Guerra a la inflación, ¿o a la producción?

Por Aldo Abram: Publicado el 18/3/22 en: https://www.lanacion.com.ar/opinion/guerra-a-la-inflacion-o-a-la-produccion-nid18032022/

Se anunció la guerra contra la inflación y los especuladores, dejando claro que los culpables son los formadores de precios y avaros empresarios que, ante el aumento de la demanda, suben los precios y no la inversión y la producción. También, que las políticas que se implementarán serán las mismas que se han utilizado hasta ahora y que, según algunos funcionarios de la gestión, ya fracasaron.

Excepto Brasil, que tiene 10,5% de inflación, todos los demás países limítrofes tienen un dígito anual. Me imagino una conversación telefónica de nuestro Presidente con alguno de sus colegas de dichas naciones hermanas. “¿Cómo hicieron para domesticar a sus empresarios formadores de precios y para que los congelamientos anden tan bien como para tener una inflación tan baja?” Del otro lado, educadamente, le explicarán que ellos no andan domesticando empresarios y no tienen congelamientos como los argentinos. Sus bancos centrales priorizan respetar a sus ciudadanos dándoles una moneda estable y confiable; lo cual implica darles la cantidad que ellos demandan para que no pierda valor o lo haga mínimamente.

Al colgar el teléfono, el Presidente debería analizar qué es lo que ha pasado en los casi 90 años de vida del Banco Central de la República Argentina (BCRA). Notará que durante más del 70% del tiempo, en mayor o menor medida, su prioridad ha sido financiar los excesos de gasto de los gobiernos de turno. Para eso imprime un papelito que no vale nada y se lo da al Estado que aumenta su gasto. ¡Magia! Para nada, como nadie quiere ese billete porque sabe que pierde valor, pasa como cuando aumenta la producción de naranjas y no hay más demanda, su precio baja. Pero acá hablamos de nuestra moneda, en la que ahorramos, que baja su poder adquisitivo, del que se apropia el BCRA con el impuesto inflacionario y se lo transfiere al gobierno para que pueda gastar más. Obvio, a costa de empobrecer a los argentinos que podrán consumir menos.

Luego uno va al súper y, cuando llega a la caja, le dirán: “Eso que se quiere llevar vale lo mismo que antes y los pesos que me quiere dar valen menos, me va a tener que dar más.” Y cuando llame al gasista por el calefón escuchará: “Mi trabajo vale lo mismo que antes, pero esos pesos valen menos, me va a tener que dar más.” Eso es lo que llamamos inflación, la pérdida de poder adquisitivo de la moneda. Por supuesto, este tipo de gobiernos no va admitir que es así; ya que debería dejar de gastar más a costa del BCRA. Entonces, los culpables tienen que ser los avaros empresarios formadores de precios y los especuladores. Ahora veamos los resultados de castigarlos por “empobrecer” a los argentinos.

Un productor al que le congelan los precios, verá subir sus costos con la inflación que sigue generando el BCRA y cada vez, ganará menos; por lo que también producirá menos. Igual sucederá con los acuerdos “voluntarios” de “Precios Cuidados”, que es obvio no tienen nada de voluntarios. Por otro lado, si se le prohíbe exportar o se le ponen retenciones a un sector para que baje sus precios domésticos, también producirá e invertirá menos. Lo mismo que si se los amenaza con esas medidas para que tengan que poner plata “voluntariamente” en un fideicomiso para subsidiar los consumos de ciertos bienes.

Imagínense un empresario argentino o extranjero que está evaluando el país para invertir y generar empleo productivo, es decir bienestar económico para nuestros habitantes. Dirá, “el gobierno seguirá generando inflación para financiarse y, luego, me echará la culpa a mí, castigándome con todas esas medidas”. Sumará que, según el Banco Mundial, estamos en el puesto 21, entre 191 países, como los que más exprimen con impuestos a sus empresas y que, como ni así le alcanza, el Estado toma la mayor parte del poco crédito local disponible e invertirá en otro lado. ¡Chau empleos productivos y bienestar para los argentinos!

Lamentablemente, dada las medidas que está por tomar el gobierno, no le está declarando la guerra a la inflación, sino a los trabajadores y empresarios que todos los días tratan de producir los bienes y servicios que necesitamos. La mala noticia es que esa guerra sí la están ganando y se observa en la decadencia económica y el empobrecimiento de los argentinos.

Conclusión, los gobiernos no quieren bajar el gasto estatal con el que ellos financian la política. Por ende, como ciudadanos tenemos que exigirles y presionarlos para que el BCRA tenga la misma prioridad que los países vecinos: darnos una moneda estable y confiable. Si no, en el mejor de los casos, acostumbrémonos a vivir con alta inflación y, en el peor escenario, a pasar por una cuarta hiperinflación, con el enorme costo social que eso implica.

Aldo Abram es Lic. en Economía y fue director del Centro de Investigaciones de Instituciones y Mercados de Argentina (Ciima-Eseade) Es director de la Fundación Libertad y Progreso.

Cómo saber si es el inicio de un período de crecimiento sostenido

Por Aldo Abram: Publicado el 2/1/22 en: https://www.ambito.com/opiniones/crecimiento/como-saber-si-es-el-inicio-un-periodo-sostenido-n5344103

Para responder la pregunta del inicio de este artículo

Para responder la pregunta del inicio de este artículo, solo hace falta que cada uno se pregunte: Si tuviera la posibilidad de poner una empresa, ¿lo haría en un lugar donde te exprimen con impuestos, te dejan sin crédito y los funcionarios deciden por vos cómo vas a manejarla?

La gran pregunta que todos se hacen es si el fuerte rebote de la economía de 2021, respecto a un pésimo 2020, es el inicio de un proceso de crecimiento sustentable en el tiempo. Seguramente, los funcionarios del Gobierno responderán que sí; ya que consideran que, desde el Estado, están ejecutando las políticas necesarias para que así sea. Por lo tanto, para que el lector pueda responder a la pregunta inicial debería analizar si realmente es así.

El gasto total del Estado en términos del PBI se mantiene cerca de los niveles récords al que lo llevó la anterior gestión “kirchnerista” y, para poder pagarlo, la presión tributaria se ha elevado a niveles agobiantes para una economía del nivel de subdesarrollo de la local. Según el Banco Mundial, entre 191 países, la Argentina se ubica en el puesto 21 entre los que más exprimen a sus empresas con impuestos. O sea, hay 170 naciones que les ofrecen a argentinos y extranjeros un mejor trato impositivo. Estos datos son de 2020 y durante este año la presión tributaria ha aumentado aún más y el gobierno sigue alentando nuevos impuestos o incrementos de los que ya existen. No sólo los de la Nación, sino los provinciales y municipales con la flexibilización del Pacto Fiscal.

Lo peor es que ni así le alcanza para afrontar todas las erogaciones estatales; por lo que hoy, de alguna u otra forma, absorbe alrededor de $7 de cada $10 de crédito disponible. Quedando evidente por qué el financiamiento para invertir y producir es escaso. No es raro que lo anterior sea un problema creciente; ya que casi todos los gobiernos de turno han considerado que bajar el enorme gasto público es recesivo. Lo que es notable, es que consideran que no es recesivo ajustar al sector productivo, que es quien genera los recursos para pagar sus salarios y gastos. Sin mencionar los gastos del Estado.

No termina ahí el drama, no sólo las empresas son víctimas de este exceso. Un trabajador en relación de dependencia, que no alcanza a pagar el impuesto a las Ganancias, trabaja cerca de la mitad del mes para los distintos niveles de sector público.

La mayoría de los funcionarios que han estado en nuestro gobierno y la totalidad de los de la actual gestión consideran que ellos pueden decirles a los trabajadores y emprendedores cómo realizar mejor su tarea, de tal forma de que el conjunto de la sociedad se beneficie por un mayor crecimiento. Esto ha llevado a que haya más de 67.000 regulaciones que le ordenan a los que producen cómo deben hacerlo.

Un ejemplo: estableciendo “precios cuidados” o “congelamientos” para morigerar la pérdida de poder adquisitivo del peso, cuando es el financiamiento con emisión monetaria al Estado, lo que hace que caiga el valor del peso. Nuestros funcionarios, con una mano señalan a un “supuesto” culpable; mientras con la otra te sacan parte de lo que tenés en el bolsillo para pagar los excesos de gasto público. Alguien se preguntó en cuántos de los países que nos rodean y tienen baja inflación hay congelamientos de precios amplios como los de acá. En ninguno. ¿Milagro? No, tienen bancos centrales que priorizan respetar al ciudadano dándoles una moneda estable y confiable. El principal objetivo del Banco Central de la República Argentina (BCRA) casi siempre ha sido financiar los excesos de gasto de los gobiernos de turno sacándole poder adquisitivo a los pesos que tenemos ahorrados y en el bolsillo. Los resultados están a la vista. Desde 1970 se le han sacado 13 ceros a la moneda. Es decir, si se los hubieran dejado, una moneda de $1 de hoy debería decir $10.000.000.000.000.

No sólo eso. Nuestros funcionarios consideran que ellos son mejores que los emprendedores para decidir a dónde deben dirigir sus esfuerzos y dinero; por lo que les sacan a los que producen en ciertos sectores para alentar a los que lo hacen donde “su dedo ilustrado” indica. También, suelen determinar a quién se les puede comprar ciertos insumos, aunque no sean los mejores y de menor precio; lo que hace que el bien final tampoco termine teniendo esas características.

Además, para sostener un régimen económico que incentiva la salida de ahorros de argentinos y extranjeros, se mantiene un cepo que genera una retención cambiaria. Ésta surge de la diferencia entre lo que verdaderamente le paga en pesos el BCRA a un exportador y lo que le costaría recomprar esas divisas que le vendió en el mercado paralelo financiero. Hoy, esa quita es de alrededor de la mitad del monto exportado, a lo que tendrá que restarle las retenciones impositivas. Por ejemplo, lo que un productor de soja cobra ronda un tercio de lo que vale lo que vendió; lo que es evidentemente confiscatorio. Si a todo lo anterior le sumamos la mencionada maraña de regulaciones que distorsionan los mercados argentinos y la enorme ineficiencia de los servicios que debería proveer el Estado, queda clara la creciente carencia de competitividad de la Argentina.

Por lo mencionado, las ventas al exterior nunca han crecido con “cepos”, sólo lo hicieron en valor cuando se dan situaciones excepcionales de altos precios internacionales, como en 2021. Esto llevará a montos exportados que se acercarán a los mayores de los últimos 10 años; lo cual se revertirá a lo largo de 2022. Sin embargo, a pesar de lo redituable de los precios internacionales actuales y de que muchos sectores recuperaron los niveles de producción de prepandemia, las cantidades vendidas estarán bien por debajo de las de 2019. Queda claro que, la reversión de las políticas monetarias expansivas de los bancos centrales de los países en desarrollo, implicará que los vientos externos favorables cambien de dirección. Lamentablemente, también lo es que eso llevará a una baja de los precios y de las cantidades exportadas en el mediano plazo. La inundación forma un lago que tapa el destrozo, que quedará a la vista cuando las aguas bajen.

Para responder la pregunta del inicio de este artículo, solo hace falta que cada uno se pregunte: Si tuviera la posibilidad de poner una empresa, ¿lo haría en un lugar donde te exprimen con impuestos, te dejan sin crédito y los funcionarios deciden por vos cómo vas a manejarla? Si la respuesta es afirmativa, entonces deberías estar invirtiendo todo tu dinero en Argentina; ya que tiene un futuro de crecimiento sustentable. Si contestaste en forma negativa, deberías estar poniendo tus ahorros e inversiones lo más lejos posible, sobre todo de las manos de nuestros funcionarios. Y no te debería extrañar que Argentina esté en el podio de los que más capital fugado tienen por habitante.

De todas formas, esto no quiere decir que el país esté condenado a la decadencia. Otros países han demostrado su capacidad para generar prosperidad y más oportunidades de progreso para sus habitantes. Como ellos, sólo es necesario que encaremos las reformas estructurales con las que lograron adaptar sus economías a un mundo que avanza a gran velocidad y que a los argentinos nos está dejando atrás.

Aldo Abram es Lic. en Economía y fue director del Centro de Investigaciones de Instituciones y Mercados de Argentina (Ciima-Eseade) . Sigue a @AbramAldo

Los Metrodelegados del Estado Profundo

Por Iván Carrino. Publicado el 23/5/18 en: http://www.ivancarrino.com/los-metrodelegados-del-estado-profundo/

 

Los eventos del martes nos recuerdan que los argentinos somos rehenes de corporaciones violentas.

El martes por la tarde me invitaron al programa de Mauro Viale, que se emite por A24 todos los días a partir de las 16:00 Hs.

La entrevista había sido pactada con unos días de antelación, en momentos en que nadie pensaba que ese día iba a terminar habiendo 16 empleados del subte detenidos por la Policía de la Ciudad de Buenos Aires.

Al llegar al piso, el caos estaba  en su momento más alto y en el estudio habían invitado a 5 gremialistas. El tema del momento era el conflicto del subte, y no hubo espacio para hablar de economía.

Comprensible…

Por fortuna, hace tiempo que no tengo que tomarme el subte todos los días para ir a trabajar. Sin embargo, sí lo hace mi mujer, y no hay semana que no me cuente de una demora, un paro sorpresivo, y el caos que todo eso genera.

Ahora yo me pregunto, si a mí no me gustan las condiciones laborales en las que me contratan: ¿tengo derecho a romperle la empresa a mi empleador?

Claramente, no.

La esencia de los contratos voluntarios (y el contrato laboral es uno de ellos) es que somos libres de aceptarlos, o no. Y si se da este último caso, entonces agarrás tus cosas y te vas. Punto.

Ahora bien, los “Metrodelegados” (quienes  encima no tienen personería jurídica para reclamar) dicen que sus salarios son demasiado bajos. Que tienen “derecho” a un aumento mayor.

Perfecto, sin duda que lo tienen… Ahora: ¿van a ir a reclamarlo a punta de pistola? ¿Van a ir a reclamarlo impidiendo por la fuerza el funcionamiento normal del subte y perjudicando a millones de usuarios?

Lo que vivimos el martes fue una demostración clara de que el sindicalismo argentino (o al menos gran parte de él) opera como una organización mafiosa en donde, si no se hace lo que él dice, entonces a sufrir las consecuencias.

Los hechos me hicieron recordar una sección de mi  anteúltimo libro, Historia Secreta de Argentina, en donde describo cómo, en lugar de vivir en una democracia donde la “voluntad popular” (si es que existe eso) se manifiesta a través del voto, vivimos en un país cooptado por las corporaciones… Corporaciones que, sin ganar una elección, deciden con diferentes métodos de presión, para dónde va el país.

Si seguimos por esta senda, sin duda seremos inviables.

Aquí abajo encontrarán ese segmento de mi libro.

Los sindicatos que se oponen a la productividad

Los sindicatos pueden cumplir un rol muy importante en el mercado, pero también pueden terminar siendo un impedimento para el desarrollo y el crecimiento de los países.

El rol importante consiste en facilitar las negociaciones salariales entre las empresas y sus empleados. En una empresa pequeña, donde trabajan el dueño y 4 o 5 empleados, esto puede no ser necesario. Sin embargo, en la medida que crece el tamaño del emprendimiento, y la cantidad de empleados empieza a ser mayor, se vuelve necesaria la figura del mediador, representante, o delegado.

Sin embargo, hay una faceta no tan deseable. Veamos lo que sostiene el periodista especializado Ricardo Carpena[1]:

En Argentina han cambiado los partidos, la dirigencia empresarial, las fuerzas armadas, hasta la Iglesia. Pero los sindicatos siguen en manos de los mismos hace 30 años. ¿Cómo lo logran? Porque son funcionales al poder. Hasta los militares pactaron con ellos. Siempre existió la sensación de que sin los sindicalistas no se puede gobernar Argentina. Todos siguen la máxima instalada por Augusto Timoteo Vandor, líder de los metalúrgicos en los 60: ´golpear para negociar´. No para cambiar el mundo ni hacer la revolución. Para negociar.

No creo que haya una definición más exacta del estado profundo que la ofrecida por este periodista sobre los sindicatos. Organizaciones comandadas por las mismas personas hace 30 años, y sin las cuales no se puede gobernar el país.

¿Pero cómo, no vivíamos en democracia?

Los sindicatos son verdaderas organizaciones de dinero y poder en nuestro país. Gracias a la administración de las obras sociales que proveen servicios de salud, administran cajas multimillonarias con el dinero que el gobierno toma de los trabajadores y les asigna directamente.

Además, sus negociaciones salariales pueden convertirse en un verdadero calvario para todos los habitantes de la ciudad de Buenos Aires. Si los salarios ofrecidos no son de su agrado, convocarán a un paro general, trastornando por completo el tránsito de la ciudad más poblada del país. Si el descontento es mayor, entonces cortarán calles, o bloquearán la salida de los camiones de las empresas con las que estén “negociando”.

En cualquier ciudad grande del país hemos sido testigos del poder de los sindicatos. Es una muestra de que en nuestra democracia, “lo público” no solo lo deciden quienes votamos en los comicios abiertos, sino grupos de presión claramente establecidos, que poco se preocupan por el bienestar general.

Dos ejemplos bastarán para entender hasta qué punto llega el deseo de estas organizaciones por defender sus intereses particulares sin importarles el daño sobre el conjunto.

Recientemente, el Banco Central de la República Argentina quería permitirles a los bancos decidir libremente si enviaban por correo de papel o vía “e-mail” los resúmenes de cuenta. Sin embargo, el sindicato de camioneros frenó la medida. Con el argumento de que la elección del email dejaría a los transportistas sin empleo, los sindicalistas bloquearon los ingresos al Banco Central. Finalmente, Federico Sturzenegger, presidente de la entidad, decidió dar marcha atrás con la medida[2].

Otro caso emblemático se dio también recientemente en la línea C de subtes. En dicha línea la empresa Metrovías había decidido hacer unas reformas en una de las estaciones de cabecera, de manera de ofrecer un mejor servicio a los pasajeros. El tema fue que las reformas se hicieron en la zona de los vestuarios de los empleados, por lo que dichos vestuarios se tuvieron que sustituir momentáneamente por baños químicos, por supuesto, más incómodos.

Ahora frente a esta situación, en lugar de consensuar una salida o tolerar el mal rato transitorio, los “Metrodelegados” decidieron hacer un paro y cortar el servicio del tranvía subterráneo por 24 horas.

Derecho a huelga

Uno de los economistas a nivel global que se dedicó a estudiar a los sindicatos durante la década del ’80 fue Friedrich A. Hayek. El austriaco de nacimiento sostenía que si bien él no se oponía a que hubiera asociaciones que representaran a los trabajadores, sí le molestaba que estos grupos estuvieran, de alguna manera, operando por encima de la ley e imponiendo su voluntad a terceras personas.

En un párrafo que parecería describir la realidad nacional, Hayek sostenía:

Dado que la huelga ha sido aceptada como un arma legítima de los sindicatos, se ha llegado a creer que se les debe permitir hacer lo que sea que les parezca necesario para conseguir una huelga exitosa. En general, la legalización de los sindicatos ha llegado a significar que cualquier método que consideran indispensable para sus propósitos también debe considerarse legal.[3]

En Inglaterra, por ejemplo, una ley de 1906 blindaba a los sindicatos contra la persecución judicial por coerción y violencia. Como uno puede suponer, esto simplemente llevó a mayor violencia y coerción ejercida por los sindicatos. Esto es algo que cambió cuando Margaret Thatcher asumió la presidencia.

En nuestro país la violencia y la coacción sindical están a la orden del día. Si no se hace lo que quieren, entonces pueden suspender las actividades comerciales, bloquear ingresos y salidas, o cortar calles y avenidas públicas.

El poder intimidatorio de los sindicatos persigue un objetivo principal: aumentar el salario por encima de aquél que prevalecería en un mercado libre. Pero cuando esto se consigue gracias al poder de coerción, entonces las consecuencias indeseadas aparecen.

El primer efecto de la distorsión en los salarios que pueden generar los sindicatos es el desempleo. Al director de un gremio y a sus miembros no les interesa si, producto de sus exigencias, otros individuos se quedan sin trabajo. Su único interés es recibir más dinero por el esfuerzo que realizan, de la misma forma que los empresarios prebendarios solo quieren incrementar sus ganancias.

El problema es que cuando los sindicatos logran imponer salarios mayores a la productividad, algunas empresas deben cerrar sus puertas, o achicar costos en otro lado, o bien frenar la contratación de nuevos empleados.

Imaginemos la siguiente situación. Una empresa de tazas de cerámica tiene dos empleados. Juan produce 5 tazas por hora, mientras que Pedro solo produce 4 tazas. Si cada taza tiene un valor de mercado de $ 1, entonces la productividad de Juan será de $ 5 por hora, mientras que la de Pedro será de $ 4. En este escenario, el empresario dueño de la fábrica podría pagar a cada uno salarios distintos. Para ganar dinero, asumamos que le paga $ 4,5 a Juan y $ 3,5 a Pedro, de manera que por cada hora de trabajo de sus empleados (e ignorando otros costos), se lleva a su bolsillo $ 0,5.

Ahora supongamos que el sindicato de trabajadores de la cerámica llegó a un acuerdo con los capitostes de la industria y decidieron que el salario mínimo no podrá ser inferior a $ 4,5 por hora de trabajo. En un primer momento, Pedro puede estar contento. Antes le pagaban $ 3,5 y ahora el sindicato sostiene que deberán pagarle $ 4,5 (igual que a Juan). Sin embargo, si la empresa comienza a pagar ese salario, pasará de recibir una ganancia de $ 0,5 por hora de trabajo, a sufrir una pérdida de la misma magnitud.

En este escenario, a más horas de trabajo de Pedro, mayor es la pérdida de la empresa. Es lógico, entonces, esperar que la empresa decida echar a Pedro, para evitar seguir perdiendo.

Finalmente, por intentar que Pedro gane más dinero, se terminó reduciendo su salario a cero.

Flexibilidad laboral, salarios más altos

Siguiendo el libreto sindical, la economía y el mercado de trabajo se encuentran fuertemente regulados. Frente a eso, suelen aparecer propuestas de “flexibilización laboral”.

Obviamente, esto último le genera urticaria a más de uno.

Es que de acuerdo con el libreto políticamente correcto, la flexibilización es lo peor que puede pasarles a los trabajadores, porque los empresarios los comenzarían a “explotar”.

Este argumento es falso. En primer lugar, porque, como decíamos, si las regulaciones son excesivas, aparecerá el mercado negro, donde el estado pierde todo el control sobre lo que allí sucede.

En segundo lugar, porque un mercado laboral más libre no solo es bueno para las empresas, sino para todos los que quieran obtener un empleo.

Una institución que mide la libertad de los mercados laborales en el mundo es la Fundación Heritage de los Estados Unidos. Para evaluar los mercados de trabajo, Heritage toma en consideración la existencia y el monto del salario mínimo, la rigidez en las horas de trabajo, la dificultad para despedir empleados, el monto de las indemnizaciones que se imponen a las empresas, el preaviso y las trabas para contratar.

Si los obstáculos son altos, dirán que el mercado es poco libre, mientras que de haber pocas trabas, estaremos en un mercado flexible.

Los cinco países de más de un millón de habitantes que mejor se ubican en este índice son Estados Unidos, Singapur, Hong Kong, Dinamarca y Nueva Zelanda. Entre ellos, en Estados Unidos y Dinamarca el despido es libre, por lo que las empresas no deben indemnizar al empleado si deciden no continuar empleándolo.

Uno podría pensar que con tanta libertad, muy mal les está yendo a los trabajadores de esos países. Sin embargo, estamos frente a los salarios más elevados del planeta.

Cuadro 1.3. Libertad laboral, salario y desempleo.

Ránking de Libertad Laboral Heritage.org País Desempleo Salario Promedio en USD de 2015
1 Estados Unidos 6,2% 58.700
2 Singapur 3,0% 38.800
3 Hong Kong 3,2% 23.900
4 Dinamarca 6,6% 63.700
5 Nueva Zelanda 5,6% 43.100

Fuente: Elaboración propia en base a Heritage.org, Banco Mundial, OCDE y Trading Economics

En promedio, un danés tiene un salario anual de USD 63.700; un norteamericano ingresa USD 58.700; un neozelandés USD 43.100, mientras que en Singapur los trabajadores ingresan USD 38.800 y en Hong Kong USD 23.900.

Por si esto fuera poco, las tasas de desempleo también son muy bajas. Y, no casualmente, muy inferiores a las existentes en Argentina.

Claro que no todo pasa por la rigidez o flexibilidad del mercado laboral. El país que sigue en este ránking es Namibia, cuyo desempleo supera el 18% y cuyo PBI per cápita es de USD 4.500.

Obviamente, a la libertad del mercado laboral hay que acompañarla con una democracia republicana, paz y respeto por los derechos de propiedad, entre otras cosas.

Sin embargo, dado que muchas de esas cosas sí tiene nuestro país, no es un mal momento para pensar en tener un mercado laboral más libre. Pero eso implicaría disminuir el poder de los sindicatos, y enfrentarse finalmente al estado profundo, algo que no parece estar en las prioridades de nuestros políticos.

[1] “Los sindicatos, la monarquía paralela argentina”. Diario El País. 22 de agosto de 2016.

[2] El Banco Central volvió a ceder a las presiones de Camioneros y atrasa la modernización. Infobae. 15 de febrero de 2016

[3] Citado en Baird, Charles W.: “Hayek on Labour Unions”.

Iván Carrino es Licenciado en Administración por la Universidad de Buenos Aires y Máster en Economía de la Escuela Austriaca por la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid. Es editor de El Diario del Lunes, el informe económico de Inversor Global. Además, es profesor asistente de Comercio Internacional en el Instituto Universitario ESEADE y de Economía en la Universidad de Belgrano.

La devaluación del peso argentino en 2011-2015

Por Adrián Ravier: Publicado el 26/8/15 en: http://opinion.infobae.com/adrian-ravier/2015/08/26/la-devaluacion-del-peso-argentino-en-2011-2015/

 

Devaluar es, según la Real Academia Española, ‘rebajar el valor de la moneda’. Nadie contribuyó tanto a rebajar el valor del peso argentino como este último Gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, en el que tuvo una destacada participación el actual ministro de Economía, Axel Kicillof. El economista Luis Secco guarda plena razón cuando explica: “La devaluación ya está hecha”, “Solo resta sincerarla”, algo que aparentemente le corresponderá hacer al próximo Gobierno, con el costo político y social que eso trae aparejado.

Para mostrar esta rebaja en el valor del peso entre 2011 y 2015, cabe una mirada a la evolución de las distintas partidas del balance del Banco Central de la República Argentina (BCRA), institución que cuenta con el monopolio de emisión de estos billetes depreciados. El cuadro presentado a continuación es un extracto del resumen estadístico que elabora trimestralmente Nicolás Cachanosky para nuestro blog Punto de Vista Económico.

Sin título

Nótese, por ejemplo, la evolución del pasivo, que pasó de 0,4 a 1,2 billones de pesos entre 2011 y junio de 2015. El pasivo se triplicó desde que Kicillof incide en la política monetaria del BCRA, lo que se logró con dos políticas concretas:

–          Emitiendo billetes que más que duplicaron la base monetaria (pasó de 223 a 483 mil millones de pesos).

–          Colocando títulos del BCRA en pesos (pasó de 84 a 355 mil millones de pesos).

Una mirada al activo nos puede explicar el destino de estos fondos. Mientras el activo pasó de 0,4 a 1,2 billones de pesos entre 2011 y junio de 2015, las reservas apenas pasaron de 200 a 308 mil millones de pesos. De nuevo, hay dos destinos concretos para la emisión monetaria del BCRA:

–          La compra de títulos públicos (pasó de 127 a 534 mil millones de pesos).

–          Adelantos del BCRA al tesoro del Gobierno nacional (pasó de 67 a 272 mil millones de pesos).

Para ser claros, el Gobierno quebró al BCRA. En 2011 las reservas representaban el 46 % del activo del BCRA; en 2015 esa misma relación cayó a menos del 25 %. La sumatoria de títulos públicos y adelantos del BCRA al Tesoro del Gobierno Nacional representaban en 2011 el 44 % del activo del BCRA, en 2015 estas mismas partidas representan el 63 % del activo.

La situación se agrava, lógicamente, si en lugar de tomar las reservas brutas, se tomaran las reservas netas, es decir, si se descontara aquella porción de esas reservas que no son propiedad del BCRA.

Resulta claro que un desafío difícil de lograr para el próximo Gobierno es el saneamiento del BCRA. Los asesores de ambos candidatos, Mauricio Macri y Daniel Scioli, apuestan a crear un marco de confianza que conduzca a una gran atracción de capitales en el país, pero esta confianza difícilmente ocurra mientras el BCRA presente este estado de situación. Por eso, volvemos al comienzo. “La devaluación del peso está hecha, solo resta sincerarla.”

Y entonces sí, los costos de esta devaluación serán más bajos si se ofrece un plan integral de reformas al Estado, que significan -necesariamente- un cambio de modelo.

 

Adrián Ravier es Doctor en Economía Aplicada por la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid, Master en Economía y Administración de Empresas por ESEADE. Es profesor de Economía en la Facultad de Ciencias Económicas y Jurídicas de la Universidad Nacional de La Pampa y profesor de Macroeconomía en la Universidad Francisco Marroquín.

Ahora en español: Una propuesta de reforma monetaria para Argentina (dolarizacion flexible y banca libre)

Por Nicolás Cachanosky y Adrián O, Ravier. Publicado el 10/2/14 en:  https://puntodevistaeconomico.wordpress.com/2014/02/10/ahora-en-espanol-una-propuesta-de-reforma-monetaria-para-argentina-dolarizacion-flexible-y-banca-libre/

 

Finalmente ya podemos compartir un primer borrador de la propuesta de reforma monetaria para Argentina en español. La misma se puede acceder desde este link:

http://papers.ssrn.com/sol3/papers.cfm?abstract_id=2392667

Esperamos que este borrador contribuya a un debate más profundo sobre las instituciones monetarias Argentinas.

Resumen

La economía y las instituciones monetarias de la Argentina están experimentando, una vez más, una profunda crisis. En este documento nos proponemos plantear una reforma monetaria para Argentina que consiste en una dolarización flexible junto a un régimen de banca libre. Por dolarización flexible nos referimos a que el peso debe ser reemplazado por el dólar de EE.UU. como un primer paso, pero el mercado debe tener la libertad de interactuar con cualquier moneda que seleccione. Por lo tanto, el país no se apega al dólar, por el contrario, se convierte en un país con libre elección monetaria. Por banca libre nos referimos a que se permita a las instituciones financieras emitir sus propios billetes convertibles en dólares estadounidenses o cualquier otra moneda o mercancía de su elección.

Cabe señalar que los problemas de la economía argentina van más allá de aquellos relativos a la política monetaria. Esta propuesta no debe entenderse como una reforma suficiente para arreglar la economía argentina, sino únicamente como una reforma necesaria. Esta propuesta tampoco debe entenderse como una panacea monetaria, sino como un marco monetario que es superior al que ha proporcionado el Banco Central de la República Argentina (BCRA) y los políticos argentinos a su país.

 

Nicolás Cachanosky es Doctor en Economía, (Suffolk University), Lic. en Economía, (UCA), Master en Economía y Ciencias Políticas, (ESEADE) y Assistant Professor of Economics en Metropolitan State University of Denver.

Adrián Ravier es Doctor en Economía Aplicada por la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid, Master en Economía y Administración de Empresas por ESEADE y profesor de Macroeconomía en la Universidad Francisco Marroquín.

Dolarización/convertibilidad inmediata a 15 pesos por dólar

Por Adrián Ravier. Publicado el 27/11/13 en: http://puntodevistaeconomico.wordpress.com/2013/11/27/dolarizacionconvertibilidad-inmediata-a-15-pesos-por-dolar/

Somos muchos los que sugerimos que evitar una nueva crisis en Argentina implica cambiar el rumbo. Pero no he visto aún propuestas concretas acerca de que cambio concreto se requiere. Aquí va mi propuesta, la que esperó sea criticada por los lectores para iniciar un debate necesario.

http://opinion.infobae.com/adrian-ravier/2013/11/26/dolarizacionconvertibilidad-inmediata-a-15-pesos-por-dolar/

Cuando Brasil devaluó en 1999, recuerdo que los periodistas entrevistaron a Carlos Saúl Menem -el entonces presidente de la Argentina-, y le consultaron por el abandono de la convertibilidad y la magnitud de la devaluación que llevaría adelante el gobierno argentino. Menem respondió que no habría devaluación. Que el paso que venía era la dolarización. Siempre tuve la sensación de que ésa era la salida que el país necesitaba para evitar volver a las políticas inflacionistas de los años 1980. Pero Menem no avanzó en esta política, y por el contrario, continuó incrementando el gasto público (aumentó 100% en dólares en una década), con su consecuente déficit fiscal. La acumulación de deudas le permitió mantener su estructura de poder y colocó los vencimientos pocos días después de su salida del cargo, dejando el campo minado a su sucesor.

Fernando De la Rúa prometió mantener la convertibilidad, pero no supo, no pudo o no quiso hacer el necesario ajuste para equilibrar las cuentas. La pérdida de reservas fue aumentando día a día. Ricardo López Murphy llegó al Ministerio de Economía en marzo de 2001 con la renuncia en el bolsillo, si no lo dejaban avanzar en el ajuste que el país necesitaba, y pocos días después abandonó el cargo, ante las manifestaciones sociales contrarias a esas intenciones. De la Rúa no soportó la presión que el plan de ajuste necesitaba. El retorno de Domingo Cavallo sólo empeoró las cosas. Explicó que el problema no era el déficit, sino la competitividad, y dio señales claras de un gradual abandono de la convertibilidad, lo que aceleró la fuga de capitales y dejó al Banco Central de la República Argentina sin reservas, obligando a los gobiernos siguientes a abandonar la convertibilidad y pesificar. La dolarización pudo ser la alternativa, pero debió aplicársela antes de quedarse sin reservas.

Ya escribí hace unos pocos días acerca de la coyuntura actual, con serios problemas en el frente fiscal, monetario y cambiario. Sintetizando algunas magnitudes clave, el presupuesto 2014 prevé un gasto público total cercano al billón (1.000.000.000.000) de pesos, cuya ejecución promete exceder aún ese valor. La presión tributaria récord de nuestra historia -y una de las más altas del mundo- no alcanza para financiar dicho gasto, diferencia que será financiada con mayor emisión de dinero y el restringido acceso a deuda pública, que se elevó de US$ 144.000 millones en 2001 a US$ 237.500 millones, una vez que sean regularizados los saldos pendientes. En el frente cambiario, la fuga de capitales ya perforó el nivel de reservas del Banco Central de los US$ 33.000 millones, lo que promete seguir presionando el alza de precios.

El problema que enfrenta hoy el gobierno es cómo evitar que continúe esta pérdida de reservas, dado que esto atenta contra el modelo económico. Sugería en aquel artículo un cambio de rumbo o de modelo, pero eso no pasará si atendemos al discurso oficial. Las reformas económicas que se comentan, sea una profundización, ampliación o desdoblamiento del cepo cambiario, o bien medidas concretas contra aquellos que quieran salir del país en el verano que se avecina, son sólo un maquillaje que de ningún modo podrán resolver esta difícil situación.

¿Qué hacer entonces? En primer lugar, reconocer nuestros fallos. La Argentina es incapaz de gestionar su propio dinero, aspecto que queda claro al estudiar nuestra historia o revisando la situación inflacionaria actual. El cepo cambiario además ha fracasado, si atendemos que en un año y medio desde su implementación generó una fuga de capitales de 19.000 millones de dólares, apenas por debajo de los 20.000 millones de dólares que se fugaron entre enero de 2001 y mitad de 2002.

En segundo lugar, actuar en consecuencia, esto es, quitar el cepo cambiario. Preocupa una acelerada fuga de capitales que liquide las reservas, lo que sólo puede ser resuelto con medidas que transmitan credibilidad. En este contexto, no puedo pensar más que en dos alternativas. La dolarización o una nueva convertibilidad. En el primer caso, la medida podría implementarse en cuestión de días y con bajo costo relativo. Un cálculo de la base monetaria ampliada dividido por las reservas declaradas y auditadas por el Banco Central de la República Argentina nos deja con un dólar por cada 15 pesos. En este caso, el Banco Central de la República Argentina debe cerrar sus puertas e invitar a todas las personas a que se acerquen a los bancos a cambiar sus pesos a esta paridad. Los contratos de aquí en más deberán ser denominados en dólares, y se podría liberar al mercado, esto es a la gente, a que elija monedas alternativas como el euro, el yuan, o cualquier otra divisa para realizar sus contratos. Incluso se podría alentar una banca off shore, para atraer nuevos bancos internacionales, reducir el riesgo país y asegurar la atracción de inversiones. Además, los impuestos comenzarán a pagarse en dólares, que sería la moneda de curso legal, y los salarios públicos, incluyendo docentes y jubilados, también comenzarán a pagarse en esa moneda.

En el segundo caso, se podría implementar una nueva convertibilidad a $ 15 por dólar, bajo condiciones similares a la Ley 23.928 pero me temo que se pueda repetir la experiencia de 2001. El costo de salir de la convertibilidad siempre es menor que el de abandonar la dolarización. En cualquier caso, ambas propuestas tendrán una consecuencia lógica e inmediata en la estabilidad monetaria. Una medida u otra obligará al gobierno a buscar fuentes alternativas de financiamiento del gasto que la monetización del déficit fiscal. Quizás la deuda pública sea útil en la transición al equilibrio fiscal, pero habría que implementar un plan económico para alcanzar el equilibrio fiscal en menos de tres años. Un presupuesto base cero debería estar también en la agenda del gobierno, lo mismo que el abandono de los subsidios y un sinceramiento de la economía, en especial en lo que refiere a las tarifas de los servicios públicos y en los precios de bienes y servicios hoy regulados. La viabilidad del plan requiere que estas medidas sean inmediatas, puesto que una continua fuga de capitales y caída de reservas sólo conducirán a consecuencias muy graves en lo económico y especialmente en lo social.

Adrián Ravier es Doctor en Economía Aplicada por la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid, Master en Economía y Administración de Empresas por ESEADE y profesor de Macroeconomía en la Universidad Francisco Marroquín.