misión de cada uno encaminada a contribuir aunque más no sea milimétricamente a que el mundo sea un poco mejor respecto al momento del nacimiento, siempre en el afán del propio mejoramiento sin darle descanso a renovados proyectos para el logro del noble propósito de que prime el respeto recíproco. Edward de Bono en La felicidad como objetivo nos dice que “El marxismo sugirió que el hombre debería mirar la felicidad del Estado antes que la suya personal; y si el Estado parecía requerir su sufrimiento, éste era entonces necesario para la felicidad del Estado […en otras palabras] la entrega del yo a algún poder externo”.

 

En resumen, no hay nada más sublime que el amor que tiene distintos grados de acercamiento y profundidad según sea el tipo de relación desde la establecida con los progenitores, la conyugal, la prole, alumnos, amigos y el vínculo con quienes necesitan ayuda en diversos planos, pero debe estarse muy en guardia de quienes alardean de “amor al prójimo” mientras proponen sistemas autoritarios que prostituyen la misma noción de amor y, en la práctica, fomentan el odio. También, como consigna Tibor Machan en su obra titulada Generosity, “Un acto de generosidad requiere como primer requisito la propiedad privada”, puesto que la beneficencia y la solidaridad requiere la entrega de lo que pertenece al donante, entregar por la fuerza el fruto del trabajo ajeno es un asalto aunque pueda ser legal. En no pocos casos hay que estar en guardia con los que declaman a los cuatro vientos el amor porque habitualmente son narcisistas que en definitiva no lo practican con nadie, cuando no proponen políticas que conducen a graves confrontaciones.

 

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. en Ciencias de Dirección. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, fue profesor y primer rector de ESEADE durante 23 años y luego de su renuncia fue distinguido por las nuevas autoridades Profesor Emérito y Doctor Honoris Causa.