Clasificación de los impuestos

Por Gabriel Boragina. Publicado en: http://www.accionhumana.com/2021/04/clasificacion-de-los-impuestos.html

«5. Clasificación de los impuestos. Diversas son las clasificaciones que de los impuestos se han proyectado y otras tantas las que se han adoptado en la doctrina y en las legislaciones positivas. El tratadista italiano Cossa los clasifica, atendiendo a la calidad de las riquezas que constituyen el impuesto, en impuestos en especie y pecuniarios; desde el punto de vista de su distribución, en fijos, proporcionales y progresivos; por su carácter permanente o transitorio, en ordinarios y extraordinarios; por la naturaleza de la entidad sujeta al impuesto, en directos e indirectos; por el modo de determinarse las sumas que se han de pagar, en impuestos de cuota y de cupo o contingente; por su objeto, en reales y personales. Adams los clasifica en tres categorías:

1′) Impuestos que gravitan directamente sobre la renta.

2») Impuestos que gravitan sobre el capital considerado como una fuente de renta.

3′) Impuestos que gravitan sobre las industrias y profesiones consideradas como medio de asegurar una renta. «[1]

Estas clasificaciones son excelentes ejercicios memorísticos, y pueden servir a los profesores para «torturar» a sus alumnos. Nosotros, con un criterio más sencillo y más realista, aunque pudiera parecer menos académico, podemos clasificar a los impuestos en dos grandes categorías, a saber, a) muy expoliatorios, b) poco expoliatorios. O, lo que sería algo equivalente: a) muy dañosos, b) poco dañinos. Nótese que, en cambio, la clasificación -tanto de Cossa como de Adams- se refiere a las distintas formas o maneras de cobrar el impuesto, es decir al cómo se recauda, y no a los efectos de los impuestos que es -en suma- lo que interesa a la economía.

Además, el cómo se recauda significa negarse a entrar en el análisis del efecto de los impuestos. El estatista -ya de por si- los considera algo «bueno en sí mismo». Por ello, ni ingresa en la discusión sobre lo bueno o lo malo del impuesto. Es un tema que ni lo roza, porque le parece una fatuidad discutir sobre esa cuestión. Sin embargo, es el aspecto -por mucho- más gravitante en materia fiscal: utilidad de los impuestos y sus efectos sobre la economía y el bienestar los pueblos. Este es el análisis que interesa, y no las clasificaciones que sirven para tomar exámenes a los alumnos, o permiten a los burócratas crear complicadas planillas y cientos de formularios para que los «ciudadanos» expoliados pierdan su valioso tiempo llenándolos en las atiborradas oficinas de los tributos que pululan en todas partes, pero que no van al fondo del asunto.

Lo cierto es que el pulpo fiscal siempre procura extender sus tentáculos y multiplicarlos. Cada impuesto es un nuevo tentáculo que le crece al monstruo estatal y que sirve para alimentar su voracidad macrocefálica insaciable en el curso de los siglos.

«a) Impuesto fijo; b) Impuesto proporcional. Una ligera consideración acerca de esta clasificación de los impuestos en fijos y proporcionales, nos da la sensación de que el primero consiste «en exigir una cuota uniforme por cada persona o cada patrimonio sin atender a la capacidad tributaria de las primeras ni al mayor o menor valor de los segundos». Trátase del viejo tributo de la capitación, abandonado ya en todos los países y en cierto modo, del impuesto a los productos de consumo de primera necesidad universalmente repudiado, pues siendo el volumen del consumo individual relativamente invariable, la cuantía del impuesto ofrece cierta uniformidad respecto a toda clase de personas. Abandonado el primero de los impuestos, nos queda elegir el impuesto proporcional, sostenido enfáticamente por el economista francés Leroy-Beaulieu. Para éste, como para todos los partidarios de este sistema, la única regla equitativa es la de la «uniformidad» del impuesto interpretada en el sentido de la «proporcionalidad». «[2]

Preocupado por sus clasificaciones permanentes nuestro autor no termina de entrar al tema de fondo sobre las consecuencias negativas de los impuestos. Él, todo lo ve «positivo» en materia fiscal. Ya lo hemos visto hablar de una «evolución» en dicho sentido, y ya le hemos respondido que nosotros observamos una clara involución.

La capacidad tributaria a de una persona siempre se basa en el patrimonio del que disponga. Un individuo sin patrimonio es un sujeto sin capacidad tributaria. Si tiene un patrimonio pequeño así será su capacidad tributaria, y si es grande también será su capacidad en dicho sentido. Veamos el concepto económico del término:

«patrimonio. Conjunto de propiedades, bienes, derechos y obligaciones a su favor que posee un particular o una empresa»[3]

De allí que, no se entiende cuál es la diferenciación que -en cuanto a capacidad tributaria se refiere- se hace entre persona y patrimonio como si se tratara de dos capacidades tributarias diferentes cuando la capacidad tributaria es una sola, y está definida y determinada por el patrimonio del sujeto gravado. Sin patrimonio no hay impuesto, porque no hay con que pagarlo, por ende, en este caso es absurdo de hablar de la capacidad tributaria de la persona como si fuera esa capacidad algo separado y distinto a su patrimonio.

Resulta claro y hasta superfluo explicar que los ingresos de una persona forman parte de su patrimonio porque, precisamente, se incorporan al mismo, ya que cumplen todas las condiciones de la definición: pasan a ser de su propiedad, forman parte de sus bienes, es de su derecho el percibirlos, y es obligación de sus empleadores o clientes pagárselos. Las innumerables disecciones que hacen los tributaristas mayoritarios (y a las que son tan afectos como venimos observando en el trabajo que estamos analizando) sólo obedecen al objetivo de crear múltiples bases tributarias para poder extraer dinero de la mayor cantidad de ellas. Por eso, proliferan las «categorías» y «clasificaciones» varias de personas y patrimonios. Pero esta multiplicación -casi sin fin- trata, adrede, de complejizar la comprensión de lo que el sistema tributario en definitiva persigue: expoliar inmisericordemente al contribuyente, a la vez que aumentar sensiblemente la recaudación.


[1] Mateo Goldstein. Voz «IMPUESTOS» en Enciclopedia Jurídica OMEBA, TOMO 15, letra I, Grupo 05.

[2] Goldstein, M. ibídem.

[3] Carlos SABINO; Diccionario de Economía y Finanzas. Contiene léxico inglés-español y traducción de los términos al inglés. Consultores: Emeterio Gómez; Fernando Salas Falcón; Ramón V. Melinkoff. CEDICE. Editorial Panapo. Caracas. Venezuela.

Gabriel Boragina es Abogado. Master en Economía y Administración de Empresas de ESEADE. Fue miembro titular del Departamento de Política Económica de ESEADE. Ex Secretario general de la ASEDE (Asociación de Egresados ESEADE) Autor de numerosos libros y colaborador en diversos medios del país y del extranjero. Síguelo en  @GBoragina

Meditaciones sobre el control de armas

Por Alberto Benegas Lynch (h). Publicado el 2/3/18 en: https://www.infobae.com/opinion/2018/03/02/meditaciones-sobre-el-control-de-armas/

 

Una vez más surge el debate sobre el control de armas a raíz de las tragedias ocurridas principalmente en Estados Unidos en colegios, debido a que allí se impone la zona donde no se permiten armas (gun-free zones), por lo que los asesinos seriales se sienten seguros para cometer sus horrendos crímenes, en lugar de permitir que los adultos encargados de custodiar los colegios estén debidamente entrenados en el uso de armas, además de la policía regular del área. Como se ha dicho, es absurdo custodiar las joyerías y no los colegios como si lo primero fuera más importante que lo segundo. Proponer insistentemente, como en el primer momento lo hizo Donald Trump, a raíz de la masacre en el colegio Marjory Stoneman Douglas High School de Parkland, en Florida, que se armen y entrenen los maestros en los colegios me parece otra de sus conocidas irresponsabilidades y exabruptos.

Desde luego que un tiroteo en un colegio resulta un espanto, pero muchísimo peor es la masacre sin posibilidad de defensa a la espera del arribo de la policía cuando ya se ha consumado el crimen serial.

Todo comienza con la idea que se tenga de lo que es un gobierno. La visión original en Estados Unidos plasmada en la Constitución defiende la portación y la tenencia de armas, porque considera sumamente peligroso desarmarse frente a los aparatos estatales, de igual manera que sería riesgoso entregar todas las armas a guardianes contratados para defender viviendas. Incluso, como apunta Leonard Read: «Hay razones para lamentar que nosotros en Norteamérica hayamos adoptado la palabra gobierno. Hemos recurrido a una palabra antigua con todas las connotaciones que tiene ‘el gobernar’, ‘el mandar’ en su sentido amplio. El gobierno con la intención de dirigir, controlar y guiar no es lo que realmente pretendimos. No pretendimos que nuestra agencia de defensa común nos debiera gobernar, del mismo modo que no se pretende que el guardián de una fábrica actúe como el gerente general de la empresa» (Government: An Ideal Concept).

No es de extrañar que las primeras medidas de los Stalin, Mao, Hitler, Castro y los Kim Jong-un del planeta sea el desarme de la población civil al efecto de someterlos con mayor facilidad. En esta línea argumental es de interés recordar que Suiza tiene una mayor proporción sobre los habitantes de personas armadas que en Estados Unidos, razón por la cual capitostes del ejército alemán han reconocido que no se atrevieron a invadir aquel país en ninguna de las dos guerras. Como es sabido, Suiza además no cuenta con ejército regular, son los ciudadanos que se constituyen en milicia armada y, dicho sea de paso, conviene destacar que ese país cuenta con el índice más bajo de criminalidad del mundo.

Es de suma importancia recordar también que, según ponen de manifiesto los documentos originales, en Estados Unidos, luego de los sucesos revolucionarios, se enfatizó y reiteró el peligro de mantener ejércitos regulares (standing army), lo cual fue luego modificado. Y es del caso traer a colación que, en el discurso de despedida de la presidencia de Estados Unidos, el general Dwight Eisenhower destacó: «El mayor peligro para las libertades del pueblo es el complejo militar-industrial».

A diferencia del norte, donde los colonos escapaban de la intolerancia y los atropellos a sus derechos, en Sudamérica prevalecieron los conquistadores y las «guerras santas» que, salvo personalidades como Fray Bartolomé de las Casas, eran posiciones generalizadas en el contexto de denominaciones al aparato de la fuerza como «excelentísimos», «reverendísimos» y dislates serviles de esa naturaleza desconocidos en Estados Unidos. Es por eso que en general la mentalidad latina estima que la portación y la tenencia de armas hará que todos estén a los tiros.

Por supuesto que igual que con el registro automotor o el consumo de alcohol, la entrega de armas se hace con los permisos correspondientes. Pero siempre hay que tener presente que cuando se exhibe un póster con la ingenua idea de prohibir el uso de armas con la cara de un monstruo y se consigna al pie una leyenda que dice: «¿Usted le entregaría un arma a este sujeto?», debe tenerse siempre presente que precisamente ese sujeto es el que tendrá el arma al efecto de victimizar a personas desarmadas e inocentes.

Cesare Beccaria, el pionero en el derecho penal, en su célebre texto On Crimes and Punishments, escribe que prohibir la portación de armas «sería lo mismo que prohibir el uso del fuego porque quema o del agua porque ahoga […] Las leyes que prohíben el uso de armas son de la misma naturaleza: desarman a quienes no están inclinados a cometer crímenes […] Leyes de ese tipo hacen las cosas mas difíciles para los asaltados y más fáciles para los asaltantes, sirven para estimular el homicidio en lugar de prevenirlo, ya que un hombre desarmado puede ser asaltado con más seguridad por el asaltante».

Es de gran importancia tener presente algunos personajes que a través de la historia fundamentaron extensamente sobre el derecho irrenunciable a la tenencia y la portación de armas de los ciudadanos: Cicerón, Ulpiano, Hugo Grotius, Algernon Sidney, Locke, Montesquieu, Edward Coke, Blakstone, George Washington, George Mason, Adams, Patrik Henry, Thomas Jefferson, Jellinek, Thomas Paine y tantos otros en la actualidad.

Obras como That Every Man be Armed: The Evolution of a Constitutional Right, de S. P. Halbrook y Gun Control, de R. J. Kukla, muestran estadísticas y cuadros donde se pone de manifiesto cómo los asaltos se incrementan en proporción a las prohibiciones en diversos estados y condados, puesto que los blancos resultan más atractivos para los delincuentes allí donde tiene lugar la prohibición.

En El federalista, nº 46, James Madison, el autor principal de la Segunda Enmienda, escribe con orgullo: «Los americanos [norteamericanos] tienen el derecho y la ventaja de estar armados […] a diferencia de los ciudadanos de otros países cuyos gobiernos tienen temor que la gente esté armada».

Desde luego que, en aquellos lugares donde se permite la tenencia y la portación de armas, quienes amenacen o insinúen la utilización indebida son castigados severamente.

En otro orden de cosas, se han mostrado las abultadas estadísticas sobre la mortandad vinculadas a los automotores, sea por accidentes en la vía pública o en reiterados asaltos, por lo que, salvando las distancias, sería desatinado prohibir los autos, del mismo modo que fue desatinado prohibir el alcohol con los resultados nefastos por todos conocidos.

Por su parte, en The Writings of Thomas Paine, este autor escribe: «Indudablemente sería bueno que nadie usara armas contra su vecino y que todo conflicto se arreglara a través de negociaciones […] pero en nuestro mundo el desarme haría que la gente de bien fuera constantemente sobrepasada por los asaltantes si se les niega la posibilidad de usar los medios para la defensa propia».

Entonces, en un campo más amplio, la tenencia y la portación de armas cumple con un doble propósito siempre unido a la defensa propia contra asaltantes, ya sean delincuentes comunes o delincuentes legales, contra los cuales en una situación extrema la población debe ejercer el derecho a la resistencia frente a gobiernos que recurren a la fuerza para avasallar derechos en lugar de protegerlos (tal como sucede hoy, por ejemplo, en el caso venezolano, que, dado el golpe de Estado de Nicolás Maduro a las instituciones, se hace imperioso el contragolpe).

El tres veces candidato a la presidencia de Estados Unidos y congresista, Ron Paul, declara, en el The Boston Globe: «Muchos políticos, jueces y burócratas consideran que tienen el poder de desconocer nuestro derecho a poseer armas, a pesar de que la Segunda Enmienda explícitamente garantiza el derecho de la gente. Como los padres fundadores, creo que el derecho a tener armas es consustancial a la sociedad libre».

El juez Andrew Napolitano, en Constitutional Chaos, sostiene con énfasis: «El cumplimiento de la Segunda Enmienda no solo permite la defensa propia contra asaltantes comunes, sino que evita genocidios que en todas partes y siempre se han llevado a cabo contra poblaciones desarmadas». Y en otro libro de este mismo juez que lleva el título de una frase de Voltaire, It is Dangerous to be Right when the Government is Wrong, subraya: «Sin el derecho a la defensa propia, los individuos no podrían protegerse de los ladrones vulgares ni de los gobiernos tiránicos, [… esto último] porque como ha dicho Mao el poder político sale del cañón de un arma».

Por último respecto a citas relevantes, David Boaz, en The Libertarian Mind, consigna: «Los ciudadanos respetuosos de la ley tienen un derecho natural y constitucional a poseer y transportar armas, no solo para caza sino como defensa propia y en último término para defender su libertad frente a gobiernos autoritarios».

Hay distraídos que mantienen que, a diferencia de Suiza y Estados Unidos, no puede permitirse la tenencia de armas en pueblos latinos, lo cual recuerda lo escrito por Friedrich Hayek respecto a la necesaria libertad para todos que sería inconveniente «antes de aprender a ser libres», que Hayek ilustra: «Es lo mismo que los tilingos que sostienen que no puede permitirse que alguien ingrese a un natatorio antes que aprenda a nadar».

En otros términos, como queda dicho, las personas pacíficas rechazan toda manifestación de violencia que estiman perversa, solo admiten el uso de la fuerza en defensa propia. Esas personas aceptan toda conducta que no lesione derechos de terceros, aunque no la compartan, pero frente a ataques y amenazas con armas no les queda otro recurso que defenderse. Es ingenuo, contraproducente y sumamente peligroso sostener que deben prohibirse las armas de fuego en manos privadas porque con ello se facilita la tarea de criminales. Hasta los santos más destacados de la historia justifican la defensa propia frente a hechos de violencia manifiesta.

Es sabido que si se pueden establecer medidas disuasivas, las personas pacíficas y de buena voluntad las emplearán, para eso instalan alarma, botón de pánico, cerradura, llamados preventivos a la policía y demás resguardos. De más está decir que resulta esencial que las normas vigentes defiendan en todas sus instancias a la víctima de los ataques del victimario, sea un criminal común o el desborde intolerable de aparatos estatales desbocados e imposibles de tolerar que arrasan con los derechos. Es por eso que en la Declaración de la Independencia estadounidense se lee: «Cuando cualquier forma de gobierno se torna destructiva de esos fines [la protección de derechos], es el derecho de la gente alterarlo o abolirlo e instituir un nuevo gobierno».

 

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. en Ciencias de Dirección. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, fue profesor y primer rector de ESEADE durante 23 años y luego de su renuncia fue distinguido por las nuevas autoridades Profesor Emérito y Doctor Honoris Causa. Es miembro del Comité Científico de Procesos de Mercado, Revista Europea de Economía Política (Madrid). Es Presidente de la Sección Ciencias Económicas de la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires, miembro del Instituto de Metodología de las Ciencias Sociales de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas, miembro del Consejo Consultivo del Institute of Economic Affairs de Londres, Académico Asociado de Cato Institute en Washington DC, miembro del Consejo Académico del Ludwig von Mises Institute en Auburn, miembro del Comité de Honor de la Fundación Bases de Rosario. Es Profesor Honorario de la Universidad del Aconcagua en Mendoza y de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas en Lima, Presidente del Consejo Académico de la Fundación Libertad y Progreso y miembro del Consejo Asesor de la revista Advances in Austrian Economics de New York. Asimismo, es miembro de los Consejos Consultivos de la Fundación Federalismo y Libertad de Tucumán, del Club de la Libertad en Corrientes y de la Fundación Libre de Córdoba. Difunde sus ideas en Twitter: @ABENEGASLYNCH_h

Trump, personaje peculiar

Por Alberto Benegas Lynch (h).  Publicado el 12/8/17 en: http://www.elpais.com.uy/opinion/trump-personaje-peculiar-enfoque-benegas.html

 

Hasta determinada etapa y desde el nacimiento de los Estados Unidos era el ejemplo de la libertad y el consiguiente respeto recíproco. Sin embargo de un tiempo a esta parte esa gran nación se ha ido latinoamericanizando en el peor sentido de la expresión. Este fenómeno, por lo menos hasta el presente, ha llegado a su punto más alto con la administración de Donald Trump.

Este presidente ha comenzado su gestión insultando a periodistas. En lugar de señalar sus desacuerdos ha optado por decirles que son deshonestos y echar a algunos de sus conferencias de prensa en la Casa Blanca como si el lugar le perteneciera. Ahora ese gobierno anuncia que citarán a algunos periodistas que han informado sobre temas que el aparato estatal considera son reservados, lo cual vulnera los principios más elementales de la libertad de prensa. Y esto ocurre nada menos que en el país cuya tradición esta indisolublemente atada a su Primera Enmienda. Al efecto de subrayar la trascendencia de este valor, Thomas Jefferson ha escrito que “ante la alternativa de un gobierno sin libertad de prensa y una en la que no hay gobierno pero en el que prima la libertad de prensa, me inclino por lo segundo”.

También Trump ha tenido trifulcas con la Justicia a raíz de sus ideas xenófobas y con al Poder Legislativo como consecuencia de su proyecto sobre salud. Hasta el momento no ha mostrado consideración con la prensa ni con la división de poderes, ambas áreas centrales en un sistema republicano, a lo cual cabe agregar algunas actitudes beligerantes respecto a zonas de conflicto en las que se aleja del camino diplomático co-mo si no hubieran existido los fiascos de Vietnam, Corea, Somalia, Bosnia, Serbia-Kosovo, Irán, Nicaragua, Honduras, Haití, República Dominicana y la “guerra preventiva” en Irak.

Es de interés recordar en este contexto el pensamiento del general Washington y también el de John Quincy Adams. El primero escribió: “Mi ardiente deseo es, y siempre ha sido, cumplir estrictamente con todos nuestros compromisos en el exterior y en lo doméstico, pero mantener a Estados Unidos fuera de toda conexión política con otros países”.

Y por su parte -préstese especial atención- , Adams consignó que “América [del Norte] no va al extranjero en busca de monstruos para destruir […] Desea la libertad y la independencia de todos. Sabe bien que alistándose bajo otras banderas que no son la suya se involucrará más allá de la posibilidad de salir de problemas […] Podrá ser la directriz del mundo pero ya no será más la directriz de su propio espíritu”. También lo dicho por el General Eisenhower en su discurso de despedida de la presidencia en el que advirtió que “el mayor peligro para las libertades individuales del pueblo americano [norteamericano] es el complejo militar-industrial”.

Por otra parte Trump viene machacando desde su campaña electoral una postura mal llamada “proteccionista” (porque desprotege a los consumidores a quienes obliga a comprar más caro y de peor calidad) lo cual lamentablemente va en línea con los nacionalismos hoy en boga en Europa.

Ahora propone bajar impuestos, lo cual es desde luego loable pero para ello debe reducir el gasto público, rubro que propone incrementar para ser financiado con una enésima ampliación del techo legal que tiene vigencia y que hoy ya representa más del cien por cien del producto bruto.

A este cuadro de situación en el mundo de hoy se agrega un Papa peronista que critica severamente un capitalismo inexistente ya que ocurre lo contrario a la limitación al abuso del poder, a través de gastos públicos astronómicos, impuestos insoportables, deudas estatales mayúsculas, manipulaciones monetarias que estafan especialmente a las personas más necesitadas y regulaciones asfixiantes a las actividades creativas.

Es entonces muy preocupante que el otrora baluarte del mundo libre se haya convertido en un populismo más o menos rampante con un presidente que ni siquiera puede poner orden en sus voceros y responsables de la comunicación, que se ve obligado a cambiarlos a cada rato.

Bajo el pretexto de la seguridad, la situación en EE.UU. se ha modificado mucho para mal respecto a las libertades individuales. Hoy se interfieren secretos bancarios, se multiplican escuchas telefónicas, se abandona en repetidos casos el debido proceso en medio de procedimientos inmorales como los “salvatajes” promulgados por Bush II para financiar compulsivamente con el fruto del trabajo de quienes no tienen poder de lobby a empresas irresponsables, ineptas o las dos cosas al mismo tiempo. En este último sentido, tengamos también presente lo escrito por Benjamin Franklin en cuanto a que “el gobierno que renuncia a la libertad en pos de la seguridad, no tendrá ninguna de las dos”.

Para bien de todos, es de desear que las enormes reservas morales que existen en muy diversos ámbitos estadounidenses puedan revertir estos síntomas, en consonancia con los valores y principios consignados en su momento por la visión extraordinaria de los Padres Fundadores.

 

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. en Ciencias de Dirección. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, fue profesor y primer rector de ESEADE durante 23 años y luego de su renuncia fue distinguido por las nuevas autoridades Profesor Emérito y Doctor Honoris Causa.