Alimentos para el alma frente a dos pandemias que azotan

Por Alberto Benegas Lynch (h) Publicado el 7/8/2en: https://www.infobae.com/opinion/2021/08/07/alimentos-para-el-alma-frente-a-dos-pandemias-que-azotan/

En el presente no solo nos enfrentamos al COVID-19, sino también al Leviatán desbocado

Medio siglo sin William Faulkner, maestro de la narrativa moderna | El  Informador
William Faulkner

Días pasados mantuve un mano a mano por Zoom con Miguel Wiñazki organizado y coordinado por Federico Tessore quien preside Inversor Global que recurre a una plataforma muy apropiada para este tipo de conversaciones.

Como dije en esa reunión, las disertaciones de Miguel sobre temas filosóficos son un bálsamo para el espíritu no solo por el contenido de los temas que trata sino por la forma de presentarlos siempre en tren de exploración, sin certezas y con muchos interrogantes que va deslizando en sus muy amenos discursos en un tono de voz que invita a la reflexión sesuda. De modo magistral va desmenuzando posibles respuestas. Se puede o no compartir todo lo dicho pero queda una amable invitación a pensar, a una formidable modalidad contestataria y a mirar los problemas desde muy diversos ángulos en el contexto del método socrático de preguntas clave al efecto de intentar la dilucidación de asuntos intrincados que este autor los convierte en fáciles de asimilar.

En sus cursos trata los temas más variados tales como la envidia, la soberbia, la austeridad, la ética, el posmodernismo, las revoluciones francesa, rusa y norteamericana sin olvidar la nuestra de mayo, escritores como Borges, Sabato, Cortázar y Victoria Ocampo. Un privilegio escucharlo y acompañarlo en sus jugosos laberintos que siempre dejan enseñanzas de gran calibre y convites para seguir discutiendo y escarbando, puesto que como reza el lema de la Royal Society de Londres, nullius in verba, es decir, no hay palabras finales.

Es del caso apuntar que Wiñazki invita a retomar el hilo de la conversación. Borges escribió que el intercambio con Leopoldo Lugones era difícil pues “era asertivo, terminaba sus frases con un punto y aparte. Para seguir conversando había que cambiar de tema. En cambio, Macedonio Fernández concluía con puntos suspensivos para que el interlocutor siguiera indagando”. Miguel pertenece a este último estilo y bien alejado del primero y en la misma sintonía con lo que transcribimos más abajo de la pluma certera del premio Nobel en literatura, William Faulkner.

Sus enseñanzas se perfilan en momentos en que nos azotan dos espantosas pandemias: la del implacable COVID-19 y la del Leviatán desbocado, siendo esta última mucho más peligrosa e incisiva que la primera puesto que mientras aquella afecta el cuerpo la segunda destroza el alma ya que invade lo más sagrado de la persona que es su dignidad.

En nuestro medio asistimos a la caída libre de los valores republicanos: se atropella la Justicia, se amenaza la liberad de prensa, se instaura la impunidad, aumenta sideralmente el gasto público financiado con impuestos insoportables, inflación astronómica y deuda colosal. Los controles a las actividades lícitas son asfixiantes, se intensifica la estafa a los jubilados, se acentúa la apología a regímenes criminales del exterior al tiempo que se niega apoyo a pueblos en rebeldía contra la opresión totalitaria. Con el pretexto de la primera pandemia se instaura la segunda que, como queda dicho, es de características mucho más devastadoras que la primera. En esta línea argumental, hace cinco años publiqué en este mismo medio un comentario elogioso a un libro de Miguel: Crítica a la razón populista.

En este libro el autor resume el discurso populista como un “método para encubrir el saqueo del dinero público”, la “beligerancia respecto a los sectores productivos” y “la pasión loca por monopolizar la palabra” en otros términos “el fin de la razón”, todo inseparable del veneno nacionalista con “Juan Manuel de Rosas como uno de sus fundadores” y un “Papa que tiene muy buenas relaciones con los regímenes populistas latinoamericanos”.

Abrí este intercambio al que ahora nos convocaron con una cuestión que me viene preocupando y que constituye el cimiento de la sociedad libre y sin embargo es desconocido o negado por muchos de los que se dicen partidarios de la libertad. Se trata nada más y nada menos que de comprender que los humanos no somos solo kilos de protoplasma sino que tenemos estados de conciencia, mente o psique, un tema que originalmente comencé a estudiar a raíz de la magnífica obra del filósofo de la ciencia Karl Popper en coautoría con el premio Nobel en neurofisiología John Eccles que lleva el muy sugestivo título de El yo y su cerebro. En este libro y en otros muchos de la nutrida bibliografía hoy disponible, se explica que de no ser así no habría tal cosa como ideas autogeneradas, no podríamos revisar nuestros propios juicios, no distinguiríamos las proposiciones verdaderas de las falsas, no podríamos argumentar (ni siquiera en defensa del materialismo filosófico), no tendría sentido la responsabilidad individual, ni la moral ni la mismísima libertad puesto que seríamos como loros.

El premio Nobel en física Max Plank distingue entre causas en las ciencias naturales y motivos en las ciencias sociales, del mismo modo que hacen los filósofos Antony Flew, John Hospers y Juan José Sanguineti. Por su parte, Howard Robinson explica que cualquier profesional competente puede investigar, comprobar y detectar todo lo físico en un ser humano que, por así decirlo, es de acceso público pero los deseos y pensamientos son de exclusivo acceso del titular. Es de lamentar -decía yo en ese intercambio con Miguel- que no pocos desconocen aspectos que cubren territorios como el derecho (que se base en las autonomías individuales), la psicología y conexas (a pesar de la genealogía en cuanto a que significa el estudio de la psique) y la economía (sustentada en la elección libre).

Miguel estuvo de acuerdo con esta preocupación y subrayó que el enfoque que refuta al materialismo filosófico “conjuga la libertad” puesto que “las ideas son la libertad misma”. Agregó en ese contexto que aquellas concepciones que operan a contracorriente de la libertad, es decir, los populismos, no solo tienen bases filosóficas endebles sino que arremeten contra los derechos de las personas. Así en nuestro medio clasifica el populismo normal, el originario del peronismo clásico y el corporativismo fascista, el populismo sanguinario de los setenta y lo que denomina el populismo posnormal que se sustenta en la propaganda y en la reiterada y persistente tentativa de invertir y contradecir los hechos en “un relato farsesco”. Pero este último esquema tiene la contracara de posibles refutaciones vía las redes sociales y sus equivalentes, lo cual para nada quiere decir que todo lo que sucede en estos nuevos medios tecnológicos sean susceptibles de alabanza puesto que aparecen mensajes agresivos rodeados de lenguaje insustancial pero que se mezclan con la trasmisión de ideas de valor.

Este análisis Wiñazki lo vincula a las propuestas de Ernesto Laclau y Chantal Mouffe en cuanto a que estos autores sostienen la necesidad de la confrontación como sistema y a la negación de la forma republicana que consideran una utopía que le da entrada a “los poderes hegemónicos” lo cual alejaría de su ideal en verdad totalitario.

Por mi parte, sugerí algo que he detallado antes en distintos medios que es la imperiosa necesidad de abrir un debate entre quienes adhieren a los valores y principios de la sociedad libre en cuanto al urgente establecimiento de nuevos límites al abuso del poder. En este plano de análisis, esto es necesario porque se está disfrazando como democracia de contrabando convirtiéndola en aquello que es en realidad una cleptocracia, a saber, gobiernos de ladrones de libertades, propiedades y sueños de vida. Como se ha reiterado antes, se está contradiciendo lo dicho por los Giovanni Sartori de nuestra época en cuanto a concluir que la parte medular de la democracia consiste en el respeto de los derechos de la gente y la parte formal es el recuento de votos. Pero resulta que henos aquí que se han invertido los roles y lo secundario ha pasado a ser principal y lo medular se ha borrado de la agenda.

Finalmente mi interlocutor destacó su preocupación por algunas trifulcas entre miembros de la oposición en momentos en que nos encontramos en nuestro país frente al precipicio. Subrayó la relevancia de proponer proyectos que modifiquen sustancialmente la dirección por la que se vienen encaminando los gobiernos argentinos desde hace muchas décadas, de lo contrario nos esperará el horrible cuadro de situación venezolano.

Antes he consignado con satisfacción y ahora reitero los nombres que menciono a continuación con quienes he mantenido un mano a mano en recintos universitarios, centros culturales, programas televisivos o por Zoom (todos se encuentran en Youtube) a los que ahora se agrega la impronta de Miguel Wiñazki, esas personas son: Loris Zanatta, Antonio Escohotado, Santiago Kovadloff, Javier Milei, Gloria Álvarez, Carlos Alberto Montaner, Ricardo Lopez Murphy, Juan José Sebreli, Agustín Laje, Marcos Aguinis, Álvaro Vargas Llosa, Axel Kaiser, Cayetana Álvarez de Toledo, Luis Pazos, Carlos Rodríguez Braun, Álvaro de Lamadrid y Jorge Fernández Díaz.

Todos ellos estoy seguro comparten conmigo la muy sabia recomendación que hemos anunciado al abrir esta nota periodística formulada por el notable Faulkner que constituye una guía de conducta dicha por ese maestro de la narrativa, de los diálogos interiores, de las frases largas y los flash-backs, expresada en 1956 en una entrevista administrada por Jean Stein: “Nunca hay que estar satisfecho con lo que se hace. Nunca es tan bueno como podría serlo. Siempre hay que soñar y apuntar más alto de lo que es posible hacer. No hay que preocuparse simplemente por ser mejor que los contemporáneos o que los predecesores. Hay que tratar de ser mejor que uno mismo”.

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. en Ciencias de Dirección. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, fue profesor y primer rector de ESEADE durante 23 años y luego de su renuncia fue distinguido por las nuevas autoridades Profesor Emérito y Doctor Honoris Causa. Es miembro del Comité Científico de Procesos de Mercado, Revista Europea de Economía Política (Madrid). Es Presidente de la Sección Ciencias Económicas de la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires, miembro del Instituto de Metodología de las Ciencias Sociales de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas, miembro del Consejo Consultivo del Institute of Economic Affairs de Londres, Académico Asociado de Cato Institute en Washington DC, miembro del Consejo Académico del Ludwig von Mises Institute en Auburn, miembro del Comité de Honor de la Fundación Bases de Rosario. Es Profesor Honorario de la Universidad del Aconcagua en Mendoza y de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas en Lima, Presidente del Consejo Académico de la Fundación Libertad y Progreso y miembro del Consejo Asesor de la revista Advances in Austrian Economics de New York. Asimismo, es miembro de los Consejos Consultivos de la Fundación Federalismo y Libertad de Tucumán, del Club de la Libertad en Corrientes y de la Fundación Libre de Córdoba. Difunde sus ideas en Twitter: @ABENEGASLYNCH_h

Empresarios incoherentes: la disonancia cognitiva

Por Alberto Benegas Lynch (h) Publicado el 10/7/2en: https://www.infobae.com/opinion/2021/07/10/empresarios-incoherentes-la-disonancia-cognitiva/

Por diferentes razones, muchas veces los hombres de negocios actúan en franca contradicción con los principios del libre mercado

Desde el célebre trabajo de Adam Smith en 1776 se viene insistiendo en que la actividad empresaria debe circunscribirse a la faena comercial en el contexto del proceso de mercado libre pues ese es el talento del empresario exitoso: la capacidad de detectar arbitrajes entre costos subvaluados en términos de los precios finales y sacar partida por la diferencia. Subrayamos lo de mercado libre pues es el modo de satisfacer al prójimo como condición para incrementar ganancias, por el contrario si yerra en sus conjeturas incurre en quebrantos.

Lo dicho excluye a los asaltantes que pretenden jugarla de empresarios en conexión con el poder de turno al efecto de obtener privilegios que necesariamente conspiran contra el bienestar ajeno. Adam Smith advertía contra estos fantoches disfrazados de empresarios. Por su parte, en la misma línea argumental, Herbert Spencer explicaba los enormes beneficios de la acción de genuinos empresarios a los que les debemos los progresos en la alimentación, los medicamentos, los transportes, las comunicaciones, la vestimenta y todo cuanto aparece en el mercado. Pero como queda dicho todos esos beneficios se esfuman y se convierten en graves perjuicios ni bien se permite la antedicha cópula hedionda que le da la espalda a la inexorable conexión entre la satisfacción de los demás como requisito ineludible para la propia satisfacción.

Y ya que mencionamos al mercado es pertinente destacar que no se trata de una cosa ni de un lugar sino de un proceso en el que se llevan a cabo transacciones libres y voluntarias entre las partes. Constituye un antropomorfismo inaceptable interpretar que el mercado prefiere o el mercado decide como si se tratara de una persona que opera pues, como queda dicho, se refiere a millones de contrataciones implícitas o explícitas que se llevan a cabo cotidianamente. El mercado somos todos, cuando se dice livianamente que todo no puede dejarse en manos del mercado se está diciendo que las decisiones no pueden dejarse en manos de la gente para en su lugar permitir que megalómanos manejen vidas y haciendas ajenas.

Ahora bien, en no pocas oportunidades observamos que el empresario renuncia a su misión y se coloca como cortesano del aparato estatal e incluso abandona el apoyo a instituciones que trabajan para defender la sociedad libre en la que se desenvuelve el proceso de mercado. Algunas veces esto se hace por pura ignorancia del significado de la sociedad libre ya que el tener olfato para los negocios no remite necesariamente a que conozca los fundamentos de la libertad y en otras muchas ocasiones lo hace a sabiendas de su falta pero equivocadamente considera que personalmente puede sobrevivir mejor de esa manera sin percatarse que está rematando su empresa a manos de burócratas. Este segundo caso está vinculado a la denominada “disonancia cognitiva” que exploramos más abajo, pero en ambos casos se trata de muestras de irresponsabilidad mayúscula y de un suicidio colectivo.

En este contexto es menester subrayar la importancia de cortar amarras con los ladrones de guante blanco mal llamados empresarios en lugar de cambiar la fachada y rotar de “amigos del poder” en una calesita infernal. En esta línea argumental, cito a una persona que no puede estar más en las antípodas de mi pensamiento pero en una frase ilustra el cambio necesario aunque en una dirección distinta, es lo escrito por Arturo Jauretche: “No se trata de cambiar de collar sino dejar de ser perro”.

Es de interés indagar en los motivos que hacen que personas formadas con determinados valores en los que creen, en la práctica de la vida operan a contramano de aquellos principios. En economía hay un precepto que se denomina “la preferencia revelada”: no importa en qué consistan los discursos y las declamaciones, lo relevante son las acciones que en verdad ponen al descubierto los valores que se profesan.

Si una persona dice y repite que lo importante para él es la lectura pero se pasa la vida jugando al tenis, en la práctica, pone de manifiesto que lo prioritario para él es el deporte y no la lectura. Sin duda que también hay que tener en cuenta que pueden sostenerse de buena fe ciertos principios y, en los hechos, se violan debido a que “nadie puede tirar la primera piedra” en el sentido de que todos nos equivocamos. Pero el asunto es la continuidad en el tiempo: si permanentemente se cae en el pantano y no hay esfuerzo alguno para mantener la brújula y subirse a la huella y rectificarse, queda claro el principio que se aplica eclipsa y deglute al declamado. Sin duda que peor que esta situación es olvidarse de los mojones y parámetros de la conducta recta y ni siquiera declamarlos porque, en ese caso, se borra toda esperanza de reencauzar la acción hacia la buena senda.

En este mismo plano, intriga cómo es que muchos estudiantes universitarios que, dados lo tiempos que corren, tienen el raro privilegio de atender clases en las que se exponen las ventajas de la sociedad abierta o quienes han obtenido los beneficios de haber recibido esa educación en sus hogares y adhieren a esa forma de convivencia basada en el respeto recíproco, pero, sin embargo, en los avatares de la vida, en la práctica, renuncian a esos valores. Y lo curioso es que no lo hacen porque deliberadamente abandonan ese modo de pensar, al contrario, insisten en suscribir los pilares de la sociedad libre en el contexto de las relaciones sociales pero, nuevamente decimos, en los actos cotidianos ese pensamiento, de tanto amoldarse a las opiniones que prevalecen, se diluye y finalmente es devorado y triturado por los hechos diarios.

La explicación consiste que en numerosos casos, la persona aún manteniendo en las palabras esos principios, percibe que en el mundo que lo rodea las conductas son muy otras y, para sobrevivir, como si se tratara de un instinto inconsciente de supervivencia, aplican los valores opuestos en lugar de hacer frente a los acontecimientos e intentar revertirlos para mejorar la situación.

Internamente se pretende el autoengaño que, para suavizar la tensión subyacente, aparentan mantener los principios en los que racionalmente adhieren pero todos sus dichos y hechos apuntan en la dirección opuesta. Muchas veces de tanto simular terminan creyendo en sociedades autoritarias de diverso grado. Al fin y al cabo, como ha escrito Nathaniel Hawthorne en La letra escarlata: “Ningún hombre puede por un período considerable de tiempo usar una cara para él mismo y otra para la multitud sin finalmente confundirse acerca de cuál es la verdadera”.

Independientemente de las concepciones del psicólogo Leon Festinger en otros ámbitos, fue él quien bautizó en 1957 la idea de la referida tensión (aunque aplicada a casos y, en cierto sentido, contextos diferentes a los aquí expuestos) como “disonancia cognitiva”. Un neologismo fértil para explicar el fenómeno al que nos venimos refiriendo.

Hay otra situación a la que también aplicamos la antedicha noción de “disonancia cognitiva” y es cuando una persona sostiene que procede convencida de la más alta calidad de un bien pero queda a todas luces patente que su conducta obra por snobismo, show-off, para llamar la atención o simplemente para esconder algún complejo. Es cuando se encandila por precios altos de un bien y está atraída a su compra, no tanto por el contenido de lo que adquiere sino precisamente por el precio especialmente elevado.

Como es sabido, en economía se enseña que cuando el precio aumenta la demanda decrece (según sea su elasticidad). Sin embargo, se sostiene que en el caso comentado no tiene lugar la mencionada ley puesto que cuando el precio se incrementa se incrementa también la cantidad demandada. Esto no es así. Hay un espejismo que se conoce como “la paradoja Giffen” (por Robert Giffen, a quien Alfred Marshall le atribuyó la autoría del concepto). En realidad la ley se mantiene inalterada, lo que ocurre es que aparece un nuevo bien que se superpone al anterior y es el snobismo o sus antes referidos equivalentes que hacen de nuevo producto, para el que al elevarse el precio naturalmente se contrae la demanda.

Nadie declara que procede por snobismo, incluso puede pensarse que no se opera en base a esa tontera pero, en la práctica, la tensión interna hace que tenga lugar el autoconvencimiento de que se compra el bien en cuestión debido a “la calidad superior del mismo”. Dicho sea de paso, esa es, por ejemplo, la razón por la que la botella del vino Petrus se cotice a cinco mil dólares ya que no hay fundamentos enológicos para tal precio en comparación con otros vinos de igual o mejor calidad pero sin el mercadeo y la presentación de aquel (reflexión que para nada se traduce en que el valor deja de ser puramente subjetivo y dependiente de la utilidad marginal). Esto también ocurre con la pintura, la moda y otras manifestaciones públicas de variado tenor y especie pero, de más está decir, esta no es la tendencia prevaleciente en el mercado ya que la gente elige microondas, comida, televisores y demás bienes por su calidad y no por snobismo (de lo contrario, con suficiente mercadeo y publicidad se podría convencer a la gente que use candelas en lugar de luz eléctrica, carpas en lugar de edificios, monopatines en lugar de automóviles etc).

Otro ejemplo -lamentablemente de gran actualidad por estos días- es el método Ponzi (llamado así por el célebre estafador Carlo Ponzi emigrado a Estados Unidos de Italia en 1903) que se basa en un esquema piramidal en el que se prometen altos rendimientos sustentado en ingresos de nuevos inversionistas engatusados por grandes retornos y no debido a prometidas pero inexistentes colocaciones de fondos tomados de los clientes. Ha habido sonados casos de quienes sospechaban el fraude pero se autoconvencían de supuestos éxitos y habilidades de los tramposos. Otra vez, la “disonancia cognitiva”. Esto va también para sistemas de inseguridad antisocial conocidos como “sistema jubilatorio” administrados por quienes se presentan con la máscara de supuestos empresarios estatales. Y no se trata de introducir más regulaciones estatales e intentar hacer bien lo que está mal con retoques al fraude, sino de abrir paso a la completa libertad en el sector privado para que cada uno pueda usar y disponer del fruto de su trabajo.

En todo caso, el punto central de esta nota consiste en destacar esos raros y un tanto misteriosos vericuetos internos que apuntan al alivio de tensiones entre posiciones opuestas a través del autoengaño o la “disonancia cognitiva” que como hemos apuntado al abrir esta nota periodística se refiere de modo destacado y reiterativo a los pseudoempresarios de nuestro tiempo que constituyen un peligro manifiesto y presente para la preservación de los derechos de las personas.

Afortunadamente en estas épocas no estoy solo en las referidas preocupaciones respecto a los asaltantes de guante blanco (con o sin “disonancia cognitiva”), son muchos los que alzan su voz. En este sentido para ilustrar el asunto cierro con una referencia anecdótica que refuerza lo dicho en relación a personas de gravitación con quienes he intercambiado ideas en diversas oportunidades sobre la seria amenaza de los empresarios prebendarios y con quienes he mantenido un mano a mano en recintos universitarios, centros culturales, programas televisivos o por Zoom (todos se encuentran en Youtube) que me han resultado altamente enriquecedores, y ellas son: Loris Zanatta, Antonio Escohotado, Santiago Kovadloff, Javier Milei, Gloria Álvarez, Carlos Alberto Montaner, Ricardo Lopez Murphy, Juan José Sebreli, Agustín Laje, Marcos Aguinis, Álvaro Vargas Llosa, Axel Kaiser, Cayetana Álvarez de Toledo, Luis Pazos, Carlos Rodríguez Braun, Álvaro de Lamadrid y Jorge Fernández Díaz.

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. en Ciencias de Dirección. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, fue profesor y primer rector de ESEADE durante 23 años y luego de su renuncia fue distinguido por las nuevas autoridades Profesor Emérito y Doctor Honoris Causa. Es miembro del Comité Científico de Procesos de Mercado, Revista Europea de Economía Política (Madrid). Es Presidente de la Sección Ciencias Económicas de la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires, miembro del Instituto de Metodología de las Ciencias Sociales de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas, miembro del Consejo Consultivo del Institute of Economic Affairs de Londres, Académico Asociado de Cato Institute en Washington DC, miembro del Consejo Académico del Ludwig von Mises Institute en Auburn, miembro del Comité de Honor de la Fundación Bases de Rosario. Es Profesor Honorario de la Universidad del Aconcagua en Mendoza y de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas en Lima, Presidente del Consejo Académico de la Fundación Libertad y Progreso y miembro del Consejo Asesor de la revista Advances in Austrian Economics de New York. Asimismo, es miembro de los Consejos Consultivos de la Fundación Federalismo y Libertad de Tucumán, del Club de la Libertad en Corrientes y de la Fundación Libre de Córdoba. Difunde sus ideas en Twitter: @ABENEGASLYNCH_h

LA RESURRECCIÓN DEL LIBERALISMO EN ARGENTINA

Por Iván Carrino. Publicado el 3/5/17 en: https://elliberal.igdigital.com/2017/05/03/la-resurreccion-del-liberalismo-argentina/

 

Después de años de populismo y demonización de las ideas liberales, en Argentina somos testigos de su resurgimiento.

Las canciones de amor suelen tener algo en común. Por lo general, cuentan la historia de una persona que, solo cuando perdió a su ser amado, se da cuenta de lo que realmente lo valoraba. La tristeza, en ese marco, pasa por pensar cuán diferente hubiera sido todo si le hubiese dado a esa persona la importancia que tenía. Con la libertad pasa algo similar.

Recientemente fui invitado a disertar en un evento organizado por la Fundación Club de la Libertad, de Corrientes. En el marco del mismo evento, ofrecieron interesantísimas charlas el politólogo Agustín Laje, el filósofo Gustavo Hasperué, el diputado nacional José Luis Patiño y la también politóloga y activista venezolana, Valeria Denisse Lozano.

Valeria es representante en Buenos Aires de Vente Venezuela, el partido político que dirige María Corina Machado, una de las más férreas opositoras al régimen de Maduro y quien primero alertó del inevitable camino a la dictadura que iba a transitar el chavismo socialista.

Una de las cosas que me llamó la atención de su alocución fue la indicación de que Vente Venezuela era el primer partido de corte liberal de toda la historia venezolana. Es decir, hubo que esperar que el chavismo invadiera todos los ámbitos de la propiedad privada y que llevara al país al colapso para que emergiera una fuerza verdaderamente liberal.

Cuando tuve la oportunidad, le comenté que en Argentina había sucedido algo similar. Y hoy me animo a reafirmar que nadie ha hecho más por las ideas de la libertad en Argentina que los dos períodos de gobierno kirchnerista. Es que, como en las canciones de amor, a veces solo nos damos cuenta de la importancia de la libertad una vez que ésta se pierde.

El kirchnerismo fue un proceso político y económico enmarcado en el auge del “Socialismo del Siglo XXI”. A diferencia de los socialismos del pasado, el del Siglo XXI ya no buscaba derrocar a la “democracia burguesa” y sustituirla por la dictadura del proletariado de manera violenta, sino que intentó socavar las bases de la democracia liberal “desde adentro”.

La economía K

En términos económicos, el kirchnerismo incrementó el gasto público a niveles siderales –nada menos que del 26,6% al 47,1% del PBI-, incurrió en déficits fiscales crónicos y crecientes, generó una de las inflaciones más altas del mundo y, para colmo de males, hiperreguló al sector privado, terminando por asfixiarlo.

Los resultados de la parafernalia intervencionista son estremecedores. Una economía estancada por 5 años, alta inflación y deterioro del poder de compra. Además, una pobreza que cayó desde los elevados niveles de la “post-convertibilidad”, pero que quedó estancada en niveles altos, creciendo año tras año durante el segundo gobierno de CFK. Hoy en día 3 de cada diez argentinos son pobres y la bomba que dejó el kirchnerismo todavía no termina de desactivarse.

Más estado, menos libertad

El avance del estado sobre la economía tuvo su correlato en las libertades individuales, tal como lo predijo Friedrich A. Hayek en su obra magna Camino de Servidumbre, publicada en 1944. El gobierno abusó de la cadena nacional, escrachó opositores públicamente, restringió la libertad de prensa y hostigó a todos los considerados opositores políticos con controles impositivos y otros artilugios legales.

Por si esto fuera poco, llegó a perseguir judicialmente a quienes publicaban índices con estadísticas de precios, algo que no hubiera ocurrido jamás si el ente estadístico oficial hubiese publicado cifras confiables. En resumen, todo mal.

Ahora bien, a toda acción suele corresponder una reacción, y es esto lo que estamos viendo en la actualidad. A fines de 2015, la gente expresó en las urnas la voluntad de cambio. Incluso si hubiera triunfado la opción peronista, se trataba de un populismo más mesurado, algo que se evidencia en las palabras de los referentes económicos del candidato Scioli, quienes celebran hoy las reformas emprendidas por Macri.

El liberalismo a primera plana

Pero eso no es todo. En la actualidad, no pasa un día sin que exponentes de peso y con sesudos argumentos en defensa de la libertad en todas sus formas, participe de un programa de televisión, radio o medio escrito.

Algunos economistas son los que tienen más protagonismo. Entre ellos, cabe destacar el enorme trabajo de José Luis Espert, quien recientemente publicó su primer libro, La Argentina Devorada. Otro economista que está haciendo furor es Javier Milei, que con profundos argumentos y un carácter visceral, defiende sin tapujos la libertad económica.

Por el lado de los no economistas, debemos destacar al mencionado Agustín Laje y también a Gloria Álvarez, la politóloga guatemalteca, furor en redes sociales, que defiende la economía de mercado a capa y espada. Por último, y junto a ella, hay que mencionar el trabajo incansable de la Fundación Libertad y Progreso, quienes están detrás de videos famosos, muchos de los cuales protagoniza Álvarez, y otros que tienen a su director general, Agustín Etchebarne, como cara visible.

Obviamente, esto no hubiera sido posible sin el trabajo de años en defensa de la libertad de una innumerable cantidad de personas y fundaciones, como Alberto Benegas Lynch (h), Roberto Cachanosky, Martín Krause, José Benegas, la Fundación Libertad de Rosario, la Fundación Bases, los periodistas Mariano Grondona y Pablo Rossi, el profesor Juan Carlos Cachanosky y muchos otros nombres que merecen reconocimiento.

Algo está cambiando en la cultura argentina, así como en América Latina. El liberalismo ya no es una mala palabra y, de hecho, está empezando a recuperar su buena reputación.

Esperemos que la tendencia continúe y se refuerce. Después de todo, como decía el filósofo marxista Antonio Gramsci, “tomen la cultura… el resto se dará por añadidura”.

 

Iván Carrino es Licenciado en Administración por la Universidad de Buenos Aires y Máster en Economía de la Escuela Austriaca por la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid. Es editor de El Diario del Lunes, el informe económico de Inversor Global. Además, es profesor asistente de Comercio Internacional en el Instituto Universitario ESEADE y de Economía en la Universidad de Belgrano.