Milei, vouchers y educación estatal

Por Martín Krause. Publicada el 25/1/22 en: https://www.lanacion.com.ar/opinion/milei-vouchers-y-educacion-estatal-nid25012022/

Si hay algo que está claro es que Javier Milei no necesita a nadie que salga en su defensa, tanto sea por su carácter como por la solidez de sus ideas, estén los demás de acuerdo con ellas o no. En un reciente reportaje es criticado en un punto específico: la educación pública.

La discusión sobre este tema suele convertirse en una típica polémica basada en chicanas, tan común entre nosotros, presentando como a Milei como un ogro sin sensibilidad social, quien no dudaría en dejar a todos los niños pobres en la calle. Equivalente a eso sería pedir a quienes lo critican que saquen la billetera y muestren cuán dispuestos están a financiar la educación de los pobres, siguiendo ese común dicho en inglés “put your money where your mouth is”. De otra forma es hacer beneficencia con el dinero de los demás, lo que no parece tener mucho sustento moral. No nos abre las “puertas del Cielo”, ni a nosotros ni a los funcionarios del Ministerio de Educación.

Milei plantea dos escenarios diferentes: uno, ideal, donde no habría Estado y todo se financiaría voluntariamente; otro, con un Estado pequeño, que llama “minarquista”. La idea de una sociedad sin Estado puede parecer estrafalaria para algunos y no digna de la menor atención cuando la dice Milei, pero no sé si dirían lo mismo cuando la decía nada menos que Jorge Luis Borges:

“…para mí el Estado es el enemigo común ahora; yo querría –eso lo he dicho muchas veces- un mínimo de Estado y un máximo de individuo. Pero, quizá sea preciso esperar… no sé si algunos decenios o algunos siglos –lo cual históricamente no es nada-, aunque yo, ciertamente no llegaré a ese mundo sin Estados. Para eso se necesitaría una humanidad ética, y además, una humanidad intelectualmente más fuerte de lo que es ahora, de lo que somos nosotros; ya que, sin duda, somos muy inmorales y muy poco inteligentes comparados con esos hombres del porvenir, por eso estoy de acuerdo con la frase: “Yo creo dogmáticamente en el progreso”. Jorge Luis Borges & Osvaldo Ferrari, En Diálogo I (Buenos Aires: Editorial Sudamericana, 1998, p. 220.) “Creo que con el tiempo mereceremos que no haya gobiernos.”, Jorge Luis Borges, El Informe de BrodieObras Completas II (Barcelona: Emecé Editores, 1996), p. 399.

En el escenario con un Estado pequeño, o para llegar a ese Estado pequeño, Milei plantea una solución conocida como “vouchers”, o vales, la cual tampoco es algo “extraterrestre”. Se la puede encontrar en países tan “políticamente correctos” como Suecia, Dinamarca, Holanda o la República Checa, donde quienes reciben esos vales pueden luego usarlos para pagar la escuela, pública o privada, que elijan. En Suecia están vigentes desde 1993, cuando se estableció que todos los gobiernos locales debían financiar las escuelas que eligieran los padres, sujetos a limitaciones de espacio, asignando un presupuesto por alumno del 85% del costo de las escuelas públicas. Pueden elegir entre cualquier escuela pública o privada que participe del sistema, incluyendo en estas últimas a empresas con fines de lucro. En caso de exceso de demanda, en las escuelas públicas se da prioridad a los alumnos vecinos; en las escuelas privadas se toma como base el orden de inscripción, con la excepción de Estocolmo, donde en las escuelas secundarias se admite con base en el desempeño. En 2016/17 el 20% de las escuelas primarias eran “independientes”. También el 32% de las escuelas secundarias. Dos empresas que administran escuelas de este tipo cotizan en la bolsa de Estocolmo.

Pero estos son vouchers financiados con impuestos. Los que propone Milei son “vouchers privados”, es decir, financiados con aportes voluntarios particulares. La idea tampoco es tan extraña y la conocemos aquí y en todo el mundo como “becas”, que otorgan personas o empresas para que otros puedan estudiar. No es nada más que eso.

Claro, quedan varios temas a discutir. Por ejemplo, si el dinero alcanzaría para cubrir los gastos, que claramente serían menores porque ahora todos los establecimientos educativos, públicos y privados, estarían sometidos a la competencia, y recibirían sus fondos no del ministerio, sino de su capacidad para convencer a padres y estudiantes sobre las ventajas de ese establecimiento en particular. Maestros y directivos podrían fijarse sus propios salarios, sin depender de un funcionario o un sindicato.

Si el monto de las becas es suficiente también tiene que ver si son “deducibles” de los impuestos que actualmente pagan los contribuyentes.

¿Acaso serían pocos los que optarían por ellos si tienen la opción entre pagar, por ejemplo, ganancias o bienes personales, o darle ese dinero como una beca a estudiantes pobres? Es su dinero, sólo que ahora tienen la posibilidad de elegir su destino, aunque todavía no la de liberarse de la imposición.

Ya en 1994, propusimos junto con Alberto Benegas Lynch (h) una reforma completa en ese sentido (El derecho de enseñar y aprender, Revista Libertas 20, 1994), convirtiendo a los actuales maestros y directivos en propietarios de las escuelas, pero ahora llamados a competir. Y no solamente en cuanto al precio o los servicios, sino fundamentalmente en cuanto a los contenidos, ya que no existiría ningún curriculum mínimo o máximo que adoctrine a los niños desde temprano y cada escuela sería libre de elegirlo, como también su metodología de enseñanza. En esa competencia podríamos ver cuál es mejor, cuál más adecuado para los tiempos modernos o para las preferencias de los padres y estudiantes.

En ese otro escenario borgiano, ya no habría Estado o impuestos y la educación se ofrecería al igual que hoy ocurre con tantos otros servicios, y con los avances de la tecnología moderna vaya a saber cómo serían, pero seguramente con mucha variedad: presenciales, virtuales, híbridos, con contenido religioso o no, con énfasis en los idiomas o la tecnología o el arte y la creatividad o la producción.

Mientras tanto, educación estatal es lo que tenemos (ya que toda la educación es “pública”, es decir, para el “público”, también la que llamamos “privada”). Es cara y no es buena, ha sido cooptada por los sindicatos en su beneficio, no el de los niños. No está mal, entonces, tener ideas osadas.

Martín Krause es Dr. en Administración, fué Rector y docente de ESEADE y dirigió el Centro de Investigaciones de Instituciones y Mercados (Ciima-Eseade).

Alberto Benegas Lynch (h) sobre el liberalismo, la derecha y la batalla cultural

Por Iván Carrino. Publicado el 16/9/20 en: 

Este jueves tuve el gusto de presentar y moderar una charla del gran maestro Alberto Benegas Lynch (h). En esta ocasión Alberto presentó su último libro, Maldita Coyuntura, en el marco de un ciclo de conferencias que organizamos desde la Maestría en Economía y Ciencias Políticas de ESEADE.

Aproveché la ocasión para hacerle dos preguntas que copio aquí:

1) A la luz de tu idea de terminar con las embajadas e incluso con el pasaporte, me pregunto cuál es tu opinión sobre una visión desde adentro de la escuela austriaca, me refiero a los escritos de Hans Hermann Hoppe, que dice que defender la libertad de comercio de ninguna forma implica defender la libre inmigración y que, desde una perspectiva anarcocapitalista, hace un argumento en contra de la libre inmigración. ¿Cómo convive este punto de vista con el tuyo, que sugiere que ni debe haber pasaportes?

y 2) En tu libro está incluida la carta abierta a José Luis Espert donde le pedís que, “dadas las peligrosas circunstancias por las que atravesamos” (básicamente, enfrentarse al regreso del kirchnerismo), se baje de su candidatura. A mí me pasa que por hacer distinciones entre el liberalismo y expresiones más de derecha, una derecha nacionalista y que a veces tiende a la homofobia, recibo comentarios similares, en el sentido de que nuestro rival es muy peligroso y que “le estás estás haciendo el juego a la izquierda”. Entonces, ¿no hay en eso una forma de censura al pensamiento? Y, por otro lado, ¿no será que algunos se tomaron el término de batalla cultural de forma muy literal y creen que, como hay que destruir al otro, vale todo, incluso aliarse con nacionalistas y proteccionistas, entre otras cosas?

El video completo con sus respuestas está aquí:

Iván Carrino es Licenciado en Administración por la Universidad de Buenos Aires y Máster en Economía de la Escuela Austriaca por la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid. Es editor de El Diario del Lunes, el informe económico de Inversor Global. Además, es profesor asistente de Comercio Internacional en el Instituto Universitario ESEADE y de Economía en la Universidad de Belgrano. Es Sub Director de la Maestría en Economía y Ciencias Políticas de ESEADE. Sigue a @ivancarrino

La Escuela Austríaca de Economía (7° parte)

Por Gabriel Boragina. Publicado en:  http://www.accionhumana.com/2019/08/la-escuela-austriaca-de-economia-7-parte.html

 

«Cualquier aumento en la oferta monetaria no compensado por un incremento en la demanda monetaria conducirá irremediablemente a un aumento en el sistema general de precios. Pero los precios no se ajustan de manera inmediata en todos los ámbitos de la economía. Algunos ajustes de precio se producen antes que otros; ello conduce a una distorsión en los precios relativos. Cada uno de estos cambios ejerce su influencia en los patrones de intercambio y producción subsiguientes. En conclusión, el dinero, por su misma naturaleza, no puede ser neutral.»[1]

Es común en muchos economistas creer y explicar el tema del dinero como si fuera un fenómeno neutral. Pero, como ya expusimos, nada de ello es así. La moneda es una mercancía más que, obviamente, se comporta como cualquier otra mercancía, y se encuentra sujeta a la ley de la oferta y la demanda. En un mercado libre, cuando la oferta de -supongamos- galletitas supera la demanda de galletitas el precio de este último producto baja. Es exactamente lo mismo que sucede si, en el ejemplo, en lugar de galletitas hablamos de pesos, dólares, yenes, euros, etc. La característica del mercado libre es que la gente demande más de esa moneda hasta el punto en que oferta y demanda tiendan a igualarse. Sin embargo, dado que el dinero tiene una función que lo distingue del resto de los bienes y servicios y esa misión es la de ser un medio de cambio, la demanda de dinero no acrecentará si los precios de los artículos que se compran con esa moneda específica no descienden en la misma o mayor proporción que el precio del dinero. En este caso, la demanda por dinero (dado su exceso de oferta) no producirá una ampliación de aquella excepto que los precios del resto de los bienes y servicios también se reduzcan.

«La importancia de este principio se hace evidente al analizar el problema de los costos de la inflación. La teoría cuantitativa del dinero afirma, correctamente, que la mera emisión monetaria no aumenta la riqueza. De este modo, si el gobierno duplica la oferta monetaria, la aparentemente mayor capacidad adquisitiva de bienes que adquieren los tenedores de moneda queda neutralizada por la duplicación de precios.»[2]

La teoría cuantitativa mencionada antes tiene un concepto que -podríamos llamar- mecanicista del comportamiento del dinero y el incremento o la disminución de sus cantidades. Pero acierta en lo que podríamos decir hoy en dia que debería ser una conclusión -casi- de sentido común. Tampoco, como ha advertido muchas veces el profesor Alberto Benegas Lynch (h), es correcto hablar de una suba general de precios. Conforme ha enseñado el profesor M. N. Rothbard la emisión de moneda, si bien afecta a todos los precios (y en ese sentido el término «general» podría ser apropiado) no lo hace nunca en la misma proporción, ni en el mismo sentido respecto de todos los bienes y servicios que se comercian en el mercado. La distorsión perturbará a todos los precios, pero no de la misma manera, dependiendo de la forma en que ese dinero extra ingrese en el circuito mercantil.

«Pero mientras la teoría cuantitativa del dinero supuso un importante avance en el pensamiento económico, una interpretación mecánica de la teoría cuantitativa del dinero condujo a que se subestimaran los costos que generan las políticas inflacionistas.»[3]

El autor en examen denomina costos de las políticas inflacionistas a lo que nosotros designamos como los efectos de la inflación. Tal como señalamos en nuestro párrafo anterior, si la inflación simplemente consistiera en un remonte de los precios de igual tenor que la adición de la masa monetaria, en tal caso la inflación -en si misma- no representaría mayor dificultad que agregar la cantidad de ceros necesarios en las planillas contables y en las calculadoras o, en el caso de dinero en efectivo, el tamaño de las billeteras. Pero en realidad, el inconveniente de la inflación no sería este.

«Si los precios simplemente se duplicaran cuando el gobierno duplica la oferta monetaria, los agentes económicos serían capaces de anticipar este ajuste de precios, mediante el seguimiento cercano de los números referidos a la oferta monetaria y, de este modo, ajustarían su comportamiento de la forma apropiada. El coste de la inflación sería, entonces, mínimo.»[4]

Si el mercado esperara un crecimiento de la base monetaria digamos del 20% -por caso- y si supusiera que el aumento de los demás bienes y servicios será igual a ese porcentaje ajustarían los precios en un 20%. Si esto fuera así, se aplicaría lo que comentamos en el párrafo nuestro precedente, y el único inconveniente seria agregar dígitos a la derecha de los números de que se trate. Erróneamente, se ha sugerido que las llamadas «expectativas inflacionarias» serian la causa de la inflación. Pero esto es imposible, de momento que la emisión monetaria no depende de las expectativas de los agentes mercantiles, sino que resulta exactamente al revés: la inflación depende de las expectativas de los burócratas gubernamentales, y más que de sus expectativas de sus políticas monetarias, las que -como la práctica demuestra a menudo- varían de acuerdo a los vaivenes de las coyunturas políticas, y no pocas veces de los caprichos políticos de los gobiernos de turno.

«Pero la inflación es socialmente destructiva a varios niveles. En primer lugar, incluso la inflación prevista daña la confianza básica entre el gobierno y sus ciudadanos, porque implica que el gobierno utiliza la inflación para confiscar la riqueza de las personas.»[5]

En el plano común y corriente este origen causal de la inflación no es reconocido por el gran público. Popularmente, las gentes han considerado que los autores de la inflación han sido (y siguen siendo) los denominados especuladores, término con el que se pretende incluir a agestes de bolsas, comerciantes, financistas, empresarios, etc. Desde hace más de 4000 años reyes, príncipes, emperadores, jefes de estado y la clase política en general han instalado e inculcado esta idea tan pero tan alejada de la realidad, habida cuenta que no existe ningún otro causante de la inflación que los gobiernos, con independencia de épocas y partes donde hubiera tenido lugar.

[1] Peter J. Boettke. *Hacia una Robusta Antropología de la Economía**La Economía Austriaca en 10 Principios* Instituto Acton Argentina. Trad: Mario Šilar.

[2] Boettke, P. ibidem

[3] Boettke, P. ibidem

[4] Boettke, P. ibidem

[5] Boettke, P. ibidem

 

Gabriel Boragina es Abogado. Master en Economía y Administración de Empresas de ESEADE. Fue miembro titular del Departamento de Política Económica de ESEADE. Ex Secretario general de la ASEDE (Asociación de Egresados ESEADE) Autor de numerosos libros y colaborador en diversos medios del país y del extranjero. Síguelo en  @GBoragina

“¿Saldrá Argentina del default con la expresidente vice candidata?”

Por Alejandro Tagliavini. Publicado el 20/5/19 en: http://correopuntadeleste.com/columna-de-opinion-saldra-argentina-del-default-con-la-expresidente-vice-candidata-por-alejandro-tagliavini/?fbclid=IwAR2jssIZFsY9eQNwF3-oXURpAmxCoafko6W_6qYIqwirrzawGtZRvYQXjyA

 

Como señalaba un destacado encuestador, el anuncio de la ex presidente sobre su postulación a la vicepresidencia es inesperado y, por tanto, prematuro analizar cómo responderá la opinión pública, habrá que esperar con cautela a ver cómo se digiere. Además, durante las próximas cinco semanas puede modificarse, podría ser este solo un anuncio para “marcar la cancha” y seguir negociando.
Entretanto el mercado -el dinero- actuará como siempre: frío y calculador, le hablan con el corazón y responde con el bolsillo.
Según intelectuales del nivel de Alberto Benegas Lynch (h), P. Bauer, D. Bandow, R. Barro, K. Brunner, R. Vauvel y R. Mickesell el FMI -iniciativa keynesiana- financia fracasadas políticas estatistas. Es incoherente que un banco estatal sea promercado cuando vive de fondos extraídos, impositivamente, contra la voluntad del mercado.
Ineptos gobiernos acordaron con este organismo más de 30 veces, financiándose hasta llegar a donde estamos. Según el BM, Argentina desde 1950 -creció 2,7% contra 3,7% promedio de la región- es el país que pasó más tiempo -32%- en recesión, detrás del Congo.
Ahora este último acuerdo con el FMI pospuso el default al que se dirigía el gobierno, que está fuera del mercado internacional de deuda voluntaria que percibe que no existe capacidad de pago. El riesgo país supera los 920 pb.
La presión tributaria, tasas e inflación estratosféricas provocan la caída del PBI y, por ende, la capacidad de pago, a presión impositiva constante. Por eso el FMI pide mayor presión tributaria, y mayor control estatal, para que se reintegren sus préstamos.
El Gobierno celebra el superávit fiscal primario, ya que el acuerdo stand by obliga a un superávit en esa cuenta -con el fin de pagar el acelerado endeudamiento- y deja deliberadamente de lado el pago de los intereses porque incluye los del FMI.
En el primer cuatrimestre el resultado primario tuvo un superávit de 0,1% pero se dio un déficit financiero 0,9%, del PBI, porque el pago de intereses se incrementó 101% solo en abril. Según el IARAF los gastos de los intereses tuvieron un incremento real fuerte -34,7%- en lo que va de 2019.
La recaudación va muy por debajo de lo esperado dada la fuerte caída del PBI. Contra una inflación superior al 50%, los recursos tributarios crecieron 45,4% sobresaliendo los Derechos de Exportación (313,4%), seguidos lejos por el Impuesto a las Ganancias (52,6%).
Evidenciando su improvisación, el FMI le preguntó a la Rural cuánta soja queda por liquidar porque no está siendo lo que esperaban. Solo falta solo que pregunten al kiosquero cuántos chupetines vendió para ver si el consumo avanza.
Por la bajada de precios, la BCR restó US$ 1.400 M a su proyección -de principios de 2019- de ingresos por parte del complejo sojero y la ubicó en US$ 14.000 M, solo 18% más respecto a 2018. De modo naif, los dirigentes rurales pidieron que rebajen las retenciones y el FMI se lavó las manos diciendo que nada pueden hacer cuando probablemente presionarán para un aumento dada la caída del PBI.
El sector manufacturero aceleró su caída en marzo, retrocediendo el 13,6% i.a. y 6,3% respecto de febrero, la mayor caída desde el inicio de la recesión, según la UIA. Y la utilización de la capacidad instalada bajó al 57,7% en relación con el 66,8% de marzo de 2018.
Entretanto, según Morgan Stanley, Brasil lidera la sobre exposición de activos locales en fondos de inversión globales con un 2,3% por encima del benchmark seguido de Argentina -un 2,1%- que realizo las emisiones más grandes comparada con los países de la región.
Y los fondos empiezan a vender. Según la consultora 1816, la semana pasada se dio la mayor salida semanal de fondos -unos US$ 6000 M- de emergentes desde junio 2018. Y, cuando no descargan posiciones, se protegen con los CDS (seguros contra default) que ya rondan -el argentino a 5 años- los 1.200 pb.
Y la fuga hacia el dólar acelera. Las suscripciones de fondos en dólares y activos en el exterior crecen, y los fondos T+0 -en pesos de menor duración- venían sumando 30% en 2019 y 148% en los últimos 12 meses contrastando con los T+1 -activos de corto plazo en pesos- que pierden 16% en 2019 y 63% en los últimos 12 meses. Según la BCC, la dolarización de portfolios se inició casi dos años antes de la votación de octubre y ya suma US$ 36.600 M.
La aversión al riesgo global crece y los inversores se vuelcan a los bonos de países desarrollados. El rendimiento del bono a 10 años de EE.UU. está en su mínimo de la era Trump -a 2,391% cerró el viernes- mientras que el español llegó a su mínimo histórico perforando el 0,88% -50% menos desde máximos de 2018- aunque el viernes cerró a 0,883%. El de España -con mejores datos macro que gran parte de la UE- es una buena opción en Europa, ofrece menos riesgo que Italia y una rentabilidad aceptable respecto a Alemania o Francia.
En fin, entre lo poco serio que hizo el gobierno -como deudor responsable- es vender propiedades, pero por solo US$ 1.131 M durante todo 2019. Insignificante.

 

Alejandro A. Tagliavini es ingeniero graduado de la Universidad de Buenos Aires. Ex Miembro del Consejo Asesor del Center on Global Prosperity, de Oakland, California y fue miembro del Departamento de Política Económica de ESEADE.

A un año del acuerdo… Cómo nos va con el FMI

Por Alejandro Tagliavini. Publicado el 14/5/19 en: http://www.elefete.com/a-un-ano-del-acuerdo-como-nos-va-con-el-fmi/

 

Como recuerda Alberto Benegas Lynch (h), el FMI fue inspirado por White y Keynes y, según economistas de la talla de P. Bauer, D. Bandow, R. Barro, K. Brunner, R. Vauvel y R. Mickesell, se dedica a financiar fracasadas políticas estatistas. Es contradictorio que un banco estatal sea promercado cuando vive de fondos extraídos, impositivamente, contra la voluntad del mercado.

Ineptos gobiernos argentinos acordaron con este organismo más de 30 veces, financiándose para continuar y llegar adonde estamos. Recordemos el momento más sintomático. En junio de 2004 Rodrigo Rato -hoy preso por corrupción- asume la dirección del FMI “con el mejor cuadro de economistas del mundo” que “trabaja de manera transparente”. ¿Sí? Contrariamente a sus proyecciones -crecimiento del 4,5%- el PBI de Brasil cayó en 2003 y no levantaba, entonces, el FMI aseguró que “(Brasil) está haciendo progresos importantes”. Cualquier parecido con Argentina es casual.

Estos burócratas financiaron a nuestros gobiernos hasta que cayeron en default: unos US$ 88.000 M. Necesariamente la política del FMI es pedir mayor presión tributaria, y mayor control estatal, porque es el único modo de reintegrar sus préstamos dado que el PBI caerá. Así, presionó a Kirchner para subir la carga fiscal mientras que las deudas con los privados “son entre el gobierno y los acreedores…”, se lavó las manos Rato.

Luego, aunque por motivos muy discutibles, se tuvo la sana idea de romper con el FMI…  hasta hace un año. ¿Cómo nos ha ido?

Tras la “corrida cambiaria” en abril de 2018, con los mercados de capitales internacionales privados cerrándose -por la inviabilidad del “modelo macrista”, de agrandamiento del peso del Estado- el Gobierno recurrió al FMI.

El 8 de mayo se iniciaron conversaciones consiguiéndose hasta hoy unos US$ 57.000 M. Desde entonces, el dólar subió 105%, aumentó la inflación, el BCRA subió la tasa del 40% de la Lebac hasta el 71% de la Leliq, el riesgo país subió de 480 pb a unos 920, los bonos del gobierno pasaron a rendir de 4 a 16%, el Merval en dólares cayó casi 50% y los ADR hasta 80%.

Un cliché del gobierno para justificarse es la “incertidumbre política”, sin embargo, la semana pasada a pesar de los temores globales -todas las bolsas caían- el ataque a un diputado radical y la presentación del libro de CFK, el mercado cambiario tuvo el viernes el récord de operaciones de 2019, US$ 1.013 M, gracias a las ventas de exportadores -no de sojeros que retienen dado que la soja cae fuerte y ya perfora los US$ 290/tn-, bancos y algunas empresas, el dólar minorista bajó -cerró la semana 1% arriba- y la bolsa subió en las últimas ruedas casi 18% en pesos y tuvo la mayor subida en dólares en lo que va de 2019, aunque luego volvió a la dura realidad macro.

Como con Brasil, el FMI asegura que vamos bien, y los hechos desmienten. En marzo la industria cayó 13,4% ia., la construcción 12,3% y para 9 de cada 10 empresarios la actividad no mejorará. Todos perdieron en 2018, la pobreza crece y 17% cayó el poder de compra salarial según el IET, e incluso las empresas grandes, en particular las alimenticias, sufrieron caídas de hasta 46% en sus facturaciones. Según la Undav, al 48% de las 29 mayores empresas que cotizan en bolsa le cayeron los ingresos en 2018. Desde el último desembolso del FMI, el 9 de abril, el BCRA ya dilapidó -y se acelera- el 86,7%, US$ 9.370 M.

Entretanto, el viernes Uber debutó en Wall Street emitiendo 180 M de acciones con los que recaudaría US$ 8.100 M a US$ 45. Aunque terminó bajando 7,62% hasta los US$ 41,57 por título en un mal día para la bolsa que tuvo su peor semana de 2019 -su principal rival, Lyft, cayó 7,47%- y el lunes caía más de 10% mientras Wall Street bajaba fuerte. Contrastando con Beyond Meat -la firma de carne artificial- cuyas acciones ya triplicaron su valor.

Uber tuvo en los dos últimos años pérdidas operativas por US$ 4.000 M y 3.000 M respectivamente y “continuaremos incurriendo pérdidas a corto plazo”, reza su prospecto.          Pero su futuro atrae. Posee Uber Freight -logística-, Uber Eats -entrega a domicilio-, alquiler de bicicletas y scooters, desarrolla taxis aéreos y tecnología de automóviles sin conductor, entre otras cosas, solo el 2% ha usado su aplicación con lo que tendría un enorme potencial y gastó US$ 14.300 M en 2018 en subsidios para atraer a conductores y usuarios. Desde Morningstar, estiman que será rentable en 2024.

Quizás lo peor de Uber es que los conductores son contratistas, no empleados, y eso le exime de pagar sueldo mínimo y cobertura médica, pero si esto termina regulado por los gobiernos el coste será alto.

Corolario: una empresa no tiene que estar ganando para conseguir inversores ya que, con todo, no es poco el dinero que consiguió Uber del mercado voluntario. Si se presenta un plan creíble de crecimiento, entonces, aunque personalmente no lo recomendaría, los especuladores -en el buen sentido- invierten. El problema del Estado argentino no es que no está teniendo éxito, sino que su “modelo” -mayores impuestos, tasas e inflación- es un fracaso anunciado.

 

Alejandro A. Tagliavini es ingeniero graduado de la Universidad de Buenos Aires. Ex Miembro del Consejo Asesor del Center on Global Prosperity, de Oakland, California y fue miembro del Departamento de Política Económica de ESEADE.

Una de vampiros

Por Gastón Gonda:

 

Veía hace unos días un acalorado pero entretenido debate de coyuntura económica argentina entre el brillante economista Iván Carrino y otros cuatro representantes de distintas fuerzas políticas. Digámoslo claro: cuatro ignorantes de variada gama, repartidos entre socialistas, peronistas y kirchneristas, cuyos nombres por piedad omito.

Y como el tiempo en la televisión es muy acotado, quedaron muchas cuestiones por esclarecer y profundizar, y no sorprende a nadie el hecho de que buena parte de la audiencia suele hacer sintonía con el discurso más demagogo y oportunista.

Pero algo de lo bueno empieza a dejar huella gracias a la batalla cultural que unos cuantos, como Iván, libramos todos los días, cada uno desde donde puede, sabe y quiere.

Puestos a debate, se tocan temas como el acuerdo con el FMI, la inflación y la pobreza, y se deriva en abstracciones sobre el rol del Estado. Lo de siempre. Sólo que todos, menos Iván, de espalda a los datos.

Pero los disparates que se decían en esa mesa no son nada distintos de los que balbucean los representantes de absolutamente todos los espacios políticos desde el oficialismo hasta la oposición, máxime en estos días de campaña electoral, para martirio de un número creciente de desencantados de la política, como yo.

Estos señores ignoran el fracaso de 4000 años de controles de precios, y presuponen la inflación como un fenómeno “multicausal”, ignorando la evidencia empírica sobre un problema que el mundo ya ha superado por completo, con excepción de un puñado de países que se cuentan con los dedos de una mano, entre ellos la Argentina.

Estos iletrados  nada pintorescos creen que la riqueza es un juego de suma cero, donde unos ganan si, y sólo si, otros pierden. De allí parten para planear y ejecutar la redistribución violenta de los bienes que el mercado – todos nosotros – se encargó de distribuir de manera pacífica gracias al intercambio de un valor por otro valor; trabajo, tierra, capital, conocimiento. Por tanto, por más atinados que parezcan, estos abusadores avalan  el saqueo del fruto del trabajo usando el bien común como excusa y la ley como garrote.

Estos tristes contendientes manifiestan preocupación por los pobres pero adoctrinan con ideas que llevadas a la práctica los multiplican, y que a lo largo de la historia condujeron a millones de seres humanos a la pérdida de sus libertades más básicas y a morir por inanición.

Lo hacen, en el mejor de los casos, por ignorantes. En el peor, porque enarbolando las ideas del Estado presente, la justicia social, la redistribución de la riqueza y el proteccionismo industrial, logran erigirse en “salvadores del pueblo”. Y como tal, acceden a privilegios de casta que nunca podrían conseguir si tuvieran que vender su talento al escrutinio diario del mercado. Aquel mercado conformado por personas que votan todos los días determinando – con sus elecciones siempre voluntarias – ganadores y perdedores. Quienes sirven mejor al público ven incrementados sus ingresos; quienes yerran buscarán la manera de aprender de la experiencia y sobreponerse, dando origen a un círculo virtuoso cuyo resultado total es siempre ganancia.

Aquellos desdichados que repiten los mitos empobrecedores, ignoran que el poder económico se ejerce por medios positivos, ofreciendo a los hombres una recompensa, un incentivo, un pago, un valor; mientras que el poder político es ejercido por medios negativos, por la amenaza de castigo, lesión, encarcelamiento, destrucción. Como bien manifiesta Ayn Rand, la herramienta del empresario – el buen empresario y no el prebendario que hace negocios al calor del poder político – son los valores; la herramienta del burócrata es el miedo. Y, agrego yo: la herramienta del místico es el infierno. No es casual la referencia al dinero como “estiércol del demonio” por parte del representante de Perón en la Tierra.

Vuelvo. Esto depredadores nos quieren hacer creer, en su fatal arrogancia, que saben mejor que nosotros mismos qué es lo que necesitamos y queremos. Y por tanto se empeñan en dirigir la economía y la vida de todos nosotros a fuerza de leyes y decretos, como si fuera que una simple expresión de deseos manifestado en el cuerpo de una ley es suficiente para poner de pie un aparato productivo, determinar los precios de equilibrio, y tornar “justo” al valor del salario. Siendo así,  ¡que las legislaciones sean más generosas y nos hagan ricos a todos! como expresara en numerosas oportunidades el «Alberdi contemporáneo» don Alberto Benegas Lynch (H).

Faltos de la lógica más elemental, estos artífices de la miseria no saben sumar ni restar; solo dividir. Ignoran que son las tasas de capitalización puestas al servicio del trabajo lo que hace a éste más productivo y eficiente, y por tal mejor pago. No saben que los salarios mínimos conducen al desempleo porque hay más demandantes que oferentes, afectando especialmente a los menos calificados y especializados. Y en el sentido opuesto, desconocen que los precios máximos generan escasez porque habrá más gente dispuesta a comprar que gente dispuesta a vender, lo que tienta a los burócratas a tomar medidas inmorales e inútiles como las libretas de racionamiento, las leyes de abastecimiento, o  los más recientes “Macri-tips”, con el consiguiente aumento del clientelismo y la corrupción.

Estos pobres de espíritu desconocen los beneficios de la especialización, gracias a las ventajas comparativas diferentes entre los que realizan un intercambio. Ignoran que cuanto más libre es el comercio, más prosperamos, especialmente los eslabones más pobres, al contrario del cacareado mito de la posición dominante.

Pero estos relatos ya desterrados en gran parte del mundo civilizado no serían posibles si una parte mayoritaria de la sociedad no avalara por acción u omisión estos dislates. Los desprevenidos, los desentendidos, los voluntaristas, los mal-aprendidos, y toda la gama de desorientados que repiten las consignas del fracaso son muy fáciles de identificar: son todos aquellos que no conciben a las ideas de la libertad como el motor para el progreso humano.

El padrón electoral argentino representa el número exacto de esclavos que, en lugar de procurar su propia libertad, quieren seguir en esa condición. Esto es así porque en su perturbación no logran unir las causas con las consecuencias de la decadencia, y por tanto demandan más fuego para combatir al incendio. Están enamorados de sus secuestradores, padecen el Síndrome de Estocolmo.

Los pusilánimes son incapaces de pararse sobre sus propios pies; el viento populista los arremolina a todos juntos y quedan a merced de cuanto demagogo les endulza el oído para seguir vejándolos, uno tras otro, cada dos o cuatro años.

Sobre todo, estos desprovistos de carácter ignoran la naturaleza humana y su enorme potencialidad. Tienen una predisposición psicopatológica hacia la envidia, la victimización y el resentimiento.

Frente al avanzado, al desarrollado, al estudioso, al genio, al talentoso, muestran envidia y por tal lo odian, no por sus defectos sino por sus virtudes. Uno envidia aquello que nunca va a conseguir. Uno cela aquello que tiene y teme perder. Uno emula o imita aquello que admira y sabe que puede conseguir. Y si no lo logra, al menos habrá emprendido el camino de la superación, aportando lo mejor de sí.

Faltos de razón, propósito y autoestima, los cómplices de los saqueadores son sombríos y tristes. Pero siempre pueden redimirse: no conozco ningún liberal que se haya vuelto socialista; pero sí unos cuantos de estos últimos que descubrieron el valor del respeto a los proyectos de vida de sus hermanos. Son vampiros que ya no chupan sangre; sino que “a su pesar reconocieron el buen sabor del agua mansa”.

Nunca es tarde. Seamos libres.

 

Gastón Gonda es Licenciado en Administración de Empresas de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Nacional de Tucumán, MBA ESEADE. Head of Financial Planning & Analysis en Avery Dennison LA. Difunde sus ideas como @GastonGonda

El mensaje liberal y su efectividad

Por Gabriel Boragina. Publicado en: http://www.accionhumana.com/2018/12/el-mensaje-liberal-y-su-efectividad.html

 

Asistiendo a las controversias entre liberales sobre comunicación del liberalismo a los no-liberales y estilos para ello (controversias en las que nunca me ha agradado intervenir porque creo que no es demasiado conducente) diré ahora algunas pocas palabras.
En Argentina -y después de aproximadamente 1920 en adelante- el mensaje liberal nunca fue demasiado efectivo. Menos aún de aceptación masiva. Solo existió un muy breve periodo durante la década del 80 y comienzos de la del 90 en que el mensaje liberal tuvo una importantísima aceptación en el país.
Ello fue de la mano de la conjunción del trabajo de un numero de pensadores liberales que coordinaron las ideas, por un lado, con la acción política por el otro. Casi una coordinación espontánea entre académicos liberales y políticos liberales dio un amplio fruto.
Por primera vez en el país aparecieron cátedras o profesores liberales en la Universidad de Buenos Aires. Y, paralelamente, surgió un partido denominado «Unión del Centro Democrático» más conocido por sus siglas UCEDE.
En aquellos años, la UCEDE organizó un acto político en el estadio Monumental de River Plate logrando asistencia masiva, al punto tal que lo colmó. nada igual se había visto antes. Y en 1989 el mismo partido llegó a ser la tercera fuerza política del país.
Por primera vez en la historia, en el Congreso Nacional hubo numerosos legisladores liberales.
Todo esto comenzó a esfumarse a comienzos de la década del 90 con el acceso de Menem al poder, ya que la UCEDE apoyó incondicionalmente al programa menemista. Es cierto que un importante porcentaje de la UCEDE era conservador. Y entre ese porcentaje conservador y el apoyo de algunos dirigentes de relieve (tampoco todos) a Menem, destruyeron el partido. Literalmente lo pulverizaron.
Pero no solo lo desintegraron, sino que desde entonces el liberalismo cayó en un tremendo desprestigio, del cual, al día de hoy, no ha podido recuperarse.
No obstante, es bueno recordar que en Argentina existió una alternativa política liberal o parecida a ello. Hoy esa alternativa directamente ni siquiera existe.
Si nos atenemos a la historia reciente del liberalismo (brevemente resumida en los párrafos precedentes) juzgo que -hoy en día- en materia de difusión y aceptación de sus ideas está en una posición mucho peor que la que tuvo en las décadas del 80/90.
Resulta muy claro: hoy no hay ningún partido liberal de peso en la Argentina. Menos aún legisladores liberales, como si los hubo en aquella época.
La conclusión es clara. Si nos atenemos a los resultados en números, el liberalismo de hoy comunica peor que el de entonces. Y es por ello que nunca después de aquella época volvió a surgir ni un partido liberal ni legisladores liberales. Incluso en el ámbito académico se advierte un retroceso después de aquel entonces.
Y esto no se debe a que los liberales discuerdan ahora entre sí. Siempre hubo desacuerdos y rencillas entre los liberales. Quienes pertenecieron al partido testimonian que la ex UCEDE tenía muchas líneas internas dentro del partido, con visiones del liberalismo totalmente opuestas. Pero -a diferencia de ahora, coinciden- existía algo que no se ve hoy: todas esas líneas y todas esas personas que las integraban se respetaban entre ellas. Disentían en detalles, o en los medios para alcanzar el fin, pero acordaban en el mutuo respeto de las personas y las ideas ajenas. Ningún liberal insultaba a otro liberal. Se discrepaba en los procedimientos, matices, pormenores. Pero no en los fines. Y aquellos liberales comunicaban mucho mejor que los de ahora y con menos medios.
Esto último, desgraciadamente, parece que se ha perdido entre muchos liberales de hoy. No todos. Pero si muchos. Y es a esto a lo que atribuyo que las ideas liberales no tengan hoy día el peso y la penetración que tuvieron entonces.
El éxito de cualquier cosa se mide por sus logros. El liberalismo recién estará avanzando cuando vuelva a tener legisladores liberales, partidos liberales, candidatos liberales. Y vuelva a haber cátedras en muchas universidades que lo divulguen. Pero nada de eso existió después de los hechos narrados antes. Ni hoy tampoco. Y no parece que los liberales de hoy se encaminen en esa dirección.
A ello hay que sumarle las dificultades propias intrínsecas al mensaje liberal. Para entender al liberalismo hay que entender de economía y, como enseña Friedrich A. von Hayek, la economía es una ciencia contraintuitiva, lo que pone a los economistas liberales -aun aquellos que mejor difunden el mensaje- en inferioridad de condiciones respecto de los economistas marxistas, dirigistas, estatistas, etc.
Tal instruye Alberto Benegas Lynch (h) el liberalismo no es un producto que «esté a la venta» y que pueda ofrecerse como si fuera un dentífrico. Si a esto se le suma la permanente descalificación entre quienes quieren arrogarse el monopolio de la comunicación de la filosofía liberal, el panorama no puede ser más desolador. Hoy por hoy, asistimos a una verdadera y triste batalla campal entre pseudo-comunicadores del liberalismo, que no solamente se agreden verbalmente entre ellos, sino que, además, denostan con gruesos epítetos al que piensa diferente, ofreciendo un patético espectáculo ante quienes nunca comulgaron con nuestras ideas, y que menos aun lo harán si un «producto» invendible (como es el liberalismo) se «ofrece» insultando o denigrando a quien se abstiene de comprarlo.
A diferencia del socialismo, no es frente a las cámaras de TV o los micrófonos radiales las vías por donde la gente aprenda y acepte el ideario liberal. No porque el liberalismo sea de inferior calidad al socialismo, ni porque sus verdades sean menores a las de este (de hecho, en el socialismo no hay ninguna verdad identificable) sino porque no todos los medios son aptos para todos los mensajes, dado que lo relevante no es sólo el medio por el cual se transmite el mensaje, sino el contenido del mismo, y al respecto cuentan tanto las formas como los objetivos. Continuando con la analogía del dentífrico, este puede venderse perfectamente a través de un spot publicitario, pero el liberalismo jamás, porque es necesario conocer todo el proceso de producción (desde la materia prima hasta el producto final) cosa que -como afirma el profesor ya mencionado antes- no es necesario en el caso del dentífrico.
El mismísimo premio Nobel de Economía Milton Friedman intentó divulgar el liberalismo a través de una serie de televisión que llevó por título «Free To Choose», una sucesión de varios capítulos basada en su libro homónimo. Como el propio Friedman relata en el libro, la serie fue un fracaso completo y el libro demostró ser más exitoso que la serie misma. Con todo, el liberalismo está en franco retroceso en el mismo país de Friedman, los Estados Unidos.
Gabriel Boragina es Abogado. Master en Economía y Administración de Empresas de ESEADE. Fue miembro titular del Departamento de Política Económica de ESEADE. Ex Secretario general de la ASEDE (Asociación de Egresados ESEADE) Autor de numerosos libros y colaborador en diversos medios del país y del extranjero.

Por qué elegir ESEADE

Por Roberto Cachanosky. Publicado el 17/12/18 en:  http://economiaparatodos.net/por-que-elegir-eseade/

 

Por qué elegir ESEADE

El regreso de históricos profesores a ESEADE junto con la nueva generación asegura un piso muy alto de excelencia académica 

ESEADE comenzó sus actividades en 1978, desde entonces estoy ligado a esta institución educativa, con ciertos intervalos, pero siempre en contacto. A partir de 1983 comencé a dar clases en el Master de Economía y Administración de Empresas como profesor asociado de Alberto Benegas Lynch (h) que era el titular de la catedra. Luego fui asociado del inolvidable Enrique Loncán en Economía Superior, que era el titular de la materia y el otro asociado era Miguel de Oromí Escalada, otro estudioso de los temas.

Con el tiempo tuve la titularidad de la catedra y la di en los diversos masters que se fueron creando. Cuento esta trayectoria porque son 40 años de estar relacionado con ESEADE, lo cual me permite conocer suficiente el nivel académico de la institución.

Si bien muchos profesores de los 80 y 90 dejaron de dar clases, ESEADE mantiene e incrementa el activo más importante: el cuerpo de profesores.

El afecto que le tengo tanto a Alberto Benegas Lynch (h) como a Gabriel Zanotti, que retoman las cátedras en ESEADE, puede hacerme poco objetivo, pero puedo asegurar que ambos son de un nivel académico envidiable, lo mismo que históricos profesores de ESEADE como Enrique Aguilar o Joaquín Migliore en la rama política.

Con mi hermano Juan Carlos, que desde el inicio fue profesor en ESEADE, decíamos que el activo más importante de una universidad no son los ladrillos, sino el cuerpo de profesores. Las instalaciones de un instituto educativo pueden ser más lindas o feas, mejores o peores, pero lo que realmente le da valor a una universidad es el cuerpo de profesores. Y ESEADE siempre lo tuvo y lo está reforzando con el regreso a sus aulas de Alberto Benegas Lynch (h), que fue rector durante aproximadamente 25 años y Gabriel Zanotti. Para mí es un honor y una alegría volver a formar parte de ese cuerpo de profesores que durante tantos años dimos clases.

Pero si el cuerpo de profesores es el activo más importante de una universidad, otro activo no menor es el ambiente académico que se vive en la institución. En los descansos es común que los alumnos bajen a tomar un café con los profesores e intercambiar ideas. Tanto en el aula como fuera de ella existe un permanente intercambio de ideas entre alumnos y profesores, creándose un ambiente muy estimulante a la hora de profundizar los temas.

Como tercer elemento a destacar es que, en el área de economía, las materias no están basadas en ecuaciones con ridículas simulaciones de la realidad. La relación entre economía e instituciones, es decir la ciencia de la acción humana, es lo que permite comprender en profundidad el contexto en que se desenvuelve una empresa. Entender la economía es mucho más que conocer los números fiscales o monetarios. La economía está estrechamente ligada a la calidad de las instituciones.

El regreso de históricos profesores a ESEADE junto con la nueva generación como Adrián Ravier, Iván Cachanosky, Aldo Abram, Iván Carrino y Constanza Mazzina en la rama política asegura un piso muy alto de excelencia académica que es lo que ha distinguido a ESEADE desde su fundación.

Insisto, para mí es un honor y una alegría volver a estar al frente de una de las materias de ESEADE, compartiendo con las nuevas generaciones ese ambiente académico y de camaradería que siempre se respiró en sus pasillos.

 

Roberto Cachanosky es Licenciado en Economía, (UCA) y ha sido director del Departamento de Política Económica de ESEADE y profesor de Economía Aplicada en el máster de Economía y Administración de ESEADE  

Menger y los bienes económicos

Por Gabriel Boragina Publicado el 8/7/18 en: http://www.accionhumana.com/2018/07/menger-y-los-bienes-economicos.html

 

«Así pues, la economía humana y la propiedad tienen un mismo y común origen económico, ya que ambos se fundamentan, en definitiva, en el hecho de que la cantidad disponible de algunos bienes es inferior a la necesidad humana. Por consiguiente, la propiedad, al igual que la economía humana, no es una invención caprichosa, sino más bien la única solución práctica posible del problema con que nos enfrenta la naturaleza misma de las cosas, es decir, la antes mencionada defectuosa relación entre necesidad y masa de bienes disponibles en el ámbito de los bienes económicos.»[1]

En otras palabras, nos dice Menger que la economía y la propiedad nacen en forma simultánea de un único fenómeno causal: el de la escasez de bienes. Notemos que dice «algunos bienes», dado que los bienes libres también satisfacen necesidades, pero estos últimos no interesan al estudio de la economía; solo los bienes escasos esto es los bienes económicos son relevantes a nuestra ciencia. En abierto desafío a las teorías socialistas que expresan lo contrario, el genial Menger nos explica que la economía y la propiedad que aparecen al unísono no son fruto de capricho humano. Por el contrario, economía y propiedad aparecen como la única y exclusiva solución viable para paliar la realidad de la escasez de bienes en relación a la necesidad que existe de ellos. Va de suyo que, si las necesidades fueran inferiores a la cantidad existente de bienes desatinadas a satisfacerlas, ni la economía ni la propiedad hubieran sido necesarias, ergo, ni siquiera hubieran aparecido.

«Por esto mismo, es también imposible eliminar la institución de la propiedad sin eliminar al mismo tiempo las causas que llevan forzosamente a ella, es decir, sin multiplicar al mismo tiempo las cantidades disponibles de todos los bienes económicos hasta tal punto que pueda quedar realmente cubierta la necesidad de todos los miembros de la sociedad o sin disminuir hasta tal extremo les necesidades de los hombres que los bienes de que de hecho disponen basten para cubrir aquellas necesidades.

Si no se consigue un equilibrio de este tipo entre necesidad y masa disponible, un nuevo orden social podrá conseguir, sin duda, que sean otras personas —en vez de las actuales— las que pueden utilizar las cantidades disponibles de bienes económicos para la satisfacción de sus necesidades, pero nada ni nadie podrá impedir que siga habiendo personas cuyas necesidades de bienes económicos no son cubiertas, o lo son incompletamente, y frente a cuyas siempre posibles acciones violentas tendrán que ser defendidos los nuevos propietarios. La propiedad, en el sentido mencionado, es, pues, inseparable de la economía en su forma social y todos los planes de reforma social sólo pueden tender, si quieren ser razonables, a una distribución adecuada de los bienes económicos, no a la supresión de la institución de la propiedad.»[2]

Reafirmando que la propiedad surge de la escasez de bienes suficientes para satisfacer las necesidades humanas, Menger contesta a quienes postulan la abolición de la propiedad explicándoles que la única manera de lograrlo es multiplicando la totalidad de los bienes existentes en tal extensión que permita cubrir perfectamente todas las necesidades humanas. Alude –recordemos- a bienes económicos como sinónimo de bienes escasos. La otra manera por la cual podría llegarse a la supresión de la propiedad sería operando en forma inversa, es decir reduciendo todas las necesidades de todas las personas hasta un punto tal que solamente queden las necesidades que puedan ser cubiertas con la cantidad total de los bienes existentes hasta ese momento. Exclusivamente en estos dos casos, o sea, logrando estos objetivos, la propiedad podría llegar a desaparecer. Va de suyo la imposibilidad fáctica de ambas hipótesis, pese a que no han faltado experimentos en la historia económica en los que se haya intentado tanto un extremo como el otro, y en donde los fracasos en dicho sentido no han dejado de ser recurrentes.

Seguidamente, apunta Menger que de no poderse obtener ninguno de los dos objetivos antes esbozados, lo único que le queda a quien aspira a suprimir la propiedad es a despojar a los actuales propietarios de sus bienes económicos para entregárselos a lo no propietarios, con lo cual quienes pasarán a satisfacer todas sus necesidades serán los nuevos propietarios, en tanto los anteriores expoliados propietarios pasarán a padecer de las mismas necesidades que antes sufrían los ahora nuevos «propietarios». Como sabemos, esto es lo que en la práctica ha hecho siempre el socialismo: un simple pasaje de términos, en lo que Alberto Benegas Lynch (h) ha resumido en la acertadísima fórmula: «quitar a unos de lo que les pertenece para darles a otros lo que no les pertenece», es decir, la fórmula en la que se sintetiza la llamada «justicia social». Finalmente, en este párrafo, Menger llama la atención sobre la posible violencia que producirá tal tipo de despojo, lo que nuevamente hemos visto verificado en la práctica, en todos los regímenes socialistas habidos y existentes a hoy.

«En las dos secciones precedentes hemos considerado la naturaleza y el origen de la economía humana y hemos defendido la opinión de que la diferencia entre los bienes económicos y no económicos se fundamenta, en definitiva y en el más exacto sentido de la palabra, en la diferente relación existente entre la necesidad y la cantidad disponible de dichos bienes.»[3]

Menger remarca una y otra vez la característica de escasez que distingue a los bienes económicos de los no económicos, si bien lo hace –al decir de F. A. v. Hayek- sin emplear (entendemos que en el original en alemán) la palabra escasez (en la traducción española si, aparece a menudo esta palabra, seguramente por obra del traductor, como ya hemos apuntado más arriba). En la cita precedente se refiere a la escasez cuando alude a «la diferente relación existente entre la necesidad y la cantidad disponible de dichos bienes.»[4]. Los «bienes no económicos» –como recordaremos- también se designan como «bienes libres» en la jerga económica.

[1] Carl Menger. Principios de economía política. Introducción de F. A. v. Hayek. Ediciones Orbis. Hyspamerica. pág. 69

[2] Menger Carl. Principios…ob. cit. pág. 69

[3] Menger Carl. Principios…ob. cit. pág. 71

[4] Menger Carl. Principios…ob. cit. Pág. 71

 

Gabriel Boragina es Abogado. Master en Economía y Administración de Empresas de ESEADE. Fue miembro titular del Departamento de Política Económica de ESEADE. Ex Secretario general de la ASEDE (Asociación de Egresados ESEADE) Autor de numerosos libros y colaborador en diversos medios del país y del extranjero.

Mi deuda con Juan Carlos Cachanosky (1953-2015)

Por Adrián Ravier.  Publicado el 3/1/18 en: https://www.juandemariana.org/ijm-actualidad/analisis-diario/mi-deuda-con-juan-carlos-cachanosky-1953-2015

 

Fue en 1999. Tenía 20 años. Estaba en la fotocopiadora de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires. Vi a un costado un diario blanco y negro titulado Atlas del Sud, editado entonces por la Fundación Atlas para una Sociedad Libre, de la cual Gabriel Salvia era su director ejecutivo. En la contratapa se destacaba un seminario intensivo sobre la Escuela Austriaca de Economía, que se dictaría el sábado siguiente en ESEADE, y su disertante era Juan Carlos Cachanosky. Me llevé el diario y convencí a algunos compañeros de la Facultad para que me acompañaran. Aquel fue mi primer encuentro con quien fue un gran amigo y un gran maestro en estas ideas y en esta tradición de pensamiento. También fue entonces la primera vez que pisé ESEADE, donde aproveché para pedir folletos sobre las distintas maestrías que se ofrecían, más allá de que todavía tenía tres años de licenciatura por delante. Fue tal el impacto de aquel seminario que desde ese día mantuve un deseo constante por llevar adelante estudios de posgrado en esa casa de estudios, lo que finalmente pude hacer gracias a una beca que me ofreció Martín Krause, el entonces rector de la institución.

En 2003 Juan Carlos Cachanosky fue mi profesor de Historia Crítica del Pensamiento Económico. El curso fue fascinante porque nos llevó de forma intensiva desde la Antigua Grecia hasta la actualidad, citando con mente abierta y espíritu crítico a Aristóteles, Santo Tomás, diversos autores de la escolástica, el mercantilismo, los fisiócratas, el gran Adam Smith y el pensamiento clásico, Marx y el socialismo utópico y científico, el marginalismo, Menger y la Escuela Austriaca, Marshall y la economía matemática, Keynes y el keynesianismo, Milton Friedman y la Escuela de Chicago, entre otros. Es el día de hoy que comienzo mis cursos con una síntesis de aquella materia, para que el alumno tenga una foto de la evolución del pensamiento económico, antes de introducirnos en forma sistematizada en la ciencia económica.

La bibliografía de esa materia era extensa, con varios artículos escritos por él mismo, publicados en Libertas, la revista académica de ESEADE. Juan Carlos se había integrado al Departamento de Investigaciones de esta institución apenas se conformó, con Ezequiel Gallo como su director. Libertascomenzó a publicarse a partir de 1984, y ya en el primer número se puede encontrar un artículo sobre “La Escuela Austriaca de Economía” de su autoría. En las memorias que escribió Alberto Benegas Lynch (h) se resumen estos hechos.

Juan Carlos completó una licenciatura en Economía en la UCA, en Buenos Aires, y luego viajó a Estados Unidos, donde se doctoró también en Economía con Hans Sennholz como tutor. En la entrevista que tuve la fortuna de hacerle para repasar su vida comentó que Sennholz se resistió bastante al comienzo a dirigir su trabajo de tesis, pero luego cedió, cuando Juan Carlos planteó como tema algunas críticas a la economía matemática.

Al principio Sennholz estuvo muy duro para aceptarme, pero cuando le propuse el tema del uso de las matemáticas en economía accedió inmediatamente. Cuando terminé la defensa me dijo que este era un tema sobre el que Mises le había pedido que escribiera pero que, como no había tenido tiempo, se sentía en falta con su maestro. Cuando le propuse el tema entonces sintió que era una manera de cumplir con su promesa a Mises.

Lo cierto es que hoy hay en la profesión una fuerte tendencia heterodoxa contra la economía matemática, pero en 1985 sus observaciones tenían mucha mayor resistencia, al margen de que aún los críticos no han llegado lo suficientemente lejos. “La ciencia económica y la economía matemática”, Parte I y Parte II merece ser publicado como libro y estudiado por toda la profesión.

Juan Carlos fue un economista completo. Experto en historia del pensamiento económico y metodología, pero muy profundo también en cuestiones micro y macroeconómicas o en teoría monetaria. Quizás por su afán en la historia del pensamiento económico siempre prefería y recomendaba ir a las fuentes. “No lean bibliografía secundaria sobre Adam Smith. Lean la fuente primaria”, era su primera sugerencia a los jóvenes investigadores. Los clásicos por algo son clásicos. Cuando le preguntaba, por ejemplo, sobre su opinión acerca del famoso debate entre la banca libre con reservas fraccionarias o banca libre con encaje 100 %, siempre prefería referenciar los argumentos de Rothbard, y nunca a sus seguidores modernos.

Sus investigaciones por supuesto se extendieron también a otros temas, como resumió recientemente Martín Krause en sus propias memorias.

Después de ESEADE, Juan Carlos se convirtió en decano de la Escuela de Negocios de la Universidad Francisco Marroquín de Guatemala. Pasaba seis meses allí y seis meses en Argentina, donde también expandía las actividades de formación corporativa hacia América Latina y el mundo.

Fue en 2007 cuando recibí por primera vez una invitación para dictar un curso de maestría presencial en la web. Al completarlo, Juan Carlos me preguntó si me había sentido cómodo, como para saber si podía contar conmigo en posteriores ocasiones. Mi respuesta fue afirmativa y, a partir de allí, fui sumando cursos diversos e incrementando mi relación profesional y personal con él.

En ese entonces, y mientras completaba mi doctorado, ya había decidido mi vocación por la academia, pero Juan Carlos tuvo mucho que ver en facilitar ese proceso. Tras dos años en el Departamento de Investigaciones de ESEADE y tres años en la Fundación Hayek, un cambio en la dirección de esta última institución me llevó a hablar con Juan Carlos sobre la posibilidad de trabajar en sus proyectos. Pasó menos de un mes hasta que recibí una llamada suya, junto a Giancarlo Ibargüen, rector de la UFM, para invitarme a instalarme en Guatemala como profesor e investigador a tiempo completo. Mi segundo hijo acababa de nacer, y con mi esposa preferíamos vivir en Argentina. Juan Carlos abrió entonces un plan B, invitándome a dictar cursos virtuales, y viajar a Guatemala dos veces al año. Esa alternativa fue, de hecho, la que me llevó a trasladarme con mi esposa a La Pampa, de donde ella es originaria, ya que mi trabajo sería on line, y cada tanto debía viajar, dejando a mi familia en compañía de los suyos.

Desde ese momento trabajar con Juan Carlos fue un placer extraordinario. De las lecciones en economía que aprendí en el aula en ESEADE, pasé a aprender lecciones en otros ámbitos, desde los negocios hasta la vida misma. Juan Carlos jamás hablaba de firmar contratos. Le bastaba la palabra. Trabajaba 24 horas al día, viajando por el mundo para conseguir acuerdos con importantes universidades a las que representar con diversos programas en América Latina. Periódicamente convocaba a sus profesores a una reunión virtual, donde nos comentaba sobre las novedades, siempre con el mejor humor y un optimismo infinito. Nunca faltaba la mención de Boca Junios, su “pequeño” equipo del que fue hincha, aunque no fanático. Y al menos conmigo, nunca faltaba la discusión acerca de Richard Cantillón y Adam Smith, enfatizando la figura de este último por sobre la del primero, a quien yo considero el verdadero padre de la economía

Al dejar Juan Carlos la dirección de la Escuela de Negocios de la UFM, recuperó tiempo para impulsar otros proyectos como formación corporativa, programas de maestría y doctorado con universidades de Suiza, Escocia y España, entre los más importantes.

Los alumnos de Juan Carlos y formación corporativa se extendieron entonces por el mundo, llevando aquellas ideas que aprendió desde joven hacia destinos múltiples y diversos.

Juan Carlos fue un gran economista, quizás el mejor de los que he conocido. Pero también fue un empresario de las ideas, quien encontró en la educación virtual la forma de sortear las barreras que los ministerios de Educación imponen a un desarrollo natural y competitivo del mercado educativo universitario y, especialmente, de posgrado. Habría que ver si OMMA no es en definitiva un derivado de sus tempranas iniciativas, sin desmerecer el esfuerzo de Gabriel Calzada y todo su equipo.

Se han cumplido ya dos años de su desaparición física, pero el recuerdo permanece en todos los que lo conocimos y cotidianamente en las redes, cuando sus lectores referencian su extraordinario trabajo.

 

 

Adrián Ravier es Doctor en Economía Aplicada por la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid, Master en Economía y Administración de Empresas por ESEADE. Es profesor de Economía en la Facultad de Ciencias Económicas y Jurídicas de la Universidad Nacional de La Pampa y profesor de Macroeconomía en la Universidad Francisco Marroquín.