Pensamientos en torno a la conciencia moral

Por Alberto Benegas Lynch (h) Publicado el 25/3/2en: https://www.infobae.com/opinion/2023/03/25/pensamientos-en-torno-a-la-conciencia-moral/

Si los humanos fuéramos solo un conjunto de moléculas estaríamos determinados por los respectivos nexos causales inherentes a la materia por lo que no habría posibilidad de ideas autogeneradas, de revisar nuestras propias conclusiones, no tendría sentido la responsabilidad individual, ni la moral ni la misma libertad puesto que no habría tal cosa como libre albedrío

Sigmund Freud (1856 - 1939)

Sigmund Freud (1856 – 1939)

La conciencia tiene dos interpretaciones, la primera alude al reconocimiento de algo, a percatarse, a darnos cuenta de tal o cual cosa, mientras que la segunda remite a lo moral que en la parla común apunta a lo que se conoce habitualmente como “la voz de la conciencia” que escarba y explora lo que está bien y lo que está mal que ha sido tratado desde Aristóteles en cuanto al sentido de lo moral y lo inmoral o amoral y desde los estoicos se estudia la moral como una consecuencia de lo racional que luego fue precisado por autores como Adam Smith en La teoría de los sentimientos morales.

La moral es normativa, no describe sino que prescribe, no trata de lo que fue o lo que es sino de lo que debe ser. Una sociedad libre se basa en el respeto recíproco, en el reconocimiento de derechos como propiedades innatas del ser humano, generalmente denominados derechos naturales. En este contexto la moral puede verse en dos planos. El primero se refiere a las relaciones interpersonales que se circunscriben a la consideración por el derecho de cada cual y en un plano intrapersonal que es facultad de cada uno actualizar las potencialidades en busca del bien.

En este sentido, resulta pertinente precisar que a cada derecho corresponde la obligación de respetar la vida, la libertad y la propiedad lo cual no se condice con la imposición de pseudoderechos que implican arrebatar el fruto del trabajo ajeno.

Resulta de gran trascendencia percatarse que los seres humanos los caracteriza los estados de conciencia, la mente o la psique que no son materiales, es decir, la condición humana significa que no somos solo kilos de protoplasma, como queda dicho tenemos vida espiritual que se integra pero se diferencia de la materia. Si fuéramos solo carne y hueso, si fuéramos solo un conjunto de moléculas estaríamos determinados por los respectivos nexos causales inherentes a la materia por lo que no habría posibilidad de ideas autogeneradas, de revisar nuestras propias conclusiones, en rigor no habría posibilidad de proposiciones verdaderas y falsas, no tendría sentido la responsabilidad individual, ni la moral ni la misma libertad puesto que no habría tal cosa como libre albedrío. Seríamos loros, loros complejos pero loros al fin.

Antes he escrito sobre las más destacadas referencias bibliográficas en la materia pero en esta oportunidad hago un resumen muy telegráfico del asunto. Howard Robinson escribe que un profesional experto en anatomía puede describir al detalle la composición física de una persona pero no puede acceder a información solo reservada al sujeto como son sus sentimientos y pensamientos. John Eccles dice que “uno no se involucra con un argumento racional con un ser que sostiene que todas sus respuestas son actos reflejos”. Nathaniel Branden sostiene que “Una mente que no es libre de verificar y validar sus conclusiones, una mente cuyo juicio no es libre, no tiene modo de distinguir lo lógico de lo ilógico.” Roger W. Sperry apunta que “El fenómeno de la conciencia está concebido para interactuar y en gran medida gobernar los aspectos histoquímicos y fisiológicos del proceso cerebral.” Karl Popper insiste en que “Quien diga que todas las cosas ocurren por necesidad no puede criticar al que diga que no todas las cosas ocurren por necesidad ya que ha de admitir que la afirmación también ocurre por necesidad” y Max Planck, Antony Flew y John Hospers muestran las diferencias entre causas y motivos.

Entonces la conciencia moral es inseparable de la condición humana. El materialismo filosófico o determinismo físico opera a contracorriente de esta aseveración, una posición lamentablemente muy extendida en diversos campos del conocimiento, por ejemplo en la psicología que si bien se define como el estudio de la psique hay profesionales que la niegan. También hay penalistas imbuidos del determinismo que en consecuencia argumentan a favor de no castigar a los delincuentes porque no son responsables de lo que hacen. Hay economistas nada menos en línea con la teoría de la decisión que niegan el libre albedrío. Incluso hay autores que en otros campos han realizado contribuciones de peso pero rechazan el referido cimiento de la libertad como Steven Pinker.

También he escrito antes sobre Sigmund Freud pero al abordar la conciencia moral se hace necesario nuevamente aunque más no sea presentar un resumen telegráfico de este autor tan relevante para nuestro breve estudio. Sin duda, igual que lo que sucede con prácticamente todos los autores de renombre, Freud ha realizado aportes que han sido útiles para variados fines, por ejemplo, su preocupación para que personas que reprimen en el subconsciente hechos e imágenes que estiman inconvenientes puedan asumir los problemas y ponerlos en el nivel del conciente. También fue quien inició el método de asociación de ideas recurriendo al per analogiam incluso para la interpretación de sueños apartándose de una estricta exégesis e internándose en una suerte de hermenéutica onírica y de los sucesos de la vida en general.

Pero estos dos ejemplos resultan controvertidos puesto que hay quienes sostienen que muchas veces la llamada “represión” constituye un mecanismo de defensa para evitar daños mayores y que solo es constructivo que afloren los problemas si efectivamente pueden resolverse y no simplemente por el mero hecho de sacarlos a luz. A su vez, hay quienes sostienen que la interpretación analógica de diversos sucesos conduce a conclusiones tortuosas y equivocadas cuando, en verdad, una interpretación directa (o, si se quiere, literal) conduce a un mejor entendimiento de lo que se analiza.

Resulta muy difícil juzgar in toto a un escritor y cuanto mayor es la cantidad de sus obras, naturalmente mayor es la dificultad. Para emitir una opinión sobre un autor generalmente se alude a lo que se estima es el eje central de su contribución. De todos modos, no siempre es fácil la tarea puesto que en algunos casos se entremezclan en los aportes aspectos considerados positivos y negativos.

En el caso de Sigmund Freud nos parece muy apropiado e ineludible citar algunos de sus pensamientos para arribar a conclusiones rigurosas respecto a la conciencia moral. Por ejemplo, en Problemas de la civilización sostiene que, en el ser humano, debe “descartarse el principio de una facultad originaria y, por así decirlo, natural, apta para distinguir el bien del mal”, mas aún, en Tótem y tabú escribe que “las prohibiciones dictaminadas por las costumbres y la moral a las que nosotros obedecemos, tienen en sus rasgos esenciales cierta afinidad con el tabú primitivo” y, en el mismo libro, afirma que la negación de las relaciones incestuosas constituye “la mutilación más sangrienta, quizás, que se ha impuesto en todos los tiempos a la vida erótica del ser humano”.

Esto va para la moral y las costumbres pero también la emprende contra el sentido mismo de libertad a que nos venimos refiriendo, por ejemplo, en su Introducción al psicoanálisis donde se refiere a “la ilusión de tal cosa como la libertad psíquica […] eso es anticientífico y debe rendirse a la demanda del determinismo cuyo gobierno se extiende sobre la vida mental”. Al decir de C.S. Lewis, esta perspectiva, que convertiría al ser humano en meras máquinas, significaría “la abolición del hombre”, una posición -la de Freud- que adhiere al materialismo filosófico o determinismo que aquí comentamos.

En el epílogo al tercer tomo de su Derecho, legislación y libertad Friedrich Hayek escribe: “Creo que la humanidad mirará nuestra era como una de supersticiones básicamente conectadas con los nombres de Karl Marx y Sigmund Freud. Creo que la gente descubrirá que las ideas más difundidas del siglo XX -aquellas de la economía planificada basada en la redistribución, manejada por arreglos deliberados en lugar del mercado y el dejar de lado las represiones y la moral convencional y seguir una educación permisiva- estaban basadas en supersticiones en el más estricto sentido de la palabra”.

Hans Eyseneck señala en Decadencia y caída del imperio freudiano que “lo que hay de cierto en Freud no es nuevo y lo que es nuevo no es cierto”. Thomas Szasz y Richard LaPierre llegan a la misma conclusión en La ética del psicoanálisis y La ética freudiana respectivamente. Ronald Dabiez en su voluminoso tratado El método psicoanalítico y la doctrina freudiana señala que las ideas que Freud no comparte las considera “neurosis”, lo cual abre las puertas a peligrosas persecuciones bajo el manto del “tratamiento”. Por ejemplo, Dabiez explica que “la actitud de Freud frente a las creencias religiosas ha evolucionado en el sentido de una hostilidad cada vez más acentuada, al menos por la frecuencia de sus manifestaciones, puesto que, para Freud, la equiparación fundamental de la religión a la neurosis obsesiva se encuentra desde 1907″.

Entre las 673 páginas de una de las obras de Richard Webster titulada Why Freud Was Wrong, leemos que “Freud estaba convencido que la mente podía y debía describirse como si fuera parte de un aparato físico […] Freud no realizó ningún descubrimiento intelectual de sustancia […], sus hábitos de pensamiento y su actitud frente a la investigación científica están lejos de cualquier método responsable de estudio”. De este libro escribe James Liberman en el Journal of the History of Medicine que “hasta donde yo sé, es el mejor tratamiento del tema tanto en contenido como en estilo.”

Por otra parte, Lecomte du Noüy destaca en Human Destiny que “de arriba abajo en toda la escala, todos los animales, sin excepción, son esclavos de sus funciones fisiológicas y de sus hormonas y secreciones endoctrinales” pero, con el hombre, “aparece una nueva discontinuidad en la naturaleza, tan profunda como la que existe entre la materia inerte y la vida organizada. Significa el nacimiento de la conciencia y de la libertad […] La libertad no solo es un privilegio, es una prueba. Ninguna institución humana tiene el derecho de privar al hombre de ella”. De cada uno de nosotros depende el resultado de esa prueba y no de pseudodeterminismos del profesor vienés de marras que estarían fuera del ámbito humano.

Lo dicho no es para nada una refutación al psicoanálisis en general ni tampoco pretende negar valiosas ayudas de la psicología al efecto de entender los eventuales problemas de algunas personas y la psiquiatría que apunta a resolver las distorsiones en los neurotransmisores y desajustes químicos en general para lo que Freud en gran medida fue un pionero, de lo cual, como queda dicho, no se desprende que sus conclusiones en buena parte de la materia abordada sean pertinentes ni estén exentas de contradicciones y derivaciones inconvenientes como las señaladas en el presente análisis.

Por todo lo consignado debe subrayarse que la conciencia moral inexorablemente implica la psique como parte sustancial del ser humano de lo cual se deriva el libre albedrío, lo contrario convertiría la libertad en mera ficción.

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. en Ciencias de Dirección. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, fue profesor y primer rector de ESEADE durante 23 años y luego de su renuncia fue distinguido por las nuevas autoridades Profesor Emérito y Doctor Honoris Causa. Es miembro del Comité Científico de Procesos de Mercado, Revista Europea de Economía Política (Madrid). Es Presidente de la Sección Ciencias Económicas de la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires, miembro del Instituto de Metodología de las Ciencias Sociales de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas, miembro del Consejo Consultivo del Institute of Economic Affairs de Londres, Académico Asociado de Cato Institute en Washington DC, miembro del Consejo Académico del Ludwig von Mises Institute en Auburn, miembro del Comité de Honor de la Fundación Bases de Rosario. Es Profesor Honorario de la Universidad del Aconcagua en Mendoza y de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas en Lima, Presidente del Consejo Académico de la Fundación Libertad y Progreso y miembro del Consejo Asesor de la revista Advances in Austrian Economics de New York. Asimismo, es miembro de los Consejos Consultivos de la Fundación Federalismo y Libertad de Tucumán, del Club de la Libertad en Corrientes y de la Fundación Libre de Córdoba. Difunde sus ideas en Twitter: @ABENEGASLYNCH_h

El fuero interno de un liberal: Una nota

Por Alberto Benegas Lynch (h) Publicado el 21/9/20 en: https://independent.typepad.com/elindependent/2020/09/el-fuero-interno-de-un-liberal-una-nota.html

Estoy hablando de mi persona. En mis libros, ensayos y artículos he centrado mi atención en el aspecto medular de la tradición de pensamiento liberal, es decir, en el respeto recíproco como marco de referencia indispensable para la convivencia civilizada. Parece increíble que mis grandes maestros hayan destinado tomos y tomos para explicar la trascendencia del respeto.

Hace tiempo en uno de mis primeros libros fabriqué una definición que veo con satisfacción que algunos distinguidos colegas la citan: “el liberalismo es el respeto irrestricto al proyecto de vida de otros”. Y cuando decimos respeto para nada estamos significando adhesión,  respeto proviene de respectus en cuanto a consideración, en nuestro caso la improcedencia de recurrir a la fuerza para modificar los proyectos que no compartimos. Más aun, subrayamos que la prueba clave de tolerancia es cuando estimamos que el proyecto del prójimo nos parece detestable. Siempre que no se vulneren derechos de otros, todos deben tolerarse aunque, repetimos, la expresión respeto es más adecuada que tolerancia puesto que esta última tiene cierto tufillo inquisitorial en el sentido que perdonamos a otros que están equivocados.

En este contexto debe precisarse que el liberalismo centra su atención en las relaciones interindividuales, por eso juristas de la talla de Gerog Jelliek sostenían que “el derecho es un mínimo de ética” al efecto de subrayar que el territorio  ético es mucho más amplio y abarca la conducta personal de cada uno, una esfera que, como queda dicho, no le incumbe al liberalismo.

Lo consignado desde luego no significa que el individuo liberal esté vacío de valores (o desvalores) y, por tanto, tampoco significa que no critique concepciones que no comparte. Como es sabido, las críticas cruzadas constituyen la herramienta fundamentalísima para el progreso que inexorablemente implica el contraste y la  refutación de conocimientos.

En mis textos he citado repetidamente a los grandes maestros del liberalismo pero en esta nota aludo a mi fuero interno. Tengamos presente que cada uno de los seres humanos somos únicos, irrepetibles en toda la historia de la humanidad de modo que la estructura axiológica y la consiguiente filosofía de cada uno cuanto más se indaga se comprueba que es especial y particular y no calza en ninguna etiqueta pues de todas ellas cada cual extrae sus acuerdos y rechaza los desacuerdos para transformarla en la referida unicidad. Incluso como estamos en un proceso evolutivo, pretendemos que nuestras conclusiones mejoren a medida que nos percatamos de errores anteriores. Y en un plano más amplio, si queremos darle un nombre a nuestra postura esta es del autorrespeto en el sentido de esforzarnos por actualizar nuestras potencialidades en busca del bien y así poder mirarnos al espejo con la tranquilidad de conciencia de haber hecho lo mejor y corregir lo que no hagamos bien.

Finalmente, para mencionar al correr de la pluma los autores que en mi caso me han inspirado para mi fuero interno en cuanto al cultivo de valores, distintos de los tantos que me han inspirado para la noble tradición liberal que está en ebullición permanente donde se descubren nuevos horizontes, por eso me resulta tan atractivo el lema de la Royal Society de Londres: nulllius in verba, esto es, no hay palabras finales en esta navegación permanente por los mares de la aventura del pensamiento.

Por lo que pudiera interesar, como una muestra, algunos de los autores que alimentan mi fuero interno que no centran su atención en el respeto interpersonal sino que extienden sus consideraciones al campo intrapersonal son Viktor Frankl, Gustave LeBon, Lecomte du Noüy, José Ortega y Gasset, Franz Brentano, Paul Johnson, Hannah Arent, John Eccles, Frederick Copleston, Aldous Huxley, Miguel de Unamuno, Ernst Gombrich, Leonard Read, Spencer Wells, Edward Flannery, Elisabeth Kübler-Ross, Helmut Schoeck, Antony Flew, Juan de Mariana, Sto. Tomás de Aquino, Ismael Quiles, Juan José Sanguineti, John Powell, Keith Ward.

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. en Ciencias de Dirección. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, fue profesor y primer rector de ESEADE durante 23 años y luego de su renuncia fue distinguido por las nuevas autoridades Profesor Emérito y Doctor Honoris Causa. Es miembro del Comité Científico de Procesos de Mercado, Revista Europea de Economía Política (Madrid). Es Presidente de la Sección Ciencias Económicas de la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires, miembro del Instituto de Metodología de las Ciencias Sociales de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas, miembro del Consejo Consultivo del Institute of Economic Affairs de Londres, Académico Asociado de Cato Institute en Washington DC, miembro del Consejo Académico del Ludwig von Mises Institute en Auburn, miembro del Comité de Honor de la Fundación Bases de Rosario. Es Profesor Honorario de la Universidad del Aconcagua en Mendoza y de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas en Lima, Presidente del Consejo Académico de la Fundación Libertad y Progreso y miembro del Consejo Asesor de la revista Advances in Austrian Economics de New York. Asimismo, es miembro de los Consejos Consultivos de la Fundación Federalismo y Libertad de Tucumán, del Club de la Libertad en Corrientes y de la Fundación Libre de Córdoba. Difunde sus ideas en Twitter: @ABENEGASLYNCH_h

La lotería de la vida y el modo de atenuar la desdicha

Por Alberto Benegas Lynch (h) Publicado el 18/1/20 en: https://www.infobae.com/opinion/2020/01/18/la-loteria-de-la-vida-y-el-modo-de-atenuar-la-desdicha/

 

Durante mucho tiempo me he torturado pensando en la suerte que he tenido de haber nacido en las condiciones en que me ha tocado vivir. Podía haber resultado con deficiencias físicas de importancia, podía haber nacido en un remoto y miserable pueblo africano, podía haber nacido en una familia de padres malvados o de progenitores que no contaban con los recursos para enviarme a estudiar, podría haber sufrido accidentes irreversibles, me podrían haber sucedido tantas cosas desagradables que es fácil comprobar que a otros les ocurrieron sin que hayan hecho nada para merecerlo. Por supuesto que como todos he tenido problemas, pero no de la envergadura de otros realmente desdichados.

¿Por qué esta lotería de la vida? ¿A que se debe esta disparidad, estas ventajas o desventajas? En primer lugar debemos concluir que estrictamente la suerte no existe. Incluso cuando se arrojan dados, el resultado es debido al roce con el paño, a la velocidad y ángulo con que fueron arrojados, al peso de los dados, en otros términos se deben a una cadena de nexos causales, no casuales. Más aun solemos decir, por ejemplo, que tuvimos suerte de encontrarnos con fulano o mengana pero en verdad se deben a relaciones causales que no previmos y los motivos que desconocíamos y por eso le endilgamos el rótulo de “suerte” pero no hay tal.

Esto para nada contradice el libre albedrío como característica medular de lo humano. Son dos planos distintos. No estamos determinados. El premio Nobel en física Max Planck y los filósofos John Hospers y Antony Flew explican que debemos distinguir entre causas en el mundo material y motivos en la mente humana, de lo contrario, como también subrayan el filósofo de la ciencia Karl Popper y el premio Nobel en neurofisiología John Eccles, no habría tal cosa como argumentación, ideas autogeneradas, proposiciones verdaderas y falsas, responsabilidad y moral.

Una vez despejado lo anterior nos percatamos de que solo hemos cambiado la formulación de la pregunta pero no modificamos nada esencial. En otros términos nos debemos entonces preguntar y repreguntar por qué se dieron las concatenaciones causales que se dieron y no otras. En resumen, estamos en las mismas.

No vamos a poder contestar a este interrogante porque no somos omniscientes, somos ignorantes y limitados. Nos esforzamos en la incorporación de nuevos conocimientos pero no podemos tener la arrogancia de prender ser más que humanos pues la soberbia no nos llevará a buen puerto.

Entonces dadas las cosas como son en la naturaleza la pregunta relevante consiste en interrogarnos acerca de cuál es la manera de sacar el mejor provecho posible de lo que es, no lo que nos imaginamos que debiera ser. Pero antes de pasar a las dos vertientes que se presentan en las relaciones sociales, es menester que resulte claro que una parte sustancial de lo que nos ocurre se debe a nuestra responsabilidad, es como me dijo en una oportunidad mi entrañable amigo José Ignacio García Hamilton: “Lo importante en la vida no es lo que a uno le sucede sino como uno administra lo que le sucede”.

Entonces se abren aquí dos líneas posibles en el contexto social. Veamos la primera sugerida que analicé hace mucho tiempo en mi libro Socialismo de mercado. Ensayo sobre un paradigma posmoderno a la que ahora menciono muy parcial y telegráficamente y solo referida a dos de los once autores que analizo en ese libro. Se trata de Ronald Dworkin y John Rawls quienes son los autores que con mayor énfasis y difusión académica han tenido con la intención de remediar vía el gobierno los efectos de las desdichas de otros. La segunda línea argumental que exploramos queda patente a medida que glosamos y comentamos las tesis de los dos profesores mencionados y que sintetizo en la reflexión final.

En A Matter of Principle Dworkin modifica radicalmente el principio universal de la igualdad ante la ley por el “principio de igual preocupación” de los gobernados por parte de los aparatos estatales basado en una errada noción de las externalidades positivas, por ejemplo, cuando se financia coactivamente la música sin percatarse de los resultados negativos de quienes se ven privados del fruto de su trabajo por la fuerza. Escribe este autor que las entregas de recursos a los más débiles puede aparecer como perjudicial pero “ese daño será solo temporario puesto que una economía más dinámica producirá mayor prosperidad” con lo que Dworkin descarta los problemas que se suscitan debido a la mal asignación de los siempre escasos recursos que en definitiva perjudican a los que se ha querido favorecer debido al consecuente consumo de capital que es el único elemento que permite incrementar salarios. Más aun agrega: “Aunque las predicciones negativas fueran correctas, simplemente debemos ajustar las ambiciones para el futuro puesto que la obligación de la sociedad es en primer término hacia los ciudadanos que hoy viven en ella”.

Esto último adolece de una visión sumamente limitada ya que, por un lado, el sacrificar el futuro al presente hará que otras personas sufran los daños más adelante y, por otra, según sea la magnitud del despilfarro se afectará también las condiciones de vida en el presente.

Finalmente, a los efecto de centrar la atención en los ejes centrales del análisis dworkiniano, consigna que el gobierno no debiera permitir “salarios más bajos que cualquier línea de la pobreza realista o los que tienen desventajas diversas […] Las personas no deben tener diferentes cantidades de riqueza simplemente porque tienen diferentes capacidades innatas para producir aquello que otros reclaman o aquellos cuyas diferencias aparecen como consecuencia de la suerte».

Esta conclusión no toma en cuenta que los salarios e ingresos en términos reales no dependen del voluntarismo sino de las tasas de capitalización. Por tanto, cuando se establecen por ley las entradas de la gente se los está condenando al desempleo y por ende a incrementar sus angustias a través de lo que Dowrkin propone en cuanto a la necesidad de “corregir el mercado” a través de políticas “redistribucionistas”. Esta receta contradice abiertamente las distribuciones que ha realizado al gente vía sus compras y abstenciones de comprar en el supermercado y afines, lo cual, como queda dicho, atenta contra el debido aprovechamiento de los recursos existentes que, a su turno, se traducen en mayor empobrecimiento. Por esto es que Thomas Sowell sostiene que “los economistas no deberíamos hablar de distribución de recursos, puesto que los ingresos no se redistribuyen se ganan”.

De modo similar Rawls en su Teoría de la justicia se basa en dos principios: el “principio de la diferencia” y el “principio de la compensación”. El primero estaría sustentado en los resultados que producen los “talentos naturales” (excluye los adquiridos pero no son susceptibles de escindirse puesto que dependen de los naturales) ya que agrega que “nadie merece una mayor capacidad natural ni tampoco un lugar inicial más favorable en la sociedad” por lo que “las desigualdades inmerecidas requieren una compensación.”

Pero es que precisamente la llamada “compensación” al distorsionar la asignación de los factores de producción empeora la situación de los que se pretende mejorar y, por otro lado, la clasificación de talentos naturales y adquiridos es pastosa por lo que dejamos dicho. Por otra parte, no resulta posible conocer la magnitud de los talentos de cualquier tipo que sean para ningún planificador, incluso no es posible para el propio titular ya que los talentos se ponen de manifiesto cuando se presentan las oportunidades lo cual no ocurrirá en la medida en que el proceso sea bloqueado por la intervención estatal. Además, es relevante señalar que no resultan posibles las comparaciones intersubjetivas de talentos en diferentes personas en diferentes actividades. Por último, las aludidas compensaciones darían lugar a diversos usos de esas compensaciones justamente debido a los diversos talentos para utilizarlos, con lo que habría que compensar la compensación y así sucesivamente.

En otros términos, a través de los comentarios a los dos autores mencionados se concluye que por más buenas intenciones en las que estarían inspiradas las políticas compensatorias, los resultados son negativos muy especialmente para las personas que se desea proteger.

Estas conclusiones en nada se oponen a la muy bienvenida solidaridad y ayuda a los más necesitados, pero debe destacarse que la caridad y la benevolencia por definición es realizada con recursos propios y de modo voluntario. La compulsión es absolutamente incompatible con la filantropía y, como apunta Tibor Machan en Generosity. Virtue in Civil Society, eso es solo posible con propiedad privada y en un libro que escribí en coautoría con Martín Krause titulado En defensa de los más necesitados mostramos las extraordinarias y múltiples obras de beneficencia (en su caso, asociaciones de inmigrantes, montepíos, cofradías, socorros mutuos, fondos comunes de ayuda, escuelas, hospitales, asistencia a discapacitados) en Estados Unidos, Inglaterra y Argentina antes de la irrupción de aquella contradicción en los términos conocida como “Estado Benefactor”. En este contexto es necesario enfatizar que la atmósfera para la ayuda debe llevarse a cabo haciendo uso de la primera persona del singular asumiendo propias responsabilidades y no echar mano a micrófonos endosando a otros la obligación de entregas recurriendo a la tercera persona del plural (y generalmente sugiriendo el uso de la fuerza).

Hay un estrecho correlato entre libertad y ayuda al prójimo, lo cual no aparece en lugares como Cuba o en otros lares que se asimilan más a campos de concentración que a países. También es oportuno apuntar que, como ha consignado Michael Novak en El espíritu del capitalismo democrático, debe comprenderse que la sociedad libre se alimenta del proceso de mercado abierto y competitivo puesto que sucumbe si se pretende vivir de la caridad sin la necesaria producción con lo que es posible el soporte voluntario a terceros.

Entonces, dadas las características de la naturaleza, el mejor modo de ayudar a que mejoren los más desfavorecidos y desdichados consiste en abrir de par en par la energía creadora al efecto de minimizar la pobreza y los problemas de los más carenciados. El mundo revela esta verdad puesto que en la medida en que hay libertad en esa media se genera prosperidad, especialmente para los más necesitados que en todas partes se convierten en agraciados cuando se muta de un régimen estatista a un clima liberal.

 

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. en Ciencias de Dirección. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, fue profesor y primer rector de ESEADE durante 23 años y luego de su renuncia fue distinguido por las nuevas autoridades Profesor Emérito y Doctor Honoris Causa. Es miembro del Comité Científico de Procesos de Mercado, Revista Europea de Economía Política (Madrid). Es Presidente de la Sección Ciencias Económicas de la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires, miembro del Instituto de Metodología de las Ciencias Sociales de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas, miembro del Consejo Consultivo del Institute of Economic Affairs de Londres, Académico Asociado de Cato Institute en Washington DC, miembro del Consejo Académico del Ludwig von Mises Institute en Auburn, miembro del Comité de Honor de la Fundación Bases de Rosario. Es Profesor Honorario de la Universidad del Aconcagua en Mendoza y de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas en Lima, Presidente del Consejo Académico de la Fundación Libertad y Progreso y miembro del Consejo Asesor de la revista Advances in Austrian Economics de New York. Asimismo, es miembro de los Consejos Consultivos de la Fundación Federalismo y Libertad de Tucumán, del Club de la Libertad en Corrientes y de la Fundación Libre de Córdoba. Difunde sus ideas en Twitter: @ABENEGASLYNCH_h

ANTHONY DE JASAY: UNA MENTE ORIGINAL (1925 – 2019)

Por Alberto Benegas Lynch (h) Publicado el 31/12/16 en https://www.infobae.com/opinion/2016/12/31/anthony-de-jasay-una-mente-original/

 

Se trata de uno de los intelectuales más sobresalientes en el campo de las ciencias sociales, específicamente de la economía y la ciencia política. De Jasay nació en Hungría en 1925, en Budapest completó su carrera de grado en ciencias agrarias y trabajó de periodista hasta que tuvo que fugarse de la opresión soviética en 1948. Se radicó en Austria durante dos años, luego de lo cual viajó a Australia país en el que estudió economía en la Universidad de Western Australia donde permaneció hasta que fue invitado como Research Fellow en el Nuffield College de la Universidad de Oxford, casa de estudios en la que permaneció de 1955 a 1962, período en el que publicó diversos trabajos en el Economic Journal y en el Journal of Political Economy.

 

En 1962 se radicó en Paris donde operó como banquero y financista hasta que en 1979 se mudó a Normandía, allí escribió sus obras más relevantes que fueron The State (Basil Blackwell, 1985), Social Contract, Free Ride: A Study of the Public Good Problem(Clarendon Press, 1989),  Market Socialism: A Scrutiny (Institute for Economic Affairs, 1990), Choice, Contract and Consent: A Restatement of Liberalism (Institute for Economic Affairs, 1991), las colecciones de ensayos bajo los títulos de Against Politics(Routledge, 1997) y Justice and its Sunrroundings (Liberty Fund, 2002). Esta última institución de Indianapolis, recientemente agregó dos nuevas colecciones bajo los títulos Economic Sense and Non Sense Social Justice and the Indian Rope Trick.

 

La dedicatoria de uno de mis libros (sobre Jean Gustave Courcelle-Seneuil) publicado hace cinco años por la Universidad del Desarrollo en Chile rezaba así: “En homenaje al insigne maestro Anthony de Jasay, el más original, prolífico y sofisticado de los autores contemporáneos en el área de las ciencias sociales”.  Siendo rector de ESEADE lo invité a dictar clase, traduje varios de sus ensayos en la revista académica Libertas, organicé un seminario patrocinado por Liberty Fund en Buenos Aires en el entonces Plaza Hotel, dedicado a estudiar uno de sus libros en el que estuvieron presentes, entre otros, el propio autor, el premio Nobel  en economía James M. Buchanan, Hartmut Kliemt, Bruce Benson, Guido Pincione. Lo encontré en diversos foros, lo invité en mi carácter de miembro del Programa Académico de la Mont Pelerin Society como orador a la reunión en Río de Janeiro y tuvo la generosidad de comentar por la vía epistolar un ensayo de mi autoria que preparé para un seminario en el que participé en Seúl en 1995, trabajo titulado “Towards a Theory of Autogovernment” (publicado en Values and the Social Order, Aldershot, UK, Avebury Series in Philosophy, 1997, Gerard Radnitzky, ed., libro para el que también escribió de Jasay aunque no pudo estar presente en esa oportunidad). Seminario en el que tuvieron una destacada participación presencial Gordon Tullock, Antony Flew, Angelo Petroni, el antes mencionado Bruce Benson y Hans-Hermann Hope.

 

Para una magnífica síntesis del pensamiento de este tratadista al que hoy rendimos homenaje, puede consultarse la entrevista que le realizó Harmut Kliemt en “The Intellectual Portrait Series” A Conversation with Anthony de Jasay también de Liberty Fund. Por su parte, James M. Buchanan escribe sobre la antedicha Against Politics que “Aquí se encuentra la filosofía política como debería ser: temas serios discutidos con elocuencia, agudeza, coraje y un genuino conocimiento” y Richard A. Epstein anota sobre el mismo libro que “Su posición corresponde a una minoría sobresaliente de pensadores serios […] Los liberales clásicos partidarios del gobierno limitado siempre están empujados desde la izquierda, pero es importante reconocer que uno de los desafíos más potentes provienen del otro lado del espectro político”.

 

En estos temas como en otros, debe estudiarse con la mente abierta y sin prejuicios. Puede concordarse o no con el autor pero primero es menester escuchar con atención y sin telarañas mentales sus sofisticada y sesuda argumentación basada principalmente en la teoría de los juegos. Hay tres pasajes de Anthony de Jasay -Tony para los que tuvimos el privilegio de conocerlo- que ilustran y resumen muy bien el eje central de su tesis. En su ensayo titulado “La amarga medicina de la libertad” dice de Jasay que “Amamos la retórica y la palabrería de la libertad a la que damos rienda suelta más allá de la sobriedad y el buen gusto, pero está abierto a serias dudas si realmente aceptamos el contenido sustantivo de la libertad”. En el titulado “Hayek: algunas piezas ausentes” concluye que “La teoría más reciente sugiere que incluso el cumplimiento de contratos puede proveerse voluntariamente por parte de aquellos que pretenden beneficiarse con el respeto a esos arreglos, y no hay evidencia que un poder estatal organizado para su cumplimiento sea más eficiente y menos gravosos en términos de costos totales de transacción respecto a la provisión descentralizada y privada”, trabajos en los que trata de modo magistral las diversas facetas del dilema del prisionero, los bienes públicos, las asimetrías de la información y la externalidades en el contexto de lo que se ha denominado “la elección racional”.

 

Por último, la tercera cita la tomamos de una entrevista que en 2011 Aschwin Wolf concretó en The Independent Review (16, No. 2, otoño) en el que de Jasay consigna que “se elaboran bellísimas constituciones basadas en valores liberales como la libertad, la propiedad y el estado de derecho, la  independencia del poder judicial y así sucesivamente, explicando la superioridad moral y las ventajas prácticas del orden liberal que una constitución de este tipo produciría, lo cual muestra una confianza y una ingenuidad patéticas en que la constitución soñada producirá el resultado soñado”.

 

Desde luego que no es cuestión de rechazar sin más los detenidos estudios de Anthony de Jasay, lo cual demostraría cerrazón mental, escasa profesionalidad y muy poco entrenamiento académico, sino que su producción demanda análisis con detenimiento, digerirlos y, en su caso, discutirlos. Como queda dicho, puede coincidirse o disentir con el autor, pero lo que no puede desconocer el académico actualizado y vinculado a las ciencias sociales es la producción intelectual de este autor. En el mundo académico propiamente dicho, se coincida o no con trabajos de estatura intelectual, la averiguación está siempre abierta para examinar y debatir nuevas líneas de investigación.

 

Las ponderaciones sobre su obra son de muy diversas procedencias intelectuales: Roderik T. Long afirma que su trabajo “es inusualmente rico, provocativo y cubre un vasto territorio”, el antes referido Aschwin Wolf sostiene que “es el más grande pensador social de nuestro tiempo” y Frank van Dun concluye que “es uno de los más poderosos pensadores en temas políticos y sociales de todas las épocas”.

 

No en todos los casos los escritos de este autor son de fácil comprensión. A mí por lo menos, buena parte de sus textos me resultan dificultosos y me exigen varias lecturas para entender el significado de lo escrito. La versación de Anthony de Jasay es notable, sus miradas son siempre originales y su grado de elaboración para las explicaciones, argumentaciones de gran calado y concatenación de razonamientos resultan en verdad llamativas.

 

En el trabajo aludido de este autor sobre esa contradicción en términos conocida como “socialismo de mercado”, entre otras muchas cosas, explica lo autodestructivo que resulta la manía de sostener que aún aplicando la guillotina horizontal puede funcionar la competitividad. De Jasay refuta la peregrina idea de que es posible largar en la carrera por la vida desde posiciones patrimoniales niveladas por los gobiernos y, al mismo tiempo, cada cual estará incentivado a participar en el evento esforzándose por ganarlo, sin percibir que si se es consistente con las antedichas nivelaciones habrá que proceder de igual manera a la largada de la siguiente carrera con lo que se bloquea la posibilidad de que los ganadores trasmitan su patrimonio a la próxima generación, lo cual destruye los necesarios incentivos para el certamen (por si fuera de algún interés, consigno al margen que mi tesis de doctorado en economía aprobada en la Universidad Católica Argentina se tituló Influencia del socialismo de mercado en el mundo contemporáneo: una revisión crítica de sus ejes centrales).

 

De Jasay me recomendó muy diversas lecturas en distintas ocasiones. Todas fueron muy provechosas para mí. La última sugerencia fue la obra de Leslie Green The Authority of the Statepublicada por Oxford University Press de la que destaco muy especialmente el texto bajo el siguiente subtítulo: “The Prisoner´s Dilemma Dilemmas”, una cadena argumentativa densa pero sumamente fértil y elocuente.

 

En lo personal, ni bien se publicó el libro de mayor difusión de Thomas Piketty sobre el igualitarismo, escribí una crítica y después de ello he leído varios ensayos de gran valor sobre el tema, algunos centrados en puntos conceptuales y otros apuntan a su manejo (o desmanejo) estadístico, pero recientemente he leído el formidable de Anthony de Jasay que me parece el mejor de todos de lejos: “The Python that Eats Itself by the Tail: A Self-Contradictory Theory of Capitalism”.

 

Hace poco, Carlos Rodríguez Braun me propuso desde España que editemos juntos en castellano ensayos de este coloso del pensamiento. Aun no hemos conseguido financiación para lograr este objetivo. De Jasay estaba informado de este proyecto que recibió con entusiasmo, lo cual puso de manifiesto en varios correos que nos ha enviado a los dos con diversas reflexiones sumamente atinadas.

 

Lo dicho hasta aquí basta para una nota periodística sobre este escudriñador de la economía y la filosofía política que se ha apartado de la visión convencional para invitar a la exploración de un paradigma y un andamiaje conceptual diferente. Es inmensa la gratitud de  todos los que tuvimos el placer de tratarlo. Como queda consignado, hasta hace muy poco hemos mantenido numerosos contactos por la vía electrónica, a pesar de su edad y las dificultades que venía arrastrando en su capacidad ocular y otros problemas de salud más recientes (en uno  de mis últimos contactos epistolares le comenté un  libro reciente –The Problem of Political Authority de Michael Huemer- a lo que me contestó que ya no podía leer y que sus mails se los leían y se los escribían (conjeturo que su encantadora mujer a quien conocí en Cannes hace años). De cualquier modo, siempre fue muy solícito y generoso para atender consultas y comentarios varios. Sus enseñanzas perduran y algún día serán reconocidas más allá del mundo académico.  Recuerdo que hacen ya muchos años, la primera vez que escuché hablar del autor que vengo comentando fue por una recomendación de Emilio Pacheco, en vuelo Buenos Aires-Bariloche para un seminario en esta última ciudad.

 

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. en Ciencias de Dirección. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, fue profesor y primer rector de ESEADE durante 23 años y luego de su renuncia fue distinguido por las nuevas autoridades Profesor Emérito y Doctor Honoris Causa. Es miembro del Comité Científico de Procesos de Mercado, Revista Europea de Economía Política (Madrid). Es Presidente de la Sección Ciencias Económicas de la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires, miembro del Instituto de Metodología de las Ciencias Sociales de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas, miembro del Consejo Consultivo del Institute of Economic Affairs de Londres, Académico Asociado de Cato Institute en Washington DC, miembro del Consejo Académico del Ludwig von Mises Institute en Auburn, miembro del Comité de Honor de la Fundación Bases de Rosario. Es Profesor Honorario de la Universidad del Aconcagua en Mendoza y de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas en Lima, Presidente del Consejo Académico de la Fundación Libertad y Progreso y miembro del Consejo Asesor de la revista Advances in Austrian Economics de New York. Asimismo, es miembro de los Consejos Consultivos de la Fundación Federalismo y Libertad de Tucumán, del Club de la Libertad en Corrientes y de la Fundación Libre de Córdoba.

SOBRE LA ILUSTRACIÓN A PESAR DE STEVEN PINKER

Por Alberto Benegas Lynch (h)

 

Steven Pinker es más conocido por su teoría materialista del ser humano, lo cual se pone de manifiesto especialmente en su obra Blank Slate (tabla rasa o del latín tabula rasa) y en un apretado resumen de su autoría en Youtube “On Free Will” donde declara que “no hay tal cosa como libre albedrío” y que “no hay espíritu o alma” (psyché en griego, psique) en el ser humano puesto que “todo se reduce a procesos físicos”, en la práctica describe al ser humano como una colección de moléculas, en el cerebro neuronas y procesos de sinapsis, todo lo cual es independiente de las contribuciones del autor respecto a las formas de adquisición del aprendizaje, de la flexibilidad del cerebro y del contexto evolutivo que  aparece en el mencionado libro (naturalmente muy ponderado por los deterministas Richard Dawrkin y Daniel Dennet).

 

La objeción de los “interaccionistas-dualistas” al estilo de los Karl Popper, John Eccles, Max Planck, John Searle, Raymond Tallis, Roger W. Sperry, Antony Flew, Howard Robinson, Richard Swinburne, Wilder Penfield, Konrad Lorenz, Juan José Sanguineti, William H. Thrope y tantos otros, la objeción decimos estriba en el rechazo de Pinker a la mente o estados de conciencia diferenciada del cerebro, lo cual, como hemos apuntado, da por tierra con el libre albedrío. Como en esta oportunidad centro mi atención en la Ilustración, para el tema anterior remito a mis ensayos y bibliografía correspondiente, pero hay un resumen telegráfico del asunto en la última de mis columnas semanales en Infobae titulada “La fuerza del espíritu humano”. https://eseade.wordpress.com/2018/11/23/la-fuerza-del-espiritu-humano/

 

Antes de abordar brevemente el básicamente magnífico libro de Pinker titulado En defensa de la ilustración, explico la razón del título de esta nota, esto es el porqué de aquello de “a pesar de Steven Pinker”. Se debe a que la obra subraya la importancia de la razón y de los necesarios climas de libertad para que prospere, lo cual se contradice con el hecho de negar el libre albedrío puesto que sin él la libertad se convierte en una ficción. Esto es así en parte porque como explican los autores citados, los nexos causales en la materia, es decir, aquello que cuenta con estructura molecular, no permite criterios y decisiones independientes de los antedichos nexos (ideas autogeneradas, revisión del los propios juicios, proposiciones verdaderas y falsas). Este es precisamente el sentido del título tan ilustrativo del libro en coautoría del premio Nobel en neurofisiología John Eccles y el filósofo de la ciencia Karl Popper: El yo y su cerebro (The Self and its Brain) al efecto de mostrar la distinción entre la mente, la psique o los estados de conciencia no material, por un lado, y el cerebro material, por otro.

 

Contradicción que no es exclusiva de Pinker, hay muchos liberales que han producido y producen notables contribuciones y sin embargo no contemplan la cuestión del libre albedrío. Es curioso que en un edificio el arquitecto no contemple la importancia de los cimientos puesto que si así fuera la construcción se desploma. Lo mismo ocurre en las ciencias sociales respecto al fundamento de la libertad. Pero el ser humano, limitado e imperfecto no está exento de contradicciones. Por ejemplo, para citar solo algunos de los grandes pensadores: Arnold Toynbee consideraba que la institución de la propiedad privada es irrelevante, Ludwig von Mises era partidario del servicio militar obligatorio, John Stuart Mill sostenía que en el binomio del proceso producción-distribución se trataba de términos independientes, Karl Popper propugnaba la censura a la televisión, Murray Rothbard era partidario del aborto, Hayek mantuvo la “irrenunciable función monetaria del gobierno” antes de finalmente concluir en la importancia de privatizar el dinero, y así sucesivamente. Cuando en clase doy estos ejemplos y otros, los alumnos me preguntan cuales son mis contradicciones, a lo cual no puedo responder puesto que cuando detecto alguna intento corregirla, la posteridad eventualmente dirá. En el caso que nos ocupa voy entonces al referido libro de Pinker.

 

La obra traducida al castellano (Editorial Paidós de Barcelona) tiene 741 páginas de modo que en una nota periodística no pueden abarcarse todos los tópicos que analiza el autor. Destaco los más importantes. El libro en palabras de Pinker se refiere a “una panorámica histórica del progreso y sus causas” y pretende demostrar que una “lúgubre evaluación de la situación actual es falsa” lo cual se refiere a los notables adelantos en todos los terrenos para que el hombre viva muchísimo mejor que sus ancestros y esto ha ocurrido en la medida en que se han dejando atrás prejuicios, mitos y dogmas para aceptar las conclusiones de la razón y la apertura al conocimiento científico que son los ideales de la Ilustración.

 

Pero en esta instancia hago dos comentarios. En primer lugar, un punto en el que coincidiría Pinker y es que aquellos conocimientos deben ir acompañados de valores morales de respeto recíproco si se desea progresar puesto que la tremenda dimensión de los aparatos estatales asfixia la creatividad y la vida pacífica. En segundo lugar, algo en el que conjeturo que el autor no estaría de acuerdo y es que la razón tiene sus limitaciones, como ha señalado Friedrich Hayek el abuso de la razón conduce a terrenos contraproducentes y al propio estatismo síntoma que Hayek bautizó como “racionalismo constructivista” (tomo este punto en mi libro Poder y razón razonable).

 

En este contexto debe notarse que Pinker descree de toda declaración a favor de irreversibilidades o inexorabilidades históricas puesto que todo depende de lo que los humanos sean capaces de hacer. Solo el marxismo trasnochado es capaz de pronosticar inexorabilidades como el derrumbe del capitalismo (otra contradicción puesto que si esto fuera así no habría necesidad de ayudar al proceso con revoluciones más o menos violentas tal como propugnan los marxistas). En realidad Francis Fukuyama cuando anunciaba “el fin de la historia” con el resurgimiento inevitable de la libertad de mercados a partir de la caída del Muro de la Vergüenza no hacía más que adoptar un marxismo al revés. Esto lo señala Pinker puesto que apunta con énfasis que “me asusta cualquier idea de inevitabilidad histórica”.

 

En cualquier caso Pinker identifica la Ilustración con el “humanismo, sociedad abierta y liberalismo cosmopolita o clásico” y los mercados abiertos y competitivos, aunque no siempre es consistente y a veces resulta pastoso con los llamados gastos sociales. Pero en lo que atañe a las desigualdades de rentas y patrimonios formula una crítica demoledora a la obra más conocida de Thomas Piketty cuando cita un párrafo clave de ese libro. Así Piketty escribe que “La mitad más pobre de la población mundial es tan pobre en la actualidad como lo era en el pasado, con apenas el 5% de la riqueza total en 2010, al igual que en 1910”. A continuación dice Pikety con una lógica implacable (haciendo honor a la Ilustración): “Pero la riqueza actual es infinitamente mayor que en 1910, por lo que si la mitad más pobre posee la misma proporción, es mucho más rica, no igual de pobre”.

 

También Pinker destaca los errores comunes cuando se analiza el tema de la desigualdad al tomar la riqueza como algo estático y no dinámico en cuyo contexto se suelen interpretar las transacciones como de suma cero.

En este sentido Thomas Sowell (especial aunque no exclusivamente en su libro Wealth, Poverty and Politics) enfatiza que cuando se engloban tramos de riqueza en distintos períodos no se contempla que no son las mismas personas las que se ubican en los distintos tramos debido a la movilidad social y, por otra parte, subraya que en un mercado libre las posiciones y las diferencias patrimoniales se deben a las preferencias que revela la gente con sus compras y abstenciones de comprar. Por último en este tema, Pinker lo cita a Harry Frankfurt quien concluye que lo censurable no es la desigualdad de riqueza sino que lo censurable es la pobreza. Margaret Thatcher en una oportunidad en el Parlamento inglés dijo que los igualitaristas prefieren un achicamiento del delta en un nivel inferior de riqueza que un delta mayor en un nivel superior de riqueza para todos.

 

Con mucha razón Pinker afirma que “los intelectuales que se llaman a si mismos progresistas odian el progreso” debido a las políticas empobrecedoras que sistemáticamente patrocinan, lo cual consigna en su capítulo titulado “Pregresofobia”. Claro que hay que ser cuidadoso cuando se ponderan los notables progresos de la humanidad puesto que si todo fuera así no habría lugar para la crítica a los desmanes del autoritarismo. Un descuido y los avances de la ciencia pueden utilizarse para conculcar derechos en lugar de protegerlos. Desde luego hay enormes espacios para el descontento y la crítica, especialmente  en estos momentos donde el nacionalismo avanza a pasos agigantados en Europa y en Estados Unidos, para no decir nada de Cuba, Venezuela, Nicaragua y en otos lares Corea del Norte, Siria, Irán, Rusia, buena parte de los países africanos y la China solo abierta para la producción de bienes en algunas zonas pero totalitaria en las libertades civiles (un trade off nefasto para el oxígeno que requieren las autonomías individuales).

 

Tampoco cabe la necesidad del progreso automático indefinido tal como sostenían en el siglo xviii Joseph Prestley y Richard Pierce. Decían que habiendo libertad el progreso se daría por añadidura. La libertad sin duda es una condición necesaria, más no es suficiente. Si el hombre no se respeta a si mismo y se degrada a la condición de la bestia no hay progreso. El ensanchamiento de la conciencia moral está también inmerso en el proceso evolutivo, la regresión es posible si, por ejemplo, los humanos deciden drogarse hasta perder el conocimiento o deciden degenerarse y adoptar hábitos y costumbres repulsivas. La civilización es un tránsito permanente no un puerto de llegada, estamos siempre en proceso.

 

En esta línea argumental Pinker atribuye un peso desmedido a la validez de “las pruebas empíricas” que como explica Morris Cohen esa misma afirmación no es convalidada empíricamente y Popper enseña que nada en la ciencia es verificable ya que todo conocimiento es solo corroborable provisoriamente y sujeto a refutaciones. Hay sin embargo un enfoque compatible con el individualismo metodológico en Pinker al destacar que “son los individuos, no los grupos, los que son sintientes: los que sienten placer y dolor, satisfacción y angustia” lo cual se opone a las visiones convencionales en cuanto a antropomorfismos del tipo de “la nación piensa”, “el pueblo prefiere” o “la sociedad decide”.

 

Hay en este análisis una interpretación común sobre la racionalidad con la que Pinker concuerda. Surge cuando escribe que “muchos autores actuales confunden la defensa ilustrada de la razón con la tesis inverosímil de que los humanos son agentes perfectamente racionales”. Nos parece que Pinker interpreta erradamente la noción de racionalidad puesto que como señala Ludwig von Mises,  salvo los actos reflejos, todos los actos humanos son racionales lo cual no quiere decir que estén acertados: la medicina de antaño era racional pero se demostró equivocada en muchos aspectos y así con todas las ramas del conocimiento.

 

Finalmente, Pinker elabora sobre temas tales como los peligros del populismo para la democracia, la calidad de vida, la felicidad y el medio ambiente. Respecto a este último tema es del caso tener en cuenta los fraudes estadísticos que rodean a asuntos como el calentamiento global denunciados especialmente por el premio Nobel en física Ivar Giaever, el cofundador y primer CEO de Weather Channel, John Coleman y el ex presidente de Greenpeace de Canadá, Patrick Moore. El libro de Pinker constituye una fértil contribución pero, como se ha señalado reiteradamente, la rama principal del liberalismo clásico proviene de la Escuela Escocesa mucho más modesta en cuanto a la razón y sus alcances, en consonancia con las advertencias de Hayek en la materia.

 

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. en Ciencias de Dirección. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, fue profesor y primer rector de ESEADE durante 23 años y luego de su renuncia fue distinguido por las nuevas autoridades Profesor Emérito y Doctor Honoris Causa. Es miembro del Comité Científico de Procesos de Mercado, Revista Europea de Economía Política (Madrid). Es Presidente de la Sección Ciencias Económicas de la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires, miembro del Instituto de Metodología de las Ciencias Sociales de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas, miembro del Consejo Consultivo del Institute of Economic Affairs de Londres, Académico Asociado de Cato Institute en Washington DC, miembro del Consejo Académico del Ludwig von Mises Institute en Auburn, miembro del Comité de Honor de la Fundación Bases de Rosario. Es Profesor Honorario de la Universidad del Aconcagua en Mendoza y de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas en Lima, Presidente del Consejo Académico de la Fundación Libertad y Progreso y miembro del Consejo Asesor de la revista Advances in Austrian Economics de New York. Asimismo, es miembro de los Consejos Consultivos de la Fundación Federalismo y Libertad de Tucumán, del Club de la Libertad en Corrientes y de la Fundación Libre de Córdoba.

LA FUERZA DEL ESPÍRITU HUMANO

Por Alberto Benegas Lynch (h)

 

Un tanto redundante el título de esta nota puesto que el espíritu es necesariamente humano, pero la reiteración es deliberada ya que lamentablemente vivimos en una época del más crudo materialismo en la que se considera al hombre un aparato que se limita a kilos de protoplasma.

 

Retomo la crítica a esta visión aberrante que no otorga espacio a la psique, a la mente o a los estados de conciencia, lo cual anula la posibilidad del libre albedrío y, consecuentemente a la libertad y al sentido de lo moral ya que todo se resumiría a los nexos causales inherentes a la materia por lo que no había ideas autogeneradas, proposiciones verdaderas y falsas, razonamiento ni argumentación posible,  incluso para defender racionalmente al materialismo ya que todo lo que hacemos o decimos estaría condicionado y no decidido por la voluntad independiente.

 

Repasemos el fondo de este asunto sobre el que consigno parte de lo que he escrito antes con algunas variantes. Karl Popper ha bautizado como “determinismo físico” el supuesto de que el ser humano en verdad no elije, decide y prefiere, es decir, no actúa, sino que está programado para decir y hacer lo que dice y hace, esto es, el antedicho materialismo filosófico en cuyo caso la libertad sería una ficción. Así escribe este filósofo de la ciencia que “si nuestras opiniones son resultado distinto del libre juicio de la razón o de la estimación de las razones y de los pros y contras, entonces nuestras opiniones no merecen ser tenidas en cuenta”.

 

En la misma línea argumental, John Hick sostiene que allí donde no existe libertad intelectual, lo cual es propio del materialismo, naturalmente no hay vida racional, por ende, la creencia que el hombre está determinado “no puede demandar racionalidad. Por tanto, el argumento determinista está necesariamente autorefutado o es lógicamente suicida. Un argumento racional no puede concluir que no hay tal cosa como argumentación racional”.

 

Con razón el premio Nobel en neurofisiología John Eccles concluye que “Uno no se involucra en un argumento racional con un ser que sostiene que todas sus respuestas son actos reflejos, no importa cuán complejo y sutil sea el condicionamiento”. Si no se acepta la condición humana de la libre decisión, todas las demás elucubraciones en ciencias sociales carecerían de sentido puesto que las bases de sustentación desaparecerían y no existiría acción humana sino mera reacción como en las ciencias naturales.

 

Es de interés destacar la opinión del premio Nobel en física Max Planck en este contexto. Afirma que “se trataría de una degradación inconcebible que los seres humanos, incluyendo los casos más elevados de mentalidad y ética, fueran considerados como autómatas inanimados en manos de una férrea ley de causalidad […] El papel que la fuerza desempeña en la naturaleza, como causa del movimiento, tiene su contrapartida, en la esfera mental, en el motivo como causa de la conducta”.

 

El matemático Alan Turing llevó a cabo un experimento en el que ubicaba a una persona en una habitación en la que se ubicaban dos terminales de computadoras, una conectada en otra habitación con otra computadora y la otra conexión a otro ordenador manejado por otra persona. A continuación, Turing solicita a la primera persona referida que formule todas las preguntas que estime pertinentes por el tiempo que demande su investigación al efecto de conocer cual es cual, de lo contrario, si no pudiera establecer la diferencia (distinguir cual es cual) concluye Turing que es una prueba que no hay diferencia con el humano en cuanto a sus cualidades de decisión.

 

Por su parte, el filósofo John Searle refuta las conclusiones de ese experimento con otro que denominó “el experimento del cuarto chino”. Este consistió en ubicar también a una persona aislada en una habitación y totalmente ignorante del idioma chino a quien se le entregó un cuento chino escrito en esa lengua y se le entrega una serie de cartones con preguntas sobre la narración del caso y otros tantos cartones con respuestas muy variadas y contradictorias a esas preguntas. Simultáneamente también se le entregan otros cartones más con códigos claros para que pueda conectar acertadamente las preguntas con las respuestas acertadas.

 

Explica Searle que de este modo el personaje de marras contesta todo satisfactoriamente sin que haya entendido chino. Lo que prueba este segundo experimento es que el sujeto en cuestión es capaz de seguir las reglas, los códigos y programas que le fueron entregados que es la manera en que la máquina del primer experimento se equipara en el sentido operativo mencionado y eventualmente con mayor rapidez (desde luego no en todos los sentidos como su incapacidad de amar, autoconciencia, decisión independiente  y equivalentes), lo cual significa mera reacción de la computadora en base a programas insertos (por nuestra parte agregamos que la persona del ejemplo actuó en el sentido que decidió seguir el programa cosa que podía haber rechazado, decisión que no puede asumir la máquina).

 

Por su parte el lingüista Noam Chomsky señala que “No hay forma de que los ordenadores complejos puedan manifestar propiedades tales como la capacidad de elección […] Jugar al ajedrez puede ser reducido a un mecanismo y cuando un ordenador juega al ajedrez no lo hace del mismo modo que lo efectúa una persona; no desarrolla estrategias, no hace elecciones, simplemente recorre un proceso mecánico”.

 

El uso metafórico algunas veces se convierte en sentido literal, tal es el caso de las expresiones “inteligencia”, “memoria” y “cálculo” aplicado a los ordenadores. La primera proviene de relacionar la comprensión de conceptos en base al inter legum, esto es leer adentro, captar significados. Y como apunta Raymond Tallis aplicar la idea de memoria a las computadoras es del todo inadecuado, de la misma manera que cuando nuestros abuelos solían hacer un nudo en su pañuelo para recordar algo no aludían a “la memoria del pañuelo”, del mismo modo que cuando se almacena información en un depósito no se concluye que el galpón del caso tiene una gran memoria, puesto que “la memoria es inseparable de la conciencia”. En el mismo sentido, este autor destaca que en rigor las computadoras no computan ni las calculadores calculan puesto que se trata de impulsos eléctricos o mecánicos sin conciencia de computar o calcular y si se recurre a esos términos debe precisarse que “solo se hace en el mismo sentido en que se afirma que el reloj nos dice la hora”.

 

En este plano de análisis hay muchas otras metáforas que arrastran el peligro de su literalidad (los economistas estamos acostumbrados a lidiar con estos peligros). Tal es el caso de uno de los ejemplos que critica Thomas Szasz sobre lo que coloquialmente se dice brainstorming y, para el caso, brainwashing cuando estrictamente se trata de mindstorming y mindwashing. También puede agregarse el error de hacer referencia al “deficiente mental” cuando es “deficiente cerebral”. Si los humanos fuéramos solo kilos de protoplasma determinados por nexos causales inherentes a la materia, seríamos como el loro de nuestro ejemplo (claro que no físicamente sino desde la perspectiva de la inexistencia de argumentación, razonamiento y conceptualización). Sin embargo, para intentar probar la verdad de algo es  inexorable la existencia de estados de conciencia (Popper), mente (Wilder Penfield), voluntad (Roger W. Sperry) o psique (Eccles) distinta aunque estrechamente vinculada al órgano por el cual el hombre se comunica con el mundo exterior, es decir, el cerebro, tal como apunta Nicholas Rescher.

 

En la misma obra citada, Szasz subraya las inconsistencias de una parte de las neurociencias al pretender que con mapeos del cerebro se podrán leer sentimientos y pensamientos pero “el cerebro es un  órgano corporal y parte del discurso médico. La mente es un atributo personal parte del discurso moral […] equivocadamente se usan los términos mente y cerebro como se utilizan doce y una docena”.

 

También Szasz se refiere a otra metáfora peligrosa en cuanto a la mal llamada “enfermedad mental” cuando esto contradice la noción más elemental de la patología que enseña que una enfermedad es una lesión orgánica, de tejidos y células y, por tanto, no puede atribuirse a comportamientos e ideas.

 

Es sabido que todo lo material  de nuestro cuerpo cambia permanentemente con  el tiempo y, sin embargo, mantenemos el sentido de identidad (a menos que se haya padecido de una enfermedad o accidente que lesione partes vitales del cerebro que no permitan la interconexión mente-cuerpo).

 

Antony Flew y John Hospers precisan la diferencia entre causas y motivos. Flew escribe que “cuando hablamos de causas de un  evento puramente físico -digamos un eclipse de sol- empleamos la palabra causa para implicar al mismo tiempo necesidad física e imposibilidad física: lo que ocurrió era físicamente necesario y, dadas las circunstancias, cualquier otra cosa era físicamente imposible. Pero  este no es el caso del sentido de causa cuando se alude a la acción humana. Por ejemplo, si le doy a usted una buena causa para celebrar, no convierto el hecho en una celebración inevitable”.

 

También Hospers manifiesta que “enunciando sólo los antecedentes causales, nunca podríamos dar una conclusión suficiente: para dar cuenta de lo que hace una persona en sus actividades orientadas hacia fines hemos de conocer sus razones y razones no son causas”.

 

Aparece una gran paradoja que, entre otros, expresa George Gilder en cuanto a que los procesos productivos de nuestra época se caracterizan por atribuirle menor importancia relativa a la materia y un mayor peso al conocimiento y, sin embargo, irrumpe con fuerza el materialismo filosófico.

 

Ludwig von Mises apunta que “Para un materialista consistente no es posible distinguir entre una acción deliberada y la vida meramente vegetativa como la de las plantas”, Murray Rothbard explica que “si nuestras ideas están determinadas, entonces no tenemos manera de revisar libremente nuestros juicio y aprender la verdad, se trate de la verdad del determinismo o de cualquier otra cosa” y Friedrich Hayek nos dice que “Todos los procesos individuales de la mente se mantendrán para siempre como fenómenos de una clase especial […] nunca seremos capaces de explicarlos enteramente en términos de las leyes físicas”.

 

Autores como Howard Robinson , John Foster, Richard Swinburne y Thomas Reid concretan su perspectiva mostrando que sus estudios se refieren a dos planos de una misma realidad humana. Una, la física o la material y, la otra, la mental o los estados de conciencia. Robinson resume este ángulo de análisis: “Lo físico es público en el sentido de que en principio cualquier estado físico es accesible (susceptible de percibirse, de conocerse) para cualquier persona normal […] Los estados de conciencia son diferentes porque el sujeto a quien pertenecen -y solo ese sujeto- tiene un acceso privilegiado a eso” y, además, “el pensamiento es sobre algo […] mientras que los estados físicos no son sobre algo, están simplemente ahí […] y los pensamientos pueden también ser sobre lo que no existe” pero lo físico es por definición lo que existe como tal (lo cual no quiere decir que todo ello pueda tocarse o, en su caso, ni siquiera verse, como los campos gravitatorios, las ondas electromagnéticas y las partículas subatómicas).

 

Juan José Sanguinetti resume bien el problema al escribir en Neurociencia y filosofía del hombre que “Los actos intencionados son de las personas, no de las partes ni potencias de las personas. Si doy un apretón de manos a un conocido para saludarlo calurosamente, no tiene sentido decir ´mis manos te saludan calurosamente´, pues soy yo quien saluda con calor mediante un apretón de manos. [Maxwell] Bennett y [Peter M.] Hacker [en Philosophical Foundations of Neuroscience] se lamentaron, en este sentido, de que la literatura neurocientífica acuda con demasiada frecuencia a expresiones como ´mi cerebro cree´, ´mi hemisferio izquierdo interpreta´, ´la neocorteza percibe, ´las neuronas deciden´, ´el hipocampo recuerda´, ´mi sistema límbico está enfadado´, porque atribuir a cosas como células o grupos de células actos como entender, tomar decisiones, preferir etc., simplemente no tiene sentido […] Se puede decir mi ojo ve, aunque sería más exacto decir yo veo con mis ojos”.

 

El antes citado Eccles muestra la conexión necesaria entre el materialismo y el determinismo en La psique humana. Por su parte, Pierre Lecomte Du Noüy resume magníficamente la trascendencia y la potencia del espíritu humano y cifra sus esperanzas en que se abra paso cada vez con mayor énfasis este aspecto que estima hace a la esencia de la dignidad del hombre, entre otros en su libro titulado de modo muy ilustrativo: El provenir del espíritu.

 

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. en Ciencias de Dirección. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, fue profesor y primer rector de ESEADE durante 23 años y luego de su renuncia fue distinguido por las nuevas autoridades Profesor Emérito y Doctor Honoris Causa. Es miembro del Comité Científico de Procesos de Mercado, Revista Europea de Economía Política (Madrid). Es Presidente de la Sección Ciencias Económicas de la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires, miembro del Instituto de Metodología de las Ciencias Sociales de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas, miembro del Consejo Consultivo del Institute of Economic Affairs de Londres, Académico Asociado de Cato Institute en Washington DC, miembro del Consejo Académico del Ludwig von Mises Institute en Auburn, miembro del Comité de Honor de la Fundación Bases de Rosario. Es Profesor Honorario de la Universidad del Aconcagua en Mendoza y de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas en Lima, Presidente del Consejo Académico de la Fundación Libertad y Progreso y miembro del Consejo Asesor de la revista Advances in Austrian Economics de New York. Asimismo, es miembro de los Consejos Consultivos de la Fundación Federalismo y Libertad de Tucumán, del Club de la Libertad en Corrientes y de la Fundación Libre de Córdoba.

EL DILEMA DEL SABER: ENTRE LA VERDAD Y LA DUDA

Por Alberto Benegas Lynch (h).

 

A estudiantes hay que trasmitirles un  equilibrio imprescindible en la extraordinaria aventura del conocimiento. Reza el adagio latino: ubi dubiun ibi libertas, es decir, donde hay duda hay libertad. Si todas fueran certezas no habría necesidad de elegir, de decidir entre opciones, de preferencias entre medios diferentes y para el logro de fines alternativos. El camino ya estaría garantizado, no se presentarían encrucijadas. De antemano la acción estaría resuelta. En rigor no habría acción propiamente dicha ya que ésta implica deliberación al efecto de evaluar opciones. En este caso no habría nada sobre lo cual deliberar solo seguir la certeza.

 

Esto último es la antítesis de lo humano, del libre albedrío, de la libertad en lugar de seguir caminos predeterminados. Casi podría concluirse que con tener un libreto adecuado solo habría que detectar la certeza del caso pero no requeriría meditación, evaluación y mucho menos corrección. Todo sería lineal, sería el fin de la vida humana.

 

Este es el sentido de lo que consigna Emmanuel Carrére: “lo contrario de la verdad no son las mentiras sino las certezas”, no es para nada que la verdad carezca de importancia pues es el quid del asunto, es el objetivo último pero precisamente las certezas conspiran contra la posibilidad de incorporar verdades puesto que bloquean el método para lograr esa meta noble, verdad como correspondencia (adecuación) entre el juicio y el objeto juzgado. Quienes están encerrados en certezas no están abiertos a encontrar verdades puesto que consideran que ya la tienen por lo que estiman superflua cualquier indagación y debate.

 

La duda es la gran auxiliar al efecto de estar bien predispuesto para la aventura del pensamiento. Y subrayemos con el mayor de los énfasis que la duda no significa en lo más mínimo relativismo o escepticismo. Independientemente del absurdo al descubrir que el relativismo implica que esa misma postura es relativa, las cosas son no importa que se opine de ellas, de allí la importancia de los departamentos de investigación en ámbitos universitarios. Si todo fuera relativo no habría nada que investigar, no habrían nexos causales, hechos y procesos fuera de lo que circunstancialmente se opina. La vida esté compuesta de juicios (proposiciones verdaderas o falsas), por ello resulta tan contradictoria aquello de que “no hay que juzgar” sin percibir que este es un juicio.

 

Tampoco es el caso de poner en tela de juicio nuestro único y fundamental instrumento para conocer, cual es la razón. El escéptico para ser consistente no podría afirmar como verdad su escepticismo (Aristóteles sostenía que el escéptico desciende a la condición de vegetal). La fertilidad de la duda consiste en estar sentado en la punta de la silla abierto a posibles refutaciones para progresar. El conocimiento es provisorio sujeto a refutaciones. Hay en este sentido en las ciencias corroboraciones momentáneas nunca verificaciones como sugiere el positivismo.

 

La duda se asimila a la condición de seres imperfectos inmersos en un proceso evolutivo. Los mortales nunca llegan a una instancia final, se trata de un trayecto sembrado de prueba y error. De esta situación de apertura y atención no se desprende que en las diversas etapas del conocimiento se adopte una posición débil frente a eso que se conoce al momento. Las defensas de esa situación deben argumentarse con toda la fuerza necesaria lo cual no quita que se esté atento a contra-argumentos que en cualquier instancia pueden irrumpir.

 

Una persona segura de si misma considera que está en condiciones de defender lo que estima verdadero, situación, repetimos que no es óbice para la apertura mental. La vida intelectual es un permanente peregrinaje entre albas y crepúsculos, es una búsqueda de tierra fértil en el mar de ignorancia que nos envuelve. Entonces, del hecho de sabernos imperfectos y limitados ubicados en un estado evolutivo en todos los órdenes de la vida, no quita un ápice de la firme convicción que se tiene de lo obtenido hasta el presente.

 

En realidad los que se ocultan en los fortines de las certezas y se abstienen de presentarse en las batallas intelectuales cotidianas son personas esencialmente inseguras que requieren de esa muralla artificial para proteger su vacío existencial, he aquí el dogmatismo.

 

De allí las ideologías, una palabrota que es la antítesis del conocimiento, no en el sentido inocente del diccionario de conjunto de ideas ni en el sentido marxista de falsa conciencia de clase, sino en el sentido más generalizado y difundido de algo cerrado, terminado, impenetrable e inexpugnable. Es así que la ideología equivale a una mente clausurada, imposible de acceder a otra cosa que no sea su mundo liliputenense.

 

Por eso es que los sistemas educativos deben prioritariamente enseñar a pensar, a cuestionar y a debatir pero nunca a repetir, nunca a dejar de ser voz para convertirse en eco. Esta es la quintaesencia de la enseñanza. No es para nada condenable la defensa enfática de lo que al momento se sostiene en base a los sólidos razonamientos del caso, lo reprobable es la cerrazón y el  operar como si siempre lo concluido inexorablemente será igual por tiempo indefinido. Todo puede ser distinto solo hace falta una refutación fundamentada, en eso consiste el progreso del conocimiento.

 

Como hemos dicho al comienzo, este delicado equilibrio debe ser trasmitido a los estudiantes y a todos los que se interesen por el saber, cualquiera sea el terreno que se transite. Es muy atractivo observar la defensa de valores y principios que al momento se muestran como necesarios, pero al mismo tiempo el estar atentos a otras campanas refuerza lo conocido o permite explorar lo desconocido al efecto de incorporar la antedicha tierra fértil.

 

Por ejemplo, Karl Popper ha rebatido el argumento de que en realidad no estamos viviendo sino que todo se trata de un sueño y así sucesivamente con una serie de asuntos que damos por sentado sin analizarlos debidamente. Puede aparecer a primera vista como un ejercicio inútil pero se revela como una gimnasia relevante al efecto de contestar sobre lo que tomamos como evidente que a poco andar resulta que no lo era tanto.

 

Popper escribe en Knowledge and the Body-Mind Problem que la teoría que mantiene que solo yo existo y que todo es producto de mis sueños la discute al concluir que lo que veo en mi supuesto sueño como las obras de los Shakeaspeare y Miguel Ángel me está demostrando que no estoy solo ya que esas genialidades superan ampliamente lo que puedo hacer.

 

En la línea argumental de la necesidad de la indagación podemos agregar otro ejemplo para ilustrar lo dicho que he desarrollado en detalle en otras oportunidades. Como bien han apuntado, entre otros, autores como el premio Nobel en neurofisiología John Eccles en La psique humana  y el premio Nobel en física Max Planck en ¿Hacia donde va la ciencia? el ser humano no está constituido solamente por kilos de protoplasma sino que tiene estados de conciencia, psique o mente que trascienden los nexos causales de la carne, hay más que lo puramente material en el hombre que nos permite tener ideas autogeneradas, argumentar, detectar proposiciones verdaderas y falsas, tener responsabilidad individual, moral y libertad. Es decir, no somos loros y no estamos determinados sino que contamos con libre albedrío que nos distingue de todas las especies conocidas.

 

De esta argumentación se sigue que esa característica -habitualmente denominada espiritual- no se descompone como la materia y, por ende, perdura y nos permite vislumbrar vida después de la vida terrenal. Este es un buen ejemplo para comprobar los que se cierran a esta posibilidad porque su inseguridad necesita de la certeza de que nada existe más allá de la vida humana. Por supuesto que todo, y la extensión de la vida también, está sujeta a posibles refutaciones pero no puede aceptarse la coartada de la negación sin argumento lo cual proviene de una concepción antireligiosa en su aspecto racional (y no de dogmas) que va más lejos. Y esta lejanía centra su negación de una Primera Causa como si pudiéramos existir si las causas que nos engendraron puedan ir en regresión ad infinitum.

 

Podría contradecirse lo anterior afirmando que tanto la posición que niega todo lo que pueda ocurrir después de la vida terrenal como la que afirma su extensión, en ambos casos se persigue la certeza y existe la cerrazón. Pero no es así, la postura negacionista cierra la posibilidad de duda, sin embargo, la que concluye en la extensión de la vida del espíritu no cierra la duda, por el contrario la mantiene puesto que no puede mostrar como concretamente es la vida más allá de la muerte y esto desespera a los partidarios de las certezas absolutas por lo que la cerrazón trasmite seguridad a los inseguros que si no están anclados firmemente en un mismo lugar no pueden vivir. No pueden entender que el conocimiento es un andar de fronteras móviles.

 

Seguramente a esta altura hubiera sido más productivo poner otro tipo de ejemplos en esta nota periodística de los innumerables que hay a mano pero precisamente he mostrado este por lo controvertido del tema en nuestro tiempo. Como ha señalado Antony Flew (el filósofo ex ateo militante de mayor relevancia) en consonancia con Albert Einstein, la existencia de una Primera Causa es inexorable, aunque ambos rechazan las religiones oficiales. Einstein escribió que “Mi idea de Dios se forma de la profunda convicción respecto a la presencia del poder de una razón superior”. También lo escrito por el antes citado Planck “Donde quiera que miremos, tan lejos como miremos, no encontraremos en ningún sitio la menor contradicción entre religión y ciencia natural”. En esta línea argumental,  Flew explica la verisimilitud del Big Bang, un fenómeno contingente que  no excluye sino que necesita del fenómeno necesario.

 

Me he valido de este ejemplo y no otros muchos disponibles pues considero que la religiosidad en el sentido expuesto alude a la necesaria humildad y ausencia de arrogancia del ser humano en lugar de mirarse el ombligo como si fuera un ser autocreado y autocreada toda la naturaleza que lo rodea. Hubiera sido para mi mucho más fácil elegir otros ejemplos pero elegí meter el dedo en la llaga de un asunto muy poco comprendido.

 

La petulancia y soberbia de que no hay orden superior a nuestra propia existencia también conduce a “la arrogancia fatal” expuesta por Friedrich Hayek en otro contexto. Paradójicamente la inseguridad demanda seguridad y certezas que excluyen otras posibilidades que no han sido ni remotamente expuestas por los Kai Neilsen, Paul Edwards y Roland Hophurn tan bien refutados por James J. Sadowsky y otros pensadores. El racionalismo constructivista también explicado por Hayek aparece como una valla formidable a la modestia y a la “razón razonable” tal como titulé uno de mis libros hace tiempo.

 

Comprendo  que en este tema haya quienes desconfían de la religión (religatio con lo que nos excede e invita a la autoperfección) debido a los desmanes y atropellos llevados a cabo por miembros de religiones oficiales,  pero esto no debiera provocar alejamientos de nuestra propio interés vital.

 

Por último, no quiero complicar lo dicho en esta nota pero es menester que agreguemos que el exhibir una pretendida teoría, hipótesis o propuesta en cualquier sentido que no pueda ser refutada no necesariamente significa que aquella sea válida. Y cuando decimos que no puede ser refutada no nos estamos limitando a lo físico, ni siquiera a contrafácticos indirectos sino a que no puede ser contradicha con contra-argumentos puesto que la teoría en cuestión no fue formulada con argumentos suficientes, se trata de una simple afirmación. Mucho de lo que existe no se ve como los campos gravitatorios, las ondas electromagnéticas y las partículas subatómicas y otros relacionados con los fenómenos sociales complejos se sustentan en argumentos bien razonados. Un eventual disparate gigantesco puede que no sea posible su refutación precisamente porque es una construcción que flota sin basamento alguno.

 

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. en Ciencias de Dirección. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, fue profesor y primer rector de ESEADE durante 23 años y luego de su renuncia fue distinguido por las nuevas autoridades Profesor Emérito y Doctor Honoris Causa.

ANTHONY DE JASAY: UNA MENTE ORIGINAL

Por Alberto Benegas Lynch (h)

 

Se trata de uno de los intelectuales más sobresalientes en el campo de las ciencias sociales, específicamente de la economía y la ciencia política. De Jasay nació en Hungría en 1925, en Budapest completó su carrera de grado en ciencias agrarias y trabajó de periodista hasta que tuvo que fugarse de la opresión soviética en 1948. Se radicó en Austria durante dos años, luego de lo cual viajó a Australia país en el que estudió economía en la Universidad de Western Australia donde permaneció hasta que fue invitado como Research Fellow en el Nuffield College de la Universidad de Oxford, casa de estudios en la que permaneció de 1955 a 1962, período en el que publicó diversos trabajos en el Economic Journal y en el Journal of Political Economy.

 

En 1962 se radicó en Paris donde operó como banquero y financista hasta que en 1979 se mudó a Normandía, allí escribió sus obras más relevantes que fueron The State (Basil Blackwell, 1985), Social Contract, Free Ride: A Study of the Public Good Problem (Clarendon Press, 1989),  Market Socialism: A Scrutiny (Institute for Economic Affairs, 1990), Choice, Contract and Consent: A Restatement of Liberalism (Institute for Economic Affairs, 1991), las colecciones de ensayos bajo los títulos de Against Politics (Routledge, 1997) y Justice and its Sunrroundings (Liberty Fund, 2002). Esta última institución de Indianapolis, recientemente agregó dos nuevas colecciones bajo los títulos Economic Sense and Non Sense y Social Justice and the Indian Rope Trick.

 

La dedicatoria de uno de mis libros (sobre Jean Gustave Courcelle-Seneuil) publicado hace cinco años por la Universidad del Desarrollo en Chile rezaba así: “En homenaje al insigne maestro Anthony de Jasay, el más original, prolífico y sofisticado de los autores contemporáneos en el área de las ciencias sociales”.  Siendo rector de ESEADE lo invité a dictar clase, traduje varios de sus ensayos en la revista académica Libertas, organicé un seminario patrocinado por Liberty Fund en Buenos Aires en el entonces Plaza Hotel, dedicado a estudiar uno de sus libros en el que estuvieron presentes, entre otros, el propio autor, el premio Nobel  en economía James M. Buchanan, Hartmut Kliemt, Bruce Benson, Guido Pincione. Lo encontré en diversos foros, lo invité en mi carácter de miembro del Programa Académico de la Mont Pelerin Society como orador a la reunión en Río de Janeiro y tuvo la generosidad de comentar por la vía epistolar un ensayo de mi autoria que preparé para un seminario en el que participé en Seúl en 1995, trabajo titulado “Towards a Theory of Autogovernment” (publicado en Values and the Social Order, Aldershot, UK, Avebury Series in Philosophy, 1997, Gerard Radnitzky, ed., libro para el que también escribió de Jasay aunque no pudo estar presente en esa oportunidad). Seminario en el que tuvieron una destacada participación presencial Gordon Tullock, Antony Flew, Angelo Petroni, el antes mencionado Bruce Benson y Hans-Hermann Hope.

 

Para una magnífica síntesis del pensamiento de este tratadista al que hoy rendimos homenaje, puede consultarse la entrevista que le realizó Harmut Kliemt en “The Intellectual Portrait Series” A Conversation with Anthony de Jasay también de Liberty Fund. Por su parte, James M. Buchanan escribe sobre la antedicha Against Politics que “Aquí se encuentra la filosofía política como debería ser: temas serios discutidos con elocuencia, agudeza, coraje y un genuino conocimiento” y Richard A. Epstein anota sobre el mismo libro que “Su posición corresponde a una minoría sobresaliente de pensadores serios […] Los liberales clásicos partidarios del gobierno limitado siempre están empujados desde la izquierda, pero es importante reconocer que uno de los desafíos más potentes provienen del otro lado del espectro político”.

 

En estos temas como en otros, debe estudiarse con la mente abierta y sin prejuicios. Puede concordarse o no con el autor pero primero es menester escuchar con atención y sin telarañas mentales sus sofisticada y sesuda argumentación basada principalmente en la teoría de los juegos. Hay tres pasajes de Anthony de Jasay -Tony para los que tuvimos el privilegio de conocerlo- que ilustran y resumen muy bien el eje central de su tesis. En su ensayo titulado “La amarga medicina de la libertad” dice de Jasay que “Amamos la retórica y la palabrería de la libertad a la que damos rienda suelta más allá de la sobriedad y el buen gusto, pero está abierto a serias dudas si realmente aceptamos el contenido sustantivo de la libertad”. En el titulado “Hayek: algunas piezas ausentes” concluye que “La teoría más reciente sugiere que incluso el cumplimiento de contratos puede proveerse voluntariamente por parte de aquellos que pretenden beneficiarse con el respeto a esos arreglos, y no hay evidencia que un poder estatal organizado para su cumplimiento sea más eficiente y menos gravosos en términos de costos totales de transacción respecto a la provisión descentralizada y privada”, trabajos en los que trata de modo magistral las diversas facetas del dilema del prisionero, los bienes públicos, las asimetrías de la información y la externalidades en el contexto de lo que se ha denominado “la elección racional”.

 

Por último, la tercera cita la tomamos de una entrevista que en 2011 Aschwin Wolf concretó en The Independent Review (16, No. 2, otoño) en el que de Jasay consigna que “se elaboran bellísimas constituciones basadas en valores liberales como la libertad, la propiedad y el estado de derecho, la  independencia del poder judicial y así sucesivamente, explicando la superioridad moral y las ventajas prácticas del orden liberal que una constitución de este tipo produciría, lo cual muestra una confianza y una ingenuidad patéticas en que la constitución soñada producirá el resultado soñado”.

 

Desde luego que no es cuestión de rechazar sin más los detenidos estudios de Anthony de Jasay, lo cual demostraría cerrazón mental, escasa profesionalidad y muy poco entrenamiento académico, sino que su producción demanda análisis con detenimiento, digerirlos y, en su caso, discutirlos. Como queda dicho, puede coincidirse o disentir con el autor, pero lo que no puede desconocer el académico actualizado y vinculado a las ciencias sociales es la producción intelectual de este autor. En el mundo académico propiamente dicho, se coincida o no con trabajos de estatura intelectual, la averiguación está siempre abierta para examinar y debatir nuevas líneas de investigación.

 

Las ponderaciones sobre su obra son de muy diversas procedencias intelectuales: Roderik T. Long afirma que su trabajo “es inusualmente rico, provocativo y cubre un vasto territorio”, el antes referido Aschwin Wolf sostiene que “es el más grande pensador social de nuestro tiempo” y Frank van Dun concluye que “es uno de los más poderosos pensadores en temas políticos y sociales de todas las épocas”.

 

No en todos los casos los escritos de este autor son de fácil comprensión. A mí por lo menos, buena parte de sus textos me resultan dificultosos y me exigen varias lecturas para entender el significado de lo escrito. La versación de Anthony de Jasay es notable, sus miradas son siempre originales y su grado de elaboración para las explicaciones, argumentaciones de gran calado y concatenación de razonamientos resultan en verdad llamativas.

 

En el trabajo aludido de este autor sobre esa contradicción en términos conocida como “socialismo de mercado”, entre otras muchas cosas, explica lo autodestructivo que resulta la manía de sostener que aún aplicando la guillotina horizontal puede funcionar la competitividad. De Jasay refuta la peregrina idea de que es posible largar en la carrera por la vida desde posiciones patrimoniales niveladas por los gobiernos y, al mismo tiempo, cada cual estará incentivado a participar en el evento esforzándose por ganarlo, sin percibir que si se es consistente con las antedichas nivelaciones habrá que proceder de igual manera a la largada de la siguiente carrera con lo que se bloquea la posibilidad de que los ganadores trasmitan su patrimonio a la próxima generación, lo cual destruye los necesarios incentivos para el certamen (por si fuera de algún interés, consigno al margen que mi tesis de doctorado en economía aprobada en la Universidad Católica Argentina se tituló Influencia del socialismo de mercado en el mundo contemporáneo: una revisión crítica de sus ejes centrales).

 

De Jasay me recomendó muy diversas lecturas en distintas ocasiones. Todas fueron muy provechosas para mí. La última sugerencia fue la obra de Leslie Green The Authority of the State publicada por Oxford University Press de la que destaco muy especialmente el texto bajo el siguiente subtítulo: “The Prisoner´s Dilemma Dilemmas”, una cadena argumentativa densa pero sumamente fértil y elocuente.

 

En lo personal, ni bien se publicó el libro de mayor difusión de Thomas Piketty sobre el igualitarismo, escribí una crítica y después de ello he leído varios ensayos de gran valor sobre el tema, algunos centrados en puntos conceptuales y otros apuntan a su manejo (o desmanejo) estadístico, pero recientemente he leído el formidable de Anthony de Jasay que me parece el mejor de todos de lejos: “The Python that Eats Itself by the Tail: A Self-Contradictory Theory of Capitalism”.

 

Hace poco, Carlos Rodríguez Braun me propuso desde España que editemos juntos en castellano ensayos de este coloso del pensamiento. Aun no hemos conseguido financiación para lograr este objetivo. De Jasay estaba informado de este proyecto que recibió con entusiasmo, lo cual puso de manifiesto en varios correos que nos ha enviado a los dos con diversas reflexiones sumamente atinadas.

 

Lo dicho hasta aquí basta para una nota periodística sobre este escudriñador de la economía y la filosofía política que se ha apartado de la visión convencional para invitar a la exploración de un paradigma y un andamiaje conceptual diferente. Es inmensa la gratitud de  todos los que tuvimos el placer de tratarlo. Como queda consignado, hasta hace muy poco hemos mantenido numerosos contactos por la vía electrónica, a pesar de su edad y las dificultades que venía arrastrando en su capacidad ocular y otros problemas de salud más recientes (en uno  de mis últimos contactos epistolares le comenté un  libro reciente –The Problem of Political Authority de Michael Huemer- a lo que me contestó que ya no podía leer y que sus mails se los leían y se los escribían (conjeturo que su encantadora mujer a quien conocí en Cannes hace años). De cualquier modo, siempre fue muy solícito y generoso para atender consultas y comentarios varios. Sus enseñanzas perduran y algún día serán reconocidas más allá del mundo académico.  Recuerdo que hacen ya muchos años, la primera vez que escuché hablar del autor que vengo comentando fue por una recomendación de Emilio Pacheco, en vuelo Buenos Aires-Bariloche para un seminario en esta última ciudad.

 

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. en Ciencias de Dirección. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, fue profesor y primer rector de ESEADE durante 23 años y luego de su renuncia fue distinguido por las nuevas autoridades Profesor Emérito y Doctor Honoris Causa.

DIOS, LA PSIQUE Y EL LIBRE ALBEDRÍO

Por Alberto Benegas Lynch (h).

 

Nos parece que la religión no es un asunto de los domingos, es mostrar interés de donde venimos y hacia donde nos dirigimos. No es un asunto menor. Los hijos adoptados en algún momento muestran curiosidad por saber quienes son sus padres biológicos, ¿como no vamos a estar interesados el resto de los mortales (y ellos también) en saber acerca de un origen mas profundo y primero?

 

Es inexorable el principio, de lo contrario,  si las causas que nos dieron origen irían en regresión ad infinitum, literalmente nunca hubieran comenzado las causas que nos permiten estar donde estamos hoy. Llamar a la primera causa, Dios, Yahveh, Alá o lo que fuere no resulta relevante, lo importante es la idea necesaria de la primera causa, no como la contradictoria noción panteísta sino agente fuera de la naturaleza. Tampoco es cuestión de pensar que se debe ser religioso, ya bastantes trifulcas, torturas, inquisiciones y matanzas han  habido en nombre de Dios, la misericordia y la bondad como para insinuar obligaciones que no son tales, solamente pensamos que se la pierden los que deciden cerrar los ojos sobre la pesquisa de marras.

 

No solo eso sino que la noción arrogante y absurda que nos fabricamos a nosotros mismos (lo cual sabemos que no es así) o que  todo ocurrió por casualidad no se condice con la realidad en cuanto a que la casualidad no existe, es siempre causalidad. Incluso los llamadas juegos de azar, por ejemplo, los dados responden a causas referidas a la velocidad con que se arrojan, el roce con el paño, el peso de los dados mismos etc. Cuando decimos que “por casualidad” nos encontramos con fulano o mengano es porque nos sorprendió el encuentro pero fue el resultado de nexos causales. Además, aceptando lo inaceptable, hay que preguntarse de donde surgió la posibilidad de la llamada casualidad. Por otra parte, sostener la hipótesis de que todo siempre estaba, es otro modo de pronunciarse sobre la antes referida concatenación de causas en regresión infinita con las consecuencias anteriormente señaladas (en ese supuesto no podría estar escribiendo lo que escribo en este instante). El Big-Bang es una posibilidad cierta pero se trata de lo contingente (puede estar o no estar), a lo que nos referimos es al ser necesario.

 

La humildad de pronunciarse en el sentido  que no somos el ombligo del universo sino que hay instancias que nos superan es una actitud compatible con el espíritu liberal de modestia en contraposición a la presunción del conocimiento y la correspondiente soberbia. La religatio, es decir la  relación con Dios, se traduce en lo que se conoce como el rezo (que no necesitan ser los sugeridos por otros) que es la forma que tenemos los humanos de darnos fuerza para encarar los problemas por los que atravesamos. Y no es que Dios hace o deshace cuando se le pide ya que esto estaría en contradicción con el ser perfecto ya que filosóficamente el movimiento,  es decir, el paso de potencia al acto es incompatible con el Acto Puro, lo contrario revelaría que le faltaría algo. Las fortalezas cuando las hay se han llevado a cabo en el momento uno (el comienzo del tiempo) ya que Dios conoce de antemano los problemas.

 

Esto último, el destino conocido por el ser perfecto, no es obstáculo para que tenga lugar el libre albedrío que es el eje central de la condición humana (Sto. Tomás de Aquino explica el punto con el  ejemplo de una persona que ve desde lo alto de una montaña a varios alpinistas que sin saberlo se encaminan al despeñadero sin que por ello se afecte su libertad). Si no fuéramos seres libres, no habría tal cosa como argumentación, racionalidad, ideas autogeneradas, responsabilidad individual, moral ni, desde luego, libertad. Seríamos loros, loros complejos, pero loros al fin por lo que ni siquiera podría “demostrarse” ni “saberse” sobre el determinismo físico (o materialismo filosófico) ya que lo racional, en este supuesto, está ausente.

 

El libre albedrío implica estados de conciencia, psique o mente independiente de los nexos causales inherentes a la materia ya que los kilos de protoplasma no deciden, eligen o prefieren  sino que están determinados. A su vez, aquellos estados de conciencia al no ser materiales no se extinguen lo cual significa la inmortalidad de la psique (alma en griego) y ese es nuestro destino que conjeturamos será mejor o peor según nuestra conducta sea mejor o peor.

 

Reflexionar sobre estos asuntos resulta de provecho para una detenida introspección. Sócrates mantenía que una vida no examinada no es una vida y Kant sostuvo que hay tres asuntos filosóficos centrales: “la libertad de la voluntad, la inmortalidad del alma y la existencia de Dios”, lo mismo ha dicho Copleston y han subrayado otros pensadores.

 

Seguramente son muchos los motivos de la irreligiosidad pero estimamos que uno muy generalizado que provoca el alejamiento de la religión y un serio obstáculo para el acercamiento a esta esfera consiste en  gran medida en las escandalosas barrabasadas económicas y sociales con implicancias de grave inmoralidad y por tanto devastadoras consecuencias para el futuro de la civilización que lamentablemente han dicho y dicen ciertos representantes de iglesias oficiales (personalmente me he pronunciado públicamente siete veces sobre las ideas del actual Papa de la Iglesia católica), junto a disposiciones absurdas que han proclamado en diversos planos y conductas inaceptables que ahuyentan a fieles y bloquean a otros que por eso tienen una visión sumamente desfigurada de la religatio. Situación ésta que no sucede en el ámbito del deísmo, a saber la religión fuera de las iglesias oficiales. Sin duda que además de lo apuntado, los fanáticos que todo lo justifican son otro motivo preponderante del apartamiento de la religión.

 

Hay una cuestión de gran relevancia para lo que estamos discutiendo y se trata de quienes ignoran la religión basados en el positivismo que sostiene que una proposición no verificable empíricamente no tiene ningún significado cognitivo, pero como se ha dicho, esa misma proposición no es verificable. Además, como también se ha puesto de manifiesto, nada en la ciencia es verificable solo está sujeta a corroboraciones provisorias abiertas a refutaciones. Por otra parte, si bien el decimonónico Círculo de Viena sistematizó el positivismo, contemporáneamente el principal difusor de esa tradición de pensamiento fue Alfred Ayer quien luego escribió en el trabajo compilado por R. A. Varghese titulado Great Thinkers on Great Questions que “El positivismo lógico murió hace mucho tiempo. No creo que sea verdad mucho de lo que dije en Lenguaje, verdad y lógica [probablemente el libro que fuera el más citado y ponderado por los positivistas modernos]. Creo que es una obra llena de errores”. Igual que en ciencias sociales, el tema de la religión no está sujeto al método hipotético-deductivo y al laboratorio propio de las ciencias naturales sino a razonamientos complejos que también derivan de la condición propiamente humana donde hay acción y no mera reacción.

 

Sin duda que muchas son las maneras por las que se inicia el abordaje de la religión. Whittaker Chambers -el célebre arrepentido de ser espía soviético y que luego contribuyó tanto a defender los valores de la sociedad libre- comenzó su religiosidad de manera peculiar. Escribe cuando le preguntan como abandonó las filas comunistas que “lentamente, con desgano, en agonía […] Poco después de mudarme a Washington al departamento de Alger Hiss [secretario de estado de F. D. Roosevelt, condenado por espía soviético], mi hija estaba ubicada en una silla y la estaba observando comer. Era lo más milagroso que ocurría en mi vida […] mis ojos se posaron en sus delicadas orejas, esas intrincadas y perfectas orejas. Mi pensamiento se dirigió a considerar que esas orejas no pueden haber aparecido por azar de una mezcla de átomos, que es la visión comunista[…] La libertad es una necesidad del alma y ninguna otra cosa […] Sin libertad el alma muere. Sin el alma no hay justificación para la libertad” y luego explica el significado del intento humano de acercarse a la perfección, a Dios, y los derechos naturales como mojones o puntos de referencia extramuros de la ley positiva mas allá de la pretendida ingeniería social legislativa diseñada por el hombre.

 

Otra forma de acercarse a la religión queda consignada en un libro escrito por quien ha sido amigo del que esto escribe: Antony Flew, quien me obsequió un par de sus obras y quien participó con otras personas y conmigo en un seminario sobre la sociedad abierta muy a propósito de lo que aquí presentamos, que tuvo lugar en Seúl en agosto de 1995 patrocinado por la International Cultural Foundation, ponencias que fueron editadas en forma de libro bajo el título de Values and the Social Order. Voluntary versus Coercive Orders.

 

Flew fue un conocido ateo durante mucho tiempo, período en el que publicó varios libros sobre el tema, además de sus tratados sobre muy diversos aspectos de la filosofía política. En su última etapa de producción intelectual publicó un libro que refuta su posición anterior titulado en la traducción al castellano Dios existe, en el que incluye reflexiones de otros autores de peso en la misma dirección de su nueva postura, especialmente físicos de la talla de Einstein, Heisenberg y Planck.

 

Para sacarle todo el jugo que tiene este libro de Flew hay que leerlo con atención, pero en esta nota periodística menciono telegráficamente dos puntos. El primero es el abordaje que el autor hace del tema religioso que consiste en concentrarse en el análisis del ADN debido a la enorme complejidad del número y combinaciones de elementos para producir vida. El segundo punto estriba en su refutación a los escritos de Richard Dawkins quien extrapola las características exclusivas de los seres humanos a unos genes peculiares que asimilan al hombre a una máquina.

 

En todo caso, la religatio nos parece un terreno hospitalario y gratificante si se lo despoja de afirmaciones y actitudes que contradicen los valores y principios morales inherentes a la idea de Dios (y expresiones equivalentes). Lo dicho en este campo responde a observaciones que no significan para nada faltarle el respeto a los ateos y agnósticos que, igual que nosotros, asumen sus responsabilidades. De más está decir que el punto de vista aquí expresado no es para implantar en otras personas que tienen otras miradas, lo contrario resultaría incompatible con el valor de la libertad y las consiguientes autonomías individuales. Son reflexiones que nos parecen cruciales que incluyen el libre albedrío y la psique como temas conexos e inseparables.

 

Finalmente, hay quienes rechazan la religión por el llamado “problema del mal”, esto es, niegan el teísmo debido a que hay tantas desgracias, unas atribuidas a acciones de los hombres y otras a episodios de la naturaleza. Pues bien, la eliminación del mal significaría en última instancia la eliminación de las imperfecciones lo cual a su vez eliminaría la posibilidad del universo y la creación ya que constituye una contradicción en los términos la existencia de más de un Dios (una perfección) puesto que uno tendría lo que no tiene el otro. Lo dicho naturalmente para nada significa que el ser imperfecto y limitado -nosotros- pueda abarcar y contestar todo lo relativo al ser perfecto. De todos modos, tal vez sea el momento de reiterar lo consignado en Eclesiástico (27:7), “No elogiéis a nadie antes de oírlo razonar, porque allí es donde se prueban los hombres”.

 

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. en Ciencias de Dirección. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas y fue profesor y primer rector de ESEADE.