4 razones que explican por qué la Reserva Federal no subió la tasa de interés

Por Adrián Ravier: Publicado el 15/10/15 en: http://fortunaweb.com.ar/2015-10-15-168427-4-razones-que-explican-por-que-la-reserva-federal-no-subio-la-tasa-de-interes/

 

Tras la crisis supbrime y la “gran recesión” de 2008, la Reserva Federal de los Estados Unidos decidió bajar la tasa de interés nominal de corto plazo al 0 por ciento. Ben Bernanke, el Presidente de la Fed en aquel momento y artífice de la recuperación económica de los años siguientes, afirmaba que la tasa de interés permanecería en esos niveles hasta que el nivel de desempleo -que había tocado el 10 % en 2009-, volviera a valores inferiores al 6 %.
El gráfico No. 1 muestra la continua y persistente baja en el desempleo desde enero de 2010 a la fecha, con un último dato alentador en la tasa de desempleo en el 5,3 %.

Gráfico No. 1: Desempleo en Estados Unidos (2010-2015)
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Fuente: Libertad y Progreso, en base a datos del Departamento de Trabajo.

¿Por qué entonces la Fed volvió a evitar una suba en la tasa de interés? Hay al menos tres respuestas que se sintetizan en los siguientes gráficos.
El primer factor lo representamos en el gráfico No. 2, ya que si bien la economía se ha recuperado de la crisis subprime -y contribuyó a ello el desinfle de la burbuja inmobiliaria- las tasas de crecimiento no son lo suficientemente elevadas para suponer que se pueden eliminar todos los estímulos monetarios y fiscales.

Gráfico No. 2: Producto Bruto Interno en Estados Unidos (2006-2015)
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Fuente: Libertad y Progreso, en base a Departamento de Comercio.

Hay temor en varios de los miembros que tienen la responsabilidad de la toma de decisiones en la Fed que la suba en la tasa de interés implicará ante los empresarios un cambio de ciclo, lo que implica un cambio en las expectativas que pueden conducir a la economía americana a un estancamiento duradero, o incluso a una nueva recesión.
El segundo factor es que la Fed siempre sube la tasa de interés de referencia cuando observa que se acelera la inflación. El gráfico No. 3, sin embargo, muestra claramente que la inflación está contenida y que, incluso, hay riesgo de deflación.

Gráfico No. 3: Indice de Precios al Consumidor en Estados Unidos (2011-2015)
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Fuente: Libertad y Progreso, en base a Fed.

Como tercer factor, debemos mencionar la tasa de interés natural. El gráfico No. 4 surge de un trabajo que elaboramos junto al Dr. Erwin Rosen, donde explicamos que la causa de la crisis subprime es el desvió que provocó la Fed en la tasa de interés de referencia respecto de su nivel natural. Fue precisamente entre 2001 y 2004 cuando se gestó el boom del mercado inmobiliario, según muestran también la evolución de los permisos de construcción.

Gráfico No. 4: Tasa de interés de la Fed vs Tasa de interés natural (2000-2006)
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Fuente: Rosen y Ravier, The Natural Rate of Interest Rule, QJAE (2014)

Sin embargo, hoy la situación es diferente, ya que la tasa natural de interés, según las estimaciones de Laubach y Williams (2015), está precisamente en el 0 %, por lo que no habría desvío como el que provocó la “gran recesión”.

Gráfico No. 5: Estimación de la tasa de interés natural (1980-2014)
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Fuente: Laubach y Williams, The Decline in the Natural Rate of Interest (2015)

El propio Ben Bernanke parece favorecer en sus últimos estudios publicados en su blog tanto el seguimiento de esta regla de fijar la tasa de interés en su nivel natural, como también la estimación de que la tasa de interés natural está hoy en el mismo nivel de la tasa de interés de la Fed.
A estos tres factores se suma un contexto internacional complejo, especialmente tomando en cuenta el escenario de desaceleración económica en China, que es el principal socio comercial de los Estados Unidos. El gráfico No. 6 muestra la evolución del PIB en China, que se completaría con pronósticos para 2016 y 2017 con tasas de crecimiento inferiores al 7 %.

Gráfico No. 6: PIB en China (2007-2015)
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Fuente: Libertad y Progreso, en base a NBS.

A medida que China reduce su ritmo de crecimiento, más difícil parece que Estados Unidos pueda mostrar las tasas de crecimiento económico que auguren las esperadas subas de tasas.
Los analistas deberían dejar de pronosticar la suba en la tasa de interés de referencia, al menos hasta que cambie alguno de estos cuatro factores señalados.

 

Adrián Ravier es Doctor en Economía Aplicada por la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid, Master en Economía y Administración de Empresas por ESEADE. Es profesor de Economía en la Facultad de Ciencias Económicas y Jurídicas de la Universidad Nacional de La Pampa y profesor de Macroeconomía en la Universidad Francisco Marroquín.

 

 

¿SUBIRÁ LA RESERVA FEDERAL LOS TIPOS DE INTERÉS?

Por Adrián Ravier: Publicado el 18/6/15 en https://puntodevistaeconomico.wordpress.com/2015/06/18/subira-la-reserva-federal-los-tipos-de-interes/

 

La teoría económica nos permite predecir los efectos cualitativos que cada política económica puede generar sobre la actividad económica y el empleo. Sin embargo, hay un problema que los economistas no pueden predecir, esto es, el “timing” de cuándo el gobierno aplicará tal política.
En lo que refiere a la política monetaria de la Reserva Federal de los Estados Unidos hace tiempo que los analistas predicen una suba en los tipos de interés, pues nunca en más de un siglo desde que se ha creado la autoridad monetaria, la tasa de interés permaneció durante tanto tiempo en niveles cercanos al 0 %. Ni siquiera en los años 2001-2004 cuando se generó la burbuja inmobiliaria que originó la “gran recesión”. A partir de 2008, y justamente para paliar esta crisis económica, la Reserva Federal decidió volver a bajar los tipos de interés de corto plazo al 0-0,25 %, y allí se ha mantenido ya por siete años, esperando los analistas una eventual suba que corte estos años de liquidez global. Es sabido el impacto que tal política podría tener, comprometiendo a la economía norteamericana, pero también a China y a las economías emergentes de nuestra región.
 
Lo cierto es que Ben Bernanke, quien presidió la institución entre 2006 Y 2014, sostenía durante su gestión que sólo aceptaría subir los tipos de interés cuando el nivel de desempleo que había superado el 10 % en plena crisis bajara a menos del 6 %, nivel que efectivamente está alcanzando en estos últimos meses. La recuperación del empleo, sin embargo, no parece sostenible sin las políticas de estímulo monetario y fiscal, lo que lleva al directorio de la Reserva Federal a sostenerla por algún tiempo más.
 
En estos últimos días, leo a los analistas afirmar que Janet Yellen, la nueva Presidente de la autoridad monetaria, aceptaría subir los tipos de interés hacia septiembre de este año, de forma gradual para evitar un retroceso en la actividad económica y en la generación de empleo, aunque esta noticia se ha puesto en duda recientemente desde el blog de Ben Bernanke, cuando afirmó que según sus cálculos el nivel natural de la tasa de interés es precisamente del 0 %.
 
Si este es el caso, ¿debería subir la Reserva Federal los tipos de interés de corto plazo? ¿Con qué objeto? Me parece que la pregunta que los analistas se están haciendo debe cambiar. Si prevalece la observación de Bernanke, entonces la pregunta ya no es “cuándo” subirá la tasa la autoridad monetaria, sino “si efectivamente lo hará” en el mediano plazo.
 
Sostener dicha tasa en el 0 %, implica una continuidad en la liquidez global y un escenario más optimista para la región e incluso para la Argentina, cualquiera sea el resultado electoral de octubre del corriente.

 

Adrián Ravier es Doctor en Economía Aplicada por la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid, Master en Economía y Administración de Empresas por ESEADE. Es profesor de Economía en la Facultad de Ciencias Económicas y Jurídicas de la Universidad Nacional de La Pampa y profesor de Macroeconomía en la Universidad Francisco Marroquín.

El debate acerca del “tapering”: ¿podemos controlar el auge?

Por Adrián Ravier. Publicado el 9/1/14 en:  http://opinion.infobae.com/adrian-ravier/2014/01/09/el-debate-acerca-del-tapering-podemos-controlar-el-auge/

En mayo de 1937, Fritz Machlup ofrecía una disertación en la Universidad de Minnesota en la que intentaba dar respuesta a esta difícil pregunta. En este artículo, recogemos la respuesta vertida por el autor, dada su relevancia para comprender la política monetaria que la Reserva Federal de EEUU viene desarrollando bajo la dirección de Ben Bernanke.

Para dar un contexto a su artículo, entonces Machlup se encontraba analizando las políticas que el gobierno estadounidense y la autoridad monetaria venían practicando para intentar paliar el episodio económico más doloroso de la historia de EEUU. Lo que a continuación sostenemos es que el análisis causal del autor mantiene plena vigencia en lo que refiere a la crisis de 2008 y el intento por encontrar un camino de recuperación.

La respuesta de Machlup entonces implicó tres cuestiones: 1) ¿Sabemos lo que es un auge?, y ¿podemos claramente identificar una situación dada como un auge? 2) Si sabemos lo que es un auge, y también cómo identificarlo, ¿sabemos cómo puede ser controlado? 3) Si sabemos lo que es un auge, cómo identificarlo, y también cómo podría ser controlado, ¿somos capaces de aplicar nuestro conocimiento y llevar a cabo las medidas que consideramos adecuadas?

Ante la primera pregunta, Machlup confiesa que ante su persistente reclamo en favor de “detener el auge”, una violenta protesta siempre emergía, señalando que no se trataba de un auge, sino de una leve recuperación. En tal sentido, Machlup advierte que entonces el auge era generalmente definido como “el período que conduce al colapso”. Lo dicho enfrentaba un serio problema de lógica. Machlup señaló entonces que si llamamos “auge” al período que conduce al colapso, entonces —por definición— éste no puede ser controlado. Y es que si fuera controlado, entonces se argumentaría que no se trataba de un auge.

Machlup prefiere entones abandonar una definición que permita reconocer la situación sólo ex post, y sugiere que definamos al auge “como un incremento espectacular en la actividad económica, ya sea en algunas, en varias o en todas las partes del sistema económico”. Tal aumento en la actividad económica, podría deberse a incrementos en los precios, a aumentos de volumen, o a una suba de ambos.

Machlup señala que la mayoría de las personas en 1937 aceptarían que un aumento en el volumen de la producción es visto como sano, mientras que un incremento en los precios, generaba preocupación. Nuestro autor, sin embargo, estaba en el pequeño grupo de los que extendían su escepticismo al auge en el volumen de negocios, fundamentando el mismo en la experiencia observada en la gran depresión de 1929, cuando el producto industrial o los contratos de construcción aumentaron fuertemente.

Tal distinción fue posiblemente lo que impidió a la mayoría de los economistas identificar el período de auge del último ciclo económico, el que podríamos enmarcar bajo el período 2002-2007. Para ser más precisos, tras la crisis de las punto com y una vigorosa recuperación de la actividad económica, acompañada de la estabilidad de precios, nadie advirtió que un proceso de mala inversión estaba tomando lugar.

Sin embargo hoy es reconocido que tal recuperación no era tal, sino más bien un período de auge cuyo origen encontramos en la política crediticia de la Reserva Federal y que el sistema bancario canalizó al sector inmobiliario, como consecuencia de las presiones que el poder ejecutivo y legislativo aplicaron sobre el sistema financiero.

Hacia fines de 2007, la crisis subprime se convirtió en un hecho que pocos pudieron anticipar. Entonces la receta keynesiana emergió con fuerza, fundada en las lecciones no aprendidas de la gran depresión de 1930. La política fiscal dio lugar a planes de estímulo que permitieron crear empleo. La política monetaria permitió duplicar dichos planes de estímulo para rescatar al sistema financiero. Y en poco tiempo la economía mostró algunos resultados exitosos. Y aquí está el debate en cuestión. ¿Se trata de una recuperación o de un auge?

Machlup nos enseña que no debemos mirar “sólo” los precios. Aún con estabilidad de precios, la economía puede estar creando una nueva burbuja o en los términos modernos de Roger Garrison “un auge insostenible”. Pienso que pocos economistas negarán que tales resultados en la actividad económica y empleo tienen directo resultado en las políticas monetarias y fiscales mencionadas. Pero ahí comienza otro debate que identificamos con la segunda pregunta de Machlup: ¿Podemos controlarlo?

Veamos el análisis de nuestro autor: “Comencemos con una situación de gran desempleo. ¿Por qué hay trabajadores que desean trabajar al salario vigente, que no son contratados por los productores? Obviamente, porque estos últimos no esperan poder vender el producto de los trabajadores adicionales al precio que les permitiría pagar el salario de los trabajadores contratados. Dos modos tenemos, principalmente, para modificar esta situación. Una es la reducción delcosto laboral (o de los costos de producción en general) que permite que los anteriores ingresos insuficientes que se obtienen por la venta del producto se conviertan ahora en ingresos suficientes para pagar su costo. La otra es un incremento en la demanda del producto, ya que se espera un mayor ingreso, el que entonces puede ocuparse de los salarios de los trabajadores que son contratados. Un incremento en la demanda de un producto que paralelamente no reduce la demanda por otro producto sólo puede originarse de un incremento en el dinero o el crédito disponible. En otras palabras, una expansión crediticia incrementa la demanda de productos y de medios de producción. Más dinero está disponible para comprar más trabajo a una tasa salarial dada —mientras que en la primera forma a la que nos referimos, un fondo de dinero dado podía comprar más trabajo a una menor tasa salarial. Ambas maneras incluyen, como regla, una reducción de la tasa salarial real, la primera a través de una reducción de la tasa salarial nominal, la segunda a través de mayores precios, lo que permite a una tasa salarial dada comprar menos bienes”.

Resumiendo, Machlup menciona dos formas de resolver el desempleo. Aunque el primero es impopular, esto es, la reducción de los salarios, para nuestro autor es superior porque contiene menos gérmenes de desajustes posteriores. El segundo método, el de lograr mayor empleo por la vía de la expansión monetaria, es simple, efectivo en el corto plazo, pero distorsivo. Machlup explica que “hay inicialmente un acto de toma de préstamos —ya sea de parte de industriales privados que no pueden posponer por más tiempo ciertos desembolsos los cuales han sido demorados por varios años, o por el gobierno que no desea esperar hasta que la inversión privada se recupere y lleve a cabo obras públicas. Estas inversiones que constituyen demandas por bienes de producción, llevan nuevo poder adquisitivo a las manos de los consumidores, los cuales tienen ahora una demanda incrementada por bienes de consumo. El gasto de este dinero va a invitar a que se realicen más inversiones privadas. La inversión pública y la mayor inversión privada, ambas financiadas por nuevos créditos bancarios, forman una nueva demanda para los bienes de producción. Utilizado en la producción de bienes de producción, el nuevo dinero se convierte en ingreso de los factores de producción utilizados, i. e., trabajadores y propietarios de equipo. El ingreso incrementado va a constituir nuevamente demanda para más bienes de consumo. Y esto puede continuar como un proceso acumulativo”. El problema que la literatura ha identificado ante tal escenario, es cómo mantener los tipos de interés por debajo de su nivel natural a lo largo del tiempo.

“Los optimistas”, critica Machlup, “están inclinados a desechar ambos peligros. ¿Falta de capital liquido? ¿Tasas de Interés en aumento? Permitan que los bancos de la Reserva Federal manejen esta incómoda situación. Los bancos de la Reserva Federal pueden prevenir la rigidez monetaria suministrando a los bancos con reservas suficientes para una expansión adicional. ¿Inversiones decrecientes por parte de la industria privada? Dejen al gobierno que resuelva esto. Existen suficientes obras públicas buenas para ser emprendidas. La inversión pública puede llenar el espacio dejado por la inversión privada. Este optimismo es, desde mi punto de vista, inflacionismo. El programa significa nada más ni nada menos que esto: satisfacer todas las siempre crecientes demandas de capital por medio de la creación de nuevo dinero bancario; y hacer esto en forma abundante para evitar el aumento de las tasas de interés; o, si la demanda de inversiones privada cayera, financiar obras públicas por medio de nuevo dinero bancario: en otras palabras, seguir y seguir inflando la circulación monetaria. Estoy de acuerdo en que la crisis puede ser pospuesta a través de estos métodos, pero sostengo que no se puede escapar al colapso final. El mantener la tasa de inversión al nivel del auge significaría un continuo incremento en los medios en circulación. Las consecuencias de la inflación, sin embargo, eventualmente forzarían una caída en las inversiones la cual se impidió que sucediera en un momento anterior. La disminución de la tasa de inversión no parece ser evitable y el retroceso en la inversión, entonces, haría evidente que la expansión industrial durante el alza fue desproporcionada. La distribución de la demanda monetaria por el producto de diferentes industrias durante el periodo de expansión crediticia es diferente de la distribución de demanda luego de que la expansión crediticia se desacelere o frene. Es decir que una gran parte del sistema económico parece estar condenado a experimentar otra parálisis”.

Bajo este análisis, Machlup advierte que “sí”, sabemos como el auge puede ser controlado. Ahora podemos proceder con nuestro último interrogante, el cual se pregunta si somos capaces de llevar adelante las medidas que consideramos adecuadas. El control consiste en evitar una rápida expansión en el crédito y el circulante. ¿Cuán acelerada ha sido la expansión desde 2007? Los datos muestran que sólo entre septiembre de 2008 y enero de 2009 se ha duplicado la base monetaria. Pero además, la política de liquidez conocida como “alivio cuantitativo” siguió durante los años siguientes, con una tasa de interés en torno al 0 y el 0.25 % hasta el día de hoy. En estos últimos meses, sin embargo, comenzó a hablarse del “tapering“, esto es, que la Reserva Federal reduzca el programa de compra de activos ante mejoras en la actividad económica y el mercado laboral. En diciembre pasado, a poco de dejar el cargo, Ben Bernanke decidió dar lugar al “tapering”, sin desconocer que la situación sigue siendo delicada.

El optimismo de Bernanke lo conduce a esperar que el “tapering” siga avanzando gradualmente ante mejoras en el mercado laboral, sin embargo, otros analistas son mucho más pesimistas, apuntando al creciente desequilibrio fiscal. Estos analistas no dudan, que ante una pequeña alza en el desempleo, Janet Yellen -su reemplazante en el mando de la Reserva Federal- utilizará un arsenal de medidas para expandir aún más el crédito y sostener el auge.

Que el “tapering” continúe o no, y que en consecuencia la Reserva Federal pueda o no controlar este auge, es un desafío que como se muestra aquí se viene discutiendo desde hace décadas. No hay sólo un debate político y social detrás de estas políticas económicas, sino que también está en juego un debate académico fundamental: ¿Pueden los Bancos Centrales administrar correctamente el dinero? Personalmente pienso que hay mejores alternativas que el monopolio en la administración del dinero y del crédito.

 

Adrián Ravier es Doctor en Economía Aplicada por la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid, Master en Economía y Administración de Empresas por ESEADE y profesor de Macroeconomía en la Universidad Francisco Marroquín.

¿Es posible un retorno al patrón oro?

Por Adrián Ravier. Publicado el 23/7/13 en http://opinion.infobae.com/adrian-ravier/2013/07/23/es-posible-un-retorno-al-patron-oro/

Analistas económicos y políticos de posiciones diversas han coincidido en aseverar que la crisis financiera internacional encuentra su causa en la política monetaria que maneja la Reserva Federal de los Estados Unidos. Éstos no apuntan sólo a la mala política monetaria que creó la burbuja inmobiliaria, sino también al modo en que se ha administrado el dinero desde 2008 en adelante, depreciando el dólar y exportando con ello algunos problemas internos de Estados Unidos al resto del mundo.

Analistas de Estados Unidos, Europa y Asia empezaron a preguntarse entonces si es posible crear una alternativa a este inestable patrón dólar, y la primera respuesta que surgió no fue el euro, la libra, el marco suizo, el yen japonés o el yuan chino, sino un posible retorno al oro. El Congreso de Estados Unidos incluso creó una comisión a la que distintos teóricos e historiadores de la moneda y la banca han sido invitados para exponer sus posiciones.

Lo que aquí nos proponemos -siguiendo a Lawrence H. White– es responder a los diez argumentos centrales que la literatura presenta en contra de un retorno al patrón oro, incluyendo argumentos de presidentes de la Reserva Federal como Alan Greenspan Ben Bernanke, economistas de renombre como Tyler Cowen y Paul Krugman, y analistas como Eduardo Porter y Jesús Fernández Villaverde. Al respecto, un especialista en temas monetarios como Friedrich Hayek reflexionaba en 1943: “El patrón oro, como sabemos, tuvo indudablemente grandes defectos, pero corremos el gran peligro de que su condena, hoy día de moda, pueda oscurecer el hecho de que también tuvo grandes virtudes, ausentes en la mayoría de sus alternativas”.

Analicemos entonces los diez argumentos centrales que expone la literatura:

   1. El patrón oro deja que la cantidad de dinero sea determinada por fuerzas accidentales

Hay un germen de verdad en este punto, puesto que el patrón oro permite que la cantidad de dinero en circulación sea determinado por las fuerzas de la oferta y la demanda en el mercado del oro. Sin embargo, en el sistema vigente de Banca Central y dinero fiat la oferta de dinero es controlada por las decisiones de un comité de expertos de la Reserva Federal. La pregunta que queda es bajo cuál sistema se comporta mejor la cantidad de dinero y su poder adquisitivo.

La experiencia dicta que el stock de oro nunca fue estable. Sin embargo, durante el mayor descubrimiento de oro en California, en 1848, la caída del poder adquisitivo del dinero fue ínfima. En el intervalo de mayor inflación, el índice general de precios para los Estados Unidos subió de 5.71 en 1849 a 6.42 en 1857, un incremento de 12.4 % en un período de ocho años. La literatura es clara en este respecto, en expertos de historia monetaria como Hugh Rockoff o Rolnich y Weber.

   2. El patrón oro produciría una deflación dañina

Si bien el patrón oro ofreció bastante estabilidad mientras operó, es cierto que en ciertos momentos hubo deflación de precios. Por ejemplo, entre 1880 y 1900, Estados Unidos evidenció un prolongado período de deflación récord. Sin embargo, dicho período no fue para nada desastroso en la economía real. El producto real per cápita comenzó dicho período en $3.379 y terminó en $4.943 (ambos medidos en dólares de 2000). El crecimiento real per cápita fue más que saludable con un 46 %, lo que implica que el producto real más que se duplicó.

Es así que, como explica George Selgin, los economistas debemos aprender a distinguir un proceso de deflación benigna y saludable, de otro dañino, como el que en efecto ocurrió entre 1929-1933 en la conocida Gran Depresión. La deflación benigna sería aquella que viene acompañada por aumentos de productividad, donde la caída de precios sólo redunda en un aumento del salario real.

   3. El patrón oro fue responsable de los pánicos bancarios del siglo XIX y de la contracción monetaria de 1929-33, con la consecuente gran depresión

La contracción monetaria de 1929-33 es precisamente el ejemplo clásico de la deflación dañina. Pero hay que notar que ésta no se generó bajo la existencia de un sistema de patrón oro, sino precisamente bajo la atenta mirada de la Reserva Federal. Uno podría observar el caso de Canadá en el período 1929-33 y ver que efectivamente bajo patrón oro no hubo pánico. Tampoco encontramos pánicos en Canadá en el siglo XIX. Fue el sistema de Banca Central en definitiva el que debilitó al sistema bancario.

   4. El beneficio del patrón oro (controlar la inflación) se podría alcanzar con un costo menor, simplemente controlando la cantidad de dinero fiat

Si bien este condicional es cierto, en la práctica no ocurrió tal cosa. El propio Alan Greenspan ha explicado que lo mejor que la Reserva Federal puede hacer en política monetaria es intentar replicar exactamente lo que un sistema de patrón oro habría hecho en cada caso. Greenspan incluso ha reconocido que en los años ’70 la Reserva Federal generó una inflación acelerada porque el patrón oro no limitó la política monetaria. Y es que en ausencia de competencia las autoridades monetarias no tienen conocimiento ni incentivos para administrar bien el dinero.

Además, aun reconociendo que en los últimos 30 años la inflación ha sido más baja que en el período de posguerra, aun estos niveles de inflación actuales son mayores que los que evidenció el sistema de patrón oro. Por otro lado, el costo del sistema de patrón oro ha sido exagerado por los economistas, incluso por Milton Friedman, al asumir que el 100 % de la oferta monetaria (M2) debía estar respaldada en oro. Pero Lawrence H. White ha demostrado bajo su estudio de la historia monetaria que un sistema de banca libre con reserva fraccionaria puede operar con sólo un 2 % de los billetes respaldados en oro, lo cual reduce drásticamente la cantidad de oro necesaria para retornar a dicho sistema. Finalmente, debemos señalar que dicho costo es realmente muy bajo en relación con los daños que el sistema de Banca Central ha generado en la sociedad en el último siglo.

   5. El patrón oro no implica ningún límite, porque el gobierno podría devaluar o simplemente suspender la obligación de respaldar sus billetes en cualquier momento que lo desee

Objeciones como ésta podrían presentarse a otras normas o reglas, como es el caso de la Constitución. Pero aun así, las reglas constitucionales resultan útiles. Kydland Prescott han señalado exitosamente la necesidad de fijar reglas para la política monetaria, lo cual redunda en un compromiso de parte de las autoridades monetarias, al mismo tiempo que ofrecen previsibilidad.

De más está decir que el patrón oro no es la única regla. El propio Milton Friedman ha ofrecido su regla de una tasa de crecimiento monetario fija para cada período, o los objetivos de inflación regulan hoy la política monetaria de varios bancos centrales. Pero el patrón oro tiene una historia mucha más extensa y exitosa que estas reglas alternativas y es la única alternativa que no requiere de un banco central. Dejar la política monetaria en manos de banqueros privados bajo competencia, en lugar de la institución gubernamental, como era el caso de Estados Unidos antes de 1913, elimina la posibilidad de las dañinas sorpresas monetarias. También es cierto que el gobierno puede suspender el patrón oro en situaciones de emergencia como fue el caso en la Guerra Civil, pero el espíritu del patrón oro presiona para retornar al sistema y a la paridad, como de hecho ocurrió en Estados Unidos, según han demostrado Bordo y Kydland.

   6. El patrón oro, como cualquier sistema de tipo de cambio fijo, es vulnerable a la especulación

Nicolás Cachanosky ha explicado que en un sistema de patrón oro no hay tipos de cambio, por lo que no puede haber especulación sobre ellos. Lo que sí tenemos es paridad, pero la aclaración es necesaria. Lo que abre la puerta a la especulación es la debilidad de la paridad que ofrece un sistema monetario, sea el sistema de patrón oro o cualquier otra moneda de reserva. Un Banco Central puede ser débil, y ése es precisamente cuando combinamos un sistema de Banca Central con el patrón oro. Afortunadamente, el patrón oro no requiere de un Banco Central. White y Selgin muestran que con un sistema de emisores privados de dinero descentralizado, no hay institución capaz de devaluar, por lo que no hay razones para esperar la peligrosa especulación.

   7. El dinero fiat es necesario para que un prestamista de última instancia responda a las necesidades de liquidez del sistema bancario

La historia muestra que un prestamista de última instancia prácticamente no sería necesario bajo un sistema monetario sólido y estable. Nuevamente vale la pena comparar el caso de Estados Unidos y Canadá en el siglo XIX. En los casos excepcionales donde tal cosa fuera necesaria, Richard H. Timberlake enseña que las cámaras de compensación pueden resolver el problema.

   8. El cambio a un sistema de patrón oro involucra costos masivos de transición

El costo de transición para retornar al patrón oro sería muy bajo. A diferencia del caso europeo con la transición al euro, no sería necesario redenominar los precios, porque la denominación del dólar se mantendría. A la tasa adecuada entre dólar y oro, los precios no necesitarían pegar un salto.

   9. Abandonamos el patrón oro en primer lugar por buenas razones

Como bien explica Juan Carlos Cachanosky, en 1933 el presidente Roosevelt devaluó el dólar de $20.67 a $35 por onza de oro, pero el problema no era el patrón oro, sino la debilidad del sistema de la Reserva Federal. La deflación se podría haber resuelto con una mejor política monetaria y reforma bancaria, pero sin abandonar el patrón oro.

En 1971 Nixon declaró la inconvertibilidad del dólar con el oro porque la propia Reserva Federal había expandido la oferta monetaria demasiado como para mantener la paridad del dólar en $35 la onza. Se hubiera evitado esto si la Reserva Federal no hubiera aplicado políticas monetarias tan agresivas en los años 1960.

Benjamin Anderson o Murray Rothbard explican que no fueron las reglas del patrón oro las que fallaron. Fue, más bien, la Reserva Federal la que falló.

   10. No hay oro suficiente y Estados Unidos no puede recrear el sistema de Patrón Oro internacional por sí mismo

Sí hay oro suficiente para retornar al patrón oro “si definimos correctamente el precio del dólar en términos de oro”. Pero la segunda parte de este argumento ha quedado para el final porque representa la objeción más fuerte presentada contra el retorno a este sistema. Un retorno unilateral de Estados Unidos al patrón oro privaría a su economía de los beneficios de un sistema de patrón oro internacional. Es por ello que un acuerdo global resulta necesario. Esto, sin embargo, no parece ser un gran obstáculo. En tiempos tan inestable como los actuales, la búsqueda de un sistema monetario sólido está a la orden del día. Un retorno global al oro puede ser la solución real a la crisis financiera global de los últimos años.

Adrián Ravier es Doctor en Economía Aplicada por la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid, Master en Economía y Administración de Empresas por ESEADE y profesor de Macroeconomía en la Universidad Francisco Marroquín.