La política exterior de Vladimir Putin en Medio Oriente

Por Emilio Cárdenas. Publicado el 3/3/16 en: http://www.lanacion.com.ar/1875839-la-politica-exterior-de-vladimir-putin-en-medio-ambiente

 

Es cierto, la economía rusa está en mal estado. Ello es consecuencia de la fuerte caída de los precios internacionales del petróleo crudo y del gas natural. La gente en Rusia está tensa, nerviosa, preocupada. No obstante, al menos por el momento, ello no parece haber debilitado a Vladimir Putin, cuya popularidad y liderazgo continúan intactos.

Ocurre que el líder ruso ha capitalizado con éxito los resultados de su política exterior, particularmente en Crimea y Sebastopol; pero también en Medio Oriente, utilizándola para encender -y alimentar- el nacionalismo en una nación que aún siente nostalgia por la pérdida de la preeminencia que tuviera en tiempos de la Unión Soviética.

En Medio Oriente, Rusia ha demostrado que sus fuerzas armadas, contra lo que algunos suponían, están en un gran nivel de preparación y condiciones operativas y que su armamento está lejos de ser obsoleto, como otros sostenían.

Sus aviones militares realizan más operaciones en un día (hasta 96) que las de la coalición internacional liderada por los norteamericanos en todo un mes. Lo hacen, además, con eficiencia. Sus misiles de larga distancia, disparados desde el Mar Caspio, esto es desde más de mil kilómetros de distancia, dan en los blancos con precisión y cumplen las funciones tácticas para los que se los utilizó. Sus defensas antiaéreas, con tecnología de punta, disuaden a los demás de volar en su cercanía o ignorarlas. Están instaladas en Latakia. Como en Crimea y Kaliningrado, generando respeto.

Hasta Israel las evalúa con sumo cuidado, pensando en la pesadilla operativa -y estratégica- que supondría que ellas (llamadas S-400 o Triumph) cayeran en manos de Irán o de sus aliados, afectando negativamente la primacía aérea israelí. Lo que ya no es imposible para un Irán que, liberado de las sanciones económicas que lo afectaran, nada en efectivo. A lo que se agrega que Rusia está además usando otros equipos electrónicos eficazmente, con los que virtualmente neutraliza a los radares y satélites norteamericanos.

Putin ha desplegado una estrategia audaz, cuya tenaz implementación luce impecable. Ilegal quizás, pero efectiva. Su presencia militar en Siria ha sido determinante para la supervivencia del régimen de los Assad, también apoyado por Irán, que ahora opera contra los insurgentes, en lo que puede ser un momento «bisagra» en la guerra civil siria. Por ello, de asediado y debilitado, el gobierno sirio ha pasado a presionar a los insurgentes.

Lo cierto es que desde que la presencia militar rusa en Siria se materializara, la guerra civil de ese país parece haber cambiado de rumbo. Lo que lucía como un inevitable final amargo para el clan Assad, se ha transformado ahora en una situación de equilibrio. La permanencia en el poder de un régimen que no ha vacilado en usar armas químicas contra su propio pueblo en lo que supone un crimen de guerra de magnitud inaceptable para la comunidad internacional ya no luce imposible.

El cambio de rumbo es tan grande que hasta las conversaciones de paz que tuvieron lugar en Ginebra bajo el patrocinio de la ONU y con el beneplácito norteamericano, debieron suspenderse cuando la aviación rusa abriera paso a las fuerzas de Assad que avanzan en procura de reconquistar Alepo, la segunda ciudad siria que ha estado por largo rato en manos de los insurgentes, en lo que podría ser una victoria significativa, capaz de alterar el rumbo del conflicto.

La ciudad vieja de Alepo, una joya medioeval de valor incalculable, ha sido dañada severamente por los bombardeos e incendios. Hasta el minarete de la Gran Mezquita ha sido derrumbado. Para el patrimonio cultural del mundo, una pérdida irreparable. Una más en la devastada Siria.

A pesar de los dichos del presidente Obama, los días de los Assad, gracias a Rusia e Irán no parecen hoy estar «contados». Las fuerzas insurgentes, muy divididas, cuentan con unos 36.000 combatientes de otros países, de los cuales unos 6.600 provienen de Occidente, pero su futuro está comprometido. Los rusos, de hecho, como hemos dicho, cambiaron la marcha de la guerra civil.

Para hacer todo más complicado y peligroso, particularmente para Turquía, su rival histórico, Rusia ahora apoya abiertamente a los kurdos en Siria, cuyas fuerzas se han lucido -como ninguna otra, hasta ahora- en la lucha en tierra contra el Estado Islámico. Sin embargo, la aviación turca los ataca desde el aire, con reiteración y eficacia relativa. Lo hace en procura de evitar que controlen el norte de Siria -en la región de Agaz- y, con ello, alimenten el separatismo de la importante población kurda en la propia Turquía.

La rivalidad histórica entre rusos y turcos está claramente en un nuevo punto de desencuentro. Y una chispa o un error podrían provocar una hoguera de dimensiones imprevisibles. En paralelo, Rusia ha vuelto a aproximarse al gobierno de Egipto con el que alguna vez tuviera una intimidad importante. Todo esto sucede frente a los ojos de los norteamericanos, de andar notoriamente vacilante en Medio Oriente.

Rusia sabe lo que quiere, tiene fuerza y está empleándola abiertamente. Arriesga y actúa con decisión. Lo que rinde frutos, alterando el equilibrio de poderes en la región. En apenas cuatro meses.

Todo esto ocurre mientras Irán (pese a sus desmentidos) también interviene militarmente en la guerra civil siria. Pese a todo, por el momento al menos, Rusia no se ocupa prioritariamente del Estado Islámico.

Las monarquías «sunnis», en cambio, se limitan a actuar (con suerte variada) en el conflicto yemení, conteniendo allí a los aliados de Irán: los «Houthis». Pero no están activas en Siria donde -más allá de las amenazas- sólo aportan dinero y armamentos a los insurgentes.

Occidente, por lo demás, no enfrenta a Rusia. Se resigna a verla actuar. Y, sin opciones, la deja hacer. Por momentos coopera con ella, cuando los intereses coinciden. Pero no la contiene. Quizás porque no puede hacerlo sin generar un escenario en el que las tensiones de pronto adquirirían otro orden y magnitud.

Luego de que el Consejo de Seguridad de la ONU lo aprobara, Siria vive un momento de paz: el de un cese el fuego que deberá durar por lo menos dos semanas y abrir un espacio para reanudar las conversaciones de paz, en Ginebra. Para la desgarrada población civil, un alivio momentáneo y una nueva esperanza de paz.

El proyecto de resolución aprobado unánimemente por el Consejo fue redactado sólo por Rusia y los EE.UU. Como en tiempos de la Guerra Fría.

Por ahora, el cese el fuego se respeta sustancialmente. Pese a algunas violaciones, más bien menores. No incluye al fundamentalismo del Estado Islámico y Al-Nosra, conflicto que parece ser conducido por otro andarivel.

En el terreno, el equilibrio de fuerzas entre el régimen de los Assad y los insurgentes se ha restablecido. Gracias a la acción rusa. Esto supone que hay ahora un marco adecuado para que las negociaciones de paz puedan avanzar. Ocurre que, nuevamente, hoy nadie tiene certeza de poder triunfar en una de las guerras civiles más crueles de la historia reciente.

Si el cese el fuego se mantiene, se abre la posibilidad de reducir la violencia que azota a Siria, que ya ha provocado más de 300.000 muertos, más de un millón de heridos y la crisis de refugiados más intensa desde la Segunda Guerra Mundial que está haciendo temblar a las instituciones y valores centrales de la Unión Europea. De lo contrario, la situación en Siria podría empeorar enormemente.

 

Emilio Cárdenas es Abogado. Realizó sus estudios de postgrado en la Facultad de Derecho de la Universidad de Michigan y en las Universidades de Princeton y de California.  Es profesor del Master de Economía y Ciencias Políticas y Vice Presidente de ESEADE.

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