Hacia la liquidación del Fondo Monetario Internacional

Por Alberto Benegas Lynch (h) Publicado el 6/11/2en: https://www.infobae.com/opinion/2021/11/06/hacia-la-liquidacion-del-fondo-monetario-internacional/

El organismo multilateral de crédito alimenta a burócratas que son remunerados a costa de los contribuyentes para incentivar el despilfarro y, por ende, el empobrecimiento de los más vulnerables cuyos salarios se ven reducidos por el creciente estatismo

Ron Paul

En momentos en que en nuestro medio se discute acaloradamente sobre las pesadas deudas contraídas con el FMI, es oportuno tomar distancia y reconsiderar el tema, no solo para nuestro país sino en vista de las consecuencias que se suceden en el llamado mundo libre.

Henry Hazlitt, el economista estrella de Newsweek durante décadas y el célebre autor de La economía en una lección y del detallado y voluminoso análisis de la teoría keynesiana titulada Los errores de la nueva economía, escribió una columna el 11 de noviembre de 1963 que parece preparada para las instancias que corren. Se titulaba “Deshagan el FMI” donde explica que esa institución se estableció en reemplazo de la disciplina monetaria que establecía el patrón oro clásico al efecto , en su lugar, de dar rienda suelta a los procesos inflacionarios. Una vez establecidos los Acuerdos de Génova y Bruselas de los años 20 que permitieron abrir los grifos de la inflación a través de las bancas centrales, se instaló este “banco central de bancos centrales” que luego se transformó en prestamista de gobiernos fallidos. Hazlitt recuerda que “los padres de la entidad fueron Harry Dexter White por los Estados Unidos y Lord Keynes por Inglaterra. White sirvió como director ejecutivo del FMI quien en 1945 fue denunciado por el FMI como espía ruso lo cual fue ratificado por la Justicia en Estados Unidos […] Y Keynes -el mayor apóstol de la inflación de todos los tiempos- en el Parlamento británico el 23 de mayo de 1944 aseguró: ¨Si tengo alguna autoridad para decir en que es y que no es la esencia del patrón oro, diría que este plan es su exacto opuesto´ es decir el derrumbe de la moneda independiente del poder político.”

En esta línea argumental es pertinente recordar que en su prólogo a la edición alemana de la Teoría general de la ocupación, el interés y el dinero, en 1936, en plena época nazi, Keynes escribió que “la teoría de la producción global que es la meta del presente libro, puede aplicarse mucho más fácilmente a las condiciones de un Estado totalitario que a la producción y distribución de un determinado volumen de bienes obtenido en condiciones de libre concurrencia”.

Dadas los renovados entusiasmos por este autor, conviene volver sobre algunos pensamientos que aparecen en esa obra de Keynes, quien, entre otras cosas, propugna “la eutanasia del rentista y, por consiguiente, la eutanasia del poder de opresión acumulativo de los capitalistas para explotar el valor de la escasez del capital”. Asimismo, respecto de la moneda puntualizó que “la solución se encontrará normalmente alterando el patrón monetario o el sistema monetario de forma que se eleve la cantidad de dinero”.

En este contexto Hazlitt concluye que “la solución real consiste en desmantelar el Fondo Monetario Internacional […] ya que es una gigantesca máquina de inflación mundial” y más adelante subraya que “es realmente asombroso que este sistema fabricado en Breton Woods en 1944 es no sólo tolerado sino considerado sacrosanto”.

Por su parte, el cuatro veces candidato a la presidencia en Estados Unidos y congresista Ron Paul en el Ron Paul Institute, el 24 de marzo de 2015, en una columna titulada “Eliminen, no reformen al FMI” reitera que esa institución es coactivamente financiada por los contribuyentes de distintos países para dar sustento a gobiernos corruptos y quebrados como consecuencia de aplicar medidas estatistas, y cuando están por renunciar o reconocer sus fracasos reciben carradas de dólares a tasas de interés menores a las de mercado y con repetidos períodos de refinanciación y perdones de diversa envergadura. A título de ejemplo muestra la financiación que recibía del FMI Saddam Hussein y al último apoyo escandaloso a Grecia.

Antes he escrito sobre el FMI pero es del caso repasar lo dicho en este contexto. Entre muchos otros, al decir de economistas de la talla de Peter Bauer, Doug Bandow, Robert Barro, Karl Brunner, Ronald Vauvel y Raymond Mickesell, como queda dicho, esa institución sirve para financiar a gobernantes ineptos empujados por la realidad de sus desaciertos, en lugar de permitir que se reviertan sus fracasadas políticas estatistas reciben cuantiosos recursos del Fondo al efecto de continuar con aparatos estatales sobredimensionados a los que generalmente aconsejan incrementar aun más las cargas impositivas y otras medidas al efecto de equilibrar sus presupuestos, pero no reducir el tamaño del Leviatán.

Sostienen estos profesionales que ese ha sido el caso repetidamente en Argentina, México, Bolivia, República Dominicana, Haití, Indonesia, Irak, Pakistán, Tanzania, la ex Camboya, Filipinas, Ghana, Nigeria, Sri Lanka, Zambia, Uganda, Turquía, El Salvador, Egipto y Etiopía. En este plano debido a la insistencia en sostener que el FMI significa un nuevo orden internacional, Harry Johnson ha consignado que “el llamado nuevo orden internacional no es nuevo, ni orden ni internacional sino que es una copia del mercantilismo del siglo XVI”.

En su visita a Buenos Aires, Yuri Yarim Agaev, enviado por Vladimir Bukouvsky -uno de los más destacados disidentes de la ex Unión Soviética junto con Alexander Solzhenistin- informó que luego del derrumbe del Muro de la Vergüenza liberales rusos estuvieron a punto de acceder al gobierno “si no fuera por la apresurada irrupción del FMI que dotó de millones de dólares a miembros de la nomenclatura de donde finalmente surgió el actual gobierno”.

Fue muy difundido el caso del general Mobutu Sese Seko que usurpó el poder en Zaire que fue el mayor receptor de ayuda por parte del FMI en relación a su población. El poder de Mobutu fue absoluto condenando a la gente a los suplicios más horripilantes en un contexto de saqueo permanente que permitió que ese sátrapa acumulara una fortuna de ocho mil millones de dólares de esa época.

Entonces, debido a la referida trayectoria y a la fuente de recursos a la que echa mano es que autores como los mencionados sugieren la liquidación de esa entidad, a los que debe agregarse el jugoso ensayo de Anna Schwartz (la coautora con el premio Nobel en economía Milton Friedman de la muy difundida historia monetaria estadounidense) titulado “Es tiempo de terminar con el FMI y el Departamento de Estabilización del Tesoro” y los suculentos libros, por una parte, de Melvyn Krauss titulado Development Without Aid y, por otra, el de la doctora en economía por la Universidad de Oxford y conocedora de lo ocurrido en países africanos Dambisa Moyo con un título que pone al descubierto el meollo de la cuestión: Cuando la ayuda es el problema, en donde se detallan innumerables casos patéticos de países que reciben cuantiosos recursos en medio de corrupciones alarmantes y dislates económicos fomentados por la ayuda que, como queda consignado, proviene coercitivamente de bolsillos ajenos.

En esta secuencia que presentamos es importante subrayar que no resulta apropiado establecer un correlato de la deuda pública con la privada en cuanto al retorno sobre la inversión en el sentido de evaluar las ventajas de abstenerse de consumir en el presente para la obtención de beneficios en el futuro. En primer término porque no hay tal cosa como “inversión pública” ya que la naturaleza de la inversión es necesariamente voluntaria al estimar ventajas futuras en relación al presente por lo que se procede a ahorrar y a colocar esos recursos. El uso de la fuerza en la exacción de fondos nunca puede traducirse en inversión, “inversión forzosa” constituye una contradicción en los términos. De lo que se trata en el ámbito gubernamental es de gasto corriente o gasto en activos fijos pero, como decimos, no tiene sentido ni rigor alguno la parla de “inversión pública”. Si se le arrancara la billetera al lector y el asaltante dijera que le invertirá el fruto del asalto para beneficio del asaltado, queda clara la incoherencia puesto que el titular le hubiera dado otro destino al fruto de su trabajo y aun en el supuesto que le hubiera dado el mismo queda el perjuicio del atropello (por otra parte, la única manera de definir preferencias es dejar que el titular de los recursos las manifieste).

Viene ahora otro asunto también de gran trascendencia y es que todo compromiso efectuado libre y voluntariamente debe ser honrado por quien lo contrajo. En nuestro caso, todas las promesas de repago por préstamos concedidos deben cumplirse, de lo contrario los incumplidores deben sufrir las sanciones correspondientes sin atenuantes. Este es otro asunto bien diferente que debe analizarse por cuerda separada. Estamos rodeados de caraduras que mendigan préstamos y luego se niegan a pagarlos.

En todo caso para abrir el tema en la dimensión de la deuda pública externa, es de interés recordar que cuando Thomas Jefferson siendo embajador en París recibió la flamante Constitución norteamericana escribió que “si hubiera podido agregar una cláusula adicional la concretaría en la prohibición al gobierno de contraer deuda” que como lo expresó otro premio Nobel de economía, James M. Buchanan, “significa comprometer coactivamente patrimonios de futuras generaciones que ni siquiera han participado en el proceso electoral para elegir al gobierno que contrajo la deuda.”

En resumen, el Fondo Monetario Internacional alimenta a burócratas que son remunerados con honorarios colosales a costa de los contribuyentes para en definitiva incentivar el despilfarro y, por ende, el empobrecimiento de todos pero muy especialmente de los más vulnerables cuyos salarios se ven reducidos por el creciente estatismo. En otros términos, el fondo del fondo es terminar cuanto antes con esta nefasta institución empobrecedora.

En este cuadro de situación, los gobiernos que se encuentren en serias dificultades por sus mayúsculos desaciertos tendrán dos opciones: rectificar sus errores abriendo el mercado y fortaleciendo marcos institucionales civilizados o, de lo contrario, continuar con los desatinos pero financiados por Corea del Norte, Cuba o similares…si es que allí encontrarán dólares, pero no de parte de Washington y sus aliados.

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. en Ciencias de Dirección. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, fue profesor y primer rector de ESEADE durante 23 años y luego de su renuncia fue distinguido por las nuevas autoridades Profesor Emérito y Doctor Honoris Causa. Es miembro del Comité Científico de Procesos de Mercado, Revista Europea de Economía Política (Madrid). Es Presidente de la Sección Ciencias Económicas de la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires, miembro del Instituto de Metodología de las Ciencias Sociales de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas, miembro del Consejo Consultivo del Institute of Economic Affairs de Londres, Académico Asociado de Cato Institute en Washington DC, miembro del Consejo Académico del Ludwig von Mises Institute en Auburn, miembro del Comité de Honor de la Fundación Bases de Rosario. Es Profesor Honorario de la Universidad del Aconcagua en Mendoza y de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas en Lima, Presidente del Consejo Académico de la Fundación Libertad y Progreso y miembro del Consejo Asesor de la revista Advances in Austrian Economics de New York. Asimismo, es miembro de los Consejos Consultivos de la Fundación Federalismo y Libertad de Tucumán, del Club de la Libertad en Corrientes y de la Fundación Libre de Córdoba. Difunde sus ideas en Twitter: @ABENEGASLYNCH_h

Previsible: Biden empeora la marca de Trump

Por Alberto Benegas Lynch (h) Publicado el 15/5/2en: https://www.infobae.com/opinion/2021/05/15/previsible-biden-empeora-la-marca-de-trump/

La burrada es afirmar categóricamente que Keynes no influyó en la década  del '30 - Infobae
John Maynard Keynes

El presidente norteamericano decidió expandir el gasto público aún más que su predecesor en base a las fallidas recetas keynesianas

Se presentan casos múltiples en los que escritores de ficción aciertan mucho más respecto del futuro que los ampulosos comités gubernamentales constituidos y financiados con los recursos de los contribuyentes al efecto de “pronosticar los sucesos por venir”. Tales han sido los casos, por ejemplo, en materia tecnológica de Julio Verne o H. G. Wells en el pasado o de Isaac Asimov o Carl Sagan más contemporáneamente y, en temas sociales, las novelas revestidas de un impresionante realismo, por orden de aparición: The New Utopia de Jerome K. Jerome, We de Yevzeny Zamayatin, The Lonley Crowd de David Reisman y, posteriormente, las célebres composiciones de Huxley y Orwell.

Pero el caso de Taylor Caldwell hoy sobresale por su actualidad: presenta un peligro enorme si su prognosis fuera correcta (como hasta ahora lamentablemente parece serlo en Estados Unidos) en su novela que lleva el mismo título de una de Morris West: The Devil`s Advocate. El eje central de esta novela -escrita en 1952- plantea la declinación estadounidense que en su ficción (¿ficción?) se vuelve socialista y, entre muchas otras cosas, escribe que “Siempre había una guerra. Siempre había un enemigo en alguna parte del mundo que había que aplastar […] Denle guerra a una nación y estará contenta de renunciar al sentimiento de libertad […] En los días en que América [del Norte] era una nación libre, sus padres deben haberles enseñado la larga tradición de libertad y orgullo en su país. El espíritu de la Constitución y la Declaración de la Independencia: seguramente habría quienes las recordarán. ¿Por qué desviaron sus miradas? […] Todo empezó tan casualmente, tan fácil y con tantas palabras grandilocuentes. Comenzó con el uso odioso de la palabra `seguridad` […] ¿Por qué han estado tan ansiosos de creer que cualquier gobierno resolvería los problemas por ellos, los cuales habían sido resueltos una y otra vez tan orgullosamente por sus padres?”.

Esta notable escritora de una treintena de trabajos extraordinarios entre los que se cuenta la notable referencia a Cicerón en La columna de hierro (que hubieran sido más si su segundo marido no hubiera quemado parte de sus manuscritos inéditos) y obtuvo muchas distinciones como la Medalla de Oro de la National League of American Pen Women.

El tantas veces citado premio Nobel en economía Friedrich Hayek escribe en las primeras líneas del primer tomo de Derecho, legislación y libertad que cuando los Padres Fundadores en Estados Unidos promulgaron la Constitución era para limitar el poder y garantizar los derechos individuales pero esto ahora se comprueba “que no ha logrado lo que se proponía lograr. Los gobiernos han expandido poderes que esos hombres le denegaban. El primer intento de asegurar la libertad individual por medio de constituciones ha fracasado”. La revolución liberal más exitosa en lo que va de la historia de la humanidad, luego de un tiempo lamentablemente ha perdido fuerza y se tiende a revertir.

De un tiempo a esta parte los gastos gubernamentales, el déficit y el endeudamiento han crecido exponencialmente lo cual tiende a convertir ese gran país en una maquinaria al servicio de un Leviatán absolutamente a contramano de todo lo estipulado por aquellos extraordinariamente visionarios Padres Fundadores que consignaron la importancia de gobiernos estrictamente limitados a las funciones de protección a las sacralizadas autonomías individuales, lo cual convirtió a una nación de colonos pobres en la más floreciente civilización desde la perspectiva moral y material y un ejemplo para el mundo libre.

Para solamente circunscribirnos a las dos últimas administraciones, observamos con alarma que Trump incrementó aún más el antes referido gasto gubernamental, el déficit y la deuda pública ya en alturas siderales, además de su bochornosa despedida al desconocer las mismas reglas que había aceptado para competir en el proceso electoral, resultados certificados por los cincuenta estados, sesenta y un jueces federales y locales (incluyendo ocho designados por él) y su propio Vicepresidente.

Ahora Biden -a pesar de combatir la xenofobia de su predecesor, poner las cosas en su sitio respecto a la autocracia rusa y anunciar el retiro de las tropas de Afganistán tal como mencioné en este mismo medio en otra de mis colaboraciones- se decide por expandir aun más el gasto público en base a las fallidas recetas keynesianas tan bien refutadas una y otra vez, entre otros, por los premios Nobel en economía Milton Friedman, James M. Buchanan, Gary Becker, Vernon L. Smith. George Stigler y el antes aludido Hayek.

Es pertinente recordar nuevamente algunas de las aseveraciones de John Maynard Keynes para situar adecuadamente el problema que se enfrenta. En su prólogo a la edición alemana de Teoría general de la ocupación, el interés y el dinero, en 1936, en plena época nazi escribió que “La teoría de la producción global que es la meta del presente libro, puede aplicarse mucho más fácilmente a las condiciones de un Estado totalitario que a la producción y distribución de un determinado volumen de bienes obtenido en condiciones de libre concurrencia y de un grado apreciable de laissez-faire”. A confesión de parte, relevo de prueba.

Dadas los renovados entusiasmos por este autor, conviene volver sobre algunos pensamientos que aparecen en esa obra de Keynes, quien, entre otras cosas, propugna “la eutanasia del rentista y, por consiguiente, la eutanasia del poder de opresión acumulativo de los capitalistas para explotar el valor de la escasez del capital.” Asimismo, respecto de las barreras aduaneras, proclama “el elemento de verdad científica de la doctrina mercantilista” (como se sabe cerrada al comercio) y, en momentos de consumo de capital, aconseja el deterioro de los salarios a través de la inflación manteniendo los niveles nominales para que los destinatarios crean que mantienen sus ingresos: “La solución se encontrará normalmente alterando el patrón monetario o el sistema monetario de forma que se eleve la cantidad de dinero”.

Hay recetas de Keynes, también tomadas de la obra mencionada, que son realmente pueriles, por ejemplo, lo que denomina “el multiplicador” elucubrado para mostrar las ventajas que tendría el gasto estatal, esquema que funcionaría de la siguiente manera: sostiene que si el ingreso fuera 100, el consumo 80 y el ahorro 20, el efecto multiplicador resulta de dividir 100 por 20, lo cual da 5 y (aquí viene la magia): si el Estado gasta 4 se convertirá en 20 puesto que 5 por 4 arroja aquella cifra (?). Ni Keynes ni el keynesiano más entusiasta jamás han explicado como multiplica el multiplicador. Y todo ello en el contexto de lo que también escribe este autor: “La prudencia financiera está expuesta a disminuir la demanda global y, por tanto, a perjudicar el bienestar” (!).

Es verdaderamente curioso pero uno de los mitos más llamativos de nuestra época consiste en que el keynesianismo salvó al capitalismo del derrumbe en los años treinta, cuando fue exactamente lo contrario: debido a esas políticas surgió la crisis y debido a la insistencia en continuar con esas recetas, la crisis se prolongó. El derrumbe se gestó como consecuencia del desorden monetario al abandonar de facto el patrón oro que imponía disciplina (“la vetusta reliquia”, según Keynes). Eso ocurrió en los Acuerdos de Génova y Bruselas de los años veinte que establecieron un sistema en el que permitieron dar rienda suelta a la emisión de dólares.

De este modo, Estados Unidos incursionó en una política de expansión (y contracción) errática lo que provocó el boom de los años veinte con el consiguiente crack del veintinueve, a lo cual siguió el resto del mundo que en ese entonces tenía como moneda reserva el dólar y, por ende, expandía sus monedas locales contra el aumento de la divisa estadounidense.

Tal como lo explican Anna Schwartz, Benjamin Anderson, Lionel Robbins, Murray Rothbard, Jim Powell y tantos otros pensadores, Roosevelt, al contrario de lo prometido en su campaña para desalojar a Hoover, y al mejor estilo keynesiano, optó por acentuar la política monetaria irresponsable y el gasto estatal desmedido, a lo que agregó su intento de domesticar a la Corte Suprema con legislación que finalmente creó entidades absurdamente regulatorias de la industria, el comercio y la banca que intensificaron los quebrantos y la fijación de salarios que, en plena debacle, condujo a catorce millones de desempleados que luego fueron en algo disimulados por la guerra y finalmente resueltos cuando Truman eliminó los controles de precios y salarios.

En el capítulo 22 de su obra más conocida, Keynes resume su idea al escribir que “En conclusión, afirmo que el deber de ordenar el volumen actual de inversión no puede dejarse con garantías en manos de los particulares”, lo cual reitera y expande en su Ensayos de persuasión, en especial en el capítulo 2 donde se pone en evidencia su análisis defectuoso sobre el empleo y la productividad como liberadora de recursos para nuevos fines y su asignación allí donde los salarios son fruto de arreglos contractuales libres al efecto de utilizar aquellos factores indispensables para la prestación de servicios y la producción de bienes.

Como he apuntado en otras ocasiones, no se trata de una carrera para ver quién destruye menos la filosofía y la tradición estadounidense, se trata de contrarrestar lo que viene ocurriendo. No es cuestión de dejarse acuchillar para no ser ametrallado, afortunadamente las reservas morales en Estados Unidos son muchas y potentes que, entre otras manifestaciones, se ponen de relieve a través de tantas instituciones y centros de estudios que pretenden la difusión de valores que hacen al respeto recíproco.

En mi libro Estados Unidos contra Estados Unidos intento mostrar el declive y recojo los aportes originales en los que se basaron los grandes hombres que forjaron el destino inicial de esa nación. En este sentido subrayo que hubieron dos líneas centrales que incorporaron esos personajes de la época. En premier lugar la invitación a Estados Unidos desde Inglaterra de John Witherspoon para presidir el centro académico que luego sería la Universidad de Princeton quien era egresado de las Universidades de Edimburgo y St. Andrews en las que se mantenía la impronta de George Buchanan del siglo XVI quien a su vez era egresado de la Universidad de París y luego profesor de autores como Michel Montaingne e influyó decididamente en los maestros de los principales representantes de la Escuela Escocesa -Smith, Hume y Ferguson- que fueron Francis Hutchenson y Gresham Carmichael. Witherspoon fue profesor del padre de la Constitución norteamericana, James Madison. George Buchanan también influyó en Algernon Sidney y John Locke sobre todo en la concepción iusnaturalista de los parámetros y mojones de Justicia extramuros de la legislación positiva.

La segunda vertiente proviene de Roger Williams, el mayor apóstol de la tajante separación entre la religión y el poder político -la doctrina de la muralla- quien era egresado de la Universidad de Cambridge y ex Secretario de Edward Coke, uno de los mayores exponentes del desarrollo del common law en el siglo xvii seguido por William Blackstone en el siglo siguiente.

Como también detallo en el mencionado libro, la difusión de las ideas de la libertad que se consagrarían en la Carta Magna estadounidense, ocurrieron principalmente vía las ochenta y cinco cartas de los Papeles Federalistas y también el debate con los antifederalistas denominados de este modo solo para mostrar algunas discrepancias ya que eran más federalistas que los federalistas. También la difusión se llevó a cabo a través de las ciento cuarenta y cuatro Cato’s Letters escritas por Thomas Gordon y John Trenchard (en homenaje a Cato “el joven” acérrimo opositor a Julio César).

Por último, es del caso señalar en la larga y fecunda tradición liberal lo escrito y publicado por los pensadores de la primera tanda de la Escuela de Salamanca o Escolástica Tardía. La segunda estuvo constituida por algunos de los diputados a las Cortes de Cádiz que luego promulgaron la célebre Constitución de 1812 donde se utilizó por vez primera la expresión “liberal” como sustantivo en su debate con los apodados “serviles” y es del caso subrayar en relación a España que los Fueros del siglo diez y once establecieron los Juicios de Manifestación equivalentes al habeas corpus antes que en Inglaterra. Salvo la posterior Constitución de Cádiz, los Padres Fundadores estadounidenses tomaron muy en cuenta los otros antecedentes provenientes de tierras españolas.

No es posible que estas valiosas tradiciones que han iluminado nuestra civilización se abandonen. Es de desear que las antedichas reservas morales estadounidenses se impongan a los estatismos y a la latinoamericanización en el peor sentido de la expresión puesto que como ha señalado Ronald Reagan, “Usted y yo tenemos un rendez-vous con el destino. Preservar esto para nuestros hijos, la última esperanza del hombre en la tierra, o sentenciarlos al primer paso hacia mil años de oscuridad. Si fracasamos, por lo menos que nuestros hijos y los hijos de nuestros hijos puedan decir que hemos justificado nuestro breve paso por aquí. Que hicimos todo lo que podía hacerse”.

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. en Ciencias de Dirección. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, fue profesor y primer rector de ESEADE durante 23 años y luego de su renuncia fue distinguido por las nuevas autoridades Profesor Emérito y Doctor Honoris Causa. Es miembro del Comité Científico de Procesos de Mercado, Revista Europea de Economía Política (Madrid). Es Presidente de la Sección Ciencias Económicas de la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires, miembro del Instituto de Metodología de las Ciencias Sociales de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas, miembro del Consejo Consultivo del Institute of Economic Affairs de Londres, Académico Asociado de Cato Institute en Washington DC, miembro del Consejo Académico del Ludwig von Mises Institute en Auburn, miembro del Comité de Honor de la Fundación Bases de Rosario. Es Profesor Honorario de la Universidad del Aconcagua en Mendoza y de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas en Lima, Presidente del Consejo Académico de la Fundación Libertad y Progreso y miembro del Consejo Asesor de la revista Advances in Austrian Economics de New York. Asimismo, es miembro de los Consejos Consultivos de la Fundación Federalismo y Libertad de Tucumán, del Club de la Libertad en Corrientes y de la Fundación Libre de Córdoba. Difunde sus ideas en Twitter: @ABENEGASLYNCH_h

Más sobre Keynes

Por Alberto Benegas Lynch (h) Publicado el 11/4/20 en:  El País de Uruguay.

 

Es triste que a esta altura haya entusiastas del mayor responsable de haber inflado la idea del Leviatán para lo cual aconseja incrementar el gasto público situación que naturalmente contrae los bolsillos de la gente, especialmente la más vulnerable, financiado con impuestos insoportables, deudas colosales y manipulaciones monetarias que succionan el poder adquisitivo de todos.

He consignado antes que el propio John Maynard Keynes es quien se encarga de despejar con claridad meridiana su filiación al escribir el prólogo a la edición alemana de su Teoría general de la ocupación, el interés y el dinero, en 1936, en plena época nazi : “La teoría de la producción global que es la meta del presente libro, puede aplicarse mucho más fácilmente a las condiciones de un Estado totalitario que a la producción y distribución de un determinado volumen de bienes obtenido en condiciones de libre concurrencia y de un grado apreciable de laissez-faire”.  A confesión de parte, relevo de prueba.

Dadas los renovados entusiasmos por este autor, conviene volver sobre algunos pensamientos que aparecen en esa obra de Keynes, quien, entre otras cosas, propugna “la eutanasia del rentista y, por consiguiente, la eutanasia del poder de opresión acumulativo de los capitalistas para explotar el valor de la escasez del capital.” Asimismo, respecto de las barreras aduaneras, proclama “el elemento de verdad científica de la doctrina mercantilista” y, en momentos de consumo de capital, aconseja el deterioro de los salarios a través de la inflación manteniendo los niveles nominales para que los destinatarios crean que mantienen sus ingresos: “la solución se encontrará normalmente alterando el patrón monetario o el sistema monetario de forma que se eleve la cantidad de dinero”.

Hay recetas de Keynes, también tomadas de la obra mencionada, que son realmente pueriles, por ejemplo, lo que denomina “el multiplicador” elucubrado para mostrar las  ventajas que tendría el gasto estatal, esquema que funcionaría de la siguiente manera: sostiene que si el ingreso fuera 100, el consumo 80 y el ahorro 20, el efecto multiplicador resulta de dividir 100 por 20, lo cual da 5 y (aquí viene la magia): si el Estado gasta 4 se convertirá en 20 puesto que 5 por 4 arroja aquella cifra (?). Ni Keynes ni el keynesiano más entusiasta jamás han explicado como multiplica el multiplicador. Y todo ello en el contexto de lo que también escribe este autor: “La prudencia financiera está expuesta a disminuir la demanda global y, por tanto, a perjudicar el bienestar” (!).

Es verdaderamente curioso pero uno de los mitos más llamativos de nuestra época consiste en que el keynesianismo salvó al capitalismo del derrumbe en los años treinta, cuando fue exactamente lo contrario: debido a esas políticas surgió la crisis y debido a la insistencia en continuar con esas recetas, la crisis se prolongó. La crisis se gestó como consecuencia del desorden monetario al abandonar de facto el patrón oro que imponía disciplina (“la vetusta reliquia” según Keynes). Eso ocurrió en los Acuerdos de Génova y Bruselas de los años veinte que establecieron un sistema en el que permitieron dar rienda suelta a la emisión de dólares.

De este modo, Estados Unidos incursionó en una política de expansión (y contracción) errática lo que provocó el boom de los veinte con el consiguiente crack del veintinueve, a lo cual siguió el resto del mundo que en ese entonces tenía como moneda reserva el dólar y, por ende, expandía sus monedas locales contra el aumento de la divisa estadounidense.

Tal como lo explican Milton Friedman y Anna Schwartz, Benajamin Anderson, Lionel Robbins, Murray Rothbard, Jim Powell y tantos otros pensadores, Roosevelt, al contrario de lo prometido en su campaña para desalojar a Hoover, y al mejor estilo keynesiano, optó por acentuar la política monetaria irresponsable y el gasto estatal desmedido, a lo que agregó su intento de domesticar a la Corte Suprema con legislación que finalmente creó entidades absurdamente regulatorias de la industria, el comercio y la banca que intensificaron los quebrantos y la fijación de salarios que, en plena debacle, condujo a catorce millones de desempleados que luego fueron en algo disimulados por la guerra y finalmente resueltos cuando Truman eliminó los controles de precios y salarios.

En el capítulo 22 de su obra más conocida, Keynes resume su idea al escribir que “En conclusión, afirmo que el deber de ordenar el volumen actual de inversión no puede dejarse con garantías en manos de los particulares”, lo cual reitera y expande en su Ensayos de persuasión, en especial en el capítulo 2 donde se pone en evidencia su análisis defectuoso sobre el empleo y la productividad como liberadora de recursos para nuevos fines y su asignación allí donde los salarios son fruto de arreglos contractuales libres al efecto de utilizar aquellos factores indispensables para la prestación de servicios y la producción de bienes.

Es tiempo de meditar serenamente sobre las propuestas de Keynes para bien de las personas que adhieren a la sociedad libre.

 

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. en Ciencias de Dirección. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, fue profesor y primer rector de ESEADE durante 23 años y luego de su renuncia fue distinguido por las nuevas autoridades Profesor Emérito y Doctor Honoris Causa. Es miembro del Comité Científico de Procesos de Mercado, Revista Europea de Economía Política (Madrid). Es Presidente de la Sección Ciencias Económicas de la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires, miembro del Instituto de Metodología de las Ciencias Sociales de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas, miembro del Consejo Consultivo del Institute of Economic Affairs de Londres, Académico Asociado de Cato Institute en Washington DC, miembro del Consejo Académico del Ludwig von Mises Institute en Auburn, miembro del Comité de Honor de la Fundación Bases de Rosario. Es Profesor Honorario de la Universidad del Aconcagua en Mendoza y de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas en Lima, Presidente del Consejo Académico de la Fundación Libertad y Progreso y miembro del Consejo Asesor de la revista Advances in Austrian Economics de New York. Asimismo, es miembro de los Consejos Consultivos de la Fundación Federalismo y Libertad de Tucumán, del Club de la Libertad en Corrientes y de la Fundación Libre de Córdoba. Difunde sus ideas en Twitter: @ABENEGASLYNCH_h