¿Qué proponen los libertarios y por qué habría que escucharlos?

Por Adrián Ravier.  Publicado el 17/12/18 en: https://www.cronista.com/columnistas/Que-proponen-los-libertarios-y-por-que-habria-que-escucharlos-20180116-0099.html

 

¿Qué proponen los libertarios y por qué habría que escucharlos?

Libertarios en la Argentina ha habido siempre. En su historia habrá que retroceder al menos unas cuantas décadas para ver que en los años 1950 Alberto Benegas Lynch padre fundaba, junto a algunos empresarios, el Centro para la Difusión de la Economía Libre, luego llamado Centro de Estudios para la Libertad. En estos centros se ofrecieron conferencias y publicaciones de libros de variados autores como Ludwig von Mises, Friedrich Hayek, Leonard Read, Henry Hazlitt, Israel Kirzner o Murray Rothbard. Quizás haya algún lector que recuerde las seis conferencias multitudinarias de Mises en la UBA en 1959. Desde ya que la diferencia entre un liberal como Hayek y un libertario como Rothbard, fue siempre motivo de disputas internas entre libertarios, pero hoy no nos vamos a
detener en ello. Más bien, los tomaremos como compañeros de camino.

La posta la tomó su hijo Alberto Benegas Lynch (h), hoy Presidente de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, quien fundó en 1978 la Escuela Superior de Economía y Administración de Empresas (ESEADE),
creando los primeros posgrados en Argentina. En sus cuatro Maestrías en Economía y Ciencias Políticas, Economía y Administración de Empresas, Derecho Empresario y Activos Financieros, los alumnos recibían los
fundamentos para defender la libertad individual, la propiedad privada, la economía de mercado y el gobierno limitado, además de los conocimientos específicos de cada programa.
Muchos de estos alumnos a su vez, formaron numerosas fundaciones e institutos pro mercado en distintas provincias, que como efecto cascada formaron a miles de jóvenes en las ideas de la libertad. Estos jóvenes hoy
quizás no son docentes o académicos prestigiosos (aunque algunos lo son, como el Dr. Eduardo Stordeur o el Dr. Nicolás Cachanosky), pero lideran y gerencian distintos departamentos de las principales compañías del país.
Martín Krause lo sucedió a Alberto Benegas Lynch (h) como Rector de este Instituto Universitario, donde también pasaron excelentes docentes como Juan Carlos y Roberto Cachanosky, Gabriel Zanotti, Enrique Aguilar, Gustavo Matta y Trejo o Ricardo Manuel Rojas (sin ánimo de ser exhaustivo).

¿Qué proponen los libertarios para esta Argentina? En una Argentina donde ya no podemos pensar la educación, la salud, las jubilaciones y pensiones, el cuidado del medio ambiente o la administración de la moneda y los bancos
sin el ente gubernamental como principal regulador, los libertarios proponen un debate necesario. Repensar una Argentina en la que podamos prescindir del Estado. Aspiran a que cada argentino pueda pagar su propia educación y la de sus hijos; que pueda cubrir sus costos sanitarios; que pueda elegir cómo y cuándo jubilarse y que su pensión dependa de los montos y años de aporte. Proponen, en definitiva, libertad y responsabilidad, para terminar con la “estatolatría” donde el Dios Estado es el que ofrece empleo y garantiza seguridad social porque, de hecho,
jamás ha garantizado otra cosa que pobreza. Repensar una Argentina donde este flagelo sea gradualmente erradicado a través del mercado, como viene ocurriendo en gran parte del mundo, incluidas China y la India (ver El
Gran Escape de Angus Deaton). Donde la libertad de empresa y la iniciativa privada sean el motor del empleo genuino, de la innovación, de la creatividad y de las oportunidades para alcanzar una vida mejor. Donde la igualdad que importa es “ante la ley”.
En una Argentina donde la policía respalda a las mafias, los libertarios piden, siguiendo a James M. Buchanan, desconfiar de la política, lo que en definitiva es fundamento para un gobierno limitado.
¿No es esto una utopía? Una sociedad sin estado es irrealizable en esta Argentina, sin dudas. El libertario desde luego está dialogando en un “plano ideal” que a muchos les parecerá lejano. Está debatiendo para una sociedad
futura, donde posiblemente la cultura anti-capitalista sea abandonada por otras creencias pro-mercado. Le preocupa entonces definir cuánto estado haría falta en ese estado ideal, y llega a la conclusión de que no sería
necesario ninguno, ni siquiera en justicia o seguridad.
Pero al margen de ese debate puro, también hay un mensaje que puede ser útil para nuestra Argentina y que deberíamos escuchar

¿Cuál es este mensaje? Que la Argentina presenta un gasto público desbordado que aunque se pudiera financiar cubre necesidades de gente que no necesita la ayuda estatal. El primer paso entonces es desmantelar ese Estado que ayuda al que no lo necesita. Que aquellos que pueden pagar educación o salud para sí y para sus familias, lo hagan. Que aquel que puede tener su propia pensión la tenga. Que aquel que puede pagar servicios públicos que cubran los costos lo haga. Que aquel que puede pagar el precio real del combustible lo pague también. De ese modo reducimos la mochila de impuestos, deuda e inflación que recae sobre las empresas y que evita que sean competitivas en un mundo abierto y globalizado. De ese modo habría empleos y mejores salarios reales para todos.
¿Y qué ocurre con los que no pueden pagar estas cosas? Para la educación y la salud existe la propuesta de vouchers de Milton Friedman. El libertario lo aceptará en la transición, aunque insistirá que ese dinero de los
cupones sale del bolsillo del contribuyente y que sólo será temporal.
Para las pensiones se deberá crear un sistema privado de aporte voluntario, que no tiene relación con lo que hubo durante el menemismo, y ni siquiera con el sistema que hoy rige en Chile. El sistema libertario de pensiones no
necesita que el gobierno autorice a ciertas empresas a operar, ni que fije comisiones, sino que simplemente se haga a un lado y permita la competencia. El mercado operará bien en su ausencia, como de hecho ocurre con la gran mayoría de bienes y servicios. Desde luego que para cubrir a los actuales pensionados se necesitarán pagar impuestos, pero debemos distinguir entre la solución al problema actual donde el Estado se consumió los ahorros de los actuales jubilados respecto del sistema previsional para el futuro.
Comparar al oficialismo con el mensaje libertario muestra lo moderado del gobierno de Mauricio Macri, que si bien en anuncios y conferencias promueve cierto relativo liberalismo, en la práctica encuentra inacción, quizás por los obstáculos que el libertario muchas veces pasa por alto.
Y aquí viene la pregunta: ¿Propone el libertario desmantelar hoy al Estado por completo? Habrá quien lo proponga, pero no es lo más usual. El libertario entiende que el Estado está sobredimensionado y sabe que corregir esto sólo puede redundar en mayor calidad de vida para todos. Sabe que en el plano político, la prioridad del gobierno es mantener el orden público, y que eso sólo se consigue atendiendo a lo que es políticamente viable en cada momento. Es por eso que la regla general que el gobierno debe seguir es bajar el gasto todo lo posible, mientras pueda mantener el orden público.
Y allí encontramos el gran dilema, ya que cierta mentalidad anti-capitalista impide avanzar en reformas profundas como las que el libertario propone. En este sentido, mientras el libertario busca abrir el debate en un plano teórico, también acepta en la política pública una transición ordenada que no deje a nadie sin sustento. En la búsqueda de ese camino está claro que ambos roles, el académico y el político, se deben retroalimentar.

 

Adrián Ravier es Doctor en Economía Aplicada por la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid, Master en Economía y Administración de Empresas por ESEADE. Es profesor de Economía en la Facultad de Ciencias Económicas y Jurídicas de la Universidad Nacional de La Pampa y profesor de Macroeconomía en la Universidad Francisco Marroquín. Es director de la Maestría en Economía y Ciencias Políticas en ESEADE.

¿Qué proponen los libertarios y por qué habría que escucharlos?

Por Adrián Ravier.  Publicado el 17/1/18 en: https://www.cronista.com/columnistas/Que-proponen-los-libertarios-y-por-que-habria-que-escucharlos-20180116-0099.html

 

Libertarios en la Argentina ha habido siempre. En su historia habrá que retroceder al menos unas cuantas décadas para ver que en los años 1950 Alberto Benegas Lynch padre fundaba, junto a algunos empresarios, el Centro para la Difusión de la Economía Libre, luego llamado Centro de Estudios para la Libertad. En estos centros se ofrecieron conferencias y publicaciones de libros de variados autores como Ludwig von Mises, Friedrich Hayek, Leonard Read, Henry Hazlitt, Israel Kirzner o Murray Rothbard. Quizás haya algún lector que recuerde las seis conferencias multitudinarias de Mises en la UBA en 1959. Desde ya que la diferencia entre un liberal como Hayek y un libertario como Rothbard, fue siempre motivo de disputas internas entre libertarios, pero hoy no nos vamos a detener en ello. Más bien, los tomaremos como compañeros de camino.

La posta la tomó su hijo Alberto Benegas Lynch (h), hoy Presidente de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, quien fundó en 1978 la Escuela Superior de Economía y Administración de Empresas (ESEADE), creando los primeros posgrados en Argentina. En sus cuatro Maestrías en Economía y Ciencias Políticas, Economía y Administración de Empresas, Derecho Empresario y Activos Financieros, los alumnos recibían los fundamentos para defender la libertad individual, la propiedad privada, la economía de mercado y el gobierno limitado, además de los conocimientos específicos de cada programa.

Muchos de estos alumnos a su vez, formaron numerosas fundaciones e institutos pro mercado en distintas provincias, que como efecto cascada formaron a miles de jóvenes en las ideas de la libertad. Estos jóvenes hoy quizás no son docentes o académicos prestigiosos (aunque algunos lo son, como el Dr. Eduardo Stordeur o el Dr. Nicolás Cachanosky), pero lideran y gerencian distintos departamentos de las principales compañías del país.

Martín Krause lo sucedió a Alberto Benegas Lynch (h) como Rector de este Instituto Universitario, donde también pasaron excelentes docentes como Juan Carlos y Roberto Cachanosky, Gabriel Zanotti, Enrique Aguilar, Gustavo Matta y Trejo o Ricardo Manuel Rojas (sin ánimo de ser exhaustivo).

¿Qué proponen los libertarios para esta Argentina? En una Argentina donde ya no podemos pensar la educación, la salud, las jubilaciones y pensiones, el cuidado del medio ambiente o la administración de la moneda y los bancos sin el ente gubernamental como principal regulador, los libertarios proponen un debate necesario. Repensar una Argentina en la que podamos prescindir del Estado. Aspiran a que cada argentino pueda pagar su propia educación y la de sus hijos; que pueda cubrir sus costos sanitarios; que pueda elegir cómo y cuándo jubilarse y que su pensión dependa de los montos y años de aporte. Proponen, en definitiva, libertad y responsabilidad, para terminar con la “estatolatría” donde el Dios Estado es el que ofrece empleo y garantiza seguridad social porque, de hecho, jamás ha garantizado otra cosa que pobreza. Repensar una Argentina donde este flagelo sea gradualmente erradicado a través del mercado, como viene ocurriendo en gran parte del mundo, incluidas China y la India (ver El Gran Escape de Angus Deaton). Donde la libertad de empresa y la iniciativa privada sean el motor del empleo genuino, de la innovación, de la creatividad y de las oportunidades para alcanzar una vida mejor. Donde la igualdad que importa es “ante la ley”.

En una Argentina donde la policía respalda a las mafias, los libertarios piden, siguiendo a James M. Buchanan, desconfiar de la política, lo que en definitiva es fundamento para un gobierno limitado.

¿No es esto una utopía? Una sociedad sin estado es irrealizable en esta Argentina, sin dudas. El libertario desde luego está dialogando en un “plano ideal” que a muchos les parecerá lejano. Está debatiendo para una sociedad futura, donde posiblemente la cultura anti-capitalista sea abandonada por otras creencias pro-mercado. Le preocupa entonces definir cuánto estado haría falta en ese estado ideal, y llega a la conclusión de que no sería necesario ninguno, ni siquiera en justicia o seguridad.

Pero al margen de ese debate puro, también hay un mensaje que puede ser útil para nuestra Argentina y que deberíamos escuchar.

¿Cuál es este mensaje? Que la Argentina presenta un gasto público desbordado que aunque se pudiera financiar cubre necesidades de gente que no necesita la ayuda estatal. El primer paso entonces es desmantelar ese Estado que ayuda al que no lo necesita. Que aquellos que pueden pagar educación o salud para sí y para sus familias, lo hagan. Que aquel que puede tener su propia pensión la tenga. Que aquel que puede pagar servicios públicos que cubran los costos lo haga. Que aquel que puede pagar el precio real del combustible lo pague también. De ese modo reducimos la mochila de impuestos, deuda e inflación que recae sobre las empresas y que evita que sean competitivas en un mundo abierto y globalizado. De ese modo habría empleos y mejores salarios reales para todos.

¿Y qué ocurre con los que no pueden pagar estas cosas? Para la educación y la salud existe la propuesta de vouchers de Milton Friedman. El libertario lo aceptará en la transición, aunque insistirá que ese dinero de los cupones sale del bolsillo del contribuyente y que sólo será temporal.

Para las pensiones se deberá crear un sistema privado de aporte voluntario, que no tiene relación con lo que hubo durante el menemismo, y ni siquiera con el sistema que hoy rige en Chile. El sistema libertario de pensiones no necesita que el gobierno autorice a ciertas empresas a operar, ni que fije comisiones, sino que simplemente se haga a un lado y permita la competencia. El mercado operará bien en su ausencia, como de hecho ocurre con la gran mayoría de bienes y servicios. Desde luego que para cubrir a los actuales pensionados se necesitarán pagar impuestos, pero debemos distinguir entre la solución al problema actual donde el Estado se consumió los ahorros de los actuales jubilados respecto del sistema previsional para el futuro.

Comparar al oficialismo con el mensaje libertario muestra lo moderado del gobierno de Mauricio Macri, que si bien en anuncios y conferencias promueve cierto relativo liberalismo, en la práctica encuentra inacción, quizás por los obstáculos que el libertario muchas veces pasa por alto.

Y aquí viene la pregunta: ¿Propone el libertario desmantelar hoy al Estado por completo? Habrá quien lo proponga, pero no es lo más usual. El libertario entiende que el Estado está sobredimensionado y sabe que corregir esto sólo puede redundar en mayor calidad de vida para todos. Sabe que en el plano político, la prioridad del gobierno es mantener el orden público, y que eso sólo se consigue atendiendo a lo que es políticamente viable en cada momento. Es por eso que la regla general que el gobierno debe seguir es bajar el gasto todo lo posible, mientras pueda mantener el orden público.

Y allí encontramos el gran dilema, ya que cierta mentalidad anti-capitalista impide avanzar en reformas profundas como las que el libertario propone. En este sentido, mientras el libertario busca abrir el debate en un plano teórico, también acepta en la política pública una transición ordenada que no deje a nadie sin sustento. En la búsqueda de ese camino está claro que ambos roles, el académico y el político, se deben retroalimentar.

 

Adrián Ravier es Doctor en Economía Aplicada por la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid, Master en Economía y Administración de Empresas por ESEADE. Es profesor de Economía en la Facultad de Ciencias Económicas y Jurídicas de la Universidad Nacional de La Pampa y profesor de Macroeconomía en la Universidad Francisco Marroquín.

 

Desmitificando al liberalismo

Por Nicolás Cachanosky. Publicado el 4/1/18 en: https://www.infobae.com/opinion/2018/01/04/desmitificando-al-liberalismo/

 

La mala imagen del liberalismo descansa en una serie de mitos. Aquí algunos de ellos

Hubo una época en la que Argentina sabía estar entre las naciones con mayores ingresos del mundo. Fue la época del liberalismo y la apertura comercial en Argentina. Con la llegada del peronismo, la Argentina giró 180 grados, se volvió un país alejado de los principios del libre mercado, donde la política de sustitución de importaciones es más importante que el comercio internacional. Actualmente Argentina ya no se encuentra entre las naciones de mayores ingresos del mundo y posee índices de pobreza cercanos al 30 por ciento. Es un país asociado a la corrupción, las expropiaciones y las recurrentes crisis económicas.

No obstante la mala imagen que el liberalismo posee en Argentina, en los últimos tiempos esta doctrina ha ganado presencia en el debate público y en los medios. En especial a través de los economistas liberales, que no se cansan de insistir una y otra vez con los beneficios del libre comercio. La mala imagen del liberalismo descansa en una serie de mitos. Aquí algunos de ellos.

El liberalismo no es pro empresa, es pro igualdad ante la ley.

El liberalismo no es una doctrina que busque beneficiar a un sector a expensas de otro. Si hay un sector sobre el cual Adam Smith ya alertaba tener cuidado, era justamente el empresarial. Es una doctrina que busca respetar la igualdad ante la ley. No sólo para trabajadores y empresarios, fundamentalmente también para el Estado. No hay lugar para la extorsión para mafias, ni para sindicatos, ni para funcionarios públicos.

Podría decirse que si hay un sector social al cual el liberalismo beneficia, es al trabajador. En los países con economías más libres del mundo el factor trabajo recibe un porcentaje del ingreso total mayor al factor capital. Mientras que en las economías menos libres, esta relación tiende a invertirse.

El liberalismo no es anti Estado, es pro límites al abuso de poder. Hay varias corrientes de liberalismo, por ejemplo, el liberalismo clásico, el anarco-capitalismo, el minarquismo, etcétera. El término «libertario» abarca a todas esas corrientes. Salvo el anarco-capitalismo, el liberalismo no busca eliminar al Estado. Lo que el liberalismo requiere son maneras eficientes de contener los abusos de poder estatal. Es un error conceptual pensar en el libertarismo como un indicador de pureza liberal. Mayor rechazo al Estado no implica necesariamente ser más liberal, es simplemente ser más anti Estado o quizás más anarquista.

Posiblemente los tres economistas liberales con mayor reconocimiento del siglo XX sean Ludwig von Mises, Friedrich A. Hayek y Milton Friedman (Karl R. Popper y Robert Nozick en el área de la filosofía). Ninguno de los tres era anarco-capitalista, los tres fueron liberales clásicos que consideraban al Estado necesario, en términos de liberalismo clásico, para tener una economía libre y estable.

El liberalismo no es despreocupado de las necesidades sociales, busca justamente ayudar a los más necesitados.

El liberalismo no es una doctrina fría a la que no le importa la suerte de los más necesitados. Por el contrario, considera que una economía libre es el sistema económico con más posibilidades de reducir la pobreza. De hecho, la historia muestra que los grandes procesos de reducción de pobreza se dan a la par de mayores libertades económicas. Quien crea que al liberalismo no le importan los pobres o los necesitados puede darse una vuelta por los textos de autores como Mises, Hayek, Friedman, Adam Smith, etcétera.

Hoy día se habla menos de pobreza y más de desigualdad del ingreso. Esto se debe, justamente, a la fuerte reducción en pobreza que se ha observado en las últimas décadas. La distribución del ingreso es un problema distinto al de pobreza. Y como sugiere Angus Deaton, nobel en Economía por sus estudios en este tema, el problema no es la distribución del ingreso en sí sino qué tan justo es el proceso por el cual se distribuye el ingreso. Al buscar la igualdad ante la ley en lugar de beneficios sectoriales, el liberalismo desea un sistema social más justo.

Se encuentra arraigado en la opinión pública que las economías más libres poseen una peor distribución del ingreso. Este no es el caso. El porcentaje del ingreso nacional que recibe el 10% de la población con mayores ingresos es independiente del grado de libertad económica. La diferencia es que en países como la Argentina del kirchnerismo o la Venezuela bolivariana los ricos son aquellos que se benefician a través del Estado. Mientras que en países con economías libres, los ricos son aquellos que sirven al consumidor. Empresarios como Bill Gates, Jeff Bezos o Steve Jobs se encuentran en países con economías libres, no con economías reprimidas como la de Argentina.

El liberalismo no es partidario, es constitucional. Al liberalismo le preocupan las normas que deben gobernar a una sociedad, es decir, su Constitución. El liberalismo no es un movimiento o un partido político, es una concepción constitucional o fundacional. Consiste en pensar cómo limitar al rey o al Estado, indistintamente de quién sea el gobierno de turno. Pedir que el liberalismo «arme un partido y gane las elecciones» es simplemente confundir cómo se debe administrar al Estado (partidos políticos) con cuál debe ser el papel del Estado (liberalismo como filosofía política).

El liberalismo es fundamentalmente democrático y republicano. Sugerir que el liberalismo es pro dictadura porque algún funcionario supuestamente liberal se ha identificado como tal no hace sombra la constante oposición al autoritarismo del liberalismo. Por ejemplo, a diferencia de los mitos que rondan por sectores de izquierda, ni Friedman ni Hayek apoyaron ni contribuyeron con la dictadura chilena. Por el contrario, en ambos casos dejaron cuestionamientos inequívocos a la dictadura.

La época de oro de Argentina coincide con su época liberal. Argentina tiene la posibilidad de volver a discutir estas ideas y dar inicio a un cambio en serio y de fondo. Para ello es necesario discutir las ideas del liberalismo, en lugar de perderse en mitos y versiones caricaturescas.

 

Nicolás Cachanosky es Doctor en Economía, (Suffolk University), Lic. en Economía, (UCA), Master en Economía y Ciencias Políticas, (ESEADE). Fué profesor de Finanzas Públicas en UCA y es Assistant Professor of Economics en Metropolitan State University of Denver.

La pobreza estructural y los nueve millones de planes sociales

Por Adrián Ravier: Publicado el 14/11/17 en: https://www.infobae.com/opinion/2017/11/14/la-pobreza-estructural-y-los-nueve-millones-de-planes-sociales/

 

La pobreza estructural es un mito. “Estructural” es un concepto que manifiesta la estabilidad del flagelo de la pobreza a lo largo del tiempo y tras el paso de sucesivos gobiernos

Daniel Arroyo publicó recientemente un libro titulado Las cuatro Argentinas y la grieta social, que presenta, en su primer capítulo, un diagnóstico preocupante de nuestro país. Hoy la Argentina presenta un nivel de pobreza del 28% de la población, y es aún más preocupante si focalizamos la población de niños, donde llega al 43 por ciento. Este 28% de la población «está fuera del mercado de trabajo», y estos niños «jamás vieron a sus padres trabajar».

El diagnóstico se completa con otros datos duros. La mitad de los jóvenes no termina la secundaria. La desocupación es del 9%, pero alcanza al 20% cuando concentramos la atención en los jóvenes. Hay un millón y medio de jóvenes que no trabaja ni estudia. Y si focalizamos la atención en el mercado laboral, el 35% de quienes obtienen empleo sólo consiguen trabajo informal, con la lógica «precarización laboral».

Para atender esta problemática social, la política económica ha ampliado sistemáticamente los planes sociales. Sin ánimo de ser exhaustivo, podemos ofrecer una síntesis cronológica. Tras el retorno a la democracia y a sólo seis meses de asumir, Raúl Alfonsín lanzó las cajas PAN. Carlos Saúl Menem agregó planes sociales, con políticas más focalizadas. Fernando de la Rúa buscó tercerizar la administración de los planes en determinadas organizaciones, pero también amplió el número. Eduardo Duhalde ofreció su plan para jefas y jefes de hogar desocupados, dejándonos con 2,2 millones de planes. Néstor Kirchner partió de esa base y ofreció créditos y microcréditos, mientras Cristina Kirchner agregó la asignación universal por hijo, entre otros muchos programas de ayuda. En estos 12 años de kirchnerismo explotó la oferta de planes sociales, y mientras muchos creían que Argentina crecía, pasamos de 2,2 a 8 millones de planes sociales. Mauricio Macri también los amplió, entre otras propuestas, con una asignación universal por hijo para los monotributistas, alcanzando hoy los nueve millones de planes.

Daniel Arroyo acepta que la lucha contra la pobreza estructural a través de planes sociales está agotada. Explica que el problema está en el funcionamiento de la economía. Plantea que no hay recetas escritas en ningún libro que nos vayan a ayudar a resolver este flagelo. «Necesitamos creatividad, nuevas propuestas», exclama.

Mi observación a este planteo es que la pobreza estructural es un mito. «Estructural» es un concepto que manifiesta la estabilidad del flagelo de la pobreza a lo largo del tiempo y tras el paso de sucesivos gobiernos. Esto deja una sensación pesimista, como si el problema de la pobreza no tuviera solución o fuera muy difícil de resolver. Pero lo cierto es que la pobreza será «estructural» si los gobiernos siguen intentando atacar el problema con las mismas recetas. En su diagnóstico, Arroyo ofrece la clave del asunto, y es que la pobreza sólo se resuelve si recuperamos el funcionamiento de la economía. Aunque aclara, al mismo tiempo, que no existe el derrame, y que le vaya bien hoy a ciertos sectores de la economía, como al sector agro, la minería o el sector financiero, sí podrá generar divisas, pero no derramará riqueza al resto de la sociedad. Debemos «cuidar», afirma, a ciertos sectores como la construcción y el área textil. Debemos ofrecer «créditos masivos a tasas de 1%» para que surjan microemprendimientos.

Expertos en el desarrollo, aún ignorados en la Argentina, como William Easterly o el premio Nobel Angus Deaton, nos enseñan que se plantean dos tipos de solución para la pobreza, desde arriba o desde abajo. Desde arriba, con una planificación centralizada del gobierno en atender a los necesitados mediante planes y créditos a tasas subsidiadas; o desde abajo, confiando en la planificación descentralizada de las personas que buscan salir de este flagelo. La pregunta es si seguimos tirando panes desde arriba, o si mejor arrojamos una escalera.

Si realmente queremos ascenso social de los más postergados, necesitamos liberar la energía creativa de los empresarios. Y los empresarios no son los ricos. Empresarios podemos ser todos. Basta estar alerta en el mercado para descubrir las oportunidades de inversión. Sólo desde abajo podemos advertir el conocimiento de tiempo y lugar necesario para dar una solución al flagelo de la pobreza. Descentralizar los recursos desde nación hacia provincias y municipios ayudaría, pero sería aún mejor que el aparato estatal devolviera los recursos de donde los extrae, de la gente.

A mi modo de ver, hoy estos emprendedores están atados. Atados por la presión tributaria excesiva que se requiere para mantener precisamente la estructura actual del Estado. Los planes sociales no sólo están agotados, sino que son el problema de esta Argentina. Cuando se ofrece un empleo a algunas de estas nueve millones de personas, muchas veces surge el problema de que prefieren negarse a aceptarlo, ya que de otro modo perderían el plan. Sostienen: «El plan es estable, el empleo privado no lo es». Los planes son «derechos adquiridos». Ya nadie puede quitarlos. El kirchnerismo nos metió en una jaula de «pobreza estructural» y tiró la llave. Los gobiernos que le siguen entran en esta jaula y no ven la solución. Peor aún, por momentos mantienen la misma dinámica. Estamos encarcelados con impuestos, inflación y deuda.

No necesitamos buscar recetas creativas. Necesitamos tomar un par de manuales básicos de economía y finanzas públicas a los que por décadas les dimos la espalda. Sólo el equilibrio fiscal nos sacará de la inflación y la deuda. Y sólo con estabilidad monetaria y menor presión tributaria los emprendedores encontrarán los proyectos que pueden dar empleo a estos jóvenes postergados. La solución está en la base de la pirámide, quizás en los mismos necesitados, no arriba, en los gobiernos. Como decía Juan Bautista Alberdi: «¿Qué exige la riqueza de parte de la ley para producirse y crearse? Lo que Diógenes exigía de Alejandro: que no le haga sombra».

Arroyo nos muestra cuatro Argentinas. La primera es la de la pobreza estructural, que representa el 25% de la población; la segunda es la Argentina vulnerable, la del trabajo informal, que representa el 35% de la población; la tercera es la clase media, con empleo formal, que representa otro 35% de la población; y finalmente está la clase alta, con un 5% de la población. Esta desigualdad genera fragmentación, conflicto o, en definitiva, la grieta social.

¿Cómo integramos estas 4 Argentinas? El primer paso es dejar de expandir los planes. Macri ya creó un millón. Es un error. Quien adquiere un plan entra en una jaula de la que después no puede salir. Le tiramos un pan, pero no una escalera.

El segundo paso es flexibilizar la legislación laboral. Que los jóvenes puedan hacer pasantías en las empresas para aprender a trabajar, antes de exigir salarios mínimos elevados en relación con la productividad que pueden ofrecer. Esto no es precarización laboral, es el modo en que los jóvenes se insertan en el mercado laboral en todo el mundo. El Estado de bienestar europeo es aplicable a los países ricos de Europa, no a esta triste Argentina que arriba describimos. Tenemos que dejar de poner la carreta delante de los caballos. Pedirle a una empresa que tome jóvenes empleados para capacitarlos pagando el actual salario mínimo es no comprender el mundo empresarial. Las empresas simplemente no toman a estos jóvenes porque no suman suficiente valor a la empresa. Y no es una cuestión de falta de solidaridad. Simplemente no lo hacen, porque si lo hicieran, quebrarían.

El tercer paso es bajar los impuestos. Argentina tiene una estructura impositiva impagable. Esto inhibe la creación de emprendimientos, y a las pymes existentes las incentiva a evadir y mantenerse en la economía informal.

El cuarto paso es abrir la economía, porque, aislados del mundo, los productos en el mercado interno son extremadamente caros y elevan el costo de la canasta básica requerida para salir de la pobreza. Si queremos precios bajos, no necesitamos acuerdos con empresarios, necesitamos competencia. Claro que, sin una previa reducción de costo impositivo y laboral, abrir la economía sólo condenaría a las pymes a su destrucción.

El quinto paso es corregir el atraso cambiario. Insistir en que estamos ante un tipo de cambio libre, mientras la oferta de dólares proviene de la demanda del gobierno para evitar el ajuste del gasto, no parece muy sensato. Abrir la importación, con este atraso cambiario, es condenar a las empresas a la quiebra.

El sexto paso, que en la medida de lo posible debería ser el primero, es la reducción del gasto público. Así como dos millones de personas se sumaron al empleo público en la última década, el proceso debe revertirse gradualmente. Mientras el mercado se amplíe, con nuevos proyectos empresariales que generen empleo, podremos ir reduciendo el sobre-empleo estatal y prescindiendo del gasto social. Pero esto llevará tiempo. Argentina puede tomar deuda en la transición hacia un ordenamiento de su economía, pero esa pesada carga habrá que pagarla en el futuro.

Las cadenas productivas son las únicas que pueden corregir el flagelo de la pobreza, pero las cadenas impositivas y laborales evitan que las primeras puedan desarrollarse.

 

Adrián Ravier es Doctor en Economía Aplicada por la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid, Master en Economía y Administración de Empresas por ESEADE. Es profesor de Economía en la Facultad de Ciencias Económicas y Jurídicas de la Universidad Nacional de La Pampa y profesor de Macroeconomía en la Universidad Francisco Marroquín.

Sin precios en la salud se toman malas decisiones: no estamos realmente tomando ‘decisiones’

Por Martín Krause. Publicada el 4/1/16 en: http://bazar.ufm.edu/sin-precios-en-la-salud-se-toman-malas-decisiones-no-estamos-realmente-tomando-decisiones/

 

Cuando no hay precios en las decisiones que tomamos relacionadas con la salud, no estamos asignando nuestros recursos a lo que estimemos que son nuestras prioridades. Comenta el último premio Nobel en Economía, Angus Deaton, en su libro The Great Escape:

Deaton

“Dado que el cuidado de la salud (en Estados Unidos), es de alta calidad y ayuda a mantener y mejorar la salud, es un instrumento importante para la salud. Pero la atención médica es cara, por lo que existen una compensación potencial entre un gasto mayor en atención a la salud  y otros aspectos del bienestar. Si los norteamericanos gastaran el doble en salud, tendrían que reducir el gasto en todo lo demás en un cuarto. O si pudiéramos seguir las recomendaciones de Darmouth para reducir los programas caros y de poco valor, y cortar el gasto en salud, digamos, a la mitad, podríamos aumentar el gasto en cualquier otra cosa en un 10%. Este tipo de compensaciones sucede todo el tiempo en la vida diaria, y usualmente no nos preocupamos mucho si la gente, por ejemplo, gasta mucho en libros o aparatos electrónicos y les queda poco para gastar en vacaciones de verano. Entonces, ¿por qué la salud sería diferente?

El problema es que la gente no está realmente eligiendo cuanto gastar en atención a la salud en la forma en que lo hace sobre los libros o las vacaciones. En realidad, la gente puede no saber cuánto está pagando por esa atención, o lo que están sacrificando a cambio. En los Estados Unidos, la mayor parte de la atención de los jubilados es pagada por el gobierno a través de Medicare, y la mayoría (59%) de los no jubilados reciben coberturas de sus empleadores. Muchos de estos piensan que sus empleadores están pagando por su atención médica, sin costo para ellos. Sin embargo, la mayoría de los estudios han mostrado que no son los empleadores los que terminan pagando, sino los empleados, a través de salarios más bajos. Como resultado, los ingresos típicos, han crecido más despacio de lo que hubieran crecido si los costos de salud no hubieran crecido tan rápido. Pero la gente no lo ve de esta forma, y no piensa en culpar a los mayores costos de salud por el más lento crecimiento de sus ingresos. Como resultado, no logran ver a los costos de salud como el problema que realmente es.

Problemas similares surgen  cuando el gobierno provee atención médica, como en Europa, o en Medicare, que paga por la salud de los jubilados en Estados Unidos. Cuando la gente presiona al gobierno para que provea beneficios de salud adicionales –cobertura para remedios, por ejemplo- no tienden a pensar en lo que están sacrificando a cambio. El decano de los economistas sanitarios de los Estados Unidos, Victor Fuchs, da el ejemplo de una mujer anciana para quien Medicare proveerá costos atención quirúrgica sin costo para ella, incluso cirugía que no sería necesaria o urgente, pero cuya jubilación no le permitiría comparar un boleto de avión para visitar a un nieto. Estas compensaciones se realizan en el proceso político a través de algún tipo de debate democrático, pero ése es un proceso difícil, cuestionable, y muchas veces mal informado. También es un proceso que, al menos en algunos países, está profundamente influenciado por los proveedores, que tienen un interés en sobre-proveer, un interés que  se hace más fuerte y está mejor financiado cuanto más se gasta.”

 

Martín Krause es Dr. en Administración, fué Rector y docente de ESEADE y dirigió el Centro de Investigaciones de Instituciones y Mercados (Ciima-Eseade).

Angus Deaton: ¿si un país es más rico su gente no es más feliz? Falso: importan mejoras relativas

Por Martín Krause. Publicado el 2/12/15 en:

 

En su libro “El Gran Escape”, el último premio Nobel en Economía, Angus Deaton habla sobre la desigualdad y el progreso y presenta un punto bien interesante sobre la relación que existe entre el ingreso per cápita y la felicidad.

Veamos el primer gráfico:

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Comenta Deaton al respecto:

“Si observamos la esquina de la izquierda y abajo, donde están los países pobres, vemos que la evaluación sobre la calidad de vida crece con el ingreso nacional muy rápidamente. Luego que pasamos China y la India, yendo de la izquierda abajo hacia la derecha arriba, el aumento en la evaluación de vida es menos pronunciado, y una vez que llegamos a Brasil y México los resultados son cercanos a 7 sobre 10, tan solo un punto menos que los países realmente ricos de arriba/derecha. El ingreso es más importante entre los muy pobres que entre los muy ricos. Por cierto, resulta tentador mirar al cuadro y concluir que una vez que el PIB per cápita alcanza unos 10.000 dólares por año, más dinero no mejora la vida de la gente, y muchos así lo han afirmado. Sin embargo, esta afirmación es falsa”.

El argumento de Deaton es que no importa la mejora absoluta sino la porcentual. Pone este ejemplo: uno que gana $200.000 recibe un aumento del 1% ($2.000); esto es más que uno que gana $50.000 y recibe un aumento del 2% ($1.000). Este último va a estimar que obtuvo mejor resultado, y el primero se verá frustrado.

Deaton reconfigura los mismos datos del primer cuadro en niveles que cuadruplican el ingreso; esto es, comenzando con 250 dólares (Zimbabue, Congo, luego 1.000 (Tanzania, Kenia), otro nivel de 4.000 (China e India), 16.000 (México y Brasil) y los países ricos con $64.000. En ese caso la figura es la siguiente:

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Lo que dice este gráfico es que diferencias porcentuales iguales en ingresos producen cambios absolutos iguales en la evaluación sobre la calidad de vida. En promedio, si nos movemos de un país a otro cuyo ingreso per cápita es cuatro veces superior, avanzaríamos un punto en calidad de vida.

“El Gráfico 2 es importante porque muestra que centrar nuestra visión en el ingreso es muy engañoso. Los países más ricos tienen mayores niveles de evaluación de vida, aun entre los más ricos del planeta”.

 

Martín Krause es Dr. en Administración, fué Rector y docente de ESEADE y dirigió el Centro de Investigaciones de Instituciones y Mercados (Ciima-Eseade).

 

Estrategia y función empresarial: el papel de los entrepreneurs e intrapreneurs en los negocios

Por Martín Krause. Publicado el 19/10/15 en: http://bazar.ufm.edu/estrategia-y-funcion-empresarial-el-papel-de-los-entrepreneurs-e-intrapreneurs-en-los-negocios/

 

Con los alumnos de UCEMA estamos viendo unos capítulos de Mason & Dunung, International Business, donde aparece el tema del emprendedor. Es interesante que esto coincida con el otorgamiento del premio Nobel de Economía a  Angus Deaton, aunque éste no se ha dedicado a estudiar la “función empresarial” sino la conducta de los consumidores. En verdad, también eran candidatos a ese premio los economistas William Baumol e Israel Kirzner, quienes sí se han dedicado a estudiar al emprendedor. Aquí va un breve comentario sobre temas que tratara Kirzner:

“Es importante en este punto que veamos cuál es la función del emprendedor, y la diferencia que esta función tiene con la del capitalista. En muchos casos ambas funciones son cumplidas por la misma persona, pero es necesario comprender que estamos hablando de dos cosas distintas, ya que muchas veces sucede que alguien tiene una “idea” brillante y es otro el que pone el capital para llevarla adelante. La función empresarial es la primera.

En tal sentido, la función del empresa no es la de “economizar” como lo hace cualquier participante del mercado en el modelo de equilibrio. En ese caso, toda la actividad económica es la de asignar recursos escasos a fines múltiples, y todo lo que se requiere es la capacidad de hacerlo en la forma más “eficiente” posible. Pero esto parece más una cuestión de ingenieros que de emprendedores.

Sin duda que hace falta desarrollar los métodos más eficientes posibles y ésta será una tarea de todo emprendedor, pero su contribución principal no es ésa, para eso contrata a un buen ingeniero, su función es la “creatividad”, es la tarea de identificar los fines y los medios. Una vez que éstos se conocen, entra en acción el ingeniero para lograr la eficiencia. El consumidor tiene unos fines dados para su consumo y trata de gastar su ingreso de la forma más eficiente posible; el propietario de recursos trata de obtener de ellos el mejor resultado.

La función empresarial, como tal, no demanda del emprendedor que tenga medios sino que reconozca las oportunidades: los productores pueden haber vendido a precios inferiores a los que podrían haber obtenido o los mismos recursos utilizados podrían haberlo sido en forma distinta para obtener productos que los consumidores necesitan en forma más urgente o intensa. Los compradores pueden haber pagado precios más altos de los que se podrían obtener.

Esto significa que hay dos tipos de funciones empresariales, las que se relacionan con al funcionamiento del mercado como fue explicado antes: una es la empresarial pura; otra es la maximizadora. Pueden estar en la misma persona o ser algunas personas empresarios puros y otros maximizadores. Los maximizadores son aquellos que conociendo las discrepancias que existen en el mercado debido al cambio de las variables subyacentes, buscan aprovecharlas en forma eficiente; los empresarios puros son los que “descubren” esas diferencias y las hacen evidentes. Como se dijera, estas funciones pueden estar presentes en la misma persona, o en personas diferentes, o en la misma persona pero en proporciones muy distintas: existe aquél que tiene ideas geniales pero luego es incapaz de llevarlas a la práctica en forma eficiente al tiempo que existe quien no es creativo pero es ordenado y sabe cómo organizar los procesos necesario para llevar adelante el emprendimiento.

Todo emprendedor deberá preguntarse cuál es su principal característica, de la misma forma que deberá evaluar las fortalezas y debilidades que tengan quienes colaboren para determinar en qué grado poseen una u otra de las características mencionadas.

También implica esto una diferencia entre un “productor” y un “emprendedor”. Puede haber muchos “productores” que no necesariamente desarrollan una “función empresarial” ya que no están innovando, no están alertas a los cambios en el mercado, se limitan simplemente a recibir los cambios que han generado los emprendedores y responder a ellos en la forma más eficiente posible. El emprendedor es el motor del mercado, es el que detecta los cambios e inicia el camino: el productor, como tal, no necesariamente cumple esa función sino la de continuar por el camino que ya ha sido trazado.

 

Martín Krause es Dr. en Administración, fué Rector y docente de ESEADE y dirigió el Centro de Investigaciones de Instituciones y Mercados (Ciima-Eseade).