Por Gabriel J. Zanotti. Publicado el 21/10/12 en http://www.gzanotti.blogspot.com.ar/
Una vez más el debate sobre el aborto muestra que los diversos períodos culturales tienen sensibilidades diferentes y no necesariamente coherentes. En tiempos ecológicos donde la muerte de vacas y de pollos es mal vista, y florecen las corrientes vegetarianas, en tiempos donde cualquier especie animal en riesgo de extinción genera alarmas en la opinión pública, en tiempos donde la pena de muerte, incluso de los criminales más peligrosos, es considerada un crimen; en tiempos donde las guerras de conquista, con todas sus atrocidades, ya no son aprobadas por nadie, en esos tiempos la muerte del niño por nacer, en cambio, es vista como un “derecho”.
Pero en el último caso que ha conmovido al país, el argumento a favor del aborto fue uno de los más importantes, ante los cuales no podemos permanecer insensibles.
Son incontables los casos de mujeres violadas en las condiciones más indignas. Niñas, apenas púberes, violadas por sus parientes y vecinos, que conciben un niño; mujeres secuestradas por los criminales de la trata de blancas, que conciben niños en su cautiverio; adolescentes violentadas y expulsadas de su núcleo familiar que abortan de cualquier manera y mueren tras una torpe intervención. Los pro-abortistas, en esos casos, no son, como a veces se cree, “cultura de la muerte”: están verdaderamente preocupados por esas mujeres, y esa preocupación debe ser compartida, obviamente, por todos los que nos oponemos al aborto.
Los que nos oponemos al aborto no decimos que todo ello no sea un problema social grave. Urge encontrar soluciones jurídicas y asistencialistas para todos esos casos, y los que estamos en contra del aborto ganaríamos más credibilidad si nos abocáramos a encontrarlas. Lo que no podemos decir, lo que no vamos a consentir, es que la solución pase por matar al niño, un ser humano indefenso, totalmente inculpable, que tiene derecho a la vida, y debería ser ello menos discutible que el derecho a la vida de un asesino serial que ha asesinado a varios y seguirá asesinando.
¿Dónde está la dificultad para advertir que el embrión es un ser humano? No, no pasa por un argumento científico. Es mucho más sencillo. Lo que se está desarrollando como un caballo, ¿qué es, un oso? Y lo que se está desarrollando como oso, ¿qué es, un caballo? ¿Cuál es el problema para ver que lo que se está desarrollando como X es porque ya es X? ¿Cómo va a nacer un bebé humano de algo que NO sea humano?
Y si alguien tiene alguna duda de que un conjunto de celulitas sea un ser humano en desarrollo, ¿por qué las mata? En todos los casos, la duda sobre si algo es humano, o no, es lo que justifica precisamente el abstenerse de matar. Nadie que esté cazando va a disparar si duda sobre lo que se mueve es un alce o un niño perdido. ¿Entonces? (Y además estoy seguro de que muchos pro-abortistas, paradójicamente, ¡están en contra de los períodos de caza!).
Esto se ha dicho una y otra vez, incansablemente, pero nunca he visto a ningún abortista contestar estos argumentos. Los desafío.
Mientras tanto, busquemos todos soluciones y prevenciones para la violencia contra la mujer, una de las violencias más cobardes y abominables. Pero lo es, fundamentalmente, porque la mujer es, las más de las veces, indefensa ante el varón. Que no sea el niño, por lo tanto, el último eslabón de la cadena de la violencia.
Gabriel J. Zanotti es Doctor en Filosofía, Universidad Católica Argentina (UCA). Es profesor full time de la Universidad Austral y en ESEADE es Es Profesor Titular de Metodología de las Ciencias Sociales en el Master en Economía y Ciencias Políticas de ESEADE.
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