Los peligros de caer en la falacia de la suma cero

Por Alberto Benegas Lynch (h) Publicado el 4/2/20 en: https://www.lanacion.com.ar/opinion/columnistas/los-peligros-de-caer-en-la-falacia-de-la-suma-cero-nid2330263

 

La tesis de esta nota periodística consiste en que buena parte de las falacias y malos entendidos en la economía proviene de sostener que en los procesos de mercado lo que gana uno lo pierde otro. Esta conclusión opera a contracorriente del hecho de que en toda transacción libre y voluntaria ambas partes ganan, de lo contrario no realizan el intercambio (suma positiva en la terminología de la teoría de los juegos). Este es el modo de obtener el enriquecimiento del conjunto en aquellos lugares en los que tienen lugar marcos institucionales respetuosos de los derechos de cada cual, al contrario de lo sucedido allí donde los aparatos estatales se inmiscuyen con el fruto del trabajo ajeno.

El concepto de la suma cero aparece en la antedicha teoría de los juegos donde naturalmente quedaría excluida la cooperación entre las partes en el mercado y solo tiene lugar, por ejemplo, en los juegos denominados de azar donde lo que gana uno lo pierde el otro. En términos algo técnicos, en el juego de suma cero no es posible alcanzar el denominado “equilibrio Nash”.

Debido a que Michel de Montaigne tuvo gran influencia en autores como Bacon, Descartes, Pascal y Rousseau, su dictum en cuanto  a que “no se saca provecho alguno sin perjuicio para otro”, la idea fue bautizada por Ludwig von Mises como “el dogma Montaigne”.

Pues bien, en primer lugar debe destacarse que la riqueza no es algo estático situación en la que quien obtiene beneficios restaría recursos para otro cual torta de cumpleaños. La riqueza es un proceso dinámico, no hay más que prestar algo de atención a la historia de la humanidad para constatar que con igual cuantía de recursos naturales el valor del conjunto se ha incrementado exponencialmente.

En física se ha visto desde la formulación precaria de Lucrecio pasando por Newton, Lavoisier y Einstein que nada se pierde y todo se transforma. La cuantía de la masa de materia, incluyendo la energía es la misma en el universo pero lo relevante para el aumento de la riqueza no es el incremento de lo material sino su valor. Puede ser que artefactos tales como un teléfono antiguo contengan más materia que un celular pero el servicio de este último y su precio son sustancialmente distintos.

Sin duda que los progresos se han retrasado y limitado en la medida en que se le ha dado la espalda a la sociedad abierta y se han adoptado políticas en las que el Leviatán ha asfixiado la energía creativa en un contexto donde irrumpen empresarios prebendarios que hacen negocios con el poder de turno a expensas de la gente. Por el contario, en la medida de la libertad se ha podido salir de la pobreza y lograr niveles de vida que ni siquiera los príncipes de la antigüedad lograron (solo basta referirnos a las infecciones colosales por una muela, sin mencionar la calefacción, los transportes, la alimentación y tantas otras cosas).

No es reclamando que se lesione el derecho de quienes crearon riqueza lícitamente la forma de prosperar, sino contribuyendo a crear el propio patrimonio sirviendo a otros. Quienes aciertan en atender las demandas de su prójimo obtienen ganancias y quienes yerran incurren en quebrantos.

Sin embargo y a pesar de lo consignado, se continúa machacando con la denominada “redistribución de ingresos” con el propósito de imponer una macabra guillotina horizontal en la obsesión por el igualitarismo. Esto significa que el gobierno vuelve a distribuir por la fuerza lo que la gente distribuyó pacíficamente en el supermercado y afines con sus compras y abstenciones de comprar.

Y esta política al contraer las tasas de capitalización debido a la mal asignación de los siempre escasos factores de producción inexorablemente reduce salarios en términos reales. Esto es así debido a que la inversión per capita es el único elemento que determina los ingresos. Mejor aun, tal  vez haya que prestarle atención a lo escrito por Thomas Sowell en el sentido que “los economistas deberíamos dejar de hablar de distribución puesto que los ingresos no se distribuyen, se ganan”.

En este mismo contexto y basados en el dogma Montaigne, se suele aconsejar la implantación de gravámenes progresivos lo cual constituye un castigo al éxito y, sobre todo, resulta en impuestos regresivos ya que, nuevamente, cuando el contribuyente de jure contrae sus inversiones resulta que quien se encuentra en el margen ve reducido su salario. También la progresividad altera las posiciones patrimoniales relativas respecto a las que había establecido la gente en el mercado y, como si todo esto fuera poco, afecta gravemente la movilidad social puesto que se interpone en el ascenso y descenso en la pirámide patrimonial.

Por último en este repaso telegráfico de la trampa que tiende la  suma cero, es un tanto tragicómico el análisis que se suele efectuar respecto al comercio exterior. Se insiste que es muy importante para un país exportar y que debe tenerse mucho cuidado con la importación. Si  este mismo razonamiento se aplicara a una persona y se le dijera que para su vida es fundamental que venda bienes o servicios pero que se abstenga de comprar, seguramente el interlocutor consideraría semejante propuesta como el  resultado de un desperfecto grave en el cerebro.

Aquella sugerencia es parida de las entrañas de las doctrinas mercantilistas del siglo xvi en las que se ponía de manifiesto un desconcepto de magnitud y es que el verdadero beneficio  para un país es acumular divisas . Esto no se aplica a una empresa puesto que es sabido que un alto índice de liquidez no implica prosperidad del negocio puesto que ese comercio puede estar en quiebra. Lo relevante es el patrimonio neto.

Aludir a un país es una forma abreviada de referirse a un grupo de personas reunidas dentro de ciertas fronteras. El análisis económico no  varía por  el mero hecho de interponerse ríos, montañas u otros accidentes geográficos y  delimitación  de fronteras siempre convencionales. Al fin  y al cabo, desde la perspectiva liberal la única razón para el fraccionamiento  del globo terráqueo en naciones es para evitar los riesgos fenomenales del abuso de poder de un gobierno universal.

A juzgar por los voluminosos “tratados de libre comercio” (un tratado de libre comercio que ocupa más de un folio no es de libre comercio) aún no se comprendió que las cerrazones perjudican especialmente a los países más pobres del grupo puesto que el incremento en productividad con ese comercio es mayor respecto a los más eficientes.

Sin duda que si los gobiernos introducen dispersiones arancelarias se crea un embrollo que conduce a cuellos de botella insalvables entre las industrias finales y sus respectivos insumos. Es paradójico que se hayan destinado años de investigación para reducir costos de transporte y llegados los bienes a la adunada se anulan esos tremendos esfuerzos a través de la imposición de aranceles, tarifas y cuotas.

Hay un dèjá vu en todo esto basado en distintas vertientes de la suma cero. En resumen, como señala Milton Friedman “La libertad de comercio, tanto dentro como fuera de las fronteras, es la mejor manera de que los países pobres puedan promover el bienestar de sus ciudadanos […] Hoy, como siempre, hay mucho apoyo para establecer tarifas denominadas eufemísticamente proteccionistas, una buena etiqueta para una mala causa”.

 

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. en Ciencias de Dirección. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, fue profesor y primer rector de ESEADE durante 23 años y luego de su renuncia fue distinguido por las nuevas autoridades Profesor Emérito y Doctor Honoris Causa. Es miembro del Comité Científico de Procesos de Mercado, Revista Europea de Economía Política (Madrid). Es Presidente de la Sección Ciencias Económicas de la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires, miembro del Instituto de Metodología de las Ciencias Sociales de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas, miembro del Consejo Consultivo del Institute of Economic Affairs de Londres, Académico Asociado de Cato Institute en Washington DC, miembro del Consejo Académico del Ludwig von Mises Institute en Auburn, miembro del Comité de Honor de la Fundación Bases de Rosario. Es Profesor Honorario de la Universidad del Aconcagua en Mendoza y de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas en Lima, Presidente del Consejo Académico de la Fundación Libertad y Progreso y miembro del Consejo Asesor de la revista Advances in Austrian Economics de New York. Asimismo, es miembro de los Consejos Consultivos de la Fundación Federalismo y Libertad de Tucumán, del Club de la Libertad en Corrientes y de la Fundación Libre de Córdoba. Difunde sus ideas en Twitter: @ABENEGASLYNCH_h

Tibor Machan, un filósofo de la libertad

Por Alberto Benegas Lynch (h) Publicado el 13/7/18 en: https://www.infobae.com/opinion/2018/07/13/tibor-machan-un-filosofo-de-la-libertad/

 

Lo conocí a Tibor (1939-2016) en un seminario patrocinado por Liberty Fund en San Pablo, luego impartimos juntos clase en la Universidad de Aix-en-Provence, propuestos por el hoy tan celebrado Jacques Garello y finalmente lo invité a pronunciar conferencias en Buenos Aires cuando me desempeñaba como rector de la Escuela Superior de Economía y Administración de Empresas (Eseade).

Muy buen orador, fogoso polemista y gran conversador, provisto de un excelente sentido del humor. Sus libros y ensayos son innumerables, pero en esta nota periodística me referiré a lo que estimo que son las mejores contribuciones de las múltiples que poseo en mi biblioteca, que no son ni remotamente todas sus producciones.

En primero lugar, su libro titulado Generosity. Virtue in Civil Society, que abre de este modo: «La generosidad es una virtud moral que no puede florecer en un Estado benefactor ni en ninguna otra situación de economía planificada, porque ser generoso implica que voluntariamente se ayuda a otros de diferentes maneras. Solo puede florecer en una sociedad libre». A continuación apunta: «Los actos generosos requieren el derecho de propiedad», puesto que debe entregarse lo suyo y no a la fuerza lo de los demás. Escribe Machan: «Muchos son los que alardean de generosidad, compasión, bondad y caridad pero resisten el establecimiento del derecho de propiedad» y más bien pretenden solidaridad con el fruto del trabajo ajeno arrancado compulsivamente. Gran hipocresía, por cierto, un latrocinio disfrazado de filantropía.

En otra parte de esta obra, el autor sostiene que hay una diferencia abismal entre generosidad y altruismo, que según el diccionario es hacer el bien a otros a costa del propio bien, lo cual es un contrasentido, puesto que cuando se hace el bien al prójimo es precisamente y exclusivamente porque está en interés del sujeto actuante, en verdad una tautología, puesto que si no está en interés de quien procede de ese modo, ¿en interés de quién será? En ese sentido, estaba en interés de la Madre Teresa de Calcuta el cuidado de los leprosos, y así sucesivamente.

En este contexto Tibor aclara que, a su juicio, el interés personal tiene dos significados, uno amplio, que abarca todas las acciones, sean estas correctas o malvadas y otra acepción que se circunscribe a las primeras, es decir, a las que le hacen bien a quien las lleva a cabo. Consigna: «El autobeneficio proviene de ser una persona moralmente buena», esto es, como queda dicho, los actos buenos hacen bien a quienes los llevan a cabo en el sentido de que actualizan sus potencialidades en busca del bien.

También el autor se refiere en este libro con algún detenimiento al precepto bíblico de «amar al prójimo como a ti mismo» y concluye por otra vía lo que a continuación presento a título personal. El adverbio conjuntivo «como» puede traducirse en que sea mayor, menor o igual. Si fuera igual, la persona sería indiferente, lo cual paralizaría la acción (hasta que haya preferencia). Si fuera mayor, el beneficio del otro no tendría razón de ser el acto, puesto que quedaría amputado el motivo, la razón o la necesaria prioridad, ya que solo opera si la satisfacción propia es más fuerte o mayor que la del prójimo, puesto que constituye el punto de referencia: toda acción es en beneficio personal.

Decir que es mayor psicológicamente la ganancia que obtiene el otro al amarlo carece de sentido, ya que, como queda dicho, el punto de referencia o el mojón extramuros de la acción es el amor propio. Quien ama es porque le satisface ese amor (el que se odia a sí mismo es incapaz de amar). Tal vez Santo Tomás aclare este punto al afirmar en la Suma Teológica: «Amarás a tu prójimo como a ti mismo: por lo que se ve que el amor del hombre para consigo mismo es como un modelo del amor que se tiene a otro. Pero el modelo es mejor que lo moldeado. Luego el hombre por caridad debe amarse más a sí mismo que al prójimo» (Sec. Sec., q. xxvi, art. iv). Entonces, el amor a otro es inexorablemente menor en intensidad y preferencia al que se profesa a uno mismo, que, por los motivos señalados, es prioritario y el motor de la acción.

Finalmente, por su parte, dice Machan: «Aquellos que demandan generosidad, caridad, compasión o bondad en base a la coerción de los aparatos estatales —Estado benefactor y socialismos varios— destrozan los fundamentos de las virtudes morales».

Otro de sus libros lleva por título Human Rights and Human Liberties, un título un tanto redundante por partida doble: primero, porque los derechos y las libertades no pueden ser otra cosa que humanos y, segundo, porque hablar de derechos y libertades constituyen la cara y la contracara del mismo asunto. De todos modos, gran parte del contenido resulta sumamente esclarecedor (nunca hay acuerdo total con ningún escritor, incluso lo que uno mismo escribe visto a la distancia seguramente demandará modificaciones, sea por la redacción, por el contenido o por las dos cosas).

En todo caso, es pertinente detenerse en uno de los epígrafes de lo obra que cita uno de los fallos de la Corte Suprema de Justicia estadounidense. La cita es consigna de modo incompleto en el libro al efecto de destacar lo más importante, pero nosotros la transcribimos completa. Dice así: «El propósito de una Declaración de Derechos fue el de sustraer ciertos temas de las vicisitudes de las controversias y colocarlos más allá de las mayorías y de funcionarios y establecer principios legales aprobados por las Cortes. Los derechos a la vida, la libertad y la propiedad, a la libertad de expresión, a la libertad de prensa, a la libertad en las transacciones y de asociación y otros derechos fundamentales no deben someterse al voto; ellos no dependen de los resultados de ninguna elección» (West Virgina Board of Education v. Barnette, 1943, 319 US, 624, 638).

Este fallo se dice redactado por el juez Robert Jackson, es de una trascendencia difícil de traducir en palabras, ya que el concepto allí vertido pone de manifiesto el aspecto medular de una república. Pone de relieve lo que grandes constitucionalistas de nuestro tiempo han considerado que es el eje central de la democracia.

Una de las razones más relevantes del declive de regímenes democráticos de la actualidad descansa en la incomprensión de la filosofía inherente en el antedicho dictamen de la Corte Suprema de Estados Unidos. Hoy en día la democracia ha degenerado en cleptocracia, a saber, el gobierno de los ladrones de libertades, de propiedades y de sueños de vida. Desde la Carta Magna en adelante, las constituciones han sido concebidas para establecer límites claros y precisos al poder político, en cambio, en la actualidad las constituciones reformadas y la legislación que la acompaña son muestras de abuso de poder. Como se ha explicitado tantas veces, es imperioso introducir nuevas barreras al poder si no se quiere que el planeta termine en un inmenso Gulag en nombre de una supuesta democracia.

La obra de Tibor Machan es básicamente un análisis pormenorizado de los equívocos de Thomas Hobbes en cuanto a su aplicación desviada de la noción de derecho natural, que desemboca en el establecimiento de una monarquía absoluta en un contexto de extremo positivismo legal en el que no hay puntos de referencia fuera de la legislación escrita, esto es, que no habría la noción de Justicia fuera de la norma positiva.

Asimismo, elabora una cuidadosa y contundente crítica a las teorías esbozadas por John Rawls en cuanto a su redistribución de ingresos basada en talentos naturales de modo desigual, sin ver, entre otras cosas, que los talentos adquiridos son consecuencia de los naturales y que la susodicha redistribución altera la asignación de los siempre escasos recursos y, por tanto, empobrece de modo muy especial a los más necesitados. También el autor en gran medida se apoya en algunos aspectos del andamiaje conceptual de Robert Nozick, en cuanto al establecimiento de un gobierno con poderes limitados a la protección de derechos, entendidos estos no como pseudoderechos que significan un asalto al bolsillo del prójimo.

Por su parte, en otro de sus libros, Individual and their Rights, se detiene a considerar al valor del individualismo como el respeto a las autonomías individuales en franca oposición al tratamiento de expresiones colectivistas que tratan a lo grupal como un antropomorfismo, con lo que se deglute a los derechos de las personas, lo cual completa con un estudio riguroso de la historia de uno y otro concepto a través del tiempo. En una parte final, Machan analiza el fundamento de la institución de la propiedad privada desde la perspectiva de muy diversos autores antiguos y contemporáneos.

Tibor ha editado y compilado muchos trabajos de gran valor. El ejemplo más sobresaliente es el muy citado The Libertarian Alternative. Como es sabido, la palabra «liberal» ha sido expropiada en Estados Unidos por los estatistas, por lo que se ha inventado la expresión «libertarianismo», a disgusto por muchos que siguen definiéndose como liberales clásicos, como Milton Friedman, Friedrich Hayek, Ludwig von Mises y muchos otros. En esta cuestión que puede aparecer como mero asunto semántico hay dos problemas de fondo que deben ser aclarados. En primer lugar, destacar que tras la batalla por las ideas hay una batalla del lenguaje. No se trata de simplemente mudar de palabra cuando esta es renegada por la mayoría o utilizada mal para seguir como si tal, pues la nueva palabra será también expropiada o estigmatizada en el corto plazo. Por otra parte, quienes recurren a una nueva palabra para referirse a la libertad debido a que descubren otras facetas no parecen comprender que el liberalismo está siempre en ebullición y atento a nuevas contribuciones, puesto que descansa en la ida de que el conocimiento tiene la característica de la provisionalidad, abierto a refutaciones.

Por último, menciono la extraordinaria obra titulada The Pseudo Science of B. F. Skinner, donde Machan pone de relieve su mayor destreza al criticar el corazón de cuarenta trabajos de Skinner, muy especialmente el que lleva el sugestivo título de Beyond Freedom and Dignity. El objetivo de Machan consiste en la demolición de la tesis del materialismo filosófico (o determinismo físico para recurrir a terminología popperiana).

Así demuestra que los estados de conciencia, la psique o la mente son distintos de la materia, específicamente del cerebro y que sin esa cualidad no habría tal cosa como el libre albedrío y, por ende, la propia libertad sería una mera ficción. Tampoco tendría sentido la responsabilidad individual ni la moral, ni las ideas autogeneradas, ni las proposiciones verdaderas y las falsas. Los humanos seríamos como loros, más complejos pero loros al fin de cuentas. Skinner afirma: «La libertad del hombre, quien es considerado responsable del comportamiento de su organismo biológico, es solo una noción precientífica que sustituye a los tipos de causas que son descubiertas en el curso del análisis científico». Lo mismo había dicho Sigmund Freud con anterioridad.

Desafortunadamente en nuestra época el materialismo o fatalismo descrito hacen estragos en la cultura, especialmente en el terreno de la psiquiatría, el derecho penal y en el campo económico el denominado «neuroeconomics». Viene al caso subrayar que en la compilación antes referida uno de los autores centra su atención en el asunto ahora considerado. Se trata de Nathaniel Branden, quien en un ensayo titulado «Free Will, Moral Responsability and the Law» apunta: «El determinismo declara que aquello que el hombre hace lo tenía que hacer, aquello en lo que cree tenía que creerlo […] Pero si esto fuera cierto, ningún conocimiento conceptual resultaría posible para el hombre. Ninguna teoría podría reclamar mayor validez que otra, incluyendo la teoría del determinismo».

En resumen, Tibor Machan ha contribuido a fortalecer las bases de una sociedad abierta con sus escritos y sus clases que recuerdan con tanto agradecimiento sus numerosos discípulos.

 

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. en Ciencias de Dirección. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, fue profesor y primer rector de ESEADE durante 23 años y luego de su renuncia fue distinguido por las nuevas autoridades Profesor Emérito y Doctor Honoris Causa. Es miembro del Comité Científico de Procesos de Mercado, Revista Europea de Economía Política (Madrid). Es Presidente de la Sección Ciencias Económicas de la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires, miembro del Instituto de Metodología de las Ciencias Sociales de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas, miembro del Consejo Consultivo del Institute of Economic Affairs de Londres, Académico Asociado de Cato Institute en Washington DC, miembro del Consejo Académico del Ludwig von Mises Institute en Auburn, miembro del Comité de Honor de la Fundación Bases de Rosario. Es Profesor Honorario de la Universidad del Aconcagua en Mendoza y de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas en Lima, Presidente del Consejo Académico de la Fundación Libertad y Progreso y miembro del Consejo Asesor de la revista Advances in Austrian Economics de New York. Asimismo, es miembro de los Consejos Consultivos de la Fundación Federalismo y Libertad de Tucumán, del Club de la Libertad en Corrientes y de la Fundación Libre de Córdoba. Difunde sus ideas en Twitter: @ABENEGASLYNCH_h

Desmitificando al liberalismo

Por Nicolás Cachanosky. Publicado el 4/1/18 en: https://www.infobae.com/opinion/2018/01/04/desmitificando-al-liberalismo/

 

La mala imagen del liberalismo descansa en una serie de mitos. Aquí algunos de ellos

Hubo una época en la que Argentina sabía estar entre las naciones con mayores ingresos del mundo. Fue la época del liberalismo y la apertura comercial en Argentina. Con la llegada del peronismo, la Argentina giró 180 grados, se volvió un país alejado de los principios del libre mercado, donde la política de sustitución de importaciones es más importante que el comercio internacional. Actualmente Argentina ya no se encuentra entre las naciones de mayores ingresos del mundo y posee índices de pobreza cercanos al 30 por ciento. Es un país asociado a la corrupción, las expropiaciones y las recurrentes crisis económicas.

No obstante la mala imagen que el liberalismo posee en Argentina, en los últimos tiempos esta doctrina ha ganado presencia en el debate público y en los medios. En especial a través de los economistas liberales, que no se cansan de insistir una y otra vez con los beneficios del libre comercio. La mala imagen del liberalismo descansa en una serie de mitos. Aquí algunos de ellos.

El liberalismo no es pro empresa, es pro igualdad ante la ley.

El liberalismo no es una doctrina que busque beneficiar a un sector a expensas de otro. Si hay un sector sobre el cual Adam Smith ya alertaba tener cuidado, era justamente el empresarial. Es una doctrina que busca respetar la igualdad ante la ley. No sólo para trabajadores y empresarios, fundamentalmente también para el Estado. No hay lugar para la extorsión para mafias, ni para sindicatos, ni para funcionarios públicos.

Podría decirse que si hay un sector social al cual el liberalismo beneficia, es al trabajador. En los países con economías más libres del mundo el factor trabajo recibe un porcentaje del ingreso total mayor al factor capital. Mientras que en las economías menos libres, esta relación tiende a invertirse.

El liberalismo no es anti Estado, es pro límites al abuso de poder. Hay varias corrientes de liberalismo, por ejemplo, el liberalismo clásico, el anarco-capitalismo, el minarquismo, etcétera. El término «libertario» abarca a todas esas corrientes. Salvo el anarco-capitalismo, el liberalismo no busca eliminar al Estado. Lo que el liberalismo requiere son maneras eficientes de contener los abusos de poder estatal. Es un error conceptual pensar en el libertarismo como un indicador de pureza liberal. Mayor rechazo al Estado no implica necesariamente ser más liberal, es simplemente ser más anti Estado o quizás más anarquista.

Posiblemente los tres economistas liberales con mayor reconocimiento del siglo XX sean Ludwig von Mises, Friedrich A. Hayek y Milton Friedman (Karl R. Popper y Robert Nozick en el área de la filosofía). Ninguno de los tres era anarco-capitalista, los tres fueron liberales clásicos que consideraban al Estado necesario, en términos de liberalismo clásico, para tener una economía libre y estable.

El liberalismo no es despreocupado de las necesidades sociales, busca justamente ayudar a los más necesitados.

El liberalismo no es una doctrina fría a la que no le importa la suerte de los más necesitados. Por el contrario, considera que una economía libre es el sistema económico con más posibilidades de reducir la pobreza. De hecho, la historia muestra que los grandes procesos de reducción de pobreza se dan a la par de mayores libertades económicas. Quien crea que al liberalismo no le importan los pobres o los necesitados puede darse una vuelta por los textos de autores como Mises, Hayek, Friedman, Adam Smith, etcétera.

Hoy día se habla menos de pobreza y más de desigualdad del ingreso. Esto se debe, justamente, a la fuerte reducción en pobreza que se ha observado en las últimas décadas. La distribución del ingreso es un problema distinto al de pobreza. Y como sugiere Angus Deaton, nobel en Economía por sus estudios en este tema, el problema no es la distribución del ingreso en sí sino qué tan justo es el proceso por el cual se distribuye el ingreso. Al buscar la igualdad ante la ley en lugar de beneficios sectoriales, el liberalismo desea un sistema social más justo.

Se encuentra arraigado en la opinión pública que las economías más libres poseen una peor distribución del ingreso. Este no es el caso. El porcentaje del ingreso nacional que recibe el 10% de la población con mayores ingresos es independiente del grado de libertad económica. La diferencia es que en países como la Argentina del kirchnerismo o la Venezuela bolivariana los ricos son aquellos que se benefician a través del Estado. Mientras que en países con economías libres, los ricos son aquellos que sirven al consumidor. Empresarios como Bill Gates, Jeff Bezos o Steve Jobs se encuentran en países con economías libres, no con economías reprimidas como la de Argentina.

El liberalismo no es partidario, es constitucional. Al liberalismo le preocupan las normas que deben gobernar a una sociedad, es decir, su Constitución. El liberalismo no es un movimiento o un partido político, es una concepción constitucional o fundacional. Consiste en pensar cómo limitar al rey o al Estado, indistintamente de quién sea el gobierno de turno. Pedir que el liberalismo «arme un partido y gane las elecciones» es simplemente confundir cómo se debe administrar al Estado (partidos políticos) con cuál debe ser el papel del Estado (liberalismo como filosofía política).

El liberalismo es fundamentalmente democrático y republicano. Sugerir que el liberalismo es pro dictadura porque algún funcionario supuestamente liberal se ha identificado como tal no hace sombra la constante oposición al autoritarismo del liberalismo. Por ejemplo, a diferencia de los mitos que rondan por sectores de izquierda, ni Friedman ni Hayek apoyaron ni contribuyeron con la dictadura chilena. Por el contrario, en ambos casos dejaron cuestionamientos inequívocos a la dictadura.

La época de oro de Argentina coincide con su época liberal. Argentina tiene la posibilidad de volver a discutir estas ideas y dar inicio a un cambio en serio y de fondo. Para ello es necesario discutir las ideas del liberalismo, en lugar de perderse en mitos y versiones caricaturescas.

 

Nicolás Cachanosky es Doctor en Economía, (Suffolk University), Lic. en Economía, (UCA), Master en Economía y Ciencias Políticas, (ESEADE). Fué profesor de Finanzas Públicas en UCA y es Assistant Professor of Economics en Metropolitan State University of Denver.

Jóvenes católicos al Papa Francisco: “En Cuba hay obispos cómplices”.

Por Belén Marty: Publicado el 11/9/14 en: http://es.panampost.com/belen-marty/2014/09/11/jovenes-catolicos-al-papa-francisco-en-cuba-hay-obispos-complices/

 

Las aguas están revueltas dentro de la Iglesia católica cubana luego de que se publicara una crítica carta firmada por un grupo de jóvenes católicos dirigida al papa Francisco. En ella denunciaron a los líderes eclesiásticos de la isla por ser cómplices de las constantes violaciones a los derechos humanos perpetradas por el Gobierno.

La carta tomó relevancia en los últimos días en medios y redes sociales a raíz de que el pontífice enviara el pasado 6 de septiembre una misiva para los católicos cubanos en ocasión de la celebración de la Virgen de la Caridad del Cobre, patrona de la isla. El papa Francisco aludió a la superación de las adversidades y aseguró que “la victoria es para quienes se levantan sin desanimarse”.

El documento fue originalmente entregado en mano al papa en una audiencia privada el pasado 14 de mayo por los familiares de Oswaldo Payá, férreo disidente fallecido en Cuba en un dudoso accidente automovilístico en julio de 2012.

La correspondencia, que empezó a circular a fines de julio, está firmada por cinco católicos cubanos de entre 24 y 29 años, algunos graduados de universidades cubanas y otras expulsados del curso de sus estudios.

Todos ellos son miembros del Movimiento Cristiano Liberación (MCL), una red fundada en 1998 y liderada por Oswaldo Payá. El MCL se autodenomina como un movimiento de defensores de los derechos humanos en la isla que buscan propiciar una pacifica transición a la democracia.

Erick Álvarez, uno de los activistas, comentó que también le han enviado una copia a la jerarquía episcopal cubana.
“Se la hemos enviado en copia dura al nuncio apostólico de la Santa Sede en Cuba, el arzobispo Bruno Musaró y a todos lo obispos cubanos en formato duro, es decir por escrito, en la conferencia de obispos católicos y además por correo electrónico a sacerdotes, religiosas, misioneros, diáconos y algunos laicos bien comprometidos en la Pastoral de la Iglesia con el objetivo de compartir y de poder hacer una modesta contribución al diálogo intraeclesial”, expresó Alvarez.

El encuentro entre el Papa y los familiares de Oswaldo Payá duró 20 minutos. Fuente: oswaldopaya.org

Denuncian un silencio cómplice de la jerarquía católica

Entre los puntos destacados de la carta enviada al papa Francisco se destaca el pedido de los jóvenes a que los líderes cristianos tomen una postura clara y transparente frente a los abusos del régimen de los Castro, además de denunciar un acercamiento preocupante entre sus líderes y los agentes del Gobierno.

Los integrantes de MCL buscan que Cuba sea un país abierto, democrático y socialmente justo.  Fuente: www.oswaldopaya.org

“Quizás haya que recordarles a nuestros pastores que tanto para dialogar como para mediar se requiere identidad clara e indispensable autonomía para poder expresarla sin ambages en la búsqueda colegiada de la verdad con los otros, apertura y reconocimiento a todas las partes, dosis adecuadas de moderación, pero con transparencia, rigor y respeto por la verdad.

Y esto, en una dictadura enquistada en más de cinco décadas de absolutismo, siempre cuesta, y sólo lo hacen bien quienes logran superar los miedos conquistando la libertad interior en el absoluto desprendimiento de no tener nada que proteger y nada que ambicionar”, detalla la carta.

Más aún, aseguran que ya se ha disipado la crítica clara y contundente que solían tener los escritos de las publicaciones católicas contra el abuso del régimen.

“Sujetos a los vaivenes de esta complejísima relación, la precaria autonomía de las publicaciones católicas y los centros de formación al servicio de laicos y consagrados, está mucho más allá de la presumible buena voluntad de sus realizadores y los convierte en voceros no ya del arzobispo, sino de quien domina en aquella relación, los mismos que permiten que sigan existiendo y circulando, mientras no sobrepase el umbral de tolerancia o en última instancia, deje de servir, a la larga, a sus denostables propósitos”, continúa el documento.

Los jóvenes aprovecharon la oportunidad para expresar asimismo su disconformidad con el comunismo de la isla al decir: “Basta de decidir y pensar por mí e imponerme una ideología de Estado que no me representa. Basta de obligarme a jugar la farsa política pasando por encima de mis principios y condición de hombre libre, bajo la amenaza de perderlo todo”.

Sin ir más lejos, exhortan a la Iglesia que vuelva a tener un papel predominante en la arena política defendiendo los ultrajes del abuso de poder estatal y que se desprenda del miedo que, aparentemente, impera en la institución.

Obispos piden reformas más profundas

Por su parte, el plan Pastoral para el período 2014-2020 publicado hace algunas semanas por la Conferencia de Obispos Católicos de Cuba (COCC), instó al presidente de Cuba a realizar cambios “más profundos y oportunos” para mejorar la situación de los cubanos residentes.

“Sectores amplios de población padecen pobreza material, producto de salarios que no alcanzan para sostener dignamente a la familia”, indicaron los obispos en el escrito.

Entre las reformas que aspiran se encuentra la apertura a un Estado “menos burocrático, más participativo, menos paternalista y más promotor, menos autoritario y más democrático”.

Por su parte, el arzobispo y nuncio apostólico en Cuba Bruno Musaró expresó que había denunciado a fines de agosto, luego de celebrar misa en Italia, la “pobreza y degradación humana” de la isla.

Agregó que “aún medio siglo después, se habla de revolución, se la alaba, mientras la gente no tiene trabajo y no sabe cómo hacer para alimentar a sus propios hijos”.

La paulatina desaparición de la voz crítica católica

Michel Ibarra, cubano exiliado viviendo en Argentina, le explicó a PanAm Post cómo observó la decadencia de la crítica contenida en las publicaciones católicas a lo largo de los últimos años.

“Recientemente la Iglesia en Cuba destituyó a los dos editores de Espacio Laical, una publicación de la arquidiócesis de La Habana que era conocida por ser bastante crítica al Gobierno y a la realidad cubana. Ellos dicen que renunciaron, pero no mucha gente se lo cree. Espacio Laical responde a la Iglesia y había estado en medio de fuertes polémicas.”

Advirtió que “En 2013 llegaron a pedir elecciones directas y libres para el Gobierno, pero desde entonces han ido diluyendo bastante su confrontación con el poder. Y es una pérdida. Creyentes cubanos de toda la isla se la distribuían para poder leer periodismo independiente que no fuera perseguido”.

Dado que el cardenal Jaime Ortega está pronto a jubilarse, Ibarra mencionó que sería lógico que quieran mantener la confrontación con el Gobierno lo más baja posible.

“Quizás la disidencia esperó más del cardenal Ortega porque de joven estuvo en las Unidades Militares de Ayuda a la Producción [campos de trabajo forzado que existieron en Cuba entre 1965 y 1968], a aquellos campos mandaban a personas religiosas y a homosexuales, hippies y otras personas ‘de conducta impropia’. Pero la verdad es que Ortega nunca buscó una confrontación directa con el Gobierno”, concluyó.

 

Belén Marty es Lic. en Comunicación por la Universidad Austral. Actualmente cursa el Master en Economía y Ciencias Políticas en ESEADE. Conduce el programa radial “Los Violinistas del Titanic”, por Radio Palermo, 94,7 FM.

Opinión: Votar no brinda autonomía

Por Ezequiel Gastón Spector: Publicado el 23/11/13 en http://www.hacer.org/latam/?p=32924

La democracia (que incluye el método de elección popular sobre ciertos asuntos) ha demostrado ser un sistema con innumerables virtudes: garantiza un control del pueblo al Estado, dificulta los abusos de poder y somete a los funcionarios públicos a renovaciones periódicas, entre muchos otros aspectos positivos. No obstante, hay quienes defienden los métodos de control popular argumentando que, al participar todos de una elección, todos somos más libres, o tenemos mayor autonomía. A modo de ejemplo, la idea es que, si todos podemos votar sobre si se aplica o no la medida X, y finalmente la gran mayoría vota que se aplique, todos habremos tenido poder de decisión y habremos ganado en autonomía.

Una crítica a este razonamiento es que, por más que alguien haya participado en esa elección, si formó parte de la minoría, realmente no decidió nada, y no tuvo autonomía. Esta crítica es obvia, y no es la que me interesa desarrollar. Por ello, modificaré el ejemplo, e imaginaré que, en la votación sobre si la medida X se aplica, no hay minoría: todos votan que la medida X se aplique. La pregunta que debe formularse, entonces, es la siguiente: ¿Es verdad que todos decidieron y, por lo tanto, que todos ganaron en libertad de elección? Mi tesis es la siguiente: en esta votación, el grupo decidió, pero de ello no se sigue que cada uno de los miembros de este grupo (los votantes) haya decidido. Afirmar lo contrario es incurrir en lo que se conoce como una “falacia de división”.

La falacia de división consiste en afirmar que, porque un grupo tiene una característica, cada parte del grupo tiene la misma característica; por ejemplo: “El auto es pesado. Por lo tanto, cada parte del auto es pesada”; o “El edificio es alto. Por lo tanto, cada uno de sus pisos es alto”.

Si todos votaron que la medida X se aplique, puede decirse que el grupo decidió, pero cada uno de los votantes (incluyendo usted) no decidió nada, de modo que no tuvo libertad de elección. Usted pudo haber votado, como el resto de los votantes, que la medida X se aplique. Es más, el resultado final pudo haber coincidido con lo que usted deseaba (deseo que usted plasmó en el voto), pero usted no decidió nada (y cada uno del resto de los votantes tampoco). ¿Cómo sabemos que usted no decidió nada? Preguntémonos si la decisión habría cambiado si usted hubiera votado algo diferente. La respuesta es “no”. A diferencia de lo que muchos piensan, realmente las votaciones no otorgan libertad. La razón es simple: el voto de cada uno no es decisivo.

La libertad de elección se da cuando el voto de cada persona sí es decisivo. Esta idea suena rara, pero es bastante familiar: cuando cada persona puede decidir qué hacer con su vida y con sus bienes adquiridos pacíficamente; cuando nadie le dice qué leer, escuchar, consumir, vender, comprar ni a qué precio, el voto de cada persona es efectivamente decisivo, y lo es con respecto a lo más valioso que tiene un ser humano: su propia vida. Quien realmente confía en las personas, entonces, debería dejarlas perseguir sus propios proyectos y planes de vida, advertir que éste es un derecho constitucional, y que ninguna votación circunstancial puede violarlo. Cuando usted inicia un emprendimiento privado sin que el Estado lo ahogue con regulaciones innecesarias e impuestos altísimos, tiene autonomía. Cuando usted decide qué estudiar y leer, sin temor a represalias del aparato estatal, usted tiene autonomía. Cuando a usted se le dice: “Venga, vamos a votar y decidir si la gente tiene todos esos derechos”, la autonomía la perdió.

Una objeción usual a mi línea de razonamiento es que es demasiado individualista. Y esta crítica en general confunde dos sentidos diferentes de la palabra “individualista”. Si por “individualista” se entiende “egoísta”, la idea que defiendo no es individualista: la libertad de elección sobre la propia vida sin dañar a terceros es neutral respecto del egoísmo y el altruismo. Haciendo uso de la libertad, la gente puede ayudar a los demás, iniciar emprendimientos conjuntos y hasta reunirse con quienes uno desea para llevar a cabo un estilo de vida colectivista. Sin embargo, la idea que defiendo es individualista, si se entiende ello como lo contrario a la idea colectivista de que el grupo es más importante que cada uno de los individuos.

Ezequiel Spector es Doctorando en Filosofía del Derecho por la Universidad de Buenos Aires y Profesor de Derecho y Filosofía en la Universidad Di Tella. Fue Becario Doctoral en The University of Arizona y en la Universidad Carlos III de Madrid. Es profesor de Filosofía I en ESEADE.

Los abusos de la AFIP, Lorenzetti y la cuarta enmienda

Por José Benegas: Publicado el 28/6/13 en http://josebenegas.com/

Parece una ironía que el titular del cuerpo del Estado encargado de velar por las garantías de las que gozan los habitantes del país, se manifieste víctima de un acto extorsivo por parte de la AFIP después de diez años en los que estos episodios se han hecho rutina. Sería igual de paradójico que un comisario asaltado en plena calle. La Corte tiene a su cargo velar por la constitucionalidad del accionar estatal igual que el comisario cuidar nuestra seguridad.

La agencia que dirige el señor Etchegaray contestó del modo en que siempre justifica el uso arbitrario de sus poderes contra disidentes, molestos y competidores: se trata de la rutina de su trabajo de recaudación.

La llave de la solución de este problema la tiene curiosamente la Corte, pero no defendiéndose en lo personal, sino reafirmando las garantías constitucionales explícitas e implícitas en nuestro sistema constitucional en beneficio de todos nosotros.

Si la AFIP o cualquier organismo estatal tienen derecho a investigar a cualquier ciudadano porque si, entonces determinar cuándo lo hacen como venganza o intimidación requiere un juicio sobre las intenciones, la prueba de cuyos presupuestos es imposible y no puede ser puesta a cargo de los ciudadanos indefensos.

La clave la da la Cuarta Enmienda de la Constitución de los Estados Unidos que establece:

“El derecho de los habitantes de que sus personas, domicilios, papeles y efectos se hallen a salvo de pesquisas y aprehensiones arbitrarias, será inviolable, y no se expedirán al efecto mandamientos que no se apoyen en un motivo verosímil…”

Las garantías solucionan el problema de la prueba de las intenciones dejando fuera de toda posibilidad el abuso de poder. Se prohíben los allanamientos sin orden judicial, no porque todo allanamiento pueda estar motivado en violar derechos de las personas, sino solo porque ese poder abre la posibilidad a la indefensión del ciudadano y se quiere evitar que siquiera sea posible.

La Cuarta Enmienda, una de las diez aprobadas dos años después de la sanción de la Constitución de Estados Unidos a propuesta de James Madison, protege contra el arresto y la investigación penal arbitrarias. No puede haber una investigación que no se base en un “motivo verosímil” (“probable cause”). Debe haber algún elemento que permita al agente público entender que se pudo haber cometido un delito y a partir de ahí iniciar su trabajo. Está vedado en particular que el motivo de la investigación sea la persona en sí. La garantía consiste en que nadie puede ser puesto bajo vigilancia para ver si se le encuentra algo, lo que es una derivación del principio de inocencia y una razonable limitación a los funcionarios públicos para que no usen su poder con fines propios. Si esta prohibición se violara, cualquier elemento incriminante que se obtuviera en la pesquisa sería nulo.

Las investigaciones de la AFIP conducen directo a la aplicación de la ley penal tributaria, sus “salidas de pesca” sobre opositores, molestos, pero también sobre cualquier ciudadano al azar, tendrán consecuencias penales eventualmente. Además de afectar el derecho de propiedad.

Sumemos la arbitrariedad en si de la legislación y la regulación tributaria, entonces llegaremos al fondo del problema, que es que no solo Lorenzetti y los disidentes están en peligro, sino cualquier persona bajo una forma de privación permanente de los derechos ciudadanos en función de la “santa recaudación”

Por aplicación del principio de la Cuarta Enmienda, absolutamente compatible con el espíritu de nuestra propia Constitución inspirada en la norteamericana, la AFIP no debería contar con la facultad de realizar las llamadas inspecciones integrales solo para ver si que encuentra o de modo preventivo de infracciones. Una inspección impositiva debería estar justificada en un “motivo verosímil” en el sentido de que se hubiera producido una ilegalidad frente a una inconsistencia o una denuncia proveniente de un denunciante indentificable y responsable frente a lo que denuncia. Porque tampoco superaríamos la cuestión con un militante de la Cámpora denunciando o un anónimo.

El Estado solo puede hacer ese tipo de controles al boleo en sus propios organismos (donde no lo hace), como un método para controlar en qué se van los impuestos que nos hace pagar. Eso es lo coherente con nuestra calidad de ciudadanos y la de los funcionarios públicos de servidores nuestros.

Pero mientras se permita que rija la doctrina de la “santa recaudación” bajo la cual cualquier arbitrariedad es admisible para que la caja estatal siga llena, no se va a resolver el problema de las supuestas extorsiones caso por caso.

La responsabilidad principal está en los jueces, pero también está en manos de los legisladores limitar los poderes de la AFIP en consonancia con el espíritu de nuestra Constitución Iiberal. De otro modo este gobierno podrá pasar, pero quedarán intactos los mismos mecanismos perversos para que los usen otros abusadores.

José Benegas es abogado, periodista, consultor político, obtuvo el segundo premio del Concurso Caminos de la Libertad de TV Azteca México y diversas menciones honoríficas. Autor de Seamos Libres, apuntes para volver a vivir en Libertad (Unión Editorial 2013). Conduce Esta Lengua es Mía por FM Identidad, es columnista de Infobae.com. Es graduado del programa Master en economía y ciencias políticas de ESEADE.

La ambición pone freno a la ambición:

Por Enrique Edmundo Aguilar. Publicado el 20/6/12 en http://www.elimparcial.es/mundo/la-ambicion-pone-freno-a-la-ambicion-106408.html

  Ha sido frecuente en estas columnas la referencia a la división de poderes entendida como una forma equilibrada de reparto del poder que, cuando menos desde Montesquieu, es vista como remedio a la propensión que han tenido siempre los poderosos a abusar de sus atribuciones. Se sabe que fue su residencia en Inglaterra lo que llevó a Montesquieu a descubrir que, a falta de móviles más altos, la libertad podía originarse en una disposición institucional adecuada. Asimismo, es conocida la influencia que el citado autor ejerció sobre los convencionales de Filadelfia, en 1787, a hora de organizar la unión federal.

Esta influencia resulta ostensible, por ejemplo, en los escritos de James Madison quien se explayó sobre la cuestión de la separación de poderes en varios artículos de los Federalist Papers, fundamentalmente del 47 al 51. En este último, sin embargo, Madison corrige levemente una fórmula de Montesquieu imprimiéndole, si cabe decirlo así, un carácter más “humano”. El francés había dicho: “Para que no se pueda abusar del poder es preciso que, por la disposición de las cosas, el poder frene al poder.” Madison, por su parte, centrará menos su atención en el alcance de las funciones de cada departamento de gobierno (ejecutivo, legislativo y judicial) que en la ocasión que cada uno ofrece para canalizar las ambiciones humanas o, más precisamente, el afán de poder. Leámoslo: “Pero la gran seguridad contra una gradual concentración de los diversos poderes en un mismo departamento consiste en dotar a los que administran cada departamento de los medios constitucionales y los móviles personales necesarios para resistir las invasiones de los otros. Las medidas de defensa, en este caso como en todos, deben ser proporcionadas al riesgo que se corre con el ataque. La ambición debe ponerse en juego para contrarrestar a la ambición. El interés humano debe entrelazarse con los derechos constitucionales del puesto.”

Cuando se advierte cómo en algunos países sus gobiernos se desentienden abiertamente del principio de la división de poderes, resulta útil remitirse a esta reflexión de Madison relativa a la ambición y la necesidad de encauzarla. Y me pregunto si una de las causas del ejercicio autocrático de la autoridad por parte de la rama ejecutiva que se ha vuelto cotidiano en estos países (la Argentina es uno de ellos), no residirá precisamente en la falta de verdadera ambición en las otras ramas. ¿Hay legisladores realmente ambiciosos de poder? ¿Hay una oposición movida por el mismo interés? ¿Hay jueces que se afanen en hacer valer su independencia? Francamente lo dudo. De lo contrario, cuesta entender que se consienta tanta arbitrariedad y que no se impongan los límites que la propia Constitución prevé.

 Enrique Edmundo Aguilar es Doctor en Ciencias Políticas. Decano de la Facultad de Ciencias Sociales, Políticas y de la Comunicación de la UCA y Director, en esta misma casa de estudios, del Doctorado en Ciencias Políticas. Profesor titular de teoría política en UCA, UCEMA, Universidad Austral y FLACSO,  es profesor de ESEADE y miembro del consejo editorial y de referato de su revista RIIM.