La compleja encrucijada de Edward Snowden

Por Alberto Benegas Lynch (h) Publicado el 14/11/19 en:  https://www.lanacion.com.ar/opinion/columnistas/la-compleja-encrucijada-de-edward-snowden-nid2306298

 

Como es sabido, Jefferson ha consignado: «Entre un gobierno sin libertad de expresión y libertad de prensa sin gobierno, prefiero esto último». A esta altura es de conocimiento público que Edward Snowden trabajaba para los servicios de inteligencia estadounidenses, ámbito en el que se percató de que se estaba incurriendo en el grave delito de contradecir preceptos básicos de la Constitución de ese país al espiar sistemáticamente a ciudadanos inocentes y pacíficos.

En su libro Vigilancia permanente declara que, luego de batallar con su conciencia en el Ejército y en las oficinas de inteligencia en el contexto de una muy cómoda y remunerativa posición a la que había escalado en una notable carrera a lo largo de siete años en destinos como Japón, Suiza, Austria y en territorio estadounidense, que se extendió a Hawai como su último puesto, finalmente decidió romper con el sistema «de mentir, ocultar, encubrir y disimular» y denunciarlo: en palabras del autor, «una crasa violación no solo de la Constitución de Estados Unidos, sino también de los valores básicos de cualquier sociedad libre».

Los contratos de confidencialidad son valederos siempre y cuando no impliquen lesionar derechos de terceros. Las primeras líneas de la obra mencionada son: «Me llamo Edward Joseph Snowden. Antes trabajaba para el gobierno, pero ahora trabajo para el pueblo» (escribo «gobierno» con minúscula como fue escrito significativamente en el original en inglés, lo cual mutó por mayúscula en la edición española). Dice el autor: «Recopilé documentos de la IC que demostraban la actividad ilegal del gobierno estadounidense y se los entregué a algunos periodistas». Snowden explica que no solo se trataba de espionajes, sino que también se seguían procedimientos incompatibles con el debido proceso, se torturaba bajo diversas fachadas y se encaraban matanzas secretas con fines inconfesables.

En las últimas décadas se han agravado los procedimientos ilegítimos por parte de las agencias de inteligencia, pero en este mismo medio publiqué hace tiempo una columna donde destacaba que el expresidente Harry Truman, quince años después del establecimiento de la oficina más conocida en estos delicados asuntos, declaró: «Cuando establecí la CIA, nunca pensé que se entrometería en estas actividades de espionaje y operaciones de asesinato».

Ron Paul, el dirigente político estadounidense más liberal en el sentido clásico del término y tres veces candidato a la presidencia, señaló en Fox Business: «Snowden es un héroe», y el juez Andrew Napolitano, en el programa de TV Studio B, también de Fox, afirmó: «Edward Snowden es un héroe que pone al descubierto la trama infame de espionajes que vulneran nuestros valores y los principios de la Constitución», y concluyó: «Los gobernantes que permiten semejantes políticas no merecen el cargo».

La encrucijada en la que se encuentra Snowden es el resultado de la cobardía moral de gobiernos del llamado «mundo libre» a los que solicitó asilo desde su reducto en Hong Kong, requerimiento que fue denegado una y otra vez por temor a represalias de EE.UU. por haber denunciado la intromisión en las comunicaciones telefónicas privadas y en los correos electrónicos también privados sin la expresa orden del juez de la causa. Como última opción pidió asilo a Ecuador, muy paradójicamente al efecto de evitar el riesgo de ser detenido en otras naciones, pero en plena travesía el gobierno estadounidense le canceló el pasaporte, por lo que quedó anclado en Rusia.

En este contexto es de interés destacar que Snowden trabaja dando conferencias y dictando cursos a través de aulas virtuales y preside la Freedom of the Press Foundation; en su última entrevista televisada por Msnbc en el programa The 11 Hour Exclusive -al efecto de dejar sentada su independencia- dijo que el actual gobierno ruso es de raíz autoritaria.

Glenn Beck, en su programa de TV The Blaze, también sostuvo que Edward Snowden «es un héroe» al que hay que proteger contra las acciones criminales de energúmenos enquistados en Washington que traicionan los valores expuestos por los Padres Fundadores y que, por este camino, afirma el conductor, «ciertos megalómanos con rostros demócratas terminarán con las libertades individuales».

En su libro Constitutional Chaos el juez Napolitano concluye que «es gravísimo lo que viene ocurriendo en Estados Unidos, donde el gobierno puede confiscar y encarcelar sin el debido proceso y espiar la correspondencia privada y escuchar conversaciones de inocentes sin intervención del debido proceso». Es por eso que Osama ben Laden había manifestado que el triunfo de su ideología «inexorablemente tendrá lugar merced a la guerra antiterrorista por las restricciones a lo que en Occidente se denomina libertad» (citado por el politólogo Michael Tanner).

Mike Stein entrevistó en KWAM 900 al profesor Mark Thornston sobre el tema que nos ocupa, quien manifestó: «Snowden es un patriota que hizo lo correcto frente a la inmoralidad del espionaje», y «esto es un balde de agua fría para la economía ya que la consiguiente inseguridad hará que muchas empresas, especialmente las tecnológicas, se muden a países más seguros».

Nick Gillespie, de Reason TV, entrevistó vía teleconferencia a Snowden, quien resaltó su espíritu antiautoritario y subrayó que siempre estará «del lado de la libertad», por lo que criticó a quienes consideran que «le deben lealtad al Estado» y aludió a la nula «dimensión moral» de sus circunstanciales contratantes gubernamentales.

La encrucijada que presento en esta nota es sobre un prófugo que difundió para bien de la humanidad más de doscientos documentos reservados que ponen al descubierto las tropelías de un Leviatán desbocado. Estamos advertidos, no vaya a ser que lo escrito en 1952 por Taylor Caldwell como ficción en su The Devil’s Advocate se convierta en realidad respecto a que el gobierno estadounidense mute en un Estado totalitario.

Tal como escribe Glenn Greenwald en su libro Snowden. Sin un lugar donde esconderse, se trata de «los peligros de los secretos gubernamentales y la vulneración de las libertades civiles en nombre de la guerra contra el terrorismo», en cuyo contexto cita al propio Snowden: «Fue entonces cuando comencé a ver realmente lo fácil que es separar el poder de la rendición de cuentas, y que cuanto más altos son los niveles de poder, menor es la supervisión y la obligación de asumir responsabilidades».

Como bien ha declarado Snowden en un célebre reportaje para The New York Magazine: «Mi vida cambió para bien puesto que puedo ahora decir no lo que voy a hacer en el futuro, sino lo que con orgullo hice en el pasado.»

El autor concluye su libro recordando: «En un Estado autoritario, los derechos emanan del Estado y se conceden al pueblo. En un Estado libre, los derechos emanan del pueblo y se conceden al Estado».

 

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. en Ciencias de Dirección. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, fue profesor y primer rector de ESEADE durante 23 años y luego de su renuncia fue distinguido por las nuevas autoridades Profesor Emérito y Doctor Honoris Causa. Es miembro del Comité Científico de Procesos de Mercado, Revista Europea de Economía Política (Madrid). Es Presidente de la Sección Ciencias Económicas de la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires, miembro del Instituto de Metodología de las Ciencias Sociales de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas, miembro del Consejo Consultivo del Institute of Economic Affairs de Londres, Académico Asociado de Cato Institute en Washington DC, miembro del Consejo Académico del Ludwig von Mises Institute en Auburn, miembro del Comité de Honor de la Fundación Bases de Rosario. Es Profesor Honorario de la Universidad del Aconcagua en Mendoza y de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas en Lima, Presidente del Consejo Académico de la Fundación Libertad y Progreso y miembro del Consejo Asesor de la revista Advances in Austrian Economics de New York. Asimismo, es miembro de los Consejos Consultivos de la Fundación Federalismo y Libertad de Tucumán, del Club de la Libertad en Corrientes y de la Fundación Libre de Córdoba. Difunde sus ideas en Twitter: @ABENEGASLYNCH_h

Europa no se hizo rica gracias al Estado de Bienestar

Por Iván Carrino. Publicado el 20/11/16 en: http://www.ivancarrino.com/europa-no-se-hizo-rica-gracias-al-estado-de-bienestar/

 

El viernes pasado estuve debatiendo sobre la coyuntura económica en C5N con, entre otros, el economista y profesor de la Universidad de Buenos Aires, Andrés Asiain. (El debate completo puede verse en este link).

Cuando yo sugerí que los países ricos y desarrollados (como los europeos), no conocen la pobreza como la conocemos nosotros (34% de la población que no puede comprar una Canasta Básica), dije que eso era porque no habían tomado medidas intervencionistas como inflación, control de precios, y porque se habían enriquecido gracias al comercio internacional.

Frente a esto, Asiain respondió:

Europa tenía hasta la Segunda Guerra Mundial a su población en la miseria y el hambre, fue después que se instaló un estado que empezó a hacer políticas públicas de intervención, de seguridad social, de subsidios, de controles de precios, etc., que logró crear el Estado de Bienestar que mejoró la vida de los europeos y que hoy lo están destruyendo

Bien, lo que dice Asiain es básicamente el conocimiento popular en la materia, pero  parte del famoso error de confundir correlación con causalidad. Es decir, se piensa que dado que Europa Occidental es un continente rico, y que hay allí políticas “de Bienestar”, son esas políticas las que lo hacen rico.

El argumento, sin embargo, no es cierto. En realidad, la Segunda Guerra Mundial hundió a Europa Occidental en la miseria por unos años, pero éste ya era un continente rico en comparación con el resto del mundo desde principios de la década del 20. Eso puede verse con claridad en el gráfico de abajo, armado en base a los datos de PBI per cápita recopilados por Angus Maddison.

Gráfico 1. PBI per cápita de Europa Occidental vs. América Latina y la Unión Soviética

 

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Elaboración propia en base a Angus Maddison

 

Los 12 países de Europa Occidental son Austria, Bélgica, Dinamarca, Finlandia, Francia, Alemania, Italia, Holanda, Noruega, Suecia, Suiza e Inglaterra. Estos países ya venían acumulando riqueza gracias a la Revolución industrial y su apertura al comercio internacional, cosa que evidencian los gigantescos puertos de Hamburgo en Alemania y Rotterdam en Holanda.

Como se ve, ya en 1920 eran mucho más ricos que los países de América Latina tomados como promedio y que la Unión Soviética, en datos disponibles comparables para la misma época y medidos en dólares constantes internacionales. Creo que el gráfico es suficiente para mostrar que la frase “Europa tenía hasta la Segunda Guerra Mundial a su población en la miseria y el hambre”  no se corresponde con la realidad. Es más, podríamos decir que Europa era rica hasta la SGM, y se hundió en la miseria gracias a ella. Esta situación la pudo superar después, pero no por el Estado de Bienestar, sino por el crecimiento económico derivado de la situación de estabilidad y paz posterior al conflicto.

El Estado de Bienestar redistribuye la riqueza, pero hay que crearla en primer lugar, y para eso se necesita libre comercio y capitalismo. Además, en cualquier índice de libertad económica los países europeos superan a nuestro país, por lo que podemos decir tranquilamente que, a pesar de su Estado de Bienestar, tienen mucha más confianza en el liberalismo que la política económica argentina.

¿Te preguntarás qué pasaba con Argentina en esos años?

Gráfico 2. PBI per cápita de Europa Occidental vs. América Latina,  la Unión Soviética y Argentina

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Elaboración propia en base a Angus Maddison

Sí, éramos casi tan ricos como Europa antes de la Segunda Guerra. Una vez que estalló el conflicto, ellos se empobrecieron y nosotros, al mantenernos neutrales, la sacamos barata. Pero ya el populismo estaba latente en el país y luego el camino fue siempre divergente.

 

Iván Carrino es Licenciado en Administración por la Universidad de Buenos Aires y Máster en Economía de la Escuela Austriaca por la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid. Es editor de El Diario del Lunes, el informe económico de Inversor Global. Además, es profesor asistente de Comercio Internacional en el Instituto Universitario ESEADE y de Economía en la Universidad de Belgrano.

El referéndum británico: una decisión con múltiples consecuencias

Por Emilio Cárdenas. Publicado el 22/6/16 en: http://www.lanacion.com.ar/1911639-el-referendum-britanico-una-decision-con-multiples-consecuencias

 

Los ciudadanos británicos irán hoy a las urnas para participar en un esperado referendo cuyo resultado final puede afectar a muchos, aún más allá de Gran Bretaña. Lo hacen para decidir si su país permanece entre los 28 Estados que componen la Unión Europea o si, en cambio, se aleja de ella. Como veremos enseguida, en el resultado del mencionado referendo hay mucho en juego.

A lo largo de los últimos meses, las encuestas de opinión (que, recordemos, se equivocaron feo cuando en su momento trataron de predecir los resultados de las elecciones nacionales británicas del 2015) han sugerido que quienes prefieren no innovar, esto es permanecer en la Unión Europea, finalmente se impondrán.

Esa era ciertamente la expectativa prevaleciente hasta no hace mucho. Pero en las últimas semanas quienes prefieren abandonar a la Unión Europea achicaron las distancias hasta invertir la tendencia. Ello no obstante, el reciente asesinato de Jo Cox -una joven y brillante parlamentaria socialista, que bregaba insistentemente por la continuidad de su país en la Unión Europea- parece haber alterado nuevamente las expectativas -en favor, esta vez, de permanecer en la Unión Europea- al desnudar los perfiles nacionalistas -y hasta xenofóbicos- que alimentan a muchos de quienes prefieren dejar atrás la integración con Europa.

En una surte de curiosa contrapartida, los respetados apostadores británicos sugieren, pese a todo, que los votantes de su país finalmente elegirán permanecer en la Unión Europea, posibilidad a la que, hasta no hace mucho, asignaban una chance bien importante: de nada menos que el 72%.

Lo cierto es que hoy el descontento que existe en Europa respecto de Bruselas va mucho más allá de la propia Gran Bretaña. Es grande. Del idealismo original, muchos han pasado a la desilusión. En Francia, por ejemplo, los euro-escépticos conforman el 61% de las respuestas. Mientras que en la propia Gran Bretaña ellos constituyen tan sólo el 48% de los encuestados.

Cuando se trata de opinar concretamente sobre el tema que hoy luce como el más preocupante y urgente, esto es sobre la manera de controlar la inmensa ola de refugiados que llega a la Vieja Europa desde Medio Oriente y África, el nivel de escepticismo de los europeos aumenta considerablemente. En Grecia, por ejemplo, la desaprobación de la política común sobre esa cuestión en particular es realmente enorme: del 94%. Casi total, entonces. En la moderada Suecia, ella es también muy grande, del 88%. En Gran Bretaña y Francia es del 70% y en la propia Alemania, del 67%.

En materia estrictamente económica, la desaprobación a la política común europea es también bastante clara. En Grecia es del 92%; en Italia, del 68%; en Francia, del 66%; en España, del 65%; y en Gran Bretaña (que no pertenece a la «zona del euro»), del 55%. Existe, queda visto, una suerte de decepción generalizada.

Cabe apuntar, además, que los jóvenes entre los 18 y los 34 años (que tradicionalmente son los que menos concurren a votar) prefieren ampliamente permanecer en la Unión Europea (con un 57% de ellos ubicados abiertamente en esa línea conformista), mientras que, en cambio, los mayores de 50 años se vuelcan mayoritariamente hacia la salida.

Ocurre que la profunda crisis económica de 2007-2008 aún no ha quedado atrás para buena parte de una Europa que ahora ha quedado incómodamente dividida entre países deudores y países acreedores. Por su parte, Gran Bretaña (que siempre ha estado fuera del «euro») se recuperó de esa dura contingencia bastante más rápido que los países del continente. Tan es así, que su tasa de desempleo es hoy de apenas el 5,1%.

Los problemas de la zona del «euro», así como el desordenado manejo de la crisis económica de Grecia (que hoy debe más dinero que al estallar su crisis), sumados a la poco eficaz conducción de la cuestión inmigratoria, han minado dramáticamente la confianza que alguna vez depositaran los europeos en sus propios organismos regionales. Por eso muchos en los Estados Miembros hoy quieren menos y no más Europa.

El tema migratorio es realmente excluyente y hoy es el que preocupa, más que ningún otro. La libertad de circulación de las personas, recordemos, está en el corazón mismo de la estructura de la Unión Europea. Es uno de sus principales cimientos. Esa libertad -que lleva ya dos décadas de vigencia ininterrumpida, desde la suscripción de los acuerdos de Schengen- motivó sin embargo que unas 333.000 personas decidieran mudarse permanentemente a Gran Bretaña el año pasado solamente. Más la mitad de ellas, cabe aclarar, son europeos.

Frente a todo esto han crecido las voces disonantes de la extrema derecha. Y el populismo. En Polonia, Austria y Hungría, con toda claridad. Pero también en Francia y Alemania. A lo que se suman las voces del Partido Independiente, en Gran Bretaña. Para ellas, en esencia, el camino a seguir es ahora el de la «des-integración». El de la «recuperación» de la soberanía que fuera en el pasado delegada a la Unión Europea, dicen. No están más satisfechos con una Europa unida y solidaria que actúa de manera conjunta. Con todo lo que ello significa respecto de los antagonismos, excesos y rivalidades que llevaron reiteradamente al Viejo Continente a la guerra.

Cabe advertir que, aún si los británicos decidieran permanecer en la Unión Europea, el rumbo común continuará previsiblemente instalado en una nube de alta fragilidad hasta que Alemania y Francia dejen atrás sus respectivas elecciones nacionales, previstas para el año que viene.

Si hoy Gran Bretaña -que sabe bien lo que es vivir en la diversidad, desde que cuatro de cada diez residentes en Londres han nacido en el exterior- decidiera no innovar, probablemente saldría fortalecida en su futuro rol europeo.

En cambio, una decisión en favor de salir de la Unión Europea tendría consecuencias graves e imprevisibles. Actuando de pronto a la manera de un eventual terremoto.

En el plano de la política, el actual primer ministro conservador, David Cameron, que conduce a los conservadores desde el 2005 y apuesta a quedarse en Europa, seguramente caería para ser remplazado por su correligionario y rival en este tema, Boris Johnson.

En materia económica, la libra (que ya se ha debilitado ostensiblemente) perdería probablemente buena parte de su fortaleza. Entre otras razones, porque el mercado europeo (de unos 500 millones de personas) ya no estaría disponible para las empresas británicas, razón por la cual los inversores que apunten al atractivo mercado europeo deberían preferir establecerse en países distintos a Gran Bretaña, para así tener y gozar de un acceso directo al mismo.

A todo lo que cabe agregar que en la propia Gran Bretaña habría también algunas inevitables fricciones entre las distintas naciones que la componen. El Partido Nacional Escocés -que, desde una visión separatista, perdiera el referendo del 2014- renovaría quizás sus pretensiones separatistas. Y la frontera que divide a Irlanda del Norte de Irlanda del Sur se cerraría, invalidando uno de los pilares de los acuerdos de paz de 1998 y generando los problemas consiguientes. Hasta la minoría autonomista galesa podría, de pronto, resurgir si los 54 millones de ingleses -que conforman nada menos que el 84% de la población británica total y que son quienes contienen la mayor parte de las intenciones de voto en dirección hacia abandonar la Unión Europea- la obligaran a tener que dejar atrás su actual pertenencia a la Unión Europea.

Ocurre que precisamente entre los ingleses están quienes conforman la mayor parte de los nostálgicos de glorias pasadas y los nacionalistas que sienten que su identidad está en peligro. En cambio, entre los escoceses e irlandeses del norte prevalece la intención de permanecer en el seno de la Unión Europea. Por eso la campaña de quienes apuntan a quebrar el vínculo actual que los une con el resto de Europa parecería ser más una cuestión que tiene que ver con una defensa emotiva de la propia identidad, que una discusión serena sobre el costo real de la pertenencia a la integración europea, incluyendo las consecuencias de una eventual salida de ella.

Los múltiples acuerdos que serían necesarios para concretar la eventual desvinculación británica de la Unión Europea tardarían unos cinco años en negociarse y materializarse, con el daño consiguiente provocado por una larga etapa, llena de imprevisibilidad. Y en la mesa de negociaciones Gran Bretaña difícilmente encontrará la buena voluntad de aquellos de quienes pudo haber decidido separarse.

Finalmente, en materia de política exterior, la tradicional alianza diplomática británica con los EEUU, bastante desdibujada a lo largo de la última década, previsiblemente se debilitaría aún más. Quizás, significativamente. Y, presumiblemente, Berlín remplazaría en muchos temas a Londres como interlocutor preferido del país más influyente del mundo. Lo que generaría las suspicacias del caso en el resto de la Unión Europea.

Gran Bretaña quedaría entonces relativamente de costado en algunos de los temas y cuestiones más importantes -y hasta centrales- de la cargada agenda internacional, incluyendo aquellos que tienen que ver con la paz y seguridad, que no son precisamente neutros cuando de nuestra relación bilateral con los británicos se trata. Esto incluye la posibilidad de acelerar la tendencia hacia la pérdida de influencia sufrida por Gran Bretaña a lo largo de las dos últimas décadas.

Esta misma noche, seguramente, sabremos cual es el rumbo que el resultado del referendo en curso impondrá a Gran Bretaña. Y a otros. Del mismo dependerá ciertamente la marcha de la cuestionada integración europea. Si Gran Bretaña decide dejarla atrás, no es imposible que, por influjo de una Francia que entonces sería bastante más influyente que hoy, pueda volverse más proteccionista, particularmente en materia agropecuaria, lo que para nosotros no sería una buena noticia.

 

Emilio Cárdenas es Abogado. Realizó sus estudios de postgrado en la Facultad de Derecho de la Universidad de Michigan y en las Universidades de Princeton y de California.  Es profesor del Master de Economía y Ciencias Políticas y Vice Presidente de ESEADE.

SE ACENTÚA EL PELIGRO NACIONALISTA

Por Alberto Benegas Lynch (h)

 

El caso de Austria vuelve a poner sobre el tapete el tremendo avance nacionalista, es decir, la xenofobia, la cultura alambrada, la obtusa y retrógrada desconfianza en el comercio internacional libre, el ataque a los inmigrantes y, en definitiva, la vuelta a los instintos más oscuros del hombre primitivo.

 

En este caso pongo de relieve el peligro del candidato presidencial austríaco Norbert G. Hofer que acaba de perder en la segunda vuelta por escasísimo margen (49.7 % frente a 50.3% de los sufragios del ganador en la contienda electoral). La primera vuelta en abril del corriente año la ganó Hofer por el mayor caudal de votos de un presidente desde 1945, momento en que fue efusivamente felicitado por los otros candidatos nacionalistas de Europa: Matteo Salvini de la Liga del Norte de Italia, Marine Le Pen del Frente Nacional francés, Frauke Pety de Alternativa para Alemania y Greet Wilders del Partido Holandés para la Libertad.

 

En este panorama siniestro de los cuasi-nazis europeos no hay que dejar de lado al candidato Donald Trump con el discurso por todos conocido del otro lado del Atlántico, para no mencionar a megalómanos como el venezolano del chavismo y sus imitadores (entre muchos otros autores, J.F. Revel nos muestra en detalle en La gran mascarada el íntimo parentesco y la comunión de ideales entre el nacionalismo y el comunismo).

 

Es en verdad muy triste que nada menos que en Austria sucedan estas cosas, la tierra del cosmpolitismo antes del advenimiento del asesino serial: Hitler.  Stefan Zweig nos cuenta es su magnífica autobiografía –El mundo de ayer- de los célebres cafés vieneses visitados permanentemente por contertulios de todas partes del mundo, donde se exhibían los periódicos más destacados de todos los puntos del planeta. Nos detalla las enormes ventajas del cosmopolitismo que permitieron a los austríacos gozar de progresos culturales notables en la literatura, la música, la economía, el derecho y el psicoanálisis. Nos muestra el clima en los colegios y en la universidad de Viena por el empeño por estudiar todo lo que se pudiera sin ni siquiera percatarse cual era el lugar de origen de tal o cual contribución que tomaban como patrimonio de la humanidad. Nos relata el valor de establecer marcos institucionales civilizados y de respeto recíproco en el contexto de la propiedad privada y la santidad de los contratos, así como también la importancia de contar con una moneda estable y segura.

 

El nacionalismo toma las fronteras como diques infranqueables en lugar de percibir que solo tienen sentido para evitar los enormes peligros de concentración de poder que significaría un gobierno universal. El fraccionamiento en estados y éstos en provincias que a su vez se subdividen en municipios fueron originalmente establecidos para minimizar el abuso de poder político y no para crear tensiones y actitudes confrontativas cuando no abiertamente bélicas entre si. En una sociedad abierta, el uso de la fuerza solo está permitida como recurso defensivo pero nunca ofensivo contra los propios ciudadanos o contra los que han nacido en otros lugares. Como es sabido, las fronteras nada tienen de natural, son fruto de trifulcas bélicas y de la geología.

 

La cultura y el progreso están ubicados en un proceso evolutivo de entregas y recibos recíprocos. En este sentido, los libros, las músicas, las arquitecturas y los estilos, el descubrimiento del derecho, los procesos económicos, la gastronomía, la medicina, la religión, los métodos agrícolas y tantas otra manifestaciones culturales no tienen patria, son fruto de los referidos procesos de donativos y de recepciones que no se extinguen en el tiempo. Solo debe bloquearse la lesión a derechos de terceros.

 

Mario Vargas Llosa nos dice en “Elefante y la cultura” que “considerar lo propio como un valor absoluto e incuestionable y lo extranjero un desvalor, es algo que amenaza, socava, empobrece o degenera la personalidad espiritual de un país. Aunque semejante tesis difícilmente resiste el más somero análisis y es fácil mostrar lo prejuiciado e ingenuo de sus argumentos, y la irrealidad de sus pretensión -la autarquía cultural-, la historia nos muestra que se arraiga con facilidad”.

 

Los nacionalistas apuntan principal aunque no exclusivamente a dos planos de análisis: a interferir con el movimiento de bienes y servicios con otros territorios y a intervenir en los movimientos migratorios, en cualquier caso recurriendo a léxicos horrendos como “el ser nacional” y otras sandeces equivalentes y con lenguaje siempre patriotero e incendiario. Veamos entonces aquellos dos aspectos cruciales por lo menos sumariamente en sus aspectos fundamentales.

 

En lo referente al primer punto, resulta clave comprender algo elemental y es que es mejor comprar barato y de alta calidad que comprar caro y de mala calidad. Esto que parece tan simple es negado por aranceles aduaneros, tarifas y manipulaciones del tipo de cambio en prácticamente todas partes.

 

Todo arancel inexorablemente significa mayor inversión por unidad de producto, a saber, obliga a destinar una suma mayor de dinero por cada producto ingresado al país en cuestión. Y, a su vez, dicha mayor inversión por unidad de producto naturalmente  hace que hayan menos productos, lo cual se traduce en un nivel de vida más bajo. Ergo, todo arancel siempre y bajo toda circunstancia empobrece.

 

Ahora bien, especialmente desde el decimonónico Friedrich List se ha difundido la peregrina teoría de “la industria incipiente” que reza más o menos así: estamos de acuerdo con el librecambio pero es necesario darle tiempo a las industrias recién instaladas (industrias incipientes) para que puedan ponerse a tono con la tecnología desarrollada por empresas extranjeras con mayor experiencia y tiempo en el mercado, de lo contrario, se sigue diciendo, sería injusto para la “industria nacional”.

 

Este pretendido argumento es falaz por donde se lo mire. Es correcto que la gran mayoría de las empresas no muestran ganancias en los primeros períodos, pero si la evaluación de proyectos está bien realizada, se supone que el retorno sobre la inversión más que compensará los quebrantos iniciales.

 

En el caso de la “industria incipiente” son los propios empresarios los que deben cubrir los primeros períodos de pérdidas y no pretender endosarle la carga sobre las espaldas de los consumidores. Si los empresarios del caso no tuvieran los suficientes fondos para encarar la situación de su negocio, pues venden la idea en el mercado local o internacional para obtener los recursos faltantes.

 

Si nadie en el mercado local o internacional se interesa por comprar el proyecto, es solo por uno de dos motivos. O se trata de un “cuento chino”, que es lo que muchos veces sucede cuando se eterniza la condición de industria incipiente, o si bien es un proyecto rentable se estima que hay otros que son prioritarios y como los recursos son limitados no puede encararse todo al mismo tiempo por lo que el proyecto debe esperar.

 

Respecto a las fuentes de trabajo debe enfatizarse que la mayor productividad libera recursos humanos y materiales para encarar otras faenas que al momento no se podían hacer debido a que los recursos en cuestión estaban esterilizados en las tareas anteriores. Como he dicho muchas veces, este fue el destino del hombre de la barra de hielo antes del refrigerador o del fogonero antes de la aparición del los motores Diesel. Si se forzara a retrotraerse a las condiciones anteriores eliminando la consiguiente productividad, los salarios en términos reales se reducirán.

 

Hay otras muchas falacias tejidas en torno al comercio exterior (que en su esencia no se diferencian del comercio interior) pero que en una nota periodística no cabe su análisis.

 

En cuanto al segundo punto de los movimientos migratorios, es pertinente subrayar que en una sociedad libre la expresión “inmigración ilegal” es del todo impertinente. Todos deberían tener la posibilidad de ubicarse donde lo estimen conveniente sin pedir permiso de ninguna naturaleza.

 

Solo los delincuentes deben ser bloqueados, pero eso no diferencia los nativos de los extranjeros. Todos los que no nos hemos mantenido en el continente africano somos inmigrantes dado que el origen del hombre es ese continente.

 

Por supuesto que, igual que en el librecambio de bienes, puede circunstancialmente disminuirse algún salario debido a la competencia, pero el mejor aprovechamiento del capital y la mayor productividad elevan las tasas de capitalización conjuntas lo que empuja todos los salarios e ingresos al alza. Lo que resulta indispensable para evitar la tragedia del desempleo es dejar de lado la peregrina idea de que los salarios pueden decidirse por decreto en lugar de comprender que se establecen según sea la inversión per capita fruto del ahorro interno y externo.

 

Se ha dicho que los inmigrantes significan un costo adicional al fisco (es decir, al contribuyente) debido a que recurren a servicios del llamado “estado benefactor”. En realidad este es un problema del “estado benefactor” y no un problema que presenta la inmigración. De todos modos, para que esto no sirva de pantalla al efecto de eliminar o limitar la inmigración, debe subrayarse que a los inmigrantes les debería estar vedado el uso de ese tipo de servicios pero, naturalmente, tampoco deberían estar obligados a aportar para mantenerlos con lo que serían personas libres tal como a muchos ciudadanos les gustaría ser y no verse compelidos a financiar servicios caros, deficitarios y de mala calidad.

 

En sus estudios Julian Simon alude a las motivaciones de los inmigrantes para dejar sus tierras y a los consiguientes comportamientos en sus nuevos destinos. En ese sentido, ha presentado trabajos sumamente medulosos sobre la inmigración, por ejemplo, su libro The Economic Consequences of Immigration y su ensayo “Are there Grounds for Limiting Immigration?” donde señala: a) los inmigrantes están más dispuestos a trabajar en tareas que los nativos no aceptan b) son más flexibles en el traslado a distintos lugares c) tienen menos hijos debido a la inseguridad y a las situaciones apremiantes por las que han debido pasar en sus países de origen d) muestran mayor propensión al ahorro d) revelan buen desempeño no solo en sus trabajos sino en sus estudios e) debido a sus edades muestran estados de salud sumamente satisfactorios y f) ponen de manifiesto su capacidad para encarar nuevos emprendimientos.

 

Estos dos capítulos revelan los dardos venenosos de los nacionalismos, es de esperar que con los suficientes esfuerzos educativos puedan prevalecer los valores y principios de una sociedad abierta para bien de todos, muy especialmente para los más necesitados.

 

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. en Ciencias de Dirección. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, fue profesor y primer rector de ESEADE durante 23 años y luego de su renuncia fue distinguido por las nuevas autoridades Profesor Emérito y Doctor Honoris Causa.

Mises analiza la economía austriaca en los años 1920, igual a la Argentina en 2014

Por Martín Krause. Publicado el 14/7/14 en: http://bazar.ufm.edu/mises-analiza-la-economia-austriaca-en-los-anos-1920-igual-a-la-argentina-en-2014/

 

Cuando los Nazis invadieron Austria secuestraron y se llevaron toda la biblioteca y los papeles de Ludwig von Mises. Luego los rusos llegaron a Berlín, y se llevaron esos papeles a Moscú, donde se mantuvieron en secreto hasta que la caída del socialismo permitió encontrarlos y recuperarlos. Como resultado de esto, Richard Ebeling editó esos trabajos en tres volúmenes publicados por Liberty Fund. El primero de ellos se llama “Monetary and Economic Policy Problems Before, During and After the Great War”. Allí Ebeling hace un comentario introductorio donde comenta el análisis de Mises sobre la situación austriaca a principios de los años 1920.

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Cualquier similitud con la situación argentina en 2014 no parece ser coincidencia. Pasó casi un siglo y parece que no hemos aprendido nada. Dice Ebeling sobre Mises:

“Los artículos de Mises “Devaluación Monetaria y el Presupuesto Nacional” y “Por la reintroducción de prácticas normales de mercado de capitales en las transacciones de moneda extranjera” explicó que el tipo de cambio es un precio creado en el mercado que simplemente no puede ser fijado y manipulado por el estado. El valor de una moneda en términos de otra reflejaba en definitiva su poder de compra. Guiada por la “ley de un solo precio”, la tendencia del mercado era a establecer un tipo de cambio en cuyo punto el atractivo de comprar un cierto bien en cualquiera de los dos países fuera el mismo. Al establecer el tipo de cambio a un nivel diferente que el de mercado significa solamente que fue establecido a una tasa muy barata o muy cara. En vista de la escasez de divisas como resultado del control de cambios el gobierno ordenó que todos los ingresos de divisas debían entregarse a la Autoridad Austriaca de Control de Cambios a una tasa fija, y ahora la burocracia gubernamental determinaría su racionamiento tanto a importadores como exportadores.

Prohibiendo transacciones normales de divisas simplemente trasladó las transacciones al mercado negro y evitó el funcionamiento de aquellos arreglos institucionales a través de los cuales los individuos se protegen de las fluctuaciones inciertas del tipo de cambio utilizando el mercado legal de futuros. En cambio, el entorno inflacionario con pocos caminos legales para obtener “cobertura” contra los efectos de una moneda que se deprecia, significó que más y más gente comenzaba a usar monedas extranjeras en las transacciones dentro de Austria. Los controles de cambios deben ser eliminados y la impresión de dinero debe terminar si se quiere evitar un desastre monetario.

La causa fundamental de los problemas de Austria estaba en la fuerza de la idea socialista, con todas sus consecuencias negativas. Este fue el tema de dos artículos de Mises, “El problema austriaco” y “El programa de la Socialdemocracia Agraria”. Los socialistas estaban determinados a controlar y gastar hasta la destrucción total del país. Bajo esta administración, los impuestos y la inflación consumieron la riqueza acumulada en el pasado y limitaron la acumulación de capital en el presente. Demagógicamente prometieron riqueza mientras causaban pérdidas nacionalizando y regulando industrias que terminaron sufriendo pérdidas que se pagaban finalmente con más inflación. Su agenda agrícola iba a hacer el mismo daño a la economía rural como lo hacía a la industria y las manufacturas en las ciudades.

¿Qué debería hacerse? En Febrero de 1921, Mises presentó el borrador de un plan para responder a la pregunta ¿Cómo puede salvarse a Austria?” La primera medida era frenar la impresión de dinero. Pero esto solo podía hacerse si se eliminaban los costosos subsidios a los alimentos y se reprivatizaban las industrias para terminar con los enormes gastos destinados a cubrir sus déficits, para que el presupuesto nacional volviera a estar balanceado. Los controles de cambios debían eliminarse con un mercado libre de cambios, para todo tipo de transacciones. Al mismo tiempo, el valor de la corona austriaca tendría que estabilizarse una vez que el Banco Central terminara de emitir dinero y se frenara la depreciación de la moneda. Todas las regulaciones locales y los controles que interfieren en el comercio entre las distintas provincias de Austria tenían que levantarse, y el libre comercio debería ser reintroducido en todas sus formas. Este era el camino para una próspera y revitalizada Austria.”

 

Martín Krause es Dr. en Administración, fué Rector y docente de ESEADE y dirigió el Centro de Investigaciones de Instituciones y Mercados (Ciima-Eseade).