Las 7 medidas necesarias para cambiar el rumbo de decadencia y volver a la cultura del trabajo

Por Roberto Cachanosky. Publicado el 17/3/2021 en: http://economiaparatodos.net/las-7-medidas-necesarias-para-cambiar-el-rumbo-de-decadencia-y-volver-a-la-cultura-del-trabajo/

Tal vez como nunca, mucha gente -entre ellos, los empresarios- vive una situación de completa incertidumbre sobre su futuro personal y económico, pero hay salida hacia un horizonte mejor

Tal vez como nunca, las personas y los empresarios viven una situación de completa incertidumbre sobre su futuro personal y económico. En las elecciones de 2021 no se juega quién va tener mayoría en diputados para aprobar leyes, sino que se pone en juego la existencia misma de las libertades individuales, con el riesgo que el sistema republicano de gobierno quede en el olvido y sea sustituido por un sistema autocrático. La grieta es, justamente, los que se oponen a reemplazar un sistema republicano liberal por uno autocrático en que el Ejecutivo pasa a tener el poder absoluto de los tres poderes, en particular la justicia, y destruir la democracia desde dentro. Reestablecer un poder monárquico. No sería la primera vez en la historia del mundo que un determinado grupo use la democracia para ganar elecciones y luego, en el poder, la destruya y establezca una dictadura. El ejemplo más cercano que se puede ver es el de Chávez en Venezuela.

De manera que se hace difícil pensar en un 2023 sin un 2021 en que se le ponga un límite a los proyectos autocráticos del kirchnerismo. Pero, al mismo tiempo, la oposición tiene un serio problema que tiene que ver una historia de horrible manejo económico. Puesto de otra manera, Juntos por el Cambio nunca terminó de hacer una autocrítica seria de los errores que cometió en el campo de la economía, mientras sus acérrimos defensores se limitan a decir que no tenían mayoría en ambas cámaras para hacer las reformas estructurales necesarias. La realidad es que nunca parece haber pasado por la cabeza de Cambiemos implementar esas reformas y ni siquiera hubo un mínimo de espíritu en el cambio de discurso.

Por momentos lució más como Continuemos que como Cambiemos.

Gráfico 1

A modo de ejemplo se puede ver el gráfico 1 donde se muestra la evolución de los planes sociales entre 2008 y 2019. Prácticamente se duplicaron punta a punta y a pesar de ellos tenemos cada vez más pobres. Además durante el gobierno de Juntos por el Cambio pasaron de 10,6 millones de beneficiarios a 12,8 millones de beneficiarios, un aumento del 20,8% en solo la cantidad de planes sociales.

La economía argentina tiene un monumental problema por delante. Nivel de gasto público y su pésima calidad, un sistema tributario delirante, no tiene moneda, carece de ahorro interno para financiar el consumo y la inversión, tiene regulaciones que paralizan la capacidad de innovación de los agentes económicos y vive de espaldas al mundo. Vivir con lo nuestro refugiada en el proteccionismo.

Para salir de esta larga decadencia hay tres pasos gigantescos a dar: 1) frenar al kirchnerismo en octubre para mantener un sistema republicano y preservar las libertades individuales más elementales, 2) empezar a construir una mayoría en el Congreso que, en caso de Cambiemos llegar al gobierno en 2023, apoye las reformas necesarias. No sea cosa que de tanta mezcla ideológica, si en 2023 es nuevamente gobierno, termine teniendo en el Congreso a la oposición en sus propias filas porque se oponen a ciertas reformas mínimas que hay que llevar adelante para salir de esta decadencia y 3) acordar las medidas económicas mínimas indispensables a aplicar para torcer el rumbo de colisión del barco y enfilarlo hacia puerto seguro. El primer paso económico para iniciar la recuperación.

¿Cuáles serían esos ejes mínimos de política económica que habría que aplicar para poner en marcha la economía? No se pide aquí el máximo posible que uno quisiera, sino el mínimo del cual no se puede bajar porque se caería en otro fracaso económico.

Antes de enumerar las medidas conviene aclara que no hay equipo económico que pueda solucionar el problema económico, si detrás no hay una dirigencia política convencida del camino a seguir y dispuesta a apoyar contra viento y marea el mínimo de medidas a aplicar para iniciar la recuperación o, si se prefiere, cambiar el rumbo de colisión del barco. En otras palabras, no vale el contrargumento que no se tiene el poder político para aplicarlo o que en Argentina es imposible por el peronismo porque si esos fueran los casos, entonces estaríamos frente a propiciadores del desánimo y sin ganas de dar pelea. Buscando excusas para no hacer lo que hay que hacer. O buscando excusas para seguir con esta decadencia.

Las medidas mínimas a aplicar serían 7:

  • Reforma monetaria. Argentina carece de moneda. Destruyó el peso moneda nacional, el peso ley 18.188, el peso argentino, el austral y este que está agonizando. Sin moneda no se puede hacer cálculo económico. ¿Cómo hace un empresario para estimar la rentabilidad de una inversión si no puede calcular costos hacia el futuro porque el peso se deprecia día a día? ¿Cómo se otorga crédito de largo plazo sin estabilidad en los precios? Sin moneda no hay metro para medir. En este sentido, quitarle el curso forzoso al peso y establecer el curso legal de otras monedas daría lugar a que la gente pudiera optar por hacer sus contratos en la moneda que le merezca más confianza y tengan cierta estabilidad en el tiempo.
  • Reforma laboral. En este punto lo mínimo que se pide es que toda nueva persona que pueda ser contratada por una empresa no esté amenazada por la industria del juicio que genera pánico, en particular en las PYMES, a la hora de contratar personal. Muchas empresas, aun habiendo pagado la indemnización correspondiente, luego tiene que enfrentarse a costosos juicios laborales traídos de los pelos en los cuales, generalmente, pierde los empresarios, lo cual hace que las empresas no quieran ampliar sus plantas de personal.

Considerando la delicada situación de desocupación, pobreza e indigencia que hoy rige en Argentina, flexibilizar este mercado para alentar a que las empresas contraten personal, pasa a ser un punto clave. Incluso si se va a hacer una reforma del estado que transfiera empleados del sector público hacia el sector privado.

  • Una amplia desregulación de la economía que libere la capacidad de innovación de la gente y quite costos altísimos que le quitan competitividad a las empresas.
  • Transformar los planes sociales en algo transitorio, obligando a todo beneficiario de plan social a hacer un curso de algún oficio (electricista, plomero, carpintero u otros oficios que le den una rápida salida laboral). El beneficiario de un plan social hará ese curso o perderá el beneficio del plan. Una vez finalizado el curso, se le irá reduciendo el plan social un 20 por ciento mensual para darle 5 meses para que consiga clientes que contraten sus oficios. Esto junto con el monotributo social es perfectamente posible y empezaría a reestablecer la cultura del trabajo en vez de la cultura de la dádiva.
  • Reforma del estado. El problema del gasto público en argentina es doble: alto e ineficiente. Lo primero que hay que hacer es bajarlo para ir lo más rápido posible al equilibrio fiscal, luego se irá trabajando con tiempo en la mejora de la calidad del gasto que llevará más tiempo. La eliminación del déficit fiscal lo más rápido posible es porque Argentina carece de instrumentos para financiar el déficit y depender del crédito externo es tan riesgoso como que Cambiemos quedó colgado del pincel en abril de 2018 cuando se acabó el financiamiento externo para cubrir el déficit fiscal. Cuando bajaron la persiana todo voló por los aires. Por eso es imperioso ir rápidamente a la eliminación o reducción a niveles manejables de un déficit fiscal mínimo.
  • Reforma impositiva. Simplificar el sistema tributario y bajar la carga impositiva es clave para atraer inversiones. Argentina no solo no tiene seguridad jurídica afianzada sobre los derechos de propiedad, sino que, además, las personas y las empresas son explotadas impositivamente de tal manera que ya tiene éxodo de empresas y personas hacia otros países en busca de otra residencia fiscal. No es posible crear puestos de trabajo sin inversiones, y no es posible atraer inversiones con esta carga tributaria.
  • Integración de la economía argentina al mundo. Nadie va a hacer grandes inversiones, y por lo tanto crear muchos puestos de trabajo, para abastecer un mercado interno de 44 millones de habitantes donde casi el 50% de la población es pobre, otra parte indigente y los que no son pobres o indigentes están con el agua al cuello. Para abastecer ese mercado interno no hacen falta inversiones. En cambio, si se orienta la economía argentina hacia la exportación, las empresas tendrán que tener mayores volúmenes de producción para exportar y eso atraerá inversiones y creación de puestos de trabajo.

En este sentido, no se puede desaprovechar el acuerdo MERCOSUR-UE que da acceso a un mercado de casi 450 millones de habitantes con un ingreso per capita de US$ 34.000 anuales, con la ventaja que el acuerdo es que la UE baja más rápido los aranceles y le da tiempo al MERCOSUR para bajar sus aranceles y hacer competitivas sus empresas.

Una vez que se logre incrementar notablemente las exportaciones gracias a las inversiones y las reformas estructurales, bajará la desocupación, irá mejorando el ingreso real de la población y se podrá terminar con la pobreza aumentando el consumo. Creer que Argentina sale estimulando el consumo interno antes de exportar es un grosero error conceptual o puro populismo.

En síntesis, siendo esta una nota periodística, no es el lugar para explayarse ampliamente sobre cada medida, pero sí tener en cuenta que esas 7 medidas económicas son las mínimas indispensables para girar el rumbo del barco y ponerlo proa al norte para empezar a navegar a toda velocidad hacia la prosperidad.

Nadie dice que esto vaya a ser sencillo, pero lo que no se puede es insistir con más empleo público, más planes sociales, más impuestos y más violaciones a los derechos de propiedad.

Seguramente quedarán más medidas a adoptar para que Argentina vuelva a ser un país que ofrezca oportunidades a sus hijos, como en el pasado les ofreció oportunidades a nuestros abuelos que vinieron a la Argentina porque era el país que ofrecía un futuro.

En síntesis, Argentina tiene que terminar con la cultura de la dádiva y volver a la cultura del trabajo. El camino para empezar a transitar esa reconversión hacia la cultura del trabajo serían estas 7 medidas mínimas a aplicar.

Que la dirigencia política argentina y la población se meta bien en la cabeza que no se va a salir con gente viviendo de planes sociales, sino trabajando. Crear las condiciones para volver a la cultura del trabajo es el primer paso para terminar con la larga decadencia argentina.

Roberto Cachanosky es Licenciado en Economía, (UCA) y ha sido director del Departamento de Política Económica de ESEADE y profesor de Economía Aplicada en el máster de Economía y Administración de ESEADE. Síguelo en @RCachanosky

Los subsidios los pagan los pobres

Por Alberto Benegas Lynch (h). Publicado el 29/11/17 en: https://www.cronista.com/columnistas/Los-subsidios-los-pagan-los-pobres-20171129-0017.html

 

Los subsidios los pagan los pobres

Este es un tema sumamente delicado y desafortunadamente poco comprendido. Cuando se afirma que el aparato estatal subsidia tal o cual actividad o sector debe entenderse que es el vecino el que financia ya que ningún gobernante pone de su peculio.

Ahora bien, miremos de cerca el asunto. El contribuyente de jure al hacerse cargo del impuesto naturalmente deja de invertir en el presente o de consumir (lo cual repercute en la inversión futura). En cualquier caso, este proceso incide directamente de modo negativo sobre los salarios e ingresos en términos reales. En otras palabras, son los relativamente más pobres quienes con mayor fuerza se hacen cargo del tributo, son contribuyentes de facto aunque nunca hayan visto una planilla fiscal.

Sería interesante que estas ocurrencias no tuvieran lugar pero en ese caso deberíamos creer en la magia al suponer que nadie paga y que esos pagos no tienen consecuencias. En este sentido los aparatos estatales constituyen una ficción por la que aparece que financian sin lastimar a nadie como si sacaran recursos de la galera.

Otra cosa bien distinta es la decisión política en cuanto a la transformación de una situación a la otra pero desde el llano es de suma importancia no presentar el asunto como si se tratara de una prestidigitación o de un milagro laico de proporciones superlativas. La misión de quienes desean ayudar a los gobiernos a transitar el camino de la sensatez no es el aplauso sino la crítica.

Por supuesto que para que el mencionado tránsito suceda con eficiencia hay que tener el coraje y la decisión de colocar el gasto público en niveles compatibles con un sistema republicano y, en nuestro caso, eliminar los ministerios creados por el actual gobierno y dejar sin efecto medidas obscenas como la financiación de equipos de polo y demás sandeces. También es indispensable contar con un mercado libre en materia laboral para que la transición evite el desempleo, lo cual implica desprenderse de la legislación fascista de asociaciones profesionales y convenios colectivos que Perón copió de la Carta del Lavoro de Mussolini y abandonar la inmoralidad de los así llamados agentes de retención que se traducen en la manipulación del fruto del trabajo ajeno.

Sería muy atractivo que pudieran resolverse los horribles problemas de la pobreza con un decreto en cuyo caso no habría que andarse con timideces y promulgar uno bien jugoso para hacernos a todos millonarios, pero las cosas no son así. Se requiere la captación de ahorro interno y externo para que se eleven los salarios. Esa es la diferencia entre países pobres y ricos: marcos institucionales civilizados donde se respete lo que es de cada cual sin interferencias de políticos megalómanos que crean miseria al proponer subsidios por doquier con recursos de otros, todo lo que tocan lo empobrecen: son el rey Midas al revés.

 

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. en Ciencias de Dirección. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, fue profesor y primer rector de ESEADE durante 23 años y luego de su renuncia fue distinguido por las nuevas autoridades Profesor Emérito y Doctor Honoris Causa. Es Asesor del Institute of Economic Affairs de Londres

EL ESTADO ES EL VECINO

Por Alberto Benegas Lynch (h)

 

Debe subrayarse con el mayor énfasis posible que cuando se dice que el Estado debe hacer tal o cual cosa son los miembros de la comunidad los que siempre y en toda circunstancia financian compulsivamente lo dicho con el fruto de sus respectivos trabajos. El elenco gobernante nunca pone nada de su peculio, más bien en no pocas oportunidades se lleva recursos públicos como si fueran de su pertenencia.

 

Hay una enorme hipocresía en todo esto, se parlotea como si el aparato estatal fuera un ente independiente y misterioso que genera recursos propios cuando en verdad todo lo que tiene lo ha succionado previamente de los bolsillos de la gente. Entonces, es más preciso, en lugar de insistir que el Estado debe financiar tal o cual cosa, decir que la gente debe hacerlo recurriendo a la fuerza para que lo lleve a cabo.

 

En la visión convencional desde Sidney y Locke hasta Robert Nozick, el monopolio de la fuerza que denominamos gobierno está circunscripto a la protección de los derechos de todos y lo demás no le incumbe ya que no debe jugar a un falso paternalismo. En lugar de declamar que el gobierno debe dedicarse a sacar recursos de la gente para entregárselos a otros (y frecuentemente quedarse con algunas diferencias), debería publicarse una lista voluntaria con los nombres de quienes consideran que hay que recaudar fondos y aportarlos directamente. No es pertinente recurrir a la tercera persona del plural para endosar el tema a otros sino utilizar la primera persona del singular y proceder en consecuencia y si quien propone el asunto no dispone de recursos suficientes que se ocupe de recabarlos.

 

Despegados de la referida visión convencional, ahora resulta que el aparato estatal debe inmiscuirse en todos los recovecos de la vida privada y administrar las haciendas ajenas como les venga en gana dando lugar a que mayorías circunstanciales se apoderen sin más de los bienes pertenecientes a las minorías con lo que la democracia degenera en mera cleptocracia.

 

Ahora como nunca antes los gobernantes sedientos de mayores ingresos se ponen de acuerdo entre ellos para dar caza a los patrimonios de la gente que pretende defender el resultado de sus denodados y legítimos esfuerzos a través de investigar cuentas bancarias e intentar eliminar el efectivo al efecto de martirizar a los gobernados. Todo por la creciente voracidad fiscal que incurre en procedimientos salvajes que en siglos no se han adoptado ni siquiera los sátrapas más extremos.

 

Y no se trata de los dineros malhabidos para lo cual muchos gobernantes constituyen un lamentable ejemplo de malversaciones, puesto que los fondos producto de quienes han atentado contra el derecho de otros deben ser castigados con todo el rigor necesario por la Justicia, en cambio, como queda dicho, se trata de dar caza al fruto del trabajo ajeno en base al llamado principio de nacionalidad en materia fiscal y otras manifestaciones de voracidad ilimitada que no contemplan que el principio de territorialidad es lo que corresponde y con la menor presión tributaria para cumplir con las funciones específicas de un gobierno republicano. Por su parte, los funcionarios de bancos privados operan según las omnicomprensivas disposiciones de la banca central con lo que esos funcionarios terminan siendo de facto empleados públicos en abierto contraste con lo que tradicionalmente ocurría con la banca privada. Hoy hasta puede esperarse que los llamados bancos privados bajen la persiana para que el sistema se quede con los depósitos de sus clientes tal como ha ocurrido en varios lares.

 

Todo esto no es en modo alguno hoy para proteger los derechos de la gente sino para conculcarlos en el contexto de una máquina infernal de gasto estatal, impuestos astronómicos y deuda pública sideral. Un Leviatán que todo lo atropella a su paso. Es imperioso reaccionar contra esta operación pinzas contra las libertades individuales antes de que la antiutopía orwellinana cierre su círculo fatal.

 

En otros términos, resulta que la gente debe proteger sus patrimonios de los constantes manotazos de los gobiernos en lugar de sentirse cubiertos en sus haciendas por la entidad que teóricamente se ha establecido para garantizar los derechos de los gobernados. Nos hemos retrotraído a la época de los faraones. El poder político en lugar de estar estrictamente limitado en sus funciones para garantizar Justicia y seguridad (lo cual en general no hace), ha avanzado en terrenos y jurisdicciones impropias de una sociedad abierta con lo que se ha arrogado facultades ilimitadas para entrometerse en las vidas y las propiedades de quienes en verdad se han convertido en súbditos, al tiempo que abandonan aquellas funciones primordiales.

 

Se torna insoportable una sociedad que se constituye como un inmenso círculo donde todos tienen metidas las manos en los bolsillos del prójimo a través de los permanentes subsidios cruzados que disponen los gobiernos.

 

Resulta trascendental comprender que es un peligroso espejismo el sostener que puede atacarse impositivamente la inversión sin que eso afecte el nivel de vida de los más necesitados. Hay una conexión directa entre uno y otro plano de ingresos. Los salarios en términos reales dependen exclusivamente de las tasas de capitalización , es decir, de la inversión per capita. No es para nada el resultado de algún voluntarismo propuesto por un decreto gubernamental ni por el deseo de tal o cual empleador, todo lo cual resulta del todo irrelevante a los efectos del referido salario.

Cuando aumentan las tasas de capitalización se incrementa la productividad con lo que el mercado laboral está obligado a subir salarios si se quiere mantener el trabajo manual e intelectual en operaciones. Esta es la diferencia central entre países que progresan y países que se estancan o retroceden: maximizar el ahorro interno y el externo para lo cual se requiere contar con marcos institucionales que respeten el derecho de cada cual.

 

En la media en que se establezcan impuestos que gravan la capacidad contributiva de modo directo como los impuestos a las ganancias, a los bienes personales, a la trasmisión gratuita de bienes y similares se está amputando el volumen de inversiones con lo cual se está, simultáneamente, reduciendo salarios en términos reales. Paradójicamente, esta política nefasta se ejecuta en nombre de los pobres cuando, precisamente, se los está esquilmando.

 

Empeora la situación cuando los aparatos estatales se empeñan en redistribuir ingresos, esto es, volver a distribuir por la fuerza lo que se realizó previamente de modo voluntario en el supermercado y afines. La política redistribucionista intensifica el derroche de capital puesto que inexorablemente se dirige a campos distintos de los que se hubieran asignado si los arreglos contractuales se hubieran respetado.

 

A este cuadro de situación se agrega la manía de la guadaña que apunta al igualitarismo que aniquila todos los incentivos para contribuir al mejoramiento de las estructuras de capital y se exterminan las ventajas de la división del trabajo y la consecuente cooperación social. En lugar de aprovechar la bendición de que cada persona es diferente con lo cual se saca partida recíproca de diversos talentos y conocimientos, se pretende uniformar en la miseria, proyecto que de llevarse a cabo convierte hasta la simple conversación en un aburrimiento colosal.

 

En general no se comprende el significado del mercado y se lo asimila a una cosa lejana a la vida de las personas en lugar de percatarse que todos somos el mercado puesto que se trata ni más ni menos de las millones de transacciones que diariamente tienen lugar desde que nos levantamos a la mañana hasta que nos acostamos a la noche (y durante la noche puesto que la cama, las sábanas y las frazadas han sido objeto de transacciones, para no decir nada del propio domicilio sea fruto de un contrato de alquiler o de compra-venta). Por eso, cuando se alude peyorativamente al “fundamentalismo de mercado” no se percibe que es lo mismo que hablar del “fundamentalismo de lo que la gente desea”.

 

Probablemente nada haya más peligroso y contraproducente que las llamadas “conquistas sociales” que apuntan (por lo menos en la articulación de discursos en campañas electorales) a mejorar los ingresos de la gente por una simple resolución gubernamental. Si esto fuera posible, sin duda que habría que lanzar un jugoso decreto para hacernos a todos multimillonarios y no andarse con timideces. Lamentablemente las cosas no son de esta manera y los aumentos por decreto barren del mercado laboral a los que más necesitan el empleo. No hay coartadas posibles,  como queda dicho, la inversión es lo que permite elevar salarios.

 

Y no se trata de alegar sobre la “desigualdad en el poder de contratación” puesto que lo abultada o lo debilitada de las respectivas cuentas corrientes no cambian el resultado de los ingresos percibidos ya que, nuevamente reiteramos, se debe a las tasas de capitalización. No se trata tampoco de “estimular el consumo” ya que no puede consumirse lo que no se produjo y la mayor producción proviene en gran escala de abstenerse de consumir para ahorrar e invertir. No es posible poner el carro delante de los caballos. No se puede comenzar por el final.

 

No se diga tampoco que el Estado debe proceder en esta o aquella situación para demostrar “solidaridad”, lo cual es un verdadero insulto a la inteligencia ya que la muy encomiable actitud solidaria se sustenta en actos voluntarios realizados con recursos propios. El que le arranca la billetera a un vecino para entregársela a un menesteroso no ha llevado a cabo un acto caritativo sino que ha perpetrado un atraco.

 

En resumen, en lugar de embarcarse los gobiernos en reducir el astronómico gasto público, de abrogar regulaciones que asfixian a la gente, de eliminar y simplificar la maraña impositiva y reducir la presión tributaria y clausurar la posibilidad de la deuda pública externa al efecto de no comprometer patrimonios de futuras generaciones que no han participado en la elección del gobierno que contrajo la deuda y solo contraer la deuda pública interna indispensable, en lugar de todo ello decimos, los gobiernos se alían para exprimir a los gobernados de todas las maneras posibles, mientras los distintos tipos de corrupciones gubernamentales están a la orden del día ya que constituye una corrupción alarmante el mero hecho de la extralimitación del poder puesto que “el poder corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente”.

 

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. en Ciencias de Dirección. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, fue profesor y primer rector de ESEADE durante 23 años y luego de su renuncia fue distinguido por las nuevas autoridades Profesor Emérito y Doctor Honoris Causa.

No es Griesa, es el gasto público

Por Roberto H. Cachanosky. Publicado el 29/7/14 en: http://www.lanacion.com.ar/1713857-no-es-griesa-es-el-gasto-publico

 

Si finalmente el país ingresa en un default, no será justamente un hecho inédito para la economía argentina. Desde la Segunda Guerra Mundial hasta la fecha el país estuvo en cesación de pago más del 50% del tiempo en cuatro períodos diferentes. Pero, al mismo tiempo, desde que fue creado el Banco Central (BCRA) en 1935, la Argentina destruyó cinco signos monetarios. El peso moneda nacional, el peso ley 18.188, el peso argentino, el austral y éste que está agonizando.

La pregunta es: ¿por qué tantos defaults y destrucciones monetarias? La respuesta es muy sencilla, el gasto público no ha parado de crecer durante todo el siglo XX y lo que va del siglo XXI, y por eso el incremento de la presión impositiva hasta niveles confiscatorios ha sido insuficiente para financiar el gasto público. Dicho de otra manera, el populismo imperante en la Argentina desde hace décadas ha disparado constantemente el gasto público hasta niveles en que el déficit fiscal requería de endeudamiento público externo (por eso la deuda pública y los continuos defaults) para financiar el desequilibrio de las cuentas públicas. ¿Y por qué deuda en moneda extranjera? Porque las diferentes monedas que tuvimos nunca lo fueron en el estricto sentido de la palabra ya que no fueron reserva de valor. La inflación las asemeja a barras de hielo que se derriten. Pero, lo más importante, los persistentes ataques a la propiedad privada, fundamentalmente vía el sistema impositivo, hicieron que el ahorro de los argentinos se fugara al exterior en busca de seguridad jurídica, por lo que el mercado de capitales interno siempre fue muy reducido.

Un país como la Argentina, sometida a décadas de populismo, ha generado escasa riqueza, es decir ingreso

Hay poca oferta de ahorro interno porque la gente que lo hace opta por realizarlo en el exterior en la búsqueda de seguridad jurídica. Recordemos que el ahorro es la contrapartida del crédito: sin aquel, que es ingreso no consumido, no hay crédito. De manera que, un país como la Argentina, sometida a décadas de populismo, ha generado escasa riqueza, es decir ingreso. Como éste es reducido, el ahorro también y, encima el escaso ahorro que se genera se fuga al exterior. Por lo tanto, la oferta de ahorro interno es tan reducida que si el Estado entra al mercado a tomar crédito para financiar el gasto público, desplaza rápidamente al sector privado, eleva la tasa de interés y genera recesión. Un ejemplo sencillo nos puede dar una idea de lo mínimo que es el mercado de capitales doméstico. Mucho se habla de Vaca Muerta. El tiempo dirá si es tan importante como se dice o se limita a ser otra fantasía más de las que inventamos los argentinos. Lo cierto es que más allá del verdadero potencial del yacimiento, nadie piensa que las inversiones necesarias para explotarlo puedan llevarse a cabo con ahorro del mercado local. Todos piensan en inversores de afuera del país que tienen fácil acceso al mercado de capitales externo. Bien, si el ahorro interno no alcanza para financiar las inversiones en Vaca Muerta, mucho menos para financiar el gigantesco déficit fiscal en el que solemos incurrir en cada una de las fiestas populistas que llevan el gasto público hasta niveles exorbitantes.

No es casualidad, entonces, que los argentinos vivamos destruyendo nuestros signos monetarios y cayendo en default. Es el alto nivel de gasto público el que requiere de financiamiento extra, emisión monetaria y endeudamiento externo, hasta llegar a un punto en que la inflación se dispara destruyendo por completo la moneda y la deuda es impagable.

Nuestro problema no es el juez Thomas Griesa , ni la cláusula RUFO, ni el stay, ni los holdoutsNuestro problema es el gasto público que requiere de niveles de financiamiento que, llegado un punto, nos lleva al default y a la inflación, megainflación e hiperinflación, porque en esa materia también probamos todo.

Es el alto nivel de gasto público el que requiere de financiamiento extra, emisión monetaria y endeudamiento externo, hasta llegar a un punto en que la inflación se dispara destruyendo por completo la moneda y la deuda es impagable

Obviamente, el gasto crece porque buena parte de la dirigencia política nos ha vendido que ellos tienen el monopolio de la bondad y la solidaridad, así que hay que subir el gasto para redistribuir, hacer planes que ellos llaman sociales y a contratar legiones de burócratas que no hacen nada productivo. Más bien se dedican a entorpecer a quienes producen. Entre los empleados públicos a nivel nacional, provincial y municipal y los que viven de los llamados «planes sociales» son cada vez más los que consumen sin producir y cada vez menos los que producen para sostener el aparato estatal.

Quien haya leído la Rebelión de Atlas, de Ayn Rand, puede llegar a pensar si ese libro no fue escrito para la Argentina actual, porque como ocurre en él, finalmente la gente productiva se cansa de ser explotada por los burócratas y dejan de producir o busca otros países para hacerlo.

Nuestro problema es que tenemos un Estado que no solo gasta fortunas y en forma ineficiente, sino que, además, se encarga de complicarle la vida a los que producen y pagan impuestos, con lo cual, el gasto público termina siendo no financiable y cada tanto hacemos alguna llamarada inflacionaria para bajarlo en términos reales y/o «defaulteamos» la deuda. En realidad nos encanta hacer una combinación de ambas.

Ya estamos en niveles de presión impositiva brutales. No hay ahorro interno que pueda financiar este nivel de gasto. Cada vez es más difícil cobrarle a la gente el impuesto inflacionario y no tenemos acceso al mercado de crédito externo. Todo esto quiere decir que con Griesa o sin él, con RUFO o sin esta cláusula, el nivel de gasto público llegó a un punto en que ya no puede financiarse y estas reglas de juego son insostenibles.

 

Roberto Cachanosky es Licenciado en Economía, (UCA) y ha sido director del Departamento de Política Económica de ESEADE y profesor de Economía Aplicada en el máster de Economía y Administración de ESEADE.