NUEVOS LÍMITES AL PODER POLÍTICO

Por Alberto Benegas Lynch (h)

 

Estamos observando una marcada decadencia en el mundo. No se trata de sostener que “todo tiempo anterior fue mejor”, para un análisis de esa naturaleza siempre deben estudiarse períodos y temas específicos en los que efectivamente encontraremos momentos mejores pero también mucho peores. En todo caso, lo que hoy vemos es que en la enorme mayoría de los países europeos el nacionalismo ha escalado a posiciones electorales sumamente amenazantes. En Estados Unidos, independientemente de los resultados en las urnas, se comprueba un avance notable de populismo y un apartamiento manifiesto de los valores de los Padres Fundadores . Y en Latinoamérica las situaciones de Venezuela, Bolivia, Nicaragua y Ecuador son patéticas (para no decir nada de Cuba, la reversión parcial en Chile y los zigzagueantes y por momentos pastosos acontecimientos argentinos después de los extremos estatistas del gobierno anterior al actual), además, salvando las distancias, de las compadradas y barrabasadas del tirano de Corea del Norte.

 

En el centro de casi todas estas situaciones se encuentra una manifiesta degradación de la noción de la democracia que, en la práctica, se ha desviado por completo de los ideales de los Giovanni Sartori de nuestra época para mutar en cleptocracia. Es curioso pero la mayoría de las personas opera como si la insistencia en una receta fallida producirá en el futuro resultados distintos de los que ocurren una y otra vez. Es imperioso dar la voz de alarma porque, como decía Einstein, una política que da malos resultados no será distinta por el hecho de que se insista en sus recetas.

 

Las alianzas y coaliciones, a la larga o a la corta se dirigen al despeñadero en cuanto al abandono de la protección gubernamental de los derechos individuales. Si continúa este espectáculo, tarde o temprano se habrá aniquilado la sociedad abierta y lo peor es que será “en nombre de la democracia”.

 

En otras oportunidades me he referido a las propuestas de Friedrich Hayek en cuanto a reformas en el Poder Legislativo y a las propuestas de Bruno Leoni para el Judicial. También he citado un pasaje poco conocido de Montesquieu de su obra más difundida, aplicable al Ejecutivo donde consigna que “El sufragio por sorteo está en la índole de la democracia”. Esto sorprende a muchos y se preguntan si realmente cualquiera pueden ser elegidos (de los mayores de edad y dispuestos al cargo). Esta sorpresa incentiva a que la población se preocupe y se ocupe de resguardar sus vidas y propiedades, lo cual es precisamente lo que se requiere: incorporar en los marcos institucionales serias protecciones a los derechos y no entretenerse con nombres de candidatos. Como ha apuntado bien Karl Popper la criticar las ideas del “filósofo rey” de Platón: “lo relevante son las instituciones y no las personas al efecto de que los gobiernos hagan el menor daño posible”.

 

Como es bien sabido, hay otras propuestas en cuanto al establecimiento de límites al gasto público y a la presión tributaria y la prohibición del déficit fiscal y -en paralelo con la contradicción en términos denominada “inversión pública”-  la  prohibición de endeudamiento público al rechazar supuestas ventajas intergeneracionales, con el argumento de que es contrario a los preceptos de la  democracia ya que compromete patrimonios de futuras generaciones que no han participado en el proceso electoral que eligió al gobernante que contrajo la deuda. Otros han enfatizado la necesidad de eliminar la banca central y más allá señalan la importancia de contar con un genuino federalismo fiscal y la eliminación de impuestos directos al efecto de retomar la tradición alberdiana en la Argentina o la de los Padres Fundadores en EEUU para acelerar la recuperación de los más pobres (o todas estas medidas combinadas).

 

Estas propuestas pueden o no ser aceptadas y es necesario que sean debatidas pero lo que no es admisible es que no se haga nada a la espera de un milagro.

 

En esta nota periodística agrego otra propuesta a la que ya me he referido antes. Se trata del Triunvirato en el Poder Ejecutivo. Hay muy pocas personas que no se quejan (algunos están indignados) con los sucesos del momento en diferentes países tradicionalmente considerados del mundo libre. Las demoliciones de las monarquías absolutas ha sido sin duda una conquista colosal pero la caricatura de democracia como método de alternancia en el poder sobre la base del respeto a las minorías está haciendo agua por los cuatro costados, es imperioso el pensar sobre posibles diques adicionales al efecto de limitar el poder político por aquello de que “el poder tiende a corromper y el poder absoluto corrompe absolutamente”.

 

Tres personas votando por mayoría logran aplacar los ímpetus de caudillos y permiten tamizar las decisiones ya que el republicanismo exige que la función de esta rama del gobierno es ejecutar lo resuelto por el Poder Legislativo básicamente respecto a la administración de los fondos públicos, y el Judicial en lo referente al descubrimiento del derecho en un proceso fallos en competencia.

 

Se podrá decir que las decisiones serán más lentas y meditadas en un gobierno tripartito, lo cual se confunde con la ponderación y la mesura que requiere un sistema republicano. De todos modos, para el caso de un conflicto bélico, sería de interés que las tres personas se roten en la responsabilidad de comandantes en jefe.

 

Uno de los antecedentes más fértiles del Triunvirato se encuentra en los debates oficiales y no oficiales conectados a la Asamblea Constituyente de los Estados Unidos. Según la recopilación de los respectivos debates por James Madison que constan en la publicación de sus minuciosos manuscritos, el viernes primero de junio de 1787 Benjamin Franklin sugirió debatir el tema del ejecutivo unipersonal o tripartito. A esto último se opuso el constituyente James Wilson quien fue rebatido por Elbridge Gerry (luego vicepresidente del propio Madison) al explicar las ventajas del triunvirato para “otorgar más peso e inspirar confianza”. Edmund Randolph (gobernador de Virginia, procurador general del estado designado  por Washington y el segundo secretario de estado de la nación) “se opuso vehementemente al ejecutivo unipersonal. Lo consideró el embrión de la monarquía. No tenemos, dijo, motivo para ser gobernados por el gobierno británico como nuestro prototipo […] El genio del pueblo de América [Norteamérica] requiere una forma diferente de gobierno. Estimo que no hay razón para que los requisitos del departamento ejecutivo -vigor, despacho y responsabilidad- no puedan llevarse a cabo con tres hombres del mismo modo que con uno. El ejecutivo debe ser independiente. Por tanto, para sostener su independencia debe consistir en más de una persona”. Luego de la continuación del debate Madison propuso posponer la discusión en cuanto a que el ejecutivo debiera estar formando por un triunvirato (“a three men council”) o debiera ser unipersonal hasta tanto no se hayan definido con precisión las funciones del ejecutivo.

 

Este debate suspendido continuó informalmente fuera del recinto según los antes mencionado constituyentes Wilson y Gerry pero con argumentaciones de tenor equivalente a los manifestados en la Asamblea con el agregado por parte de los partidarios de la tesis de Randolph-Gerry de la conveniencia del triunvirato “al efecto de moderar los peligros de los caudillos”. El historiador Forrest Mc Donald escribe (en E Pluribus Unum. The Formation of the American Republic, 1776-1790) que “Algunos de los delegados más republicanos […] desconfiaban tanto del poder ejecutivo que insistieron en que solamente podía ser establecido con seguridad en una cabeza plural, preferentemente con tres hombres”.

 

Sin duda alguna que la perfección no está al alcance de los mortales, de lo que se trata es de minimizar costos para lo cual debe tenerse presente que, en esta materia y en ninguna otra, se puede llegar a un punto final en un proceso continuo de prueba y error. En este contexto debe saberse que, como diría Benedetto Croce, la historia es “la hazaña de la libertad” y como apuntó George Mason “el precio de la libertad es su eterna vigilancia”. Herbert Spencer en las últimas líneas de El hombre contra el estado celebra el derrocamiento de las antes aludidas monarquías absolutas pero advierte de los peligros de las mayorías parlamentarias. Es hora de reconocer que los esfuerzos por limitar el poder hasta el presente han resultado en un fracaso, tal como lo consigna el antes mencionado Hayek en las primeras doce líneas de edición original de Law, Legislation and Liberty.

 

En otros lugares se establecieron triunviratos pero sin la suficiente perseverancia. Tal es el caso, por ejemplo, en lo que después fue la Argentina, en cuyo caso las respectiva disposición plasmada en el decreto del 23 de septiembre de 1811, establecía en la parte pertinente que “Teniendo consideración a la celeridad y energía con que deben girar los negocios de la patria […] la Junta ha acordado constituir un Poder Ejecutivo compuesto de tres vocales”. En medio de tensiones varias, el 23 de noviembre Bernardino Rivadavia redacta una disposición del nuevo gobierno denominada Decreto sobre Seguridad Personal en cuyo Preámbulo se lee que “Todo ciudadano tiene un derecho sagrado a la protección de su vida, de su honor, de su libertad y de sus propiedades” seguido de nueve artículos sobre las libertades civiles que más adelante sirvieron de base para la Constitución liberal de 1853 sugerida principalmente por Juan Bautista Alberdi. El 23 de enero de 1812 se promulgó el Reglamento de Justicia sustituyendo la Real Audiencia por una Cámara de Apelaciones local, y por decreto del 19 de abril del mismo año se extendieron las libertades al comercio exterior abriendo las aduanas y el 8 de octubre se sustituye este Primer Triunvirato por un Segundo Triunvirato mientras se suscitaban debates sobre esta forma de gobierno apoyada decididamente por José de San Martín. Sin embargo, finalmente prosperó la idea opuesta, principalmente esgrimida por Carlos María de Alvear y, posteriormente, en el seno de lo que se conoció como la Asamblea del año xiii, se dispuso que el ejecutivo sería a partir de entonces unipersonal.

 

En otras palabras, estas líneas pretenden sacudir la modorra e intentan despejar telarañas y cerrojos mentales y abrir un debate sobre el tema de los límites al poder. Aunque se rechacen las propuestas aquí mencionadas, es indispensable hacer trabajar las neuronas al efecto de imaginar nuevas vallas para detener el precipitado avance de un Leviatán cada vez más adiposo y destructivo.

 

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. en Ciencias de Dirección. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, fue profesor y primer rector de ESEADE durante 23 años y luego de su renuncia fue distinguido por las nuevas autoridades Profesor Emérito y Doctor Honoris Causa.

Un plan exitoso contra la inflación, en 1829

Por Alejandro O. Gomez. Publicado el 29/1/2014 en

http://opinion.infobae.com/alejandro-gomez/2014/01/29/un-plan-exitoso-contra-la-inflacion-en-1829/

En estos días de turbulencia económica y depreciación del peso, les presento un caso ocurrido en Argentina hace casi 200 años. ¿Ha cambiado algo en todo este tiempo o estamos condenados a vivir las mismas situaciones una y otra vez?

Al finalizar la guerra contra Brasil a mediados de 1828, la situación económica de las Provincias Unidas del Río de la Plata era más que crítica. Los bloqueos al puerto de Buenos Aires y la aduana, implementados por las fuerzas brasileñas, habían cortado la mayor fuente de ingresos del gobierno nacional en manos de Bernardino Rivadavia hasta mediados de 1827, cuando el poder volvería a manos de cada provincia al rechazarse la Constitución de 1826. Al no contar con recursos genuinos, el gobierno nacional primero y el de la provincia de Buenos Aires después, decidieron proveerse de recursos por medio de la emisión de billetes del Banco Nacional (entidad de capitales privados en aquellos años). Así las cosas, “la deuda de la provincia al Banco Nacional aumentó de $11 a $18.000.000 y el importe de papel moneda en circulación de $9.495.143 el 31 de enero de 1828, a $15.289.076 en octubre del mismo año” (Miron Burgin, Aspectos Económicos del Federalismo Argentino, p. 213). A todo esto había que sumarle la gran inestabilidad política que se vivía en la provincia debido al asesinato del gobernador Manuel Dorrego a manos de Juan Lavalle, lo cual hizo que en agosto de 1829 asumiera como gobernador interino Juan José Viamonte.

El nuevo gobernador percibió rápidamente que había que recomponer la situación económica pero no quería tomar decisiones efectistas de corto plazo. En su opinión el principal problema era la “inflación que socavaba el crédito público y hacía ilusorios todos los esfuerzos que se realizaban para equilibrar el presupuesto”; en consecuencia, “la estabilización de la moneda era una condición fundamental para la recuperación” (Burgin, p. 214). Es por este motivo que decidió promover un plan para revalorizar la moneda ya que la alternativa de aumentar los impuestos no sería viable porque esto tendría un impacto doblemente negativo, por un lado frenaría el crecimiento económico, y por el otro, aún recaudándose más, el gobierno estaría recibiendo una moneda con cada vez más devaluada. Es por ello que Viamonte optó por implementar un plan para volver a valorizar la moneda, lo cual a su vez le devolvería poder adquisitivo a los tenedores del billetes del Banco Nacional. Es interesante apreciar que entre 1828 y 1834 se dieron una serie de debates en la Legislatura Provincial que tenían por eje el tema del valor de la moneda, ya que muchos consideraban una estafa al público permitir la depreciación de la moneda porque eso violada la propiedad privada de las personas que recibían esos billetes como pago por sus servicios.

Para tener una idea de la magnitud de la depreciación de la moneda en aquellos años hay que tener en cuenta que en enero de 1826 la onza de oro cotizaba a $17, en enero de 1827 estaba en $51, en enero de 1828 la paridad era de $70, en enero de 1829 bajó a $63, pero luego, en la primera gobernación de Juan Manuel de Rosas, en enero de 1830 el precio de la onza de oro pasa $104, llegando a $134 en abril de ese mismo año. (Burgin, p. 104)

El Plan de Viamonte consistía básicamente en retirar billetes de circulación para que al haber menor oferta de los mismos su valor con respecto al oro se fuera apreciando paulatinamente. Para ello propuso la creación de una Caja de Amortización de Billetes de Banco a la cual se destinarían los billetes recaudados por impuestos especiales (al ganado, importaciones, sellados y patentes, entre otros) que luego serían quemados públicamente todos los meses, quedando expresamente prohibido utilizar ese dinero para cualquier otro fin. Un mecanismo muy sencillo y efectivo a la vez. Tan efectivo fue el plan que, como veremos, terminó siendo víctima de su propio éxito. La Caja de Amortización comenzó a funcionar el 16 de noviembre de 1829 (Viamonte fue gobernador interino hasta el 6 de diciembre de ese año cuando fue reemplazado por Juan Manuel de Rosas quien ejerció su primera gobernación desde esa fecha hasta diciembre de 1832) y en los primeros dos meses sacó de circulación $131.460, aunque a partir de enero de 1830 dejó de quemar los billetes, aún cuando si continuó recaudando billetes hasta finales de 1832, llegando a reunir casi $4.000.000.

De haberse quemado todos los billetes de la Caja de Amortización del plan de Viamonte se hubiera retirado casi el 25% de los billetes en circulación, lográndose una considerable apreciación de los mismos. ¿Por qué no se continuó con el plan en todos sus puntos, manteniéndose solamente la parte recaudatoria del mismo? Podemos mencionar dos razones principales: primero, el gobernador Rosas no estaba de acuerdo con la política de Viamonte, ya que Rosas representaba los intereses de los ganaderos que cobraban en oro sus exportaciones mientras que pagaban los insumos locales en pesos devaluados; por otro lado, la Tesorería de la provincia estaba casi agotada y vio en los fondos de la Caja de Amortización una fuente de financiamiento inmediata, de modo que esos casi $4.000. 000 se utilizaron para solventar los gastos corrientes del gobierno aumentando la oferta monetaria y la depreciación del peso con respecto al oro.

Como vemos en este caso el abuso de la emisión monetaria para solventar el gasto público no es algo nuevo en la historia nacional; ya desde el inicio de la década de 1820 cuando se crea el Banco de Buenos Aires con capitales privados y autorización de emitir billetes convertibles en oro, el gobierno de turno abusó de su influencia para pedir préstamos que nunca devolvería, obligando al banco a emitir sin respaldo en metálico lo que provocó la depreciación de la moneda (un mal que nos “perseguirá” por casi 200 años). El ejemplo del Plan de Viamonte también nos muestra que no hay misterio en cuanto a la resolución del problema de la depreciación de los billetes (antes contra el oro hoy contra el dólar) que se debe a una simple relación de oferta y demanda. Tan sencillo es el tema y tan sencilla, aunque no por eso menos costosa, la solución. Mayor oferta monetaria, mayor inflación, menor oferta monetaria, menor inflación. Así de claro lo vio Juan José Viamonte en 1829 y por ello implementó un sistema para retirar un porcentaje de la excesiva emisión en la que se había caído durante la segunda mitad de la década de 1820. ¿Es posible implementar un plan similar en estos momentos?

Alejandro O. Gomez se graduó de Profesor de Historia en la Universidad de Belgrano, en el Programa de Maestría en Economía y Administración de Empresas en ESEADE. Es Master of Arts in Latin American Studies por la University of Chicago y Doctor en Historia por la Universidad Torcuato Di Tella.